✨️ Sábado ✨️
Después de siete mil años, aquí le traigo el nuevo capitulo ( = ⩊ = )
(✨️)
La primera vez que me sentí débil fue a los seis años, cuando una compañera del kínder me empujó al suelo. Me quedé allí, inmóvil.
No recuerdo su nombre ni su rostro, solo sus manos, tan pequeñas como las mías, empujándome. No sé si lo hizo intencionalmente o fue un accidente. Pero recuerdo con claridad el frío del suelo bajo mi cuerpo y cómo la caída raspó ligeramente mis codos.
En ese momento, a mis seis años, me quedé en el suelo, llorando. Ni siquiera intenté levantarme; simplemente permanecí allí, entre lágrimas, con la sensación de ser patético, una sensación que me acompañó toda la semana.
Esa fue solo la punta del iceberg.
Desde entonces, cualquier detalle me hacía sentir débil. Los años pasaron y mi cuerpo seguía siendo frágil. No crecí más allá de 1.48 metros, y mi voz nunca adquirió un tono más grave. Yo... era andrógino.
—Chihiro, está bien, eres perfecto tal como eres—Me dijo mi padre cuando me miré en el espejo, observando mi cuerpo sin músculos y mi rostro sin vello.
—Pero... me siento raro—Dije, temeroso, sin saber qué más hacer—. ¿Debería... tomar hormonas?
—Chihiro, aún eres muy joven—Me respondió papá, abrazándome con suavidad—. Nadie más que yo desea tu felicidad, pero tampoco quiero que tomes una decisión apresurada.
—Pero... pero... —Me cubrí el rostro para llorar, detestando cuando mi voz se volvía más aguda.
Entonces, recuerdo el abrazo de papá. Pude percibir su dolor y sus ganas de ayudarme. Papá nunca intentó decirme qué hacer, tal vez porque él tampoco sabía cómo resolver esto, pero al menos estaba ahí.
Se quedó conmigo. Nunca estuve solo, y nunca pude agradecerle lo suficiente a papá por haberse quedado en aquel momento. Fue un bálsamo, fue mi héroe.
Fue entonces cuando lo pensé: si no era feliz siendo un chico débil, tal vez... otra identidad era la solución.
(✨️)
—¿Eres... un hombre?—dice Ishimaru, mirándome como si acabara de revelar que tiene poderes telepáticos.
—Sí...—Respondo, nervioso y jugando con sus propios dedos—. Quería que lo supieras porque eres un amigo a quien estimo mucho. Solo... ten la mente abierta, por favor.
Ishimaru no deja de mirarme, y puedo percibir y entender su confusión. Sin embargo, sus expresiones se suavizan y finalmente me sonríe, lo que me provoca una gran sensación de alivio.
—Aprecio que me lo hayas contado, Chihiro—Responde Ishimaru, en un tono suave—. Yo... solo estoy sorprendido, pero no estoy incómodo ni nada por el estilo. Solo... no me lo esperaba, eso es todo.
—¿Te... sientes cómodo conmigo ahora que sabes esto?—Pregunto, conteniendo la respiración.
Ishimaru se acerca y coloca una mano sobre mi hombro, y de inmediato interpreto ese gesto como una señal de que no va a alejarse. Nunca ha sido mi intención engañar a nadie.
—Chihiro, descuida, eres mi amigo—Me responde con una suave sonrisa, seguramente notando mi temblor—. Gracias por decírmelo.
Finalmente, permito que un peso se levante de mis hombros. Me siento más ligero. El hecho de que Kiyotaka me acepte tal y como soy quizás me da esperanza de que los demás también lo harán.
—Necesito un abrazo, estoy muy feliz—Expreso con una sonrisa, levantando temblorosamente mis brazos. Ishimaru acepta de inmediato mi gesto y me abraza con cuidado.
El hecho de que alguien me acepte, además de mi padre y mi mejor amigo, es mucho para asimilar, pero me hace sentir increíblemente feliz. Me hace sentir comprendido, sabiendo que hay otra persona en el mundo que puede referirse a mí como me siento realmente.
Gracias, Ishimaru. Te lo agradeceré toda la vida.
(✨️)
Me gustan los sábados; siempre transmiten la sensación de ser el primer día de unas mini vacaciones. Este sábado, en particular, me siento especialmente bien tras revelar mi verdad a Ishimaru. Aún no se lo he dicho a Mondo, porque sé que es más fácil de impresionar que yo. Decidí que se lo diría en persona, ya que sé que se llenará de dudas que prefiero no responder por mensaje o llamada.
Despierto, estiro los brazos y me observo frente al espejo. No sé qué es, pero percibo algo distinto en mí; creo que es... que ya no veo tantas fallas en mí mismo. ¿Será que puedo ser la persona que realmente me gustaría ser?
Abro mi armario y lo primero que veo son mis faldas. Solo tengo un par y las uso básicamente cuando voy a la escuela. Hoy me apetece usar algo diferente: unos pantalones y una camiseta con estampado de un oso polar. No llevaré el cabello suelto, así que busco una liga para atarlo. No me siento ni menos ni más yo; simplemente me siento igual. Y no digo que ya no sea "femenino", más bien... siento que podría usar ropa de todo tipo y seguir sintiéndome yo. ¿Eso tiene sentido?
Tras arreglarme, bajo a desayunar con mi papá, quien revisa sus correos en el móvil mientras se prepara un café. Puedo notar que hizo huevos con tocino para el desayuno, algo que agradezco porque últimamente hemos estado desayunando mucha harina.
Mientras desayunamos, pienso en si debería decirle también a mi papá lo que le conté a Ishimaru ayer, pero prefiero hablarlo con Mondo primero. No es que no confíe en papá, sino que inevitablemente se enterará tarde o temprano.
—¿Saldrás con tu amigo? —Me pregunta papá—. ¿Cómo se llama... Obama?
—Oowada—Respondo entre risas—. No tardaré mucho. Hoy tengo ganas de estar en mi computadora.
Con todo lo que ha pasado en la escuela, no me he dedicado a programar tanto como me gustaría. Así que mis planes para hoy son pasar un rato con Mondo y luego regresar a estar frente a una pantalla hasta el amanecer.
—Noté tu nuevo peinado—Señala mi papá, mientras llevo una mano a la pequeña coleta que sujeta mis mechones marrones—. Me gusta.
Sonrío tímidamente. A mí también me gusta.
Wow, así es como se siente estar conforme con mi propia imagen.
—Me retiro—Digo tras terminar de desayunar, sorprendiéndome de mi propia actitud positiva. No estoy fingiendo, realmente me siento bien. ¿Es esto lo que se consigue con un poco de visibilidad?
Mi padre me sonríe, su manera de despedirse. Llevo mi plato y utensilios al fregadero y los lavo antes de irme. Luego paso al baño junto a las escaleras para cepillarme los dientes y me vuelvo a mirar en el espejo. Mi rostro se ve mejor con el cabello recogido; incluso percibo mis ojos más grandes. También siento que hoy será un buen día.
Salgo del baño, cuelgo mi bolsa llena de cierres sobre mi hombro, con un llavero de Megaman colgando libremente. Le doy un ligero abrazo a papá y me voy con una sonrisa. Si esto estuviera animado, tendría un soundtrack alegre de fondo.
(✨️)
Los sábados son los días que Mondo y yo más esperamos, porque es el único día de la semana en que está abierta nuestra tienda de dulces favorita de toda la ciudad. Otra razón por la que amo los sábados.
—¿Qué carajos es un arroz con leche?— Pregunta Mondo, malhumorado como si los dulces le hubieran hecho algo en el pasado.
—Arroz, pero con leche— Respondo de manera casual.
Mondo frunce los labios y me mira con desdén, pero no dice nada más. Continuamos explorando la tienda de dulces, y aunque hemos visitado este lugar decenas de veces, siempre encontramos un dulce nuevo que no habíamos notado antes. Observo las donas, que me recuerdan a mi compañera Aoi Asahina, y algunos chocolates de una marca popular que he visto a Naegi comprar de vez en cuando en la cafetería. Debo admitir que uno de mis sueños frustrados es no saber de repostería.
—Mira, hay mermelada —Comenta Mondo mientras sostiene un frasco y lo observa entrecerrando los ojos—. ¿Por qué siempre fresa? ¿No hay otra fruta o qué?
—Le dije a Ishimaru que soy hombre —Digo, con los labios apretados. Ok, a lo mejor fui muy impulsivo.
Mondo deja caer el frasco de mermelada, y los visitantes nos observan, pero yo solo mantengo mi vista en Mondo, cuya expresión no sé si refleja molestia o quiere llorar. Presiento que es lo segundo.
—¿Cuándo y qué te dijo? —pregunta exaltado.
—Lo comprendió y todo está bien —Expreso con una sonrisa. Mondo se acerca, y pensé que me iba a dar una palmada en la espalda.
Pero en lugar de eso, me abraza. No me lo esperaba, pero correspondo el abrazo de inmediato. Sé que, al igual que yo, se siente aliviado.
—Me alegro mucho por ti, Chihiro —Dice en un tono bastante inusual en Mondo, uno de gentileza.
—Gracias —Expreso orgulloso. Después de algunos segundos abrazados, nos soltamos, entre esto y el frasco que dejó caer Mondo, estamos llamando mucho la atención.
—Primero la confesión de Kiyotaka, y ahora esto—Dice Mondo, tratando de ignorar las miradas ajenas, aunque sé que le incomoda que lo observen por varios minutos—. Creo que ese chico está siendo demasiado amable con nosotros; me pregunto si pretenderá algo.
—O solo es una buena persona—Respondo sin pensarlo mucho.
—O nos va a estafar.
—O es una buena persona.
—O nos convencerá de comprar una criptomoneda.
—O—Hago énfasis para que Mondo me mire—es una buena persona, nada más.
Mondo me observa, esperando que añada algo más, pero no lo hago. Es mi opinión honesta.
—Sí, supongo que solo es eso...—Entonces Mondo añade algo que no me esperaba en absoluto—. Una buena persona que gusta de mí, y eso sí que es raro.
—¿Eh? ¿Por qué?—Ahora soy yo quien lo observa, esperando que continúe.
—Porque...—Mondo se rasca la nuca, un gesto de incomodidad—. Bueno, eres consciente de que claramente no somos compatibles, ¿no? Él es como un reglamento con piernas, como esos personajes castrosos que les gusta obedecer las normas, pero en su caso no es molesto, solo... llamativo, creo...
Dejo de observar a Mondo y miro los dulces en su lugar. Mondo tiene razón; cuando me enteré de que Ishimaru gustaba de él, me pareció... peculiar, por así decirlo. El chico correcto gustando del malote, parecía sacado de una película de Netflix.
—¿Por qué piensas tanto en eso?—pregunto, mientras tomo una caja de chocolates en forma de corazón, recordando que Ishimaru pensaba en darle un regalo a Mondo—. ¿Acaso...?
—¿Acaso?
—¿Acaso... te gusta?
La pregunta le cae como un balde de agua fría. Mondo se tensa de inmediato y desvía la mirada. Creo que mi pregunta estuvo fuera de lugar, así que dejo los chocolates sobre la estantería de donde los tomé.
—¿Mondo?
Mondo mantiene la mirada fija en el suelo, su mandíbula tensa mientras sus manos se aprietan en puños a sus costados. El silencio entre nosotros se vuelve pesado, y comienzo a sentirme culpable por haber dicho algo que claramente lo ha incomodado.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, Mondo deja escapar un suspiro, como si se estuviera desinflando.
—No sé, Chihiro—murmura, su voz más baja de lo habitual—. Nunca he pensado en eso... en alguien de esa manera. Es raro... y confuso.
Lo observo en silencio, tratando de comprender lo que está pasando por su mente. Mondo siempre ha sido el tipo duro, el líder que todos respetan, pero en este momento parece vulnerable, como si estuviera lidiando con algo que nunca antes había enfrentado.
—No tiene que ser raro—Digo suavemente, esperando que mis palabras alivien un poco la tensión—. A veces, las cosas no son tan simples como parecen, creéme, conozco eso.
Mondo finalmente me mira, sus ojos reflejando una mezcla de emociones que no puedo identificar del todo. No sé si lo he ayudado, pero al menos parece estar considerando lo que he dicho.
—Tal vez... —Mondo traga saliva, sus palabras vacilantes—. Tal vez sea solo una idea loca, o tal vez... no lo sé, Chihiro.
Ay Mondo, siempre te ha costado manejar tus sentimientos más vulnerables.
Asiento, entendiendo que este no es el momento para presionar más. Dejo que el silencio vuelva a caer entre nosotros, pero esta vez, es un silencio más tranquilo, menos tenso. Es como si Mondo estuviera tratando de resolver algo dentro de sí mismo, y yo solo puedo estar aquí, esperando a que él encuentre sus propias respuestas.
—Deberíamos seguir— Dice finalmente, su voz recuperando un poco de su firmeza habitual—. No quiero quedarme aquí todo el día.
—Claro— Respondo, intentando sonreír—. Vamos.
Salimos de la tienda, dejando atrás las preguntas y los chocolates en forma de corazón.
—¿Tienes hambre?— Me pregunta Mondo cuando salimos del sitio, el sol en pleno apogeo—. Me gustaría ir a un bar.
Me detengo y lo miro casi con horror. Por favor, soy el chico bajito que ama las computadoras y las mascotas virtuales, ¿en serio me imaginas en un bar?
—Pero, pero, pero...— Estoy a punto de lanzar veinte excusas, pero Mondo se me adelanta.
—Bueno, no es técnicamente un bar, venden pizzas, alitas, y sí, algo de alcohol, pero también otras cosas.
Cruzo los brazos, no confío en Mondo en ese aspecto. La última vez supuestamente íbamos a ir al boliche y terminamos en una tienda de tatuajes.
—Solo comeremos, no me gusta el alcohol—Expreso con firmeza—. Me aseguraré de que lo más dañino que tomes sea un Sprite.
Mondo ríe, al menos ya está de buen humor después de la conversación en la dulcería.
—Trato hecho, andando.
El día es agradable, y aunque mi plan era quedarme toda la tarde en casa, una pizza no vendría mal. ¿Qué podría pasar?
(✨️)
Mientras Mondo y Chihiro caminan al Broken Cheese más cercano, Ishimaru se enfrentaba a un dilema.
¿Cuál sería el regalo indicado para Mondo Oowada?
En un sábado por la tarde, cualquier otro joven usaría su tiempo libre para relajarse, pero Ishimaru lo dedicaba a estresarse. Más específicamente, en su ordenada habitación.
Ishimaru estaba sentado en el borde de su cama, rodeado de varios objetos meticulosamente alineados: un libro sobre la historia de la violencia callejera, un reloj de pulsera clásico, y una caja de chocolates envueltos con precisión militar. Ninguno de ellos le parecía adecuado para Mondo. Sus manos se entrelazaban nerviosamente mientras sus pensamientos daban vueltas.
—(Mondo no es como los demás) —Piensa Ishimaru, mordiéndose el labio— (Es fuerte, decidido, pero también... tiene un lado más suave, aunque no siempre lo muestra)
Se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, mirando con desesperación los pocos regalos que había considerado. El libro, aunque interesante, era demasiado formal. El reloj, demasiado serio. Y los chocolates... bueno, tal vez eso era lo más cercano a algo que Mondo podría disfrutar, pero Ishimaru no estaba convencido.
—(¿Qué le regalarías a alguien que siempre parece tan seguro de sí mismo?) —Se pregunta. Pero sabía que Mondo tenía inseguridades, al igual que todos. Ishimaru solo quería que su regalo fuera especial, que reflejara la admiración que sentía por él y, de alguna manera, que le dijera que lo entendía.
Finalmente, se detuvo frente a su escritorio, donde un pequeño paquete envuelto en papel sencillo y un lazo modesto descansaba. Era algo que había encontrado en una tienda pequeña, casi por accidente, pero que lo había hecho pensar en Mondo de inmediato.
—(Es simple, pero tiene significado)—Piensa, sintiendo una mezcla de nervios y esperanza— (Espero que a Mondo le guste)
Con el regalo finalmente decidido, Ishimaru dejó escapar un suspiro de alivio, aunque su mente seguía revoloteando con dudas. Decidió que no importaba si el regalo era perfecto, lo que importaba era el sentimiento detrás de él.
—(Y si no le gusta... bueno, al menos lo habré intentado).
En las horas siguientes, Ishimaru se dedicó a retomar las razones por las que fue seleccionado para Kibougamine: su capacidad para ser un diligente perfecto.
Mientras estudiaba un poco, en su perfecto y ordenado escritorio, su mirada se detuvo en la foto familiar que tenía allí: un pequeño Kiyotaka, con esa expresión seria que tanto lo caracteriza, su madre, con su largo cabello negro y ojos oscuros, y a su lado, su abuelo, con una mirada triste.
La familia Ishimaru no era precisamente conocida por ser alegre, sociable o normal.
Kiyotaka pasó los primeros años de su vida bajo un yugo de educación extremadamente estricto. Su madre esperaba perfección de él, lo que llevó a Kiyotaka a priorizar sus calificaciones por encima de todo. Ni siquiera veía televisión, y apenas abrió un perfil de Facebook cuando ingresó a Kibougamine, para simular que "estaba al tanto con lo nuevo".
Cuando Kiyotaka comenzó a tener sentimientos por Mondo, pensó que era una simple rebeldía, su manera de oponerse a todo lo que creía correcto y prohibido, su faceta adolescente. Porque en el rígido mundo de la familia Ishimaru, Mondo Owada representaba el ejemplo perfecto de todo a lo que uno no debía aspirar en la vida.
Grosero, rebelde, odioso, mal visto, tabú.
E irónicamente, eso fue lo que atrajo a Kiyotaka en primer lugar. Primero fue una admiración, y luego una atracción que se derivó en lo más simple, tanto que asustaba: le gustaba. Y mucho.
La tarde pasó sin más complicaciones. Kiyotaka no hizo más que reafirmar lo predecible y estructurada que era su vida fuera de la escuela. Estudiar, hacer tareas, limpiar su habitación, poner la ropa en la lavadora. La única vez que salió de casa fue para hacer las compras en el supermercado, una actividad que realizaba meticulosamente, revisando cada lista que había hecho con anticipación.
Mientras caminaba por los pasillos del supermercado, observaba a las personas que se movían a su alrededor. Familias, parejas, amigos. Se preguntaba si alguna vez experimentaría esa sensación de espontaneidad y conexión que parecía ser tan natural para los demás.
Ishimaru no podía evitar pensar que su vida entera giraba en torno a la escuela, como siempre lo había hecho. ¿Por qué le resultaba tan difícil entender a sus compañeros que podían ir a fiestas cada fin de semana, o salir con amigos cuatro veces a la semana? ¿No se cansaban de tanta interacción? se preguntaba mientras colocaba cuidadosamente los productos en su carrito.
Cuando llegó la hora de comer, Kiyotaka se preparó un ramen, uno saludable, por supuesto. De hecho, era un buen cocinero, pero incluso en eso, seguía una receta al pie de la letra, sin desviarse. Mientras el vapor del ramen ascendía, Kiyotaka se sentó frente a su mesa de comedor, solo, dejando que el silencio lo envolviera.
—(¿Por qué de repente tengo ganas de llorar?) —Kiyotaka se preguntaba mientras vertía el ramen en su cuenco. La quietud de su entorno parecía amplificar cada emoción reprimida, como si el silencio se estuviera transformando en un eco dentro de su mente. Entonces, un golpe en la puerta lo arrancó de sus pensamientos.
Intrigado, dejó el cuenco en la mesa y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla, lo primero que vio fue la sonrisa atontada de Mondo Owada, y de inmediato sintió el fuerte aliento a alcohol que emanaba de él. El corazón de Kiyotaka dio un vuelco.
—¡Ishi! —exclamó Mondo con palabras arrastradas y movimientos torpes. Sin esperar una invitación, se lanzó a abrazar a Kiyotaka con una fuerza desmedida.
—¿Pero qué carajos...? —murmuró Ishimaru, sorprendido, dejando escapar una maldición, cosa rara en él. Apenas podía procesar lo que estaba pasando.
—¡No quiero que sigamos siendo amigos! —exclamó Mondo, su voz cargada de una mezcla de angustia y desesperación, casi como un berrinche.
Mondo hizo una "trompa" con los labios y se acercó peligrosamente a Kiyotaka, quien, muerto de vergüenza, dio un paso atrás. Pero el tambaleo de Mondo fue demasiado, y perdió el equilibrio, cayendo de cara contra el suelo.
—(¡Mierda, mierda, mierda!) —Ishimaru se agachó de inmediato, asegurándose de que Mondo estuviera bien. Pero el idiota se había quedado dormido en el suelo.
Kiyotaka soltó un suspiro de resignación. Quería un poco de emoción en su vida, pero definitivamente no esto.
Además, si Mondo hubiera estado sobrio, por supuesto que Kiyotaka lo habría besado.
Pero en su lugar, ahora lo tenía roncando en su sofá.
Aquel sábado fue divertido para Mondo, para Kiyotaka... una cagada.
(✨️)
El siguiente capítulo ya es el finañ <3
Muchas muchas muchísimas gracias a los que esperaron la actualización de esta historia ♡ Con tantas cosas para escribir más mi vida personal, gracias a lo que esperaron; me animan a continuar.
Nos leemos pronto!! Y esta vez no me tardaré meses jajant
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top