Capitulo 8
Hojarasca Acuática dejó las hierbas que llevaba y se quedó mirando a la loba canela.
—Carbonilla dice que tienes que comerte esto.
Dalia la miró adormilada y levantó la cabeza. Estaba tumbada en medio del espeso musgo de la maternidad. En los dos días transcurridos desde su llegada al campamento, ella y sus hijos se habían recuperado casi por completo de su agotador viaje. Dalia volvía a tener el pelo tan suave como la seda, y los tres cachorros estaban acurrucados en un montón de aullidos.
—Sois todos muy amables —murmuró la loba doméstica.
Masticó las hierbas obedientemente, arrugando la nariz ante el acre olor. Con cuidado de no molestarlos, Hojarasca Acuática se inclinó a examinar a los tres lobillos que tenía delante, se notaban que sus características no tenían mucho que ver con las de un lobo, pero era lo que tenía venir de una familia de raza de perro domesticada.
—Son preciosos —aulló—. ¿Ya les has puesto nombre?
—Sí. El macho de color tostado como yo es Bayo, el gris es Ratón, y la pequeña se llama Pinta. —Dalia fue tocándolos con la cola conforme los nombraba.
—También son perfectos como nombres de clan —aprobó Hojarasca Acuática—. Como aún son cachorros, podrían llamarse, por ejemplo, Bayito, Ratoncillo y Pequeña Pinta. Se lo diré a Estrella de Fuego.
Le pareció que Dalia dudaba un poco, como si no estuviera segura de querer que sus hijos formaran parte del clan, pero, antes de que pudiera decir nada, apareció Fronda con un ratón entre los dientes.
—Te he traído algo de comer —exclamó la guerrera, dejando el ratón a su lado. Ronroneando, se acomodó en el musgo junto a los cachorros—. Ahora tienen muy buen aspecto. Seguro que tienes leche de sobra.
Hojarasca Acuática las dejó hablando de los pequeños y salió al claro. El tiempo seguía gris y frío, y por encima de su cabeza las ramas de los árboles entrechocaban por el viento.
Había pasado más de media luna desde su encuentro con Corvino Plumoso, bueno, Jungkook, como él deseaba que le llamara, pero el guerrero no había vuelto a dar señales de vida. La mitad del tiempo, Hojarasca Acuática flotaba en una bruma de felicidad, recordando su mirada y el olor de su pelaje.
Sin embargo, el resto del tiempo la atenazaba la culpabilidad por haber aceptado verlo de nuevo. Si fuese una auténtica curandera, ni siquiera estaría pensando en él. Intentaba más que nunca concentrarse en sus obligaciones, para convertirse en la loba que siempre había anhelado ser. Además, no quería que Carbonilla la riñera, y menos aún que sospechara que el guerrero del Clan del Viento ocupaba sus pensamientos.
Se encaminó hacia su guarida, pero se detuvo cuando una loba parda irrumpió a toda prisa por el túnel de espinos y frenó en seco en mitad del claro. Por un instante, Hojarasca Acuática creyó que era Acedera, y le dio un vuelco el corazón al pensar que les pasaba algo malo a los cachorros que crecían en su vientre. Pero entonces se dio cuenta de que se trataba de Musgosa, una de las reinas del Clan del Río.
—¡Hojarasca Acuática! —exclamó la loba, sin aliento—. ¡Gracias al Clan Estelar que estás aquí!
—¿Qué ocurre? —le preguntó la joven.
—Me envía Ala de Mariposa —contestó resollando—. Una enfermedad ha atacado al Clan del Río. Es mala... muy mala.
—¿Y Ala de Mariposa quiere que yo vaya?
Musgosa asintió.
—Dice que tú entenderás cuál es el problema.
Hojarasca Acuática tragó saliva, sintiendo como si se le hubiera atascado en la garganta un pedazo de carne fresca. Lo entendía demasiado bien.
La advertencia de Plumosa —que los Dos Patas pondrían en peligro al Clan del Río— se había cumplido. Su sueño y el largo trayecto para avisar a Ala de Mariposa habían sido en vano.
Más lobos habían empezado a apiñarse en el claro. Estrella de Fuego apareció en la Cornisa Alta con Tormenta de Arena, mientras Centella y otros guerreros salían de su guarida. Dalia se asomó con cautela por la maternidad, y luego corrió hacia Nimbo Blanco y empezó a hablarle con apremio, agitando la cola con nerviosismo.
Hollín le lanzó una mirada hostil a Musgosa.
—¿Por qué deberíamos permitir que nuestra curandera vaya hasta la otra punta del lago para ayudar al Clan del Río? Deberíais buscar ayuda en otra parte.
—¡Oh, vamos! —protestó Espinardo—. No es muy probable que el Clan del Viento los ayude, ¿no te parece? Y el Clan de la Sombra nunca se ha destacado por ser generoso con los otros clanes.
A Hojarasca Acuática la alivió ver que se acercaba Carbonilla.
—¿Qué sucede, Musgosa? —le preguntó la curandera—. ¿Tenéis problemas?
—Todo el Clan del Río tiene un problema —respondió la loba. Más tranquila, ahora que había recobrado el aliento, repitió lo que le había contado a Hojarasca Acuática—. La guarida de Ala de Mariposa está llena de lobos enfermos —aulló—. Todavía no ha muerto ninguno, pero, si no recibimos ayuda, morirán.
—¿Puedo ir? —suplicó Hojarasca Acuática. La corroía la culpabilidad por no haber hecho algo más por averiguar de qué podía tratarse la amenaza. Quizá era cierto que estaba perdiendo su facultad de hablar con el Clan Estelar—. ¡Por favor, Carbonilla!
La curandera y Estrella de Fuego intercambiaron una larga mirada. Luego, la loba exclamó:
—Si Estrella de Fuego está de acuerdo...
El líder asintió.
—No podemos negarnos a ayudar a otro clan con problemas. Además, esa enfermedad, sea lo que sea, podría llegar hasta aquí. Hojarasca Acuática, intenta averiguar todo lo que puedas sobre ella.
—Lo haré —prometió la joven—. ¿Estás segura de que puedes arreglártelas sin mí? —le preguntó a Carbonilla, que, debido a su pata tullida, dependía de ella para recolectar la mayoría de las hierbas curativas que necesitaban.
—Por supuesto. El Clan del Trueno tiene mucha suerte de contar con dos curanderas... —Una sombra pasó brevemente por sus ojos.
Centella se adelantó.
—Yo podría ayudarte, Carbonilla —se ofreció—. Creo que conozco el aspecto de la mayor parte de las hierbas... al menos de las más comunes.
—Gracias, Centella. —La curandera se volvió hacia Hojarasca Acuática —. No hay ninguna razón para que no te vayas con Musgosa. Pero regresa en cuanto puedas. Y que el Clan Estelar te acompañe.
Hojarasca Acuática asintió y siguió a Musgosa fuera del campamento. Ya había empezado a repasar una lista de hierbas que podría necesitar: enebro, menta acuática, raíz de perifollo... Sacudió la cabeza. No sabría qué iba a precisar hasta que examinara a los lobos enfermos. «Clan Estelar, te necesito ahora —rogó en silencio—. Enséñame qué puedo hacer».
Cuando la joven curandera y Musgosa llegaron al territorio del Clan del Viento, un fuerte viento soplaba sobre la superficie del lago, alborotando el pelaje de ambas lobas.
Tras su desesperada carrera hasta el campamento del Clan del Trueno, Musgosa no podía ir demasiado deprisa y Hojarasca Acuática se ajustó a su ritmo. No tenía sentido correr como una loca hasta el Clan del Río si llegaba demasiado exhausta para ayudar.
Estaban ya aproximándose al cercado de los caballos cuando Hojarasca Acuática oyó un aullido. Al mirar hacia arriba, vio una patrulla de cuatro lobos del Clan del Viento que descendían la colina hacia ellas. Le dio un vuelco el corazón al distinguir la delgada figura de Jungkook corriendo sobre la hierba.
Ella y Musgosa se detuvieron a esperar que la patrulla las alcanzase. Oreja Partida lideraba el grupo; tras él, flanqueando a Jungkook, iban Cárabo y Manto Trenzado.
—Buenos días —las saludó Oreja Partida, inclinando la cabeza—. ¿Qué estáis haciendo en el territorio del Clan del Viento?
Su tono no era agresivo, sino formal, pero Hojarasca Acuática apenas registró sus palabras. Era demasiado consciente de cómo los ojos de Jungkook le abrasaban la piel, aunque no se atrevió a decirle nada, ni siquiera a mirarlo, con tantos lobos alrededor.
—Vamos de camino al territorio del Clan del Río —respondió Musgosa.
La loba no explicó por qué, y la joven curandera supuso que no deseaba que el Clan del Viento supiera que su clan estaba debilitado por una enfermedad.
—Y no nos hemos separado de la orilla del lago —intervino Hojarasca Acuática—, tal como decidieron los líderes en la Asamblea.
—Ya lo veo —exclamó Oreja Partida—. Seguid adelante, entonces, y no dejéis...
—¿Por qué la estás mirando así? —gruñó Manto Trenzado—. ¿Acaso en el Clan del Viento no hay bastantes lobas a las que cortejar?
Hojarasca Acuática se quedó de piedra. Manto Trenzado estaba dirigiéndose a Jungkook. La joven miró al guerrero negro, y vio que estaba tan consternado como ella.
—¡Por el gran Clan Estelar, Manto Trenzado! —bufó Oreja Partida—. No seas tan cabeza de chorlito. Ella es hermana de Esquiruela, ¿recuerdas? Esquiruela, con la que Corvino Plumoso viajó hasta el lugar donde se ahoga el sol.
—Así es... —murmuró Corvino Plumoso con voz estrangulada—. Humm... Hojarasca Acuática, saluda a Esquiruela de mi parte, ¿quieres?
—Claro —respondió ella, inclinando la cabeza.
Musgosa arañó el suelo con impaciencia.
—¿Podemos continuar, por favor?
Oreja Partida asintió, despidiéndose de las lobas con un movimiento de la cola.
Antes de que hubiese dado un par de pasos, Hojarasca Acuática oyó un siseo a sus espaldas. Al volverse, vio que Jungkook la seguía.
—Reúnete conmigo en la isla al anochecer —susurró el guerrero, y añadió más fuerte—: ¡Y no te olvides de contarle a Esquiruela lo que te he dicho!
—Claro, lo haré.
La joven se estremeció de culpabilidad y emoción, hasta que pensó que todo su pelaje debía de estar resplandeciendo. Aquello no podía estar mal, ¿verdad?, si la hacía tan feliz.
—Corvino Plumoso, ¿vienes ya? —aulló Manto Trenzado.
El guerrero gris salió disparado sin mirar de nuevo a Hojarasca Acuática. Ella corrió por la orilla para alcanzar a Musgosa, sintiendo como si sus patas apenas tocaran el suelo.
—¿Cómo va? —le preguntó a su amiga, que en ese momento examinaba a Flor Albina.
—Creo que bien. No ha muerto nadie, aunque Paso Potente también ha caído enfermo. —Señaló con la cola al corpulento veterano atigrado, que estaba hecho un ovillo en la orilla—. Le he dado milenrama, y no parece estar tan mal como los demás.
—¡Ala de Mariposa, aquí! —llamó la lobilla con apremio.
—¿Quién es ésa? —preguntó Hojarasca Acuática, siguiendo a su amiga a través de la fila de los pacientes dormidos.
—Es Blimina —contestó Ala de Mariposa, y sus ojos brillaron con afecto al llegar junto a la pequeña loba gris—. Es hija de Musgosa. A menudo viene a ayudarme, y ya conoce casi todas las hierbas. Blimina, ésta es Hojarasca Acuática, del Clan del Trueno.
La pequeña inclinó la cabeza, pero parecía muy inquieta:
—Ala de Mariposa, creo que deberías examinar a Fabuco...
El aprendiz estaba despatarrado, arañando débilmente el suelo. Tenía los ojos desorbitados y vidriosos, y se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo por respirar.
—¿Qué le ocurre? —preguntó la pequeña, con los ojos dilatados de inquietud—. Ninguno de los demás está así.
Ala de Mariposa vaciló, y fue Hojarasca Acuática la primera en reaccionar.
—¿Le has dado enebro? —le preguntó a su amiga.
—Sí, para el dolor de estómago. Debería haberle ayudado también a respirar mejor. Ojalá tuviéramos fárfara —añadió, sacudiendo la cola con frustración—. Ya ha florecido, pero lo que necesitamos son las hojas, y tardarán al menos una luna en aparecer.
Hojarasca Acuática pensó que era inútil desear una hierba de la que no disponían. Los esfuerzos de Fabuco por respirar eran cada vez más débiles; si no se les ocurría algo enseguida, moriría allí mismo, delante de ellas.
¿Y si lo que le ocurría a Fabuco no estuviera causado por la sustancia de los Dos Patas? Podría tratarse de un problema completamente distinto, y el joven aprendiz no disponía de mucho tiempo para que encontraran la respuesta.
—¿Es posible que se esté atragantando con algo? —sugirió.
No parecía que se estuviera ahogando, pero, al estar tan debilitado por el veneno, tal vez no podía toser para expulsar lo que tuviera en la garganta.
Ala de Mariposa abrió las mandíbulas del aprendiz, que se retorció para liberarse. Hojarasca Acuática examinó su garganta.
—Ahí hay algo, pero está muy adentro...
—Déjame probar —se ofreció Blimina.
De inmediato, metió su fina patita por la boca de Fabuco, soltó un leve sonido de satisfacción, y sacó una bola de hojas de milenrama a medio mascar enganchada en sus uñas.
—¡Bien hecho! —exclamó Hojarasca Acuática.
Cuando Ala de Mariposa lo soltó, el aprendiz se derrumbó temblando y tomando aire a grandes bocanadas.
—Blimina, tráele un poco de agua —le ordenó Ala de Mariposa.
La cachorrita corrió al borde del arroyo, arrancó un trozo de musgo y lo metió en el agua. Regresó de inmediato y estrujó el musgo sobre la boca de Fabuco. Poco a poco, el joven aprendiz dejó de resollar y de temblar, se ovilló y cerró los ojos.
Ala de Mariposa tocó el hombro de la cachorrita con la punta de la cola.
—Le has salvado la vida a Fabuco —masculló—. Me aseguraré de que lo sepa cuando despierte.
Los ojos de Blimina centellearon de alegría.
—¿Esto es lo que se siente al ser curandera? —preguntó—. ¡Es lo mejor del mundo!
—Lo sé. —Hojarasca Acuática ronroneó comprensiva—. Recuerdo la primera vez que apliqué raíz de lampazo a una mordedura de rata. ¡Casi no podía creérmelo cuando la herida empezó a sanar!
—Y no te olvides del día en que salvaste a Juncal cuando estuvo a punto de ahogarse —maulló Ala de Mariposa—. Y eso que entonces sólo eras aprendiza.
Hojarasca Acuática le dedicó un afectuoso guiño a su amiga, agradecida de que fuera tan generosa como para recordar eso.
—No hay nada comparable a poder ayudar a tus compañeros de clan — le confesó a Blimina—. No se me ocurre otra forma en la que querría vivir mi vida.
—Pero no creas que una está salvando vidas a diario —añadió Ala de Mariposa, burlona, mirando con cariño a la loba menor—. La mayor parte del día la pasamos ocupándonos de tareas rutinarias.
—Pero esas tareas son importantes, ¿verdad? —quiso saber Blimina.
—Por supuesto que sí. Ahora quiero que hagas algo importante por mí. Quédate con Fabuco, y llámame enseguida si hay algún cambio en su respiración.
—Sí, Ala de Mariposa. —Blimina se sentó junto al aprendiz, con los ojos clavados en él y la cola enroscada alrededor de las patas.
La curandera del Clan del Río y Hojarasca Acuática se fueron a examinar a los demás enfermos. La joven atigrada no pudo evitar preguntarse si Ala de Mariposa había encontrado ya a la aprendiza perfecta, y de inmediato pensó en cómo iba a ser mentora de nadie si no podía transmitir ningún conocimiento del Clan Estelar.
Se obligó a dejar a un lado esa cuestión mientras examinaban a los lobos enfermos. Todos estaban durmiendo. Hojarasca Acuática empezaba a creer que todos iban a recuperarse, aunque Flor Albina seguía estando muy débil.
Finalmente, llegaron junto a los tres cachorros, que descansaban en el lecho musgoso que había en la entrada de la guarida de Ala de Mariposa. El lobillo gris estaba durmiendo, pero Palometa tenía los ojos abiertos.
—¡Tengo hambre! —gimió.
—Ésa es una buena señal —le comentó Hojarasca Acuática a su amiga —. Significa que el veneno ha desaparecido.
—Tu madre no puede alimentarte ahora —aulló Ala de Mariposa, lanzando una mirada a la inmóvil Flor Albina—. Si quieres, puedes beber un poco de agua.
Palometa puso cara de ir a quejarse otra vez, pero luego se levantó trastabillando y dio unos pasos hacia el arroyo, donde se agachó a beber. La joven curandera del Clan del Trueno no le quitó el ojo de encima, por si perdía el equilibrio y caía al agua.
—Hojarasca Acuática... —susurró la voz de Ala de Mariposa, tensa.
La joven se volvió. Su amiga se había inclinado a olfatear a la cachorrita más debilitada; al levantar la cabeza, la pena empañaba sus ojos azules.
—Creo que hemos llegado demasiado tarde con la milenrama. Está muerta.
Hojarasca Acuática empujó delicadamente el cuerpecillo con el hocico. Ala de Mariposa tenía razón. La cachorrita se había unido a las filas del Clan Estelar. «Cuidad de ella —pidió en silencio—. Es tan... pequeñita...».
Palometa había acabado de beber y estaba subiendo la ribera a trompicones.
—No digas nada —le susurró Hojarasca Acuática a Ala de Mariposa, cubriendo con musgo el cuerpecito inmóvil para ocultarlo de la vista—. Por la mañana estarán más fuertes, y quizá Flor Albina esté despierta para consolarlos.
La lobilla negra volvió a acomodarse en el blando musgo, y Hojarasca acuática se acercó a ella.
—Dime, Palometa, ¿tus hermanos y tú encontrasteis algo raro el día que estuvisteis fuera del campamento? ¿Algo que se hubieran dejado los Dos Patas?
A la menor se le pusieron los ojos como platos.
—¿Sabes lo de «eso»?
Hojarasca Acuática asintió.
—Y también lo he visto. ¿Tocasteis ese líquido pegajoso? —Y al verque la pequeña vacilaba, añadió—: No te preocupes, no vas a meterte en ningún lío.
Palometa dudó un instante más.
—Vale, lo tocamos —admitió—. Jugamos a correr por encima y a dejar huellas en la hierba. Luego reté a Guijeño a que bebiera un poco.
Ala de Mariposa soltó un respingo de la impresión.
—¿Cómo pudiste ser tan descerebrada? —le espetó.
—¿Y tu hermano se atrevió a beber? —quiso saber Hojarasca Acuática, tras silenciar a Ala de Mariposa con una mirada.
—Todos bebimos. —Palometa arrugó la nariz—. Estaba asqueroso.
—Sabes que eso es lo que os ha puesto enfermos, ¿verdad? —exclamó Ala de Mariposa.
La cachorrita se quedó mirándola, abatida.
—¡No lo sabíamos!
—Por eso nunca debes tocar ni probar nada que no conozcas —le dijo la joven curandera—. Cuando seas aprendiza y puedas salir sola del campamento, tendrás que informar a tu mentor de cualquier cosa que encuentres. Ni siquiera en tu propio territorio todo es seguro. ¿Lo prometes?
—Vale —exclamó Palometa. Cerró los ojos, pero volvió a abrirlos de golpe—. ¿Todo esto es culpa mía?
Hojarasca Acuática negó con la cabeza. La cachorrita ya tendría tiempo de culparse cuando descubriera que su hermana había muerto.
—No, pequeña —respondió—. Ahora, duérmete.
—¡No sé cómo puedes ser tan amable con ellos! —bufó Ala de Mariposa en voz baja cuando la pequeña se quedó dormida—. Me gustaría arrancarles las orejas. ¡Todos estos problemas! ¡Y las muertes...!
—Sabes que serías incapaz de hacerles daño —contestó Hojarasca Acuática—. No son más que cachorros. No sabían lo que estaban haciendo. Además, no todo es culpa suya. Es probable que Flor Albina se intoxicara a través de ellos, pero los demás lobos se habrán contaminado solos o al comer presas envenenadas.
—Lo sé... —suspiró Ala de Mariposa—. Pero ¡creía que tendrían más sentido común!
La curandera del Clan del Río abrió la boca en un enorme bostezo.
—Estás agotada —le dijo Hojarasca Acuática—. ¿Por qué no te vas a dormir también? Yo me quedaré de guardia. Te despertaré cuando la luna esté en lo más alto.
Ala de Mariposa bostezó de nuevo.
—De acuerdo. Gracias, Hojarasca Acuática... Gracias por todo.
Se retiró a su guarida, debajo de las raíces del arbusto. Hojarasca Acuática echó un último vistazo a los enfermos; todos dormían plácidamente, incluso Fabuco.
—Está mejor —le susurró a Blimina—. Yo cuidaré de él ahora. Puedes volver con tu madre a la maternidad, y no te olvides de contarle lo bien que lo has hecho.
La cachorrita inclinó la cabeza, con ojos centelleantes, y se marchó a la carrera ribera arriba. Hojarasca Acuática se acomodó junto al aprendiz dormido, metiendo las patas debajo del cuerpo. Sobre su cabeza resplandecían las estrellas del Manto Plateado, esparcidas en torno a la creciente forma de la luna, que ya estaba casi llena. La joven curandera se dirigió en silencio al Clan Estelar, agradeciendo que, después de todo, la enfermedad del Clan del Río parecía estar bajo control.
Sólo entonces cayó en la cuenta de que había olvidado por completo reunirse con Jungkook al anochecer.
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