Capítulo Uno: Muerte en la habitación cerrada.

"La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no elimina el deshonor, ni la violencia indica posesión."

- Julia Ward Howe


Sábado 14 de mayo, 1973.

Caroline Schmidt leía una y otra vez la invitación entre sus manos, sus finos dedos trazaban con cuidado las letras de ésta sin creerlo. Hace cinco minutos que ha abierto el sobre y aún no logra procesarlo por completo. Ella, una mujer corriente sin ningún tipo de relación con la alta sociedad ha sido -como el papel lo dice- cordialmente invitada al cumpleaños privado de Stephen Cromwell, actual gobernador de Tréveris.

- Queda usted formalmente invitada, este jueves 19 de mayo, al cumpleaños de nuestro queridísimo gobernador -cita las palabras grabadas- Como si estas cosas a uno le pasaran seguido.

La mujer de tez blanca se levanta de su silla seguida de su gato negro, recorría el departamento a pies descalzos en busca del periódico del día, sin éxito alguno. Era capaz de recordar grandes cifras sin olvidarlas por un largo tiempo, pero los pequeños detalles siempre se le escapaban, trabajaba en ello.

- Acércate zafiro -Caroline se sienta con sus piernas cruzadas sobre el frio suelo, llamando a su gato- no creerás lo que ha sucedido, yo, una psicóloga ordinaria que gana un sueldo minúsculo he sido invitada a un evento donde estarán esos ricachones de mansiones tenebrosas -el gato maúlla complacido con las caricias que esparce la mujer por su torso- ¿Qué me pondré? Mis faldas largas y mis blusas viejas son una buena opción.

Jueves 19 de mayo, 1973.

La noche de jueves ha llegado y con ella la celebración de un año más de vida de un humano. La alemana ha alquilado un costoso vestido azul cielo tres dedos sobre la rodilla de mangas corto y una coqueta cinta rodeando su estrecha cintura, a conjunto unos lindos tacones azulados. Su maquillaje ha sido sencillo y su corto cabello rubio cae delicadamente sobre sus hombros con sus lindas ondas.

Se encuentra de pie junto a una mesa de picadillos con una larga copa con champan en sus manos. Observa a las esposas de hombres políticos en el centro charlando animadamente mientras que los hombres saludan al festejado. No ha querido acercarse aún, pero luego saludará, cuando no haya tanta multitud a su alrededor. Todos están animados, hay mozos de allá para acá sirviendo y cumpliendo su tarea.

- No te apetece acercarte a charlar con tus amigas -una voz la hace voltear un poco asustada, la ha tomado desprevenida.

Frente a ella se encuentra el policía Cooper un hombre de treinta y siete años vestido con un traje negro perfectamente liso y sin ninguna pifia a primera vista, pero conociéndolo su bolsillo ha de tener un agujero.

- Señor Cooper -saluda con una sonrisa forzada, no es que sea haya encontrado con su persona preferida- ¿También ha sido invitado? Una sorpresa.

- Bueno puedo ver que muchas moscas hemos sido invitadas - el astuto hombre bebe del contenido de su copa.

- La única mosca acá eres tú, en vez de molestar ve a saludar al cumpleañero.

- Lo haría, pero se me ha arrancado, estaba a punto de saldar cuando sin ponerme atención subió las escaleras sudando, extraño.

- Algo le ha de haber caído mal - susurra jugando con sus largas uñas.

El policía de alto rango estaba a punto de responder cuando un grito seguido de un disparo resuena por la mansión. Las personas bailando un vals se detuvieron de golpe al igual que los músicos contratados, dejando solamente escuchar el tic-tac del gran reloj de la sala.

Schmidt sintió su cuerpo tensarse y un escalofrío recorrer su columna antes de dejar caer la fina copa sin contenido alguno. Todos se observan unos a otro para luego tomar rápidamente sus cosas y salir con mucho alboroto por la puerta principal. El suspenso hizo a la rubia correr con un pequeño montón de personas escaleras arriba, las palabras que se repetían una y otra vez en su cabeza eran: Asesinato.

Un grito más fino y agudo resuena por la ahora fría casa, lo que hace apurar los pasos de estos y dirigirse por los largos pasillos de paredes oscuras hasta dar con una mujer de unos veintitantos mirando fijamente una puerta negra, llegando junto a ella se podía observar saliendo bajo la puerta una sustancia negra rojiza de aspecto pegajosa, sangre, en gran cantidad.

- Marie... -un hombre de ojos cansados con unas canas asomándose por su ordenado cabello toma el brazo de la muchacha bruscamente- ¿Qué es esto?

El corazón de los presentes late desesperado como un tambor en guerra, guerra que acaba de desatarse. El señor Cooper empuja a las personas presentes hasta llegar a la puerta, toma la manilla empujando con su cuerpo tratando de abrirla, pero esta no cede. Vuelve a intentarlo aplicando más fuerza, sin éxito alguno.

- No lo sé -la mujer sitúa sus manos sobre sus labios tratando de calmar los sollozos- escuché el grito traté de ayudar, pero la puerta se encuentra cerrada, iba por ayuda cuando la sangre salió y manchó mis lindos tacones.

- Es el despacho del señor Cromwell -el tercer y último hombre, el más joven de todos decidió hablar- Nunca cierra con llave, a menos que sea necesario - por su vestimenta da a decir que es un empleado de la casa.

- ¿Hay alguna copia? -la alemana se posiciona junto al policía- tenemos que abrir de alguna forma.

- Él tenía en sus manos la segunda copia, la original se le perdió en una fiesta.

- ¡Dejen de perder el tiempo! Puede encontrarse con vida y ustedes ya hablan como si estuviera muerto, ¡es mi padre! Sáquenlo de ahí - Marie cae de rodillas al suelo sintiendo su corazón romperse en mil pedazos.

- Cariño.

El empleado de agacha tomando a la muchacha entre sus brazos llorando sin control.

- Suéltala de una vez muchacho - el canoso hombre toma la mano de su - seguramente- esposa- intentemos los tres de forzar la puerta.

- Hagámoslo - Cooper da la última palabra para que el trío ponga su plan en marcha.

Luego de varios intentos la puerta cruje y la seguridad se hace trizas dejando caer unas pequeñas astillas, la puerta es abierta hasta chocar contra la pared al ser empujada por un gran peso, un cuerpo cae a peso muerto sobre los pies de Caroline. Esta chilla asustada y a la vez asqueada por la cantidad de sangre.

El cuerpo de Luis Cromwell yacía muerto, con una gran mancha de sangre en un pecho, sus ojos abiertos a la par.

- ¡No! -la chica, hija del difunto, se arrastra a abrazar el inmóvil cuerpo sin importarle nada- ¡Papito!



Capítulo sin editar.

Espero hayan disfrutado de la lectura.

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