|Capítulo 45|


Eros

Preparar la sorpresa de cumpleaños de Chloe, me ponía de los nervios. Principalmente porque ocultarle cosas, no es mi fuerte.

De todas formas, intenté hacer mi mayor esfuerzo.

—¿Puedes decirme a dónde vamos? —cuestionó Chloe, a la par que por alguna razón; el taxi se estacionaba.

Fruncí el ceño.

—¿Qué sucede? —indagué.

El taxista nos echó la típica mirada de cuando algo malo sucedió. Para luego salir del coche y volver a los segundos.

—Se pinchó una rueda —dijo apenado.

—Ya...¿No tienes una de repuesto?

—No —admitió, tecleando en su móvil. Para luego, hacer una llamada.

Junto con Chloe nos miramos curiosos, como si sintiéramos que nos ocultaba algo. Aunque, claramente no era así.

—Tardarán tres horas en venir —comentó el taxista de mala gana—. Lo siento mucho.

—Está bien...—murmuró Chloe.

Bufé.

—Tendremos que irnos caminando —mascullé.

Chloe asintió, como si no tuviera problema alguno. Insistí en pagarle al taxista lo debido, sin importar que nos dejó en el medio de la nada. Y comenzamos a caminar hacia el destino, con suerte no llegaríamos tan tarde.

Había reservado una mesa en uno de los restaurantes más finos de la ciudad. Jamás había ido con alguien, mucho menos algo como una «cita». Y eso, me ponía más nervioso de lo que admitiría.

—¿Vas a decirme ya a dónde vamos? —indagó Chloe, caminando a la par.

—No. Es sorpresa.

—Con que tenga que ver con...—suspiró—. Olvídalo.

—¿Con qué?

—Con nada.

—Ya. Pero...si eres consciente de que esto es una cita. ¿No?

Chloe apretó los labios.

—Sí.

—Genial, porque estoy empeñado en que todo salga perfecto. Y si me decías que no, iba a ponerme a llorar como un niño pequeño.

Chloe sonrió y acto seguido, se echó a reír. Provocando que me una.

Su risa, era lo que más apreciaba escuchar.

—¿Falta mucho? Es que comienzo a cansarme —comentó, caminando de mala gana.

—La verdad es que, sí. Quedaba muy lejos, por eso preferí el taxi. Además, así podría emborracharme. Pero no salió como esperaba.

—Ya veo —comentó, observando hacia el otro lado de la carretera.

—¿Qué pasa?

—No es por prejuzgar, pero ese hombre me da mala espina.

—Ya —murmuré, acercándola a mí.

No sabía si pasarle el brazo por los hombros o tomarla de la mano. Las primeras veces, todo se me da mal. Hasta que, siento su manos abrazar mi brazo.

Por unos instantes la observé, mientras seguíamos caminando. Hasta que lo notó e hizo el amague de apartarse, pero no se lo permití. Y pase mi brazo por sus hombros.

—No está mal caminar así —comenté, con una sonrisa.

De pronto, sentí su mano derecha tocar la mía lentamente. Hasta que entrelazó ambas manos.

—Para nada.

Estuvimos un largo rato caminando y hablando, realmente era muy lindo hablar con ella. En especial porque la conversación era fluida, cosa que no me pasaba todos los días.

Tras una hora de caminata, llegamos al preciado restaurante.

—Vaya, esto es...elegante —comentó Chloe, alzando sus cejas.

—Lo sé.

Al adentrarnos, inmediatamente uno de los recepcionistas se acercó.

—Buenas noches —saludé junto a Chloe—. Tenemos una mesa reservada.

—¿A qué nombre? —cuestionó.

—Anderson Brown.

Chloe enarcó una ceja, mientras el recepcionista leía algo en su anotador.

—Lo lamento, pero esa mesa ya fue ocupada. Debieron venir hace una hora.

—Ya. Pero...¿No tienen una mesa? —cuestioné—. Solo somos dos.

—No, están todas ocupadas.

—¿Y cuándo se liberará una?

—Alrededor de dos horas.

—Pero...

—Ya. Muchas gracias. Eros nos vamos —ordenó Chloe, tomándome del brazo mientras jalaba de el y salíamos de allí.

—Menuda mierda —murmuré.

—Descuida, podemos ir a otro lado. Además, los restaurantes finos no son mi estilo.

—Pero...

—Allí hay una gasolinera, seguro venden algo para comer. ¿Vamos?

—Pe-pero...

—Andando —dijo, tomando mi mano y dirigiéndome a aquella, gasolinera.

No tardamos mucho en comprar snacks, hamburguesas y algunas sodas. Realmente esa no era la noche que esperaba tener junto a ella. Aún así, no parecía importarle los inconvenientes que tuvimos. Porque al salir de la gasolinera, simplemente se sentó en un banquito cerca de allí y me hizo señas para que me siente junto a ella.

—¿Por qué estás tan raro? —cuestionó, abriendo una bolsa de papas.

Bufé, tomando una soda.

—Eso no es lo que tenía en mente.

Chloe frunció el ceño.

—¿Y qué?

—Que tenía una noche perfectamente planeada, pero no funcionó.

—Ya. No puedes controlar todo. Además, lo prefiero así.

—Sí, pero...

—No es dónde, es con quién. Míranos, comiendo chatarra en la salida de una gasolinera. Yo no podría estar más feliz —sonrió, para luego darle un mordisco a su hamburguesa.

—Eres increíble.

—Lo sé.

Sonreí, para luego centrarme en devorar mi hamburguesa.

Chloe tenía razón, más de una vez me dejó en claro que, junto a ella no importaba dónde estuviéramos, porque yo sería el chico más nervioso y feliz con tal de tenerla al lado.

Estuvimos un largo rato comiendo, conversando y riendo. Hasta que las doce de la noche, llegó. Y eso contrajo, su cumpleaños.

—Chloe...—carraspeé—. Hoy, veintisiete de octubre...te digo feliz cumpleaños, bonita.

Chloe sonrió, pero fue una sonrisa triste.

—Gracias —dijo casi inaudible.

—¿Estás bien?

—Sí, solo que...no me gusta festejar mi cumpleaños. Me trae malos recuerdos.

—Oh, lo siento.

—Ya...—suspiró—. Supongo que es hora de crear nuevos.

Sonreí.

—Y si me dejas formar parte de ellos, me sentiré el chico más afortunado.

—Claro.

Ambos nos quedamos sonriendonos un largo rato, como si quisiéramos decirnos algo. Pero ninguno lo decía. Y por mi parte, era cierto.

—Yo...hay algo que quiero decirte.

—Ay no.

¿Ay no? ¿Qué significa eso?

—¿Qué? —indagué con el ceño fruncido.

—Oh, no lo decía por ti. Es que, me quedé sin papitas.

Reí.

—Eres una tonta.

Chloe me echó una mala mirada, pero no dijo nada más.

Por un momento quise volver a tocar el tema, pero me arrepentí al instante. No era el momento.

«¿Y cuándo lo será?»

Suspiré.

Cuando acabamos de cenar, pedimos un taxi y volvimos a casa. Está vez, el taxi no tuvo ningún inconveniente. Al llegar, aún tenía que darle su regalo. Y como la casa seguía vacía, era un buen momento para dárselo.

—Chloe, tengo algo para darte —comenté, dándole a entender que me siguiera. Y eso hizo.

Al llegar a mi habitación, rebusqué en mi armario, tomé su regalo y luego se lo tendí. Lo desenvolvió con cuidado. Y poco a poco una sonrisa se formó en sus labios.

—¡Es el libro que quería comprarme! —chilló.

—Sí. Lazos invisibles resultó más interesante de lo que esperaba.

—¿Lo has leído?

Asentí.

—¡Eso es traición!

Reí.

—Ya. Lo siento, no me aguanté.

—Gracias —sonrió—. Cada día me das más razones para que me gustes.

Me quedé plasmado.

¿Acaso insinuó que le gustaba?

«Parece que sí»

Chloe, pareció percatarse de lo dicho. Porque se puso nerviosa.

—Eh...yo...debo irme a dormir, ya es tarde. Adiós.

Y sin más, se fue de mi habitación. Cerrando la puerta, dejándome a solas.

Estaba un poco en shock. 

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