Extra
Trini acababa de terminar de revisar el final de su tesis, se sentía agotada, pero orgullosa de sí misma y del camino que había seguido esos últimos meses. Eran cerca de las nueve de la noche y Dante vendría a cenar. Se dio un baño y se puso algo cómodo, él solía venir a verla y veían una película o conversaban. Llevaban seis meses de novios y aunque pasaban mucho tiempo juntos, no habían avanzado de besos y caricias. Trini sabía que Dante no haría ningún movimiento hasta que ella diera el paso y eso la hacía sentir segura.
Cuando él llegó, ella lo recibió con un abrazo y un beso en los labios.
—¿Terminaste? —inquirió.
—Sí, estoy feliz —respondió ella con orgullo.
—Mira, traje champaña para celebrar —añadió él con alegría.
Pidieron algo por delivery para comer y luego se sentaron en la pequeña sala donde compartieron su día.
—Me agrada vivir en este lugar, la vida es más tranquila —admitió—. Me gusta...
—A mí me gustas tú... —añadió ella y se sentó en su regazo.
Dante envolvió sus brazos en la cintura de Trini y la miró a los ojos.
—Tus ojitos tienen un brillo especial esta noche, ¿es por la emoción de terminar la tesis? —quiso saber.
—Por eso y porque hay algo de lo que quiero hablar contigo... —admitió ella.
—Soy todo oídos...
—He estado pensando en... nosotros...
—¿Sí?
—Sí... Estoy lista, Dante... —añadió—, estoy lista para que avancemos...
Dante sabía a la perfección a qué se refería y pudo sentir de inmediato una sensación placentera y cálida envolviéndole el cuerpo. Desde que habían decidido darse una oportunidad como pareja, había sido él quien le había pedido que no se apresuraran a tener un encuentro sexual. Ella le había recordado que ya lo habían tenido, pero Dante la tomó de la mano y la miró a los ojos para decirle que ella se tomara su tiempo hasta sentirse lista.
—Dante, no tiene mucho sentido lo que me dices... —susurró ella—. Quiero hacerte feliz.
—Me haces feliz con solo estar viva —dijo él—. Quiero y deseo hacer el amor contigo, pero cuando lo hagamos, debe ser porque tú te sientes realmente lista, no porque tenemos que hacerlo o porque tú creas que yo lo necesito... Tiene que nacer de tu corazón, de tu alma, de tu necesidad por estar conmigo también en ese plano.
—P-pero...
—Pero nada... no hay ninguna obligación... lo haremos cuando te sientas lista —zanjó.
Dante la miró a los ojos en busca de más pistas sobre lo que acababa de decir, se encontró con sus pupilas dilatadas y las mejillas sonrosadas cargadas de deseo.
—¿De verdad? No quiero que te presiones para nada...
Ella sonrió y le dio un beso en la comisura de los labios.
—Eres el único hombre al que amo, al que amé y al que amaré —susurró—, y quiero entregarte todo lo que soy... todo lo que tengo... darte lo mejor de mí...
—Mira, Trini —susurró él y acarició con dulzura la mejilla de la muchacha—, yo te deseo y tú lo sabes, es imposible no hacerlo, pero antes de que pasemos a nada más quiero que estés bien segura de la decisión. Sé que ya estuvimos juntos una vez, pero no éramos los mismos en aquel momento, quiero que cuando estemos juntos de nuevo te sientas a gusto conmigo, que sepas que, si te miro con deseo, con ansias es porque de verdad te amo tanto que quiero fundirme contigo y en ti... —Tomó su rostro entre sus manos y lo levantó con suavidad para que ella lo mirara a los ojos—. Nunca, jamás, te faltaría al respeto. No me importa en lo más mínimo el pasado, ni lo que hiciste, ni con quienes estuviste, nada... quiero que te sientas segura a mi lado, segura para ser tú misma, para dejarte ir, para disfrutar, para enloquecer de placer... quiero volverte loca... quiero hacerte sentir la belleza del sexo cuando se hace con amor... y quiero que no te avergüences conmigo... que hablemos, que nos digamos todo, lo que nos gusta, lo que no, las fantasías... quiero descubrirte en esa faceta y que tú me descubras a mí...
Ella sonrió y sus mejillas se sonrojaron aun más.
—Lo que dices es lo más hermoso que me ha dicho alguien en toda mi vida, es justo lo que he estado pensando. Quiero, necesito estar contigo en todos los niveles, te deseo... y quiero hacerte muy feliz, volverte loco... —admitió.
—Si en algún momento algo te hace sentir incómoda, dímelo —pidió él.
—A tu lado no creo que nada resulte incómodo, Dante...
Ella comenzó entonces a desabotonarle la camisa mientras él coló ambas manos por debajo de la blusa que traía. Trini lo besó y luego procedió a bajar hacia su cuello. Él le sacó la blusa para encontrarse con su piel blanca completamente desnuda. Trini se apartó para que la viera y él tomó cada uno de sus senos con una mano y comenzó a acariciarlos.
—Me gustas, eres perfecta... —susurró.
Trini sintió el calor quemándole la piel y mandó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y gimió. Era impresionante la revolución en su interior, le habían tocado esa zona miles de veces y de todas las maneras posibles, sin embargo, los dedos de Dante hacían magia. Era como si despertaran su piel dormida, como si abrieran paso a una sensación que jamás había percibido. No podía creer que su cuerpo le regalara tanto placer en un gesto tan sencillo.
Dante se llevó uno de sus pechos a la boca y mordisqueó el pezón.
—Dios... esto es... tan genial —murmuró apenas.
Se puso de pie e hizo que él también lo hiciera y terminaron de desvestirse mientras se miraban y sonreían.
—Eres tan hermosa, Trini —susurró él al verla completamente desnuda para él.
—Siéntate de nuevo —pidió ella.
Él lo hizo, se recostó en el sofá quedando medio acostado, medio sentado y ella procedió a colocarse a horcajadas sobre él, con una pierna a cada lado de su cuerpo. Dante sintió su humedad sobre su abdomen suspiró.
—Quisiera ser mucho más guapo para ti, tener un cuerpo de esos de los galanes de las series o películas...
—Shhh —Ella lo calló con un beso—. Yo amo cada centímetro de tu cuerpo, Dante... Vamos, sígueme...
Ella se levantó y le pasó la mano, él la siguió y fueron hasta la cama.
—Voy a besarte todo el cuerpo —murmuró entonces—, porque quiero que sepas que te amo, así como eres... —añadió.
Dante se recostó en la cama y ella procedió a cumplir sus palabras. Lo besó desde la frente, bajó por los ojos, las mejillas, la nariz y la boca, donde su lengua se detuvo a recorrer un poco más en profundidad. Luego siguió su camino con mordiscos en el lóbulo de la oreja y en el cuello. Pequeños mordiscos en el hombro, en los brazos, en el pecho.
—¿Sabes? —inquirió mientras jugueteaba con sus pezones—. Por momentos mi mente me juega malas pasadas —añadió—, quisiera ser inocente para ti, temo que cuando te hago algo que te gusta mucho pienses que lo he aprendido con alguien más... que pienses mal...
—Trini, mi Trini —dijo él echando la cabeza hacia atrás para disfrutar de aquellos besos que ahora bajaban por todo su abdomen y se repartían alrededor de su ombligo—. A mí no me importa dónde aprendiste lo que sabes, de hecho, agradezco que sepas todo eso... Sé que no fue la mejor escuela y que te causó sufrimiento, pero no quiero que te sientas así, yo jamás pensaría mal de ti, para mí eres un ser inocente... La inocencia no se mide por tus conocimientos sexuales ni tus experiencias, sino por la pureza de tu alma, mi amor... y no conozco a nadie con un alma tan pura y tan bella como la tuya. Por el resto, puedes hacer conmigo todo lo que te plazca, todo lo que has aprendido... y quiero que me enseñes a mí a hacerte a ti todo lo que te guste, todo lo que te vuelva loca... ya te dije, quiero que desvaríes en mis brazos... Sé que soy muy ambicioso al pensar así, soy muy torpe y no sé si podré lograrlo...
—Tú no te das cuenta, solo me miras y yo exploto —dijo ella y entonces lo tomó de la mano para guiarlo hasta su entrepierna—. Introduce un dedo —pidió, él lo hizo—, ¿me sientes? Estoy así por ti... —añadió—. ¿Te das cuenta?
Dante asintió.
Trini siguió besándolo hasta llegar a su parte más íntima, él no retiró su dedo del interior de la muchacha, por el contrario, metió otro y otro más. Ella gimió y se llevó su miembro a la boca para regresarle el placer que él le estaba regresando.
Estuvieron así, disfrutándose y conociéndose mutuamente mientras de vez en cuando se hacían algunas confesiones íntimas.
Luego de un rato, Dante le dijo que ahora era su turno y la recostó con ternura sobre la cama.
—Ahora voy a besarte yo, todo el cuerpo —susurró—, y con cada beso quiero que imagines que voy borrando cualquier clase de daño, marca, dolor, cicatriz o lo que fuere que no te guste, que te desagrade, que te lleve a un lugar doloroso. Quiero que te bañes con mis besos, un baño de amor, un baño que cura las heridas que otros cuerpos te dejaron impregnados en tu piel.
Trini asintió y cerró los ojos. Dante comenzó a besarla, lo hizo en la frente, luego besó cada uno de sus ojos, la punta de su nariz, sus mejillas, la barbilla y los labios. Introdujo su lengua en su boca y la recorrió por dentro, besó el lóbulo de su oreja a cada lado y repartió mordiscos por el cuello, la clavícula, los brazos, el interior de los codos y las muñecas y cada uno de sus dedos.
Volvió al cuello y bajó entonces hasta sus pechos donde se quedó bastante tiempo en cada uno. Catrina sentía la piel afiebrada y una revolución en su interior le hacía temblar el alma y el cuerpo. Las palabras de Dante resonaban en su interior y ella se imaginaba en ese baño sanador que representaban sus besos. Él borraba sus heridas, borraba su culpa, borraba la suciedad de su piel. Su cuerpo había sido utilizado como un objeto de placer infinidad de veces, lo habían mordisqueado hasta lastimarlo, lo habían besado sin amor, lo habían mancillado, lo habían manoseado y hasta golpeado... y ahora con cada beso de Dante era como si todo aquello desapareciera y su cuerpo despertara a un placer que nunca había experimentado.
Las lágrimas calientes comenzaron a caer de sus ojos cerrados, limpiando también su alma, su mente, sus recuerdos. Llevándose el dolor y la vergüenza en cada gota.
Dante paseó por su abdomen y besó su ombligo, luego bajó en línea recta y se encontró con su monte de Venus. Ella levantó las caderas hacia él, deseosa de que siguiera, pero él se fue hacia el costado de sus caderas y bajó llenando de besos las piernas, las rodillas, los tobillos y los pies, plantando un tierno beso en cada uno de sus dedos.
Entonces le abrió las piernas y se metió en medio, besándole el interior de los muslos hasta llegar al centro de todo el placer.
—Dante, estoy... estoy... no lo soporto más —susurró ella.
Dante introdujo un dedo en su interior y sintió toda la humedad y el calor que desprendía. Ella jadeó, él acercó su boca hacia el clítoris y lo besó, lo chupó. Ella comenzó a moverse con desesperación, él paseó su lengua por toda su hendidura y se hundió en ella.
—Dios, Dante...
Él sintió que ella ya no lo soportaría mucho tiempo, por lo que se colocó sobre ella atajando el peso de su cuerpo sobre sus codos y la miró.
—Mírame —pidió. Ella abrió los ojos y se perdió en la profundidad de su mirada—. Soy y siempre seré tu lugar seguro, tu lugar feliz... Soy y siempre seré el hombre que te ama, te valora, te respeta y te desea con locura.
Las lágrimas volvieron a derramarse, pero Dante sabía que aquello no era malo. Las fue secando con sus besos y luego la besó en la boca.
Ella correspondió el beso que fue cada vez más intenso.
—Ahora... —pidió entonces con decisión.
Dante se acomodó en su entrada e ingresó.
—Eres perfecto —dijo ella sin dejar de mirarlo—, eres el hombre más hermoso que he conocido en mi vida, y tengo la suerte de que seas mío y yo tuya —añadió.
Dante sonrió y se sintió seguro. No se avergonzaba, no quería apagar la luz, deseaba verla, le gustaba que ella lo viera.
Trini lo encerró entre sus piernas y él comenzó a moverse en ella.
—Te estoy haciendo el amor —dijo él sin dejar de verla a los ojos—. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí... lo sé —respondió ella y suspiró. Tenerlo dentro se sentía perfecto—. Me gusta, me gusta esto... —gimió.
Dante sonrió y la besó con dulzura.
—A mí me encanta —añadió él—. Ahora solo déjate ir.
Ella sonrió y sintió como sus músculos se tensaban en su interior acompañados de una intensa sensación de placer. Era la segunda vez que sentiría un orgasmo en su vida, la primera había sido también con Dante. Cuando supo que llegaba el momento, cerró los ojos y se entregó sin miedos. Su cuerpo se contorsionó, sus uñas se clavaron en la carne de Dante y de su boca salió un gemido profundo que arrastró el nombre de su amado. Su cuerpo tembló por completo y las contracciones empujaron a Dante a seguirla. Entonces fue él quien se entregó a ella pronunciando su nombre en el momento exacto de su liberación.
La calma los sumió a ambos en una especie de limbo en el cual flotaban enamorados, él la envolvió en sus brazos y ella se aferró a su cuerpo. Allí donde se sentían a salvo, allí donde se sentían seguros, allí donde se sentían completos, allí donde sus corazones no solo se veían, sino que se conocían y se amaban eternamente.
***
Bueno, este es un regalito para todos los que me ayudaron a hacer que esta historia llegara a este premio. Espero que lo hayan disfrutado.
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