* 24 *
Trini cerró los ojos y dejó que la brisa del mar la envolviera.
—Gracias por este viaje, Dante —susurró—, está resultando un viaje al centro de mi alma...
—Eso es bueno... Me alegra oírlo —dijo él—. Para mí también está siendo clarificador.
—¿Por?
—No es tan malo, después de todo —comentó—, no es tan malo salir, conocer gente... No es tan malo recibir cartas y regalos de los chicos que me siguen. Me hacen sentir especial, parecen no ver mis defectos físicos, algunos me han dicho que quieren ser como yo. ¿Entiendes? Ni siquiera yo quiero ser como yo...
—Tú eres magnífico, va siendo hora que lo descubras —respondió Trini sin abrir aún los ojos.
—Tú me dices eso porque eres mi amiga.
—Soy tu amiga porque eres así, tan bondadoso. Tu corazón es enorme y tienes tanto para dar... —respondió ella y dejó la última frase en el aire.
—Priscila me ha escrito y me ha llamado constantemente —comentó—. No sé... no sé si era eso lo que quería.
—Bueno, supongo que cuando uno está de novio llama y se comunica con su novio, se preocupa por él y todo eso —dijo la muchacha.
—No somos novios...
—No, todavía. Pero creo que es bueno que te des la oportunidad, quizá solo tienes miedo...
—No sé si es eso. Estoy confundido... —admitió él sin decirle que era ella la causa de su confusión.
—Son demasiados cambios en tu vida en muy poco tiempo... solo debe ser eso. Estoy segura que todo saldrá bien, Dante, ya lo verás.
Él no contestó, se quedaron allí por un buen rato, de nuevo en silencio, sintiéndose, cada quién metido en sus propios pensamientos.
—Dante, pase lo que pase, nunca te voy a olvidar —dijo la muchacha.
—¿Por qué hablas así, Trini? No vamos a separarnos, no vas a ir a ningún lado. Me asustas...
—No, no te preocupes, no temas por mí. Yo estaré bien...
Dante abrió los ojos y la observó.
—Dime que el suicidio no está en tus planes. Antes de venir te vi deprimida, dime que no lo harás. No podría vivir sin ti...
—Escucha —dijo ella incorporándose para verlo—. No me voy a suicidar, nunca me lo planteé, aunque no dudo que la idea de morir a veces me parecía una solución. Pero para que estés tranquilo, no, no es eso. Yo estoy descubriendo ahora mi capacidad de vivir —respondió con una sonrisa—, pero la vida... a veces nos lleva por distintos caminos, Dante, y hoy solo quiero decirte que siempre serás importante para mí, que pase lo que pase estaré para ti siempre, aunque dejemos de vernos, aunque la vida nos separe.
—Me gusta lo que dices, porque es lo mismo que pienso de ti. Tú ya eres parte de mí, Trini, no me imagino sin ti, y también estaré siempre para ti. Pero no me gusta la parte de separarnos, ¿por qué lo dices? —inquirió viéndola con dulzura.
—No lo sé, solo lo digo... Tampoco quiero separarme de ti... solo... —se encogió de hombros.
Trini sabía que la separación llegaría en cualquier momento, lo tenía claro muy dentro de sí. Ella lo amaba, y necesitaba un poco de espacio para alejarse de ese sentimiento que la obnubilaba por completo, lo necesitaba porque así no podría hacer su camino. La idea de Dante con Priscila le dolía, pero era lo justo y estaba bien para él, pero verlo, escucharlo hablar de ella, no la ayudaría en su proceso de cambio y Angélica lo había intuido, por eso le había advertido.
—Estoy orgullosa de ti, de lo que has logrado —añadió—. Me gusta verte brillar.
—Mañana es el evento central, ¿irás? —quiso saber Dante—. Me gustaría verte allí... tengo un par de entradas para la abuela y para ti, estarán en primera fila, con asientos cómodos para la abuela.
—No sé si ella querrá ir, ha estado melancólica hoy, extraña al abuelo. Además no creo que entienda mucho de videojuegos y cosas así, pero le diré. Yo... yo estaré allí, Dante —prometió.
Esa madrugada hablaron de muchas cosas más, y quedaron en silencio por varios instantes, hasta que se hizo la hora en la que solían salir a caminar.
—Creo que hoy suspenderemos la caminata por la cama —dijo Dante—. Si no descanso no tendré fuerzas para hoy.
—Estoy de acuerdo, ha sido hermoso pasar la noche contigo —susurró Trini.
—Pienso igual...
Ambos se dirigieron de la mano hacia el interior del hotel, donde se separaron para ir a sus habitaciones, no sin antes despedirse con un abrazo sentido y un beso en la mejilla.
***
Al día siguiente, Trini solo tuvo tiempo de caminar al café y avisar a Angélica que no podía quedarse. Dante la esperaba en el evento que comenzaba en menos de una hora. La mujer sonrió y prometió escribirle. Trini no supo si sería verdad, pero le agradeció por las horas que le había regalado.
La abuela Cata, contra todo pronóstico, decidió ir al evento, también quería ver a Dante. Así que ambas, fueron recibidas y ubicadas en uno de los mejores sitios del lugar. Solo quedaba aguardar.
El evento consistía en la presentación de los chicos, uno por uno, y luego había rondas de los juegos más conocidos de uno contra el otro, había pantallas gigantes y los chicos observaban y gritaban tras ver a sus ídolos compartir y competir en carne y hueso tan cerca de ellos.
La abuela se reía y aunque no entendía mucho, parecía disfrutarlo. Trini solo podía pensar lo orgullosa que se sentía de Dante.
Él se mostraba natural, se veía igual que en sus videos, reía y disfrutaba, ganaba algunas partidas y otras perdía. A Trini le pareció que se veía muy guapo.
Al finalizar el evento, Dante tuvo que ir a una cena de despedida, dijo que llegaría tarde, pero que tenía una sorpresa para ellas. Trini lo esperó despierta, y él le comentó que harían una excursión a la isla el día siguiente y que había reservado todo para que la abuela estuviera cómoda. Trini le agradeció, y se quedaron un rato conversando sobre lo que había sucedido en el día.
Por la mañana siguiente, listos para la excursión, visitaron una isla donde podrían hacer buceo, disfrutar de la playa o ver los arrecifes. Dante no quiso ponerse traje de baño por más que Trini le hubiera insistido, así que decidió quedarse con la abuela, sentados bajo la sombra, mientras Trini disfrutaba de las actividades.
—Deberías disfrutar, muchacho —dijo la abuela—. La vida se pasa rápido. Si yo tuviera tu edad estaría allí, nadando al lado de mi nieta.
—Me da vergüenza —respondió él—. Esa es la verdad.
—Pues no deberías tenerla, vergüenza se tiene solo de hacer cosas malas. ¿Qué no te das cuenta? Te estás perdiendo vida, te estás perdiendo momentos.
—Supongo que sí.
—A nadie le importa cómo te ves en traje de baño —respondió la mujer—. Sácate esa camiseta y ve a disfrutar con ella, vamos —ordenó.
Dante lo dudó, pero ante la insistencia de la anciana, así lo hizo. Sintió por un momento que todo el mundo daba vueltas para verlo, pero lo cierto era que a nadie le importaba. Caminó con dudas por la arena caliente, se sentía flanco de miradas y burlas, pero cuando se volteaba, no había nadie mirándolo. Estaba solo en su cabeza, como le había dicho Trini una vez.
Ella se hallaba en la parte de la playa que estaba destinada al snorkel, lo vio venir y sonrió. Su piel estaba muy blanca y su cuerpo se veía fláccido, sin embargo Trini solo pudo sentir orgullo y alegría por verlo así. Un hombre le preguntó si sabía nadar y le dio una máscara, entonces ingresó con cuidado, tratando de no hacer mucho movimiento ni alertar a las personas, temía que le hicieran la broma de las ballenas. Trini se acercó a él.
—¿Te has puesto bloqueador? —inquirió y él negó—. El sol está pesado y tú estás muy blanco.
—Solo estaré un rato —respondió él. Ella no había dicho nada de su cuerpo y temía lo que podría estar pensando.
—Vamos, tienes que ver esto —dijo la muchacha poniéndose la máscara y haciéndole un gesto para que la siguiera.
Estuvieron así como media hora, hasta que regresaron a la sombra. La abuela, les dijo que iría a la cabaña que Dante había alquilado para su descanso, pues necesitaba tomar una siesta. Trini la acompañó, mientras Dante se quedó sentado en la arena sobre una toalla.
Cuando regresó, la muchacha tomó el bloqueador y se puso un chorro de crema en la mano.
—Te pondré la crema —dijo—, no queremos que te conviertas en un cangrejo —añadió.
Dante asintió y dejó que ella le colocara crema por la espalda, lo hacía con tanta suavidad que él necesitó cerrar los ojos y concentrarse en algo que no sea los pensamientos libidinosos que le venían a la mente. Trini acabó con la espalda y le dijo que se levantara para poder ponerle la crema en el pecho.
Dante se sentía avergonzado, la gordura había hecho que sus pechos colgaran un poco, casi como el de una mujer, motivo por el cual muchas veces se habían burlado de él. Pero Trini le colocó la crema con devoción y cariño, mientras sentía que no había nada en él que pudiera causarle repudio, que lo quería así, con todos sus kilos de más, con sus defectos. La piel de Dante se erizó y ella sonrió.
—No te rías, nunca antes una chica me tocó de esa manera —susurró él—, no le quedaba más que admitir el efecto que le causaban las manos de la muchacha.
—No sé por qué, pero eso me halaga —dijo ella con una sonrisa—. Listo, ¿puedes reforzarme la crema ahora? Creo que en el agua me ha salido bastante y no quiero quemarme —pidió.
Dante sintió que las rodillas le temblaban, no sabría si podría aguantar aquel extraño momento, pero no podía negarse.
Colocó un poco de crema en sus palmas y acarició con cuidado la espalda de Trini. Sus manos eran anchas, pesadas y calientes, Trini sintió que también se le erizaría la piel en cualquier momento.
—Puedes levantar los tirantes para pasar crema por debajo —susurró y Dante así lo hizo.
Su mente comenzó entonces a imaginarse a sí mismo desatando ese pequeño nudo. A pesar de haberla visto en ropa provocativa miles de veces, nunca se había sentido como en ese momento.
Colocó más crema y la pasó por su brazo y cuando Trini se dio media vuelta, también por su abdomen. Trini nunca había sentido el deseo de que alguien la tocara así, nunca había experimentado el dulce sabor de ser acariciada por alguien que le gustaba, por lo que cerró los ojos y suspiró.
—¿Lo hago bien? —inquirió Dante.
—Demasiado bien... —susurró la muchacha al borde del abismo.
Su piel también se erizó.
—Ahora me toca reír a mí —dijo Dante para bajar el nivel de calor que había entre ellos, ninguno de los dos sabía si se trataba del sol o de la química de sus cuerpos.
—Sabes que no puedo decir que nunca alguien me tocó, pero sí puedo decir que nunca mi piel se puso así —admitió Trini y luego lo observó—. Dante... —susurró—... yo...
—¿Quieren alguna bebida los novios? —preguntó uno de los mozos encargado de caminar entre la gente y servirle bebidas.
Ambos se separaron y sonrieron.
—No, gracias —dijo Dante.
Después de aquel episodio, los dos regresaron al agua.
Esa noche, volvieron muy tarde de la excursión, así que cansados y confundidos, fueron a dormir.
—Ya no lo puedes ocultar, ¿no es así? —dijo la abuela antes de acostarse.
—¿Es muy obvio? —inquirió la muchacha.
—No sé cómo Dante no se da cuenta, es que esos juegos lo vuelven idiota a uno —admitió la mujer. Trini se echó a reír.
—Abuela, me gusta mucho... pero no debo hacer nada. No es el momento, tengo un camino que recorrer ahora...
—No lo sé, yo nunca he entendido esas cosas de no es el momento. Cuando hay amor hay amor, cuando hay atracción hay atracción, las cosas no esperan, los sentimientos están para sentirse, para vivirse.
—Sí, pero necesito primero encontrarme conmigo misma —susurró Trini.
—¿No puedes hacer las dos cosas a la vez? —inquirió la abuela—. Las mujeres de mi época hacíamos muchas cosas a la vez —admitió.
Trini solo sonrió.
—Mañana observaremos las estrellas desde los telescopios de la playa —susurró—. Será una última noche bonita.
—Y romántica —admitió la mujer.
—Vamos a dormir, abu —dijo Trini riendo.
Esa noche, ella recordó las palabras de Angélica, elevó los ojos al techo y antes de dormir, dio gracias, por el día, por la excursión, por la naturaleza que vio, por las sensaciones que le regaló su cuerpo tras las caricias de Dante, por haberle podido acariciar ella, por los momentos únicos que guardaría por siempre en su memoria.
Y cuando agradecía, parecía que su corazón se expandía, y esa sensación le daba mucha paz.
A 10 caps del final
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