Capítulo 56
La llegada a casa estuvo envuelta de felicidad mezclado con alivio y un sentimiento físico de cansancio, pero todo se quedó solo en el reflejado en sus ojos puestos que en su rostro se dibuja sonrisas cordiales y llenas de dichas.
—Tienes la presión un poco alta, me dices que estas medicada ¿correcto? Te voy a mandar nuevamente los medicamentos y a subir la dosis —dictamina. —Si siguen las recomendaciones que les acabo de dar se recuperará pronto —le entrega las indicaciones a Maricé. —¿Tienen una persona que pueda limpiarle la herida? Porque si no es así podría mandarte una enfermera para que se encargue.
—Oh no doctor, yo podría hacerlo. Tengo muy buena mano no se apresure.
—Bueno, eso es todo. Espero que te recuperes pronto. Nos estaremos viendo —hecho una leve ojeada a los presentes y por último observo a Adamaris.—Permiso a todos, buenas noches.
—Lo acompaño a la puerta doctor —le dice Mónica.
Ambos salieron del cuarto. Maricé se apresura acercarse a su sobrina.
—¿Te sientes cómoda? ¿Deseas otra almohada, una cobija extra? —le pregunta.
—Oh no... yo... me siento bien —responde en un suspiro lento.—solo tengo mucho sueño.
—Bueno, salgamos todos —anuncia Alan sin apartar la mirada de su hermana.—dejémosla descansar.
Alan beso con suavidad su frente, le dio una última mirada y arrastro a todos los presentes presentes fuera y en la soledad de su habitación, sin poder siquiera evitarlo como lo había hecho hasta hace unos minutos, sus ojos empezaron a picar y aunque intento parpadear para alejar aquella sensación la glomeración en sus ojos rompe a llorar con el corazón desolado, cargado de tristeza y un profundo sentimiento de dolor.
Puso su mano sobre la boca, tratando de ahogar sus lamentos para no preocupar a su familia. Gruesas lágrimas cayeron de sus ojos mojando la almohada.
Se odiaba.
Había prometido que no iba a llorar, hasta el momento se estaba esforzando por cumplirlo, por mostrarse indiferente al dolor, por ser fuerte. Algunos dirán que fue el shock por lo vivido en días pasados, perder la libertad fue una experiencia espantosa pero no había comparación con lo que sintió cuando Alejandro le dijo aquellas palabras. Cuando maldijo su amor destrozándole el corazón al instante.
No había podido equivocarse tanto con una persona... Ah si, ahora recuerda, tendía enamorarse de las personas equivocadas. No sabia como llego a pensar en que Alejandro en verdad la amaba. ¿Cómo alguien siquiera puede enamorarse de ella?
Que repugnante.
Y que patético pensar que ella es repugnante cuando claramente ella no es la culpable, pero lo había entregado todo. En verdad lo amaba. ¿Había sido tan tonta? ¿En verdad podía ser capaz de alcanzar una estrella tan inalcanzable como lo era Alejandro? ¿Su amor todo este tiempo fue falso? ¿Nada puede salir bien de algo que empieza mal? ¿Por qué no confío en ella? ¿Por qué ni siquiera le dio el beneficio de la duda?
Mientras, en la sala continua los presentes se encontraron sin nada que decir. El ambiente era tan tensionante que scualquier persona ajena podría sentirlo en le ambiente.
—Yo tengo que irme —anuncia Mónica entrando a la casa después de despedir a Damian.—me despiden de Ada por favor.
—Así va hacer —dice Alan.
—Muchas gracias señorita —se adelanta hablar Maricé con un tono d voz amable yfamiliar.—Usted a sido como un ángel para nosotros.
Ambas se observaron con una sonrisa. Se dan las manos y aprietan levemente.
—Que tengan buenas noches.
—Te acompaño —se apresura a decir Alan.
Al salir de casa el tema que tenían pendiente salió a relucir.
—Ya solo nos falta esperar el fallo del juez de la contrademanda. Si todo se da como deberían darse creo que para pasado mañana lo emiten y a nuestro favor e igual tengo un informante allá que nos mantendrá al tanto de todos los pormenores.
—¿Y crees que será posible una respuesta positiva?
—Estoy segurísima. Nos estamos...
El ruido del tono de su teléfono la interrumpe y no duda en contestar al ver el nombre de su jefe.
—Mike —menciona. Alan aprieta las manos, pero las esconde para no ser visto.— ¿Qué pasa?
—Hola Moni, tengo una gran noticia para ti. ¿Tienes tiempo para vernos?.
Monica frunce el ceño y revisa su reloj.
—¿Ahora? ¿no puede ser mañana?
—Créeme que lo que te tengo que decir no puede ser para mañana, mañana lo que voy a necesitar es una respuesta.
—¿Una respuesta? —pregunta, desconcertada. Alan mira a otro lado, pero sigue atento a cada palabra, su corazon empieza a doler. —Esta bien, ¿donde nos vemos?
—En el restaurante zambrano.
Esta hace una mueca sin sonido.
—¿Te parece esperarme? Es que estoy bastante retirada.
—No hay problema. Ven.
—Esta bien. Nos vemos.
Del otro lado se despidió y esta se apresura a guardarlo en su móvil. Vuelve hacer una mueca y cierra los ojos por un momento.
—¿Paso algo? —le pregunta. La voz de Alan hacen que abra un ojos. Sus ojos se encuentran y se quedan en silencio.
—Mi jefe, quiere que nos reunamos ahora.
Alan profundiza su ceño, preocupado
—¿Ahora? ¿Tan tarde? Ya van hacer las doce.
—Si bueno... dice que es urgente —exhala.— y es prácticamente en al otro lado del charco.
Vuelve a exhalar y observa hacia la carretera, Alan hace lo mismo.
—Esta bien, pero ¿como vas acudir a la ci... cita si no tienes auto?
—En un taxi... creo, ¿A estas horas pasan por aquí?
Niega, pero se ve obligado a hablar.
—No.
Juntos miran al horizonte y las calles están solas. Mónica resopla, pero es entonces cuando a lo lejos se divisan dos tenues luces.
—¡Oh hay viene uno! —dijo la rubia emocionada y empieza agitar su mano.
Pronto, el taxi se detuvo y Mónica se fue hablar con el taxista. Después de pactar el precio se dispuso a entrar al vehículo. Sin embargo, Alan que hasta el momento se mantuvo a raya de los asuntos de la rubia. Se interpuso en su camino para sorpresa de Mónica.
—¿Qué pasa? —ahora fue el turno de preguntar de Mónica.
—No te voy a dejar ir sola a estas horas y con alguien desconocido. Entra, iré contigo.
Mónica se ríe en gracia, creyendo que le estaba bromeando.
—Alan, no me va a pasar nada. Deja la bobada. Ni porque el chófer me fuera hacer que cosa —lo último lo dijo en un murmullo. — es un anciano, apenas y puede ver.
—Mucho peor —murmura alarmado.— entra. Ya.
La rubia rueda los ojos pero se sube al taxi con Alan detrás. El mayor de los Gutiérrez saluda al conductor y éste rápidamente arranca. El silencio reino por muy poco tiempo, pero tampoco fue un silencio incómodo, simplemente se encontraban disfrutando el silencio y espacio. Aunque Alan fue el primero en romperlo.
—Por cierto, ¿qué le pasó a tu coche? —le pregunta Alan.
—Lo tengo en el taller —contesta apartando la mirada del camino para verlo. — pero creo que lo voy a vender —se toma su tiempo para volver hablar.— y creo que también mi apartamento al igual que otras cosas que tengo.
—¿Piensas montar tu propio buffet?.
—Pienso invertir como accionista del buffet donde estoy trabajando. Bueno, es solo si los socios así lo quieren. Pero todo puede pasar, sabes que soy una mujer que le gusta conseguir todo lo que se propone.
—Claro, eso lo sé.
Volvieron a quedarse en silencio, cada quien mirando a su ventana hasta que el recorrido terminó y ambos tuvieron que bajar del taxi.
—Gracias por acompañarme, ya puedes volver.
—No hay problema, entra.
Mónica le sonrió agradecida, le da la espalda y se aleja entrando al establecimiento. Alan la observa alejarse sin ninguna emoción plasmada en su rostro. Por otro lado, al entrar al restaurante fue guiada
—Perdona si llegue tarde
—No te preocupes, ¿cenamos?.
—Por favor, no e comido nada desde esta tarde —sonrieron.
—¿Ya van a pedir? —pregunta una camarera.
—Si, a mi dame un filete a termino medio por favor y sin salsa —menciona.—y de vino, ¿qué deseas tomar Moni querida?.
—Un vino blanco.
—Un vino blanco y eso es todo para mi.
—A mi solo tráeme una ensalada de pavo, sin salsa. Gracias.
La mesera rápidamente apunta y los deja solos.
—¿Y, me vas a contar en fin cual es esa noticia que tienes que darme? —pregunta impaciente.
—¿Por qué no cenamos primero?
—Me pones nerviosa —finge escalofríos.
Rieron y pronto empezaron a cenar, bajo la suave melodía del grupo instrumental que se encontrab
—Bueno, ¿y? ¿Qué es lo que tenías que decirme?
Mike chisto los dientes divertido por la situación y lo tan directa que es la rubia. Son embargo, no tiene problemas en ser igual de directo que esta.
—Los socios aceptaron que tu seas parte de la compañía.
—¿De verdad?
Mike asiente. Mónica chilla emocionada y agarra sus manos con fuerza.
—¡Es maravilloso! Pero... ¿Cuándo paso esto?.
—Eso no importa, lo importante es que ya solo estas a un solo paso de obtener lo que tanto deseas. Mañana si no estoy mal te presentarán el contrato, ¿estas lista para ser tu propia jefa?
Mónica no responde pero su rostro muestra todo lo que no expresa y aquello maravilla a Mike. Siguieron conversando, Mónica era quien llena de preguntas la velada y Mike está encantado de responder cada una de sus interrogatorios. Pronto, decidieron abandonar el lugar. Ni bien terminaron de cruzar la puerta del establecimiento cuando Mónica, bastante desconcertada se encuentra de frente con Alan, quien se encontraba esperándola recostado contra el taxi en el que habían llegado. Este, al verla se aparta del automóvil, sacando sus brazos de los bolsillos de sus jeans sus ojos viajan de ésta hacia su amigo pero se terminan de enfocar en ella.
—¿Alan? —pregunta, bastante desconcertada. —¿Qué haces aquí?.
—Pensé... creí que no era conveniente que una mujer —se apresura a responder, pero al sentir que estaba extrañamente tenso sonríe quedándose un segundo en silencio para liberar tencion y reajustar sus pensamientos. Mike no se dio cuenta, pero la rubia que conocía muy bien a Alan inmediatamente sospecho. —Bueno, me dijiste que no tenias coche y creí que ibas a volver sola.
—¿Ya salió la bella pajarita? —pregunta el taxista desde adentro del coche, ganando atención por algunos minutos. A Alan se le puso rígido el espinazo, Mónica frunce el ceño y Mike dejó de sonreír y su rostro se le contrajo.
Mónica parpadea, sin saber muy bien qué hacer o cómo reaccionar. A su lado, Mike interviene.
—Yo te conozco —dice, ganándose las miradas de los presentes. Mike truena los dedos efusivo. — ¡Claro! Eres el pariente de tu cliente, ¿cómo se llamaba?.
—Adamaris —contesta Mónica. —por ciento, Alan él es Mike. Mike, Alan.
—Un gusto —ambos hombres se dieron la mano. Pero Mike se apresura agregar. —Bueno, como tu buen amigo te espero tanto tiempo me gustaría llevarlos a casa.
—Oh no, yo puedo irme en el taxi, ¡total! Ya comprobé que Mónica esta en buenas manos.
—¡Tanto esperar para nada! —exclama el viejo. Alan chisto los dientes e incluso sintió que la vena le iba a explotar.
—Claro que no —habla Mike. Todos se lo agradecieron.— hacerte esperar tanto tiempo aquí afuera, con este frío no es muy correcto, ¿o no, Moni?
La rubia lo mira, saliendo de su estupefactamiento, parpadea y vuelca su mirada a Alan. Éste la miraba muy atento, pero por la forma en que se encontraba abriendo los párpados y con su semblante serio podría deducir que aquella idea no le gustaba para nada. Se volvió hacia su amigo.
—Yo creo que Alan tiene razón. Además, tampoco sería justo para ti ir de extremo a extremo en esta ciudad tan peligrosa—dice.—fue muy amable de tu parte Alan, gracias pero ahora ya estoy en buenas manos. Ya puedes regresar.
Alan abrió la boca para agradecerle y despedirse antes de marchase sin mirar atrás, pero Mike fue más rápido y tomó la palabra.
—Perdónenme pero insisto, ya que nuestro amigo Alan muy amablemente espero a Moni es lo mas apropiado que cualquier persona haría.
Alan sonríe un tanto tenso. Jamás se imagino estar rodeado en esa situación por lo que le hería el orgullo aquella proposición y como era de esperarse Mike tenía un coche que ni él en su otra vida podría tener, iban hacer los cuarenta y cinco minutos más largos y tormentosos de su vida.
Dos golpes en puerta hacen que los ojos de Adamaris se abran pesadamente. Habría querido seguir durmiendo, increíblemente descubrió que cuando dormía dejaba de pensar y por consiguiente sentirse miserable, pero al parecer a los miembros de su familia no le importaba porque se la vivían entrando y saliendo de su cuarto, aparte de preguntarle todo el tiempo de como se sentía, si quería esto o lo otro. Incluso la obligaban a comer. Entendía su preocupación, en verdad lo hacía pero ella solo quería dormir tranquila. Estar sola. Y dormir, dormir mucho.
Esta parpadea y mientras se reincorpora observa a su tía entrar muy emocionada.
—Mijita, tengo una sorpresa para ti —dice Maricé.
Adamaris se acomoda en la cama y observa a la persona detrás de su tía con una gran ganas de echarse a llorar. Había pasado poco más de dos días de no verlo. Al día siguiente de estar en casa fue a visitarla pero Adamaris fingió no estar bien por lo que solo hablo con su hermano y demás miembros de la casa y no supo nada más puesto que se durmió y no se dio cuenta cuando se marchó. Joel se adentra a la habitación sin poder apartar la mirada de la castaña.
—Joel —pronuncia en un suspiro.
—Los dejaré solos.
Marice termina de salir y entrecierra la puerta. Ambos siguieron observándose a un largo tiempo. El silencio no era incómodo pero tampoco reconfortante
—¿Cómo estás? —le pregunta en tono suave.
—Me duele todo —reconoce.
—Claro, me imagino.
Hubo otro silencio. Joel acorta la distancia y se sienta en la cama, a su lado. Sonríe.
—Te ves hermosa.
Adamaris sonríe pero solo por cortesía. Ahora tenía muchas más ganas de llorar.
—Gracias, ¿cómo va tu negocio?
—Papá me está ayudando con eso. A sido verdaderamente de ayuda.
—Me lo imagino. Si es tan buen empresario como tu, ese negocio próspera pronto.
Joel asiente de acuerdo con sus palabras. De verdad su padre se está a esforzando por ayudarlo con todos sus negocios y él no podría estar más que cómodo con su ayuda. Carraspeo, sintiendo la garganta seca.
—Te traje esto —dice después de un rato de silencio y dejando ver una gran bolsa llena. Joel se lo da suavemente y espera atento a su reacción y no se decepcionó.
Por algunos minutos los ojos de Adamaris se iluminaron, dentro se encontraba todo tipo de materiales que esta usaba para hacer sus bocetos, desde marcador punta pincel de diferentes tonos hasta cuaderno papel, diferentes lápices y rotuladores a base de alcohol, lápices de colores y acuarelas.
Una piedra pesada se alejo en todo el pecho de la castaña y se obligó a parpadear repetidas veces para no romper en llanto.
—Apenas lo vi supe que debía traertelo. No sé con que tipo de hoja te parece mejor dibujar pero la muchacha de la tienda me dijo que el papel vegetal es mucho mejor ya que se puede colocar encima de cualquier planilla y empezar a dibujar —ríe nervioso, incluso rasca la parte trasera de su cabeza. —por eso compré tantos.
Adamaris no quería pensar demasiado en aquel detalle. Solo estaba sorprendida por aquel gesto.
—No tenías porqué —dice ahogado, sin apartar la mirada de los objetos.
—Debes entretenerte un poco y ya que no has tenido nada que hacer pensé que esto te iba a fascinar. No te apures, puedes acabarla, ya le di un par de materiales más a tu tía.
—Joel gra...
—No vuelvas agradecer, ¡somos amigos! A los amigos no se les agradece, más bien, ¿te gustó el regalo?
Adamaris asiente, pero se ve en la necesidad de agregar.
—Si, me gusta mucho. ¡Gracias!.
Y antes que Joel se atreviera a protestar, Adamaris acorta la distancia entre ambos, enredando sus brazos en el proceso, dándole un fuerte abrazo. Por supuesto que Joel no lo vio venir, pero lo recibió encantado y también se atreve a abrazarla.
Ya no pudo seguir reteniendo las lágrimas.
Como se odiaba.
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