Sensualidad al máximo exponente
Las semanas pasan y Mayra sigue igual. El coma inducido sigue siendo necesario, porque su cuerpo no tiene una sola defensa con la que combatir nada. Sigue tan delicada como cuando ingresó, y visitarla es un martirio digno del tártaro. Hay que ponerse un gorro esterilizado para el pelo, una especie de batín a juego y algo que recubra el calzado; también mascarilla. Nos dicen que hablarle es bueno, que ella puede escucharnos, pero no sé qué decirle cuando voy, y a veces rompo en llanto. Quiero ayudarla a salir de ahí, pero son las medicinas y su cuerpo los que lograrán tal artificio, yo soy como un Pepito grillo sin mucho éxito. Me duele verla así, tan indefensa, es como una Bella durmiente sin nada de bello en ello. Le pido que resista, que luche como pueda, pero a veces me doy cuenta de que no vocalizo esos pensamientos, los rezo como si ella fuese omnipotente.
Cian logra ser más convincente, su ánimo al hablarle es digno de admirar. Cualquiera diría que hace esto todos los días o que no ve el cuerpo inerte que hay ante él; cada día me deslumbra más con su manera de ser. Yo solo soy capaz de contar los minutos que quedan para poder irme de allí. Me fastidia no ser válida para estos menesteres, pero no lo soy. No soy de esas personas que sacan a los demás del fango ni sabe cómo hacerlo. Mi optimismo y mi energía se la comen estos muros en cuanto los atravieso y me odio cada vez que vengo por ello.
Lo bueno es que en este tiempo, la abogada que contrató Senén hizo un descubrimiento importante para el caso de su clienta, por lo que, si todo sale bien, la condena podría expirar y quedar en algo como servicios comunitarios. La vi en una ocasión en casa del psiquiatra, en una de mis quedadas con Cally. Una mujer segura y dinámica, con una habilidad para ocultar emociones envidiable. Lamentó el estado de la informática y siguió con el caso, a pesar de que este parecía zanjado. Al padre de Mayra lo asesinaron porque no llegó a entregar la información que robaron, y la abogada cayó en la cuenta de que esos documentos no fueron mostrados públicamente en ningún lugar de la red (lo que en teoría sería el objetivo al sustraerlos). Al final consiguió averiguar su paradero —el cómo lo hizo, ni idea—. Siguen en el pen que la informática usó para guardarlos. Digamos que fue la última buena acción del padre de Mayra y la despedida que dejó para su hija. Hay una maldita carta, que acompañaba al dispositivo de memoria. Curiosidades de la vida, quien estuvo en posesión de todo esto fue uno de los compañeros de Cian de AA, y antiguo amigo del padre de Mayra. Juro que flipo con las vueltas que da la vida y lo enrevesada que es a veces. Hace años, ambos estaban trabajando juntos en negocios turbios, cuando uno decidió no cambiar sus pasos, y el otro se empecinó en que la vida no podía depararle solo eso. Fue una lástima que no entregara antes esa información a las autoridades, pero al parecer tenía órdenes de solo darlo si el juicio contra Mayra era desfavorable y si no, destruirlo. La profunda investigación de la abogada fue increíble, porque fue ella a él y no al revés, como debería haber sido. Sea como sea, la empresa ha recuperado esos datos y no sé exactamente a qué especie de acuerdo pretende llegar la letrada con ellos, pero sé que pronto lo conseguirá.
Por mi parte, bueno, digamos que me he refugiado en Calha y el sexo. No perdono ni un solo día, sea por la semana o el finde, y ella tampoco. Nuestros encuentros son cada vez más prolongados y más invasivos. Nos damos placer con rabia, con frustración y desesperación. ¿Consecuencia? Unos orgasmos demoledores que me impiden andar por minutos. En principio no suena mal, pero no puedo evitar cuestionar a qué recurriremos cuando eso no sea suficiente. Ella está andando por la cuerda floja con demasiada soltura. Ya se mensajea abiertamente con Jacob y lo que antes eran un par de mensajes, ahora son un aluvión constante. Siempre está pegada al móvil y con una sonrisa que no le había visto en la vida. Es feliz y se la ve tan emocionada que temo por ella en ocasiones. No quiero que se lleve otro batacazo y sé que ella se siente igual, por eso se ampara en mí. Nos hemos vuelto mucho más atrevidas y hemos explorado cosas nuevas para distraernos, en la intimidad. Cada día llego más tarde a casa y que Cian me reciba con una sonrisa divertida, me descoloca. No me ha censurado en ningún momento. ¿Me mosquea su actitud? Desde luego. ¿Que aunque me dijera algo me daría igual? Pues también, porque llego tan agotada, que las fuerzas me fallarían hasta para una conversación densa. Según me levanto, escojo ropa de la que sea fácil desprenderse. No quiero perder el tiempo y sé que mi amiga tampoco. Aún no sé ni cómo no nos lo hemos montado en la empresa. Hay días que viene por mi oficina solo para susurrarme cosas al oído que me encienden en el acto. En esos días sé que necesita de mi entrega total y de momento no le he dado motivos para quejarse. Me voy tan satisfecha de su casa como la dejo a ella. Esos breves instantes en los que el placer me asalta todo es menos importante. Si pudiera alargarlos más, me quedaría en ellos. No obstante, cada día nos cuesta más mantener el ritmo. A veces nos distraemos y tenemos que recordarnos la emoción del momento, algo que si estuviésemos bien, no tendríamos que hacer.
—No sé qué hacer, Nec —dice besándome en el cuello.
Ya estamos desnudas. Cally es muy rápida en dejarme en pelotas. Dice que a pesar de estar pillada por Jacob, disfruta viéndome desnuda. Y cito textualmente: «Eres como mi vídeo porno favorito». Ahora está comentándome sobre lo último que le ha pedido su ex, algo que cambiará todo decida lo que decida. Jake quiere que queden a solas. En principio es solo a tomar algo en un sitio público, pero mi amiga no se fía de ella ni tampoco acaba de confiar en él.
—Dile que no —gimo cuando me lame un pezón.
—No quiero decirle que no —jadea acariciando mi humedad.
—¿Y qué quieres decirle? —pregunto apretándole uno de sus pezones.
Pega un gritito de gusto.
—No es lo que le quiero decir es lo que quiero que me haga. —Hunde los dedos en mi interior haciéndome suspirar por la sorpresa.
—¡Oh, Cally! —susurro llena de excitación—. ¿Qué quieres que te haga?
Me mira alzando una ceja como si fuese obvio.
—Quiero acostarme con él, y que me haga de todo.
La desesperación y anhelo de su rostro me apena y me corta un poco el rollo. Apuesto a que Jake desea lo mismo, pero no deberían correr tanto; no obstante, ¿quién atienda a razones en un estado así?
—Nec, necesito pedirte algo, y que no me detestes por ello.
Se detiene en su quehacer ponéndose de pie, y yo atiendo a su petición. Ha de ser algo serio, porque Calha jamás ha interrumpido estas sesiones de placer por nada, y eso quiere decir que hay algo que la preocupa lo suficiente para manifestárselo a alguien.
—¿Qué es?
—¿Te importa vendarme los ojos?
Su demanda me choca, porque no es nada raro en lo que me importe complacerla.
—Vale —digo sin más.
Se muerde un pedazo de su labio inferior con duda.
—¿Y puedes penetrarme con el dildo rosa grande?
¿Cuál es su miedo? Son solicitudes normales.
—Claro.
Aprieta los labios cambiando el peso de un pie a otro. Su vacilación me incordia.
—¿Qué sucede, Cally? Dímelo de una vez.
Respira hondo por la nariz y suelta el aire por la boca formando un óvalo con los labios.
—Quiero fingir que me estoy acostando con Jacob.
Abro mucho los ojos y sonrío sin poder evitarlo. Me mira sin entender por qué me río.
—No sé si seré tan buena como el original —bromeo.
—¿No te molesta?
Pues no. ¿En qué se diferencia esto de lo que hemos hecho hasta ahora? Seguimos fingiendo, eso no ha cambiado.
—Hacemos esto para desahogarnos y sin condiciones.
Su alivio es monumental.
—¡Eres la mejor de las amigas!
Sonrío. No creo que esto sea precisamente lo que hacen las mejores amigas, pero qué sabre yo. Sale corriendo por el cacharro que tendré que usar. No es unidireccional, o sea que yo también sentiré placer mientras se lo suministro a Calha, pero imaginarme cómo la tomaría él... Tal vez dije que sí muy rápido. Llega dando brincos con una venda y el aparato que tendré que utilizar. Los pechos le botan y me deleito en su desnudez. Ella me ha hecho entender que me atraen tanto las mujeres como los hombres, aunque solo haya sentido todo esto por ella. Atrás queda aquel momento que sentí tan humillante por pensar que ella era su hermano.
—¡Gracias! —dice tendiéndome la venda con una sonrisa.
Se gira y se incorpora un poco, porque es más alta que yo y si no, no llego a sus ojos. Le cubro con este pañuelo de seda marrón, atándolo con fuerza y le acaricio el rostro. Tiene sus defectos, pero es una mujer increíble a la que admiro un montón y se merece obtener toda la felicidad que desprende. La sujeto por la cara y la hago descender. La beso con suavidad; un beso superficial que noto cómo la enciende. Se acerca más y nuestro senos chocan rozándose los pezones. Su tibieza me enardece y el beso pasa a ser un morreo sin medidas. Gemimos con nuestras lenguas acariciándose y humedeciendo nuestras hendiduras. La empujo despacio hacia el sofá sin interrumpir nuestro besuqueo agarrándola por los brazos. La dejo caer en los cojines separando nuestras bocas y me arrodillo ante ella. Sujeto sus largas piernas y las pongo formando un ángulo de ciento ochenta grados. Calha es muy flexible y eso me permite cierta comodidad. Hundo mi lengua en sus fluidos internos y los espasmos de su cuerpo por mi invasión me envuelven. La lamo con afán, uno desesperado, y chupo su clítoris con brusquedad. Ella grita levemente arqueándose y acariciando mi cabeza. La pasión de ella es contagiosa y como me suele suceder cada vez que la pruebo, mi deseo emana a raudales de mí. Mi excitación aumenta, al igual que mi succión y mis movimientos de lengua en su zona más sensible. Me recreo tanto en el acto que me pilla desprevenida cuando se corre en mi boca. Coge un cojín para amortiguar su grito de gozo, pero yo no me detengo. Sé que puedo hacerla gritar otra vez y voy a ello. Sus piernas no han dejado de temblar, cuando una nueva oleada de estremecimientos la invade. Chilla moviéndose como una culebra, pero la retengo hasta que su orgasmo finaliza. Me levanto de entre sus piernas sonriendo satisfecha. Me encanta verla tan expuesta. Desde la primera vez que le realicé sexo oral, comprendí por qué ella quería poseerme. Es un sentimiento que ensalza el ego de una. La confianza que depositan en ti, el placer que originas, la satisfacción en el rostro de la persona a la que has conquistado. ¡Oh, sí! Una puede engancharse a esta sensación.
Me relamo los labios viendo como su pecho sube y baja rápidamente. Tiene los pezones terriblemente duros, alzándose en busca de atención y me lanzo a ellos. Aprieto sus pechos con cuidado pero con firmeza, hasta que jadea. Mordisqueo sus puntas combinando la acción con lametones circulares sobre su aureola.
—¡Oh, Nec! —dice fuera de sí.
—Recuerda que no soy Nec, soy Jacob —susurro sobre su oído.
La acaricio a la vez en su clítoris, todavía tierno por el asalto de antes. Calha casi ronronea aferrándome por mi culo. Bajo la mirada y compruebo el charco que se está formando en la superficie del cojín en el que está sentada. Se halla empapada y casi podría asegurar que jamás la había visto tan excitada. Lejos de incomodarme eso, porque sé por quién se moja, me animo a llevarla otra vez al límite. Es tan fácil hacerla correrse... Introduzco un par de dedos con lentitud y la acaricio por dentro aún más despacio. Vuelve a arquearse y a moverse en busca de placer. Me alejo un poco para estimular su botón con mi otra mano mientras mi boca se pasea por su vientre, en especial por los colores de su colibrí. Sigo un ritmo acorde a sus peticiones y de nuevo su cuerpo se tensa en otro orgasmo que se impregna en mi mano. Me separo de ella con mi propia excitación punzando en mi interior y cojo el dildo rosa. En ambos extremos está la forma de un pene tallada. La goma es dura y flexible, y es nuestro juguete favorito; sobre todo por sus dimensiones, tanto a lo largo como a lo ancho. Me introduzco uno de los extremos jadeando en silencio hasta que noto que tropieza. Sujeto el otro extremo con la mano para que no se doble al penetrar a Cally. La observo. Está intentando reponerse de su último clímax; sonrío con malicia. Sin avisarla, la penetro con fuerza hasta que nuestros clítoris chocan y se frotan. Su grito de sorpresa y júbilo me pone muy cachonda y empiezo a moverme, arrancándonos gemidos a las dos. Agradezco que este sofá sea más amplio que los de medida estándar (los asientos son más anchos de lo normal) o estaría incómoda para tomarla de esta manera. Mi vaivén es un tanto brusco; no obstante, sé que a ambas nos hace gozar este ímpetu. Me pongo de rodillas, a cada lado de ella, y me mezo en su profundidad. Apoyo las manos en el respaldo para darle más vigor a la acción. Cierro los ojos un momento para dejarme llevar y cuando los abro, me quedo congelada. ¡Otra vez no!
Saliendo de la habitación, que un día usé en esta casa, veo al psiquiatra, sujetando una prenda en su mano con tristeza. La distingo como la parte de arriba del pijama que llevé esa noche en que su hermana me hizo creer que era él. En cuanto se gira, con la mano en la manilla, me reconoce. Su respuesta es igual a la mía, quedarse quieto, repasando mi desnudez con sus ojos.
Cally se remueve bajo a mí y refunfuña gimiendo. Los ojos de Senén se agrandan, y yo le tapo la boca a mi amiga con la mano. Me enviste desde abajo en respuesta, y salto sobre ella jadeando por su acción. No sabe lo que ocurre, así que sus caderas toman el control desde abajo, y yo no puedo escaparme. El dildo no es fácil de sacar sin las manos.
Se me fugan un par de gemidos cuando lo miro. ¡Dios, esto no me puede estar pasando! Observarlo me entusiasma y los movimientos de Calha lo empeoran todo. No sé qué hacer. ¿Aviso a Cally? Intento apartar mi mirada de él y acabo centrándome en el bulto que se hincha en su pantalón. Él no puede ver a su hermana desde aquí, es imposible. Solo me ve a mí teniendo sexo con el sofá, hasta puede parecer que me estoy masturbando, aunque él sepa quien hay debajo de mí.
Cuando tomo la decisión de abrir la boca e informar a mi amiga, distingo la mano del psiquiatra dirigirse a su paquete y acariciarse por encima del pantalón; mi prenda cae al suelo. ¿Qué hace? El calor estalla en mi cara por esta situación. Me mojo los labios con la lengua por su gesto, y él empieza a desabrocharse la prenda sin dejar de mirarme. Gimo emocionada por lo que pretende. ¿En serio Senén va a hacer esto? Sigo con una mano sobre los labios de su hermana y empiezo a tomar yo el control. Cuando me hundo en ella, el psiquiatra revela todo su miembro. Abro la boca inconscientemente porque deseo saborearlo, pero en cambio me aferro desesperada, con la mano libre, al respaldo del sofá.
¿Esto está bien? Él se toca con goce, cerrando los ojos momentáneamente. La sonrisa de satisfacción que lo acompaña cuando vuelve a mirarme, me anima a subir el ritmo. Finjo que no tengo sexo con Calha, sino con él y me ciego tanto a la idea que pierdo todo atisbo de control y cordura. Mi celeridad aumenta, al igual que mi fogosidad. Cally gime sobre mis dedos, y yo la acompaño, pero por ver a su hermano masturbándose delante de mí. Él me repasa con los ojos de manera pervertida mientras se acaricia más rápido por toda su envergadura. Clavo mis dientes sobre mi labio inferior cuando intuyo mi propio orgasmo acercándose. Acaricio mis pechos, olvidando todo y ofreciéndome a Senén. Él gime bajito, yo demasiado alto. El gusto se concentra en mi interior y pronto se expande en todas direcciones haciéndome chillar. No soy la única que alcanza su culmen en ese momento. Calha emite gemidos entrecortados, y Senén se corre sobre su mano controlando cualquier ruido que pueda salir de su boca, con la mandíbula afianzada a cal y canto. Su cara de placer me calienta tanto como mi propio orgasmo y me inclino hacia él derrotada, con los coletazos de mis espasmos haciéndome temblar por completo. Mi respiración irregular lo hace sonreír. Se acerca y miro hacia abajo espantada. Mi amiga sigue con la venda puesta. Iguala nuestros rostros y toma mi barbilla con la mano que no está llena de su jugo. Me besa sacando un gemido gutural de mí. Es un beso breve pero intenso. Su lengua me invade y me vuelve a excitar tanto o más que cuando empecé a introducirme este sucedáneo de pene. Al separarse, me pellizca un pezón y se vuelve a adentrar en la habitación, recuperando mi prenda del suelo por el camino y escondiéndose de la persona que sigue suspirando debajo de mi cuerpo. Mi amiga eleva un brazo y se quita el pañuelo de los ojos. Enfoca su mirada azul en mí, yo todavía sobre ella respirando con dificultad. ¡Joder! ¡Ha sido la experiencia más erótica de mi vida!
Seguimos unidas por el aparato. Me tiembla todo tanto, que no creo ser capaz de retirármelo sin excitarme más de lo que estoy. Cally se intenta acomodar y ese desplazamiento provoca que abra la boca de puro gozo sin emitir sonido alguno, aunque ni de lejos es mi intención revelar que sigo estando excitadísima. Para Calha no pasa por alto mi expresión y menea sus caderas de manera muy muy sugerente. Cambia nuestras posturas y me acorrala contra el respaldo. Apenas consigo recoger aire y no paro de gemir. Él está al otro lado de esa puerta que se encuentra a dos metros, y saberlo me provoca. Mi amiga ignora todo esto, pero no puedo pararla, no quiero. Se mueve demasiado bien. Mi interior está lleno por el consolador y todo lo que hace me provoca más y más satisfacción. Retiene mis muñecas como aquel día, contra mi cuerpo; las puntas de su pelo me rozan los pechos y cada caricia involuntaria me hace gemir muy alto. Me penetra con energía y tras encontrar el compás que me enloquece, las embestidas se convierten en un resultado de gritos por mi parte hasta llegar al tan aclamado clímax, en el que me deshago la garganta en gritos exultantes del mejor orgasmo y más largo de mi vida.
—¡Joder, Nec! ¡Nunca te había visto así de enardecida! —jadea sobre mi oreja—. ¡Ya no podía más!
Saca el juguete de nuestro interior con brusquedad salpicándonos de nuestros líquidos. Echo de menos el utensilio según sale de mí. No he quedado ni de lejos satisfecha y fijándome en mi compañera, me doy cuenta de que no soy la única. Tiene la frente perlada en sudor, y entre sus tetas hay un hilillo de agua que se escurre hasta su ombligo. No hay parte de su anatomía que no brille a causa de nuestro entusiasmo. Extiendo una mano y le acaricio los senos, ella se sorprende pero me deja disfrutar de su cuerpo como venimos haciendo desde hace semanas. Estoy fuera de mí, necesito más y no tardo mucho en tocarme delante de ella. No pasan ni dos minutos cuando me arqueo emitiendo sonidos entre el goce y la rabia. Mis líquidos pringan el sofá por completo. Ahora sí que va a tener que tirarlo, pienso. Me derrumbo sobre la totalidad del mueble completamente derrotada.
—¿Estás bien? —pregunta apoyándose sobre mi espalda.
Suspiro sintiendo su cuerpo desnudo y cálido. Me río porque lo que ha pasado es una auténtica locura. A pesar de la confianza inquebrantable que he logrado con Cally en este último tiempo, no me atrevo a contarle lo que ha pasado.
—Ha sido el mejor de todos —me pronuncio.
Sonríe depositando un beso sobre mi espalda.
—La verdad es que Jacob lo va a tener muy difícil para superar esto —exhala a ráfagas.
Su silencio me pesa, y aunque no la puedo ver bien porque estoy de cara al suelo, sé que algo la mortifica.
—¿Y bien? —le pregunto.
—Lo necesito a él —sentencia.
Cierro los ojos y asiento. No me preocupa en absoluto su revelación. No obstante, su llanto repentino me hace girarme e incorporarme, como buenamente puedo, con ella encima.
—¡Ey, Ey! ¿Qué pasa? —digo abrazándola.
—¿Qué voy a hacer, Nec? ¡Lo quiero mucho! ¿Cómo puedo seguir queriéndolo después de lo que me hizo?
Acaricio su pelo con ella encima de mi pecho. Sus lágrimas mojan mis costillas.
—Porque sabes que ese no era realmente él.
—Tenía la esperanza de que acostándome contigo sería suficiente, que lograría borrar mi deseo por él, pero... —Su voz se estrangula—. Nada me llena como hablar con él. Me ilusiona levantarme por las mañanas y saber que él querrá estar ahí para mí, que sigue sintiendo lo mismo que yo por él. No he sido capaz de olvidarlo en todo este tiempo a pesar...
—¡Shh, Cally! —La abrazo más fuerte, porque siento que tengo una figura de porcelana rompiéndose entre mis brazos—. Si lo tienes tan claro, ¿por qué sigues aquí conmigo y no vas a por él?
Se encoge tras mis palabras y acto seguido se incorpora mirándome dubitativa.
—¿Tú crees que...? —No se atreve a acabar de formular su pregunta.
—¿Quieres quedarte con la duda?
Se levanta con la emoción pintada en su rostro. De las lágrimas no queda más que el brillo en sus ojos.
—Echaré de menos el sexo contigo —declara haciéndome reír—. ¡Eres muy buena en la cama, Nec!
—¿Quién sabe? A lo mejor accede a hacer un trío —bromeo.
La cara de Calha se ilumina y da una palmada aplastando sus pechos por la acción.
—¡Eso sería genial!
Me yergo asustada.
—No. ¡Ni de coña!
Ella se ríe y se acerca a mí. Me besa con afán y le devuelvo el beso con las mismas ganas. Se separa y dice sobre mi boca.
—A ti jamás te compartiría con nadie. —Sella la afirmación con un beso breve.
Sale corriendo hacia el baño de su habitación. Me dejo caer en el sofá con pesadez y empiezo a vestirme. Acabo de colocarme las bragas de encaje cuando la alerta de un mensaje en mi móvil, me avisa. Me cierno sobre mi pequeña mochila y saco el aparato.
Tenemos que hablar.
El mensaje de Senén instaura los nervios de golpe en mí. Evoco casi automáticamente lo que acaba de suceder hace unos minutos y me caliento. Es posible que se haya dado cuenta de que su hermana y yo continuamos un rato más. ¿Querrá reclamarme por eso? Estoy con los codos apoyados sobre el reposabrazos y de rodillas en el sofá, a punto de guardar el terminal y fingir que no he leído nada. Otro mensaje me sobresalta.
Aunque si sigues en esa postura, no tendré inconveniente en olvidar las palabras y pasarme a los hechos.
Se me escapa un suspiro cuando caigo en la cuenta de que me tiene que estar viendo. Me alzo y me cubro absurdamente los pechos; busco mi sujetador. La puerta por donde se metió está cerrada. ¿La habrá abierto y me habrá espiado? ¿Lo habrá hecho todo el tiempo? Localizo la prenda cerca de las puertas del ascensor y me apresuro a por ella. Me agacho y cuando me enderezo, mi culo y mi espalda chocan contra algo. Ni me da tiempo de imaginar contra qué, y unos brazos me rodean la cintura. Pego un grito desmesurado y salto girándome en el acto. Senén se aparta divertido, y me mira con lascivia. A mí me entra la vergüenza y me tapo con las manos. Inoportunamente dirijo mis ojos a su parte íntima y la aprecio tan dura como hace unos instantes. ¡Por Dios bendito! Calha sale apresurada de su cuarto envuelta en una toalla y con el pelo chorreando por su espalda.
—¿Nec, que ha sido ese grito?
Se queda muda al ver a su hermano. Sus cejas se elevan tanto que su frente se arruga. Yo estoy semidesnuda, y Senén está lejos de parecer incómodo por esto. Cuando se da la vuelta hacia su hermana, espero su renuncia como siempre. Esta repara en el bulto sobresaliente de su hermano.
—¡Vaya, Ny, ahora entiendo por qué las tienes a todas detrás!
La naturalidad con la que es capaz de exponer temas tan embarazosos nunca dejará de impresionarme. Incluso de espaldas, noto la incomodidad del psiquiatra por la situación.
—¿Acabas de llegar? —pregunta ella cruzándose de brazos.
Yo aprovecho que ninguno repara en mí para vestirme. Me peleo con los cierres del sujetador hasta que consigo afianzarlo y no estar tan expuesta.
—Lo cierto es que llevo en casa toda la tarde —confiesa.
Busco el vestido que traía, por algún lado. ¿Dónde lo arrojó Cally? Esta vislumbra mi actitud y se dirije a una lámpara de pie, cerca de los ventanales, de donde coge el gurruño de tela de encima. Me lo lanza, pero Senén lo intercepta. Ambas lo analizamos extrañadas. ¡Que no me quiero quedar de esta guisa!
—Espero que no hayamos hecho mucho ruido —se jacta Calha.
—El justo.
¿Pero qué conversación se traen estos dos? ¿Y por qué yo sigo sin poder vestirme?
—Creo que Nec quiere regresar a casa e irse vestida —observa mi amiga.
Ahora le daba mil besos por su deferencia. Su hermano me mira por encima del hombro con una sonrisas sesgada.
—Yo la prefiero aquí y a poder ser sin tanta ropa como ahora.
Patidifusa. Esa es la palabra exacta para describir la expresión de Calha. Lo peor es el gemido que se me escapa después de semejante confesión. O sea, que yo creo que se puede cocinar en cualquier parte de mi cara ahora mismo.
—¿Qué has dicho? —inquiere ella, incrédula.
—Que Venec se queda conmigo.
Las piernas empiezan a temblarme de una forma muy rara. ¿Estoy oyendo bien? Cally entrecierra los ojos con desafío.
—Eso tendrías que preguntárselo a ella, ¿no te parece? ¿O estás tan seguro de sus sentimientos?
Él titubea y su seguridad se tambalea tanto como mis extremidades. Vira con firmeza y enfoca sus ojos en mí.
—Bella Venec, quiero estar contigo. ¿Y tú?
La sonrisa de Calha detrás de su hermano es representativa de la mía, que no consigo emular por ningún lado. La veo dar saltitos de alegría y palmadas similares a las de un niño pequeño que le van a dar algo que quiere, pero yo me quedo en shock. ¿Senén se ha arriesgado por mí? ¿Por fin lo ha hecho o estoy soñando?
Jajajajaj. Me lo paso en grande con los hermanos Ónix. Son tan singulares que me permiten escenas únicas. ¿Qué pensáis de la confesión de Calha sobre sus sentimientos? ¿Y de la declaración de Senén?
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