Capítulo 43
Su estómago revoloteó a tal punto que pensó que en cualquier momento iba a vomitar, pero de su boca solo saldrían arcoiris.
Estaba contenta, plena, feliz, y al mismo tiempo indecisa.
Adamaris que intentaba desesperadamete contener las emociones que empezaban aflorar dentro de ella, después de leer por tercera vez el mensaje. Tan sorprendida que no podía emitir palabra alguna, solo observar la nota y rosa entre sus manos. No se atrevió a responder el mensaje, se sentía demasiado apenada y su mente se encontraba en blanco.
—¿Entonces qué harás? ¿si vas asistir a la cita? —la voz de Milena la sacó de sus pensamientos. Adamaris parpadeo rápidamente y los miró.
Casi sin que se dieran cuenta las cabezas de Julio y Milena estaban por encontrarse, esperando su respuesta.
—Si —respondió después de suspirar.—si, claro que iré, solo, solo que no sé que ponerme.
Julio truena los dedos.
—Tengo el look perfecto para ti —bramó y sale disparado al cuartico de confección, dejándo a sus asistentes anonadadas y confusas .
Después, regresó cargando entre sus manos una pequeña caja y muy tranquilo se la entrega a la castaña en sus manos. El pecho se le estrujó y se reflejó en él, sin poderse imaginar su contenido.
Ahora tenía muchos otros sentimientos revoloteando en su interior.
—Seguro te quedará perfecto, hechó por mi por supuesto. ¡Ah y otra cosa! Voy hacer solidario contigo y dejaré que te vayas temprano... quién quita que hasta regreses comprometida —menciona pretendiendo mostrarse burlesco.—ahora a trabajar —da algunos golpes a la mesa.—que tenemos mucho que hacer —añade empezando a caminar lejos de ellas hasta perderse de su mirada tras atravezar .
—Ahora ya tienes que ponerte. ¡Que felicidad! —murmura Milena conteniendo la emoción. —¡a ver, abre la caja! —exclama inclinandose para poder mirar y, porque no, hasta tocar lo que Adamaris tenía entre sus manos y del que parece ser la bandera de la paz de Julio.
—Te estoy oyendo Mile y no te gustará que me levanté de esta silla —grita provocando que la susodicha diera un respingo y se alejara agarrando las revistas que debía cambiar.
Adamaris ahogó una risilla, abrió el cajón de su escritorio y dejó con cuidado la caja queriendo revelar su contenido. Suspiró y se levantó dispuesta ayudarle a Milena continuando así su jornada pero manteniendo consigo su teléfono en la espera de algún mensaje.
Alejandro se mordió el labio impaciente, mirando la pantalla apagada de su teléfono deseando así que entrará un mensaje de la castaña. Bufó y dejó el teléfono sobre la mesa masajeandose la cien con evidentes signos de frustración. Pese a que debía estar pensando en todo el trabajo acumulado y entrevistas que debía realuzar para conseguir una asistente sus pensamientos estaban puestos en Adamaris que no le había confirmado su asistencia pero tampoco se había negado, y hasta el momento, todo apuntaba a que hira, quería creer eso.
Pese a que la mañana había sido ajetreada al tener que asistir a tantas entrevistas, aún no estaba convencido a quién debía asignarle esa tarea pues ser su asistente acaparaba demasiadas responsabilidades, no se arrepentía de haber hechado a Susana pero el éstres era asfixiante.
Una cosa si tenían clara y era que el presidente no podía quedarse sin una secretaria.
—Oh checa esta hoja de vida, es impresinante —habla Carlos, sacando a Alejandro de sus pensamientos. El empresario suspiró, agarra la carpeta que su amigo le pasa y le hojea, sin embargo Carlos nota la ausencia y el desosiego. —¿qué pasa? Te noto ausente, ¿hay problemas en la empresa? —preguntó.
Alejandro no se apresura a contestar. Cerró la carpeta y la dejó en el escritorio.
—No nada de eso solo estoy cansado. Tantas entrevistas me dieron dolor de cabeza, para certe franco ninguna de las postuladas llenaron mis espectativas y tampoco quiero a una nueva asistente —le dijo, suspira y se desajusta la corbata. —¿sabes? E pensado que podríamos intercambiar secretarias.
Carlos hizo una mueca ahogando una sonrisa.
—Lo que tu quieres es librarte de la responsabilidad cabrón —bramo.
—¿Me culpas por intentarlo? —Alejandro torció una sonrisa burlesca.
—Infeliz. Está bien, yo también haría lo mismo pero ya me debes una —le advierte y suspira. —te quedas con una excelente secretaria.
Alejandro sonrío feliz.
—Cambiando de tema, necesito que me acompañes a la reunión con el señor Gustavo. Estoy vuelto un lio con las telas y eres muy bueno en eso hiría con Julio pero él estará ocupado con otros asuntos.
—¡Verdad que era para hoy la reunión! —Alejandro asiente. — si no estoy mal al medio dia —añade rápidamente.
—Si. Terminemos mejor esto rápido quiero estar listo lo antes posible. Por cierto, ¿me mandas ya la secretaria?.
Carlos rodo los ojos.
—Ya me estoy empezamdo arrepentir —dice lamentandose.
Los hermanos Gutierrez se encontraron como todos los días para almorzar, pero esa vez Adamaris estaba un tanto incomoda en busca de la ocación perfecta para hablar con su hermano lo de la cita. Alan nota su actitud torpe y decide indagar.
—¿Algo sucede? —le pregunta. Adamaris pasa saliva acción que no pasa desapercibida por su hermano quién frunce el ceño.
—¿Qué? No, no ¿por qué debe sucederme algo? —cuestionó.
—No sé, tal vez porque estas muy callada —cuestiona de vuelta alzando despacio la ceja.
La mesa se queda en silencio,
la tensión empieza aparecer en el interior de Adamaris puesto que no sabe como tomará su hermano la noticia, y era desagradable aquel sentimiento. Por otro lado, Alan ya llevaba tiempo sospechando de lo que su querida hermana quería decirle.
—Okay, tengo algo que contarte —dice y suspira.
—Esta bien, ¿qué es?.
—Hoy voy a salir con alguien. En una cita.
Sus cejas se fruncieron.
—¿Alguien? ¿te reconciliaste con Joel?.
—No es con Joel —responde incomoda deteniendo solo un poco sus movimientos. Carraspeo y continuó hablando.—es otra persona.
—Otro hombre —aseguró y su mirada se ensombreció.
—Un hombre —afirma antes de aspirar. Alan detuvo sus movimientos y dejó el tenedor sobre la mesa.
—Adamaris... —sisea y su tono se volvió amenazante.
—Alan —habla de vuelta con el mismo tono amenazante que usa éste. Sus miradas se volvieron filosas, ninguno de los dos tenía la intensión de apartar la mirada. Sin embargo, la llegada de la camarera que los estaba atendiendo los despistó. Después de que les deseara un buen almuerzo, la mesera se retiró.
La castaña no esperó para hablar. Sabía que Alan estaba preocupado, sin embargo Adamaris no veía el motivo de su preocupación.
—Voy a estar bien Alan, no te preocupes —le dice en un suspiro quedado.
Alan terminó asintiendo, no muy convencido de las palabras de ésta.
—¿Y a qué hora será... la cita? —preguntó tratatando de no sonar muy interesado.
—A las nueve.
—¿Por qué tan tarde?.
—Porque no quiero salir como un amigo Alan —reponde pretendiendo no sonar cortante.—me está cortejando, y yo se lo permití.
Alan lanza un risilla de burla, sin poder creer lo que escuchaba.
—¡Cortejando! Ya-ya ni siquiera se usa ese termino —tuvo que tomar agua ya que se estaba ahogando con la comida.—¿qué-qué clase de persona es? —cuestionó aún tosiendo.
Su hermana le pellizcó el brazo y Alan chilló de dolor apartando el brazo.
—Es un hombre maravilloso créeme —asegura y le sonrió, sus ojos adquirieron un brillo jovial para desgracia de Alan.
Alan no volvío a tocar el tema, en realidad no volvió hablar. Almorzaron en silencio hasta que llegaron a la oficina, pero entonces no se pudo contener a preguntar.
—¿Entonces te irás temprano a casa? —dedujo.
Adamaris asintió.
—El señor Julio me dio el permiso, ¿no te molesta, verdad?.
Alan negó, pero en su interior afloraba poco a poco fuego. No por las acciones de su hermana, si no que no le gustaba para nada que esta le ocultara cosas. Y tampoco le veía el misterio como para que ésta tuviera que esconder el nombre del hombre con quien saldrá.
—No me molesta —terminó diciendo y continuo comiendo pero no volvio hablar y Adamaris tampoco.
Había notado como su hermano fruncia el ceño mientras le respondia. Sabía que a él le molestaban las mentiras, a ella misma también le enfada pero hasta que no supiera decfrar ese sentimiento que sentian no podía arriesgarse a que Alan descubriera que saldría con Alejandro. Si las cosas llegaban a funcionar entonces ya se conocerían e interactuaran entre ellos pero mientras no.
Las puertas se abrieron y ambos se aproximaron a entrar sin embargo, se detuvieron abruptamente puesto que Alejandro y Carlos salian justo cuando estos entraban. Carlos y Alan lograron frenar a tiempo antes de terminaran estrellandose. Pero Adamaris y Alejandro no contaron con la misma suerte y sus narices rosaron creando una sensación de hormigueo en la zona en que sus pieles rozaron y bajo la mirada atónita de sus compañeros y demás personal que a esa hora se encontraban volviendo a la oficina.
Alejandro por instinto se separó inmediatamente, ambos sentían sus rostro arder y el hormiguo en la parte en que se tocaron se intensificó. El corazón de Adamaris dió un vuelvo ascelerado, tapandose la nariz por inercia, estupefacta.
Pero aquella acción alarmó a Alan y Alejandro, quienes que aproximaron hacía ella. Y muy pese a que Adamaris media la misma altura de estos solo por una pequeña brecha de centimetros parecía tan pequeña en medio de éstos, la escena parecia dramáticamente curiosa.
—¿Estás bien? —le preguntaron Alan y Alejandro al unisonomo. —¿no te hice nada? ¡¿te e roto la nariz?! ¿te está sangrando? —prosigue Alejandro y sin darse cuenta se encotraba poniendo sus manosobre ésta, apartandola de la mirada preocupada de su hermana. Alan, que lucía preocupada, no observó el nivel de desesperación en que se encontraba puesto que él estaba preocupado por la salud de Adamaris. Pero Carlos si se dio cuenta y alzó una ceja claramente sorprendido por las acciones de Alejandro.
Por otro lado, el empresario sumamente alarmado por el rose, apartó las manos de Adamaris de su rostro y observó con alivio que su naris se encontraba en perfecto estado. El empresario soltó un suspiro y se apartó dando pequeños pasos hacia atrás pero sin apartar su mirada de ésta y permitiendole a Alan observar a su hermana.
Las miradas de Carlos y Alejandro se encontraron. En esta el primero le cuestionaba con la mirada sobre sus acciones, Alejandro encogió sus hombros y suspiró viendo a la castaña.
—Estoy bien, estoy bien —repitió e intentó apartar las manos de su hermano.
—¿Estás segura? Vamos a llevarte al médico —sugiere Alan sin poder apartar su mirada del rostro de su hermana. Estaba extremadamente roja y Alan equivocado creía que podría ser una contusión.
—Estoy bien —repitió.
—Estoy de acuerdo con lo del médico —se apresura hablar Alejandro.—podría llevarte —Carlos abrio la boca y miró a su amigo sorprendido.
—¡E-estoy bien! —repitio en un suspiro y no fue capaz de mirarlo.
Alan suspiró.
—Ahora no puedes asistir a la dichosa cita tuya, puedes tener una contusión.
Adamaris se puso roja y asesinó a su hermano con la mirada. Alejandro fruncio el ceño.
—Voy a ir y ya me encuentro bien —le dijo intentando controlar los nervios.— mejor tomo la escalera —sisea.—permiso —dandole una última mirada a Alejandro sale disparada hacia la escalera.
—Disculpen —les dice Alan, haciendo una corta reverencia sale disparado en la dirección en que Adamaris recorre.
—¿Qué fue eso? —preguntó Carlos apenas se quedaron solos.
Alejandro parpadeo enfocándolo. Carlos había estrechado sus ojos en dirección a su amigo y su ceja se había levantado, en su cabeza empezaba a formarse una idea que no quería que terminara siendo cierta. La sola idea era estúpida y hasta tonta, sobretodo porque conocía muy bien los gustos hablando de amantes de su mujeriego amigo, además de la amistad que le profetizaba a Joel. Aunque hoy había visto demasiada preocupación en Alejandro.
—¿Qué fue eso de qué? —preguntó de vuenta. Chistó los dientes y le dio unas palmadas en su brazo.—mejor continuemos, se nos hace tarde —añadio y empezó a alejarse de Carlos, reuniendo toda su fuerza de voluntad para no mirar a la dirección donde los hermanos se habían ido.
Carlos hizo una mueca sin quitar la expresión curiosa y lo siguió de cerca.
—No me dejes atrás —le pidio alzando la voz.
—Entonces no camines tan lento —le devolvió ya entrando en el coche.
Justo como prometio Adamaris salio temprano de su trabajo, consigo traía todas sus cosas y esperaba a que el ascensor llegara a su destino. Pero cuando las puertas se abrieron Adamaris se llevó una gran sorpresa al ver a Nelsón en frente de ella y fue notoria en su rostro. Por otro lado, la expresión de Nelsón era taciturna, por más que había ensayado su expresión de sorpresa y desconcierto al fingir un encuentro más que planeado. Rapidamente se aclaró la garganta y entró al ascensor.
—¿Nelsón? ¿Eres tú?.
—¿Qué haces tu aquí?.
—Yo trabajo aquí —dijeron al unisonomo después de mantener un corto silencio.
—¡Vaya que bien! Trabajamos juntos. El destino esta de mi lado —comenta en broma y le somrió.—fijate que no e podido sacarte de mi cabeza, ¿me has embrujado o cómo? —ríe alto.—¡quién lo diría! Bueno ahora solo me queda felicitar a mi primito por traerte aquí.
—¿Primos?—preguntó Adamaris, sin poder entender las palabras de Nelsón.
—Si. ¡Verdad que no lo sabes! Alejandro y yo somos primos.
—¿De verdad?—volvio a preguntar sorprendida.
Nelsón ahogó una sonrisa burlona y asintió.
—¿Y cómo esta tu tía? Extraño tanto su comida.
—Bueno ella esta bien —le responde y el ascensor se abre.—tengo que irme.
—¿Sales tan pronto?
—Eeeh, si, si voy saliendo —le responde mientras sale del ascensor, pero Nelsón se queda atrás sin bajarse del ascensor pero si reteniendolo.
—Oh entonces... te llevo, ¿vas a tu casa? Así aprovecho y saludo a tu tía —bramó sin dejar de finge una sonrisa.
—Bueno si voy a ir a casa, pero creo que ahora no sería conveniente —le dice apenada y las puertas del ascensor se abren.— nos vemos.
Nelsón observó como la castaña se alejaba de él hasta perderla de vista. Pero cuando pensó regresar a su oficina desde lejos su mirada recallo en la persona que entraba a la empresa, robandose todas las miradas tras su paso.
El lugar calló en silencio absoluto, en donde solo se escuchaban los sonidos sordos de los tacones de agujas se lucen en unas piernas largas, pálidas y tonificadas. Todas las personas sabían de la mujer que acaba de entrar, Barbie Zeldris, había trabajado para ellos cuando era una joven promesa del modelaje, modeló sus mejores prendas cuando inicio su carrera, pero gracias a su carisma y belleza exótica rápidamente escaló a la fama mundial. Barbie es una mujer de porte holandez, alta, de tez pálida, cabello rubio liso, sus ojos grandes tenian una extraña mezcla entre verde y azul rey, facciones pequeñas y delicadas.
Pero tras su asenso dejó un corazón roto.
—Barbie —murmuro su nombre en susurro, esceptico y sin poder creer lo que sus ojos veían.
La modelo caminaba hacia la recepción pero fue interceptada por Nelsón, quién corrio a su encuentro y agarrandola del brazo la giro hacia él.
—Hasta que nos volvamos a encontrar —le dijo éste pretendiendo mostrarse desinteresado.
Barbie parpadeo, sus grandes ojos verdes adquirieron un toque de felicidad pero la arrogancia seguia prevaleciendo en ellos. Sus pequeños labios se curvaron en lo que pretendio ser una sonrisa y su afilado y pequeña nariz se arrugó un poco. La modelo lanzó su ahora rubio cabello hacia atrás cuando Nelsón la liberó.
—E regresado a casa, ¿acaso no te alegras de verme? —le pregunta ésta, mostrandose coqueta.
—Por supuesto que si, yo estoy encantado de volver a tenerte de frente lo que no sé es si mi primito lo estará.
Barbie puso los ojos en blanco e hizo una mueca.
—De Alejo, me encargo yo —bramó digna.— Por cierto, ¿está en su oficina?.
—No sé. Sabes que mi relación con él no es la mejor.
—Lo sé perfectamente. Yo misma lo descubriré —le dice y acortando la distancia que existía entre ambos besa su cachete marcandolo de labial. Sacude su cabello hacia atrás y camina hacia el ascensor, batiendo sus caderas de un lado a otro.
Nelsón se mordio el labio viendola, su pecho se encogió y sonrió imaginando todo lo que podría hacer mientras la modelo estuviera cerca de Alejandro.
—Te escolto —le dice y camina corriendo hacia Barbie y deteniendo el ascensor.
Barbie no lo mira, mantiene su cabeza herguida mientras Nelsón se acomoda a su lado y trata de arreglarse. Cuando las puertas del ascensro se cierra, la modela de sonríe de lado sin que su acompañante lo note.
Cuando Adamaris arribó a su casa, nadie se encontraba en ella. Sin detenerse caminó hasta su habitación donde se encerro y corrio a mirar el contenido de la caja. Había soportado practicamente un día entero sin imaginarse su contenido, pero si se había hecho conjeturas. Con la respiración agitada saco la caja y la abrio, sus ojos brillaron al observar los destellos del precioso vestido que guardaba la caja. El vestido pertenecía a una de las primeras colecciones que el diseñador sacó a la venta con la empresa. Ni siquiera sabia si debía o no sacarlo del envoltorio.
Chilló emocionada y sin poder aguantar, lo sacó, pero su sonrisa decayó. ¿Era acaso una broma? El vestido era talla seis. Adamaris se sintió morir, tam humillada. Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no permitió que ninguna callera, oprimió sus labios tan fuerte que creyó que sus dientes perforarian sus labios.
Si Julio pensó que la iba a lastimar con aquella acción, se había equivocado. Nada le iba arrebatar la emoción de ese día.
Con cuidado de no arrugarlo, lo volvio a dejar en su lugar y dejó la caja en la cama. Se levantó despacio y alejó, caminando hacia el closed.
—Esto no te va a detener —se dijo mientras paseaba sus mirada por su guardaropa.—algo tienes que tener.
Sacó cada prenda que habia en este, pero entre más ropa sacaba sentía morir y su pecho se oprimia más. Se llevó las manos a la cabeza mientras se encorbaba y suspiró audible, auyentando los pensamientos malos que empezaba aflorar de su cabesita y que solo la perturbaban más.
Para alejar su mal ánimo decidio que mejor se iba a bañar. Aprovecho a lavarse el cabello y mientras estaba en la ducha se acordó de un traje que no se ponia desde hace años y del que solo pudo disfrutar una vez. Feliz se apresuró a salir de la ducha y fue a por el traje, aún estaba intacto, y al probarselo, sonrío viendose al espejo.
—Este es —se dijo y se apresuró a desvestirse. Ya tenía una idea de como usaria aquella preciosura. Dio una vuelta apretando el vestido y lo dejó con cuidado sobre la cama
Se dispuso arreglarse y el tiempo se le fue volando.
—Vaya pero que desorden de cuarto —dice María, al entrar a la habitación y observar la ropa de su amiga tirada algunas en suelo y otras sobre la cama. —¿qué es todo esto? ¿acaso nos cambiaron a la maniatica de la limpieza Adamaris? ¡Wow, que lindo vestido! —chilla al observar el interior de la caja, pero no se atrevio agarralo puesto que tenía estropearlo.
Adamaris detuvo por un momento sus movimientos, pero dejando aun lado los malos pensamientos continuo con lo que estaba haciendo sin intentar mirar tras el reflejo del espejo a su amiga.
—Te lo regalo. A mi...a mi no me queda.
María parpadeo rápidamente y la miró ilusionada.
—¿De verdad me lo das? Pero se ve que es fino, ¿no lo robaste?—mientras hablaba agarro la caja y saco el vestido.
Adamaris ríe alto pero niega rápidamente.
—No me lo robé.
María tarda en reaccionar puesto que los destellos del vestido absorbieron toda su atención hasta que el chillido adolorido de Adamaris la espantan.
—¡Diablos! ¡me lleva la chingada! —gritó tiró el rizador y se llevó los dedos a la boca.
María ríe alto, burlandose de ella.
—¿Estás bien?, ¿Quieres que te ayude en algo?—le pregunta, acercandose a ella con rápidez.
—Por favor, sabes que no sé hacer esto —le dice apenada.
María deja el vestido sobre la cama y se apresura ayudar a la castaña.
—Ya vas a ver que vas a quedar perfecta, tengo unas extensiones guardadas, ¿te las presto?.
Adamaris niega.
—¿Y qué te vas a poner?.
—Pensé ponerme el traje rojo, ¿qué te parece?.
—El que usaste en te bautizo de Carlitos, ¿no crees que es demasiado antiguo?.
Adamaris exhalá.
—Solo lo usé una vez, y es lo único que tengo decente así que lo usaré.
—¡Pero lo usaste hace más de 6 años, ya ni te quedara!—refuta sin poder hacerse a la ides de que la castaña usaría esa vestimentación y menos para una primera cita.—aparte, ¿no crees que es muy provocativo? ¿muy sexy? ¡ah ya se! Quieres volver loquito a la persona con la que vas a salir, tas pillada —la manera tan picara en que lo dijo provocaron que Adamaris se pusiera roja de la verguenza.
—¡Por supuesto que no quiero provocar a nadie! —se defiende a grito herido. María se carcajea elevando la voz hasta que se convirtio en tos, averginzando aún más a su amiga. —y me lo probé, ¿si? Y me queda muy bien —aseguró orgullosa, incluso mueve la cabeza, pero no quería hablar sobre ese asunto.— ¿Cómo va tu busqueda de trabajo?—pregunta, intentando desviar el tema de conversación.
—Pésimo. Hoy repartí muchas hojas de vidas, incluso asistí a dos entrevistas pero quedaron en llamar.
—Anímate, ya te llamaran.
—Eso espero, porque no aguanto un día más sin estar sin trabajar.
—Solo llevas dos días sin ir, no te pasará nada.
—Lo dices porque tu no tienes un niño que mantener —se queja. —¡Ya! Mejor dime que más necesitas, esto esta casi termina.
Apagando las luces de su habitación salio encontrándose a María, a su hijo y su hermano reunidos en el sofá mirando hacia el televisor encendido, pero con muy poco volumen. Ni siquiera le dió tiempo de reaccionar cuando Alan se giró a verla. Su hermano se quedó desconcertado al verla y quiso protestar y ¿por qué no? Converser a su hermana de que se cambiara de atuendo pero no quería agarrar rabietas, por eso se calló.
—Oh ya estas listas —murmura Alan pretendiendo no mostrar interes.
María la miro y sus ojos oscuros saltaron presas de sorpresa y se tapa la boca para ahogar un jadeo. Carlitos también estaba impresionado.
—Wow, amiga, estas hermosa —la halaga fascinada.
—Si tía estas más chula* que antes —la halaga Carlitos.
Adamaris se mordio los labios reprimiendo una sonrisa, apartando la idea de su cabeza de preguntar si en verdad tenía razón.
—Gracias y gracias, realmente me esforcé mucho —les dice. La sala quedó en silencio.— ¿Y mi tía?.
—Se fue acostar. Tenía un poco de dolor de cabeza —le contesta María.
En ese instante, el sonido de la puerta los alerta.
—Ya vinieron por mí —anuncia y sale directo a la puerta, seguida por Alan y Carlitos. María rodó los ojos viendo la escena.
El hombre, de unos cincuenta años parpadeo al tener tantas miradas encima, sobre todo los evaluadores de Alan.
—¿Usted es Adamaris? —pregunta después de aclararse la garganta.
Adamaris asiente y sale de la casa.
—Usted es la persona que viene a recogerme. Ya estoy lista, vamonos —le dijo y se giro hacia donde su hermano, que suavisó la expresión de su rostro.— ¡nos vemos!.
Agitó su mano al aire y camino hacia el auto. El chofer ya estaba esperandola y cerró la puerta cuando la castaña entró, subiendose al vehículo.
—¿Usted sabe a dónde nos dirigimos? —le pregunta Adamaris, muerta de la curiosidad y para romper el silencio.
—Yo lo sé, pero el joven Alejandro me pidió que no le dijera porque era una sorpresa —contesto el hombre.
Adamaris se mordio el labio y no volvio hablar, disfrútaba de la vista de la ciudad para calmar sus nervios y para no darse tiempo de pensar a manera negativa. Estuvo divagando por un largo tiempo que no se fijo que ya el vehículo se había detenido. El chofer se bajó y rodeando el auto, abrio la puerta trasera. La castaña parpadeo y miro hacia su dirección cayando las palabras que querían salir de su boca.
—Gracias —le agradeció al bajar del vehículo. Se ajustó la chaqueta puesto que la noche estaba demasiado fría.
—La acompaño hasta la puerta.
Adamaris fue escoltada hasta entrar al restaurante. El hombre le abrio la puerta y esta entró. Apenas puso un pie dentro del lugar, el clima cálido bajo la tempratura de su cuerpo y la hizo sentir muy bien, incluso gimó por el cambio de esta.
La escasa luz no le fue impedimento para observar el lugar. Era un pasillo, amplio y de un metro de distancia hasta llegar a las escaleras que conectaban con el salón. Sus paredes tenian un tapiz estilo ladrillo de arriba abajo y las lamparas colgaban del techo, y cubriendo el suelo un hermoso tapete ultra suave en color negro que cubría cada espacio del suelo.
Una joven camarera la abordó, sonriente.
—Señorita Adamaris, sígame por favor, ¿me entrega la chaqueta? —le pregunta mientras avanzaba.
Se detuvieron al pie de la escalera y adamaris se quitó la chaqueta y se la entregó a la joven.
—El señor Alejandro la esta esperando —le dice ésta y se inclina un poco. Adamaris parpadeo aturdida pero se apresura a subir los pocos escalones.
El salón también estaba a oscuras, rodeados de mesas y en centro del salón la única luz brillaba intensamente. Y bajo esta, Alejandro la esperaba.
El corazón de Adamaris dio un vuelco al verlo. Traía puesto un traje hecho a su medida de color púrpura. Se había razurado la barba y cortado el cabello. Se veía mucho más joven y apuesto, extremadamente guapo.
Adamaris empezó a caminar hacia él, mientras sus manos empezaban a sudar, se maldijo internamente y resistió el impulso de limpiarselas con la tela del vestido, sintio que en cualquier momento iba a tropezar y caer pero todo se detuvo cuando Alejandro alzó la mirada y la vio.
El empresario se quedó sin respiración y su pecho se infló. No pudo envitar recorrer con la mirada el perfil de la castaña con la mirada.
—Deslumbrante —murmura atonito.
Adamaris traía puesto un vestido de seda, color rojo, mangas largas y cuello en vorte en ve de tres dedos por debajo de sus senos, desde ahí, empezaba a caer la tela en forma de satín más alla de su rodilla y deteniendose a diez dedos antes de tocar el tobillo, dejando al descubierto partes importante de su anatomia.
A Alejandro se le detuvo el corazón al fijarse en su escote y lo brillate y suave que se veía su piel.
Por otro lado, su rostro parece tallado por los mismos ángeles, su maquillaje era sencillo pero llamativo y había decidido recoger su cabello después de rizarlo, permitiendo que únicamente cayeran al aire algunos mechones de su cabello.
—Alejandro.
—Adamaris.
Se saludaron cordialmente. Rápidamente le agarra la mano y la besa.
—Estas deslumbrante. Jamás había observado a una mujer tan bella como lo eres tú —la halaga siendo sincero. Adamaris sintió desfallecer y si no fuera porque estaba maquillada se hubiera notado que se encontraba roja, aunque sus orejas habían cambiado de color.
—Mu-muchas gracias, tu te ves muy apuesto —suspira profundo y se pasa saliva.
Se sonrieron, y el espacio de resume a ellos y a la escena tan romantica que vivian.
—Antes de continuar —le dice sonriente y se queda callado. Adamaris lo miro sin entender y ríe alto cuando el empresario le da una vuelta, después otra y termina envuelta entre sus brazos.
La castaña gime sorprendida, mirando asombrada los ojos de su compañero. Alejandro la mentiene pegada a él, pecho con pecho y sus narices estaban cerca, tan cerca que sus respiraciones se mezclaban.
Adamaris pasó saliva y desvio la mirada, avergonzada, acto que teminó por fascinarlo.
—Realmente luces hermosa, el brillo de la luna no se compara con el brillo que irradia tu presencia.
—U-usted me apena, va demasiado rápido—intentó bromear.
Alejandro ahogó una risilla.
—Eso que no emos llegado a la parte donde le entrego el anillo —bromeo siguiendole el juego.
Se separaron y dandole una última mirada le permitió sentarse, acomodandose en frente sin apartar la mirada de ella.
—Quiero agradecerte por las flores que me enviastes, estaban preciosas.
—No tanto como tú, pero no tienes que agradecer nada el que debería estar agradecido soy yo, tu eres la que me estas permitiendo conquistarte.
Adamaris le sonríe mientras niega.
—Este lugar es hermoso—comenta inspeccionandolo. Amplias ventanas y mesas separadas de las del resto, pinturas clásicas adornaban sus paredes.
—Es de un buen amigo mio. Te va a encantar lo que sirven aquí.
—Disculpen, ¿ya van a cenar? —les pregunta a una mesera.
—Si por favor —habla Alejandro.
—¿Van a pedir la carta o elemento sorpresa? —la mesera intercambia miradas y espera a que hablen.
Ambos se miran, como preguntandose en silencio quien decide, al final fue Adamaris quien habló.
—No me gustan las sorpresas pero... elemento sorpresa por favor.
Alejandro la mira orgullosa. La mesera se retira, dejandolos solos.
—Eres impresionante —le dice después de suspirar, coloca el codo en la mesa y reposa allí su cabeza.
Adamaris se sobresalta sintiendo su barriga revolotear.
—¿Por... por qué dices eso? —pregunta, incapaz de contener las emociones. Se sentía bastante intimidada por las miradas de el castaño le estaba dando.
Alejandro no contestó.
—Disculpen —la misma camarera los interrumpio. Adamaris la mira pero Alejandro aún se encuentra fascinado observandola. —esta receta es muy popular y no es para todo el mundo, solo se prepara para unir los corazones de los enamorados. Disfrúten nuestra crema de setas y queso de cabra.
El plato se veía exquisito, tanto que ambos se les hizo agua la boca.
—Provecho —le dice Alejandro.
Y así comenzó la sena. A medida que la noche avanzaba la pareja empezó a romper el hielo, se empezaron agarrar de la mano, hicierom bromas, rieron a carcajadas, compartian sus comida e incluso llegaron a darle de comer al otro.
—Ten un poco de cuidado, el vino es un poco fuerte —le advierte, después de beber del contenido de la copa su mirada de habia transformado en autentico preocupación.
Adamaris lo miró y bateo sus pestañas, viendolo curiosa.
—¿Sí? ¿es fuerte? —Alejandro asiente lentamente y vuelve a beber. Adamaris le siguio con tímidez pero rápidamente se arrepintió. —ugh, es fuerte —murmura y saca la lengua aún sintiendo el sabor amargo pero jugoso de la bebida y haciendo, tras su acción una tierna mueca que divirtió mucho al empresario quien se carcajeo sin poder evitarlo.
—Veo que no estas aconstumbrada, me disculpo—dijo paciente sin dejar de sonreír, alza la mano
llamando a la mesera.
—¿Si señor Alejandro? —preguntó ésta al acercarse a la mesa.
—Cambia el vino por favor, trae uno sueve.
—Esta bien, retiramos este —dice y agarra la botella y copas. Retirandose.
—¿Por qué hiciste eso? —le preguntó Adamaris, viendolo sorprendida pero con un lijero rubor en sus mejillas.
—Porque no quiero que te emborraches. Es nuestra primer cita y aunque me gustaría conocerte en todas tus facetas ahora no es el momento idoneo —aseguro llevando su mano a la mejilla de ésta y acariciandola. Adamaris mantuvo los ojos cerrados, disfrútando del tacto y cuando no sintio sus caricias hizo un puchero y abrio los ojos, descibriendo la mirada fasconada que se habia mantenido toda la velada en los ojos del empresario.
Rápidamente les trajeron otra botella y la noche continuo mucho más relajada.
—No quiero que esta noches se termine jamás —menciona ahogando un suspiro.
—Desafortunadamente tiene que terminar, mañana tenemos que regresar nuevamente a nuestra realidad.
Alejandro hizo un tierno puchero. Le agarro lo mano, beso su palma y llevó hasta su mejilla mirandola de manera tierna.
—Pero no quiero. ¿Porque mejor no nos escapamos? No sé irnos Cancún, a Reinosa, Osaka, ¡Acapulco! —propuso emocionandose.
Adamaris ríe alto, hipó y niega con la cabeza.
—¡Ya se te subieron los tragitos a la cabeza! —bromea sin parar de reír. Alejandro repartió besos por su mano.
—No, no, claro que no, solo quiero pasar más tiempo contigo —se defiende sin dejar de hacer puchero y besar su mano.
—¡Yaa tenemos que irnos! —le recuerda elevando la voz.
Alejandro tuerce la boca y aprieta su agarre pero sin lastimarla.
—Esta bien —se rinde cabizbajo. Adamaris se levanta de la mesa y tira de su brazo. —pero me lo compensas con otra salida —añade levantandose del asiente.
—¿Así? —pregunta alzando la mano. Alejandro asiente, envuelve su mano en su cintura y la pega a su cuerpo, la castaña no protestó, sentía que su mundo le daba vueltas.
—Una salida al cine, mañana a las cinco de la tarde.
—¿Qué? Estas loco—ríe.
—Pero nada —la interrumpe.
—A esa hora apenas voy saliendo del trabajo.
Alejandro se encoje de hombres y agarra el saco y sus pertenencias y salen del lugar. A fuera, el chofer los esperaba. Se tambalearon pero no calleron aunque si rieron fuerte.
—Estan listos señores —les dice el chofer, pero es ignorado puesto que ambos se encintraban burlandose del acontecimiento de hace unos segundos.
—Tomanos una foto por favor —le pide Alejandro sacando de su chaleco con algo de dificultad su teléfono entregandoselo al chofer. Después se giro hacia la castaña. —¿nos tomamos una foto? —le pregunta y le sonríe poniendo incluso una carita tierna.
—No puedes hacer eso —lo reprende pero sin dejar de sonreír.—pero esta bien—se rinde riendo a carcajada. Alejandro le dedicó una sonrisa brillante, que demostraba una vez más que con un poco de esfuerzo podía obtener todo lo que se proponía.
El chofer se aclara la garganta y espera a que se acomoden.
Alejandro acomoda con mucha confianza su mano en la cintura de la castaña, pegando así su cabeza a la de ésta sonríe, esperando la foto. Cuando el chofer empieza a contar y dice <digan mote>, antes de que el sonido del flash llegara a ellos Adamaris gira su cabeza y acorta la distancia entra ambos, uniendo su labio con el cachete del empresario en un dulce beso que sorprendio al empresario que como primera instancia abrio los ojos como platos, acción que se vio reflejada en la foto. El chofer se carcajeo tomando más fotos.
El empresario se sintió en las nuve y subía tan alto que no temió caerse. Una gran sonrisa adornó su rostro.
Entonces, escuchá a Adamaris reír y sin detenerse a meditar sus acciones, se giró, acunó su rostró y unio sus labios en un beso, disfrútando el dulzón del sabos de la boca de castaña mezclado con felicidad.
Convirtiéndose así en la mejor noche de sus vidas.
Todo quedó regristrado en la cámara de su teléfono.
❤😳😳😳😳😳❤
5661 PALABRAS, JAMÁS DE LOS JAMACES CREÍ ESCRIBIR TANTO Y ESO QUE SIENTO QUE ESTE NO ES EL MEJOR CAPÍTULO QUE EH ESCRITO, PERO ME CONFORMO UN POCO CON LOS RESULTADOS.
¿CÓMO LES VA EN ESTA CUARENTENA?
A MI, PÉSIMO. ACABABA DE ENTRAR A TRABAJAR 😢😢😢😢.
Sin más me despido, estaré trabajando en los próximos capítulos.
Bay, besos, felices vacaciones.
Ah, y por favor cuídense, no salgan de casa sin protección.
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