¡Es obvio que los chicos de esos vídeos son bi o gay o cualquier cosa menos heterosexuales!
Mientras voy entrando a la escuela, miro vídeos de youtubers que hacen "retos" o dan su tutorial de cómo crear a un heteroflexible de lo cual no me fío en absoluto. Si a mí me pusiesen a besar a una chica por más reto que fuese, no lo disfrutaría como lo hacen ese montón de hipócritas.
Bajo el teléfono y afronto la escuela que me espera en modo desafiante. ¿Por qué me resulta tan pesado? La gente normal dice que la adolescencia es la mejor etapa pero me la estoy pasando mal.
Claro, la gente normal no tiene que salir del armario.
El día transcurre dentro de los parámetros de lo normal hasta que estamos Jena, Meredith y yo en el almuerzo, pero Britt falta. Pasan hasta quince minutos y sigue sin llegar. Ninguna de mis compañeras de almuerzo sabe nada acerca de la rubia. ¿Cómo se llama eso que les pasa a las mujeres cuando desaparecen de la faz de la Tierra? ¿Embarazo? ¿Dolor de ovarios? ¿Corazón roto?
—Es posible que esté con Fray—comenta Meredith mientras unta mayonesa a sus pepinillos. Sus palabras son probables pero no del todo convincentes. Quizá El Atleta haya seguido mi consejo y ahora mismo Britt se la esté pasando de maravilla.
—No lo sé—contesta Jena igual de desconforme que yo—. Es extraño que no nos haya comentado nada.
Observo a diestro y siniestro en la cafetería pero todos comen si reparar en que alguien aún no ha llegado a las mesas. Quizá Britt se retrasó con sus tareas y esté ocupada haciéndolas, o también es común en ella que se haya quedado en la biblioteca y olvidado del almuerzo.
Esta última idea parece llevarse el premio mayor de mis convicciones hasta que veo al otro lado del salón a la hermana menor de Jena. La muchacha se levanta y seguida de ella, su grupo de amigas. Todas se pegan al cristal que da hacia un patio trasero del instituto y noto la manera en que, al unísono, el resto de los alumnos también se levantan de sus sillas como si fuesen encadenados y se imantasen a los vidrios.
Me sobresalto hasta percatarme de cómo mis compañeras de almuerzo hacen lo propio. Entonces, decido ir a ver también qué sucede.
Todos nos ponemos de pie y tratamos de meternos entre la montonera de gente para ver qué sucede, sin embargo los alumnos son tantos que nos empujan hacia atrás por cada paso que logramos avanzar. Parece ser algo preocupante debido a las expresiones y gestos de los demás... hasta el instante que veo al entrenador de la clase de deportes y la enfermera del instituto pasar corriendo al exterior.
Con Jena aprovechamos para ir tras ellos puesto que los alumnos, ante el paso de los mayores, se mueven un poco.
Meredith queda atorada entre un grupo de chicos enormes que supongo deben ser del club de nadadores.
Avanzamos con Jena y logramos salir. Una vez que estamos en las escaleras que tienen salida al patio, distinguimos al equipo de futbol. Noto entre ellos al muchacho de tez negra, amigo de Steve y a... Francis. Él está de cabecilla frente a Britt pero ella se encuentra dando gritos, intentando retroceder, no obstante el grupo del equipo la tiene acorralada e incapaz de mirar a otra parte que no sea a cualquiera de esos gorilas-mediocres-deportistas.
Veo a Miranda junto a la capitana del equipo de animadoras meterse entre los chicos y exigirles que dejen en paz a Brittany pero los otros parecen no hacerles caso. Con Jena salimos disparados tras el entrenador y la enfermera, quienes amenazan a los chicos con expulsarlos del equipo si no sueltan a Britt y éstos ceden sin oponer demasiada resistencia.
—Tranquilo, sólo estábamos hablando ¿no es así?—le dice Francis al entrenador sin quitar los ojos de encima de mi amiga.
Aprovechamos que ceden y nos metemos con Jena.
Abrazamos a Britt y veo a lo lejos que Meredith recién ha logrado bajar las escaleras.
—¡Te detesto, Francis!—dice Britt y la voz se le quiebra. Luego se esconde en mi pecho y comienza a llorar. Jena da un paso adelante y le grita a Francis:
—¡¿Qué le hiciste?!
El entrenador nos empuja hacia atrás y esta vez más profesores se acercan para poner distancia entre nosotros.
—Nada, sólo le propuse un juego—contesta Francis.
—Esta vez no lo dejaré pasar—aparece McCough desde detrás del chico negro y lo está señalando a Francis con su dedo índice de una mano en alto.
—Pero no le he hecho nada—responde a la defensiva el acusado.
Britt está muy nerviosa y llora entre jadeos en mis brazos.
—¿Qué sucedió?—esta vez quien llega es el director del instituto—. ¿A qué se debe tanto escándalo?
Un par de chicas, entre ellas Miranda, se acercan y la portavoz es la cabecilla de las animadoras:
—¡Lo vimos! ¡Venían persiguiendo a Montoya!—dice.
—Venga—comenta Miranda—, ella tampoco se resistía mucho. Parecía estarse divirtiendo.
La fulmino con la mirada y no entiendo qué obligación tienen que cumplir ellas en este sitio.
—¿Por qué no nos cuentas lo que sucedió?—inquiere el entrenador hablándole directamente a Britt.
Pero McCough interrumpe:
—Lo mejor será hablarlo en privado.
—No. —El director avanza y se pone delante de nosotros. Britt levanta la mirada y observa todos los ojos expectantes puestos en ella que al parecer, le da un poco de seguridad ver que han dejado a Francis detrás de todos—. Dinos ahora qué fue lo que sucedió; luego será tarde y la verdad la tergiversarán. No queremos confusiones.
La rubia se ubica tras una oreja un mechón dorado y yo le suelto un poco hasta dejar sólo una mano mía en su cintura.
—Francis...Francis...—dice tratando de mantenerse a raya—, me propuso que fuéramos al edificio abandonado del instituto...
—Es imposible, está todo cerrado—se interpone el entrenador—. Ese edificio será demolido en vacaciones, dentro de un par de meses. Nadie puede ingresar ahí.
—Por favor—la enfermera apoya una mano en un hombro del entrenador—. Déjala continuar.
El entrenador da un bufido y chista. Es notable cómo él defiende a uno de sus mejores jugadores del equipo y por lo que se ve, no le conviene a la escuela perderlo, mucho menos ahora que Francis está en conducta condicionada debido a sus problemas conmigo.
—Él dijo que quería tocarme—la voz de Britt se quiebra pero prosigue—. Me negué y lo evadí pero luego se aparecieron los demás chicos y empezaron a perseguirme para llevarme allá y... y...
Rompe en llanto y cada vez me indigno más. ¿Cómo es posible que haya sido capaz de amenazarla e intimidarla a Britt? ¡Por favor, ella no le ha hecho nada! Pero mientras la rubia da su relato, levanto la mirada y me cruzo con los ojos echando fuego de Francis. Y es cuando caigo en la cuenta de que disfruta ver a las únicas personas que me importan, aterrorizadas.
—Sólo estábamos bromeando, no sabíamos que se fuese a tomar así un simple juego—se excusa.
Quizá sea nato en él el ser abusivo, pero esta vez dirigió a todo el equipo de futbol para molestarme a mí y dejar al descubierto que no puede tocarme directamente, pero sí a mis cercanos.
«Él dijo que quería tocarme...»
El director fija su mirada en Francis y le dice:
—Muchacho, esta vez has ido demasiado lejos.
Pero el chico negro interviene:
—Ella ha mentido, Brittany nos propuso ir allá y luego empezó a gritar. Nadie la persiguió ni nada.
Así es que el entrenador, McCough, el director y la enfermera ponen sus ojos en la cabecilla del equipo de animadoras quien afirmó a cal y canto que sí la habían estado persiguiendo.
—Bueno, probablemente, como dice Miranda, no se la estaba pasando tan mal...—comenta una de las jóvenes del grupo y su amiga asiente.
«Malditas zorras», pienso, sabiendo que Britt es incapaz de prestarse a los juegos sucios de Francis.
Estoy tan ensimismado que en ningún momento me percato de la llegada de Steve hasta que él habla:
—¿Qué hiciste esta vez...?—se está dirigiendo a su amigo—. ¿No crees que se te fue la mano?
Pero Francis ríe:
—Para nada. Yo no he tocado a nadie con ninguna mano.
Y está en lo cierto. Quizá Britt exageró un poco las cosas, aunque por lo que la conocemos y somos conscientes de la madurez de nuestra amiga, sabemos que ella es incapaz de inventar o insinuar semejante idea.
Miranda toma una mano de Steve y cierro los puños con fuerza apenas les veo en contacto.
—Bien, alumnos—anuncia el director—. ¡Aquí no ha pasado nada! ¡Vuelvan a sus clases!
¿Que no ha pasado nada? ¿Es que está ciego? Aunque más allá de todo, no hay víctimas ni nadie a quién culpar. Los testigos optaron a favor de Francis y no queda nada más por hacer.
—Venga, vamos a lavarte esa cara, preciosa—le digo a Britt y noto el gesto preocupado de McCough en cuanto pasamos a su lado. Sin embargo, cuando sopesamos a Francis, él me toma por un brazo mientras veo a los alumnos dispersarse y parece que nadie se da cuenta de lo que me dice al oído:
—No puedo volver a golpearte pero si tu amiga no cede conmigo, la pasarás mal tú y todo el grupo de frikis que tienes alrededor.
Trago saliva y me suelto de la mano de ella. Salimos de ese infierno y nos metemos en la cafetería nuevamente pero la pasamos y llegamos hasta un bebedero donde le mojamos el rostro a Britt para tratar de borrar los atisbos de llanto que quedan.
—Estaré bien—me dice la rubia con un tono poco convincente, en cuanto estamos en el aparcamiento, luego de una vez que ya han finalizado las clases—. No pasa nada, en serio.
—Quizá no deberías conducir—le digo.
—Estoy bien—afirma—. Ve donde tengas que ir, nosotras no nos meteremos en problemas.
—Paz, chico—me dice Meredith mientras sube al asiento de acompañante—. Ni Jena ni yo sabemos conducir. No podemos dejar esta preciosura de coche aparcado aquí solo e irnos en taxi.
Mmm, tiene razón pero de todas formas no coincido con ella.
—Gracias por preocuparte, Jimmy—me dice Jena.
Les deseo suerte y se van.
Último día de la semana. ¡AL FIN!
Habré superado siete días más, con inconvenientes, pero habrá pasado y ya.
Francis me ha dejado en claro lo que puede hacer, el equipo que dirige y que yo no valgo nada.
Con razón o no, puedo demostrarle que está equivocado y restregarle en la cara cuánto puedo averiguar sobre él. Apenas consiga accesos especiales gracias al periódico escolar, él y todo su grupo estarán en problemas.
Mientras me meto a la clase de biología, dejo mis cosas y me percato de que he olvidado un cuaderno en mi casillero. En realidad aún quedan más de diez minutos para que la clase comience: tengo tiempo de ir en búsqueda de lo mío y volver sin apuro.
Voy con el fin de encontrar mi cuaderno y al tener que atravesar un pasillo que ha quedado vacío, siento la brisa fresca ponerme la carne de gallina.
Un mal presentimiento que creo, ya haberlo sentido con anterioridad.
Sólo un poco más y habré salido de ahí. Nada habrá pasado...aunque mis expectativas se funden cuando me cruzo a Francis.
El está esperándome.
Permanece de brazos cruzados, apoyado contra una pared y una sonrisa llena de malicia yace impregnada en su rostro cuadrado.
—¿Qué?—le digo.
—¿Trajiste armas?—me pregunta y la sangre huye de mi rostro.
—Por favor, hazte a un lado—le pido mientras palidezco, pero él avanza hasta apresarme aún más.
—¿O qué?—sigue provocando—. Viniste armado ¿o no?
—Por favor—le suplico—, hazte a un lado que llegaré tarde a mi clase...
—Lo sé—me dice mirándome con asco—. Ya lo sé Jeremiah.
—¿Qué dices? ¿Qué puedes saber tú?
—La razón por la que tuviste que dejar tu ciudad. Tu anterior escuela en Ohio y venir para recomenzar aquí. Pero resulta que ahora eres "San Jeremiah Blake" y es una pena que los demás se traguen ese cuento—se hace silencio y guardo la esperanza de que esté siendo todo un error, si bien la realidad me está golpeando con todas sus fuerzas—. Estás en problemas, lagartija.
De pronto levanta la mano y me muestra un cuaderno.
Lo conozco.
Un recuerdo se me viene a la mente; hace mucho tiempo que no veo ese cuaderno. ¿Cómo es que Francis ha tenido acceso a él? ¿Acaso ha...logrado entrar a mi habitación en casa de mis abuelos y hurgado entre mis cosas? ¿Por qué la abuela no me dijo nada sobre esto? ¡Tan ingenua! Si esto fue así, mi familia propiamente acaba de condenarme.
El recuerdo... la imagen que se mete en mi cabeza es terrible... Un puñetazo contra mis gafas.
El sonido de cristales rompiéndose.
La mano es grande y viene de alguien que conozco... y me parecía que era una buena persona.
Es un muchacho y está enojado. Enfurecido por completo. Se trata de Eric, un compañero de clase de mi antiguo instituto por quien realmente sentía un especial aprecio.
Ese cuaderno es donde he volcado un gran secreto... la raíz del mayor de mis problemas e involucra el golpe que recibí.
—Espero que no hayas venido con armas—me dice Francis y ríe. Luego abre la contratapa y veo algo que me arrepiento de no haberlo desechado en su debido momento...
«Eric».
Está escrito. Su nombre en medio de un corazón flechado y una aureola con lápiz negro en el pedazo de papel blanco pegado a la parte inferior de cartón del cuaderno.
Un dibujo en blanco y negro que me tiene paralizado en una terrible escala de grises.
Ese cuaderno me lo robaron meses atrás y le mostraron a Eric lo que había hecho... Eric en cuanto lo vio, me buscó y me golpeó.
—¿Qué sabes tú del hecho del arma?—le pregunto a Francis.
—Sólo tuve que revisar tu expediente—responde él—para saber que luego de que tu antiguo novio te golpease, asististe a clase con un arma. Dime, ¿qué pretendías? ¿Sacarla y dispararles a quienes te quitaron el cuaderno? Eres patético, lagartija y ahora te tengo en mis manos.
Francis no sólo ha logrado mi objetivo de llegar a los expedientes sino que lleva razón en lo que me acusa...
Es todo lo que hacía falta.
Yo no puedo seguir aquí. Debo escapar e irme a otra escuela cuanto antes.
#LosColoresDeJimmy #Wattpad #Lgbt
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#MARATON 9/10 - Este ha sido el último capítulo del año <3
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Hola! Gracias por estar ahí >.<
Este cap está dedicado a:
Si bien es el penúltimo cap de la maratón, cerraremos con El Origen <3
Mañana!
Yep.
Así que nos leemos pronto <3 Tengo para agradecerles de mil maneras el apoyo que han dado a esta historia este año. Ha crecido muchísimo pero aún queda bastante por seguir creciendo, lo sé.
Les adoro con el kora <3
Besos y feliz año nuevo! Diviértanse pero no beban tanto :p
Hasta el próximo año <3
Ariel.
+info: IG/luisavilaok
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