* 26 *
Cuando Trini despertó, acelerada y confundida, encontrándose desnuda en los brazos del hombre que amaba. Sus lágrimas comenzaron a brotar, lo había arruinado todo, Elsa lo había arruinado todo. Su lujuria la llevó por mal camino y nubló sus decisiones.
—¿Trini? ¿Estás bien? —preguntó Dante al sentir sus sollozos.
—No, no está bien lo que hicimos —lloriqueó—. Lo hemos arruinado todo, Dante. Te dije que el sexo arruinaba las relaciones, nosotros solo éramos amigos y ahora... ahora no podremos seguir.
—¿Qué demonios dices? ¿Cómo que no? —inquirió él confundido—. Esto ha... ha sido la experiencia más intensa que he tenido en la vida.
—Lo sé, lo sé, pero no debió suceder. Fui yo, tuve la culpa... No pude... Elsa tomó el control sobre mí —mintió.
Sabía que Elsa no había aparecido en la noche, ella no había necesitado esconderse ni huir a ningún lugar seguro, ella ahí había estado segura en todo momento. Pero no comprendía por qué se dejó llevar así, se sentía una cualquiera, confirmando que eso era lo que era en realidad, se sentía sucia, culpable, infeliz.
—¿Elsa? —inquirió Dante sin terminar de entender—. Pensé que tú lo querías, Trini... yo... —entonces se atajó la cabeza entre sus manos—. Fui un idiota al creer que me deseabas tanto como yo. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por mí? ¿Para hacerme sentir bien?
La voz del muchacho comenzó a elevarse, le dolía la idea de que Trini se dejara amar solo para hacerlo feliz a él o calmarle el deseo que sabía que sentía.
—¡No! ¡Sí! ¡No lo sé! —gritó ella levantándose y vistiéndose de golpe—. ¡Debiste impedirlo! ¡Debiste detenerme! —lo culpó a sabiendas de que cometía un error.
—Pero... ¡Dios! ¡No te entiendo! —gritó él—. ¡Te desnudaste ante mí!
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué yo te busqué?
—No, pero...
—¡Tú me miraste con deseo, Dante! Llevas días haciéndolo, me miras el cuerpo, la boca, ¿piensas que no me doy cuenta? ¡Sé distinguir cuando los hombres quieren sexo!
—¡No quería sexo! —exclamó él—. Sí, te deseo, pero... ¡No quería obligarte a nada! ¡Yo, te vi desnuda frente a mí! ¿Qué querías que hiciera?
—¡Claro! ¡Tu mejor amiga es una puta, una puta con todas las letras, una prostituta, así que qué más da si te la coges! —gritó exasperada.
Dante la observó con sorpresa, asustado y molesto.
—¡Trini, estás diciendo muchas tonterías! —exclamó Dante—. ¡Eso no fue así! ¡Y no me gusta que hables así de ti!
Trini lo observó a los ojos, era el momento y lo sabía. No había vuelta atrás.
—El sexo lo cambia todo, Dante. No podemos seguir siendo amigos. No creo en las relaciones con sexo de por medio, no podrás volver a verme más que como lo que soy, una prostituta. Espero aunque sea esta experiencia te haya ayudado a vencer tus miedos, al menos puedo vivir con ese pensamiento —sus lágrimas comenzaron a caer con más intensidad—. Cuando estés con Priscila ya sabrás qué hacer. Te enseñé a besar y a tener sexo, ahora ya puedes ir a comportarte como cualquier hombre por allí —añadió—, después de todo era para lo que me habías buscado en un principio.
—Trini, por favor...
—Te pido que por mi abuela tengamos un buen viaje de retorno, y cuando lleguemos a la ciudad, ya no me busques. No puedo volver a verte a los ojos, no te puedo volver a mirar, Dante. Perdóname, perdóname por haber hecho lo que hice, perdóname por no ser la persona que esperabas que fuera, perdóname y gracias. Gracias por todo lo que has hecho por mí, te guardaré por siempre en mi recuerdo. Eres una persona maravillosa —añadió—, pero yo ya no puedo seguir viéndote. Necesito cambiar mi vida, necesito crear nuevas realidades, y tú... luego de esto, ya no tienes lugar. Espero sepas entender, lo siento.
—Trini, por favor, no lo hagas difícil —dijo Dante, pero la muchacha tomó sus cosas y salió de la habitación—. Yo no quiero alejarme de ti, no... por favor...
Dante se agarró la cabeza y se maldijo a sí mismo. Él debió contenerse, ella lo estaba probando, estaba probando sus límites, quería saber si él era igual a todos, necesitaba probarlo por eso se desnudó ante él, porque sabía que la deseaba y necesitaba que él le diera la seguridad de que no actuaría como los demás. Y fue un idiota, y Trini tuvo que buscar a Elsa para sentirse protegida, eso le dolía más que nada.
Trini lloró en el baño, mientras se bañaba y recordaba la noche que había pasado. Mientras descubría que le había gustado, mientras se convencía a sí misma que la relación ya no tenía futuro, y mientras admitía para sus adentros que su amor era real, no una ilusión pasajera.
Dante se metió a la ducha y golpeó tanto la pared azulejada que se hizo un tajo entre los nudillos, se sentía culpable, sucio y asqueroso. Y a la vez sentía que había sido la mejor experiencia de su vida. Se lamentaba que las cosas terminaran así, pero dejaría a Trini en paz, como ella se lo había pedido, demasiado daño le había hecho ya.
El viaje fue silencioso y el ambiente incómodo, la abuela se dio cuenta, pero no preguntó nada. Trini se atajaba las lágrimas que se le anudaban en la garganta y Dante deseaba abrazarla, decirle que todo estaría bien y que él no podría vivir sin ella. Costaba mucho mantener la distancia, pero ambos creían que era lo mejor.
Una vez llegaron a la ciudad, Dante las acompañó al hogar donde dejaron a la abuela. Trini entonces se despidió de él allí de manera seca y distante, y le dijo que no la volviera a buscar, que si la quería un poco, respetara su decisión.
Entonces él se fue, y ella se quedó con su abuela, en la cama de esta, acostada a su lado, llorando por el amor que acababa de perder.
La mujer acarició sus cabellos con ternura.
—No sé qué sucedió, pero todo va a pasar, ya lo verás —prometió.
—Abuela, ¿quieres ir a vivir conmigo a Luna Blanca? —preguntó Trini entre lágrimas—. Será en dos meses, conseguí un trabajo digno y podremos vivir juntas, cuando yo vaya a trabajar pondré a alguien a tu cuidado.
—Es tan grande el dolor que sientes que necesitas huir, frutillita —dijo la mujer y ella no respondió enseguida.
—Necesito comenzar de nuevo, con nuevas personas que me den la oportunidad de ser mi nueva versión, no con personas que me recuerden lo que soy aquí.
—¿Qué eres? —inquirió la abuela.
—Nadie, abuela... no importa. Solo necesito saber si tú quieres venir.
—Claro, hija, iré a donde necesites que vayamos para que seas feliz —admitió la abuela—, aunque la felicidad siempre ha estado en ti...
Trini se recostó en sus brazos y lloró como una niña pequeña.
—Lo amo, abu, y lo he arruinado —admitió.
—¿Por qué lo dices?
—Teníamos una bella amistad... y se ha manchado...
—Los sentimientos cuando son puros, son capaces de renacer. A veces las cosas necesitan morir para comenzar de nuevo transformadas, como las flores... —dijo la mujer—. A veces hay que tocar fondo para impulsarse y salir a la superficie. Quizá todo esto sea solo una nube negra...
Trini ese día se quedó con su abuela, no quiso ir a su casa, necesitaba ese consuelo y ese abrazo maternal que obtenía en su regazo. La abuela no hizo muchas preguntas, su experiencia le decía que ese momento llegaría. Ambos necesitaban probar sus límites e ir hasta el extremo para luego llegar al punto medio.
La abuela estaba segura de que eso era solo pasajero, pero Trini estaba convencida de que era el fin, y el inicio de su nueva vida.
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