👌U N O👆
Llegué a casa de los abuelos en agosto.
Llovía a cántaros, de esos diluvios que anuncian el final del verano.
Cuando mamá dio su bendito anuncio "Jimmy, nos vamos" lo hizo en voz baja, casi en su susurro. Casi en un acto de complicidad. Porque los gritos de papá eran una incómoda molestia de fondo que impedía cualquier conversación coherente. Que obligaban a mamá hablar como corresponde dejándola en una posición de sumisión absoluta, siendo anulada y lo que es aún peor, dejándose anular.
"Nos vamos" dijo, cuando lo que esas palabras ocultaban era en verdad un "Te vas".
La lluvia empapa el cristal a mi derecha mientras leo desde el asiento de acompañante.
Celine (mi madre) se sorbe la nariz durante todo el viaje y se quita alguna lágrima cada tanto. Me resulta vergonzoso verla así, ¿cuánto más piensa soportar esto? Muchas veces quise irme de casa pero jamás pensé que me terminarían echando.
El viaje es de cinco horas pero me niego a tener que soportar el doloroso silencio entre nosotros. Lo que tengo aún más decidido es que no me pasaré todas esas horas bajo la tajante obligación de "algo hay que decir, algo hay que hablar", por lo tanto llevo mis auriculares y una novela vieja para el camino. Además la grata compañía de Algodón de Azúcar durmiendo en mi regazo. Jamás dejaría solo a mi gato. Es un regordote de dos años, color blanco con negro y una manchita en el hocico al estilo lunar francés.
Cada tanto mamá decide detenernos en lugar donde la lluvia cesa para que saque al gato quien no parece tener necesidades fisiológicas correctas ya que no se molesta en dormir durante todo el camino.
Él lo sabe. Él está triste. Él está al tanto de que ya es hora.
¿Quizá pensará que me separaré de él? Eso jamás. Pero es cierto que distanciarlo de su entorno conocido implica algo no menor.
Cuando ya empiezo a reconocer el vecindario de Susan y Ernie (mis abuelos), estoy a punto de terminar El Retrato de Doran Gray, libro con el que me cargué. Y se me crea un nudo en la garganta terrible. ¡DEBERÍA SER ILEGAL QUE UN AUTOR MATE A SUS PERSONAJES! ¡Es un acto de cobardía!
Debo tragarme el dolor, la angustia, debo tolerar la opresión en mi pecho que crece y crece como una bestia hambrienta, ávida por el sufrimiento de los demás.
"Mierda, Jimmy, no llores. Sólo... ¡no lo hagas! Porque mamá pensará que lo haces por ella. Pensará que tiene que ver en algo con lo que te ocurre. Creerá que tiene algo que ver en tu vida, que influye de algún modo en ti y no hay nada en el mundo más errado que eso. Siempre vivió al margen de lo que te ocurre o mejor dicho, ellos siempre te empujaron al margen de su mundo y eso es una carga, una cruz que ya no puedes ignorar."
Trato de convencerme a mí mismo logrando así que las lágrimas no sean más que una capa cristalina que ponen una barrera entre el mundo y yo.
Me concentro en el libro. Leo y releo algunas oraciones, completamente enojado con Oscar Wilde. Maldito Basil y maldito Dorian, todo es una mierda.
Los personajes que un escritor ha asesinado perdurarán en su memoria para siempre; los ha inmortalizado. Porque son un fragmento de él mismo, le corresponden y ese escritor es un cobarde sin duda: ha intentado enterrar una parte de sí.
Mamá detiene el auto y entre tanta angustia, ver la casa de los abuelos logra un efecto en mí: como si un rayo de luz agujerease la oscuridad del cielo abarrotado de nubes desintegrándose. ¿Esperanza quizá? Lo que fuere no termina de quitar mis temores. Tener que salir y enfrentar un devenir condenado por el pasado lo vuelve aún peor.
-Mamá, no quiero bajar del auto.
Me llevo una mano temblorosa a mi boca. He soltado las palabras sin tener la firme convicción de querer hacerlo.
Algodón de Azúcar (o simplemente "Don" como prefiero llamarle) se reacomoda en mi regazo y apoya sus patas delanteras en el borde de la ventanilla para ver qué hay afuera.
-Mamá...-insisto-. No...quiero.
Porque sé que en cuanto ponga un pie fuera, mi vida se habrá acabado por completo.
Ella no es capaz de mirarme, sólo tiene la mirada perdida en sus puños sobre el volante como si éste le fuese a dar la bendita solución a todos nuestros problemas. Al menos, en lo que a mí se refiere.
-Hijo, ya lo hablamos...
-Tú y papá lo hablaron-corroboro lleno de ira-. Dispusieron de mí sin mi consentimiento ¡y eso está mal!
-¡No! -Descubro que su mirada se ensombrece por una densa capa de lágrimas-. No está mal; es por tu propio bien.
¿Es que los padres vienen con un cassette donde tienen que repetir ese discurcito de mierda hasta el cansancio? "Es por tu bien, yo sé lo que te conviene, tú no, tú eres un inútil". Vamos, es lo que dejan entrever sólo con mencionar las primeras cuatro palabras.
-Un año viviendo con los abuelos no me hará bien-enfatizo cada sílaba.
A continuación deviene un prolongado e incómodo silencio. La obligué a escucharme. La obligué a detener sus pensamientos que tratan de convencerla que su opinión no tiene importancia sino siempre la de papá. Lo obligué a detenerse y a escucharme justo ahora que todo se encuentra al borde de caer en el abismo.
Pero no es tarde, mamá. Tienes la chance. Tienes la chance ahora de saber lo que quiero, de escuchar a este niño triste que trataba de consolarte mientras te pasabas enojada o deprimida en casa durante los últimos diecisiete años: desde el momento mismo en que nací hasta el día de hoy.
-Mamá-le recuerdo que sigo ahí.
Ella parpadea. Se la ve perpleja.
Don empieza a inquietarse.
-Está decidido-responde y su voz es apenas perceptible como si algo le rasgase en la garganta y yo sé que se trata de remordimiento.
Pero también soy consciente de que tampoco podré hacerla cambiar de opinión.
Un año viviendo con los abuelos...que significa tantas cosas: un año en su ciudad, mi último curso de preparatoria, mi graduación. Dejar todo atrás y comenzar de nuevo para "recuperarme". No sólo tengo que cargar con una jodida expulsión del instituto que no merezco, que nunca merecí, ellos me torturaron, ellos me torturaron desde el primer día pero nadie los expulsó. Nadie les hizo nada. El único que recibió un castigo fui yo.
Pero lamentablemente no voy a recuperarme. Soy peor que un paciente terminal sin cura porque mi problema está incrustado como una piedra en una herida abierta.
Además, en casa no me escucharon. Nunca lo hicieron. No lo hacen ni lo harán pero ¿qué me asegura que esto pueda mejorar las cosas?
-Mamá-tomo la última carta que me queda-. ¿Tú estás de acuerdo con todo esto?
Me aferro a mi libro como si fuese un escudo. Un escudo que también me ha lastimado.
Don maúlla y rasguña mi chaqueta.
-No del todo-titubea-. Pero tu padre cree que es lo correcto.
-¡No te pregunté lo que papá cree correcto sino lo que tú piensas, por Dios! -Vuelven los gritos y vuelve papápalabrasanta; sí cómo no.
-No me levantes la voz-al fin decide mirarme directamente.
-Y tú deja de ser tan dependiente por una vez en la vida.
Tras soltar esas palabras, sus ojos heridos color miel al igual que los míos (igual en lo heridos, igual en el tono) evidencian lo siguiente que debo hacer.
-Baja ahora mismo-no tiembla su tono aunque sí su corazón.
-Ya no es necesario que me obligues.
Tomo a Don y quito el seguro a la puerta.
Espero a que mamá me detenga, me pida perdón, me suplique volver a casa y me de un abrazo por primera vez en muchísimos años sin embargo vuelve a su lugar seguro: aferrada al volante del auto, lista para escapar.
Abro la puerta. Aún llovizna pero no tanto. Y a mi gato no es que le moleste el agua, son más relajados cuando se los acostumbra a los baños desde pequeños pero tampoco deseo que se moje demasiado.
-Lo siento-le suelto a mamá antes de correr hacia el maletero y buscar mi valija con mis cosas dentro, incluido el portátil en su estuche.
Ella no me mira cuando bajo la tapa del maletero de un portazo. Camino hasta la casa y percibo el motor del auto en marcha a mis espaldas.
Ella se va.
Se va y las lágrimas en mi rostro se confunden con la lluvia.
Mis rodillas empiezan a flaquear pero pese a los temblores, me mantengo en pie...
Se ha ido. Me ha abandonado. Lo hizo, fue capaz de abandonarme. Cuando más necesite de ella y de papá, me echaron de casa. A mí... ¡soy su único hijo! No se detuvieron por un maldito minuto a escucharme.
Don maúlla nuevamente y ver que su pelo empieza a humedecerse me obliga a tener que enderezar la mirada y enfrentar el nuevo mundo que se alza para mí: en forma de un halo de luz, de una puerta entreabierta.
-Bueno, Don. Espero estés preparado-le digo. Y sé que me entiende. Sé que comprende mis palabras ya que esto lo tranquiliza y saco fuerzas de donde no las hay para poder dar los pasos siguientes.
Un mundo nuevo por un año. Por doce meses.
Ya estoy matriculado en el colegio nuevo y tendré que caminar con la cabeza en alto esta vez. Probablemente para recibir de lleno un mejor puñetazo.
Dejo reposar un momento la valija con rueditas y deslizo una mano a mi párpado izquierdo; noto que sigue hinchado, amoratado. Al menos ya no está tan negro como al principio. La abuela me preguntará qué me sucedió y lo único que podré responderle es una mentira ya que mamá y papá no quieren que les devele lo realmente ocurrido. Ni a los abuelos ni a nadie en esta nueva ciudad. Se avergüenzan de mí.
Me presiono la hinchazón para comprobar si sigue doliendo y en efecto, duele. Pero ya no como antes.
La puerta se abre para recibirme...
Por un año.
Por doce meses.
El reloj comienza su marcha y mi corazón se acelera mientras respiro con agitación.
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#LosColoresDeJimmy #EMPEZAMOS
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Buenas! Esto fue el primer capítulo de A Colores. ¿Ya notaron el contenido renovado? Casi al cien por cien. Y así será el resto.
Espero pronto volver con más novedades (porque las habrá).
Es todo por ahora <3
En redes pueden encontrarme: luisavilaok (instagram), luisavila595 (twitter), luisavilalibros(fb).
Les amo, nos leemos pronto!! :)
L.
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