Resiliencia
Llegar a casa y ver el cuadro que había pintado de Cian colgado en la pared del salón me sorprende. Fue él quien lo adquirió, pero aun así no esperaba volverlo a ver.
—¿Y esto?
—Estaba harto de pagar un rocho para guardarlo y ahora que ya sabes quién lo compró, me parecía absurdo seguir ocultándolo.
Me detengo con las llaves en la mano, el bolso sobre mi gabardina cayendo por el brazo y las bolsas de la compra en cada mano. ¿Quién me hubiera dicho que estaba pintando algo que después vería en persona? Dirijo mis ojos al de verdad y le sonrío, él me devuelve el gesto y me invita a que me acurruque a su lado en el sofá. Dejo todo lo que me sobra encima del sillón o en el suelo, y voy hacia Cian. Ni me he apoyado en su pecho cuando sus palabras me hielan.
—Reconozco la noche de la vergüenza. ¿Qué ha pasado?
La televisión está puesta en un programa absurdo que no atiende. Son las nueve y media de la noche y llevo toda la tarde con Calha en su piso, o en el de Senén más bien. Desde casi una semana nuestros encuentro sexuales se dan a diario. A ver, conectamos bien, sabemos lo que nos gusta y mi ansiedad está bajo mínimos. De hecho, nunca había disfrutado tanto del sexo. Hoy me puso mirando para todas las coordenadas posibles. Por supuesto, no le he dicho nada de esto a nadie, no porque me abochorne ni mucho menos, eso ya lo he superado en algún momento y sin darme cuenta. Se trata de que me gusta lo a gusto que me siento ahora mismo sin nadie que estropee mi paz mental.
—Me he acostado con Cally —respondo no obstante, sabiendo que con Cian no he de ser precavida. Él abre los ojos más si cabe por mi declaración—. Muchas, muchas veces. Muchas.
Y es que nuestras quedadas ahora son así. Salimos del trabajo y vamos directas a por todos los orgasmos que nos sean posibles. Estamos desde las cinco y media que llegamos allí hasta las nueve casi siempre, sin descanso. Sabemos cómo estimularnos y darnos placer la una a la otra, pero esto que estamos haciendo no es más que una forma de escurrir el bulto de lo que en verdad deseamos. Ella usa el sexo para no pensar en Jacob y sus sentimientos. Cuando nos detenemos a hablar, él sale a la luz a cada momento. Mi amiga se está pillando otra vez y se mensajean todos los días. Calha sabe que debería cortar toda comunicación, pero ¿cómo ordenas al corazón para que sienta lo que tú quieras? No se puede.
Yo... Bueno, lo mío no tiene nombre. Odio a Senén. Desde el día que lo vi besando a su amiga, que resulta que no era tal porque no había más que ver como se comían la boca, recelo mucho de ir a su casa para enrollarme con su hermana, aunque después de un par de orgasmos se me olvida todo o mejor dicho, todo me la resbala. La parte beneficiosa de aquella noche es que Caleb tenía razón y captamos a una poetisa increíble. Más bien la captó mi colega, porque ella solo tenía ojos para él. Le dijo que sí a todo, y estoy segura de que mitad de esos síes respondían a otros deseos ocultos. Sin embargo, Layla (que así se llama) pasará a formar parte de nuestro catálogo de artistas. Como nuestra hazaña fue tan fructífera, mi compañero ha querido que repitamos todas las semanas y ¡qué diablos!, es mucho mejor buscar a los clientes así, sobre todo si son locales.
Atiendo a cómo Cian se recoloca el paquete y le dedico una expresión extrañada.
—Me pone imaginarte con otra mujer, incluso aunque esa sea Calha. Y te recuerdo mi voto de abstinencia —dice con una mueca de dolor.
—Sigue sin quedarme claro el porqué obedeces todo lo que te sugieren como si fueses un borracho real —declaro atendiendo a la tele y recostada en él.
Suspira antes de contestar.
—La bebida saca lo peor de mí. Antes creía que me hacía valiente, pero cuando me paso, me hace ser un imbécil.
Elevo mi cabeza y lo observo, él me contempla a su vez.
—¿Y por qué un año sin sexo?
Se encoge de hombros.
—Se supone que estamos más vulnerables y no aptos para meternos a una relación.
Vuelvo la atención a la pantalla, pero el cuadro me distrae.
—Me pregunto quién habrá adquirido el otro —pienso en voz alta.
Mi amigo se ríe.
—¿No le has preguntado a Calha?
Me yergo apoyando las palmas en su pecho.
—¡No fastidies! —flipo.
—En realidad se lo regalaron —aclara sin darle importancia.
—¿Quién?
Me dedica un vistazo elocuente.
—El psiquiatra no estaba cómodo con que el cuadro de su hermana semidesnuda pudiese acabar en la casa del cualquier degenerado.
Ironías de la vida, a su hermana la vio desnuda medio mundo hace un mes. Nos quedamos callados y abrazados en el sofá con la vista en el televisor.
—No le digas a Jake que me estoy acostando con su ex.
—Está demasiado ilusionado con la posibilidad de recuperarla.
—No se acuesta conmigo por amor.
—¿Follamigas? —tantea.
Asiento ocultando mi rostro en su camiseta e inhalando el olor al suavizante que compramos.
—¡Qué práctico! —se burla.
—Me lo estoy pasando bien —revelo.
—Si es lo que necesitas ahora...
—Ahora lo que necesito es estar así —digo adormilándome en su regazo.
—Lo que necesites, Vec —susurra sobre mi pelo y me besa en la cabeza.
***
Me despierto sobre Cian, sobresalta, porque aporrean la puerta de casa. Nos inspeccionamos desorientados y mirando en rededor. Pero, ¿qué es lo que pasa? Me quito de encima de mi amigo con torpeza y voy hacia la entrada haciendo eses y con la vista medio nublada. Vigilo por la mirilla y distingo a Mayra. Abro desconcertada. Entra con malos humos agitando una carta en la mano.
—¿Qué es esto?
Entrecierro los ojos, aún adormilada, intentando entender de qué me habla. Distingo el logo de la empresa y caigo en la cuenta de que mi abogado le ha hecho llegar su carta de despido.
—Tu finiquito —respondo impávida.
Su sorpresa se exagera por debajo de sus grandes gafas de pasta.
—¡Y lo dices así! —exclama perpleja.
—¿No esperarás que te esté pagando por no hacer nada, oh, Mayra?
Gesticula jadeando por la impresión. Pero es que no tiene nada que venir a reclamarme.
—Creí que eras mi amiga —me ladra.
Esa frase está siendo muy socorrida en mi día a día. Es como si la amistad fuese sinónimo de avasallamiento. Me limpio una legaña de un ojo con la yema del dedo.
—No por ser amigas tengo que aguantártelo todo. Me he preocupado por ti y me has atacado como un chacal.
—¡Es mi vida! —espeta a voz en grito.
—¡No! ¡Es a tu funeral al que voy a tener que asistir porque eres una bruta! —Mayra se atemoriza—. ¿A cuántos entierros he de ir? Prefiero tenerte lejos y no ser testigo de lo que te estás haciendo.
—¡Eres una cobarde!
—No. Ya no. Yo no escondo mis problemas bajo el felpudo. —En esta ocasión sus palabras no me afectan, en verdad no me siento la chica temerosa de hace un año. Tengo miedos, pero no miedo todo el rato—. ¿Te ves bien en el espejo? ¿Qué te dice tu reflejo?
Aprieta los labios, irritada.
—Lo hago porque me hace sentir bien. Me relaja. ¡Tú no lo entiendes! No necesito que nadie me juzgue. —Se dirige a la puerta.
Cian no ha reaccionado en toda la discusión, pero sí que atisbo en él la misma preocupación que sentimos todos hacia la informática.
—¿No es hoy tu juicio? —pregunta mi amigo.
—Lo es. Y este trabajo era una ayuda para que no me condenaran. Gracias a tu amiga, no tengo a nada que aferrarme.
Su intento por culparme de lo que le pueda suceder me llena de inquina.
—No puedes esperar echarnos de tu vida y que nosotros te sigamos cubriendo las espaldas —le explica él.
—No esperaba menos de ti. Siempre la defiendes. ¡Oh, gran Venec! ¡Ella es perfecta en todo según tú!
Su arrebato me choca. ¿Desde cuándo me odia tanto?
—No tienes nada que reprocharle, Mayra. Ella se ha portado contigo mejor que nadie y lo sabes.
—¡Me ha despedido! ¡DES-PE-DI-DO!
—Llevas casi dos meses sin pasarte por Vernáculo —le recuerdo.
—Yo he hecho que esa empresa exista. ¡No lo olvides!
Bufo por la nariz, porque ahora mismo lo que quiero es darle un par de hostias a la cría esta y amueblarle las ideas rancias.
—Esa empresa existe gracias a los que hemos ido a trabajar día tras día, los que hemos arrimado el hombro para mejorarla, los que seguimos esforzándonos porque crezca —manifiesto—. ¿Qué sabes de lo que acontece ahora en ella?
—¡Tú no sabías ni por dónde andabas! —grita con desesperación.
—No sé de informática, es cierto, pero Vernáculo se compone de más cosas que eso y lo sabes.
No soy capaz de procesar cómo es que estoy manteniendo la calma cuando por dentro estoy que trino por sus palabras. No hubiese esperado esto de Mayra ni en mis peores pesadillas. La dulce e ingenua adolescente que acogí con todo el cariño me clava la daga sin consideración. ¿Esta es en verdad la persona que se ha ocultado todo este tiempo? ¿He estado tan cegada con las personas de mi alrededor para no ver qué tipo de gente contrataba? ¿Me he dejado controlar por la lástima?
—¡Eres una guarra!
Manifiesta su impotencia arrojándose hacia mí e intentando agredirme. Me echo hacia atrás; Cian la intercepta y la retiene por los brazos.
—¿Pero qué cojones haces, canija? ¿Te has vuelto loca?
La miro como si no la conociese. ¿La tierna Mayra ha intentado pegarme? ¿A mí? Ella forcejea con mi amigo, pero no tiene nada que hacer. Yo abro la puerta por completo y le hago un gesto hacia fuera con la cabeza.
—La guarra esta te pide que te vayas de su casa y no vuelvas más hasta que estés en plenas facultades mentales, porque dudo mucho que quien tengo delante sea la misma chica que conocí. —Me dedica una mueca de odio—. ¡FUERA! —chillo fuera de mí y con el llanto haciendo mella.
Mayra se asusta por mi reacción y sale corriendo. Cierro de un portazo, derrotada. Los brazos de Cian me sostienen cuando me siento derrumbar por dentro. ¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Los vínculos fraternales son así, con derecho a hacer daño?
—¡Está asustada, Vec! No sabe lo que hace —dice sobre mi oído para tranquilizarme, pero no me vale.
Eso ha sido más que congoja. Ha sido desesperación en estado puro.
—Cuando pase el juicio, se calmará —sigue hablando.
Agarra mi rostro y me hace enfocar mis ojos en él.
—¿Y si el juicio no le es favorable? —expongo.
***
Llego al trabajo casi una hora tarde, pero desde lo de Yaly y visto los problemas que nos circundaban a mi entorno más cercano, decidí confiar el otro juego de llaves a Cirio. Vengo observando que es el que mejor temple tiene de todos, junto con Zénnit. Y necesito alguien en quien delegar si yo me pongo un santísimo día mala. Calha se acerca a mí según atravieso la puerta.
—Cian, me lo ha contado. ¿Estás bien?
Pongo una expresión huraña.
—No sé si me acaba de convencer que os llevéis tan bien.
Ella se ríe y me pasa un brazo alrededor de los hombros.
—Está sometida a mucha presión y es joven, Nec. Ya verás como se disculpa enseguida y se siente fatal por lo que ha hecho.
Me detengo en medio de los corredores.
—¿Crees que me he pasado echándola?
Niega con la cabeza cerrando los ojos.
—Ni te lo cuestiones. Ella hizo un buen trabajo en lo suyo, pero la empresa se sustenta en los artistas que mostramos al mundo, y Mayra lo sabe. Desde que se largó, yo hice su trabajo. En cualquier otro lugar la hubiesen destituido hace tiempo.
Su móvil suena y contesta. Pretendo seguir hasta mi despacho, pero me retiene.
—Es Ny —gesticula—. ¡Oh, vaya! Es no es bueno.
Sacudo la cabeza para que me informe de algo, pero solo alza una mano para que me espere. Cuando cuelga, soy un manojo de impaciencia.
—¿Y bien? —la apremio.
—Ya hay un veredicto.
—¡Cally! ¿Cuál es?
—Puesto que el padre ya no está con nosotros, la empresa ha arremetido con todas las de la ley. —Traga—. Mayra ha sido condenada a pagar cerca de un millón de euros por la información sustraída.
—¿De dónde va a sacar esa cantidad?
—Se va a pasar toda la vida saldando tal deuda, pero Ny dice que van a recurrir.
¡Y más les vale! Que yo sepa, Mayra no tiene vienes ni nada con lo que cubrir semejante cantidad. Tampoco me parece justo que se tenga que pasar toda la vida cargando con un fallo. No se me olvida que lo hizo para protegerme. No obstante, ¿qué puedo hacer por ella? Ni de lejos tengo esa cantidad y algo me dice que aunque le ofreciera dinero para ir reduciendo la deuda, no lo aceptaría.
—No pongas esa cara, Nec. Sabíamos que esto le podía pasar. La multinacional a la que le robó esa información no se anda con chiquitas, solo lo hacen para demostrar el poder que tienen.
—Ese poder acabará con la vida de Mayra.
—Seguro que llegan a un acuerdo.
Cally me abraza y frota mi espalda.
—Después de todo lo que te dijo esta mañana y aún te preocupas por ella —comenta sin soltarme.
—Sí, soy medio estúpida.
Nos reímos y me agarra por los brazos para separarme.
—Sabes que no te lo decía en serio. —Se refiere a Mayra.
—Tenías que haberla visto —objeto.
—Ny me dijo que no comer puede provocar cambios de humor.
—Pues que bien que se ha acordado de mí con su peor genio.
Se acerca y me susurra como si me fuese a contar una confidencia.
—Después te ayudaré a quitarte todo este estrés de encima.
Sonrío con desgana. Un mensaje le entra y atiendo por si fueran más malas noticias, pero su mueca de felicidad es imposible de pasar por alto.
—Es él, ¿eh? —Alzo las cejas divertida.
Se lleva la uña del dedo índice a la boca y se la mordisquea en un intento por disminuir su sonrisa.
—No le contesto, pero... ¡No se rinde!
Y eso le encanta a mi amiga. Puede verse desde el espacio que no se cambiaría por nadie ahora. No la voy a animar a que se arroje a los brazos de Jake, porque tampoco estoy segura de la clase de persona que es ahora, pero sí, quiero pensar que ha cambiado. Sé que no soy la única que desea ese cambio. Mientras lo averiguamos, Calha disfruta de mi cuerpo, y yo del de ella.
—¿Qué te dice?
—Nada raro. Me cuenta su día, me pregunta por el mío y no entiendo cómo lo hace, pero siempre me río por alguna tontería que le pasa. —Nos dirigimos a mi despacho—. Si Ny se entera de esto, me encierra en un manicomio.
—No creo, él te quiere mucho.
Nos detenemos frente a la puerta.
—Esto no me lo perdonaría. Ni siquiera sé si yo me perdonaría volver con él.
El sufrimiento de Calha me traspasa. No es para nada una situación fácil. Los sentimientos están ahí, ella me habló en su día de su relación con Jacob e incluso entonces, se la veía feliz del romance que tuvo con él. Y Jake... No creo que fingiese toda esa aflicción cuando vio a su ex en el vídeo. Sin embargo, el pasado es lo que los separa. Si dan ese paso que ambos anhelan, tendrán que afrontar la realidad de que él casi la viola. ¡No! Senén no permitiría semejante disparate.
—Vas a tener que decidir en algún momento.
Ambas sabemos que solo tiene dos opciones. O corta todo contacto con él o se arriesga a volver a sufrir. Tal vez. Lo que están manteniendo ahora no durará. En el fondo es un martirio para los dos.
—Mientras te tenga a ti, todo irá bien.
Arrugo el ceño como reprimenda. El sexo está muy bien, genial de hecho, pero lo que hemos montado no será eterno; tiene los minutos contados. ¿Y luego qué? ¿Qué haremos cuando todo nos estalle en la cara? Nuestro reloj va hacia atrás, no hacia delante como debería. No es necesario que se lo diga, nuestras miradas hablan por sí solas.
—Será mejor que nos pongamos a trabajar.
Ella asiente y se aleja por el pasillo. Ni he colgado el abrigo, y Caleb ya llama a la puerta.
—¿Qué tal, jefa? —Le sonrío. Con él me sale el buen humor sin darme cuenta—. Me sorprendió no verte aquí la primera. Ver a Cirio no me alegra el día igual.
—Se lo haré saber —bromeo.
—No es necesario, ya se lo he dicho yo, y no le ha sentado muy bien —se pitorrea—. Su cara se ha agriado bastante, es como ver una uva pasa.
—Tendrás suerte si no interpone una queja formal.
Levanta las manos y se sienta.
—Tendré que invitarlo a cenar y mostrarle mis encantos.
Estallo en carcajadas.
—Genial, tendré que ser testigo de una demanda de acoso.
Él se ríe por mi ocurrencia.
—Ahora en serio. ¿Todo bien?
Me sorprende su pregunta o preocupación mejor dicho. Tomo asiento y lo analizo.
—Todo bien —repito—. Hay días que empiezan mal.
—Espero que no haya sido tan horrible como ver a Cirio.
Un grito nos sorprende.
—¡TE ESTOY ESCUCHANDO!
La voz de nuestro compañero resuena por toda la oficina; nos echamos a reír.
—Solo se hace el difícil. Ya lo tengo el bote —dice Caleb en voz baja de coña.
No ceso con mi risa y me pongo a llorar; por primera vez en mucho tiempo, de alegría.
***
La hora del almuerzo llega, y yo estoy al teléfono con Cian. Es muy raro que me llame a estas horas, pero lo hace para interceder por su padrino.
—¡Vamos, Vec! ¿Cuánto hace que no salimos tú y yo a comer por ahí?
Contexto: no iremos él y yo solos. El plan es que se venga Cally conmigo y, por supuesto, Jake también vendría. ¡No puedo hacerle eso a mi amiga! Me ha pedido que la ayude a mantenerse alejada de la tentación que le supone. Por mucho que Cian quiera apoyar a su amigo, yo le debo lealtad a Calha, aunque mi vena romántica (sí, la tengo) me dice que sería genial que estos dos pudieran perdonarse todo, rehacer su vida juntos y que les saliese bien. Pero tengo tanta dosis de cruel realidad que ni yo me atrevo a darles mis bendiciones y animarlos a algo que puede ser el peor de los desastres.
—Hace un par de meses.
—¿Y no te parece una locura?
Lo que me parece una locura es lo mal que se le da hacer de alcahueta. La humanidad se hubiese extinguido si de él dependiera formar parejas.
—No.
Casi puedo verlo colocándose una mano en el corazón y haciéndose el ofendido.
—Eso me ha dolido, tía.
Pongo los ojos en blanco. Lo que decía. Si lo de trabajador social no le sale bien, puede meterse a actor de teatro.
—¿Necesitarás asistencia médica?
—Muy posiblemente. Diles que lleven mantas térmicas, porque eres muy fría.
Intento que no se me note la risa que se me escapa. ¿Cómo puedo tener un amigo tan payaso?
—No quería decirte nada, pero te veo más flaca y creo que no estás comiendo lo suficiente. —Niego con la cabeza dando vueltas en la silla—. He de asegurarme que tomas las calorías necesarias.
—Esta conversación sí que me está haciendo perder calorías.
—Pues no discutas conmigo y veníos a comer por ahí, lo pasaremos bien.
—Cian, creo que no me esc...
La cara nerviosa de Calha en el vano de la puerta me alerta y me enderezo del sitio. Viene con la respiración agitada y los ojos vidriosos.
—Me ha llamado Ny. Se han llevado a May al hospital; está en la Uci.
—¿La has escuchado? —pregunto a mi amigo con un nudo en la voz.
—Sí.
—Nos vemos allí.
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