* 33 *
Aquella noche, caminaban por la calle céntrica de la ciudad. Habían pasado unos días ya y ambos sabían que necesitaban hablar, aclarar algunas cosas.
—Allá es el café donde todo comenzó a cambiar —dijo Trini y señaló el lugar.
—Estoy tan orgulloso de ti, Trini. Lo has logrado todo, todo aquello que soñabas —comentó.
—¿A ti? ¿Cómo te ha ido?
—Pues, he bajado mucho de peso...
—Lo he notado
—Me he puesto a hacer gimnasia
—También lo he notado... —sonrió la muchacha.
—Y sigo con el tema de los videos. Ahora tengo patrocinadores y cosas así, me va bien, soy feliz... o casi...
—¿Priscila? —inquirió Trini.
—Estuvimos juntos por mucho tiempo —comentó—, pero terminamos.
—Siento oír eso —dijo Trini en medio de un suspiro—. ¿Por qué?
—Porque no estábamos enamorados —añadió él.
—¿No? Pero si tú...
—Me gustaba, sí, y al principio creí que eso era suficiente, pero no... Faltaban muchas cosas...
—¿Qué cosas? —quiso saber la muchacha.
Trini estaba sorprendida de sí misma, le dolía sí, pero ya no sentía esos celos que le apuñalaban el estómago.
—Muchas cosas, Trini, ni sé por dónde empezar. Me faltaban cosas, no era ella, yo sé que ella daba lo mejor de sí, pero... no sé cómo explicarlo, solo sé que... —Dante la observó, quería decirle que no era ella, que eso era lo que le faltaba, ella. Pero no se animó, lo estropearía.
—Lo siento, Dante —respondió tras su silencio.
—¿Tú? ¿Has conocido a alguien? —inquirió con temor a oír la respuesta.
—Conocí a un chico interesante, pero no pasó a mayores, salimos un par de veces, pero no estoy lista... no aún —admitió.
—Ya llegará ese chico perfecto para ti —dijo Dante aunque le dolió decirlo.
Trini no contestó, quiso decirle que allí estaba, justo a su lado, pero no lo hizo. No quería estropearlo.
—Tenemos que hablar de la última noche —murmuró entonces Trini.
—No es necesario, Trini, sé que estuve mal... Siento haberte hecho pasar por eso, haberte recordado a Elsa, yo...
—No tienes que decir nada, Dante, fui yo la que lo buscó.
—No digas eso, sé que me estabas probando y que perdí la prueba —admitió con un gesto de tristeza—, no supe contenerme e hice lo único que sabía que no debía hacer. Lo siento tanto...
—Yo no te estaba probando, Dante —dijo Trini mirándolo con curiosidad—. ¿Por qué crees eso?
—Es que... tú sabes que llevaba días mirándote de una forma, mis hormonas estaban disparadas y tú, encendías todos mis instintos —admitió con algo de vergüenza—. No podía controlarlo y tú te dabas cuenta, pensé que me probabas, que querías ver si era o no capaz de contenerme y respetarte. Y no fui capaz de hacerlo, entonces sentiste que te vi como los otros hombres lo hacían, y trajiste a Elsa para no sufrir, para ir a tu sitio seguro, y yo no me di cuenta...
Trini sonrió y negó con la cabeza. ¿Por qué había creído esas cosas?
—Yo no te estaba probando, Dante. En ningún momento se me pasó por la cabeza hacerlo —susurró.
—¿Entonces? —inquirió el chico cuando llegaban a su hotel—. ¿Quieres pasar? ¿O me estoy pasando de la raya?
—Claro que quiero, Dante, esa noche no puede definirnos, somos tú y yo, los mismos de siempre —indicó la muchacha.
Subieron al ascensor e ingresaron al cuarto. Trini se sentó en la cama y Dante colocó una silla enfrente, para verla cuando hablaba.
—Siempre fuiste mi mejor amigo, y yo sé que fui la tuya, sé que llevamos tiempo separados y siento que reunirnos de nuevo ha sido hermoso, es como si nunca nos hubiésemos alejado.
—Yo siento lo mismo —murmuró él.
—Me siento culpable por lo mal que te traté ese día, no debí echarte la culpa, fui yo la que te provocó, era obvio que no te controlarías.
—Debí hacerlo, debí hacerlo... —Trini se encogió de hombros.
—Y quiero que sepas que no fue Elsa quien estuvo contigo esa noche —admitió, Dante la observó con curiosidad.
—Dijiste que fue ella.
—Estaba enfadada, pero no contigo, sino conmigo misma. Me sentía una... ya sabes, lo que solía ser antes. Sentí que ni siquiera yo pude controlarme y que en el fondo nunca podría hacerlo...
—Oh...
—Sabes que pensaba que el sexo destruía relaciones y me sentía culpable por haber dejado que sucediera... Pero no, no fue Elsa, fui yo, Catrina, Trini... no necesito ir a ningún lugar seguro cuando estoy contigo, Dante, tu siempre has sido mi lugar seguro...
—Entonces, te fallé más aún —murmuró él.
Trini no supo qué decir, entonces decidió que era el momento.
—Escucha, ahora que nos hemos reencontrado, debemos tomar un rumbo, debemos decidir si seguiremos siendo amigos y qué clase de amigos seremos, por eso es importante que solucionemos aquel intercambio de... fluidos —añadió, Dante sonrió.
—Lo sé... Yo quiero seguir siendo tu amigo, Trini, quiero ser parte de tu vida, aunque estés aquí y yo allá. Vendré a verte...
—Me alegra oír eso porque también yo quiero estar cerca de ti, pero debes saber algo porque ya no quiero fingir —admitió—, tu sabes todo de mí y... necesito que sepas esto también.
—Dime... Te escucho —susurró Dante.
—Estoy enamorada de ti, Dante —dijo en casi un hilo de voz.
—¿Cómo?
—Eso, lo que has oído. Estoy enamorada de ti y lo he sabido desde hace mucho, muchísimo tiempo. Pero no podía decírtelo, tú estabas enamorado de Priscila y yo no quería estropear la amistad que teníamos. Pero tú comenzaste a mirarme de esa manera, y yo no sabía qué hacer. Por un lado quería dejarme llevar, y por el otro, no quería hacerlo, temía por nuestra amistad y también por mí misma. Todo eso era nuevo para mí, nunca lo había sentido. También temía que tú solo me miraras como mujer, es decir, que fuera solo mi parte física lo que te estaba llamando, sé que no tenías experiencia y sé que no era sencillo para ti. Yo por momentos moría por besarte, por gritarte lo que sentía, pero no podía hacerlo, y no quería alejarte de mí. Tampoco entendía muy bien lo que me estaba pasando. Todo lo que había creído sobre el amor estaba tambaleándose, y yo no sabía cómo reaccionar, qué hacer.
»Durante el viaje, todo cambió, esa noche fue tan... mágica... Y ya no lo pude contener, te vi allí, mirándome de esa manera, estabas tan... sexy y... yo me dejé ir. Fue mi culpa, Dante, no fuiste tú. Al despertar, me di cuenta del lío en el que nos había metido y reaccioné como una chiquilla tonta.
—Hay dos cosas que no entiendo —inquirió Dante luego de escuchar todo eso. Sentía que su corazón latía con fuerza como queriéndosele salir del pecho—. Dime... ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué me hiciste vivir con esta culpa por todos estos meses?
—Bueno, eso es porque necesitaba este tiempo. Lo sé, es egoísta, pero no estaba lista para tenerte en frente y admitir todo esto sin resquebrajarme. No estaba lista para construir una amistad sobre esto. ¿Podrías perdonarme? Por eso, por esto... por todo...
—Yo te busqué, quiero que lo sepas. Quería que habláramos y nos viéramos a la cara, no entendía como algo tan hermoso pudo terminar así. Quería que me perdonaras, estaba dispuesto a hacer lo que fuera para ello. Fui hasta el burdel, te busqué en tu casa, en el hogar, en la universidad, pero nadie me dijo nada, hasta que Isa me comentó que habías salido a perseguir tus sueños.
—Entonces sabías que estaba aquí...
—No lo sabía, pero lo sospeché. Entonces dejé de buscarte, porque no quería interferir en tu camino, no quería porque me habías dicho que necesitabas estar sola, y quise respetar esa decisión.
—Y te lo agradezco, porque la verdad es que este tiempo me ha hecho muy bien. ¿Cuál era la otra cosa que querías saber?
—Me preocupa todo tu relato...
—¿Por qué?
—Porque hablas en pasado, hablas en pasado sobre lo que sentías, sobre el amor que dices que sentías... Y me preocupa eso, el tiempo pasado —susurró.
¡Feliz día de los enamorados!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top