— ¿Me creerías si te digo que siento que se me sale el corazón cuando ella está cerca? —Le dijo el rubio, Irene sintió un leve dolor en su corazón, como si estuvieran apretándolo, pero aún así le sonrió.

—Realmente te gusta—Sus propias palabras le dolían. ¿Por qué tenía que haberse fijado en él?

Ella sabía que al rubio le gustaba otra persona, y aun así dejó que la enamorara sin ni siquiera proponérselo, sin ni siquiera haber hecho el mínimo esfuerzo, y lo peor era que aun así ella decidió tomar el puesto de su mejor amiga. Y sabía que esa zona, era sin duda, la peor de todas.

—Dios Irene, ella me encanta.—Otra puñalada al corazón de la castaña.

— ¿Por qué no se lo dices?—Le preguntó. —Si quieres estar con ella, arriésgate. —Era típico de una persona, no seguir los consejos que dice.

Desde hace un tiempo, Alan era reconocido por ser el que unía a las parejas y ayudaba a otras que tuvieran problemas; se llamaba así mismo  cupido y con el tiempo muchos empezaron a hacerlo también. Pero hace unas semanas, Irene se dio cuenta de que su nombre le encajaba a la perfección, porque se enamoró de él de la nada, como si le hubiesen lanzado una flecha. El propio cupido hizo que se enamora de él mismo y aunque sus sentimientos por él eran grandes, nadie sabía lo que sucedía.

Sólo Bianca lo hacía, y era porque  la descubrió sin querer mirándolo. No quería que más nadie se enterara y era porque ella sentía que si alguien más sabia, ese amor se volvía mas real y ella no quería que fuera real.

—Me rechazará, ya lo sabes.

—Alan, eres cupido. Eres el que más sabe sobre este tema, ella no podrá rechazarte. —Apoyó su mano en el hombro del rubio y este le sonrió. Se acercó a ella para dejarle un beso en la mejilla.

—Eres la mejor, ¿Lo sabías? —Ella le sonrió sonrojada, sabía que sus palabras no significaban exactamente lo que ella desearía pero al menos lo tenía. Como su mejor amigo, pero lo tenía.