Capítulo 50
—¿Quién es él? —inquiere María de vuelta, señalando con la cabeza a Pedrito, quién se encontraba muy animado mirando a la pista de baile mientras bebía de su vaso.
—Es un amigo —le responde, codea al joven llamando su atención.—él es Pedro. Pedro, ella es María.
Ambos se dan la mano y pronto la mesa se fundó en un silencio. La celebración continúo con regocijo y la programación se fue efectuando poco a poco y a medida que la noche caía. Cada espectáculo es más impresionante que el anterior. Todos parecen divertirse y aunque el cumplimentado mantiene una sonrisa de oreja a oreja, sus ojos se oscurecen cada que la cámara deja de enfocarlo, ni siquiera le dirigía la palabra a Mónica o a cualquiera que se acerque hablarle. Es más, para él aquella celebración estorbaba en sus planes originales. En su mente imagina la increíble noche junto a su novia si no hubiera sido por está celebración. Velas, cena, música, bajo la luz de la luna y observando todo México sobre algún observador fuera de la ciudad.
Hizo una mueca al pensar en todo el tiempo perdido.
Si Adamaris no estuviera en aquella celebración, ni siquiera se hubiera quedado hasta el final.
Se un hombre descortés nunca a estado en su definición, efectivamente él asistía a cualquier reunión o fiesta de la empresa pero realmente iba por cortesía más que por placer, y regularmente no tardaba más de quince minutos.
Pero esta vez era diferente, Adamaris era su empleada y estaba obligada a quedarse hasta el final, y él como novio, estaba en la obligación de acompañarla.
Y hablando de Adamaris...
Se ve estupenda, quedó prendado de lo tremendamente espectacular que el ouffits en ella. Todavía puede saborear la imágen de ésta sobre el escenario. Lo brillantes que relucía sus ojos, sentir la corriente eléctrica que lo inundó al escucharla. En ese momento le entraron unas tremendas ganas de interrumpirla solo para poder besarla y las ganas se hicieron más fuertes al tenerla cerca.
Desde ese momento no quiso apartar su mirada de ésta, incluso la observó bailar con Pedro y su hermano, y siente y sintió una oleada de envidia.
Mira alrededor, tratando de hallarla, no la encontró. Desplaza su mirada hacía la mesa en donde la había visto sentada pero no la encontró. Había sido rodeado por personas y cámaras que deseaban saludarlo o simplemente tomarle una foto, entonces la perdió completamente de vista. Bufó y volvió a concentrar su mirada en el mantel de la mesa.
Su padre, irgue la cabeza hacía él. Desde hace un rato lo había estado observando y aparte de encontrarlo muy inquieto y tenso, su mirada había estado puesta en todo menos en Mónica. Después de algunos intentos por unirlos, su esposa le había dado una patadita debajo de la mesa y con la mirada le ruega que intervenga. Así que muy a su pesar lo hace.
—Hijo, ¿Por qué no sacas a bailar a Mónica? La pobre se ve muy aburrida —le insta, observando de reojo a la rubia.
Realmente él no deseaba bailar. Resopla.
—Padre, realmente no deseo bailar, tengo bastante cosas en que pensar papá —se excusa.
Alfredo bufó en respuesta pero rápidamente engancha una sonrisa y palmea su brazo, alentandolo.
—Solo será una canción, anda, o tu madre le dará un mini infarto al verte tan desanimado.
El empresario lanza una mirada asesina y se irgue hacía Mónica. La rubia al sentirlo mover aparta la mirada de la pista de baile, suspira y mirada de reojo y con cautela a Alejandro.
—Vamos a bailar —no era una pregunta. Los padres el observar aquel acercamiento sueltan una risilla.
Sin esperar respuesta de ésta, Alejandro agarra su mano y ambos se levantan de sus asientos. Mónica oculta una mueca con una sonrisa y sin compartir ni siquiera una mirada caminan ganándose las miradas de todos los invitados.
—¡Atención! Nuestro querido cumplimentado a salido a la pista de baile —habla el dj. Los aplausos se intensifican. Adamaris se levanta de su asiento y se gira, observando a la pareja. Su pecho se estruja, y de pronto desea tener a la mano una botella de tequila. —vamos aplaudirle para animarlos. Ahora, agarren sus parejas señores porque este clásico los hará ponerse románticos.
Al terminar de hablar la canción me enamoré de ti de Chayanne suena por todo el auditorio y rápidamente las personas se emparejan. En ese instante a la castaña le entra una esperada llamada que la llenan de felicidad y se apresura a contestar apresurando su paso para alejarse del bullicio.
Alejandro agarra la cintura de la rubia y es el primero el marcar el paso. El ambiente es tenso, aunque proyecten una escena dulce.
—No creas que estoy contenta estando contigo. Si fuera por mí, no hubiera asistido a esta dichosa fiesta —Mónica es la primera en hablar, destilando todo el veneno que estaba acumulando.
Alejandro hizo una vuelta brusca, para sorpresa de ésta. Y luego tuerce ena sonrisa al escucharla jadear de sorpresa.
—Vaya, por primera vez estoy de acuerdo contigo en algo —contraataca forzando una sonrisa. A la distancia, sus padres los observan, dichosos por lo que estaban viendo. Luego, añade:—Me desagradas.
Mientras Adamaris huía Alejandro la reconoce, sonrío satisfecho por haberla encontrado. Frunce el celo al verla hablar apresuradamente por teléfono. Está vez es Adamaris quien se gira y sus miradas se encuentran. Adamaris le sonríe y le contesta al la llamada, Alejandro frunce el entrecejo preguntándose con quién estaba hablando, la ve alejarse a paso rápido.
Se maldijo internamente por no poder seguirla, pero sus ojos no se apartaron de la puerta. La canción terminó y Adamaris no volvió al salón.
—¡Se veían preciosos bailando! —halaga Enriqueta sin controlar su emoción.
Ambos sueltan una risilla tensa y se miran de reojo.
Muy cerca de ellos, Adamaris entra al salón justo cuando la música cambia después de que es anunciada la siguiente función y un grupo de bailarines aparece danzando. El público aplaude eufórico hasta gritan o corean la canción. Para finalizar las palabras del
Adamaris observa a María llegar a su lado. En el rostro de la morena, relucía la preocupación. Adamaris se alarma al verla tan nerviosa.
—¿Qué pasó? —le pregunta al tenerla cerca.
La mirada de ésta se pierde entre la multitud.
—Es Alan, está... está discutiendo con Mónica. Tienes que hacer algo.
Adamaris se sobresalta al escucharla y se apresura a buscar a su hermano, antes de que todo se volviera un caos y por la mueca plasmada en el rostro de su amiga sabía que iba en serio. Pero antes de dar siquiera dos pasos, Alan aparece entre la multitud pero muy por el contrario de lo que Adamaris se imaginaba, su hermano se ve demasiado relajado.
—¡Nos vamos! —gruñe pretendiendo mantener una actitud serena.
Alan agarra el brazo de Adamaris y el de María y tira de ellas pero Adamaris no se mueve.
—No, adelántense.
Alan la mira, frunciendo un poco el ceño.
—¿Qué? ¿por qué? ¿no vienes con nosotros? —le pregunta Alan demasiado serio para su expresión.
Adamaris termina de soltarse de su agarre. Su mirada recae por un momento en su amiga, Mónica se encuentra a varios pasos alejado de ellos. La rubia al percatarse que la castaña la estaba observando, le sonríe, alza la copa que lleva en sus manos y la bebe de un trago entonces se apresura a volver donde sus padres se encontraban. Adamaris regresa su mirada a su hermano.
—Tengo que quedarme hasta que todo finalice y ayudar a Milena a dejar todo limpio —no era una mentira, Adamaris se había ofrecido en desmontar el lugar después de que el evento acabará.
—Bueno, ya está, nosotros las ayudamos —propone Alan.
Adamaris niega con la cabeza.
—No hay necesidad. Después voy a salir a comer con mi novio.
Alan inhalá lenta y paciente y asiente tratando de comprender las palabras de su hermana, aunque su mirada se oscurece.
—Bien, nos vamos en casa entonces. Vamos María.
Alan besa su frente con dulzura y sigue su camino hacía la salida.
—Cuídalo, ¿vale? —le dice Adamaris a María.
La morena asiente y se apresura a ir tras Alan. Adamaris los ve marcharse preocupada por el estado en que se encontraba Alan. Su celular vibra y lo saca rápidamente. Era un mensaje de Alejandro. Sonrío abiertamente, desplaza la mirada sobre el salón ya casi medio vacío y se apresura abrir el texto.
Novio mío ❤
Voy a despedir a mis padres.
Nos vemos en quince en el estacionamiento. Te amo *emojin de beso*
Adamaris sonrío enamorada sin poder evitarlo al terminar de leer el mensaje, entonces empieza a teclear sin detenerse a pensar en qué escribir. Alejandro que se encuentra despidiendo a sus padres y a sus acompañantes cuando su móvil suena por el mensaje de la castaña. Se apresura a leer el mensaje pero su rostro de transforma en una mueca al terminar.
Novia Mía 😍
Esta bien. Sin embargo, tengo que quedarme hasta que se acabe toda la celebración *inserta emojin triste* le prometí a Mile ayudarle a desmontar toda la decoración.
Su madre, que en ese instante se giro a despedirse lo mira preocupada.
—Alejo, ¿Te pasa algo?.
El empresario aparta la mirada de la pantalla y su mirada se cruza con la de su madre. Niega en respuesta y le sonríe, besa su cachete y se aparta.
—Llega bien a casa. Cuídense.
—Esta bien hijo. No se te olvide que tenemos una vena pendientes, tenemos un tema a tratar. Cuídate.
Enriqueta besa su cachete y se sube al vehículo, este arranca, alejándose de la empresa. Alejandro los ve marchar y al desaparecer se apresura a volver a la empresa con rumbo al salón de eventos. Al entrar, nadie se dió cuenta, pero él pudo ver el panorama. Solo habían seis personas
—Atención —dice, llamando la atención de las pocas personas que estban desmontando la decoración, entre ellas Adamaris.—estoy plenamente encantado con la celebración de está noche, felicidades a este estupendo grupo y por eso les voy a dar la noche libre. No se preocupen por la limpieza del salón que mañana a primera hora ya estará limpió. Acabo de contratar un servicio de limpieza que se encargará de limpiar el lugar.
Los presentes aplaudieron, dichosos por aquellas palabras, entre ellos Adamaris aue además lo miraba con admiración y amor.
—¡Usted es mejor jefe! —exclama un empleado vestido de fantasma.
—Se ganó el cielo con su bondad —habla otro empleado vestida con atuendos típicos de México.
Milena se apresura agarrarle la mano, viéndolo con gratitud.
—Usted es el mejor presidente que pudimos tener. Otra ronda de aplausos y chiflidos, algunos hasta lo observan con admiración.
—Es Suficiente, suficiente —pide, fingiendo vergüenza.—ahora ya se pueden ir.
El personal temiendo que se retracte, se apresura abandonar la sala. Sin embargo, los dos novios no sé movieron mantuvieron sus miradas conectadas y al quedar solos, Adamaris es la primera en hablar.
—Fuistes muy benevolente —le dijo esta.—eso es estupendo.
Alejandro se encoje de hombros, encantado por las palabras de su novia.
—No hay nada que yo no pueda hacer —dijo con autosuficiencia.
Adamaris niega con la cabeza mientras sonríe.
—Señor novio —bromea después de inspeccionarlo con la mirada.—el mejor novio de toda la noche.
El empresario hace una mueca pero se apresura a envolver sus caderas y pegar su cuerpo al de él. Picotea su boca con desesperación pero sin aplicar fuerza alguna.
—¡Ah! Te extrañé, ya no veía la hora de que todo acabará. Ah pero no es de novio, es simplemente un traje —aclara. Besa su boca y la vuelve abrazar sintiéndose reconfortante entre sus brazos.—y tú, Frida Kahlo, la mejor Frida de todas las Fridas de está noche.
Adamaris suelta una risilla al escucharlo, pero también lo abraza. Ambos esconden su rostros en el cuello del otro y absorben al tiempo sus aromas.
—Que mentiroso eres —murmura.—por hay te ví muy feliz al lado de Mónica, ¿Me cambias?.
—¡Ja! No es mentira y ¿A caso no pudiste leer mi cara de culo? Es obvio que no estaba contento, pero dale, comprendo que estas celosa.
Adamaris lo mira fingiendo indignación.
—No estoy celosa.
Alejandro la ignora, besa su cachete y tira de ella.
—Ya, figuré que te creo. Anda, vamos, tenemos toda la noche.
Tira de su brazo pero ésta no se mueve ni un poco.
—Momento, momento, es tú cumpleaños por lo tanto soy yo tengo quien debe darte la sorpresa, no tú a mí; así que vamos a ir dónde está tu sorpresa. Aún no son las doce así que estará abierto y seguro que te encantará.
Para cuando acabó ya había apartado la mirada.
—¿No te e dicho que me encantan las sorpresas? Y más cuando vienen de ti. Vamos, ya muero por ver lo que prepáraste.
—Muy bien, pero antes debemos cambiarnos. Así llamamos mucho la atención.
Alejandro barre su perfíl de arriba abajo y sin esperarselo, un pensamiento pecaminoso se apoderó de su mente. Uno en el que él quita muy lentamente aquél vestido dejando al descubierto su cuerpo.
De pronto, la imágen de ésta en traje de baño vino a su mente. Aquél día no sé fijó bien en su aspecto, pero extrañamente su mente fue capaz de proyectar con suma nitidez aquella imágen, sobre todo lo sexy que se veía su piel y lo bien que le quedaba aquella tela. De pronto, otra imágen vino a su mente, muy rápido y fugaz. Está vez era el perfecto y gran trasero de la castaña quien observaba justo después de desaparecer tras lanzarse al mar.
Se muerde el labio intentando suprimir una sonrisa pícara. Sin embargo, sus ojos destellan lo que su boca no artícula.
—No podría estar más de acuerdo.
Ajena a los pensamientos de su pareja, le sonríe feliz, mostrándole su blanca dentadura.
—Y eso me encanta, ya e decidido qué.
Le guiña un ojo y se apresura a salir del salón, agarrando su mano con fuerza su mano mientras que con la otra empuña su bolso. Tira de su brazo hasta entrar al tallar de Julio.
Sin que éste lo esperará tira de él hasta colocarlo delante de ella.
—Cámbiate, el primero en estar listo se va adelantando.
Besa su boca y se marcha, dejándolo de pie y con la bolsa en la mano. Muy confundido.
—¿En serio? —pregunta Alejandro, saliendo al exterior. Adamaris había sido la primera en estar lista, ésta lo observa con admiración, tal como una persona al cruzarse con su ídolo—, ¿Ropa de parejas? Así tendremos todos los ojos puestos sobre nosotros.
—Me gusta, y quería estar a juego —se justifica.—bien, ahora nadie se fijará en nosotros —añade sonriente.
—Con esto pensarán que estás soltera, ¿Dónde está tu gorra?.
Adamaris se carcajea.
—Eres un tonto, vamos. Súbete al auto, manejaré. Dame las llaves.
—¿Ah? Nadie maneja mi Porsche —dice aferrándose a las llaves.—a-además, ¿Tú por qué no llevas gorra?.
—Ya. Dámela, Alejo estamos perdiendo tiempo —insiste volviendo a inclinarse sobre él, pegando igualmente sus cuerpos.
Alejandro suelta un suspiro y tuerce una sonrisa.
—Así me gusta, ahora sí estoy gozando este cumpleaños—dice, refieriéndose al momento.
—¡Eres un tonto!
—Pero en serio, si algo le sucede...
Adamaris le arrebata la llaves y lo observa ceñuda.
—Sube al auto —le ordena, rodeando el auto y subiendo a este.
—Así me gustan, mandonas —chistea los dientes.
Alejandro la sigue rápidamente hasta ubicarse sobre el asiento del copilo.
—¿A dónde iremos? —le pregunta observando manejar a su novia.
—Nos divertiremos —le asegura emocionada.
No volvió a preguntar, aunque no estaba conforme con su respuesta al verla tan emocionada, con sus ojitos brillantes y emocionado todas aquellas preguntas quedaron en el olvido.
Por su parte, Adamaris se concentro en llegar conteniendo su alegría pero a su vez queriendo compartirla con su novio. A su mente, llegaron muchos recuerdos de su infancia en aquel lugar, alegría, ruidos, muchos dulces y juegos. Ella la pasaba tan bien y estaba segura que Alejandro lo iba a disfrutar, esperaba que no le tuviera pánico a las alturas.
—¿Un parque de diversiones? —le pregunta, tragando saliva después de observar el gran letrero del lugar y barrer rápidamente los gigantes juegos que había dentro.
Adamaris asiente entusiasmada.
—La verdad no me imaginé que darte ni tampoco a dónde llevarte, después de mucho pensar yo —relata, ajena al enfrentamiento interno de su novio.—quise traerte a otro de mis lugares favoritos, aquí veníamos muy seguido con mi familia. Te va a encantar te lo aseguro, sus atracciones son... Indecifrables.
El silencio se apoderó de ellos, claro apenas sentido por estos ya que el bullicio provocado por la cantidad de personas en aquel parque y de las que Adamaris observaba con emoción.
—¿Entonces... —se aclara la garganta, escondiendo el vacío que se ha formado en su estómago.— Qué se supone que haremos?.
—Ya te dije, divertirnos. Colócate la gorra correctamente.
Agarra su mano y lo conduce hacía la entrada del parque. No había mucha fila y pudieron entrar con facilidad. A esas horas aunque aún habían personas el flujo es más suave y pudieron caminar uno al lado del otro y agarrados de las manos.
Adamaris parecía una niña, queriendo comer de todo lo que encontraban o subirse a todo lo que veía. Alejandro la sigue por obligación, realmente no se está divirtiendo. Nada que este relacionado con atracciones peligrosas es de su agrade. Aunque los carros chocones está bien para él, siempre y cuando no se subieran a otras atracciones la noche podría mejorar. Pero desde que tiene uso de razón nunca a pisado un parque de diversiones, es más, le parece una verdadera perdida de tiempo y le fastidia extremadamente estar rodeado de personas.
Como era de esperarse, la castaña lo arrastró a uno de esos juegos gigantes, que te impulsan directo al suelo y te dejan caer, él no conocía el nombre del juego pero le pareció de lo más tenebroso. Sin embargo, no se quejó actuó de lo más normal aunque sí estuvo bastante callado esperando subirse a la atracción.
Sin embargo, apenas le fue colocado el cinturón de seguridad su mente voló lejos y no fue capaz de razonar. El miedo se apoderó de él y lo paralizó, ni siquiera los gritos de Adamaris lograron traerlo a la realidad. Simplemente se bloqueó y no estaba dispuesto a regresar.
—¿Qué pasa? ¿No te querías subir?
—Es muy grande —murmura para sí.
—¿Qué? —le pregunta Adamaris al observar sus labios moverse.
Alejandro sacude la cabeza y sonríe, agarrando con fuerza su mano. Adamaris frunce el ceño al sentir dolor en su mano.
—Vamos, vamos.
Pese a que sentía que iba a vomitarlo todo continúo con el recorrido. Alejandro siente que en cada atracción que conlleva altura en la que se a subido ha dejado una parte de su alma. Realmente se sintió bastante relajado cuando el parque empezó a cerrar sus atracciones.
—¿Y cómo la pasaste? ¿Te divertiste?.
—A tu lado, todo es más lindo.
—¡Que bien! Pero aún falta una cosa más que darte.
Alejandro alza la cabeza y la observa curioso. La castaña busca entre sus bolsa hasta encontrar la cajita guardada. La abre y saca de está las pulceras, mostrándoselas un poco tímida.
—Ahora está completo, son unas manillas de pareja. Dame tu mano —pide, éste obedece. Rápidamente se apresura a ponerlas. Alejandro la observa y sonríe sintiéndose feliz por primera vez en la noche.
—Es tan preciosos, gracias —le dice envolviendo sus brazos en un abrazo cálido.
Podría haber acabado peor, sin embargo, tener entre sus brazos a su novia lo reconfortaba. Definitivamente aquel obsequio que lleva en su muñeca reconforta su mente y lo hace sumamente dichoso, sin contar el hecho de que si bien los parques de diversiones no eran muy placenteros ante sus ojos es bastante dulce el gesto de la castaña.
Poco a poco fue recuperando el color de su rostro decidiendo quedarse con la buena impresión de aquel día.
Aquella noche ambos tuvieron sueños bastante agradables.
A la mañana siguiente, estando en su oficina la puerta de esta se abre estrepitosamente, y por esta, aparece Enriqueta.
—Mamá, buenos días, ¿qué haces aquí? ¿Y papá?—cuestiona al verla sola.
—Tu padre se quedó en la casa, él no sabe que yo estoy aquí y te agradecería mucho que no se enterará. No estoy aquí en calidad de Madre Alejandro —sentencia, tomando asiento. Su hijo frunce un poco su entrecejo al observarla tan seria e impasible, claramente algo estaba sucediendo. Sin embargo, no esperaba lo que su madre estaba a punto de revelarle. — estoy aquí porque quiero que sepas que acabo de pasar por recursos humanos, pedí la renuncia de la tal Adamaris Gutiérrez. Creo que había sido muy clara mi postura frente a esas... Muchachita.
—¿Qué tú, qué? —le pregunta exaltado, sin poder creer lo que estaba escuchando.
A pesar del gruñido de su hijo, Enriqueta ni si inmutó. Se mantuvo calmada, observando la reacción de su hijo.
—Como oyes, te advertí que la despidieras y aún así me desobedeciste. Cómo yo también soy la dueña de esta empresa decidí que no hay necesidad de tenerla trabajando para nosotros. El problema era que Milena no estaba, y cómo ya la tenemos de vuelta no hay necesidad de mantener a... Esa muchachita cerca de nosotros.
Controlando las tremendas ganas de insultar a su madre, Alejandro inhalá y exhalá varias veces. No entendía el comportamiento de su madre y su rechazo ante su novia. Definitivamente no quería tener que discutir con ella, pero tampoco iba a permitir que está fuera en contra de su voluntad.
—Yo... yo no entiendo mamá, realmente no entiendo las ganas tuyas de hacer tu voluntad en todo. Ayer hice tal cual como me pediste, pero hoy no estoy dispuesto a obedecerte —sentencia, agarra rápidamente el teléfono y se comunica con su secretaria.— comunicame con recursos humanos.
Su madre rápidamente salta hacía él, desconectando la llamada. Ambos echan chispas por los ojos. Demasiado cerca, demasiado tensos.
—¡No se te ocurra Alejandro! E dado una orden y mis ordenos se cumplen. ¿Por qué te aferras tan fervientemente a esa mujer? Me vas hacer pensar que estás... enamorado de ella —pese a sus últimas palabras, estás era de incrédulidad.—pero cómo te conozco y sé tus preferencias no voy a darle importancia. Pero entiende que es lo mejor para esta empresa, es lo mejor para ti ¡Que esa mujer no este en tu vida! —continua, cada vez más tosca.—hijo, esa mujer pretende embaucarte así como lo hizo con los Durán.
La frente del empresario se arruga.
—¿Qué... qué... qué tiene que ver los Durán con Adamaris, mamá?.
—Hijo esa mujer se iba a casar con Ricardo únicamente por su dinero —le cuenta. Alejandro jadea sorprendido para satisfacción de su madre. Enriqueta prosigue, bastante satisfecha con la reacción de su hijo. El empresario incluso da dos pasos hacía atrás. —¿sorprendido? ¿ahora entiendes porqué tienes que alejar a esas embaucadora de tu vida?.
¿Ricardo y Adamaris? ¿El Ricardo de su prima? ¿En qué momento?... Ah ya sabe cuándo. Tenía tantas preguntas y cuestionamientos.
Su madre esperó paciente.
—Ahora solo debes autorizar su despido y listo.
Ante aquellas palabras, Alejandro alza la cabeza abruptamente. ¿Despedir a quién...? Ah... A Adamaris, SU Adamaris.
—Lo único que entiendo mamá es que... ESE no es motivo suficiente para despedir a una persona—dice volviendo a la realidad y con semblante serio encara a su madre.—no voy a despedir a Adamaris y me sorprende la importancia que le das a ella.
¿Cómo no le había dicho que Ricardo, el hermano de Mónica fue aquel hombre que le rompió el corazón? Contuvo un bufido.
Enriqueta lo observa bastante desconcertada incapaz de dar crédito a las palabras de su hijo. Apretando con fuerza la mandíbula, agarra sus pertenencias y sale de la oficina. Aquel acto no significaba para ella una derrota, iba a encontrar la forma de que la castaña que ya estaba empezando a odiar saliera de la empresa.
Después de cancelar la orden de su madre, Alejandro entierra la cabeza entre sus manos incapaz de no pensar en las palabras de su madre. ¿Entonces el día que se encontraron en la oficina y fingieron no conocerse... Por qué? Su respiración se detuvo, alza su cabeza abruptamente y se queda observando la pantalla apagada de su computadora. ¿Qué razón había para fingir no conocerse? ¿Por qué se lo ocultó?
Sin imaginarse el caos en la cabeza del empresario la castaña hace acto de presencia.
—¿Puedo pasar? —le pregunta, asomando la cabeza por la puerta. Alejandro siente todavía con el ceño fruncido.
—No tienes necesidad de preguntar si puedes o no pasar —le dice.
Adamaris inhalá ruidosa y se adentra a la oficina.
—Lo siento —se disculpa apenada. Le sonríe a modo de disculpa.
Alejandro suelta una risilla ronca y se levanta de su asiento, llegando rápidamente a su encuentro. Agarra sus manos entrelazando sus dedos y une sus labios en un húmedo beso que le roba el aliento a Adamaris. Así su mente queda totalmente en blanco y solo se dedica a disfrutar de aquel beso.
Decide que no le importa los motivos por los que la castaña le ocultó la identidad de su ex. Profundiza el beso metiendo su lengua en la boca ajena y saboreando su refrescante sabor como si con ese hecho todas las palabras digas por su madre desaparecerían. Sintiéndose desesperado acerca mucho más su cuerpo con la de él y sus manos recorren su espalda con urgencia.
Por su lado, la castaña se encuentra embobada por aquella cercanía. Era cierto que se había encontrado con este tipo de situación antes, pero ahora en el trabajo le desconcertaba bastante. Decide que no va pensar más según tiene entendido aquella oficina nadie entraba sin autorización, envuelve sus brazos en su nuca enredando sus dedos en su cabello.
En un ágil movimiento la espalda de la castaña choca contra la suave tela del amplio mueble. Sus manos recorren ágilmente el torso de ésta, incapaz de mantenerse quietas.
Alejandro se siente en la gloria pero conociendo a la castaña sabe que aquello debe parar. Reuniendo el poco valor que aún le queda se separa abruptamente de la castaña provocando un sonido bastante excitante para ambos. De pronto la temperatura de sus cuerpos está demasiado elevada y sus respiraciones aceleradas.
Sin embargo, la imágen de Adamaris quién mantiene sus ojos fuertemente y su boca aún abierta con su rostro todo sonrojado pese a llevar maquillaje automáticamente provoca en él que su mente le grite que es un idiota por parar aquello. Pero, sonríe viéndola adorable.
—No tienes disculpes, sabes que me encanta que vengas aquí ¿Pasa algo? —le pregunta dulcemente sin dejar de acariciar su estómago.
Adamaris abre los ojos parpadea un poco tratando en busca del porqué se encontraba en la oficina de Alejandro. Después de algunos eternos segundos logra recordar el motivo de su encuentro y también se sonroja por eso.
—E-en re-realidad estoy aquí po-por un motivos. Quiero preguntarte si aquí no abre dejado olvidado una memoria, pequeñita, e-es de color dorado —hace un gesto con los dedos, mostrándole el tamaño de lo que buscaba.—es mu-muy importante lo que contiene —se apresura aclarar sin poder ocultar la urgencia en su voz.
Llevaba horas buscándola, desde que Milena se la había pedido muy temprano en la mañana pero por más que rebuscó entre sus cosas no logró encontrar el objeto. También intentó buscar en sus vagos recuerdos sobre ese día, sin embargo nada pudo encontrar.
—No, aquí no entra nadie, pero búscala, seguro debe estar en algún lugar.
Adamaris asiente pero ninguno de los dos se movió.
—Ta-ta-ta-también que-que-quería verte, ¿ya almorzaste? —le pregunta.
Alejandro besa su cachete y sacude la cabeza.
—No. Yo también quería verte, te extraño mucho, mucho.
Se recuesta sobre esta, besando su cachete.
—Yo también te extraño mucho —dice, envolviendo sus brazos sobre su cintura. —Pe-pero... ¿Por qué estás tan... meloso hoy?—cuestiona al notarlo su actitud.
Alejandro descansa su barbilla sobre sus hombros y suelta un suspiro.
—Te amo.
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¡No estoy muerta 🙃🙃🙃 solo tenía un pequeño bloqueo mental y cantidad de trabajo! De aquí preparemos pañuelo porque se viene el drama... Dos capítulos más... Solo dos 👉👈 hasta mñn 😍
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