* 15 *


—Mi madre era una mujer buena que me amaba con toda su alma —comentó Dante mientras caminaban rumbo al mercado de artesanías de la ciudad—, le encantaba cocinar y hacía los mejores postres.

—Oh, por eso su libro de recetas...

—Sí, yo era su principal comensal —admitió con una sonrisa dulce—, ya ves, por algo estoy así...

—Pero estos días has estado comiendo bien, Dante. Salvo mi pequeña sorpresa de hoy, he notado que te estás cuidando... ¿Es por algo en especial? ¿Por Priscila?

—Bueno, no sé si es por ella, solo... suelo pensar en aquella conversación que tuvimos. Quiero sentirme mejor, verme mejor... y, pues, por algún lado hay que empezar...

—Yo ya me siento bien, cuando quieras podemos iniciar las caminatas —dijo la muchacha—. No he olvidado que me he comprometido a ayudarte.

—Genial, creo que eso será genial —dijo el muchacho.

Llegaron a la feria y pasearon entre los artesanos, observando los productos típicos de la ciudad y de los alrededores.

—¿A dónde irás con Priscila? —inquirió.

—Pues, no lo sé... supongo que ella decidirá... Es un poco dictatorial —añadió bromeando.

—Tienen una bonita relación, ¿no?

—Sí, nos hemos llevado bien más rápido de lo que imaginaba, somos compatibles en ciertas cosas...

—¿Pero? —preguntó Trini entendiendo aquel silencio.

—No he sido del todo sincero con ella, ¿sabes? Le he inventado algunas historias con ex y cosas así, no quería admitir que no tengo ni una pizca de experiencia. Y eso... asusta...

—¿Por qué?

—Porque dado el momento no sabré cómo actuar —añadió.

—Lo sabrás, estoy segura que lo sabrás.

Entonces Trini vio un colgante en forma de corazón y se lo probó.

—¿Te gusta?

—Es bonito —dijo ella y volvió a sacárselo.

—Si quieres te lo compro...

—No... no es necesario —dijo Trini con una sonrisa.

Caminaron un poco más y salieron de la feria, el siguiente paso era ir al cine a ver una comedia.

—Te dije que si era inteligente no te dejaría ir —dijo Trini en un intento por ocultar su desazón ante aquella eminente salida.

—No sé qué me ve —susurró Dante.

Trini rodó los ojos y no respondió, estaba un poco cansada de aquella charla.

Llegaron al cine, compraron palomitas, refresco e ingresaron. Era la primera función del día, y el cine estaba vacío.

—Una función para nosotros solos —dijo Dante.

—¡Excelente! —admitió Trini.

La comedia era muy divertida y los dos rieron mucho durante toda la película.

—Gracias por traerme, me hacía falta reír —dijo Trini—, siento como si algunas partes de mí se despertaran de nuevo con la risa.

—Eres hermosa cuando ríes —añadió Dante.

El resto del día lo pasaron caminando por la ciudad, observando vitrinas, conversando de sus infancias y sus recuerdos.

Cuando ya estaba por atardecer, Trini le pidió que subieran al mirador del pueblo, un sitio desde donde se podía ver gran parte de la ciudad. Una vez arriba, Dante sintió que le faltaba aire.

—¿Estás bien? —inquirió la muchacha.

—Supongo que me falta estado físico —respondió él.

El lugar estaba vacío, no era época de turismo y era día entre semana. El sol se metía en el horizonte tiñendo el cielo de distintos colores.

—Me encantan los atardeceres y amaneceres —declaró Trini.

Dante la observó, su piel blanca en contraste con los colores del cielo parecía brillar. Se sentaron en una banca, muy pegados para poder entrar los dos.

—Gracias por todo, Dante —dijo Trini luego de un rato de silencio—. No sé qué hubiera hecho sin ti, mi abuela me dijo que la has ido a ver durante mi ausencia y que le contabas de mí, está entusiasmada contigo y me ha dicho que tienes un corazón gigante. Yo ya lo sabía —admitió ella entre risas.

—No hago nada de otro mundo... Somos amigos, ¿no?

—Lo somos...

—Eres mi única amiga —dijo Dante tomándola de la mano—, la mejor —susurró—. Haría lo que fuera para verte feliz...

—No soy la única, también tienes a Priscila.

Dante no respondió, era cierto, pero en ese momento no supo explicar por qué no podía colocar a una a la altura de la otra. Quizá porque por Priscila tenía gran atracción.

—¿Volverás a la escuela?

—Desde el lunes —prometió Trini—. De pronto empiezo a sentirme un poco mejor...

—Ya verás que todo pasará, Trini —dijo Dante mirando al horizonte.

El sol se puso y desapareció por completo, en cuestión de segundos, el cielo estaba casi todo oscuro.

—Prométeme que siempre me recordarás —dijo ella con la voz tenue.

—No pienso olvidarte, ¿por qué lo dices? No quiero perderte...

—Las cosas cambiarán cuando estés con Priscila, a ninguna chica le gustaría que su novio tenga como mejor amiga a una prostituta...

—No creo que ella sea así —dijo Dante, pero la duda se le quedó en el pecho. Eso no dependía de cómo era Priscila, lo que decía Trini era cierto.

La muchacha recostó su cabeza sobre el hombro del chico.

—Sé que todo saldrá bien en tu cita —afirmó—, solo sé tú mismo. Has cambiado mucho desde que nos conocimos recién, has perdido tus miedos, ahora sales a la calle, te enfrentas a las cosas, deja que ella vea lo maravilloso que eres.

—No lo hubiera logrado sin tu ayuda —dijo él besándola en la frente.

Quedaron en un silencio que a ambos les pareció perfecto. Estaban muy cerca, podían sentir el contacto.

—¿Debo besarla en la primera cita? —preguntó entonces Dante, Trini sonrió.

—No lo sé, nunca he tenido una cita —admitió—. Supongo que si lo sientes, estará bien...

—No sé besar...

Ambos quedaron en silencio.

—No es algo que debas aprender, solo déjate llevar —murmuró la muchacha. Entonces sintió que debía hacer algo, era su única oportunidad, aunque sabía que no era lo correcto—. ¿Quieres practicar? —preguntó.

—¿Contigo? —inquirió Dante.

—Bueno... solo si lo deseas —dijo Trini—. Es un beso más para mí —añadió sacándole importancia, aunque dentro suyo las mariposas comenzaban a revolotear.

—¿Estás segura? —dijo Dante con cierta inquietud.

—Solo debes... relajarte —dijo volteando para verlo—, mirarla a los ojos —añadió fijando su vista en la del chico—, y acercarte lentamente —susurró con un hilo de voz, viendo los labios de Dante.

Deseaba probarlos, deseaba sentirlos sobre los suyos aunque solo fuera una vez.

Dante se dejó ir, se perdió en la mirada profunda de Trini y en el sensual movimiento que hizo con sus labios justo cuando terminó de hablar humedeciéndolos con su lengua. Se acercó a ella, con nervios, un poco de excitación y mucha emoción. Y entonces sus labios se tocaron tímidamente.

—Ahora, solo bésala —dijo Trini moviendo con suavidad sus labios.

Dante sintió que desfallecía ante su contacto, ante su dulce aliento, ante el calor de su boca. Trini sintió que volaba, había besado miles de bocas, al principio con asco y luego mecánicamente. Jamás había besado una boca que supiera a miel.

El beso fue creciendo, Trini sin pensarlo dejó a su lengua libre para investigar. Dante repetía sus movimientos, sin pensarlos, sin interrupciones. Ambos tenían los ojos cerrados, Trini envolvió sus brazos por el cuello de Dante y enredó sus dedos en sus cabellos, él cerró sus brazos por la cintura de ella.

El beso continuó, siguió por un tiempo que ninguno de los dos supo precisar, se alejaron, volvieron, se volvieron a alejar, y regresaron. Entonces Trini se percató de que quizás estaba siendo demasiado, la idea de que la besara pensando en Priscila le dolió, pero más le dolió imaginarlo besándola al acabar aquella cita.

La noche ya estaba oscura, las estrellas brillaban en el cielo, testigos silenciosas de aquel beso.

—Wow —dijo Dante—. Tú sí que sabes besar —añadió.

Trini no respondió, no sabía si eso era un cumplido o si ofenderse, quizá Dante pensaba que ella sabía besar por toda la experiencia que tenía, pero no era así, nunca había besado con sentimientos, nunca se había imaginado cuánto se podía disfrutar un simple beso.

—Bueno, ya ves, no lo has hecho mal, es fácil —dijo sin darle mucha importancia.

Dante se quedó en silencio, ese beso había sido intenso, le había hecho sentir cosas que nunca antes había sentido, incluso había despertado sus hormonas más masculinas. Se había imaginado cómo sería seguir, continuar un poco más. Entonces se castigó a sí mismo por pensar así de su amiga.

—Lo harás bien, y será mejor, porque besarás a la persona que te gusta —agregó Trini.

¿Mejor? ¿Podría algo ser mejor que eso? Inquirió Dante en sus pensamientos, sí, quizá Trini tuviera razón, quizá besar a alguien que te gusta era más intenso... pero a él le había gustado mucho, demasiado...

—Ya puedes hablar —bromeó la muchacha.

Dante sonrió. Se sentía idiota, para ella era un simple beso y para él, ni siquiera era capaz de describirlo.

—Fue... maravilloso... Gracias...

—Al menos no me olvidarás nunca, he sido tu primer beso —dijo la muchacha en tono de broma, pero también, en tono de consuelo.

—Trini, nunca podría olvidarte —dijo el chico con una sonrisa dulce.

Regresaron a la casa y Trini se despidió para ir a descansar. Esa noche, dejó escapar unas lágrimas en silencio, estaba llegando el momento de dejar que Dante continuara su vida y ella, caminar su camino. Los sentimientos que tenía por él, crecían de manera agigantada y la asustaban. Él pronto tendría una novia y ella perdería ese sitio que tenía en su vida.

—Debo salir de esto por las buenas, antes de que me saquen por las malas... 


¿Qué les pareció? Bueno, gracias por leerme, les quiero contar que comencé a escribir esta historia sin mucho entusiasmo, era una idea, pero no sabía bien por dónde seguir. Después me hice una idea, pero a medida que lo escribía los personajes me fueron cambiando el rumbo, se escribieron solos. Anoche la terminé, era una de esas historias que no puedo parar de escribir, (como me pasó con La chica de los colores). Creo que casi no me levanté en dos días (bueno, dentro de lo que se puede con tres hijos), pero la terminé anoche y estoy feliz con su progreso, y porque a ustedes les gusta. 

Les mando un beso, mañana estoy de cumple así que, seguro actualizaré por la mañana. 

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