Perdón 2/2
Steve acariciaba el pasto de algún lugar de Escocia dedicándose a pensar. Las cosas de haces dos años para acá se le habían salido por completo de las manos, no lograba entender muy bien cómo había llegado a donde estaba, con la mitad de la población desaparecida.
Todos habían perdido mucho, él lo había perdido todo.
Solía divagar, dejaba que sus pensamientos flotaron libres y tranquilos, siempre caían en lo mismo: Tony, Tony, Tony, Tony, Tony, Tony. Su esposo, o bueno él que sería su esposo si no hubiese pasado todo lo que pasó.
Tony, que tenía los ojos más dulces del mundo, Tony de piel suave y sonrisa grande, Tony que tenía un corazón más grande que el suyo, Tony que siempre ponía a los demás antes que él, Tony que era arrogante, sarcástico y al mismo tiempo dulce y gentil. La persona más inteligente que Steve conoce.
Steve lo ama, por supuesto que lo hace, es que...¿cómo no hacerlo? Steve nunca conoció alguien tan fácil de amar como lo era Tony.
—¡Capipaleta!— Entró gritando a la cocina.
—¿Qué pasa, amor?—preguntó Steve, sonriendo al verlo.
Tony usaba su camisa y tenía el pelo revuelto de dormir.
—Necesito café— le dijo, haciendo ese pucherito que Steve adoraba.
Steve lo miró embobado mientras le servía café en su taza, esa que era un regalo de aniversario y decía: nunca olvides lo importante que sos para mí. Algo cursi si se lo preguntaban, pero Tony lo había amado y eso era suficiente.
—Sos perfecto— susurró Stark.
Steve sonrió más grande y lo besó. No estaba muy seguro de si se lo decía a él o al café, pero lo único importante era lo que él dijo después:
—No, vos lo sos. Perfecto, perfecto, perfecto—Steve le dio un beso por cada palabra y lo repitió un par de veces más.
Tony le sonreía con la boca y con los ojos, Tony lo miraba como si hubiese inventado las estrellas, siempre lo miraba como si Steve fuera algo más. Steve estaba seguro que él también lo miraba así, porque había un 99,9% de posibilidades de que Tony fuera el sol, así que ¿cómo no amar a Tony Stark?
El recuerdo se fue como había llegado. Perdiéndose entre los hilos de sus pensamientos. Él era el culpable de que Tony no esté ahí y lo sabía. Después de todo el amor de su vida apareció en Siberia dispuesto a arreglar todo, y él solo pudo golpearlo. Steve todavía no entendía cómo a su antiguo yo le pareció buena idea no contarle a Tony lo que sabía al respecto del asesinato de los Stark. No entendía como pudo haberlo dejado ahí solo y tirado. No entendía tantas cosas de su accionar que a veces, mirando para atrás, simplemente no se reconocía.
—Perdón.—dijo mientras se le caía un lágrima. Una sola era la que se permitía llorar antes de volver al trabajo.
Un tiempo para estar en paz y llorar por lo perdido, por haber sido un idiota. Si Tony estuviese ahí... Si Tony estuviese acá todo sería diferente, él tendría un plan o por lo menos un chiste para mejorarlo todo. Si Tony estuviese acá...
El Capitán Rogers se paró y caminó a paso tranquilo hasta al baño de la casita, se miró al espejo y se vio destruido, río un poco al imaginar la reacción que tendría Stark si lo viera así. Otra lágrima se escapó.
—Hey, Steve.—dijo Natasha entrando.
—Hey, Nat—saludó como pudo—, tenemos trabajo que hacer.
En otra parte del universo una lágrima caía del ojo de Stark.
Steve le sonrió a Natasha al salir de la casa, y le sonrió al cielo porque sabía que Tony no estaba en la tierra en ese momento, pero no importaba dónde estuviera o que tan peleados estuviesen, Tony siempre iba a estar con él. Y él siempre lo iba a amar.
—Perdóname, amor—le susurró al cielo una vez más.
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