|Capítulo 42|
—¡Jessica está aquí, debemos irnos! —exclamó Jack interrumpiendo la posible conversación que tendría con Eros—. ¡Joel está como loco!
¿Jessica? ¿Quién rayos es Jessica? ¿Por qué Joel estaría como loco?
Mi mente hacía preguntas mientras Eros me arrastraba hacía la salida, salimos a empujones y quejas de las personas de nuestro alrededor.
Al llegar hasta la camioneta de Jack, todos estaban allí.
Harvey y Evan se veían preocupados. Steve estaba tan confundido como yo.
Y Joel, caminaba en círculos mientras maldecía y se jalaba del cabello.
—¿Joel? ¿Qué te pasa? —pregunté, soltándose del agarre de Eros, para luego acercarme al rubio que estaba teniendo una crisis.
—¡¿Por qué tuvo que volver?! —gritó enojado—. ¡¿Por qué?!
—Si me cuentas, puedo ayudarte —dije apoyando mis manos en sus hombros, tratando de calmarlo.
Joel ladeó la cabeza, inseguro de hablar o no.
—Es hora de que sepa lo que sucedió el año pasado —dijo Eros con expresión seria y cruzados de brazos.
Todos asintieron.
—Jessica es mi hermana —comenzó Joel—. Ella...ella salía con Eros y Harvey, a la vez.
Eso, sí que no lo ví venir.
—Ese no es el problema —siguió—. Si no que, culpa de ella todo se salió de control —sollozó.
Evan lo abrazó y lo alejó de nosotros.
—A mitad de año, teníamos planeada una broma. Por el aniversario de la universidad, queríamos entrar y dejar nuestra marca en la pared —explicó Harvey—. Teníamos todo planeado, nada podía salir mal.
¿Una broma? ¿Qué tiene que ver eso?
—Pero, mientras hacíamos nuestra maravillosa broma —continuó Eros—. Nos enteramos que Jessica estaba saliendo con ambos, como era de esperar nos pusimos a discutir. Por alguna razón Jessica se enteró de lo que estábamos haciendo y le dejó un mensaje a la policía. Sin darnos cuenta, teníamos a la policía al lado. Joel, Evan y Jack estaban en el piso superior y se escondieron hasta que junto con Harvey nos sacaron de allí.
¿Qué carajos?
—Esa broma me costó la universidad, me expulsaron —agregó Harvey.
—Y yo estuve un mes entero en la comisaría porque mis padres estaban de viaje —comentó Eros—. No me expulsaron porque Mara pudo hacer que uno regrese. Y harvey me dejó el lugar.
Mi cuerpo estaba quieto, no estaba nerviosa. Si no, sorprendida.
Por una broma uno fue expulsado, y el otro no solo reprobó el año. Si no que pasó un mes en la comisaría.
Y no solo por una broma, ¿si no por la hermana de Joel? ¿Qué carajos?
—Serán idiotas —refunfuñé.
—Lamento no habértelo contado antes, no quería que mi expediente manchado te aleje —dijo Eros acercándose a mí.
¿Expediente manchado? ¿Qué carajos?
—¡Chicos! ¡No sabía que estaban aquí! —chilló una voz aguda.
Me volteé en busca de ver de quién era provenía aquella voz, y me encontré con una chica idéntica a Mara. No parece tan jóven, supuse que tendría unos 24 años. Y para el toque final, su disfraz también era de una princesa.
—¿Y quién eres tú? —preguntó con disgusto.
De lejos se huele su personalidad de mierda.
—Chloe Anderson, amiga de los muchachos —respondí con una sonrisa—. ¿Y tú?
—No te hagas la que no me conoces —atacó.
—Hmm, déjame ver...no, no te conozco. Pero tampoco me interesa conocerte.
La tal Jessica rodó los ojos y se acercó a Harvey.
—Harvey, tan sexy como te recordaba todo este último año —dijo mordiéndose el labio inferior—. Y Eros, aún me calienta recordar como lo hacíamos.
Ah, bueno. Encima de que andaba con los dos, es capaz de decirlo en voz alta.
—Si quieres repetir, llámame —dijo guiñandole un ojo.
—No hará falta, ya tengo a alguien —dijo Eros con expresión seria.
—No me digas que es esa de ahí —dijo, mientras me apuntaba con su dedo índice.
Altísimo, por favor dame paciencia.
—No es de tu interés —respondió Eros con simpleza.
—Ugh, entonces si es ella. Veo que desde que nos alejamos, has bajado las expectativas —agregó mirándome con asco.
—Jessica, ¿qué mierda quieres? —indagó Harvey con desprecio.
Eso, por favor. Echala antes de que la golpee.
—¿Por qué tanto desprecio? Solíamos pasarla bien.
Harvey soltó una carcajada irónica.
—No estamos interesados en meternos en un triángulo amoroso tóxico, así que, ya puedes irte —agregó Harvey.
Creí que se daría por vencida y se iría, pero no fue así. Tuvo que abrir su jodida bocota.
—Ya veo, la prostituta está haciendo su trabajo muy bien. A Propósito, ¿dónde está mi herm...
Oh, no.
No me dirás prostituta y luego fingirás preocuparte por Joel.
Sin pensarlo dos veces me quité el tacón y se lo aventé a la cabeza. Dandole en la frente, el impacto fue tan fuerte que está cayó al suelo.
Y sin darme cuenta, ella también me lanzó sus zapatos. Pero, logré esquivarlos.
Cuando se puso de pie, se dirigió hacía mí. Sabía que quería pelear, sabía que me había estado provocando para que yo reaccionara.
Pero, justo un segundo antes de razonar si darle con mi puño a su rostro. Una voz conocida nos dejó quitas.
—¡Jessica Jhepson! ¡Quita tus venenosas manos de Chloe! —exclamó Mara.
—Mamá, no es lo que...ella dijo...—dijo Jessica mientras fingía sollozar.
—Te dije que no te quería cerca, ¿a que volviste? ¿necesitas dinero, cierto? —inquirió Mara de mala gana, se notaba lo molesta que estaba—. ¡Te dije que no te acerques a Joel! ¡Ya lo has jodido demasiado! ¡Me tienes harta!
—Pero, tú no...
—¡Por tu culpa mi marido ya no está! ¡Te dije que te internaría en un psiquiátrico si aparecías de nuevo! —gritó Mara con los ojos llorosos.
Se veía dolor y sufrimiento.
¿El padre de Joel estaba muerto? ¿Por qué sería culpa de Jessica? ¿Realmente está tan loca?
Mis preguntas fueron respondidas cuando dos hombres vestidos de enfermeros la tomaron a la fuerza y la metieron en un coche.
Supuse que Mara cumpliría con su palabra, la internaría en un psiquiátrico.
—Hace dos años Jessica incendió la casa de Mara, y eso provocó que su marido muera debido al humo —me explicó Eros en susurros—. Mara y el padre de Joel se separaron hace años.
¿Cómo es posible que ella haya hecho algo así? ¡Dios mio!
—Díganle a mi hijo que le agradezco por haberme llamado —dijo Mara, para luego subirse al coche e irse.
Joel y Evan aparecieron en nuestro campo de visión, al parecer habían presenciado todo desde lejos.
Los ojos de Joel estaban rojos y cristalizados.
No lo dudé y corrí hasta él, para luego abrazarlo.
Sabía que se sentía horrible y a veces, un abrazo es lo único que consuela.
Joel no tardó en envolverme con sus brazos y esconder su rostro en mi hombro.
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