Capítulo 4
Al día siguiente, estando en el auditorio secreto, estábamos escuchando atentos como iba a ser todo en Los Combates. Pero simplemente nos dieron instrucciones previas. Sólo lo que necesitamos para antes de entrar. Tal vez por eso nos decían con tiempo.
— A cada uno se les será entregada una maleta. En esa maleta pondrán toda la ropa que les quepa. Le darán un bono para comprar esa ropa —dijo Kano, que daba las instrucciones—.
— ¿No sería mejor una caja constrictora? —pregunté
— No. porque en ese caso meterían miles de cosas, y no tenemos tantos fondos. Recuerden que esto es secreto.
Tenía razón. No había forma de que tuvieran demasiados fondos, si no había nadie para dárselos. Era secreto, y por eso nadie lo sabía, y por eso nadie daba dinero.
— Mañana, se les serán asignadas habitaciones en La Planta. Ese es el lugar al que iremos. —Continuó el gerlo frente a nosotros—. Tendrá cada quien un dormitorio, con un baño y un buró. Les guste o no, tendrán que usarlo.
Y ahí estaba la parte mala de todo el mundo.
— Yo seré el que organizaré Los Combates. Pondré las pruebas, los retos, y todo lo que se necesite.
Así que de eso servía él. No era sólo el presentador.
— La primera semana servirá para el entrenamiento. También se les dará un entrenador. Esa primera semana les dirán los retos que tienen que superar, y las habilidades que tienen que mejorar.
A mí me pareció bien.
— Dentro de La Planta deberán usar el lenguaje de la Tierra para hablar con entrenadores, directores, y conmigo.
Esperaba aprenderlo.
— De las siguientes cinco semanas, se usarán seis días para competir, y los domingos son de descanso o entrenamiento, eso estará a su decisión. Cada semana se eliminará a cinco estrellas. Y serán anunciadas los domingos.
Y ahí estaba a parte mala de todas las cosas. No sólo las personas lo eran.
— Entre mejor sean, tanto en entrenamientos, como en combates, más puntos obtendrán. Esos puntos se sumarán y serán los que digan si saldrán o no.
Bien. Esperaba ser quien tenga más puntos. Quería ir a ese mundo. Además de que tenía que permanecer en La Planta.
— La estrella que quede al final de Los Combates de Astéri, se irá inmediatamente a la Tierra. Llegarán en una de las naves con las que contamos. Y luego buscarán alguna forma de relacionarse con el mundo de allá.
¿Cómo haríamos eso?
— Eso es todo por hoy. Los bonos están en esta tarjeta —dijo y nos mostró un cuadro de plástico— que el director les está dando.
¿De dónde salía el director? Fue igual que la última vez.
— Se irán en este momento por su nueva ropa. Afuera hay un asistente para cada uno esperándolos. Ya sea una gali o un gerlo. Ellos los llevarán por esa ropa. Ahora pueden retirarse.
Todos los presentes nos pusimos de pie. Esta vez venía Cetta (o Perseto) con nosotros. Así que salimos los tres juntos. Algunos nos miraban extraño, tal vez habían notado que en la sesión pasada no estaba Cetta. O sólo era algo que les parecía un reto. Tal vez miraban al atractivo rubio a mi lado. No lo sabía. Pero me incomodaba bastante.
Salimos primero. Como siempre estamos en la primera fila, era más probable.
Afuera, en la oficina del director, había varias estrellas esperándonos. Cada uno tenía un letrero, del color de las estrellas asignadas, con el nombre de alguien escrito. Me acerqué al que tenía mi nombre. Lífsero y Cetta se separaron de mí, en busca de su nombre. Sólo esperaba que Cetta buscara bien el nombre.
Mi asistente era una gali, Negro. De unos veinte años de existencia. Con ojos cafés y un singular cabello rizado color morado, muy atractiva.
— Iremos juntos hasta la tienda de ropa. Ahí escogerás diez camisas, diez pantalones, un par de zapatos, unas sandalias, y un par de tenis. También necesitarás unos pares de calcetines y un traje de baño. Y todo debe ser para deporte.
— ¿Necesitaré un traje de baño?
— Esas son mis órdenes. Yo sólo las sigo —dijo riendo.
— Bueno, soy Ficseto
Ella miró el letrero verde que tenía en las manos. Luego rio y me miró a mí.
— Creo que ya lo sabía —dijo y me extendió la mano—. Soy Flia
— Mucho gusto —contesté y acepté su mano.
Unos metros cerca de mí escuché a alguien tosiendo. Volteé y me di cuenta de que era Lífsero. Tenía una ceja levantada y los brazos cruzados.
— Hola —dijo mirando a Flia
Ella volteo y sonrió. Creo que eso es lo que mejor hacía. Tenía una linda sonrisa. Tras Lífsero se acercó una gali, Rosa, morena, con las puntas del pelo verde, y el resto rosa. De más o menos la misma edad de Flia.
Volteé ver a todos lados. Todos los asistentes eran jóvenes. Casi se podría decir que de la misma edad.
— Hola —contestó Flia—. Veo que ya conociste a Luna.
— Sí. Es mi asistente —no dejó de mirar sus ojos—. ¿Tú quién eres?
No podía contener más la risa. Tuve que hacer un gran esfuerzo.
— Me llamo Flia. Soy asistente de Ficseto.
— Y yo soy Lífsero. Su mejor amiga.
Eso me mató de risa.
— ¿Dónde está Cetta? —De inmediato me di cuenta de mi error—. ¡Perseto! —Repuse—. Perseto. ¿Dónde está Perseto?
— Aún no lo encuentro. Tal vez venga en un momento.
A Luna se le iluminaron los ojos.
— ¿Perseto es el gerlo rubio y guapo?
— Creo que sí —respondió Lífsero
— Está por allá. No pude evitar mirarlo.
Mi sonrisa regresó. Sabía que Cetta podía ser atractivo. Pero no que a una chica de más años de existencia babeara por él.
Volteé a ver a mi amigo. Efectivamente estaba por allá. Ella sí que le puso atención. Estaba con un gerlo Rosa, como Luna, de cabello azul y apuntando al cielo —parece que a las estrellas de esos años de existencia les gusta hacer cosas raras con su pelo—. Estaban mirando con ojos de "esta estrella me gusta" a muchas que pasaban por ahí. Su asistente hacía lo mismo. Parece que se conectaron.
Un segundo después volteó en mi dirección y me señaló. Se encaminó hacia nosotros. Hizo una seña a su asistente de que lo siguiera y el la atendió. Con un gran estilo se acercaron hacia acá. Todas las galis babeaban por ellos.
— Qué chico tan guapo el asistente —escuché decir a Lífsero e inmediatamente volteé a ella.
Ella no notó mi mirada.
Al fin llegaron a nosotros. Con una amplia sonrisa de satisfacción.
— Veo que se divirtieron —les dije.
— Sí —contestó Cetta y dio un golpe en el abdomen del gerlo con el dorso de su mano—. Valla que sí.
Ambos rieron un poco.
— Soy Lored —dijo él
— Hola.
— Oigan tenemos cosas que comprar. Así que ¿por qué no nos vamos? —dijo Flia.
— Claro. Ya es hora —contestó Lored
Salimos de entre la multitud que aún no estaba lista para irse. De hecho no sabía qué los detenía. Ni siquiera sabía por qué Flia no me dijo nada al no irnos. Pudo haber dicho "oye es hora de irnos". Tal vez sólo esperaba a que yo lo dijera.
Al llegar a la puerta de la oficina, donde por desgracia estaba parado el director, pasamos de dos en dos. Concursante y asistente. El director nos miró como si nosotros le preocupáramos. ¿Y si sabía que Cetta se hizo pasar por Perseto? No. No lo creía. Es decir ¿Cómo podría?
Salimos de la escuela. Lo normal era ir directo al nido. Pero esta vez nuestros asistentes tenían calides para llevarnos a la tienda. Como si fuese apropósito sólo había espacio para tres parejas y un conductor, aunque el asiento en ése momento estaba vacío porque se usaba el automático. Así que no tendríamos que llevar extraños. Eso me alegró.
En el camino todo era diversión. Íbamos riendo como si fuésemos amigos de años. A pesar de que nos conocimos ese mismo día, hacía unos minutos. Reíamos, bromeábamos, de vez en cuando abucheábamos un mal chiste. Casi todos eran para mí. Al principio, yo iba junto a Flia, pero Lífsero se puso en medio de los dos.
— Y ¿desde cuándo son novios tú y Ficseto? —preguntó Luna.
El ambiente se tensó entre todos.
— Am... no somos novios —contestó.
— Claro que sí —intervino Lored—. Sólo mírense.
— Habla en serio —intervine.
— Y ese es el problema —dijo Cetta—. ¿No Ficseto?
— Perseto —Lífsero lo miró con enojo y pena—. ¿Puedes callarte?
— Tal vez.
La cosa no mejoró. Sólo se sintió más pesado el aire. Ya nadie hablaba y el silencio era incómodo.
— Tal vez no debí preguntar.
— No hay problema —la contenté— no es tu culpa.
Desde ese momento nadie dijo nada. El ambiente en la calide era más incómodo que nada. Pero por suerte no fue mucho tiempo lo que tuve que soportar. La calide llegó a la tienda diez minutos después de eso. Aun así mi pareció una eternidad.
Entramos a la tienda. La calide se quedó parada ahí.
Al igual que todas las tiendas de ropa, esta estaba dividida en doce. Esta era un medio círculo, con un área en la entrada antes de las secciones. Cada sección tenía el símbolo de nuestro color en la puerta. Tanto paredes como puertas eran de cristal, excepto en probadores, claro. Flia me llevó a Verde, mientras que Lífsero nos miraba fijamente.
Al entrar odié todo en la tienda. El verde no me gustaba mucho, pero lo llevaba porque en el color que debo usar. En ocasiones preferiría ser Negro, que siempre usaban un buen color. Pero yo debía usar este color. Por suerte podía usar cualquier tono de verde. Así se ve un poco mejor. Y también podemos usar gris, eso es para todos los colores. Porque no hay un color nombrado así. Si había otros colores que no identifiquen un signo, podías usarlo.
— ¿Te gusta Lífsero?
— ¡¿Qué?! —exclamé sorprendido.
— ¿Qué si te...? —interrumpí.
— Ya sé. Ya sé. ¿Por qué lo crees?
— Me di cuenta de cómo la mirabas. Eso es amor. O por lo menos debe gustarte.
Me sentí muy apenado. Sabía que llegaba a sentir algo por ella, pero nunca estuve seguro de eso. Y al preguntarlo no supe que responder.
— A ella también le gustas, ¿sabes?
— ¿Tú crees?
Sonrió de nuevo.
— Claro. Cualquiera con ojos puede ver eso.
Me sentí ímero al ver que todos podían darse cuenta de que le gusto menos yo. Me pregunté si ella sabía que le gustaba.
— ¿Cuándo se lo dirás?
— No creo que entre ella y yo pase algo, en especial porque ni siquiera sé si me gusta o no.
— Pero si son colores compatibles, ella es linda, y tú muy guapo. ¿Qué esperas?
— ¿Un momento? —dije inseguro—. No lo sé. Es simplemente que... no lo sé.
— Eres el único Verde que conozco que no se ve muy decidido.
Suspiré.
— Ya me lo han dicho antes.
Se quedó callada un momento. Pero aun así sentía como me miraba como diciendo "¿Qué dimas te pasa?". Decidí ignorarla un poco, para no sentirme tan mal.
A dos secciones pude ver a Lífsero. Su radiante cabello que no podía dejar de tocar cada que estábamos juntos. Cuando estábamos en el suelo, ella ponía su cabeza en mi hombro. Yo hacía lo mismo. Era bueno, hasta que queríamos mirarnos, porque ya no podíamos girar la cabeza. Pero cada que estábamos acostados así, yo tocaba su cabello, y jugaba con él. Era suave.
Levantó la cabeza. Justo en ese momento yo me giré para fingir que no la veía. Esperaba que no se diera cuenta de que estaba mirándola. Y creo que así fue.
Después de quince minutos ya había elegido todo lo que necesitaba. Tanto pantalones, camisas, como todo lo demás.
Me sentía ímero comprando ropa. No es algo que hago normalmente. Y mucho menos tanta. De vez en cuando compro un pantalón, o una camisa. Máximo el cambio completo. Pero... ¿diez de cada cosa? Además de que todo es color verde. Y que todo es prácticamente lo mismo. Sólo unas cosas que Flia me ayudó a escoger. Pero de ahí en más, no tengo idea de que tan buena es la ropa que compré. Y sinceramente no me interesaba mucho.
Flia tomó una parte de la ropa que seleccioné, yo tomé otra, y los zapatos. Nos acercamos a la caja, donde había una gali rubia y de años de existencia mayor. Que al ver toda la ropa que tomé, me miró como si quisiera decirme "¿Qué clase de gerlo eres?". La gali tomó una cargadora, que es un disco que suma todo lo que compras, y lo pasó por la ropa.
— Son quinientos noventa y siete runos.
Con la linda sonrisa de siempre, Flia le entregó la tarjeta a la gali de la caja. Ella la recibió de mala gana. Como si su trabajo no le gustara. A mí me gustaría siempre y cuando me dé el sínero que necesito.
Salimos al círculo fuera de las secciones de ropa. Ahí estaba parado Cetta. Él y Lored hablaban y reían mucho. Definitivamente se agradaron. No han dejado de reír desde que se conocieron. Y se ven muy unidos.
— Vamos con ellos —me dijo Flia muy animada.
— Claro.
Nos acercamos hasta ellos. Voltearon a vernos y dijeron "eh..." mientras levantaban las cabezas. Yo respondí lo mismo. Flia nos miró con las cejas apretadas, aún con su sonrisa.
— Creo que no conoces el saludo de los gerlos —dijo Lored.
— Es de lo más sencillo —dijo Cetta—. Sólo levanta la cabeza, y di "eh". Es todo.
— Eh...— dijo Flia haciendo lo que Cetta le dijo. —Eso es muy raro, Perseto.
Con todo lo que había pasado ya no recordaba que debía llamarlo Perseto, y no Cetta. Esperaba no olvidarlo en una ocasión importante.
— Sólo hazlo cuando te nazca, y todo saldrá bien.
Platicamos un rato. Mucho tiempo. Lífsero tardó demasiado eligiendo su ropa. ¿Por qué las galis hacen eso? Sólo hay pocos colores por elegir, ¿qué tanto puede tardar? Es sólo tomar unas blusas, unos pantalones, o faldas, y los zapatos. Y si no fuera Lífsero, todo terminaría siendo gris, no blanco.
Unos treinta minutos después, tanto Lífsero, como Luna, salieron riendo como mejores amigas. Creo que comprar les gustaba a ambas. Pero no había necesidad de demorarse tanto. ¡Sólo elijan algo y es todo!
— Hola estrellos, y estrella —jamás en mi vida había escuchado a alguien decir "estrello", si no era para un choque de algo.
— ¡Eh! —dijimos al unísono los cuatro sentados, también Flia.
Luego reímos un poco al ver la expresión de las galis de pie.
— ¿Por qué tardaron tanto? —preguntó "Perseto"
— Porque tenemos que elegir detenidamente —dijo Lífsero.
— Porque queremos vernos bien —Secundó Luna.
— Porque somos hermosas, y no podemos perder eso —dijo Lífsero.
Eso me hizo reír.
— Está bien —correspondí—. Les creo.
— Bien dicho, guapo.
Oh. Me llamó guapo...
— ¿Nos vamos? —Preguntó Cetta.
— Cálmate, Perseto. Comprar no es tan aburrido.
Él gruñó.
— Lo es si estás de este lado de la tienda. Esperando a una chica que sale dos horas después de entrar. Y que al final lleva la misma cantidad de ropa que tú. Así "SÍ" es aburrido, ¿sabes?
Si no fuera por su tono de broma, creería que de verdad está enojado de esperar.
— Primero vamos a comer algo —Sugirió Lored
— Am... —Flia se puso nerviosa— creo que no tenemos permitido eso.
Lored sonrió con maldad.
— Por eso no van a enterarse.
Creí que estos chicos mayores serían mala influencia para nosotros.
— Me gusta la idea —le di la razón.
— ¡Ficseto! —exclamó Flia
Abrí los ojos de par en par, y con una sonrisa dije:
— Sólo será un poco.
— Está bien —cedió—. Pero sólo un poco.
— ¡Así se habla, amiga! —gritó Cetta.
Afuera de la tienda había un establecimiento de plitsma. Nos acercamos a él y vimos el menú antes de saber si comeríamos ahí. Había plitsma de todos los ingredientes ricos.
Entramos y nos sentamos a la mesa. Un Escarlata se acercó. Genial.
— ¿Qué ordenarán?
— Plitsma —dije sin ganas.
Los Escarlata eran incompatibles a mí. No soportaba estar cerca de uno. Era diferente con ellos. No sabía por qué. Pero simplemente no los quería cerca.
Él me miró de reojo y gruñó.
— Que sea de carne, por favor —salvó Luna.
— En un momento llega.
En cuanto se fue, todos voltearon a verme enojados. Excepto Cetta, él siempre quería verme rudo. Pero también me miraba.
— ¿Qué te pasa, Ficseto? —me regañó Lífsero.
— Los Escarlata y yo somos incompatibles. No me agrada nadie de ropa escarlata.
— No debes juzgar a nadie por su color.
— Sólo porque sí es compatible con ustedes no esperen que me lleve bien con ellos.
— Cálmate ya, Ficseto. Sólo fue un segundo.
Intenté calmarme. Pero ya estaba un poco enojado de que no pudieran entender la incompatibilidad. Yo lo entendería si fueran ellos los que estuviesen en mi caso.
La plitsma llegó a la mesa. Se veía deliciosa. Esa forma circular de todas las plitsmas ricas, y la división en triángulos que hacía que quisieras tomar uno. Simplemente se veía deliciosa. No puede resistir más y levanté el brazo para tomar una rebanada. Pero la mano de Lored se adelantó a tomar por la que yo iba.
Tuve que tomar otra.
Mientras comíamos nuestra plitsma, decíamos cosas sobre Los Combates de Astéri.
— Miren —dijo Luna— yo estuve en los del año pasado. Sólo contratan chicos de diecinueve en adelante para ser ayudantes y entrenadores. Yo entré el año pasado. Tengo veintiuno ahora. Si no me equivoco, o si no cambian las reglas, nosotros mismos nos quedaremos de entrenadores para ustedes. Y así no les tocará alguien que no les pueda agradar.
— Eso significa que no necesitaba meterme, sólo hubiese podido ser entrenador —musitó Cetta.
— ¿Qué dijiste, Perseto?
— Nada.
Por un momento pudo haber arruinado todo. Por suerte sólo lo escuché yo.
— Y ¿qué habilidades debemos perfeccionar? —pregunté.
— Lo básico. Mentales, físicas, y psicológicas.
Eso me dio en el cerebro.
— Y ¿si no soy tan listo?
— ¿De qué hablas?
Fruncí el ceño.
— No soy inteligente. Puedo perder.
— No son esa clase de habilidades mentales. Son otras. Algunos tienen telepatía, esa es una, pero también se pueden hacer viajes astrales, y telequinesis. Son esa clase de habilidades mentales las que deben perfeccionar.
— No sabía que podíamos hacer eso —dijo Lífsero.
— Muy pocos lo saben —respondió Flia—. Por eso somos entrenadores.
— Yo lo perfeccioné hace años —dijo Lored—. Pero no quería entrar, este año decidí que era buena idea hacerlo.
— Como sea. Si se aplican podrán hacerlo en la primera semana. Que ese es nuestro trabajo: Aplicarlos.
— Y ¿qué pasa si perdemos? —pregunté— es decir... ¿qué les hacen a ustedes?
—No quiero saber —dijo Luna—. Pero el año pasado un entrenador, amigo mío, su concursante perdió, a ella se la llevaron, a mi amigo, bueno él... no sé qué le hicieron, pero no lo he vuelto a ver desde ese día. Mi concursante ganó, por eso sigo aquí. Quiero saber que hacen con ellos. De hecho, no sé qué pasó con todos los concursantes, el mío fue a La tierra, pero los otros... simplemente, desaparecieron.
Suspiré. Ellos hacen más de lo que creímos.
— Creo que será bueno decírselos, gerlo —dijo Lífsero
Al principio no entendí, luego supe a qué se refería.
— ¿Tú crees? —no estaba muy convencido.
Los entrenadores nos miraban extrañados.
— Sí. Es lo mejor.
Ella se irguió en su asiento.
—Miren —se refería a ellos— nosotros descubrimos, gracias a Perseto... que en realidad se llama Cetta, que ellos traman algo. Les borran la memoria a todo el que no participe. Y luego ellos ya no saben nada. Cetta, él... bueno, logró escapar —Cetta asintió— por eso nos lo dijo. Muchos de los que han perdido en Los Combates, no se les ha vuelto a ver. Como a tu amigo, Luna. Creemos que tal vez, no sólo les borran la memoria, sino que los hacen desaparecer. Queremos saber qué es lo que esconden, y por qué lo esconden. Y por eso estamos aquí. Además Cetta tomó el lugar de un amigo suyo: Perseto. Esperamos que no le digan a nadie. Confío en ustedes. Y creo que ahora con esta información querrán participar. ¿Estoy en lo cierto?
—Yo estoy con ustedes, estrellos —Dijo Luna— cuenten conmigo.
—Soy Rosa —dijo Lored— No puedo dejarlos sin ayuda. Y no puedo dejar esto sin solución, o me sentiré muy mal. Yo les ayudo.
Todos miramos a Flia. Que era la menos arriesgada. Que tal vez no hubiese querido hacerlo.
Por la mirada en sus ojos, parecía que de verdad no quería hacerlo. Y lo entendería, pero me gustaba la idea de que, al ella saber, estar con nosotros.
— Chicos, eso va contra todas las reglas, e incluso podríamos morir en el intento. Pero una vida sin riesgos no es vida. Y si no nos aventuramos alguna vez a un riesgo, jamás viviremos lo suficiente. —Tragó saliva—. Sé que me arrepentiré de esto, pero... cuenten conmigo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top