Capítulo Dos: Sospechando.
"Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada produce una dulce muerte"
- Leonardo Da Vinci
Viernes 20 de mayo, 1973.
El ambiente en la casa no es el más caluroso, ni tampoco el más apacible a ojos de Schmidt, quién privada de los demás, en una esquina alejada de todo bullicio observa como forenses, policías e investigadores privado se mueven de un lado a otro tomando apuntes, comentando y fotografiando a su paso. A través de cada mirada se podía notar el desconcierto, como en otras, total desinterés.
Para ella la muerte siempre ha sido una enemiga, un tema tabú, del cual a las personas no le gusta hablar, y menos compartir.
Ha visto muchas personas sufrir por la culminación de la vida, arrancando del mundo terrenal a personas que dieron todo por ser las mejores personas; a otras que la ambición los a cegado y el poder a dominado; a personitas que no alcanzaron a conocer los placeres de la vida, ha poder apreciar lo bello de la naturaleza; otros que su voz fue silenciada, que se les negó opinión propia. Como hay personas que la evaden hay quienes la desean.
Las palabras de su padre que nunca olvidará y que en este momento retumban en su cabeza eran tan simples, como complejas. Tan lejanas... pero a la vez cercana. ¿quién sabe?
"¿Por qué temerle a la muerte? Ella no te hará nada, ella te acogerá en momentos de perdición, en un momento la vida te dirá, que tu misión para poder dejar una huella a terminado, y es hermoso ver en momentos como estos, no puedes poner a la muerte como la mala de la historia sin saber lo que es... "
La muerte es como política, hay diferentes bandos, distintas opiniones, distintos rumores y suposiciones, nadie está de acuerdo, nadie quiere abrir los ojos antes lo que verdad sucede. Tienen como malo al sustantivo y no al que discute sobre ella.
Luego de tratar calmar a la hija del difunto quien lloraba sin compasión alguna, la policía se aproximó a los que seguían presentes pidiendo que colaboraran con la investigación. Schmidt tenía claro que los presentes en la fiesta, contando al servicio de la casa son sospechosos de asesinato hacia el gobernador, por lo que hablar con toda la verdad era lo indicado, pidieron documentos e hicieron las típicas preguntas para saber dónde estaba, que hacía y con quien estaba al momento de lo ocurrido.
La cuartada de todos concordaban, los invitados se encontraban en la sala donde se llevaba a cabo la celebración, la gente con uniforme entraba y salía de la mansión, a los alrededores se hallaban policías junto con sus perros entrenados en busca de alguna pista o individuo. Todo era muy sospechoso y extraño para el policía Cooper y para los presentes que no omitían el hecho de que no hay rastros de una persona.
- Señorita - Cooper se aproxima a Caroline posicionando su mano derecha en la cintura estrecha de la mujer - dígame, usted ¿cree al igual que la mayoría que se ha tratado de un suicidio?
- Imposible - contesta sin vacilar - un suicidio hubiera dejado marcas, el arma con el que hubiera cometido el acto al acercarlo al pecho hubiera dejado una quemadura en la piel tanto como en la ropa, en cambio solo dejó la rotura y el desgarre de tejido.
Sus miradas eran desafiantes he intranquilas.
- ¿Quién iba a pensar que tú serías más inteligente que esos simios? - su mirada se clava en los forenses quienes cargan en una camilla el cuerpo sin vida mientras que el llanto de la chica se intensifica a tal punto de que sus gritos desgarren su garganta.
- ¿Qué quieres decir con eso? - Lo están tomando como un suicidio, lo cual es totalmente incorrecto - el hombre toma champaña de una copa que ni siquiera es la suya, pero encontró desolada.
- ¿¡Cuantas veces tengo que repetir que solo estaba acá sentada sin hacer nada!? - un poco más alejado de ellos una mujer con un largo vestido, la cual enciende un cigarrillo grita exasperada hacia los policías en busca de cuartadas.
- Señorita, nadie la vio acá sentada...
- ¿Ustedes pondrían sus ojos en una aburrida mujer sin hacer nada? - bota el humo por su boca.
- Necesitaré que nos acompañe hasta la estación de policía - es todo lo que dice. La mujer indignada se levanta se asiento con la mirada en alto y el enojo reflejado en sus ojos lo podía notar hasta un corto de vista.
- Será su vergüenza de por vida - susurra Connor - Iré a la estación, veré que puedo hacer por allá y tratar de calmar las aguas - se despiden con un asentimiento de cabeza - esto me dará dolor de cabeza... - susurra para luego retirarse de su lado y desaparecer por un pasillo.
Pensándolo bien creo que ella tampoco tenía algo que hacer ahí, la policía ya ha hablado con ella y nadie ahí la reconoce, es más, ni siquiera era conocida del gobernador.
Camina lentamente hacia la salida sin querer hacer mucho ruido con sus zapatos altos ni querer llamar la atención, llega hasta el pasillo el cual da paso a la puerta, sus hombros se aligeran al ver tan cercana la salida, no se había percatado que sus pies se encuentran hinchados y duelen como el infierno, solo quiere llegar a casa y dormir largas horas, mañana es sábado y no trabaja, tendría tiempo para ella.
Estaba a punto de abrir la puerta cuando una mujer entra por ella con la respiración entrecortada, sus ojos se encuentran, la mujer abre sus ojos sin poder esconder la sorpresa y miedo. Millones de escenarios cruzaron por la cabeza de Schmidt y ninguno era bueno, sus instintos se encendieron sin poder retener su vena chismosa en asuntos ajenos.
- ¿Se encuentra bien? - puede que ella no sea lo más comunicativa, pero por algo se comienza.
- P-perfecta - se ríe nasalmente, mira a sus costados buscando escapatoria mientras busca apoyo en la puerta enorme color negro.
- ¿Por qué tan nerviosa? - Caroline se acerca de manera cautelosa, queriendo sonar inocente para no levantar sospechas tan rápido.
- ¿Yo? - la chica se remueve incómoda en su posición - Debe de ser que aún estoy con esto de que un asesino suelto está por ahí suelto, ¿Quién estaría tranquila?
Justo lo que quería.
- ¿Cómo sabe usted que hay un asesino por nuestros alrededores? - de encarga de remarcar cada una de las palabras dichas - Digo... fue un suicidio, eso dicen ¿oh cree otra cosa? - su cuerpo cada vez se acerca más al tembloroso de la colorina de lindos ojos esmeralda - ¿Sabe algo que nosotros no? - suelta - ¿Vio algo que nosotros no? ¡Hable! Que los callados son los peores.
La chica abría y cerraba la boca nerviosa, podía notar su mirada ansiosa, se encontraba angustiada, su cuerpo recto y tenso como un tronco. Sus ojos a punto de salir de sus orbes, el sudor por su frente comenzó a notarse y su respiración se volvía cada vez más irregular.
Cualquiera que la viera temería que le dé un infarto.
Pero... antes de que alguien pudiera mover un músculo un grito tenebroso retumbó por todas las paredes junto con un gran estruendo, tres segundos de silencio reinaron en la vivienda, para que luego nuevamente la mansión se convertirse en la cómplice de los terribles homicidios.
Una pregunta golpeaba con un martillo en la cabeza de Schmidit.
¿Quién fue esta vez? ¿Ahora quién?
Capítulo sin editar.
Espero hayan disfrutado de la lectura.
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