XII. ¿Dónde quedó la amistad?

Sauta, Territorio Verde, 21 de septiembre de 869 D.F.M.

Selba se sentó al lado de Fei Long, quien se irguió con brusquedad, sintiendo el estómago hecho un manojo de nervios. Se preguntó cuándo iba a sentirse normal cuando ella estaba cerca y concluyó que nunca sería la respuesta más acertada a eso. Se llevó una mano a la cara sintiendo las mejillas ardiendo. Seteh no estaba merodeando alrededor y por extraño que sonaba estaba deseando que estuviera con ellos para distraerlo de las emociones que lo embargaban.

Ella le dedicó una sonrisa y él desvió la mirada, moviendo apenas los labios en un tímido gesto. Era la primera vez que el trío pasaría juntos el solsticio de invierno, día en que se celebraba tradicionalmente en familia y amigos alrededores de fogatas y se daban regalos a los pequeños. También se decoraban las casas con banderines dorados y los árboles con bolas del mismo color, dando comienzo a los días más largos.

Se quedaron sentados en uno de los bancos de madera que estaba en el jardín del patio externo del Castillo, en una zona cercana al muro que lo rodeaba. Habían encendido una fogata para conmemorar el día. Seteh se había encargado de pedir a la servidumbre que decoraran el lugar con banderines y guirnaldas, e incluso pusieron una mesa con bocadillos de carne y verduras.

Últimamente, cada vez que el joven azul los visitaba, Selba se ponía demasiado ansiosa. No quería pensar en ello, pero en ese momento sentía el calor del muchacho a su lado y trataba de resistir firmemente a dejar que esas extrañas sensaciones dominaran su ser. No se había permitido ceder ante a la atracción que sentía por Seteh, así que tampoco lo haría con Fei Long aunque estos sentimientos fueran, de una forma inexplicable, más fuertes y más profundos. Si caía, todo su territorio también lo haría junto con su reputación. No quería que la volvieran a comparar con su padre Grehn ni ser el centro del cotilleo. Sin embargo, aunque eso era lo que deseaba hacer, no podía dejar de acercarse a él.

Podía ver que Fei Long estaba rojo, no sabía decir si por el calor de la fogata o por otra cosa. No quería sacar conclusiones precipitadas, no debía. Como siempre, la magia del Cubo revoloteaba a su alrededor, instándola a usarlo para escarbar en los pensamientos del muchacho, mas se mantuvo firme ante la tentación.

—Es una bella noche —dijo él y notó los nervios en su voz. ¡Por el Cubo! Se veía tan tierno. ¿Cómo podía sentirse así por alguien que era una década menor que ella? Lo conocía desde que era un niño.

—Sí —respondió con la voz rasposa, preguntándose dónde se había metido Seteh. Con él cerca, el ambiente se volvía menos tenso, menos cargado. No quería buscar en el Cubo como lo desesperada que estaba, se limitó a alzar los ojos hacia el cielo.

—¿Me extrañaron?

La cabeza de Seteh se asomó entre ambos, haciendo que dieran un respingo por la sorpresa. El joven rojo rio y se irguió, pasando la pierna por encima del banco y empujando a sus amigos para hacerse un lugar en el medio. Los abrazó por los hombros y los jaló hacia sí.

—Ay, qué alegría que estemos juntos un Primaveril, ¿sabían que las fogatas son propicias para encuentros románticos?

Selba bufó, mirando hacia el otro lado. Fei Long carraspeó.

—¿A qué viene ese comentario sin sentido? —preguntó este último.

La sonrisa de Seteh se ensanchó, mostrando todos los dientes.

—Nada, solo que me gusta este ambiente de fiesta —confesó, con un brillo en los ojos carmesí y la expresión volviéndose pícara—. ¿Qué vamos a hacer ahora? Podemos sentarnos al lado del fuego y confesar nuestros secretos más profundos.

—No, gracias. —Selba se quitó el brazo de Seteh de los hombros y se puso de pie, con la expresión molesta.

El muchacho alzó las cejas sorprendido por la reacción de su amiga y soltó a Fei Long, acercándose a la mesa para tomar una de las brochetas de carne. Luego tomó una de las botellas de cerveza y se acomodó al lado del fuego. Tomó una rama y atizó unos palos ardientes.

—Mi secreto es que cuando esté en la asamblea al fin, voy a revocar esa puta regla y voy a declararme. —Se giró para mirar a sus amigos y les sonrió, señalándolos con la botella y con Selba se preguntó en qué momento había permitido el alcohol en su castillo—. Sólo esperen para verlo.

Selba y Fei Long no dijeron nada, intercambiando una mirada cargada de interrogantes. El muchacho azul se levantó para sentarse al lado de Seteh y la mujer se ubicó del otro lado. Se quedaron contemplando la danza de las llamas, con los pensamientos arremolinados alrededor de esos sentimientos que los tres tanto reprimían.

—Ahora ustedes, digan algún secreto, puede ser una parte, no toda —instó el joven.

Selba manoteó su botella y le dio un largo trago bajo las miradas extrañadas de los muchachos. Se pasó la mano por la boca y flexionó las piernas, apoyando los brazos en las rodillas.

—Mi secreto es que desearía no ser Diosa para poder hacer muchas cosas que ahora no puedo —largó, con la mirada fija en las llamas danzarinas.

El joven rojo soltó una risa seca. Hizo un movimiento con las cejas absteniéndose de comentar y codeó a Fei Long para indicarle que seguía él, mas el muchacho negó con la cabeza.

—Dale, mocoso. Te toca.

—Nunca estuve de acuerdo en este juego —se defendió.

Seteh volvió a hacerse con la botella que tenía Selba, tomando otro trago.

—¿Quieres que lo diga yo? —amenazó con una media sonrisa. Fei Long abrió los ojos de par en par, con los cachetes colorados y codeándolo por su parte—. Entonces habla.

Él suspiró.

—Mi secreto es que me gustaría poder tener una familia —murmuró, mirando hacia otro lado. Su voz se perdió con la brisa. Seteh no supo qué responder.

—Eres el único de nosotros que tiene una, ¿de qué hablas? —quiso saber la Diosa Verde, inclinándose para poder mirarlo, abrazada a sus piernas.

El muchacho azul levantó los ojos al cielo. No respondió. Si bien había sido criado en el seno familiar Wang, siempre había sido excluido o tratado distinto por su condición. Los quería mucho, sí, pero también anhelaba ese amor fraterno que muchas veces le era negado. Ese amor que de cierta forma compartía con Selba y Seteh. Soltó un suspiro y tomó la rama con la que había jugueteado su amigo y trazó ideogramas que había estado memorizando.

—Para ellos no soy Fei Long Wang, sino simplemente el Dios Azul.

Seteh le pasó una mano por los omóplatos, en un consuelo silencioso. Selba simplemente calló. De cierta forma, aunque Fei Long pareciera el ancla del trío por su seriedad y su amabilidad, estaba tan roto como ellos. 

Lazaward, Territorio Azul, 25 de octubre 869 D.F.M.

Era su cumpleaños, iba a cumplir la mayoría de edad, sin embargo, Sun-Hee esperaría a que tuviera veinte para pasarle el Cubo, edad en la que en la mayoría de los Territorios solía hacerlo. Fei Long abandonó su dormitorio y caminó a pasos rápidos por el pasillo hacia la salida del Castillo, pero cuando llegó al final de la escalera Sun Hee estaba esperándolo con la expresión de una madre que va a regañar a un hijo.

—¿Irás a ver a Selba? —preguntó, intentando que su voz no sonara como una acusación. El muchacho se detuvo en el último escalón, mirándola sin decir nada. No iba a negarlo y su silencio era suficiente para corroborarlo—. No me molesta que ustedes sean buenos amigos, el problema es si eso pasa a más...

—Lo sé. No pasará —acotó Fei bajando el escalón y colocándose frente a la Diosa Azul.

Sun Hee le puso una mano en el hombro y le acarició con los dedos. Esbozó una sonrisa fraternal y ladeó la cabeza.

—Sólo no quiero que en algún momento tenga que intervenir por ti ante el Consejo. Y más porque es una Diosa en actividad. Le traerás más problemas a ella que a ti mismo.

Fei Long le tomó la mano con cariño, se la quitó del hombro y le besó los nudillos.

—Supongo que me conoces lo suficiente como para saber que no será así —agregó, soltando su mano y dirigiéndose a la puerta de salida—. Y gracias por tu preocupación.

Sauta, Territorio Verde, 25 de octubre de 869 D.F.M.

—Selba, Selba, Selba, Selba... ¡Selba!

Seteh perseguía a la Diosa Verde de un lado a otro en los pasillos, insistente, mientras que Fei Long caminaba detrás de ellos con parsimonia. La mujer, harta, se giró en redondo y el muchacho de cabello rojo se detuvo en seco para no chocarse con ella. Tenía una sonrisa pícara en el rostro, una que mostraba todos los dientes y malas intenciones.

—¡No molestes, Set! ¡No iremos de parranda! ¡Somos Dioses! —exclamó ella, saturada con tanta insistencia. Se cruzó de brazos y frunció el ceño para hacerlo entender que no iba a ceder.

—Corrección, tú eres Diosa. Fei y yo somos simples jóvenes con ganas de divertirnos. Tú también deberías ir con nosotros, no será difícil para ti cambiarnos la apariencia un rato, ya lo has hecho una vez.

Ella puso los ojos en blanco y descruzó los brazos, dejándolos colgar a cada lado del cuerpo. Le lanzó una mirada de reproche a Fei Long.

—¿Tú estás de acuerdo con esto? —le increpó. El aludido abrió los ojos y sus mejillas se tiñeron levemente.

—Yo... no...

Seteh rio y rodeó los hombros de su amigo con un brazo.

—¡Selbaaaaaa! ¡Sólo hoy, somos jóvenes llenos de vitalidad! ¡Tendremos toda una aburrida vida de Dioses más adelante! ¡Y es el cumpleaños de Fei Long! ¡Ya es mayor de edad! ¡Porfavorporfavorporfavor!

Selba se pasó una mano por la cara, dejando la mano sobre su frente para pensar. No era el momento de salir de parranda por ahí, y menos con un chico desenfrenado como era Seteh, pero tenía razón en que ya tendrían tiempo para ponerse serios. Y para decir la verdad, nunca había salido en plan divertirse. Sería la primera vez, y la última, se prometió.

—Está bien —dijo, en voz baja y Seteh esbozó una sonrisa llena, soltando a Fei e inclinándose hacia adelante con las manos en los bolsillos.

—Pues prepárate para la mejor noche de tu vida —murmuró él con la felicidad saliendo por los poros. Faltaba que comenzara a saltar como un niño pequeño.

—Ustedes me llevan por el camino del mal —exclamó Selba, sin poder contener una pequeña sonrisa, sacudiendo la cabeza.

—El camino del mal es el mejor, ¿no es verdad, Fei?

El aludido puso los ojos en blanco, pero no pudo reprimir la sonrisa que se asomaba por sus labios.

Kaboom era un pub relativamente nuevo. Selba había sabido de él porque sus Ancestro Rumi se había encargado personalmente de los controles sanitarios y acústicos, ya que estaba muy cerca del centro de la ciudad.

Al llegar, no les hicieron ningún problema, por lo que apenas pagaron las entradas y se internaron en el ruido infernal de los parlantes que chillaban haciendo rebotar los corazones y los tímpanos al ritmo de la música. Fei Long se encogió, entrecerrando los ojos y mirando hacia todos lados como un animalillo asustado. Seteh se veía de lo más desenvuelto y tranquilo, mientras que Selba se mantenía al lado del joven azul con la misma expresión extrañada y molesta ante tal ambiente hostil.

—Yo suelo venir acá —dijo Seteh a los gritos contra la oreja de la Diosa Verde, haciendo que se le erizaran los vellos de la nuca—. Pero claro, vengo como soy, no con disfraz.

Selba le dedicó una mirada mortífera. Que él estuviera de fiestas y bailes siendo un Dios no era bueno para él, pero hasta el momento no se había metido en problemas, por lo que de cierta forma le agradecía no tener que interceder por él.

Él les indicó el camino hacia la barra y se sentaron a mirar cómo la gente bailaba, saltaba y se apretujaba unos contra otros en la pista de baile. Las luces danzaban psicodélicas por las paredes, el piso y el techo, creando un caos que sólo los demás lograban entender. El muchacho rojo pidió unos tragos y dejó un vaso frente a cada uno de sus amigos. El de Selba tenía un contenido amarillo y olía dulce, mientras que el de Fei Long era transparente pero con aroma agrio.

—A ver cuánto resisten —rio Seteh mientras tomaba el contenido de su vaso de un sorbo. Soltó una exhalación ruidosa y les hizo señas para que hicieran lo mismo.

—Yo no bebo —dijo Fei Long, sus labios delatando lo que había dicho porque su voz estaba ahogada por la música.

—¡Cumpliste dieciocho! ¡Más te vale que seas hombre y te tragues eso!

Miró a Selba dubitativo. Ella olisqueó el suyo y dio un sorbo. Tenía sabor a ananá con algo que no pudo identificar, pero definitivamente sabía bien. Pidió otro. Fei Long apenas la miraba extrañado y Seteh le hacía señas para que también tomara. Soltando un suspiro obedeció.

Casi lo regresa, pero se tapó la boca con el dorso de la mano y soportó la quemazón. ¿Seteh estaba loco como para darle algo tan fuerte de entrada? Hubiera preferido probar lo que sea que Selba estaba tomando, ya que iba por un tercer trago.

—¡Vamos, Sel! Te invito a bailar —le dijo el joven rojo a la Diosa Verde, quien se había sentado en el taburete y bebía de su vaso con un sorbito, sujetándolo con las dos manos y mirando hacia la pista con la vista perdida. Cuando oyó lo que le decía su amigo pestañeó sin entender—. Vamos, Sel, venimos a divertirnos, olvida tus cosas de Diosa y ven.

Ella lo contempló anonadada. Se sentía torpe. Quizá no debió tomar tantos, dejó su vaso en la barra pensando que era suficiente por esa noche. Era una Diosa y no debía dar motivos para ser el centro de los chismes del Territorio. Sin embargo, se dejó llevar por la cálida mano de su amigo en su cintura y le echó una ojeada a Fei Long, quien fruncía el ceño mientras los observaba alejarse, sentado en el taburete con el vaso a medio tomar en su mano. Se veía tan lindo allí, con esa apariencia adulta, ya casi sin rasgos que lo delataran que tuviera apenas dieciocho años.

Seteh le tomó las manos y le enseñó a seguir el ritmo. Al cabo de varios minutos, ella volvió a la barra junto a Fei Long a pedir unos tragos más. Sonreía demasiado, y al muchacho azul le parecía que ella estaba un poco pasada de copas. No sonreía nunca. Verla así, tan alegre y jovial, hacía que su estómago se encogiera. Ella se bebió dos vasos más y luego se volvió hacia él, invitándolo de su vaso a lo que él trató de negarse sin éxito. Al terminar, ella lo tomó por las muñecas y lo jaló hacia la pista. Él se resistió mientras ella hacía un mohín.

Aquel gesto terminó por hacer que cediera. Seteh le dio un empujón para incitarlo que hizo que él tropezara con sus pies y terminara sosteniéndose de Selba para no caer. Ella rio por su torpeza y volvió a jalarlo hacia la pista. Fei Long tenía las mejillas rojas, tanto por el calor como por la bebida y los nervios de estar junto a ella.

—¿Sabías que te ves taaaan lindo cuando te sonrojas? —dijo Selba arrastrando las palabras y pellizcándole una mejilla, causando que se quedara más colorado aún.

El muchacho tenía las manos sudadas. Estaba tan nervioso que tropezaba con los pies, haciendo que ella sonriera ante su torpeza. También se sentía mareado, no estaba acostumbrado a beber y le había sentado mal. La música fuerte hacía que su corazón latiera al ritmo, pero también de emoción por la cercanía.

Un Dios, jamás de los jamases, bajo ninguna circunstancia, se puede enamorar, le decía la voz de Sun-Hee en su cabeza. Sin embargo, no podía dejar de contemplar el rostro sonrojado de Selba por la bebida, sus brazos rodeando su cuello, sosteniéndose, y esa sonrisa que no solía verse en su rostro.

—Fei Long, ¿puedo besarte?

Él se detuvo en seco. Selba lo tomó como un sí. Jaló el cuello del muchacho y sus labios buscaron los suyos. Sintió un hormigueo en todo el cuerpo, en el estómago, en el vientre. Fei Long anhelaba ese contacto tanto como ella así que devolvió el beso con hambre, con excitación. Sus bocas se devoraron, ávidas, y sus cuerpos se pegaron buscándose.

Seteh pidió otro trago para sí mientras reía por lo torpe que se portaba su amigo cuando estaba junto a Selba. Se sentó en un taburete junto a la barra y buscó a sus amigos en la pista, pensando que estarían dando traspiés con lo borrachos que estaban. Un par de copas y los dos ya parecían que se habían bebido la bodega entera. Pero su corazón se detuvo cuando los encontró besándose con tanta pasión que no supo cómo reaccionar ante aquella escena.

La sangre hirvió. No tenía idea cómo habían terminado así. Por muy tontos o correctos que querían aparentar, por más que hundieran sus sentimientos en lo más profundo de su ser, en el fondo él sabía que ambos se querían con más ganas de lo que quería reconocer.

Se acercó a ambos y los separó como pudo, aunque seguían buscándose entre la torpeza del alcohol y los deseos reprimidos. Gruñó que debían irse y Selba se quejó, pero obedeció a regañadientes. Entre él y Fei Long, quien a pesar de bebida estaba más sobrio que la Diosa Verde, la cargaron hasta salir del pub y se dirigieron por las calles tropezando hasta el castillo verde. Lucían como desconocidos, por lo que el joven rojo usó la entrada de servicio que solía utilizar para salir a hurtadillas.

Les llevó tiempo llegar al dormitorio de Selba. Seteh soltó a la mujer que cayó con todo su peso muerto sobre la cama, riendo y causando que Fei Long se desplomara con ella y el joven rojo tomó nota mental de que no debía dejarlos beber nunca más. Fei long se durmió al instante. Selba se lo quedó observando con una sonrisa boba hasta que quedó rendida.

Seteh se quedó parado contemplándolos mientras ellos caían en el letargo de la bebida. Tenía una mezcla de sentimientos apretujados en su pecho. Sentía celos, sentía enojo. Se sentía traicionado. Pero más que nada, estaba decepcionado. Tenía guardado dentro de sí fuertes sentimientos hacia ambos, ninguno iba a corresponder.

¿Qué hacía él ahí entonces?

Se tambaleó ante la idea de quedarse solo otra vez. Suspiró y se inclinó para besarle la frente a cada uno. Apretando los labios para evitar que temblaran, se fue. Caminó sin rumbo por los pasillos hasta que salió al exterior. Se dejó caer sentado contra el muro más alejado y lleno de maleza y lloró.

El sol comenzaba a teñir el alba cuando se recompuso y se irguió con una decisión en mente. Tomó un caballo del establo y salió cabalgando hasta la estación de tren, allí siguió las vías inutilizadas y no descansó hasta llegar a la frontera. Al límite de su hogar.

Se apeó del caballo y se quedó parado, contemplando la pared de magia que se erguía frente a él. Estiró el brazo.

Su territorio lo recibió de vuelta. 

Bueno... Espero que no me maten por dejarlos así. Se habrán dado cuenta que ya comenzamos a dar ese giro a la trama que desencadenará en lo que todos conocemos. No diré más...

Si shippean a Seteh y a Fei Long tanto como yo, pues les cuento que hay una mini historia en el libro de Apéndices e historias de Nuevo Inicio llamada "Ideogramas y pergaminos". Está fuera de la trama principal, por lo que se lo pueden saltear sin problemas. 

Y por último, sus comentarios, quiero saber cómo lo van llevando hasta acá, y qué creen que pasará de ahora en más que Seteh los abandonó, dolido. 

Espero que les haya gustado! Nos leemos. 

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