|Capítulo 50|

Pov Eros

Por alguna estúpida razón me sentía terriblemente culpable, me sentía mal por haber golpeado al imbécil de Dante. Yo no era una persona que golpeara así porque sí, sinceramente no me gustaban las peleas.

Pero aquel idiota, hizo de todo para merecerse un buen golpe.

¿Decirle zorra a Chloe? ¡Con que derecho!

¿Y si lo fuera qué?

Bufé.

En el restaurante exploté y sinceramente a pesar de que mis nudillos duelen. No puedo sentir arrepentimiento, solo culpa. Culpa porque ahora Chloe no me habla.

Al preguntarme porque actúe de manera agresiva, supe que la había cagado.

Pero vamos...¡Ella lanzó una botella!

Cosa que fue muy sensual por cierto.

Estaba frustrado y agotado.

¿Por qué todos sus exs novios tenían que ser unos idiotas? No lo sé.

Y allí estaba yo, sentado en el suelo. En el pasillo, a casi oscuras pero con algunas luces prendidas a lo lejos. Golpeé su puerta varias veces y la llamé, pero no conseguí nada.

No escucharla me hacía sentir mal, realmente solo esperaba que estuviese durmiendo. Y no hiciera nada estúpido.

Me molestaba que estuviera encerrada, pero a la vez solo quería que se vuelva a armar y salga de allí. Porque sabía que tarde o temprano, ella saldría y daría cara al problema.

Quizá nos demandarían, quizá no. Pero, lo afrontaríamos juntos. Eso seguro.

Chloe se había vuelto alguien realmente importante y realmente creía que a pesar de mis bromas tontas y comentarios idiotas, nosotros podríamos tener un buen futuro juntos.

Mi madre siempre dijo que, cuando llegase la mujer de mi vida lo sabría. Y ahora, sé que es ella.

Lo sé porque a pesar de todo, aún no me ha mandado a la mierda.

«No busquen una mujer sumisa ni una ama de casa, busquen una mujer independiente. En la que puedan crecer juntos y sean un igual. No menosprecien el trabajo de sus mujeres, felicitenla en sus logros y apoyenla en sus fracasos»

Solía decir mi madre.

«Me llego a enterar que no son buenos chicos y los golpearé con mis tacones»

Siempre tan educativa, madre.

«Lastima que hace tiempo no la veo»

La relación con mi madre era...compleja. Y aunque sé que me ha perdonado cada una de mis cagadas, aún no tengo el valor de ir a verla. No podría cargar nuevamente con su mirada de decepción.

Pensando en cuándo iré a visitar a mi madre y en qué estará haciendo Chloe, me quedé dormido. Apoyado en la puerta su dormitorio.

Pov Chloe

Estar a oscuras y sola, me traían a aquellas noches que lloraba por el imbecil de Dante.

El patrón se repetía, pero la causa de mi jodido dolor cambiaba de cara. No lloraba porque descubrí que Harry salía con las dos, lloraba porque en el fondo; lo sabía y no quise verlo.

Harry me hizo odiar a Donna, me hizo creer que ella era la loca resentida. Mientras que, ellos aún seguían juntos.

¿Yo era la novia o era la amante? ¿Todo lo que Harry me hizo creer era una puta mentira? ¿Todo el jodido año junto a él? ¿Qué mierda les pasa a los hombres?

Siempre el final era el mismo; yo llorando y ellos siguiendo como si nada.

Cómo si tuvieran el derecho de mentirnos, rompernos, pisotearnos, humillarnos y luego; fingir que nosotras somos las locas.

Estuve horas encerrada, procesando lo sucedido y escuchando mis pensamientos negativos. Pero ya no más, tropecé dos veces con la misma piedra. No habrá una tercera.

Sequé mis lágrimas y tomé una ducha. Los golpes en mi puerta retumbaban por mi dormitorio, era Eros tratando de que le abra.

Escuché como me llamaba, cada golpecito que le daba a mi puerta y cada grosería que soltaba al ver que no recibía respuesta. Pero necesitaba tiempo y hablar con él ahora no sería bueno.

En pijama y con el cabello mojado, tomé mi móvil y le envíe un mensaje al instagram de Donna por privado.

Al ver la hora, me sorprendí a mí misma, eran pasadas las once de la noche. Aún me dolía la cabeza, así que debía bajar a la cocina aunque sea por un vaso de agua. Al abrir la puerta, me esperaba que Eros ya se haya ido a su habitación, pero no fue así. En cambio, lo encontré sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en mi puerta. Se había quedado dormido.

Al abrir la puerta, este se movió y despertó en seguida.

—Joder —murmuró frotándose el cuello.

—Lamento que hayas visto mi crisis —dije apenada—. No volverá a suceder.

Las luces del pasillo seguían prendidas, así que podía ver con claridad el rostro confundido de Eros.

Al levantarse del suelo, solo me dió un abrazo rápido y repentino. Para luego besar mi frente.

—No pasa nada —dijo serio—. ¿Quién no ha pasado por crisis? —argumentó con una sonrisa tímida.

Asentí y lo invité a ir a la cocina. Mi apetito había aparecido, así que preparé unos sándwiches.

—Gracias —murmuró cuando le tendí un plato con lo que había preparado.

Tomé dos latas de soda del refrigerador y también le acerqué una.

Después de todo un día lleno de caos, encontré un poco de paz. Con tan solo cenar junto a él, había olvidado las razones de mi tristeza.

¿Debía seguir un camino junto a él o debía cerrarme para siempre y evitar que me dañen?

—¿Quieres hablar o nos mantenemos en silencio? —indagó Eros bebiendo de su lata.

—¿De qué quieres hablar?

—No lo sé. ¿De lo bien que te queda tu pijama? ¿O de quién era la rubia que vino por la tarde? —inquirió.

Sonreí.

—La chica que vino es Donna, la ex...o bueno la novia de Harry —comenté dándole un mordisco a mi sandwich.

—Ajá. ¿Y por qué te afectó tanto lo que sea que dijo?

—Dígamos que me enteré un par de cosas.

—¿Sigues enamorada de Harry? —preguntó de golpe, sorprendiéndome.

Tragué en seco.

—Eso no fue amor, Eros —suspiré—. Solo...no, no estoy enamorada de él.

—Pero... ¿lo quieres? —insistió.

—No lo sé, ya no sé ni qué es el amor.

—¿Y qué hay de Dante? ¿por qué te afecta tanto? —indagó, volviendome a sorprender.

¿Por qué me hace estas preguntas?

Joder.

—No siento nada por ninguno, solo...con Dante es diferente —respondí a regañadientes.

—¿Por qué? ¿Por qué no lo superaste aún?

No lo puedo creer, se ha creído la mierda que soltó Gerry.

—Vete al diablo, no te debo explicaciones —mascullé levantándome de mi asiento, con la intención de alejarme de él.

No necesitaba su interrogatorio.

—No me iré a ningún lado hasta saber que mierda sucede contigo —aseguró logrando que me frené y no pueda huir—. No quiero explicaciones sobre tu pasado, quiero razones para permanecer a tú lado. Quiero saber si será correspondido lo que siento.

Tomé aire, anoche casi lo hago con él y ahora me aterra hablar de sentimientos.

—No puedo afirmar nada —murmuré casi inaudible.

Eros me jaló hacía él y me besó. Me besó con descontrol, como si nunca nos hubiéramos besado. Sin pedir permiso alguno, bajó su mano y la dejó en mi cintura, para luego presionar con fuerza su agarre. No me contuve y lo correspondí el beso con la misma pasión.

—Dime que no sientes nada por mí y dejaré de intentarlo contigo —susurró entre besos.

De un momento a otro, mi trasero estaba sobre la mesada y él se encontraba entre mis piernas.

—Dimelo —pidió besando mi cuello.

No, sentía cosas por Eros. Lo sentía desde hace tiempo, desde antes que compartamos la lectura en la playa. Desde antes que intentara besarme en la playa y desde antes de mi cumpleaños.

Era el jodido momento de admitirlo, pero las palabras no salían de mi boca.

—Supongo que si sientes algo, eh —dijo alejándose lentamente, con una sonrisa orgullosa.

Estaba caliente y él lo sabía.

—Compré...ya sabes, por si quieres usarlos en algún momento—comentó guiñandome un ojo, para luego perderse subiendo las escaleras.

—Joder —murmuré una vez estando sola.

Mi móvil vibró en el bolsillo de mi camiseta de pijama; era un mensaje de Donna.

Nos veríamos en la cena de nochebuena, tenía un plan.

Estaba por subir las escaleras cuando la puerta principal se abrió de repente, trayendo consigo risas de mi madre y un hombre desconocido.

Estaban borrachos, no había duda.

¿Pero que rayos hacen aquí y así?

Mi pregunta obtuvo respuesta cuando al cerrar la puerta, estos comenzaron a besarse y a quitarse los zapatos. Mientras iban en dirección a las escaleras. Mi instinto me hizo correr, así que subí las escaleras a toda prisa y me adentré a la primera puerta que ví.

Para mi buena o mala suerte, entré al cuarto de huéspedes. Encontrándome con un Eros en boxer, mientras me observaba sonriente.

—Lo vi en shorts, es lo mismo que verlo en boxers —susurré para mí, con los ojos entre cerrados.

Noté que Eros iba a decir algo, pero fue interrumpido por jadeos de la pareja que se encontraba a unas puertas.

Mi cara de desagrado, hablaba por si sola.

—Bueno, creo que le fue bien en la cita —comentó divertido.

—Eres un puerco —agregué sentandome en el escritorio, mientras Eros se recostaba en la cama.

Me permití detallar cada parte de él...y joder que estaba guapo. Su cuerpo tallado, su cabello despeinado, de hecho fue la primera vez que ví algunos pequeños tatuajes escondidos por su torso y brazos. Las venas de sus brazos se marcaban demasiado, pero a la vez era tan sexy.

—¿Qué miras tanto? —cuestionó—. ¿Quién es la puerca ahora?

Mierda, notó que lo estaba devorando con la mirada.

—Todo esto —dijo señalando su cuerpo—. Podría ser tuyo, pero no quieres.

Madre mía, ahora si quiero.

Un par de gritos comenzaron a retumbar por toda la casa, sin duda me habían sacado los pensamientos impuros.

Eros en cambio, se reía a carcajadas por la situación en la que nos encontrábamos. Mi madre estaba con un desconocido. En su habitación.

—Esto es tan vergonzoso —murmuré.

—Pensar que yo quería escucharte aullar esta noche, pero para mi sorpresa, escucho a tu madre—comentó entre risas.

Reprimí una risa al escuchar «aullar»

¿No se cansa de decir idioteces?

—Chloe —me llamó con expresión seria—. Era cierto cuando te dije que compré...

Oh, con que a eso se refería.

Joder. ¿Me había dado una indirecta?

—Sigues sin captar indirectas —agregó—. Comienzo a creer que lo haces apropósito.

—Bueno, tú deberías ser más directo ¿no crees? —argumenté.

—O tú más lista —dijo mirándome a los ojos fijamente, cosa que me incomodó por instantes—.¿Cómo prefieres que te diga? ¿Chloe, vayamos a hacerlo o quieres ir a mi dormitorio para enseñarte...—miró la habitación y se detuvo en un cuadro que colgaba en la pared—, un cuadro?

Reí ante su pregunta.

—La próxima mejor no preguntes y hazlo —dije con una sonrisa maliciosa.

Ahora era él quién me miraba incrédulo, para luego tragar en seco.

—Un día de estos, me matarás.

Los jadeos y aullidos de mi madre, ya no se escuchaban. En cambio, comenzaron los gritos mientras mi madre echaba a su amiguito.

—Al parecer no se quedará a dormir —bromeó Eros.

Reí ladeando la cabeza.

—Creo que ya debo irme —dije bajando del escritorio, pero Eros se paró de golpe, inhabilitando el paso.

—Te dije que la próxima haría que te quedaras —comentó cruzándose de brazos.

—Vale, tu duerme en el suelo y yo en la cama —argumenté tirandome en aquella cama.

—Si claro, ¿me quieres ver la cara de estúpido o qué? —cuestionó recostandose junto a mí.

Me tapé con las mantas y Eros copió la acción. Para luego acercarse con descaro y posar su cabeza en mi pecho.

Lo miré sorprendida.

—La otra vez tú dormiste en mi pecho, me toca ¿no?

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