* 32 *

Dante llegó al lugar con solo una mochila, con dinero y una muda de ropa, lo primero que pudo juntar apenas recibió el mensaje, que decidió no contestar porque tenía tantas cosas que decir, que no sabía por dónde empezar.

Bajó del taxi y caminó hasta el sitio, era una funeraria. No había mucha gente, así que luego de un suspiro que pretendía infundirle ánimos, ingresó al lugar. Una mujer elegante estaba sentada al lado de Trini, en otra silla más apartada, una señora con uniforme de enfermera, se hallaba rezando un rosario. Trini levantó la vista, lo vio, y corrió a sus brazos.

Dante la envolvió con ellos como hacía tantos meses deseaba hacerlo, y la besó en la frente una y otra vez. Angélica, desde lejos, supo de quién se trataba.

—¿Estás bien? —preguntó Dante al verla, se veía hermosa, incluso con los ojos rojos y la piel rosada de tanto llorar.

—Sí, Dante, estoy bien —susurró la muchacha—. Ella se fue en paz, se fue en sueños —musitó.

—Ya está con su gran amor ahora —dijo Dante—, anoche vinieron a mis sueños. Ella y un hombre de cabellos castaños y ojos claros.

—¡Mi abuelo! —exclamó Trini.

—Estaban de la mano, me dijeron que ya era hora...

—Anoche falleció, en sueños —dijo Trini—, no sé la hora, cuando me desperté...

Una lágrima solitaria se derramó por su mejilla.

—Pero sé que está bien, Dante, sé que está descansando y que donde sea que esté ella es feliz, lo puedo sentir.

—Estoy seguro que es así —murmuró él y la volvió a abrazar.

—Si quieren pueden ir a dar una caminata afuera —dijo Angélica e hizo un gesto a Dante para que se la llevara—, necesitas un descanso...

—Yo...

—Solo será un rato —dijo Dante y ella aceptó.

Ambos salieron al jardín y se sentaron en una de las sillas de plaza que había allí.

—Te ves bien —dijo Trini al mirarlo.

Tendría que haber perdido al menos veinte kilos o más, su cabello estaba corto y prolijo y, como siempre, olía a lavanda.

—Gracias, tú también —respondió él.

—Estoy llorosa y cansada —musitó.

—Pero hermosa, como siempre, o incluso más —afirmó.

Trini se recostó por el hombro del chico y aspiró su perfume.

—No sabes cuánto te he extrañado, Dante —admitió—. Me has hecho mucha falta.

—Y tú a mí, Trini, solo que... no sabía qué hacer. Te busqué, nadie sabía de ti y... la verdad es que tenía miedo...

—Lo sé, y está bien... —susurró ella.

Se quedaron en silencio y ambos vieron a un par de colibríes absorber néctar de las flores. Trini sonrió.

—Mi abuela decía que cuando veías un colibrí, era el alma de un ser querido que ya partió, que venía a saludarte —añadió con nostalgia—. Siempre que veía uno le hablaba como si fuese el abuelo.

—Abuela Cata, ya estoy aquí, prometo cuidarla siempre —dijo Dante mirando a las aves—. Esta vez no me iré —prometió.

Trini sonrió y se volteó para darle un beso en la mejilla. Habían estado separados por muchos meses, pero ahora que se reunían, el tiempo no parecía haberse interpuesto entre ellos.

Los colibríes volaron hacia otras flores y ellos se quedaron allí por un rato más.

Ni ese día ni el siguiente, hablaron demasiado, respetaron el silencio y la memoria de la abuela Cata. Por momentos, Trini se echaba a llorar y Dante la abrazaba, ella le contaba historias de su infancia y recuerdos con sus abuelos y él la escuchaba con admiración y con el corazón apretado.

Durante esos minutos de silencio, todas las confusiones de Dante se aclararon. Era ella, siempre lo había sido, era ella la que lo hacía vibrar por completo, era su voz la que despertaba a su alma y era su respiración la que aceleraba los latidos de su corazón, eran sus historias las que podría escuchar una y otra vez sin cansarse, era su sonrisa y sus lágrimas las que lo motivaban a quedarse allí, para reír con ella o para recoger su dolor entre sus brazos y aligerarle así la carga.

Mientras la observó mirar a su abuela y hablarle, se preguntó cuándo se enamoró de ella y por qué le costó tanto aceptarlo. Se preguntó en qué momento exacto fue, pero no lograba identificar un solo instante, sino todos a la vez. Las salidas juntos, las caminatas, el cine, las charlas en la cama por las noches, el simple hecho de verla dormir y descansar, el dolor cuando fue herida, las ganas de liberarla de aquella vida, el deseo de besarla, el beso que compartieron, la pasión arrebatada de la que fueron presa, todo, todo eso fue amor, siempre fue amor.

Se sintió mal por Priscila, ella tenía razón, él no había estado allí, solo se había estado conformando con la sombra de Trini por miedo a quedarse solo.

Al día siguiente, enterraron a la abuela Cata. Angélica había puesto todo lo que se necesitaba, Trini la había presentado como la mujer que le había dado una segunda oportunidad y a Dante como el que ella ya sabía.

Dante se preguntó ¿qué es lo que ella ya sabía? ¿Qué le había dicho Trini a esa mujer de él? Lastimosamente no podría preguntarle, aún no la conocía demasiado.

Dante se hospedó en un hotel, tenía pensado quedarse unos días, hasta que Trini se sintiera mejor y pudieran hablar de ellos. A pesar de que Priscila había dicho una vez que era probable que Trini estuviera enamorada de él, él no estaba seguro de ello, aún le costaba creer, y temía arriesgarse. Ya se había equivocado la última vez, y no quería estropearlo todo de nuevo. Si Trini le dejaba regresar a su vida, sería el mejor amigo para ella, si eso es lo que ella deseaba. Y se lo dejaría en claro, antes de volver a la ciudad.

Angélica le dio a Trini unos días libres para reponerse y le dijo que no se preocupara por el trabajo. Así Dante entendió algunas cosas, la mujer era psicóloga, la había conocido cuando había viajado con él, y ella le había propuesto un cambio de vida que Trini aceptó. Comenzó de cero, como secretaria, retomó sus estudios y vivía en una pequeña cabaña, atrás de la casa principal, en el mismo terreno.

Pero había algo más en Trini, ella estaba cambiada, distinta, se paraba de manera diferente, era como si brillara. Antes ya lo hacía, pero ahora su brillo era más intenso. Dante pensó que era porque había alcanzado sus sueños y eso la hacía verse mejor, pero a medida que fue hablando con ella, conociendo su vida y sus pensamientos de esos días, se dio cuenta que no era solo por eso, era porque en realidad Trini había logrado aquello que Isa le había dicho. Se había liberado a sí misma, se había aprendido a amar.

Nos quedan dos caps y el epílogo

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