* 9 *
—Así que tu amiguita pasó la noche aquí —dijo el padre de Dante mientras desayunaba con apuro para salir a hacer algunas diligencias—. Y yo que creía que tú ibas para el otro bando —añadió con una sonrisa burlona.
Dante no respondió, no le importaba en lo más mínimo lo que pensara su padre.
—Voy a salir, nos vemos luego —agregó el hombre y bebió de un sorbo todo su café.
Dante solo asintió a modo de saludo.
Entonces, se dedicó a preparar el desayuno más delicioso que se le pudiera imaginar, y cuando lo tuvo listo, se lo llevó a Trini hasta la cama en una enorme bandeja.
—Despierta, bella durmiente —dijo con una sonrisa.
Trini se estremeció en su sitio, había dormido demasiado bien, la cama era confortable y se sentía segura y descansada.
—¿Qué es eso? —inquirió la muchacha.
—Desayuno —dijo él colocando la bandeja sobre la cama—. No sabía qué es lo que te gustaba, así que te preparé un poco de todo.
Trini sintió que su estómago se abría al ver toda esa cantidad de comida. Dante se había esmerado y ella lo agradecía por completo.
—Ni siquiera sé por dónde empezar, con suerte desayuno un café —admitió.
Dante rio. Trini comenzó a comer sin pensarlo demasiado, probó uno y otro platillo ante los ojos felices de su amigo.
—¿No vas a comer? —inquirió la muchacha con la boca llena.
—Yo...
Dante se avergonzaba de comer frente a la gente, era algo que no sabía por qué le sucedía, pero siempre había sido así, al menos desde que unos compañeros de la escuela empezaron a ridiculizarlo durante la hora del almuerzo.
—Vamos, está delicioso —dijo ella y él negó.
Trini entonces tomó un pedazo de pan, lo untó con jalea y se lo acercó a la boca con una sonrisa. Dante no pudo negarse a aquel gesto, y abrió la boca para comer el bocadillo.
Unos minutos después, ambos comían, reían, y disfrutaban de aquel voluminoso desayuno.
—Creo que estallaré —dijo Trini apretándose la panza.
—No exageres, no has comido nada —añadió Dante—. ¿Qué quieres hacer ahora?
—Bueno... no tengo ropa... podríamos ir a mi casa a que me cambie y luego, lo que tú desees.
—Me parece bien, pero déjame tomar un baño primero.
Trini aceptó y llevó los platos y cubiertos a la cocina para lavarlos mientras Dante se duchaba y se vestía. Entonces, observó la casa, las fotos en los estantes. Había varias, en una de ellas encontró a un Dante adolescente con su madre de la mano, se veían felices. Ella era una mujer grande, con una sonrisa luminosa y una mirada bondadosa.
Cuando Dante estuvo listo, caminaron hasta la casa de Trini, allí ella le explicó que su espacio era bastante pequeño, y con un poco de vergüenza, lo dejó pasar.
Dante se sentó sobre la cama mientras la muchacha se cambiaba en el baño. Miró las cuatro paredes que lo rodeaban y sintió algo de claustrofobia. Entonces, en una esquina, casi junto a una ventana, observó una cartulina que decía: Mi muro de los sueños. En ella había recortes de revistas con fotos de casas en la playa, familias, parejas felices, e incluso un gato siamés. Dante sonrió.
Trini salió del baño vestida con un jean y una camiseta de color rosa claro. Dante la observó, se veía hermosa, tan dulce que parecía una niña. Nunca la había visto así, vestida de manera tan casual, como si fuera su compañera de escuela.
—¿Crees que podrías acompañarme a ver a mi abuela un rato? —preguntó Trini y se mordió el labio.
—Claro que sí —respondió Dante.
—Luego podemos ir a donde quieras.
—¿Te interesa ir al cine? —quiso saber Dante.
—Yo... nunca he ido al cine... —admitió Trini.
—¿Nunca? —preguntó el muchacho con sorpresa.
—Nunca...
Dante no dijo más nada, pero se prometió hacer el mayor de los esfuerzos para salir ese día a la calle y acompañar a su amiga a los lugares más bellos de la ciudad, hacerla sentir especial, compartir con ella un tiempo inolvidable.
Al llegar al hogar donde estaba su abuela, Trini saludó a las mujeres de la recepción y luego se dirigió hacia el jardín. Una mujer de cabellos blancos y sonrisa delicada la saludó con la mano al verla.
—¡Frutillita! —gritó.
—¿Esa eres tú? —preguntó Dante, Trini sonrió y asintió.
—¡Hola, abu! —saludó la muchacha al saludarla—. Mira, te presento a Dante.
La mujer miró al muchacho y abrió los ojos con sorpresa. Luego se llevó una mano a la boca. Dante bajó la mirada, pensó que aquella mujer, como todas las personas, estaba enjuiciándolo por su peso.
—¡Pero que lindo muchacho! —dijo la abuela con una sonrisa—. ¿Es tu novio? ¿El que me dijiste que trabajaba en cosas de tecnología?
—¡Abuela! —dijo Trini con un gesto impaciente y muy avergonzada—. ¡Yo no dije nada sobre novios!
—Lo sé —agregó la señora con diversión—, pero es divertido hacerte poner más roja de lo que eres —añadió.
Dante soltó los nervios y se echó a reír junto con la abuela, y entonces la saludó.
—Mucho gusto, señora. Soy Dante.
—Dime, abuela, Dante, los amigos de mi nieta son mis amigos —afirmó—. ¿A qué se debe esta visita?
—Pues... —Trini no supo qué decir.
—Solo quería acompañar a Trini hoy.
—Me parece un bonito gesto —dijo la mujer.
Estuvieron allí por un par de horas, escuchando a la abuela hablar de su gran amor, de cómo se conocieron, de los años que estuvieron juntos, y decirles a los muchachos que no debían desaprovechar el tiempo, pues la vida pasaba muy rápido.
—Creo que eres un buen muchacho, Dante, mi nieta necesita un buen muchacho —afirmó.
—No otra vez, abuela —insistió Trini—. Si eres así no puedo traer a mis amigos para que te conozcan.
—Bueno, está bien, no insistiré —añadió con un guiño de ojo.
Trini comenzó entonces a despedirse, y le dijo a Dante que iría un rato al baño para luego salir. Dante asintió y se quedó con la abuela mientras tanto.
—¿Te gusta mi nieta? —preguntó la mujer.
—Es una chica hermosa y especial —afirmó Dante.
—Por dentro y por fuera —susurró la mujer—. Ha pasado por mucho, muchacho, se merece lo mejor. Me gustas para ella —afirmó.
Dante la observó con sorpresa. ¿Lo decía en serio? ¿Acaso no se había fijado en su físico? ¿Cómo podría imaginar a alguien como Trini con alguien como él?
—No me mires así —dijo la mujer—, sé que tú también tienes tus cosas y lo comprendo. Pero te diré una cosa, el corazón de Trini es inmenso, a ella no le importa el exterior, es inteligente, sabe que lo importante está en el corazón —añadió señalándose el pecho—. Lo aprendió de su abuelo y de mí —dijo con orgullo.
—¿Por qué está tan segura que nosotros podríamos... —dijo Dante solo para matar su curiosidad. Le parecía extraña la insistencia de la mujer.
—Trini nunca trajo a nadie, muchacho, nunca me presentó a alguien en toda su vida. Supongo que si lo ha hecho contigo, es porque eres especial para ella. Su corazón es solitario, alberga demasiadas heridas, tiene miedo a amar, ¿sabes?, pero al mismo tiempo lo anhela intensamente. Ella no se cree suficiente para nadie, y no se da cuenta que nadie es suficiente para nadie si no lo es primero para uno mismo —dijo la mujer en un suspiro—. Uno no necesita llenar las carencias del otro, solo necesita apoyarlo y escucharlo, darle una mano cuando el mundo parece ponerse en su contra, eso es el amor, no la ilusión que venden en las películas modernas.
Dante no respondió, eso era lo que Trini hacía con él, darle una mano, escucharlo, apoyarlo. Y eso era lo que él hacía con ella.
Trini volvió y se despidió de su abuela con un beso. La mujer se despidió de ambos y le pidió a Dante que volviera a verla cuando quisiera.
Al salir de allí, ambos caminaron por un buen rato en silencio.
—Perdona, ella desea verme con alguien antes de morir. Lo sé, me lo ha dicho, está desesperada porque encuentre pareja —dijo encogiéndose de hombros.
—La entiendo, ha tenido un matrimonio estupendo y quiere lo mismo para ti —añadió Dante.
—Los tiempos cambiaron... Además, yo no soy igual a ella, no soy una chica de bien, como dice ella cuando se refiere al momento en que conoció a mi abuelo.
—No empecemos con eso, Trino, no hoy —pidió Dante—. Quiero que te sientas bien, quiero que te olvides de Elsa por un día, de su vida, de su historia. Hoy solo quiero a Trini —insistió.
La muchacha sonrió y asintió.
Caminaron hasta el cine, había una fila bastante larga cuando llegaron. Dante sintió que las piernas le temblaban, estaba nervioso, podía encontrarse con cualquier conocido o con algún fanático y no quería eso. Trini lo percibió.
—Si quieres podemos ir a otro lado...
—No... quiero que tú disfrutes de una buena película —dijo Dante—, aún no puedo creer que nunca hayas ido al cine.
—Es un lujo que no me puedo dar...
Esas palabras fueron suficientes para que él la tomara de la mano y la guiara hasta la boletería. Eligieron una comedia romántica y luego compraron refrescos y palomitas. Entonces, ingresaron a la sala.
Trini se sentía entusiasmada, eufórica como una niña pequeña, Dante estaba feliz de ver sus ojos brillar con aquel entusiasmo. La película fue divertida, y cuando terminó, salieron de la sala. Estaban casi en la puerta, cuando un par de niños rieron y susurraron algo que ambos escucharon.
—¡Mira, si ese gordo se pudo conseguir una novia tan buena, tú puedes salir con quien quieras!
Dante apretó los puños, nervioso y avergonzado. Trini lo observó, luego miró a los niños que reían desenfadados. Entonces se acercó a ellos.
—Oye, ¿qué haces? —inquirió Dante.
—Hola, niños —saludó ella ignorando a su amigo.
—Ho... hola —dijo uno de ellos.
Trini miró al que había hablado.
—Si alguna vez quieren salir con alguien, deben aprender a respetar a las personas. No se trata de qué tan guapo eres, ni cuánto dinero tienes —dijo la muchacha con un tono casi maternal—, se trata de qué tan buena persona eres y cuánto tienes por dentro para dar, esa es la verdadera belleza, ¿lo comprendes? —inquirió, los niños asintieron—. Mi novio —dijo mirando a Dante—, es una persona genial, y si no me creen, busquen su canal de videojuegos, porque además, es famoso. Quizás algún día puedan contarles a sus amigos que se toparon con él, se llama Dante, búsquenlo —añadió.
Los niños no respondieron pero se quedaron absortos tras las palabras de Trini, ella dio media vuelta y volvió hacia el muchacho tomándolo de la mano. Los muchachos entonces, buscaron sus celulares de inmediato para buscarlo.
Dante caminó a su lado sin saber cómo se sentía.
—No tenías que hacer eso —murmuró—. Estoy acostumbrado...
—Sí tenía que hacerlo, ellos son los adultos del mañana y deben aprender a respetar, si no el mundo nunca cambiará —añadió.
—Eres altruista... —dijo Dante—, hay cosas que nunca cambiarán.
—Lo sé, pero al menos pongo mi granito de arena —respondió ella.
—Gracias por lo que dijiste...
—Todo es cierto, Dante... tú eres la mejor persona que he conocido hasta ahora —dijo ella y entonces le dio un beso en la mejilla.
Por primera vez en toda su vida, Dante sintió cosquillas en su interior, como si mil estrellas titilaran en su piel. Observó entonces el rostro de Trini, sus labios rojos, su piel blanca, aquellas pecas que el maquillaje solía ocultar.
—¿Te dije alguna vez que eres hermosa? —inquirió.
Ella sonrió y solo negó con la cabeza.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó cambiando de tema.
—¿Qué tienes ganas de hacer? —quiso saber él.
—Podemos almorzar y luego... podríamos ir a tu casa y me enseñas tus videojuegos. Nunca jugué a esas cosas...
—Me parece una idea genial —dijo Dante con una enorme sonrisa.
¿Qué creen de la relación entre Dante y Trini?
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