Diario: decimoquinta página

He empezado a tomar pastillas para la ansiedad, y aunque me siento bien y no cambian mi manera de ser en nada, quiero dejar de necesitarlas cuanto antes. Mi psiquiatra me insiste en que las tome y que no las abandone por muy bien que me encuentre, porque sería contraproducente. No lo ignoro, pero esa parte terca en mí quiere no precisarlas. Quiere ser esa persona que de momento no soy y que puede que no sea, aunque lo desee.

A pesar de estar tomándolas, no me ha ayudado en nada para aclarar mi sentimientos entre Senén y Cian. Sí, ser ilusa es lo que tiene, que esperas salidas fáciles ante cambios nimios.

Lo peor no es eso, sino que estoy iniciando algo con Senén y me acabo de complicar la vida yo sola. Mi mejor amigo me ha dicho que se va a Uganda en dos semanas. ¡Uganda! ¿Qué hay allí que no pueda encontrar más cerca? Me duele tanto su marcha que he querido retenerlo junto a mí hasta entonces. Así que, volvemos a vivir juntos. Tampoco le he dicho que estoy a punto de tener un cita con el psiquiatra y creo que, ¡esto me va acabar estallando en la cara por impulsiva! O sea, le he recriminado a Senén su beso con la que era su mejor amiga, y yo tengo al mío bajo mi mismo techo, con sentimientos por ambas partes y una cuenta a contrarreloj, que se puede tornar peligrosa.

¡Esa es otra! Ni se me ha pasado por la cabeza contarle al psiquiatra que estoy tan pillada por el como por Cian. ¡Estoy hecha una falsa de cuidado!

¿Me entenderán si les digo que los quiero a ambos? ¿Lo entiendo yo tan siquiera?

¡No puedo querer a dos chicos a la vez! Si estuviese en la posición de cualquiera de ellos, acusaría al que me dijese eso de ser un cómodo que lo quiere todo. ¡Yo no estaría dispuesta a compartirlos con otra! ¡A la vista está! Pero escoger a uno significa que destruiré otra relación que para mí es tan importante como la que voy a empezar. ¡Es que ni yo soy capaz de explicármelo!

Cian es un día en calma, y Senén la tormenta bajo la que bailar.

El momento de elegir a uno se acerca. Lo sé, me he hecho una encerrona a mí misma de tres pares. Pero ¿qué escogeré? Porque he de escoger, ¿no?

Ha quedado claro que no soporto estar sin mi amigo y, también, que por más que rehuya al psiquiatra este sabe cómo volver a mi vida, de una forma u otra.

¿Y si Cian tiene razón? ¿Y si ahora no es nuestro momento? No obstante, eso es lo que él dice, no lo que ha salido de mí. ¿Yo qué digo? ¿Qué pienso? ¡Dios! ¿Qué siento?

¿Cian o Senén?

¿Senén o Cian?

Es como esperar a que una moneda caiga, para saber si será cara o cruz y esta caiga de canto. Ahora soy así: una moneda rebelde. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top