Capítulo 15

Estaba en una extraña área, tenía un color verde en el suelo, azul en el cielo, y una extraña picazón en mis brazos que estaban apoyados en el piso.

Me di cuenta de dónde estaba: La Tierra.

Estaba en ese extraño lugar que Kano nos había mostrado antes. Él nos dijo como se le llamaba, aunque no recordaba el nombre, pero estaba seguro de que era ahí.

Comencé a correr. No pasaron ni dos minutos, cuando me topé con una multitud de los habitantes de la tierra. Los humanos eran igual a nosotros. Todos estaban gritando y corriendo hacia mí. Estaban claramente enojados.

— ¡Atrapen a ése alíen! —gritó un hombre. Di vuelta buscando alguna señal de alguien a quien conociera.

"Cetta" grité en mis pensamientos "Lífsero. ¡Ayúdenme!"

Pero no recibí respuesta.

Me atraparon.

— ¡Llévenlo al centro! —gritó el mismo hombre.

Me tomaron por los brazos. Me ataron con sogas gruesas. Manos y pies atrapados e inmovibles. Las sogas rozaban mis extremidades y las quemaban, lenta y dolorosamente.

Los humanos me tomaron y elevaron en sus brazos. Estaba en el aire, sostenido por los brazos de tres hombres bastante molestos. Intentaba zafarme de los amarres y sus brazos retorciéndome como si me estuviese convulsionando, pero no lograba más que hacerme daño y que me golpearan varias veces para que me quedara quieto.

"Lífsero" grité de nuevo "Por favor ayúdame"

Nada.

"Cetta" llamé "Amigo"

Pero aún no tenía respuesta.

Estaba comenzando a marearme..

Me llevaron cargando por un lugar lleno de destrucción. Extrañas calides de mil formas, destrozadas, estrelladas unas contra otras. Nidos sin techo, sin puertas, sin ventanas. Humo saliendo de todos lados. El cielo se tornó rojo. Los árboles, ahora sólo se veían como manos negras con grandes uñas. La luz de la estrella madre azotando con fuerza por todos lados.

Luego llegamos a un lugar donde había más personas.

Todos estaban en un círculo gritando y maldiciendo. Los que me cargaban, atravesaron el tumulto y llegaron hasta un lugar en medio de todos, donde había más estrellas:

Girio. Proteo. Kano. Astón. Luna. Lored. Flia. Lífsero. Cetta. Los otros ganadores. (A los que no les vi las caras)

Y me colocaron junto a todos ellos.

Estaban inconscientes. No se veía como que pudiesen despertar. Pero no estaban muertos, o ya se habrían convertido en polvo de estrella, como el que estaba esparcido por todas partes, indicando que ya habían muerto otras estrellas.

Nos ataron a unos palos de madera enterrados en el piso.

Mi pelo estaba cayendo sobre mi cara. No podía moverlo y estaba picando en mis ojos. Eso provocaba que los cerrara. Comencé a escuchar más gritos de los que había antes de que yo llegara.

— Es hora de que mueran como han hecho morir a tantos de nosotros —gritó el mismo hombre de antes.

Escuché los pasos de alguien acercándose. Me puso de pie y me dio un golpe en la mejilla izquierda. Eso sacó el pelo de mis ojos, pero no pude verlo hasta que lo jaló e hizo que mi cabeza fuera hacia atrás.

Era un hombre grande. Con el pelo y los ojos totalmente negros. Tenía barba de unos días creciendo en su cara. Sus cejas eran más pobladas que las mías y su piel era morena.

— Espero que estés listo para morir, alienígena —me dijo con furia en sus voz y sus ojos—. Ustedes mataron a toda mi familia. Y es lo que yo haré con ustedes. Matarlos a todos.

Había más personas poniendo de pie a las otras estrellas. Ellas ya no estaban inconscientes, las habían abofeteado como a mí para que desertaran.

Los humanos se alejaron unos metros y luego levantaron algo extraño y negro. El hombre apuntó a mi cabeza, contó del tres al cero y se escuchó un "Boom" a mi izquierda.

Una explosión de polvo de estrella hizo que mi pelo volara. Luego otro. Y otro. Podía ver el polvo de estrellas volando a mí alrededor.

Sabía que todos estaban muriendo, pero no podía ni siquiera gritar o voltear a ver quién era. Estaba llorando sin darme cuenta, sabía que mis amigos eran parte de ellos, y que no podía ayudarlos.

Y luego llegó mi turno: se escuchó el "Boom" frente a mí y sentí un enorme dolor en mi cabeza.

Desperté más agitado y sudado que nunca.

Estaba gritando y moviéndome como si me quisiera liberar de los amarres de mi pesadilla.

No podía respirar normalmente, me costaba trabajo. Traté de calmarme, y aunque al principio no dio resultados, fui relajándome poco a poco.

Miré el reloj, me di cuenta de que para este momento ya era hora de despertar. Aseé mi cama. Y me metí a bañar. Cuando salí y me vestí, no podía encontrar mis zapatos, pero, y no sabía cómo, habían llegado hasta el final de la escalera de mi parte del cuarto.

Extrañamente, no vi a Flia en su parte del cuarto. No sabía si la encontraría en los entrenamientos, en la prueba o a la hora de dormir. Pero sabía que, con lo recta que es, tendría que seguir todas las reglas.

No la encontré a la hora del desayuno.

— ¿Dónde está Flia, Ficseto? —preguntó Luna.

— No lo sé —dije— desde que desperté no la he visto.

— ¿Adónde pudo haber ido? —preguntó Lored.

— No tengo idea.

El desayuno fue muy silencioso. Yo quería que alguno dijera algo para no recordar lo de esta mañana, pero nadie dijo nada.

Después del desayuno, Lífsero me llevó con ella, lejos de Cetta y los demás.

— Pude ser que esto te suene extraño —dijo ella—. Sólo dime si esta mañana despertaste después de una pesadilla y perdiste tus zapatos.

— ¿Qué?

— ¡Tus zapatos, Ficseto! ¿los encontraste en la escalera, no?

— Pues sí, pero... ¿cómo lo supiste?

— Primero cuéntaselo a Perseto. Él también tiene que saber eso, y cómo lo supe yo.

Después de que me llevó arrastrando hasta donde estaba Cetta, de que los llevara a mi habitación, de que le conté a Cetta lo que pasó conmigo, de que sonriera y me dijera por cinco minutos que él conocía a un cazafantasmas, y de que le dijimos que Lífsero ya lo sabía preguntó:

— ¿Y tú cómo lo supiste?

— Es algo que he querido contar desde antes, pero no sabía cómo. Y tampoco estaba segura de si era algo serio, o sólo casualidad. Pero ahora con esto, sé que tengo toda la razón.

— ¿Qué pasa, Lífsero? —pregunté.

— Gerlos... —tartamudeó— creo que puedo ver el futuro.

Cetta rio.

— Claro —dijo— y yo tengo una tercera pierna.

— ¡Hablo en serio, Perseto! —espetó.

— Pero... —comenzó a decir.

— Deja que se explique —interrumpí.

Lífsero miró de nuevo al suelo. No se veía del todo segura, pero sí bastante nerviosa.

Miré a Cetta apretando las cejas.

— Antes —continuó ella— en plena clase, vi a Ficseto corriendo en su viaje astral. El mismo día que él estaba raro y dormido.

Y recordé que también lo había visto yo.

— Y por último —concluyó— Vi a Ficseto muy agitado en su cama despertando, incluso podía sentir que tenía miedo. Y unos minutos después vi que sus zapatos estaban al final de la escalera.

— Sabes, Lífsero —dijo Cetta— Yo también creo haber visto algo.

— Perseto, deja de burlarte —le espeté usando su otro nombre.

— No es burla —aclaró—. De verdad, tuve la misma visión que Lífsero de cuando te vio corriendo. Creí que era un sueño bizarro. Pero al parecer me equivoqué, es exacto lo que vimos después el día de tu viaje astral. Se los había contado antes.

— El día que me quedé dormido en clase —dije, mirando al piso— me vi a mí mismo corriendo por un pasillo, y era exactamente como lo que viví en el viaje astral de cuando nos enteramos de Girio Vertic.

— Son las mismas cosas que yo he visto, gerlos —dijo Lífsero—. ¿Qué creen que esté pasando?

— Tal vez sea algo normal —sugirió Cetta— Tal vez sólo coincidencias.

— Pero, ¿tres veces? —Refunfuñó— ¿y varias estrellas a la vez?

Miré al piso una vez más. Es lo que solía hacer cuando me ponía a pensar. Nada se me ocurría. No encontraba una forma en lo que eso fuese una coincidencia, y no encontraba una explicación lógica.

— Eso no puede ser normal, amigos —dije.

— ¿Por qué no lo vemos como coincidencia? —preguntó Cetta.

— ¿Crees que lo sea? —preguntó Lífsero más bien con tono de ridiculizar.

— ¡Sí! —gritó Cetta— ¡a veces pasa!

— ¡No me grites! —respondió Lífsero.

— ¡Tú me estás gritando también!

— ¡Oigan! —tercié—. Cálmense.

— ¡No pienso soportar que me griten! —espetó Cetta y salió del cuarto.

— ¡Perseto! —grité, pero ya era tarde.

Cetta azotó la puerta con un ímpetu increíble. Lífsero me tomó del brazo cuando intenté correr por él. Y me miró con sentimiento.

— Deja que se le pase un poco —sugirió—. Seguro que es el estrés de la competencia, recuerda la última vez que se puso así. Luego vamos y me disculpo. Fue más culpa suya, pero creo que es recomendable hacerlo así.

Fuimos a mi cama. Y nos acostamos juntos de la forma en que lo hacíamos antes de que todo esto comenzara: su cabeza estaba en mi hombro, y de una incómoda y muy relajante manera, mi cabeza estaba en el suyo.

Sentía su cara cerca de la mía, y no podía voltear a verla, pues, con la forma en que estábamos juntos, ni siquiera era posible girar un poco la cabeza. Su pelo estaba en mi oído, y hacía cosquillas, como siempre, y mi pelo, aunque nunca lo vi, sabía que era tan largo que caía en su pecho.

— ¿Crees que fue un buena idea entrar aquí? —preguntó después de un rato.

— Ni un poco —contesté.

— ¿Y por qué lo hicimos?

— Porque somos ímeros, ingenuos, testarudos, y muy, pero muy idiotas, tanto que creímos que podíamos detener algo que era más grande que nosotros, que no sabíamos siquiera, de lo que se trataba, y que al parecer no necesitaba ser detenido.

Ella rio un poco.

— Creo que era mejor cuando seguíamos las reglas de todo el planeta Álligi, y tener los colores que nos dictaban y la función de Astéri.

Suspiré.

— No debimos entrar —dije.

— No —concordó Lífsero— Jamás.

***

Después de un rato de pláticas, plañidos, desconsuelos, unas lágrimas, y bastantes risas, decidimos ir a la habitación de Cetta para asegurarnos de que estuviese bien y de que no nos odiara.

Tomamos el elevador desde el piso 2 al piso 1. Caminamos un largo tramo hasta llegar a la habitación 22. No tocamos la puerta, sólo la abrimos, y nos dimos cuenta de que sí debíamos hacerlo:

Cetta y Lored estaban juntos en la cama del Rosa, estaban uno encima del otro, besándose, y no llevaban puestas las camisetas.

En cuanto nos vieron se despegaron uno del otro.

— ¡Ficseto! —gritó Cetta.

— No vimos nada —dije—. Ya nos íbamos.

— No esperen —gritó Lored.

Nos detuvimos, Lífsero se veía muy extrañada, yo no sabía qué pensar, no sabía si alegrarme por Cetta, o salir corriendo de la vergüenza que sentí por haberlos visto en un momento así.

Nos sentamos en la misma cama que en la que ellos estaban, mientras se ponían de nuevo la camiseta.

— Déjenme llamar a Luna, y si encuentro a Flia también —dijo Lored.

Cerró los ojos, subió su cabeza y puso dos dedos en cada una de sus cienes. Él siempre intentaba bromear con algo, al igual que Cetta, no era tan sorprendente que fuesen tal para cual.

— No encuentro a Flia —aclaró— Pero ya llamé a Luna.

Después de diez minutos llegó Luna a la habitación.

— ¿Qué es eso tan importante que querían contarme? —preguntó al entrar— ¿Ya encontraron a Flia?

— No —contesté.

— Eso tan importante es cosa nuestra —Dijo Cetta.

— Es algo que hemos estado pensando contarles —continuó Lored— y bueno, no teníamos pensado decirlo ahora, pero Ficseto ya sabe.

— Sólo díganlo, estrellos.

— Perseto y yo somos pareja —dijo Lored al mismo tiempo que Cetta decía—: Lored y yo somos pareja.

— ¡Aaaah! —gritó Luna con la expresión de emoción más grande que había visto en mi vida.

Yo sonreí, Lífsero abrazó a Cetta, Lored y yo chocamos los puños y luego Cetta y yo, mientras Lífsero abrazaba a Lored. Luna seguía entusiasmadísima y estaba seguro de que casi lloraría. Todos estábamos felices, o ya lo había visto, pero me alegré de que nos lo contara.

— Por eso es que he estado de malas —aclaró Cetta— No me gusta, y me disculpo, pero tener que ocultarlo me estaba matando un poco. Además de la presión de los Comates y esto y mantener secretos...

— Siempre lo supe —dijo Luna levantando los puños.

— Me alegro mucho —se escuchó la vos de Flia en la puerta.

Todos miramos en esa dirección. Efectivamente Flia estaba de pie ahí, tenía los ojos hinchados y una gran sonrisa en la cara.

— ¡Flia! —fui el primero en reaccionar.

Corrí y la abracé.

— También te extrañé, niño —dijo siguiendo el régimen de usar enjuague de la tierra.

Todos los demás también corrieron a ella, la abrazaron, Lored le dio un par de besos en la cabeza exagerando su emoción. Cetta de alguna manera se hizo llorar a sí mismo. Flia tomó todo esto muy bien y rio junto a nosotros.

— ¿Dónde estuviste todo el día?

— Pues... Me di cuenta de que no hemos progresado demasiado con nuestra investigación. Decidí hacer algo productivo. Me escondí donde nadie me vio...

—Y sí que funcionó —dijo Cetta dando un codazo a Lored mientras ambos sonreían.

—... y comencé a buscar más información.

Nos miramos unos a otros y después de unas cuantas miradas y sonrisas de entusiasmo dejamos que Flia continuara hablando.

—Me topé con cómo serían las siguientes pruebas, y ya sé qué debemos hacer para ganarlas.

— ¿Qué debemos hacer? —preguntó Cetta entusiasmado.

Yo no quería verme grosero, pero sabía que no quería seguir ganando los combates. No dije nada, sólo me quedé callado para que nadie pensara lo que no quería que pensaran.

— Hoy será su prueba de control de miedo —dijo ella— y...

***

Comenzó la prueba. Cada uno pasaba según su color, esta vez no había equipos, sólo pasábamos de uno en uno hasta que llegara tu turno. Flia nos dio unos consejos de cómo superar la prueba, aunque esta no era algo con un truco, existían diferentes estrategias. Lo típico: mantener la calma; respirar profundo todo el hidrógeno que podamos; pensar en un lindo grifinmo manso; y cosas por el estilo.

Veía cómo pasaban las estrellas anteriores a mí. Los tres Rojo que aún quedaban, Astrid Mix... Tori Mix, y luego yo.

— Ficseto Hesra —dijo la voz de Astón en el amplificador de ruido.

— Suerte, Ficseto —dijeron al tiempo Flia y Lífsero.

— Que te diviertas —me deseó Cetta.

Entré al piso cero, pues lo habían convertido en una pequeña habitación y los que no debíamos estar adentro, nos dejaron esperando en un pasillo. También agregado. Me encontré con un de los sillones que habíamos usado en la prueba de viaje astral, pero esta vez no estaba conectado a ninguno otro, y no tenía color, era gris.

— Siéntate, Ficseto —pidió Kano.

Me acerqué al sillón y me senté en él. Estaba más duro que la última vez, pero más cómodo también.

— Pondré esto en tu cabeza —dijo Proteo.

Me mostró un extraño aparato semiesférico. Tenía mil cables conectados alrededor. Me lo colocó en la cabeza y me di cuenta de que pesaba más que yo.

Debía haber hecho un gesto o expresión porque dijo:

— Recuéstate y no pesará tanto.

Hice lo que me dijo. Puse mi cabeza en el respaldo del sillón y me relajé. Kano presionó unos botones en la pared y mi sillón se hizo hacía abajo para quedar como camilla. Luego presionó otros botones más y comencé a sentir mucho sueño.

— Creo que es más que obvio que lo que deberás hacer es controlar tu miedo —explicó—. Este aparato busca en lo más interno de ti qué es lo que más te asusta y lo convierte en realidad para que con tus propios méritos —dijo haciendo énfasis— controles tus reacciones, tu cuerpo y tu mente. Entre más asustado estés, más fuerte se volverá, y mientras más te relajes irá acabando. ¿Entiendes?

— Sí —contesté cortante.

— Muy bien —continuó— terminemos de una vez.

Volvió a presionar más botones en la pared y me quedé dormido sin más.

Desperté rodeado de polvo de estrellas. Había por todos lados, en el suelo, en el aire, en las paredes... paredes... estaba encerrado. No había puertas ni ventanas cerca. Simplemente parecía un cubo de piedra.

Luego apareció un rayo de luz justo en medio del cuarto. El techo se caía en pedazos y no tenía a donde correr. Comenzó a caer más rápido y me pegué a la pared. Estaba cayendo con más rapidez y no sabía qué hacer. Pero no sentía miedo.

La pared donde estaba yo comenzó a temblar. También caía.

Todo se volvió polvo. Y me di cuenta de que en realidad estaba encerrado en un cubo de cristal. No había nada ni por arriba ni por debajo de él. Sólo el polvo de estrella que volaba alrededor mío.

Estaba volando en el aire y no veía suelo cerca.

¿Por qué había polvo de estrella volando? ¿De quién era?

Miré a los lados del cubo, y miré atrás, a donde no había mirado.

Lored. Luna. Flia. Estaban cada uno en una plataforma que caía en pedazos. Lífsero y Cetta no estaban.

Pensé lo peor: Ellos no estaban, y en el aire había polvo de estrella.

Para este punto sí estaba bastante asustado.

No podía salir de ahí y ayudarlos. Estaba más que asustado.

Me moví hacia atrás. Corrí lo más rápido que pude. Golpeé el cristal.

El cristal se rompió en pedazos y comencé a caer, pero caí en un montón de tierra. No había visto que había tierra bajo el cubo, y probablemente acababa de aparecer.

Me puse de pie y corrí hacia las plataformas. Vi como la de Luna era la más deteriorada y la que, probablemente, caería primero. Me posé bajo ella y esperé a que Luna cayera.

Ya no había mucho peligro pues ya había suelo, pero aun así podía salir lastimada. Esperé a que cayera, y en ese momento me di cuenta de que me estaba hundiendo. Mis pies estaban bajo la tierra, y cada vez más estaba más abajo. Mis rodillas, mi cintura, mi estómago. No podía moverme nada, sólo tenía los brazos fuera, y eso era tan inútil para ayudar a mis amigos que tenía aún más miedo. Y vi que Luna cayó. Logré atraparla. Y me hundí por completo.

Estaba bajo la tierra en un lugar terriblemente oscuro. Literalmente sólo podía ver mi nariz y nada más. Luego recordé que en clase de Astronomía Y Su Influencia En Las Estrellas Cósmicas estábamos estudiando un planeta llamado Ínfumo, el planeta en el que la luz de su estrella madre no podía entrar. Estaba seguro de que era ahí. Pero, ¿por qué estaría yo ahí si no le temo a la oscuridad?

— ¡Ficseto! —Escuché el grito de Lífsero— ¡Perseto! ¡Gerlos ayúdenme!

Intenté escuchar de dónde provenía ese grito, pero había algo que no me permitía oír bien. Era prácticamente inútil, sin ojos, sin oídos. Sentí que algo golpeaba mi hombro.

Su piel era más fría que la de cualquier estrella cuando estábamos en los últimos cincuenta días de los trescientos ochenta y cinco. Creí reconocer la sensación de esta piel.

— ¡Ficseto! —escuché un grito de nuevo, pero esta vez en frente de mí.

— ¡Lífsero! —dije y tomé sus brazos— ¿Eres tú?

— Sí soy yo —dijo— No puedo ver nada. ¿Dónde está Perseto?

— No lo sé. Pero...

Sentí cómo me volvía a sumergir en el suelo. Lífsero me soltó y yo me hundí.

Reaparecí en un lugar aún más extraño. El cielo era totalmente rojo, y se movía con tal rapidez que me sentí mareado. En la misma clase, el profesor me había explicado sobre este planeta: Vángora. Un planeta lo suficientemente extraño como para calentarse al extremo, y en menos de cincuenta y seis días, que es lo que duraba medio año, llegaba a estar tan frío que cualquiera que no viviese en este planeta, moriría. Ya hacía bastante frío de por sí.

— ¡Ficseto! —Era Cetta— ¡Ficseto acá arriba!

Miré hacia dónde provenía la voz de Cetta y lo vi, estaba sobre una gran colina, cerca de un vídex. Corrí para subir hasta donde él. Subí la colina y otro vídex me saltó encima. Se posó sobre mí con una de sus patas, y con sus garras rasgó mi brazo izquierdo.

No entendía por qué había vídex en este planeta, porque esos eran creaciones del nuestro. Pero estaban ahí. Cetta estaba asustado, y yo lo estaba más. Quería ayudarlo, quería salvarlo, pero no podía. Estaba en las mismas circunstancias que él.

Quise golpear al vídex sobre mí, pero cuando lo hice, una de sus púas atravesó mi puño. Logré hacerle muy poco daño, pero muy poco. Aun así fue lo suficiente como para librarme de sus patas.

Corrí hasta donde estaba Cetta esquivando al vídex.

— Perseto —dije y lo ayudé a levantarse.

— Ficseto —me tomó por los hombros— ¿Estás bien?

— Claro, ¿qué vamos a hacer?

Me tomó de los brazos, y en un movimiento que no predije, me elevó e hizo que mis pies golpearan la cabeza del vídex. Eso logró que se moviera y también nos viera el otro vídex, que inmediatamente se lazó hacia nosotros.

El primer vídex se lanzó sobre el segundo, y comenzaron a pelear entre ellos. Eso nos dio tiempo para correr y alejarnos de ellos.

Bajamos la colina y corrimos hasta el otro lado del área. Ahí estaban los vángoreanos. En estos dos planetas sólo había vida animal, no la conocíamos porque ninguna estrella se había atrevido a viajar a ellos, pero asumí que los animales que vi eran sólo como me imaginé que serían.

— Corran —se escuchó una voz humana— entren ya a sus madrigueras (ellos vivían bajo la tierra) el día cincuenta y seis comienza en un minuto. —No sabía de dónde provenía esta voz, pero ambos decidimos hacerle caso.

Corrimos, sólo para buscar una madriguera vacía en la que pudiésemos entrar y permanecer ahí un rato, porque, en clase habían dicho que en el día cincuenta y seis llegaba una enorme ráfaga de aire frío y golpeaba todo el planeta.

Tenían que esperar cinco minutos mientras pasaba, para no morir congelados, y era lo mismo cuando llegaban al sol. Sólo que cuando era el sol lo que pasaba era que si no entraban morían quemados. No era un buen lugar para vivir.

Encontramos un agujero en el suelo, no tenía puerta, y cabíamos perfectamente los dos. Entré en él, Cetta entró después.

La ráfaga comenzó, podíamos ver el viento golpeando todo fuera del agujero. Cetta se retorcía, pues él estaba en la parte de arriba del agujero.

Cuando terminó, Cetta, con muchísimo esfuerzo salió del agujero, y luego yo.

Él se tiró al suelo.

— Ficseto —dijo entre quejidos.

Me tomó del hombro.

— Ficseto, ayúdame —dijo.

— ¿Qué pasa? —comencé a preocuparme.

Se dio la vuelta para quedar boca abajo. Vi su espalda, estaba totalmente congelada.

— ¡Perseto! —grité.

Me asusté mucho. Nunca había presenciado algo así. Mi amigo se estaba muriendo con la espalda ocngelada.

—¿Qué debo hacer? —les pregunté.

—No hay como ayudarlo —dijo la voz— morirá.

—No, no puede —grité— acabo de salvar a Luna, y a Lífsero... no puedo dejarlo morir.

— Pero ya no hay forma...

— ¡Tengo que hacerlo!

Me quité toda la ropa que tenía encima, y se la puse toda en la espalda. Tenía mucho frío, pero no podía dejarlo morir. Me recosté sobre su espalda ára darle de mi calor, pero en cuanto lo toqué comencé a sentir que me quemaba el frío.

Cetta se fue sintiendo mejor en pocos minutos.

El suelo me absorbió.

Desperté de pronto en el mismo lugar donde empecé: el piso cero.

— Muy bien, Ficseto —dijo Kano— hemos terminado.

— ¿Qué fue todo eso? —pregunté.

— Tus miedos —contestó Proteo—. Como se te dijo, la maquina busca en lo profundo de ti y refleja en realidad virtual todos tus miedos, o por lo menos algunos de ellos.

» Ahora si te preguntas cuáles son, son los que algún día has visto, como por ejemplo el planeta oscuro, Ínfumo, el planeta extremo, Vángora, los lugares encerrados, como el cubo en el que estabas encerrado, los vídex, y lo más importante, al parecer, ver a tus amigos en peligro.

» No estoy seguro de qué exactamente te da miedo, si verlos en peligro, o no poder ayudarlos en esa situación, no me quedó muy claro porque los resultados variaban.

— ¿A qué se refiere?

— No salvaste en sí a Luna, te hundiste antes de comenzar a hacerlo. Lífsero no estaba en peligro, pero te hundiste al encontrarla, y cuando salvaste a Perseto del vídex, no terminó hasta que lo viste a punto de morir y lo ayudaste. Lo viste recuperándose, pero no supiste si lo hizo o no.

— No tenía idea de que le temía a tantas cosas.

— Nadie lo sabe —terció Kano—. Nadie sabe a qué le teme en realidad, hasta que está en frente de ello.

Me quedé mirando al suelo, pensando en todo lo que pasé ahí.

— ¿Alguna duda, Ficseto? —preguntó Proteo.

Lo miré confundido, no sabía ni siquiera qué estaba pasando, entendí por qué los que salían del piso cero después de haber estado dentro estaban tan patidifusos. Miré a Kano, miré a Proteo.

— Sí, tengo una duda.

Me quedé callado en vez de decirla.

— Adelante —dijo Kano haciendo un gesto de énfasis.

— ¿Cómo se califica esto?

— Simple, el tiempo con el que se resuelve cada una de las pruebas, y cuántas son.

— ¿Y cómo va hasta ahora?

— Bueno —dijo él— hasta ahora van sólo siete personas, pero con cuatro pruebas distintas, cinco miedos, y mucho tiempo que tardaste en resolverlos, tal vez no ganes hoy.

— Está bien —respondí— No importa.

— Puedes salir, gracias —finalizó—. Por cierto, Ficseto, no puedes decirle a nadie qué viste en tu prueba. ¿Está bien?

Asentí.

Salí del piso cero. Me tenía que quedar en el pasillo porque así eran las reglas, pero en ese momento sólo quería irme a dormir un par de horas.

— Ficseto —dijo Flia— ¿qué pasó?

— No lo sé —contesté— me volví loco.

— Tardaste casi una hora ahí adentro —se preocupó Lífsero—. Los demás sólo han tardado máximo veinte minutos.

— Lo sé, me lo dijo Kano. Si no gano está bien, sólo quiero que esta prueba termine e irme directo a dormir.

— ¿Y la cena, amiguito? —preguntó Cetta.

— Sólo quiero que esta prueba termine, ir a comer, e irme directo a dormir —corregí.

— Bien dicho, estrello —dijo Luna, riendo.

Pensé en ellos, Luna, Cetta y Lífsero, mis tres amigos a quienes tuve que salvar, y sólo pude salvar a Lífsero. Lo dijo Kano, no me quedé a ver si Luna y Cetta estaban bien, no sé si los salvé.

Me sentí culpable una vez más, y, al contrario de siempre, no pude pensar en una razón para dejar de sentirlo.

La estrella siguiente pasó.

Yer Rel.

Tardó sólo quince minutos.

Luego pasó Lífsero, la espera me pareció infinita, pero salió en menos de veinte.

— ¿Qué tal, amiguita? —preguntó Cetta.

Pero Lífsero se veía tan confundida como yo.

— Estuvo bien —dijo—. Creo que ha sido mi peor desempeño en todo lo que va de Los Combates, en todo lo que va de mi tiempo en la escuela, y en todo o que va en mi vida.

Lo era, porque ella lo hacía todo muy bien.

Fueron pasando las demás estrellas. Color a Color. MARRÓN. ROSA. ESCARLATA.

Nadie tardó más de media hora.

Llegó el turno de mi amigo vestido de azul. Salió después de diez minutos. Sólo diez.

— ¿Cómo te fue, Perseto? —preguntó Lored.

— Estuvo genial —dijo entusiasmado—. Golpes, patadas, monstruos, y sólo me tocó un prueba, creo que yo ganaré esta.

— Felicidades —le dije sonriendo ligeramente.

— Muchas gracias, amiguito —respondió—. Ya no puedo esperar a que den las puntuaciones para poder restregarles en la cara mi logro.

Lored rio.

— Qué bueno que yo no compito —dijo—. Pero yo te entrené, así que el crédito también es mío.

— Está bien —acordó Cetta—. Pero si alguien llega a salir en menos tiempo que yo... y dudo que sea así, tú serás el culpable.

Lored abrazó por el cuello a Cetta y restregó su puño en su cabeza.

Mi amigo me hacía reír aunque estuviese vanagloriando.

Después de que todas las estrellas pasaron, Astón, que nunca supe dónde estaba, salió y pido que nosotros entráramos.

Al entrar, el piso cero ya no era una habitación, era como siempre había sido.

— Muy bien —dijo Kano—. Todos preguntaron sobre cómo se realizaría la calificación de esta prueba antes de salir, así que no hay necesidad de que se las diga. Ya saben cómo es

— Bueno —entró Proteo— las puntuaciones quedan con:

» Cinco puntos para Perseto Low, que resolvió su único miedo en diez minutos.

» Y puntos extra para Lífsero Swir, Sóltar Mirco, y Sonos Mum.

» Y hubo alguien que hizo trampa. No podemos decir cómo, porque eso viola la regla de no decir nada de lo que pasa dentro, pero podemos decir que, Mus Pis, tiene tres puntos menos.

— Pueden retirarse, jóvenes —finalizó Kano.

Salimos del piso cero.

Dormimos un rato, pues Lífsero y yo lo necesitábamos de verdad.

Flia me despertó a la hora de la cena.

Cené.

Me bañé.

Y volví a dormir.

No tenía humor de seguir despierto este día.


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