C U A R E N T A Y C U A T R O
Me he pasado todo el fin de semana soñando la misma mierda.
Una figura oscura sonríe y me empuja. Camino por el borde de la cornisa y se acerca, me hace caer y despierto.
Estoy en casa, se abre una cortina, la luz del sol ilumina una sombra y es precisamente la figura oscura que me está persiguiendo y quiere algo. Algo maligno.
Tengo lo que está buscando y quiere desesperadamente, aunque...no sólo eso, sino que se regocija en torturarme para poder tenerlo.
El peor sueño viene luego.
Mi madre está preparando una maleta para mí, ¿me voy de viaje? Así parece. Pero la ayuda mi abuela, quien aplaca un poco las cosas ya que al parecer mamá está nerviosa y apurada, debido a que el tren se va y no llegaré a tiempo si ella no termina de empacar mis propias pertenencias.
Bueno, ya que no se me permite hacer nada y necesitan que las cosas sean rápido, intento apurar, sea del modo que sea, por lo que tomo el maletín de mi ordenador portátil y lo abro. Sin embargo hay un reborde en la cremallera que me ha cortado y apenas lo percibo.
Me duele.
Tal vez me duele tanto que no soy capaz de tomar consciencia del padecimiento que debería hacerme sentir.
Y me altera algo que pone la situación aun más densa: la herida, por muy mínima que parece, me hace sangrar de manera estrepitosa. Brota, brota a borbotones un pequeño corte que me hice en el antebrazo derecho. ¿Qué puedo hacer para remendarlo? Un torniquete. Eso. Pues, he visto en las películas que antes del lugar donde sangra, hacer este tipo de curaciones caseras detiene la sangre, o retrasa su salida exagerada.
Listo, lo hago y es la hora de tomar la maleta que está lista para subir con mamá y mi abuela al auto, así tomar el esperado tren.
No sé por qué pero en mi sueño estoy al tanto de que Britt, Fray y Jena me esperan para irme con ellos. ¿Dónde? Pues, no soy capaz de visualizarlo bien al destino, aunque sí me entristece que no tengo tiempo de estar con mi mamá tanto como me hubiere gustado ya que el...el tren está llegando, se lo ve a lo lejos.
Inclusive es tanta la prisa con la que debo irme que ni siquiera puedo saludar a mamá y a mi abuela con un abrazo puesto que el maldito tren está demasiado cerca.
Y ahora la herida sangra más que nunca.
LES TENGO QUE DECIR QUE ME ESTÁ SANGRANDO. En este momento el dolor se vuelve apenas soportable... el tren. Debo irme y la herida sangra como nunca, sin embargo mamá y mi abuela ya están observándome del otro lado de la estación.
No hay tiempo; tampoco para despedirlas.
Britt me mira para señalarme que debemos irnos y de nada me sirve contarle a ella que me desangro porque de algún modo me parece que Brittany ya lo sabe y lo ignora.
Lo sé, es extraño pero los sueños son casi indescifrables.
Casi.
Cuando intento mirar por última vez a mamá debo subir al tren aún consciente de que éste va a matarme.
Pese a que no puedo ver la figura negra en este sitio cual hace tiempo me viene persiguiendo, sé que está y es su oportunidad de tener lo que tanto necesita de mí.
¡Qué demonios es!
De algún modo u otro, si el tren no me mata, muero desangrado.
—Y a ti qué te pasa—me dice Meredith mientras atravieso un pasillo del instituto.
Niego con la cabeza.
—Nada.
Es todo lo que logro articular. Necesito que no se note mi malestar... Ni mucho menos insinuar la causa o influenciarlo a Steve en esto, debido a que si logro hablar ahora, lo único que podría decir es gritar su nombre, retorcerme y llorar desconsoladamente sobre el frío mármol que recubre los pasillos.
—Como quieras—murmura y apresura el paso, logrando perderme de vista y yo a ella.
Y contra un par de casilleros observo a las amigas de Miranda que están hablando en un tono risueño; por lo visto han tenido un buen fin de semana. Y yo tengo ganas de acercarme y decirles "¿Saben una cosa? Yo sé quién ha tenido un excelente sábado. ¿Saben quién? La puta de su amiga". Pero no, me queda algo de cordura como para distinguir qué es lo puedo hacer y debo, de lo que no puedo ni debo.
Por ejemplo no puedo sentir como quiero ni puedo expresar quién soy.
Las miro de reojo y me pregunto cuántas de ellas creerán en Dios. O bien, en la naturaleza. Pues para la religión soy un ser impuro condenado durante toda la eternidad, y para lo natural, soy anti-natura.
Sigo caminando hasta llegar a mi casillero. Coloco la clave, lo abro, hago el intercambio de cuadernos (que en realidad no sé ni qué materias tengo en el día de la fecha) y lo cierro.
Mi imaginación formula a un muchacho alto, apuesto de cabello azul y ojos negros que se acerca, me pregunta mi nombre y se compromete con ser la persona que siempre busqué y además, me querrá sin importar la mirada de los demás en nosotros.
Ja. Este ser ficticio desaparece y me propongo ir hasta el salón de mi clase. No entiendo por qué paso por el casillero de Miranda, donde se encuentra Steve con una mano apoyada en éste y la otra en la cintura de su chica.
Los observo y no logro evitar que se me escape una media sonrisa llena de indignación, mientras que él durante un mínimo instante se cruza con mi mirada, formula un gesto de incomodidad y vuelve sus ojos a los de su novia, ignorándome por completo.
¿Cómo se sigue luego de algo así?
Necesito algo en qué creer, que existe el amor en cualquier manera pero que está y lo necesito cerca.
Una vez que llego a la primera clase, me formulo la idea de llorar en modo desconsolado sobre mi pupitre, pues no me siento nada bien y... necesito a alguien que me abrace y me brinde su consuelo.
O bien, que no me ignore, se preocupe, me cuide, me quiera y no me juzgue por algo que forma parte de mi naturaleza y no lo puedo cambiar. Si existe un Dios me hizo así e impuso sus motivos; si existe una Madre de lo Natural, fue la misma que me puso dentro de los eslabones de su bendita naturalidad.
Ya he derramado muchas lágrimas, no me queda una sola más. No puedo seguir lamentando mi trágica e irracional existencia.
Pero siento que me estoy cayendo.
Directo a la nada.
A la vacuidad absoluta.
Soy hijo del Absurdo.
—Aguarda—me pide Steve—, por favor detente.
Sus palabras tocan una fibra tan sensible en mí que logran hacerme detener para escucharle cuando en realidad lo que debo hacer es estamparle un puñetazo en el rostro con el fin de que deje de ser tan cruel.
Suspiro intentando no quebrarme.
—¿Si?—le pregunto.
—Deja de fingir que estás bien porque no lo estás—me decreta, y vaya, debería coronarlo por decirme que no estoy bien. Pues llegó tarde; hace tiempo me percaté de mi estado deplorable.
—No trato de fingir nada, solo estoy neutral.
¿Qué carajo...? ¿Por qué le dije algo así?
—¿Neutral?—pregunta. Apuesto que se debe a que ni siquiera sabe lo que significa esa palabra.
—Sí—le contesto—. Ni bien ni mal. Intermedio, regular, normal, como debe andar la gente ¿no es así?
—Neutral... —repite hacia sus adentros.
—¿Qué quieres? —decido otorgarle su tiempo y espacio para que me diga lo que quiera decirme. Sé lo que se siente tener que tragarte lo que piensas porque no puedes hacer que eso atraviese tu garganta de manera coherente.
—Siento mucho lo del sábado.
Lo sabía. Sabía que me diría algo así.
—Está bien—murmuro.
—¿Verdad?
—Ajá.
—¿Entonces estoy perdonando? —me pregunta intentando poner ese tono tan dulce que me enternece, sin embargo estoy tan vacío que él apenas logra movilizar nada en mi ser.
—Descuida—le digo y pongo los ojos en blanco.
—Hey—dice y apoya sus manos sobre mis hombros—. Ese gesto no me dice lo que tus palabras.
—Ya, basta—me suelto de él.
Al parecer no se lo esperaba. Está tan acostumbrado a que la gente reaccione del modo que él disponga, que definitivamente jamás se le cruzó por la cabeza que yo iba a intentar resistirme a cualquiera de sus mimos carentes de afectividad luego del fin de semana terrible que me tocó pasar.
Mientras él...
...se tiraba a la muchacha más sensual de esta puta escuela.
—No, eh, no te exasperes conmigo—me advierte.
—¿Acaso...?
—Pues te arrepentirás—levanta su dedo índice—. Sé cómo eres: demasiado blando. No serías además una persona muy inteligente si intentas probar mi paciencia.
Lo miro con restos de indignación y luego le doy la espalda.
Por suerte opto descartar en parte ese Steve violento cual de repente ha surgido en él.
—Ves, ves lo que me haces decirte—se excusa y me detengo. Él da la vuelta y se pone delante de mí otra vez—. En verdad, no me gusta que estemos de este modo, las cosas iban tan bien...
—Lo hiciste con Miranda—digo sintiendo que las palabras me queman como una hoguera.
—¿Qué cosa?
Alzo las cejas y efectivamente él ha entendido lo que quise decir, aún cuando trataba evadir mis insinuaciones.
—Bueno—asiente—. Sí, lo hicimos esa noche pero era obvio tal cosa, ¿no?
—¿Obvio?
—Que con Miranda tenemos sexo, Jeremiah.
Abro los ojos de par en par, pues no puedo evitar una reacción de sorpresa. Si bien lo que me toma desprevenido no es saber que lo habían hecho sino que "lo hacen" y me lo acaba de reconocer en la cara.
—¿Tienen...?
Se encoje de hombros.
—Hacemos el amor, es lo mismo.
—No—digo con las palabras atoradas en mi garganta.
—¿No qué?
—¡Que no Steve! ¡Hay una diferencia magistral entre esas dos opciones que mencionas! ¿Qué te sucede?
—Por favor—murmura en un quejido. Al parecer quiere llorar—. Es que...tanta mierda en la cabeza no me deja pensar.
—¿No te deja saber el daño que me hace que mantengas una relación con Miranda?
—¿El problema es Miranda?
—¡El problema es la persona que sea! ¡Yo solo quiero que tú estés conmigo!
—¡Baja la voz! —ruge y me cubre la boca con su enorme mano. Entonces las lágrimas reaparecen porque su gesto es en modo agresivo y no de cariño, sobre mí. Duele como nada en el mundo.
En cuanto me destapa la boca le pregunto de un modo mucho más sumiso:
—¿Cuántas veces lo hicieron?
—No lo sé, muchas.
Tantas que ya ha perdido la cuenta, y Steve, ahora está enojado. Casi como si la punta de un puñal se hubiere insertado en mi pecho.
—¿Ha...hacía mucho que no lo hacían desde esa primera vez que me besaste en tu habitación? —procuro que se oiga casi como un susurro. Tan bajo que nadie sea capaz de escucharnos.
Steve sí que puede hablar fuerte, pues claro, él es el único que lleva la autoridad porque es quién tiene fuerza y respuestas entre nosotros dos.
Hace un gesto de asco pero a la vez padecimiento.
Ya que el asco se padece ¿no? ¿O hay gente que se otorga placer con lo que le produce repugnancia?
—¿En serio tengo que responder a eso, Jeremiah?
Asiento.
—Para mí es importante—me veo en la obligación de declararle. Y si decide subestimar aquello que me importa, no merece la pena seguir aquí.
—Bien, hacía menos de dos horas que habíamos hecho el amor, ¿por qué te piensas que me estaba dando una ducha? ¿Por qué piensas que mamá se la veía un poco irritada? Pues, sabe que cuando Miranda se queda en casa y cierro la puerta de la habitación con seguro, es porque cogemos y a mi novia le encanta pero no me importa lo que mi madre pueda pensar de eso, está claro que también lo hace y es una necesidad fisiológica de todos los seres vivos. El sexo, Jimmy.
Ah, claro.
Steve dándome lecciones de educación sexual a mí y no precisamente en un tono de complicidad o picardía. Él se refiere a usar a las personas como un medio hacia un fin; cuestión que es totalmente un error: las personas no se usan y menos para darse a uno mismo placer.
Pero hay algo terriblemente peor en su discurso.
Algo que injerta aún más el puñal.
—Menos...de... ¿Dos horas dices?
—Ajá.
Agacho la cabeza y él parece alterarse. Su intención no había sido que yo terminase quebrando en llanto, aunque no lo puedo evitar.
—NO TE ENAMORES—me grita...
...en el instante que Meredith se aparece desde una puerta muy próxima (lo cual es señal de que ha estado detrás escuchándonos, o al menos oyendo parte de la discusión).
Steve ante la presencia de la muchacha y su indignación, su asco y su vergüenza, me empuja contra una pared y se va, hecho una furia.
Mientras tanto, me dejo caer al suelo y abrazo mis rodillas dejándome llorar. Pues... ¿qué me ha pasado? Meredith quien siempre se mostró con un interés maligno en el tema, está al tanto de todo y lo noto por gesto que va de la sorpresa a la indignación.
Ahora tiene un chiste demasiado revelador que le arruinará la vida a Steve, del mismo modo que me lo hará a mí, tal cual le hice a Francis.
Que les hice a mis padres y ahora se lo haré a mis abuelos.
#LosColoresDeJimmy
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