|Capítulo 46|

Desde aquel momento con Eros, ya había pasado un largo tiempo. Tanto que las fiestas navideñas estaban acercándose.

Realmente me sorprendía demasiado que el tiempo pasase tan rápido. En especial, porque no habíamos tenido más momentos como ese. Desde mi cumpleaños que las cosas se habían vuelto un poco raras, pero no en el sentido incómodo.

Pero como dije las fiestas de fin de año se acercaban y yo debía ir a casa, junto a Steve y... Eros. El resto de los chicos viajaría a su hogar, excepto Eros que claramente cumplió con su palabra de acompañarme.

Estábamos por llegar a Wayne, el avión estaba aterrizando.

Según mi madre ella llegaría mañana, así que tendría un día entero junto a Eros en mi antigua casa.

Steve por otra parte, iría a la casa de sus abuelos. Quienes desconocían la situación en la que este se encontraba.

Las calles de Boston eran conocidas para mi, pero no tenía ánimos para caminar, así que aún estando en el aeropuerto, pedí un taxi y le di mi dirección.

Al llegar a casa, se veía como de costumbre elegante y silenciosa.

Tomé mis llaves y abrí la puerta, mientras Eros entraba con nuestras valijas.

—Es bastante amplía para dos personas —comentó Eros mientras observaba la casa.

—Debemos dejar las maletas en los dormitorios, sígueme —ordené subiendo las escaleras.

Al dar con el último escalón recuerdos aparecieron en mi mente, recuerdos con Harry principalmente. Olvidé aquellas ideas y entré en lo que solía ser mi dormitorio...y para mi sorpresa, seguía exactamente igual.

Las paredes seguían violetas y los muebles de un marrón oscuro. Las fotos con Steve y Harry seguían allí. La ropa vieja que dejé en el armario, también seguía allí.

—Exclama Chloe por todos lados —opinó Eros observando las fotografías.

Tomé los cuadros que tenía junto a Harry y los arrojé en el tarro de la basura.

—Me gusta —dijo mientras se recostaba en el colchón de mi cama.

Abrí mi maleta y comencé a ordenar la ropa en el armario, estaríamos allí durante una semana y media. Y debía contarle a mamá que no estaba viviendo en Wayne ni estudiando en Northea.

Había llegado a esa conclusión cuándo Eros me cuestionó:

¿Y qué harás si se entera por alguien más?

¿Qué harás cuando te gradúes y quiera que trabajes con ella?

Debía contárselo.

Sin darme cuenta Eros estaba a mi lado, ordenando su ropa también y colocándola junto a la mía.

—Necesitaremos un armario gigante para cuando vivamos juntos —argumentó serio.

Fruncí el ceño.

¡¿Por qué dice esas cosas?!

—¿En qué piensas? —indagó.

—En ti.

La sonrisa de Eros se ensanchó.

—¿Cosas pervertidas? Me interesaría saber cuáles son tus fantasías conmigo.

—¡No! —chillé avergonzada.

¡¿Cómo cree que voy a pensar en esas cosas?!

Vale, sí pensé en cómo sería besarlo nuevamente este último mes. Pero nada extremista.

Eros soltó una carcajada.

Al terminar de ordenar bajamos a la cocina, todo estaba limpio y el refrigerador estaba vacío. Así que tuvimos que ir de compras.

Estuvimos alrededor de tres horas paseando por el centro comercial y llenando el carrito de compras.

Al volver a casa ordenamos todo en su lugar y preparamos la cena: Hamburguesas al delivery que solía pedir cuando me quedaba sola.

—¿Podemos ver una serie? —preguntó Eros mientras sacaba el envoltorio de su hamburguesa.

—Claro, vayamos a la sala.

Eros hizo lo mismo y se sentó junto a mí.

—Edda me recomendó ver... espera que me fijo —dijo tomando su móvil.

—¿Y de qué es? —pregunté curiosa.

—Unos adolescentes que tratan de descubrir quién mató a su compañera o eso dijo Edda —respondió buscando en Netflix dicha serie.

Accedí y un par de capítulos después las escenas eran bastante subidas de tono.

Carraspeé.

—¿Qué edad tiene Edda?

—Dieciséis, voy a matarla por ver estas cosas y encima, recomendarlas —rió.

Solté una carcajada y ambos nos quedamos mirándonos.

No sé si fue el calor de la situación o mis reprimidas ganas de besarlo, pero por alguna razón solté la soda que tenía en mi mano y me subí a horcajadas sobre él.

Ya no aguantaba.

—Chloe ¿qué haces? —preguntó Eros con confusión.

—Besarte —aseguré sonriente para luego tomar con mis manos su rostro y juntar nuestros labios en un suave y lento beso. Sus manos pasearon desde mi espalda hasta llegar a mi cintura.

—No quiero esto si luego debo fingir que nada pasó —dijo entre besos.

—Ya cállate —mascullé besándolo con intensidad.

—No —dijo separando nuestros labios—. Si quieres esto, quieres todo, no quiero ser solamente tú amigo o un polvo más ¿entiendes?

¿Y qué quiero yo? ¿Lo quiero a él? Sí ¿Cómo lo quiero?

A la mierda, sí lo sé.

A la mierda Harry y sus mierdas.

A la mierda mis inseguridades.

—Te quiero a ti.

Eros sonrió.

—Es una lástima que no pueda verte de la misma manera —bromeó con una sonrisa orgullosa.

Rodeé los ojos e iba a salir sobre él, pero me tomó con fuerza de la cintura.

—Yo también te quiero a ti, pero iremos despacio. Tomate el tiempo que necesites para terminar sanar —agregó dándome un corto beso en los labios.

¡Por dios! ¡Lo quiero para mi si o si!

Sonreí y comencé a besarlo con brusquedad. Sus labios carnosos besaban los míos con lentitud y suavidad, pero yo quería más.

Habíamos estado largo rato entre besos y sobre todo, arrojando la ropa que tanto nos incomodaba. Por momentos, Eros me lanzaba miradas de «permisos» que yo aceptaba con mucho gusto.

Pero yo quería más, así que hice la pregunta que definió que haríamos esa noche.

—¿Tienes...

—Joder —murmuró con el ceño fruncido—. No creí que nosotros...ya sabes...

Asentí.

—Déjame ver en mi habitación, ya vuelvo —dije, tomando su camiseta y colocándola en mí.

Revisé en el armario, en los cajones, debajo de mi cama...pero nada, no encontré nada.

Escuché pasos acercándose, así que al girarme, Eros estaba en mi campo de visión.

—Deberé darme una ducha ¿cierto? —indagó—. Aunque se me ocurren un par de cosas que podríamos llegar a hacer sin necesidad de tener condones.

Arqueé una ceja, pensativa ante lo que estaba insinuando.

—¿Qué tienes en mente? —cuestioné coqueta.

—Para empezar... —murmuró tomando las orillas de su camiseta—. Quitarte esto me agradaría mucho.

Y sin más, de un tirón me la quitó por encima de la cabeza. Dejándome solo en bragas.

Estar parada frente a él y así al descubierto, me hizo ponerme un poco nerviosa. Y no porque no quisiera estar con Eros, si no porque nadie se había detenido a mirarme tanto como estaba haciéndolo él.

—Me gusta lo que veo. Mucho —aseguró, mientras cerraba la poca distante entre ambos y me tomaba por la cintura.

Su mano cálida sobre mi piel me hizo sentir demasiado, pero me perdí ni bien su boca comenzó a devorar la mía.

—Siéntate en la orilla de la cama —demandó con tono autoritario.

Joder...

Su voz había sonado tan sexy que no me quedó de otra que seguir sus instrucciones. Desde la orilla de la cama lo vi asomarse hasta la puerta y ponerle cerrojo, para luego volver hacia mí y volver a besarme.

Me tomó del cuello cuidadosamente y me deslizo hacia atrás, logrando que quede de espaldas hacia el colchón y él encima de mí.

—¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar hoy, bebé? —dijo entre besos—. Bueno, hasta donde sin protección —agregó con una risita.

—No tendremos sexo sin preservativo, Eros —le hice saber—. Además no tomo anticonceptivos y aunque los tomara, tampoco me fiaría.

Eros frunció el ceño.

—¿Por qué no tomas?

—Porque no estoy de acuerdo con la cantidad de efectos secundarios que contraen.

Eros asintió lentamente, como si estuviera pensando qué decir.

—Entonces... —murmuró depositando un beso húmedo en mi cuello—. Buscaremos otras maneras de cuidarnos, una en la que ambos estemos seguros y cómodos. ¿Te parece?

Miré a Eros con pena, jamás nadie había aceptado mi opinión sobre cuidarse a la hora de tener relaciones.

Mi primer novio ni siquiera quería cuidarse él.

Y Harry decía que ambos debíamos poner nuestras partes, así que debía tomar la píldora si o si.

—¿Por qué esa cara? —indagó preocupado.

—Nadie había aceptado nunca mi posición.

Eros sonrió apenado.

—Lamento mucho oír eso, mi amor. Pero aquí ambos tenemos derecho a cuidarnos de la mejor manera. Cuando volvamos a casa podemos ir con una doctora para que nos guíe a ambos. Y así, podrás elegir sin presión.

Le sonreí agradecida, él me hacía sentir querida y escuchada.

Y eso me hacía bien.

Solté un suspiro tras tomar su rostro con mis manos.

—A mí también se me ocurre cómo disfrutar —dije segura, tras atraerlo a mi boca y mordisquear su labio con suavidad. Mientras él bajó lentamente su mano de mi cuello hasta uno de mis pechos y comenzó a acariciarlo de manera suave y circular.

A la par que devoraba mi cuello con sus labios húmedos y carnosos.

Joder.

Me sentía en el paraíso y solo eran unos besos.

Bueno, fueron unos besos al comienzo. Porque poco a poco su boca fue recorriendo mi clavícula y cuando llegó a mis pechos...

Oh, dios.

—No solo tienes un culo espectacular, si no unas tetas —dijo sonriente, para luego llevar su boca húmeda y cálida hacia mi pecho libre. Chupó con fuerza ni bien lo recibí arqueando la espalda, mientras que a la vez sus labios se abrían aún más para intentar agarrar tanta piel como le fuese posible.

—Eros... —solté sin darme cuenta.

—¿Te gusta?

—Me encanta —afirmé, para luego sentir una presión más fuerte en ambos pechos. Uno recibió un mordisqueo y otro un pellizco. No pude evitar gemir a pesar de morder mi labio para silenciarme, no me gustaba ser chillante en la cama.

Pero con Eros era imposible. Ahora entendía por qué aquel día que me quedé dormida en la bañera aquellas chicas habían sido tan ruidosas.

—¿Puedo hacerte una pregunta Chloe? —indagó, tras alejarse de mi pecho.

Asentí un poco aturdida.

—¿Por qué te silencias? —preguntó mientras posicionaba su mano en mi barbilla y acariciaba mi labio inferior—. No me gusta que lo hagas. Quiero oírte. Quiero que me digas que te está gustando. Que me dejes en claro que lo disfrutas tanto como yo.

—Yo... —intenté responder, pero sinceramente, no sabía cómo explicarle por qué no me gustaba ser escandalosa.

—Solo deja de morderte el labio, vas a lastimarte —dijo para luego depositar un corto beso en mis labios, para luego dejar uno en mi cuello, clavícula, pecho y estomago...

Aunque por este último hizo un desfile lento, hasta llegar a la tela de mis bragas y en ese momento me lanzó una miradita como si estuviese pidiéndome permiso.

Por alguna razón, esa miradita me encantaba. Así que con un movimiento de cabeza le di pase libre a deshacerse de la tela que parecía molestarle.

Tomó mis bragas con una mano y la deslizó lentamente por mis piernas. En ese momento creí que me sentiría muy nerviosa, pero en realidad, estaba tan caliente que los nervios se esfumaron sin darme cuenta.

—Chloe, voy a entrar en ti. No de la manera que me gustaría, pero lo haré. ¿Estás bien con eso?

—Estoy muy bien con eso.

—Bien, yo también lo estoy. Digo, por si te lo preguntabas —dijo colocando sus manos en mis rodillas para luego abrir mis piernas lentamente y deslizar uno de sus dedos sobre mis muslos, hasta llegar a mi humedad y acariciarme con malicia.

Mi cuerpo pedía contacto.

Mi sexo lo pedía a él.

Mi calentura quería que él se haga cargo de ella.

Pero por alguna razón se esmeraba en hacerme esperar.

Hasta que por fin se decidió por darme mi maldito contacto y hundió uno de sus dedos en mí. En busca de un orgasmo, no fue sutil, ni paciente y eso me gustó el doble.

Porque mientras él se movía en mí, yo arqueaba mi espalda y sacudía mi cabeza en busca de más placer.

En busca de esa descarga eléctrica que él quería darme.

Y que yo ansiaba tener.

Hasta que dos de sus dedos comenzaron a moverse con destreza mientras que con otro acariciaba mi punto débil, no me resistí y me acomodé mejor, deseaba esa explosión, así que me senté en la orilla de la cama como pude y lo tomé del cabello. Aunque mi posición no duró mucho porque me tomó de las caderas y me sentó a ahorcajadas sobre él, siguiendo con sus movimientos que me estaban volviendo loca, tironeé con fuerza de su cabello y estampé mi boca sobre la de él ni bien sentí mi sexo y piernas apretarse sobre sus dedos. Jadeé en placer contra sus labios mientras él me observaba con una sonrisa maliciosa.

—Estoy demasiado duro —soltó contra mis labios y no pude evitar reír al notar que era cierto.

Y claro, sentir su dureza contra mí.

—¿Cómo es posible que sigues con el pantalón? —cuestioné sorprendida tras verlo con ellos.

—Bueno, es entendible que no lo notaras porque estabas gimiendo para mí. Por esta vez, te lo perdono.

—Ya. ¿Quieres que te los quite? —propuse con descaro.

Eros ladeó la cabeza mientras reía.

¿Por qué comenzaba a amar esa expresión?

—Creo que ya fue suficiente por hoy. ¿No crees? —dijo sereno—. Paso a paso, ¿de acuerdo?

Asentí sin rechistar, entendía que quisiera ir de a poco. Especialmente porque yo también lo quería, a pesar de que ansiaba tenerlo de todas las maneras posibles.

—Bien, entonces iré a darme una ducha porque me duele el cuero cabelludo. Me tironeaste muy fuerte —se quejó en broma.

—Lo siento —me lamenté, mientras él me hacía a un lado de a poco y se ponía de pie.

—No te preocupes  —dijo, dirigiéndose al baño, pero frenó en seco, para luego acercarse a mí y plantó un beso corto en mis labios.

Podríamos haber hecho otras cosas... pero él prefirió ir a la ducha.

Al separarnos ambos sonreímos como idiotas, él se fue a ducharse y yo bajé a recoger las cosas de la sala.

Casi lo hago con Eros y me sentía confundida. Pero a la vez decidida sobre lo que quería.

Junté nuestra ropa y dejé la comida allí. Aún tenía hambre, me vestí con la ropa de Eros y dejé la mía en mi dormitorio. Al terminar bajé a tirarme en el sofá. Para terminar de ver el capítulo que dejamos a medias.

Mi mente daba vueltas, había besado con descontrol a Eros y me había gustado.

¿Realmente lo iba a hacer con él?

¿Estaba bien hacerlo?

¿Por qué besaba tan bien?

Joder.

No podía dejar de pensar en todo lo que involucraba a Eros, hasta que una voz conocida, acabó con la tranquilidad y me sacudió de mis pensamientos, para luego hacerme sentir aún más nerviosa.

—¿Hija? ¡Llegué! —gritó mi madre cerrando la puerta.

—Joder —murmuré—. ¡Estoy en la sala!

¿No era que llegaría mañana?

Me levanté del sofá y fui a saludar a mi madre. Estaba nerviosa y tenía miedo por alguna razón.

—¡Te has cortado el cabello! —exclamó mi madre tras darme un abrazo.

Asentí sonriente.

—Tenemos mucho de qué hablar —dijo en tono amenazante.

—¡Chloe! No hay toallas —exclamó Eros vistiendo una de mis batas—. Oh mierda.

Mamá lo observaba con sorpresa.

—Oh señora, lamento mucho que nos conozcamos en estas circunstancias tan vergonzosas—comentó Eros tendiendo su mano—. Soy Eros.

Mi madre sonrió, para luego darle un abrazo y decir:

—Llámame Constanza, es un placer.

Eros suspiró aliviado.

—Eros, acompáñame —ordené dirigiéndome al cuarto de baño principal, en busca de toallas.

—Son idénticas —murmuró Eros, pasando una mano por su cabello.

Asentí y le tendí dos toallas, dejándolo solo.

—Cariño —me llamó mi madre desde su habitación.

Entré y la miré para darle a entender de que hablara.

—Tengo pareja —soltó de repente, como si estuviera nerviosa.

¿Mi madre? ¿Con pareja? Eso es nuevo.

—¿Y quién es? —indagué curiosa.

—Vendrá para la cena de nochebuena. Al igual que los Harrison —aseguró sin mirarme a los ojos.

¿Los Harrison? ¿Harry y sus padres?

—¡¿Bromeas?! —exclamé—. ¿Por qué debo pasar las fiestas con mi ex novio y sus padres?

—Chloe, nuestras empresas se juntarán. A pesar de que no quieras —dijo seria—. No hay vuelta atrás.

El sentimiento de amargura arrasó por todo mi cuerpo. No solo estoy capacitandome en baloncesto, si no ocultandolo. Si las empresas se unen, y yo no estoy a cargo. La empresa de mi madre se irá al diablo y pasará todo a manos de Harry.

Así que me decidí, ya era hora de enfrentar la verdad.

—No vivas en tu propia mentira —murmuré—. Estoy viviendo en Texas, capacitandome en baloncesto.

Suspiré, ahora vendría lo peor. Podría acabar en la calle y sin herencia.

Mi madre soltó una carcajada.

—Lo sé —agregó seria—. Y aunque me duele tus mentiras, también averigué que allí puedes cursar comercio exterior. Así que después de una buena charla con abogados, los Harrison y los directivos. Accedieron a involucrarte en la carrera al finalizar las vacaciones.

¿Mi madre lo sabía? ¿Comercio exterior? ¿Qué carajos?

—Disculpen —dijo Eros apoyado en el marco de la puerta—. Me gustaría presentarme como corresponde.

—¡Oh, ven aquí! —exclamó mi madre, mientras palmeaba su cama.

Eros se sentó junto a ella.

—¿Qué edad tienes Eros? —preguntó mi madre.

Genial, ahora lo llenaría de preguntas.

—Diecinueve —respondió Eros sonriente—. Cumpliré veinte en enero.

—¿Y qué estudias?

—Me capacito en baloncesto, pero también curso la carrera de arquitectura—aclaró Eros.

¿Arquitectura? ¿Por qué yo no sabía eso?

—Me caes mejor que Harry —opinó mi dulce madre.

Eros sonrió orgulloso, pero por alguna razón, sentí la necesidad de sacarlo de allí.

—Eros, vayamos a terminar de cenar —dije sonriente, Eros asintió y una vez que salió de aquella habitación, dije:

—Investigaré sobre esa carrera que propones y te diré si la cursare.

Tenía mucho por pensar y más que nada, por analizar.

—Si no estudias comercio exterior, ya sabes que sucederá —amenazó mi madre.

Asentí y bajé hacía la sala, encontrándome con Eros recostado en el sofá.

Me senté junto a él y suspiré.

—Así que, comercio exterior eh. No está nada mal —comentó sonriente.

Tomé su móvil y busqué información sobre dicha carrera.

Al parecer debías estudiar cómo se maneja el mundo del comercio, debías tener disposición para viajar a cualquier país y saber varios idiomas.

Bueno, podría considerarlo.

—Le caigo bien a tu madre —dijo Eros alegre.

Rodeé los ojos y reprimí una sonrisa.

Eros jaló de mi cintura y me recostó sobre su pecho. Quedando boca abajo.

Podría acostumbrarme a esto.

—Veremos Friends hasta quedar dormidos. El mejor plan.

Asentí y me dispuse a disfrutar la serie que Evan ama tanto.

Aunque la serie era divertida, no podía concentrarme del todo.

¿Valía la pena estudiar algo que no quería? ¿Se me complicarían las clases? ¿Tan difícil era mantenerse sola?

Comercio exterior, me cago en ti.

El empleo que solía tener mi padre.

Menuda mierda.

—¿Sabes si Steve llegó a lo de sus abuelos? —comentó Eros.

—¡Steve! —grité dándole un beso corto en los labios—. ¡Me acabas de dar una idea! Podría usar el trato que me dió mi madre para que Steve entre a la Universidad —murmuré pensando en voz alta.

—Pues sí, si estudian lo mismo es seguro que también trabajen juntos —opinó Eros, mientras me acariciaba.

—Mañana lo llamaré —aseguré con una sonrisa.

¿Si podía meterme en una carrera, podía meter a Steve, cierto?

—¿Chloe?

—¿Hmm?

—Tengo unas preguntas para ti —dijo serio.

Me separé de él y me senté a su lado. Realmente se había puesto serio.

—¿Qué crees que suceda con nosotros? —soltó como si estuviera nervioso.

Carraspeé en busca de mi voz.

¿Por qué pregunta estas cosas? ¡Por dios!

—Sinceramente no lo sé —admití.

Hasta hace unas horas dije que lo quería a él, pero... ¿estaba realmente segura?

—Yo...yo no soy muy bueno en las relaciones, si te soy sincero —dijo nervioso—. Solo salí con Jessica y no resultó muy bien. Y no te estoy comparando, claramente. Pero...si tengo dudas.

¿Dudas? ¿Qué?

—Solo olvídalo —murmuró molesto, al ver que no respondí—. Iré a dormir.

No sabía como reaccionar, me cerré tanto en mis propias dudas que no ví que no era la única. A ambos nos habían dañado, eso estaba claro.

Pero... ¿cómo arreglas él corazón de alguien más, si tú estás igual de rota?

Junté los envoltorios y sodas, para luego tirarlas al bote de la basura. Al terminar de ordenar la sala, quise dirigirme a mi dormitorio. Pero terminé yendo al cuarto de huéspedes, dónde claramente se encontraba Eros. Hoy temprano le había dicho que él dormiría allí.

—¿Puedo pasar?—dije nerviosa, mientras me mordía el labio inferior.

Eros quien miraba concentrado a su móvil no respondió.

—¿Con que la ley del hielo, eh? —murmuré adentrandome a aquel dormitorio—.Ya en serio, Eros. Necesito que hablemos.

Seguía sin escuchar una respuesta de su parte, así que tome uno de los cojines que estaban en el suelo y se lo lancé al rostro. Pero, él ni se mutó.

Tomé otro cojín y comencé a golpearle el rostro.

—¡Hablame! —exclamé.

Sin darme cuenta, sus manos sostenían mis muñecas y de un tirón logró arrojarme a la cama, dejándome boca arriba y él encima de mí.

—Maravillosa jugada —farfullé.

—¿Qué quieres? —masculló él con expresión seria.

—Hablar.

—Pues yo no —admitió en tono seco.

—¿Qué mierda pasa contigo? —indagué molesta.

Eros no respondió, en cambio soltó su agarre y se sentó junto a mí.

—Hoy fue el día que me arrestaron —soltó de golpe—. Y no me hace gracia recordarlo, es por eso que tampoco quería ir con mi familia.

Guau.

Así que hace un año, hoy había sido un día de mierda.

—Lamento no darte la seguridad que necesitas, pero ciertamente también tengo mis dudas respecto a lo nuestro.

—No eres buena captando indirectas. ¿Lo sabías?

—¿Captando indirectas? —pregunté confusa.

—Literalmente te dije «Deberé ducharme» y te dí un beso.

—Oh —susurré—. Y yo creyendo que preferías....—no pude terminar la oración debido a que Eros me besó.

Al principio había comenzado a ser un beso suave, pero en algún momento, aquel beso se transformó en uno fuera de control y nuestras respiraciones comenzaron a agitarse.

—No hay nada ni nadie que prefiera antes que a ti —aseguró serio y con la respiración entre cortada.

Al separarnos, ambos sonreímos como idiotas.

—Creo que debo ir a mi dormitorio —opiné tratando de recuperar mi respiración, mientras me dirigía hacía la salida de aquella habitación.

—La próxima intentaré que te quedes—dijo cruzado de brazos.

Ladeé la cabeza y salí de allí. Encontrándome con la voz de mi madre hablar desde su dormitorio. No me gustaba ser chismosa, así que solo me adentré a mi habitación preguntándome con quién hablaría a estas horas.

Seguramente con su nueva pareja.

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