V E I N T I C U A T R O


Steve me sujeta por los hombros.

Mi espalda da contra su pecho mojado y los segundos que pasamos en contacto, uno con el otro, se me vuelven magníficos. Si tuviera la cualidad de poder detener el tiempo ahora mismo, lo haría.

Steve me devuelve al suelo. Un ligero cosquilleo me invade el estómago una vez que lo miro a los ojos pero no me animo a agradecerle.

—El entrenador me envió por los...conos—comento sin demasiado argumento; sin embargo, él lo acata.

Steve es más alto que yo.

A continuación, camina hasta el armario y, estirando los brazos, alcanza los benditos conos apilados.

Cuando lo hace, me quedo embobado mirando su cuerpo envuelto en una toalla blanca cubriéndole de la cintura hasta las pantorrillas. Cuando se estira, un fuerte deseo arde en mí buscando que se le caiga la toalla pero esa clase de milagros no suceden. No en mi mundo. Solo me deleito observando los músculos de su abdomen y su espalda, incluso de sus brazos una vez que toma el recado que me encomendó el entrenador y me los pasa.

—Ten cuidado—me advierte—. Anda con más...cuidado.

¿Y a qué se debe que esté dándome sugerencias que sirven a mi bienestar? Me está hablando, por todos los cielos.

—Gracias. Supongo—le digo.

Y miro el armario.

Cuando me he caído, por algún motivo, tiré las vendas apiladas. Me vuelvo a ellas y las devuelvo al armario. Steve se dirige hasta su casillero a mi espalda.

Estamos solos.

Estamos jodidamente solos y él va desnudo.

Bah, sólo con una toalla.

Y caigo en la cuenta de que me estoy demorando a propósito en la sencilla tarea de tener que guardar las cosas, cerrar el armario y devolver la banqueta a su lugar.

¿Acaso espero a que se quite la toalla para que pueda vestirse? ¿Qué pienso hacer? ¿Espiarle? Es una opción.

No, no puedo, no.

—Eh, Jeremiah.

Me vuelvo a él con el corazón en un puño.

—¿Sí?

Tiene las cejas enarcadas y las facciones del rostro contraídas como si fuese una tortura tener que hablarme o si se la estuviese pasando horrible aquí conmigo.

—Quería decirte que...no te vi, entre clases. Es decir, sí, lo hice, pero no quería que... Olvídalo.

Sé a qué se refiere.

Estamos solos, por eso me habla.

Y me está dando una explicación.

Claro, el bendito mariscal de campo sólo le habla al perdedor de la escuela porque no hay nadie más en todo el vestuario.

—¿Perdón? —murmuro—. Sé que te refieres a cuando te vi con la animadora y me esquivaste. Descuida, no tengo rencores.

Creo que la he cagado ya que me mira mal.

—¿La animadora? Su nombre es Miranda.

Miranda, claro.

—Miranda—me corrijo.

—Y verás... Yo quise saludarte. En serio, quise. Pero la palabra no salió y ya sabes. Sólo pasó de ese modo. Espero que no te hayas...molestado o algo así por ese detalle.

¿Molestado? A Steve no le molesta en absoluto ni le preocupa que yo pueda tener en cuenta que me ignora sino que está justificándose para que no diga nada acerca de los líos inmensos que hay en su familia.

—Pierde cuidado con eso, Steve. Estás a salvo conmigo, no diré nada aunque no tengas el reparo en saludar, estés con tu novia o estés con quien sea. Te entiendo.

—¿Mi novia? Sólo me besó, nada más.

—¿Te...besó? —le digo con el corazón en los pies.

—Por un jodido beso, las personas no deberían ponerse en pareja.

—¡¡¡BLAKEEEE!!!

Salgo pitando en busca del entrenador con los conos en las manos, pensando en las últimas palabras de Steve.

Pero en mi cabeza sólo resuenan tres palabras.

Tres horribles palabras.

"Sólo me besó".



—Jeremiah, ¿no?

—Sí—le digo a Fray.

Se acerca a mí luego de mi fracasado entrenamiento en béisbol. Por suerte al hacer equipo con él, me he sentido un poco más incluido dentro de estas terroríficas clases. ¿Es que a ESTO le llaman clase? Yo le llamaría "hora de la tortura medieval".

—No lo haces tan mal—suelta la mentira más horrible que he podido escuchar en el día de hoy—. Bueno, podría ser mejor pero se nota que te esfuerzas.

Lo miro como si fuese un bicho raro.

—¿Lo dices en serio?

Fray se encoge de hombros.

Andamos en silencio hasta que se detiene, justo antes de entrar al armario, aclarándose la garganta. Me detengo a su lado.

—Por cierto—añade. Se lo ve un poco incómodo. Pero su cabello corto castaño, su piel bronceada y sus labios llenos le hacen ver incómodamente perfecto. Por un segundo mi corazón se encoge—, quería hacerte una pregunta un tanto imprudente.

¿Dije que mi corazón se encoge?

En verdad se expande, bombea sangre como tambor, me quiere escapar del pecho.

—¿Dime? —murmuro con un hilo de voz demasiado grave.

—Quería preguntarte si... Britt está pareja o algo similar.

Tanto se hincha mi corazón que lo siento reventar.

—¿Blake?

—Disculpa—intento salir de mi decepción—. Es que...digo... Britt no. No está...saliendo nadie.

Él suspira.

—Gracias al cielo. Pensé que tenía algo contigo.

OH, MIERDA.

AHORA TODO CUADRA.

—Nada de nada, en absoluto. Sólo es una buena amiga de mi llegada reciente a esta ciudad—le explico—. Sólo llevo aquí un par de semanas, por lo poco que conozco a Britt, dudo que esté en pareja con alguien.

Ha de ser un chico con una paciencia extrema como para poder soportar su particular modo de ser.

Necesita un chico prudente.

—¿Crees que debería hablarle?—me pregunta—. Verás, hace tiempo me interesa pero nunca...

—Ah, ya.

No quiero seguir escuchando el modo en que he sido utilizado con tal de poder llegar a una chica.

No quiero.

Lo detengo con mis manos levantadas.

—Creo que deberías hacerlo.

Después de todo, no puedo juzgarlo.

—¿En verdad? —me pregunta y una luz de esperanza cruza por sus grandiosos ojos verdes.

—Deberías intentarlo—le sugiero y me meto al vestuario arrastrando mi dignidad.

Es la primera vez que a Britt se le encienden las mejillas.

O la primera vez que lo noto. Abre la boca y farfulla unas cuantas palabras de las que sólo entiendo:

—Jimmy, ¿estás seguro de lo que dices?

No sé si la he hecho sentir en vergüenza o le ha agradado el notición que acabo de darle.

—Completamente seguro.

Nos encontramos caminando por el estacionamiento de la escuela y tengo la sensación de que mi amiga ha olvidado dónde se dejó el coche así que tomo las riendas y nos guío en cuanto veo su bonito Volkswagen.

—Se te prenderán fuego las mejillas—le digo y sonrío—. Vamos, no tienes que sentirte mal por ello.

—Es que Fray... No puede ser que él se haya...

—Suerte que los encuentro porque necesito un aventón.

Meredith se aparece se sopetón e interrumpe el momento de Britt. Acabo de confesarle que Fray está interesado en ella y resulta que ni siquiera sabía que él lleva mucho tiempo mirándola.

A Britt se le escapa una risa tonta. Sí, estaba esperando esta noticia.

—¿Va todo bien? —pregunta.

—De maravilla—le contesto y abro la puerta de copiloto.

—Ya veo. Estás más roja que Jena.

Y hay que estar más rojo que Jena.

—¿Me contarán o he venido en un mal momento? —pregunta Meredith mientras sube al asiento de atrás. Britt hace lo mismo en la parte de piloto y yo como copiloto.

Miro a mi amiga en busca de su aprobación para darle la buena nueva a nuestra colega de atrás.

—Fray—asiente.

—Parece que Fray quiere hacer chanchadas con nuestra amiga pero necesitará aprobación especial.

Le guiño un ojo y cada vez pongo más en duda que Britt se encuentre en condiciones para conducir.

—¡¿Fray?! —salta Meredith—. ¡¿EL ATLETA?!

—¿El Atleta? —pregunto—. ¿Así se hace llamar?

—No, no. Solemos decirle así puesto que está en todos los deportes y le va de maravilla—señala Meredith desde atrás—. Lo cual implica que, por supuesto, tenga un físico de maravilla.

—Bien.

No sé si Britt se ha puesto celosa o ha decidido arrancar el coche y no podrá hacerlo seriamente mientras el físico de Fray está presente en la fantasía de todos los presentes.

El tema gira a las clases de Cálculo y Arte donde tenemos algunos temas en común. No sé cómo hemos llegado a ser parte de un mismo grupo si estamos inscriptos en asignaturas diferentes casi por completo. Y en algunas asignaturas que son las mismas, se trata de cursos o profes diferentes.

Cuando salimos hasta la esquina de la escuela, Britt detiene el coche en un semáforo que está de color rojo y cambio la emisora de radio. Encuentro un tema del siglo pasado y decido dejarlo ahí. Mi corazón se encoge. Es la bendita Madonna con True Blue.

Y no sé si será la emisora de radio que ha llamado a la contingencia pero a nuestro lado aguarda una camioneta muy conocida. Demasiado.

Y el conductor me está mirando. Mi lado da al suyo.

—Steve—susurro.

Britt y Meredith me escuchan y se vuelven para ver. Britt saluda pero Steve se vuelve de golpe hacia adelante fingiendo no habernos visto. Entonces alguien se inclina en el asiento de acompañante.

Es Miranda.

Los segundos en que me sostiene la mirada parecen no terminarse jamás.

Hasta que el semáforo cambia de color y la chica vuelve a su lugar con una sonrisa de suficiencia en los labios.

Britt acelera también pero dobla y los perdemos.

El silencio inunda la atmósfera; no lo captar nada alrededor hasta que Britt me pregunta:

—¿Te sientes bien?

—Yo...yo...

La voz se me ha atorado en la garganta. Mi cabeza está llena de gritos y no puedo pensar con claridad.

"La palabra no salió, ya sabes cómo es". Steve.

"¡Admite que eres gay!" Shain.

"Nos vamos". Mamá.

"No te quiero en mi casa". Papá.

—Estoy bien—miento.

Y fuerzo una sonrisa que detiene un llanto, que hace tiempo necesita salir.


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#LosColoresDeJimmy

#MARATON #Día5

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Hola!! Continuamos con la Maratón y si bien, les digo sobre la hora xD Hoy a las 19hs (Arg) haré un LIVE por IG.

Nos seguimos leyendo pronto, gracias por estar ahí n.n

Les amo con el <3

Bsss

L.

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