Golpes bajos

Nuestras miradas se encuentran casi por casualidad y lo reprimo todo. No no no. No pienso demostrar que me importa. Les doy la espalda atendiendo a mi mejor amigo y amiga. Sí, sin duda, hay un gran hombre aquí, y está arrodillado soportando el peso de las lágrimas de Calha sobre él, a pesar de que jamás se han tragado entre ellos. Las desgracias forman curiosos compañeros de cama. No literalmente. Senén se coloca justo a mi lado (será que no hay más espacio) y contempla la escena patidifuso. Aunque no es lo único que analiza.

—¿Habéis echado la puerta abajo?

—No —respondo tan tranquila—, la puerta sigue de pie.

Noto su ojos perforándome la sien y me río internamente, y puede que se me escape un tic externo. Jacob responde sin dejar de mirar a su ex con aflicción.

—No conseguimos sacarla, pero sí entrar.

La tensión del psiquiatra por nuestro cachondeo es tan palpable que me calienta. ¿Se puede sentir la presencia de alguien por todo tu ser cuando ni te roza? Puedo asegurar que sí. Es un sofoco que me cosquillea desde el centro de mi cuerpo; es agradable esta sensación, a pesar de que odio que mi cuerpo me traicione anhelando a un hombre que no quiero desear.

—¿Cómo ha conseguido tu amigo abrazarla?

Ahora sí sonrío abiertamente, admirando al que ha sido mi compañero desde la infancia.

—¡Porque es el mejor!

Ignoro la presión que ejerce la mandíbula del psiquiatra por mi rotundidad y olvido a todos los que no son Cian. Cally no puede estar en un mejor sitio que cobijada en sus brazos.

A la media hora, en la que han intercambiado muchos susurros inaudibles para el resto, salen de la habitación. Sonrío a mi amigo por su buena maña, este me guiña el ojo de vuelta. Calha tiene la cabeza gacha, avergonzada. Me duele verla así, porque su único pecado fue confiar en alguien, y eso no debería pagarse nunca tan caro. Cuando repara en mí, se extraña y echa a correr en mi dirección.

—¡Por Dios, Nec! ¿Qué te ha pasado?

Este cabestrillo llama demasiado la atención a pesar de ser azul oscuro.

—Una cueva me ha apuñalado —bromeo.

Solo Cian se ríe por mi comentario. El psiquiatra y su amiga la miran con pena. Los demás intentamos no machacarla con nuestras observaciones.

—¡Ahora te entiendo! —me dice de pronto Cally—. Ya sé cómo te sentiste cuando te engañé. ¡Perdóname!

No es comparable. Yo solo quedé expuesta ante ella y mis propios sentimientos. Es cierto que me sentí utilizada, como imagino que se tiene que estar sintiendo ella ahora, pero si esto ha sido un castigo kármico, me parece en exceso elevado.

—Te debo una disculpa —declaro—. Cirio y Zénnit me avisaron de que Yaly no era quien decía ser, y en vez de investigarlo antes que nada, me fui de vacaciones.

Mi amigo y yo compartimos un apretón de manos por no haber prestado más atención al loco de Dylan.

—Lo que no entiendo es por qué me hizo esto —solloza de nuevo Cally.

Cian y yo nos miramos antes de contárselo todo a la afectada. ¡Me va a odiar! Y con razón.

—Quería hacerme daño a mí, no a ti.

Los hermanos Ónix fijan sus ojos azules en mí. Una llena de incomprensión, el otro con suspicacia.

—Mi antiguo compañero de piso es el hermano de Yaly —expone Cian.

—¿Y eso que tiene que ver con Calha? —La severidad en el tono del psiquiatra me hace estremecer.

—Dylan, el hermano de Yaly, estaba interesado en Cian y no le gustaba vernos juntos —explico.

—Hizo lo posible por separarnos, pero cuando descubrimos su juego, me fui de allí —apostilla mi amigo.

—Nunca se nos ocurrió pensar que buscaría la manera de vengarse, Cally, te lo juro. Pero cuando estuvimos en comisaría, Yaly confesó que lo habían planeado para hacerme daño.

—¡Sin embargo, la perjudicada es mi hermana! —espeta Senén, cabreado.

—Sigo sin entenderlo. —Calha tiene la mirada perdida e inocente de una criatura que descubre el mundo por primera vez.

Esta vez no contestamos ni mi amigo ni yo, sino Jacob.

—Creyó que ella sufriría por ti al igual que su hermano por Cian al no tenerlo. —Ni la mira al hablar, solo tensa los músculos de la cara.

Ella sonríe con tristeza.

—¡Lo siento muchísimo, Cally! —le digo.

Se encoge de hombros restándole importancia.

—Tú y yo descubrimos aquella noche que no albergabas esa clase de sentimientos hacia mí. Es una pena que Yaly no lo supiera, se habría ahorrado el esfuerzo.

—¡Tienes que denunciarla! —le pido.

Niega con la cabeza.

—Solo quiero que ese vídeo desaparezca.

—Solo desaparecerá si denuncias —se muestra rotundo Cian.

Todos la miramos a la espera de su respuesta. La decisión solo le atañe a ella, pero ahora mismo me resulta tan delicada como una amapola.

***

La vuelta al trabajo ha sido extraña. Le he dado unas semanas de descanso a Calha para que se reponga de lo acontecido. Finalmente, interpuso una denuncia, acompañada de Cian. No quiso a nadie más que a él, y este aceptó sin problemas. En ningún momento nos ha recriminado a alguno estar envuelta en esa situación por nuestra causa, y me asombra. Yo quizá estaría buscando culpables y exigiendo su cabeza, ella no. Ni siquiera ha pretendido que el peso de la ley cayese contra ellos con toda la fuerza posible, solo le interesa sacar fuerzas para reponerse y olvidar. No obstante, Dylan y Yaly no podrán eludir cierta pena. El abogado que puso Senén a disposición de su hermana quería enviarlos a la cárcel, pero esta, tras conocer la vida real de la que fue su pareja, pidió que completasen su castigo con servicios a la comunidad. Ninguno acabamos de comprender el raciocinio de Cally, solo Cian. Supongo que por eso han creado cierta camaradería que no solo a mí me sorprende.

Jake se persona en mi casa a diario preguntando por ella a su apadrinado y con la vana esperanza de, tal vez, encontrársela allí. Creo que después de la propia Calha, a quien más afectó ese vídeo fue sin duda a Jacob. Su desesperación por consolarla no pasa desapercibida para nadie, que no sean los hermanos Ónix.

Quien tampoco ha vuelto a pisar la empresa ha sido Mayra. Su juicio ha sido fijado y pasa la mayor parte del tiempo con el abogado y con el psiquiatra. No sé dónde vivirá ahora, pues no se lo ha dicho a nadie, pero no ha regresado a mi casa. Por lo menos, no ha desaparecido de nuevo. Se deja ver, pero solo cuando ella quiere. Los cambios en su cuerpo son notorios, y aunque no he dicho nada, me preocupa lo que se está haciendo. Desconozco si sigue yendo a terapia con Senén y si este la está ayudando con su bulimia, porque mi comunicación con este es nula. No paso por alto lo que llegó a pensar de mí, ni que se pasee por Lancara con otra tía del brazo cuando hasta hace unos días aseguraba que quería estar conmigo. Sé que debería eliminarlo de mi vida, pero con su hermana de por medio va a ser difícil; a ella no la quiero abandonar en estos momentos.

El salario de este mes de Cirio y Zénnit ha sido mayor que el del resto, ya que he divido el sueldo de Yaly entre ellos. Nadie menciona el tema, se ha convertido en un tabú, pero la lástima que padecemos todos por la situación de nuestra compañera afectada flota en el aire. Todos sabíamos de su relación, pero ellos no acaban de entender que expusiera de esa forma a su pareja, tampoco he querido entrar en detalles.

Al rededor de la máquina de café estamos los cuatro mirando distintos puntos de la entrada. Espíritu para trabajar: cero. La puerta se abre y todos nos giramos sorprendidos por a quien vemos entrar por ella como si nada. Con su alegría de siempre y su pelo azabache suelto flotando a su alrededor cuando camina, Cally nos contempla. Megan es la primera en correr e ir a abrazarla. Cirio y Zénnit me contemplan con la confusión pintada en la cara.

—¿Pero qué haces aquí? —exclamo por todos.

—No pensarías que me iba a quedar en casa lamentándome —dice segura de sí misma.

—¡Y si lo hicieras, estarías en todo tu derecho! —rebato.

—¿Seguro que estás bien? —Cirio se acerca a ella y le da un par de besos.

Zénnit la abraza con fuerza y le da un sonoro beso en la cabeza.

—Decidí ver el vídeo que me mandó y la verdad es que no sé por qué me avergonzaba. Salgo bastante bien.

¡Yo no escucho bien! ¡Es imposible que esté escuchando bien! Compruebo que los demás también ponen caras extrañadas.

—¡A ver, tengo un cuerpazo! —Lo tiene, es cierto—. Y solo salgo disfrutando de él con otra persona. ¿Qué tiene eso de malo?

La miramos de hito en hito, pero las miradas se vuelven a mí como buscando que yo hable con ella. Soy la jefa, supongo que me toca hacerlo, ya que esta es mi empresa. Suspiro.

—Calha, ven conmigo.

Me pongo a andar con el ambiente enrarecido persiguiéndome. Ella me sigue con una sonrisa que ahora me percato, se esfuerza por mantener impertérrita. Cierro tras ella la puerta de mi despacho y me cruzo de brazos desafiándola, sin tomar asiento ninguna.

—¡No te tienes que hacer la fuerte!

Su alegría se tambalea, pero se esmera por fijarla.

—En verdad pienso todo lo que acabo de decir.

Me llevo la mano que no tengo en cabestrillo al pelo como un gesto nervioso.

—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Habría que estar ciego para no verlo —expongo con claridad. Su sonrisa se transforma en una sincera—. Pero eso no quita de que no te merecías lo que te hicieron. No hay que ser Einstein para saber que necesitas tiempo para reponerte de lo sucedido.

—Nec, no puedo estar en casa. —La súplica de sus ojos me conmueve—. Allí no hago más que pensar en lo que me ha sucedido y no solo con Yaly, sino con Ariz, Jacob...

Se derrumba y se echa a llorar. Me acerco a ella y la abrazo como puedo. Bien es cierto que si hace un repaso por todas sus relaciones, jamás ha salido bien parada. En todas ha sido la víctima de alguien. Cally no se merece que la traten así; es una mujer espectacular, con defectos, como los de todo el mundo, pero sabe querer como nadie.

—Tienes que dejarme trabajar —implora sobre mi hombro.

Pestañeo para que no vea llorar a mí también; quiero ser la roca por ella. Nos separamos y le aparto el pelo de la humedad de su rostro.

—Está bien, pero si necesitas salir antes o te sientes mal, me lo dices. ¿Prometido?

Sonríe limpiándose las lágrimas llenas de rímel.

—Lo prometo.

Me vuelve a abrazar, sacándome una mueca de dolor al tocar mi herida. Unos golpes en la puerta nos hacen separarnos. Por ella asoma Caleb.

—Tengo entendido que tienes un puesto vacante.

Ambas nos miramos y sonreímos.

***

Tres mujeres y tres hombres. Así queda conformado el nuevo equipo de Vernáculo. Nunca me hubiese imaginado que un futuro artista se convertiría en miembro del equipo, ni que quisiese serlo la verdad. A diferencia de Yaly, Caleb sí tiene los estudios en regla, lo he comprobado (aunque me ha dado coraje tener que hacerlo) y pasará a ser compañero de Cirio en la especialidad. Sé que se integrará bien, puesto que ya todos lo conocemos y tiene un carácter que encandila a cualquiera. Por desgracia, el incidente de Cally transcendió más allá del trabajo, y media ciudad ha visto ese vídeo. No es algo que me agrade, pero confío que, con el paso de unas cuantas semanas más, este tema se haya olvidado por completo y quede en una mala anécdota.

—¡Ey! ¿Te apetece que veamos una peli en mi casa? —Calha espera del otro lado de mi oficina—. No quiero estar sola y Senén ha quedado con unos amigos.

Asiento. Imagino con quién habrá quedado su hermano y se trata de una tía emperifollada que se da aires de marquesa. ¡No la trago! Por otra parte, Cian y Jake han quedado y mi casa también estará vacía, así que no veo motivo para rechazar la invitación, tampoco lo haría teniendo en cuenta el estado de mi amiga.

Tras despedirnos del resto de compañeros y cerrar el local, vamos andando hasta el coche de mi amiga, que está aparcado más lejos de lo normal. Compruebo en primera mano, a lo que Calha se tiene que someter al salir a la calle. La gente que nos cruzamos la mira y cuchichea, denigrándola con los gestos que profieren sus caras, como si la culpa fuese de ella. Como si hubiese cometido un delito, primero por creer en otra persona y después por disfrutar del sexo. Es un acto que todos repetimos en la intimidad, a solas o con otra persona, y que es tan natural como el comer, pero que seguimos censurando con la hipocresía moral de quien se cree por encima porque no ha sido expuesto públicamente. Mi amiga camina recta fingiendo que no le afecta, pero parpadea demasiadas veces para evitar que las lágrimas la traicionen. Como no podía ser menos, hay quien hace comentarios en voz alta. Comentarios por otra parte que solo sacan risas de quien los pronuncia, y de las mentes catetas que lo acompañan. Lo peor de todo es que la prensa se hizo eco de este caso y todos saben que el vídeo se envió sin consentimiento, pero hay quien tiene las santas narices de cuestionar la veracidad de eso y recriminar que ella se haya dejado grabar. Que hayan pasado unos quince días desde que todo estalló no parece importarle a la mayoría. Lo malo de una ciudad tan pequeña como esta, en la que nunca sucede nada llamativo, es que estos temas dan cuerda para rato.

—¿Qué tal si se meten en sus cosas? —les espeto de malas maneras—. ¡Garrulos, que sois unos garrulos!

Mi amiga me coge del brazo bueno y me obliga a seguir andando hasta el Mini.

—¡No les hagas caso! —susurra apretándome la extremidad.

—Se están cebando con un hecho que desconocen —me defiendo—. Aquí hay una culpable, mejor dicho dos. Y esa no eres tú. Tú eres la víctima.

Nos paramos frente al vehículo rojo, y Cally me suelta, enfada.

—¡La víctima siempre soy yo! —se queja—. ¡No quiero serlo! Porque al final, ser la víctima solo me convierte en la idiota, en la ingenua, e incluso en la villana. Porque suelen ir a la par, ¿lo sabías? Nadie puede ser tan boba sin tener culpa en lo sucedido. Por lo que la conclusión correcta es que yo soy tan responsable como quien me engañó. ¡Despierta de una vez, Nec!

Su último comentario me hiere. Solo quería ayudarla.

—El mundo no es ese lugar ideal que te esfuerzas por encontrar. Es lo que es. Puedes luchar contra él para cambiarlo, pero resulta que eres parte de ese colectivo del que reniegas. Ser buena persona es la consecuencia de quien niega la crueldad de mundo —sigue desfogándose, pero yo me siento atacada—. Hacer lo correcto o las cosas bien no significa que se restaure una injusticia. Puede que incluso eso te lleve a sufrir más. A las malas personas también les suceden cosas buenas, y a veces demasiado buenas. El mundo es maldad y cuando aprendas eso, dejarás de perseguir ideales necios.

¡Vaya! Pues sí que tenía mucho guardado dentro. E interpreto que ese discurso no iba dirigido solo a mí, sino a ella. No obstante, y aunque me repito que está dolida por todo lo que ha tenido que soportar hasta ahora, el ataque me resulta demasiado gratuito cuando solo pretendía protegerla. Se sube al coche, y a mí lo que me apetece ahora no es acompañarla, sino dejarla a su aire; sin embargo, me trago el nudo en mi pecho y hago como si esto no hubiese ocurrido. La seriedad que manifiesta todo el camino me incomoda, sobre todo porque yo también podría haber soltado toda la mierda que guardo dentro, pero no lo hago. Bajamos del coche, yo deseando dar media vuelta. Mi móvil suena y lo atiendo agradecida. Es un mensaje para recordarme mi próxima cita con Lea. Estas se están espaciando más, y aunque en teoría es algo bueno, siento que mi vida está más patas arriba ahora que cuando comencé mis sesiones. Ya arriba, Calha enciende la tele y saca unos aperitivos de los muebles y la nevera. Hay cacahuetes cubiertos de chocolate, palomitas, patatas fritas y derivados a los que no les presto atención. No hablamos en todo el rato que pasamos juntas, y yo me siento más como una planta que como una persona. Ella come de aquí y allá y hasta consigue evadirse en la película, a la cual no le estoy haciendo ni caso.

—¿Te ocurre algo? —me dice de pronto.

La observo atentamente entornando los ojos. ¿Me habla en serio? Sí, lo hace. Me planteo si merece la pena exponer cómo me siento con ella. ¿Le importa? ¿Está capacitada para entender que alguien más se sienta mal aparte de ella? ¿Me lo merezco porque esto ha sucedido en parte por mi culpa? Lo cierto es que no estoy de acuerdo con toda esa perorata que me ha soltado antes. ¿Por qué he de sentirme mal por ser como soy? ¿Por qué todos quieren cambiarme? ¿Por qué yo también lo busco?

Podría ponerme a discutir ahora con ella, pero ¿merece la pena? Esas ganas de discutir porque sabes que tienes razón, pero no hacerlo, porque sabes que tienes razón. Así que, niego con la cabeza, dedicándole lo que seguro es mi cara de asco. Cally ni siquiera se percata y sé que no estoy en el sitio correcto ni con la persona adecuada. Busco hacer felices a todos porque me gusta verlos bien, pero ¿qué pasa conmigo?

Pasan un par de horas más, en las que el escozor de mi pecho no se va. Cuando giro la cabeza hacia mi compañera, veo que está durmiendo. No, tal vez no valga para sustentar nuevas amistades, o amistades sin más. Busco relaciones que sumen, no que resten y estoy harta de las malas contestaciones, de consejos baratos que no he pedido, de críticas sin fundamento. ¡Límites, joder! Me falta establecerlos. Lea me lo repite siempre.

Me levanto y me dirijo al ascensor. Las puertas se abren sin previo aviso y aparece Senén. Al menos, no lo acompaña nadie. Me meto dentro en cuanto sale, pero antes de que me permita darle al botón e irme de una maldita vez, quita la llave. ¡Me repatea venir aquí por esto! Detiene las puertas con sus manos y conecta nuestras miradas.

—No he sabido nada de ti.

—No hay nada que saber —declaro.

—¿Esto va a ser así?

Las puertas buscan volver a cerrarse, pero él lo vuelve a impedir. ¡Aquí no vuelvo!, me repito. ¿Qué pretende que le conteste? La verdad es que estoy cansada de siempre verme en el mismo punto de partida. No avanzo con nadie en ninguna dirección, solo escucho recriminaciones, cedo, todo está bien y luego pasa algo, y vuelta a empezar.

—¿Así cómo?

—Evitándome como si fuese la peste.

Lo encaro cabreada. ¿Es que él no ha hecho nada mal?

—Pero ¿es acaso te piensas que te voy a consentir que me acuses y que lo olvide como he hecho hasta ahora?

—¿Se trata de eso? —Se ríe—. Bueno, es que mi hermana ha pasado por todo esto por tu amigo y por ti.

¿Si este sitio se incendiara por dónde saldrían estos? Es lo que se me viene a la mente tras sus palabras. Porque tengo que estar aquí escuchando sandeces de un tipo que hasta ahora me parecía muy cabal, y que veo que es un completo imbécil por el que encima tengo sentimientos. ¿Qué falla en mi cerebro?

—Yo no tengo la culpa de las acciones de los demás. —Y es la gran verdad que me he negado—. A ti solo te preocupa tu hermana, y en ese propósito te da igual a quien hieras por el camino.

Se mete conmigo en el ascensor y las puertas se cierran tras él. ¡No! ¡Con él aquí no! Mi corazón late demasiado deprisa, y Senén se acerca hasta acorralarme contra una esquina.

—¿Eso es lo que piensas?

No me voy a chantar.

—Recapitula y tú me dirás si llevo razón o no.

Sus ojos se han oscurecido y no los aparta de los míos. Yo me siento acalorada y ni siquiera tengo cómo eludir su presencia. Me acaricia el rostro y me sobresalto. ¿Qué pretende? Desciende hasta mis labios con una sonrisa y mi reacción nos impresiona a ambos. Mi pierna se eleva y se estampa es sus atributos con fuerza. Él se dobla sobre sí mismo; su cara desciende roja, los ojos desorbitados y los carrillos hinchados por el dolor. ¡Oh, Dios mío, le he arreado en los huevos! Y con ganas. Se lleva ambas manos a su paquete y se apoya del otro lado del ascensor.

—¿A qué ha venido eso? —pregunta con la voz estrangulada.

—¿Pero tú de qué vas? ¿Quién te crees que soy?

—Solo pretendía besarte. —Me mira por encima del hombro ,todavía incorporado.

—Sé lo que pretendías y he dejado clara mi respuesta.

Mi músculo cardíaco va a mil. No estoy muy segura de por qué le asestado una patada ahí y no le he dicho simplemente que se apartase. Pulso el botón con el número cero en un absurdo intento de que el montacargas descienda, pero sin llave no va a funcionar. Sin embargo, responde. El psiquiatra se incorpora como buenamente puede y acabamos en el sexto. Los vecinos de ese piso nos miran sorprendidos pero sonríen. Son un matrimonio (creo) de mediana edad.

—¡Vaya! —dice el hombre, de pelo gris, gafas y un bigote a juego—. Parece que os hemos secuestrado.

La mujer se ríe, y nosotros sonreímos sin mucho afán.

—Si bajabais, podemos ir todos juntos —habla el hombretón.

Antes de que Senén se pronuncie, lo atajo.

—Será un placer.

Lo que sea para poder salir de aquí sin depender de un Ónix. El psiquiatra asiente y se sitúa a mi lado, cediéndoles el paso a la pareja. Intercambian un par de comentarios insustanciales sobre el clima (tema socorrido donde los haya) y salimos todos del montacargas. Se despiden, y yo enfilo hacia la puertas de salida con Senén pisándome los talones. Me da alcance antes de que llegue a las puertas acristaladas.

—Bella Venec...

Mi cuerpo tiembla al escuchar su susurro derrotado, sentir el calor que desprende su torso en mi espalda, y el contacto de su mano aferrando mi brazo. Me paralizo, porque no hacerlo es sufrir un latigazo en mi espalda; la herida fue demasiado profunda. La semana que viene he de ir a mi centro de salud para que me valoren en condiciones. En la última revisión, me recomendaron que siguiera con esto una semana más, aunque también me dijeron que en casa me lo quitara para que me fuera acostumbrando a hacer movimientos sin él, con cuidado.

—Sabes lo que siento por ti. — Desliza un brazo reteniéndome por el vientre.

Me volteo y lo miro fijamente.

—En realidad, no lo sé. Tus palabras y acciones no concuerdan.

—Es complicado.

Me río de esa frase tan trillada.

—En mi vida no hay espacio para algo complicado, Senén.

Nos miramos largo rato. Ojalá estuviese dispuesta a olvidarlo todo, a lanzarme a sus brazos sin que nada más importase ni siquiera mi dignidad. Ojalá sus besos fuesen suficientes para que me sintiera plena y satisfecha con mi vida. Pero esos ojalás no tienen cabida en el mundo real en el que habitamos, donde actuar así se paga caro. La mano que me retenía el brazo se deja caer a su costado y agacha la mirada.

—Si es lo que deseas...

La mujer con la que lo he visto en las últimas ocasiones aparece en el hall.

—Te buscan —le informo mirando por detrás de él—. Es de ella de quien te tienes que preocupar, no de mí.

Se gira frunciendo el ceño y me persigue en cuanto alcanzo las puertas.

—¿Es por ella? —pregunta—. Porque solo se trata de una amiga de la universidad que ha venido de visita...

La esperanza que emana por pensar que eso cambiará algo, me entristece.

—Tú no estás preparado para una relación, ni yo tampoco.



Bueno, bueno, ¡cómo se está poniendo la cosa!

¿Pensáis que Venec tiene razón en ponerse así? ¿Y Senén?

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