39- Gemma.

Cuando llegamos a la casa de Dante estaban todas las luces apagadas. El sol se estaba yendo, eran las cinco y media de la tarde, pero anochecería a las seis por ser invierno.

Habíamos estado horas visitando lugares de Buenos Aires para dejar nuestro olor por ahí y despistar al perro.

Mirábamos detrás de un árbol robusto que proyectaba sombra en la vereda.

No había patrullas en la calle, ni policías vigilando, ni nada que indicara peligro. Era sospechoso, me imaginaba que iba a estar toda la yuta encima de los posibles lugares que pudiera visitar Dante, pero nada más había un taxi. Adentro del taxi había un viejo que se parecía a un mago, pero después de un rato un hombre, que salió de la nada y se veía contento se inclinó sobre su ventana, le habló y el taxista se fue.

Cuando quise ver a dónde volvía el adulto feliz ya se había ido. Las luces de la casa de Dante seguían apagadas. No sabía si era uno de los papás de Weinmann el señor feliz.

 —Estoy casi súper seguro de que los papás de Dante también son Protectores —me advirtió Dante, susurrando—. Tal vez por eso los demás Protectores no están por acá, porque ellos se la pueden arreglar solos. Tenemos que tener cuidado porque cuando nos vean van a matarnos y si reencarno me voy a olvidar de todo y voy a quedar acá encerrado para siempre.

Asentí.

Quería que me importara que él muriera, pero no lo hacía. Tampoco me importaba morir yo, no si era indoloro y rápido, como caer dormida o como nacer. Pero lo único que sentía era el frío que me acariciaba la piel y el calor que me abandonaba el cuerpo.

Tal vez se debía a que era una híbrida y mis sentimientos no eran tan humanos.

Lo único que podía sentir era curiosidad por el mundo de los vivos o el cielo.... Si era un cielo. Teniendo en cuenta que este lugar no se parecía a una caverna cubierta de fuego y diablos, tal vez ese lugar no se veía como un firmamento de nubes esponjosas. Podía ser posible que fuera un mundo feliz o fantástico como la tierra de los vivos. Tenía que ir a alguno de esos lugares. Al cielo o al mundo de los vivos.

No sabíamos si entrar. Podía ser una trampa, además de que me desmoralizaba un poco la idea de saber que era nuestra última oportunidad, si no encontrábamos nada de Edén ahí, tendríamos que esperar a que Dante, el verdadero, se contactara con nosotros o abriera el portal o qué se yo que cosa flashera* pueda hacer.

No era detective, no sabía cómo encontrar a una piba escondida en Buenos Aires.

Lo pensé.

Me incliné sobre el suelo y agarré una piedra, la sopesé en mi mano.

Me adelanté unos pasos lejos de mi precario escondite y tiré la piedra húmeda hacia una ventana de la casa de los señores Weinmann. No tenían rejas, se trataba de personas con plata. El vidrio se rompió en el acto, me escondí con Dante, que se veía asustado. Nos encogimos en la base del árbol y él me agarró de la remera.

—¿Qué hiciste? —bisbiseó.

—Shhh —respondí—. Si no sale nadie la casa está vacía.

—¿Y si hay alguien en la casa? —preguntó exasperado.

—Bueno, también van a salir ¿o no?

Él asintió y me dio la mano. Noté que de verdad tenía miedo, él debía estar en una pesadilla, teniendo en cuenta que venía de un mundo tan noble que mentir y ser un poquito vanidoso eran pecados que merecían condena.

Además, él no me parecía vanidoso, era amable y en todo el día se había interesado en qué pensaba. Podía ser posible que había sido mal enjuiciado por... ¿Dios? ¿Él existía en todo esto? Hasta el momento no había oído hablar de él.

O tal vez era vanidoso, pero se comportaba así porque estaba arrepentido de perder a su amigo y no quería que pasara lo mismo con su nueva amiga.

No quería ser su amiga, no este día, pero quería escapar con él. Eso era cierto. Era mi aliado en todo este lío. Tal vez, del otro lado nuestras almas se purificarían y podríamos ser tan cercanos como familia.

Le apreté la mano trasmitiéndole que estaba ahí.

—No sale nadie —advirtió.

—Sí, ya lo noté.

—Podemos tratar.

—Eh... unos segundos más.

—Gracias por acompañarme, Gemma.

—Sí, sí, ya lo dijiste —puse los ojos en blanco.

—Pero es en serio, si estuviera solo acá sería un... —rio—. Sería un infierno.

Pero sigue siendo, Dante. Ese me sacó una sonrisa. No sé por qué.

—No soy tan buena compañía ¿O no? Soy una híbrida —me repetí para recordármelo—, significa que soy mitad como ellos. Como los sádicos que trataron de matarnos.

—No sos mala persona.

—Es porque no me conocés.

Él meneó la cabeza con convicción.

—Lo dudo. Antes de que yo actuara como un loco y te amenazara a muerte fuiste la única que se acercó a ayudar y antes de cruzarnos con los Protectores regresaste por mí, a pesar de que creías que estaba re deschavetado y pensabas que no estábamos en el infierno. Podés insultarme y todo eso, pero son nimiedades, en los verdaderos problemas me apoyás. Tal vez seas mitad ente perverso, pero también sos humana y actúas como una. Un buen humano, quiero decir, porque acá estamos rodeados de humanos malvados...

Jamás nadie había confiado tanto en mí.

—Decís eso porque no me conocés —insistí, advirtiendo que era lo que había dicho toda una vida y nadie me lo había negado, pero ahora estaba él dándome buenas razones para hacerme creer que era una persona que valía la pena—. Si te doy más tiempo te juro que cambiás de opinión.

Él se encogió de hombros.

—Estás salvando mi alma, Gemma, no creo que haya nada en el futuro que me haga cambiar de opinión.

—Vos también vas a salvar mi vida, así que estamos a mano. Es como un trato.

Él asintió, esa última palabra parecía no gustarle.

—¿Crees que podamos regresar al mundo de los vivos?

—No sé, yo nunca estuve ahí —postulé.

Él oprimió los labios con pena. Nuestras manos seguían juntas, tal vez los dos teníamos miedo de separarlas. A lo que se tiene verdadero miedo no es a enfrentar problemas, es a enfrentarlos solos.

—Es verdad, perdoná.

—Además, cuando alguien muere como que no puede volver y si lo hace es un zombi.

—¿Un qué?

—Un cuerpo podrido que revive, sigue muerto, pero se mueve y come gente viva.

—¿Qué es podrir?

—Pudrir —le corregí—. Es cuando algo muere... se hincha, en el caso de la gente. Las plantas se encogen y ennegrecen. Los cuerpos podridos largan un olor a mierda y quedan de color oscuro casi verde. Después se llenan de larvas o insectos. En las personas liberan fluidos raros —No sabía más—. Un zombi es un cadáver, pero vivo y que come sin parar gente.

Su rostro de asco era tan genuino que me hizo reír.

—Qué asco ¿Cómo alguien puede inventar algo tan morboso?

Reí bajito y me encogí de hombros.

—¿O sea que este árbol... —Tocó la rugosa corteza— esté árbol va a morirse?

—Bienvenido al infierno.

Parecía pasmado.

—Da igual —Alzó un hombro restándole importancia—, en el mundo de donde vengo las cosas no son así. Los cuerpos... no se pudren.

—Eso no es posible —negué—. Todas las cosas se pudren cuando... cuando están muertas, las flores cortadas, las manzanas, los animales... todo —me hubiera gustado saber un poco más de biología para explicarle mi negación, pero desconocía el proceso de un cuerpo fermentándose.

 —Bueno —Él sonrió—. Allá no es así, nada se pudre... Cuando algo se muere instantáneamente se convierte en polvo opaco pero brillante, como el cromo, asciende al cielo haciendo espirales o una danza rítmica. Es bellísimo, no hay una enfermedad que mate de forma lenta, ni paros cardíacos, ni existen los hospitales donde agoniza gente y larga mal olor, simplemente se van, generalmente con una sonrisa.

»Cuando toca tu hora sabés que va a pasar, como cuando vas a estornudar, lo sabés... es como una comezón. Sentís que tu alma está lista para irse y convertirte en polvo brillante y volador. Y a veces, muy rara vez, el polvo desciende del cielo, baja trazando volteretas y provocando un sonido como de viento. Se enrosca y forma otra vez el cuerpo y la persona vuelve a la vida, sin recuerdos de lo que pasó, obviamente. Allá tampoco hay cementerios porque no queda nada que enterrar, todos van al cielo convertidos en polvo. El firmamento brilla como terciopelo, te lo juro. En verano vamos a la montaña con mis amigos, la escalamos todo el día, subimos hasta que no podemos trepar más y tocamos para el polvo. Tocamos música y el brillo se retuerce, como si oyeran.

—¿Qué...?

Ni siquiera me atrevía a hablar. Sonaba tan... a que me tomaba el pelo.

—Es verdad y pienso... me pregunto... si nosotros podemos descender del cielo. Mi polvo debe seguir brillando allá, con las estrellas, junto al de Tora —Señaló el cielo nuestro pero ahí no había nada mágico más que un vacío repleto de planetas rocosos o gaseosos y ni siquiera se veían porque eran opacados por la luz de las farolas.

—Suena... perdón, pero suena súper raro. Te lo estás inventando.

—Me imagino —aceptó y humedeció los labios—. Pero quiero volver, aunque no sé. Tal vez no quiera.

—¿Por qué no? Yo daría lo que fuera por poder ir a ese mundo. Al mundo real, al reino de los vivos.

 —Yo querría para estar con mi familia —aseguró asintiendo y mirándome con sus ojos cafés—. Para pasar más años con mis papás y todos mis amigos. De seguro ahora estarán subiendo al monte para cantarle a Tora o a mí, quiero subir con ellos una última vez. O preguntarle al sabio del pueblo por qué la chica que amaba, Diana, siempre se reía cuando había silencio, qué era lo que pensaba. Me gustaría pedirle, otra vez, a las nubes que imiten mi forma —me miró—. ¿Acá las nubes escuchan y juegan a imitar formas?

Meneé la cabeza.

—Son cúmulos de gas, agua echa vapor, Dan, no hay manera de que piensen o imiten.

Él se vio desmoralizado.

—Tal vez las nubes de acá son imitaciones de las mías. Como maniquíes que se ven como humanos, pero no lo son, solo tienen la forma, como un reflejo —Dibujó una nube en la tierra de la vereda—. Porque allá escuchan y son muy amables.

Meneó la cabeza.

—Como sea, quiero regresar, pero a la vez no. Porque eso implicaría que me olvide de todo lo que viví acá, lo que aprendí. Y sé que lo del asesinato y los Protectores son recuerdos horribles, pero no son lo suficientemente negativos como para anular todas las otras maravillas de este lugar como los tatuajes, los fuegos artificiales o las —rio—, las estúpidas patinetas de los skeaters adictos a las drogas.

Reí.

Y me miró como si yo fuera otra de las razones, como si quisiera preguntarle al sabio qué es lo que pensaba.

—Y porque me olvidaría de vos... y digo, no sé mucho cómo sos pero desde que te conocí no hiciste nada más que ser amable conmigo y salvarme... eso es algo que merece la pena recordar.

—¿Qué?

—Que si vuelvo a vivir me olvidaría de vos ¿Cómo puedo estar agradecido con alguien que no sé que existe... que no recuerdo?

María siempre me había dicho que el mundo era una mierda y aunque se lo negaba, en el fondo a veces llegaba a creer lo mismo que ella, pero nunca junté el valor para decirlo en voz alta.

No entendía a Dante. Él era un chico que había venido de un lugar mágico y que me estaba planteando la idea de quedarnos los dos juntos acá en la mayor bosta de todas. Sabía que tenía miedo de formular la idea y que le parecía un disparate, pero la pensaba. Me desconcertó saber que él dejaría todo un mundo de felicidad simplemente porque yo era parte de un mundo de oscuridad.

Y me entraron ganas de llorar de que él creyera que valía la pena.

—Soy un desastre.

—Lo único que vi en vos es cómo actúas cuando hay desastre. Actúas para los demás. Vos naciste en este infierno Gemma y tenés actitudes del mundo de los vivos. Jamás viste verdadera bondad y aun así —Se encogió de hombros—, creo que sos la única criatura verdaderamente buena del mundo ¿Cómo no querer quedarme para recordarte?

Era un disparate porque acababa de conocerlo, pero si tenía tiempo estaba segura de que podía llegar a amarlo, nada me quitaría ese sentimiento: amor. Siempre había sido mío, pero estaba escondido como si no lo mereciera, como si no tuviera el poder de usarlo, hasta esa conversación.

Porque en aquel momento me sentí llena de amor, de gratitud. El amor se sentía como calor en las mejillas.

Y pensé que él era un poco de vida entre todos los muertos, un pedazo de cielo en el infierno.

Pero sobre todo pensé que valía la pena recordar a alguien como él.

Entonces el disparo me arrancó todo el amor que había acumulado. Ambos miramos.

Venía de la casa de los señores Weinmann.




Flashero: Expresión que indica tres variables.1) Sorprenderse en sumo grado 2) Suponer/imaginar algo disparatado 3) Cometer un error grande. Persona que esta loca o que ha fumado mucho.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top