T R E I N T A Y C U A T R O
La respiración se me entrecorta.
Lo bueno es que desde el comienzo sé que estoy soñando.
Aunque parezca horriblemente real.
El peso del arma en mi mochila; el pulso latiéndome a mil y la respiración entrecortada. Es que...esto no es un sueño; o quizás estoy en lo cierto y se trata de algo mucho más grande y terrible que eso.
¿Por qué me miran? ¿Qué he hecho que les llame tanto la atención? No obstante, todos esos rostros se me hacen conocidos de un tiempo atrás...detesto la idea pero debo asimilarla: Estoy de vuelta en mi antiguo instituto.
Miradas críticas llenas de burla, asco, rechazo e indiferencia se clavan en mí al pasar. Personas señalándome con el dedo índice en alto. Mi vida al borde de terminarse, pero ¿permitiré que tal cosa suceda?
Debo dejarme de andar con evasivas sin sentido; ahora yo soy mucho superior que todos ellos. Tengo más poder. Tengo una vida por delante que ellos no. Tengo el arma en la mochila.
Aquí viene un muchacho del club del periódico escolar y me toma una fotografía. Bang. ¿Cuánto tiempo de vida le quedará si decido usar la Calibre 22 de papá? No lo sé, pero de algo que sí estoy seguro es que esa foto no alcanzará a ser publicada jamás. Hay otro revolver. El abuelo tiene uno.
Uno que no quiero ver, en el que no quiero pensar...
No puede ser cierto.
No puedo estar aquí de nuevo.
Lleno de odio, tristeza, rencor, ira, indiferencia. No tienen derecho a hacerme esto, de condenarme con su juicio crítico e hipócrita. Esto no puede ser así. ¿Otra vez tener que pasar por esto? ¡Otra vez no, maldita sea! ¡Otra vez no! ¡Otra vez no!
—¡Otra vez no!
Y me sacudo, logrando despertar.
Estoy solo. En mi habitación. En casa de los abuelos. Nada a que temer. Las cosas están en orden y no importa por cuánto tiempo.
Si bien me reconforta que únicamente haya sido un sueño, algo irreal, la angustia perdura en mí y no puedo pegar un ojo el resto de la noche. En cuanto despuntan los primeros rayos de sol decido levantarme de la cama y me siento hecho polvo, como si hubiese corrido una maratón de cien kilómetros, siendo que realmente he estado hasta recién dando vueltas en la cama.
Miro el calendario que cuelga de una pared y redondeo el día que toca: jueves. Tengo hoy y el viernes para comprarme algo bueno o alquilar un traje, estilo Travolta en Saturday Night Fever.
Percibo movimientos fuera de la habitación y una vez que bajo, me encuentro con mi abuela haciendo el desayuno.
—Buen día—me dice y respondo lo propio.
Luego baja el abuelo y también saluda. Va en busca del periódico y lo lee sentado a la mesa mientras Susan le sirve su taza de café y a mí, una buena ración de gofres. Los empapo en miel. Al tiempo que disfruto su sabor, pienso en que mamá jamás me preparó un desayuno tan exquisito.
A decir verdad, no recuerdo la última vez que ella me preparó el desayuno, pero debo ser realista: estoy algo grande como para que me estén haciendo de desayunar.
La abuela es muy generosa y conservadora en lo que respecta a costumbres, por lo tanto, el levantarse antes que todos para hacer de comer, forma parte de su inalterable rutina.
En un momento determinado que Ernie se levanta para cambiarse el pijama por ropa de vestir, me acerco a Susan y le comento lo del Baile Disco. Ella me sonríe y va por los fajos de billetes del abuelo. Me da un tanto y le pregunto si no sería mejor avisarle que sacaremos dinero de sus pertenencias.
—Lo suyo es mío—me contesta—. Y uno no consulta a otro acerca de qué hacer sobre las pertenencias.
Le agradezco y me guardo el dinero. Me parece que se olvidó decirme la parte de "...y lo mío es suyo".
Minutos luego, Britt pasa a por mí y lo mismo cuando se trata de volver. El día en el instituto pasa normal. Nada que altere el ritmo de las cosas con el transcurrir de clase tras clase.
Cuando vamos en su carro les comento a Jena y Meredith sobre el hecho de que debo comprarme un traje para el Baile Disco. De pronto, una sonrisa al estilo Gato Cheshire les ilumina el rostro.
—No se diga más—contesta Britt y toma otro rumbo para ir directo a un centro comercial. Yo por tanto me pregunto si habrá sido buena idea el pedirles a ellas que me acompañen a comprar mis cosas o hubiere sido mejor buscarme algo por mi cuenta.
Al llegar, parece ser que todas las vidrieras y productos en exposición son un imán para mis insoportables amigas. ¿Tan difícil es avanzar? Mover un pie, luego el otro y así varias veces hasta dar con la tienda indicada, sin embargo, cada dos pasos, ellas se detienen a ver qué hay de bonito para comprar... ¡Y ni siquiera tienen encima el dinero suficiente!
Hasta que por fin llega el momento que más deseo (suerte que es antes de que cierren el centro comercial porque nos hemos retrasado muchísimo) y encontramos la ropa precisa: un pantalón blanco, un saco blanco y un chaleco de franela, también blanco. Es perfecto. Todo eso más mi camisa negra y el peinado indicado, seré un excelentísimo John Travolta. La atracción de la noche, al menos para los ojos de Steve. O eso espero.
Horas más tarde, tras haberme cepillado los dientes, voy a mi armario y busco mi pijama. Me quito la camiseta y me cambio los pantalones por los que son para descansar. Me pongo sobre un hombro la camisa de algodón para dormir y me llama la atención encender mi ordenador portátil para ver qué hay de nuevo en la red o simplemente, para frustrarme con alguna noticia.
Me tiro en la cama con mi ordenador sobre el pecho y tecleo hasta entrar en mi Facebook.
Pero lo primero que capta mi atención es ver que tengo un mensaje nuevo de... No. No es de quien espero que sea, sino que se trata de alguien mucho mejor. Al abrirlo, leo y me lleno de entusiasmo:
"Jeremiah, realmente siento mucho no haberte podido hablar hoy. Miranda no me soltó en todo el día, se pone cada vez peor."
Steve.
Me ubico en la cama, sentado, y esta vez, con el aparato sobre mis piernas. Mientras tarareo What a feeling, tecleo en mi respuesta que no se preocupe; lo entiendo.
Y es que debo entender a todos pero nadie sabe qué diablos me pasa a mí y parecen no querer saberlo.
Jena dijo que me veía mal hacía un par de días pero no se molestó en preguntarme nada (¿cómo te sientes, Jimmy? ¿Te duele algo? ¿Has llorado mucho estás últimas noches? Nada. Ni el mínimo interés); sino que siguió en sus intentos de seducirme. Sin embargo, ¿quién soy yo como para que los demás se preocupen por mí? Bueno, no es cuestión de ponerme en sitio de víctima, pero creo que los demás tienen peores problemas que los míos, por lo tanto debería sentirme afortunado... a pesar de no poder lograrlo.
Papá siempre solía decirme «Tú no la estás pasando mal; hay gente que está peor y ellos sí que la pasan mal. Eres un muchacho con mucha suerte por la vida que te tocó».
Bueno, y ese patético sermón de siempre que de memoria conservo.
La respuesta de Steve no demora en llegar y dudo antes de abrir el mensaje. Pretendo darle unos minutos de espera pero no son más que quince o veinte segundos hasta ver lo que tiene para decirme:
"Sólo quería avisarte algo."
"Dime", le respondo.
Me deja perplejo que sólo pasan otro tanto de segundos para que llegue su contestación:
"El sábado de la próxima semana juega el equipo y quisiera saber si...asistirás."
La situación me deja atónito de la sorpresa. Primero porque me está insinuando ir a un fastidioso juego. Segundo: jamás le mencioné que me gustase ir a esos horribles eventos.
"Ni siquiera estaba al tanto de que hubiere un juego el sábado de la semana próxima", asimilo en mi respuesta.
Hay algo que estamos pasando por alto: antes que el juego, toca el Baile.
Podría haberme preguntado si yo iría o haber sugerido algo en esta semana, debido a que tanto le apasiona bailar este estilo de música y sólo yo conozco esta parte de él.
Por error, pero la conozco.
"Bueno—le toca responderme—. Ahora lo sabes; habrá un juego la semana próxima y creo que sería buena idea que te acerques a ver un poco de futbol. Aunque te pueda parecer extraño, es divertido."
Algo en mi garganta que desciende hasta mi tráquea y se asienta en mi pecho me hace reír puesto que esa sensación extraña termina liberándose en mi estómago, como si me hubiere tragado un montón de mariposas, y éstas se hubieran disipado en mi barriga.
"¿A qué se debe?", le contesto, seguido de una carita sonriente para que no parezca prepotente mi respuesta.
Hay que comunicar las cosas por escrito lo mejor que uno puede, con tal de no caer en confusiones.
"Es mi debut oficial como mariscal de campo este año—contesta—. Es algo importante para mí y te agradecería que estés ahí."
Bueno, tendrá el cartón lleno presente.
Miranda, su tan querida novia animándole desde esa sarta de bailarinas que rebotan a cada saltito (el grupo de animadoras precisamente) dándole aliento y amor desde su puesto. Francis, por tanto, su mejor amigo, haciendo jugadas con él en el campo y yo...
...su amigo invisible animándole desde la tribuna. ¿Reparará en mi presencia, si voy?
Está bien, decido. Si me lo ha pedido, se lo concedo y luego de comunicárselo por escrito, me contesta:
"Vas a divertirte, aunque no lo creas. Aunque subestimes los juegos, son estupendos".
Trato de no seguir con el tema e ir a lo que realmente me llama la atención: El baile.
"Hey Steve. ¿Qué te pareció la idea del Baile Disco?"
Esta vez no pasan segundos para que llegue su respuesta. Un minuto. Dos. Cinco. Ocho. Veinte. Ya no tengo esperanzas de que conteste. Estoy casi muerto del sueño y con los ojos cerrados tras la pantalla de mi ordenador... debo darme por vencido. Se ha ido y no reparó en mi pregunta. ¿O quizá le ha molestado?
Veintidós.
Veintitrés.
Veintiocho minutos son los que transcurren y llega su contestación:
"Lo siento, esto... ¿El baile? Oí hablar de ello pero no iré. No me gustan ese estilo de bailes."
¿Acaso está jugando conmigo? ¡¿Se olvida de que sé lo que sé?!
"¡Steve no me mientas!—le suelto lleno de impotencia—. ¡Sé tan bien como tú lo mucho que te gusta la música disco!"
"Lo sé—se apresura a contestar y cortar mi crítica. Estoy decidido sobre que no compré mi vestimenta al estilo Travolta, para nada. Steve prosigue—: Y no te agradeceré que no hayas dicho nada a nadie respecto al tema; contar esa chorrada calificará qué tan buena persona eres, Jeremiah. Y respecto a lo otro, sí, es así, no iré y ya."
"¿Por qué no quieres?"
"Ya te lo dije: no me gustan esos bailes."
"Dime algo que pueda creérmelo."
Un minuto. Dos. Dos y medio. Tres.
"¿Tan difícil es para ti, entenderme, Jeremiah? Creo que hasta Miranda hace un mejor trabajo que tú."
Oh, no, no, no. Me rehúso. Steve acaba de pasarse de la raya comparándome con ella...
"¡Steve si tú no vas al Baile Disco—sí, con mayúscula—, yo no asistiré al juego!". Siento el calor de ira en mis mejillas.
Después de todo, corre en mis venas la sensación de que me ha insultado con lo otro; apuesto a que soy una de las personas que mejor puede ponerse en su lugar y por eso mismo quiero que asista al baile y lo disfrute.
Luego de haberle dado al botón ENVIAR, ruego que el mensaje no haya llegado pero ya es tarde. Él está pensando en una posible respuesta. Quizás un diccionario de insultos esté relatando al otro lado debido a mi atrevimiento de darle un ultimátum.
No obstante, su respuesta llega luego de cinco minutos más y dice "Vale, tú irás al juego."
"¿Entonces...?"
Pienso en Steve dando un suspiro de derrota mientras una enorme sonrisa se me dibuja en el rostro. Por fin me contesta:
"Entonces yo iré a ese maldito baile pero..." Creo que estallaré de la alegría.
"...pero yo iré a ese maldito juego" me apresuro en completar su mensaje y conviene mis palabras con un "Okay."
Finaliza anunciándome que ya debe irse a dormir y yo no quiero quedarme más en mi portátil, puesto que no soporto seguir viendo la hora y que sea cada vez más tarde.
"Buenas noches" le digo.
"Descansa, terco" concluye.
Apago mi ordenador y lo dejo junto a mi cama.
Deslizo los pies bajo las sábanas y cierro los ojos, listo para dormir con una sonrisota de oreja a oreja en el rostro.
Hola! Les cuento que en IG se inció un sorteo de libros por el aniversario de la saga #MALOS <3 Mi user es luisavilaok
Este cap está dedicado a las siguientes personas n.n
Gracias por estar ahí, les adoro >.<
Bss,
L.
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