* 10 *
Dante comió tranquilo, en medio de un restaurante lleno de personas, y se asombró a sí mismo por el poder que tenía Trini de contagiarle esa calma y normalidad. Luego, caminaron hasta su casa y él le dejó escoger el juego.
—Tienes que tocar este botón y hacer esto —indicó el chico señalando el control.
El juego inició, pero Trini no lo terminaba de entender.
—¡Esto es difícil! —dijo entre risas.
—Lo estás haciendo bien —añadió Dante dándole otra oportunidad y dejándola ganar.
Estuvieron así por un par de horas hasta que tras una partida en la que Trini ganó, Dante sonriente apartó el control.
—Creo que ya has jugado mucho por hoy.
—Creo que no te gusta perder —dijo la muchacha orgullosa de sus logros—. Podría armar mi propio canal y mostrarle al mundo cómo te gano —añadió.
Dante se echó a reír, aquella muchacha le parecía dulce y divertida.
—Nunca me he divertido tanto con alguien —admitió Dante con dulzura—, a tu lado... puedo ser yo mismo, sin miedo a que me juzgues, a equivocarme... sin miedo a que no te guste lo que soy...
—¡Me encanta lo que eres! —exclamó Trini y luego se sonrojó, esa frase podía mal interpretarse—. No... quiero que creas que yo... —añadió.
Dante lo entendió, era obvio que solo se refería a amistad y no quería que la malinterpretara.
—No te preocupes, lo entiendo —dijo él con una sonrisa.
Trini caminó hasta su cama y se recostó en ella.
—Tu cama es casi tan grande como mi departamento —añadió.
Dante no respondió, pero fue y se tendió a su lado.
—Cuéntame cuáles son tus sueños —pidió Trini—, tú ya conoces los míos...
—Yo... nunca me he planteado algo tan grande como un sueño —admitió—, creía que eso no era para mí... Yo, solo quiero lograr algunas cosas para que la vida sea un poco más sencilla para mí.
—¿Cosas como qué? —preguntó Trini volteándose para verlo.
—No lo sé, quizá... tener más días como el de hoy. Poder salir a la calle sin que me importe la gente, a veces temo enloquecer y volverme como esas personas que un día dejan de salir al mundo —admitió—. Me gustaría también... bajar de peso —susurró con vergüenza—, también he pensado en ir a vivir solo... quisiera independizarme.
—Bueno, las cosas que planteas no son tan difíciles, Dante. Hoy has salido y has visto que casi nadie se ha fijado en ti, todos esos miedos están en tu cabecita —dijo acariciando con suavidad un mechón de su cabello—, y si lo hacen, el problema no es tuyo, es de ellos —admitió. Con respecto a vivir solo, ¿qué te ataja? Tienes tu dinero...
—No lo sé, quizá la falsa seguridad de vivir con mi padre...
—Ya vives solo, ¿no? Él casi no está...
—Tienes razón...
—Y con respecto a perder peso... ¿Quieres que te ayude? —inquirió con entusiasmo.
—¿Cómo? —quiso saber él.
—Podríamos... entrenar juntos... salir a caminar por el parque cada mañana, bien temprano... antes de mis clases
—¿Harías eso por mí? —inquirió él y ella asintió.
—¡Claro que sí! ¡Será divertido!
—Tengo vergüenza, cansarme, verme ridículo en ropa deportiva...
—Otra vez estás pensando en cómo te ven los demás —bufó Trini.
—¿Cómo me ves tú? —inquirió el chico mirándola a los ojos—. Con sinceridad.
—Yo... —Trini no supo enseguida como contestar, pero al ver la ansiedad en el rostro de Dante decidió sincerarse—. Mira, yo... pienso que eres guapo...
—Así no se vale, ya me estás mintiendo —admitió el muchacho.
—¡No! —gritó la muchacha—. Lo digo de verdad, Dante. Tienes la piel de un tono bonito, tus ojos denotan bondad, tu sonrisa... es hermosa y...
—Y soy un enorme gigante —admitió con frustración.
—No sé qué quieres que te diga —dijo la muchacha sintiéndose un poco mal—, sí, eres gordo, eso ya lo sabemos, pero eso no te hace feo ni asqueroso, al menos a mis ojos —admitió—. No sé cómo te verías con menos peso, quizá te quede mejor, o quizá simplemente sea mejor para tu salud. Me gustaría que bajes de peso, sí, pero no por mí, sino por ti, Dante, para que te sientas bien contigo mismo, para que mates a tus fantasmas, para que no enfermes... no quiero que te pase nada —añadió—. Pero a mí no me pareces feo, no me pareces asqueroso —insistió—, grábatelo en la cabeza, por favor. Tienes, un perfume delicioso —admitió—, y me agradan tus abrazos, estar cerca de tu cuerpo... siento que... me proteges.
Ambos quedaron en silencio. La confesión de Trini había sido muy sincera, pero los dos se sintieron incómodos, Dante porque no pensó escuchar aquello y Trini porque... porque sintió que algo se despertaba en su interior tras exteriorizar aquellas palabras. Se mordió el labio, incómoda, avergonzada, nerviosa.
—Bajaré de peso —dijo Dante entonces—, te tomo la palabra —añadió.
Trini rio, más por compromiso que por lo que él había dicho. Aún se sentía incómoda, vulnerable, envuelta en una sensación desconocida que la tomaba presa y no podía describir.
—Creo que debería ir a casa —admitió luego.
—¿Ya te aburriste?
—No... pero tengo que estudiar un poco —susurró.
—Tienes razón, te acompañaré —dijo Dante y se levantaron.
Caminaron en silencio y de la mano hasta la casa de la muchacha. Esta vez, él no subió, la dejó en frente y le dio una bolsa de papel madera con comida china que le había comprado por el camino. Ella sonrió y agradeció.
—Dante... ha sido... uno de los mejores días de mi vida —admitió—, sé que parece exagerado, pero es la verdad...
Él sonrió.
—El mío también, Trini... —dijo el chico con ternura.
Se quedaron allí, mirándose a los ojos, sin saber qué más decir o qué más hacer. Trini sintió ganas de posar sus labios en los labios del muchacho, no sabía por qué, solo fue una idea que se le cruzó en la mente, una necesidad, un deseo. Él deseó abrazarla y decirle que la quería mucho, que le agradecía todo lo que estaba haciendo, que se sentía mejor desde que llegó a su vida, pero a ambos, aquello les pareció demasiado.
—Hasta luego —dijo Dante levantando una mano.
—Hasta pronto —añadió la muchacha—. ¡El lunes empezamos! —agregó y Dante solo asintió.
Entonces, Trini subió a su cuarto, se sentó en su pequeña cama y aspiró el aroma a Dante que todavía la acompañaba, cerró los ojos y sintió que su corazón se agrandaba en su pecho.
En ese momento lo supo, Isa le había advertido y ella no lo había creído. Se había enamorado, estaba enamorada de Dante y ya no había nada que hacer al respecto.
Hola, hoy les traigo tres caps, una pequeña maratón. Espero que les guste, gracias por el cariño y el apoyo con esta historia.
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