Capítulo 42
Mientras se iban acercando el corazón de Adamaris empezó a latir con más rapidez, su pecho empezó a doler y el nerviosismo se iba apoderando de ella. Trata de controlarse, se repite que todo estaría bien pero era inútil, nada servia y en cualquier momento podía empezar a temblar.
Teme por lo que puede llegar a encontrar, en la reacción de Joel al verla, en lo que puede preguntar las personas.
También teme por lo que su corazón puede empezar a sentir. ¿Cuándo se empezó a inclinar por una persona diferente a la que pensó querer?. Hace unos días había estado segura de lo que sentía por Joel estaba cerda de ser amor, pero ahora parece que todo se había esfumado.
No podía parar de pensar, de temer y dudar.
Su mano tembló y aunque Alejandro no dijo nada también empezó a preocuparse, pero por otros motivos.
—¿Te encuentras bien? —le pregunta, mirandola de reojo.
Adamaris suspira profundo y voltea verlo.
—No, pero lo estaré. ¿Ya casi llegamos? —le pregunta tratando de desviar la conversación. Alejandro asiente en respuesta.
—Estamos a dos calles de llegar —contesta.
Adamaris asiente y toma aire.
—¿Crées que Joel quiera verme? —le pregunta expulsando el aire que no sabía que estaba reteniendo.
—¿Qué persona en este mundo no quería verte? —le pregunta de vuelta haciendola reír.
—Eres un bobo —vocifera mientras intenta contener una sonrisa.
Adamaris niega y se mantuvo en silencio. Al llegar, Alejandro buscó estacionar su auto y cuando lo hizo, ambos bajaron. El ambiente era caluso, Adamaris lo empezó a sentir apenas puso el pie fuera de la camioneta, sin embargo, le sonrío a Alejandro cuando éste le preguntó si estaba bien.
—No te preocupes por mi, ¿vamos? —propone. El empresario le sonríe dudoso pero calla.
Caminan hacia la puerta del hospital donde son atendidos por el celador.
—Disculpe amigo, estamos buscando a una persona que lo trajeron ayer si no estoy mal, venía porque se había intoxicado con una bebida —habla Alejandro.—su papá esta adentro, ¿será que podemos pasar?.
—Lo siento amigo pero no los puedo dejar pasar.
—Pero hermano, Podemos esperar en la sala de espera.
—Lo lamento pero esta llena la sala de espera, estamos a reventar. ¡Ya no le cabe ni un alma! —le explica.
Alejandro y Adamaris comparten una rápida mirada.
—Bien, muchas gracias —vocifera Alejandro resignado y agarrando a la castaña por la cintura, se alejan.
El empresario saca su teléfono y marca el número del padre de su amigo. Éste no tarda en responder.
—¿Señor Agustín? Estamos afura del centro de salud, pero el celador no nos dejó entrar —comenta Alejandro.
—¡Alejandro hijo! No, no. Ustedes mejor vayan adelántandose. Lo vamos a transladar al hospital de siempre, ya esta mejor pero aún falta realizarle otras cosas pero aquí no se cuenta con el equipo para acerlar. Allá ya nos están esperando, vayan ustedes adelántandose —repite mientras espera al médico.
Alejandro suspira pronfundo y asiente.
—Muy bien, Agustín, me adelanto entonces. Adiós.
Cuelga y guarda el teléfono en el bolsillo de su chaqueta.
—¿Y? —le pregunta Adamaris impaciente, viéndolo guardar el aparato.
—Dice que lo van a transladar a otro hospital, que nos vayamos adelantando pero que Joel ya está bien.
A la castaña se le iluminaron los ojos, sonrío y lo abraza.
—¡Que maravillosa noticia! ¿y sabes dónde lo van a llevar? —le pregunta, apartandose un poco para mirarlo. Adamaris parpadeo esperando la respuesta. Alejandro asiente, sonríente.
—Vamos entonces —le dice, agarra su mano y automaticamente entrelaza sus dedos.
Estaban cerca de llegar al coche cuando Alejandro nota que su amada empieza a fruncir el ceño y a perder el ritmo en que se movian.
—¿Te encuentras bien? —vuelve a preguntarle Alejandro. Adamaris lo mira, trata de soreírle pero falla.
Estaba muriendo de calor. Sentía todo su cuerpo harder en llamas y una pequeña punsada en el centro de su cabeza empezaba a tomar fuerza.
—¿Cuanto falta para llegar tu coche? —le pregunta con voz débil y cansada. Se empezaba a sentir mareada.
Alejandro se preocupa puesto que éste solo estaba a unos cuantos pasos de ellos.
—¿Te pasa algo? ¿por qué mejor no aprovechamos a que estamos en una hospital y te revicen? —le propone.
—¡No, no por favor! —exclama aferrandose a él, temiendo a que la dejaran internada.—llevame al auto, por favor. Te aseguro que me sentiré mejor.
Alejandro se apresura a llevarla hasta su coche. Con suma delicadeza la deja sobre el asiento del copiloto, Adamaris intenta agarrar su bolsa pero no la ve, su vista empieza hacer borrosa y sus parpados los siente irritados.
—¿Qué? ¿qué estás buscando? —le pregunta Alejandro, al verla imtentando encontrar algo.
—Mi bolsa, no la encuentro y-y necesito mis pastillas —le explica y entecierra sus ojos para poder encontrarlo.
—Deja, deja y yo lo buscó —le dijo, cierra la puerta, rodea el auto y se monta, pasea la mirada por el lugar pero todo esta vacio. El empresario suspira y la mira sin saber que decir. —no hay nada. Al parecer olvidaste tu bolsa en el trabajo —le informa con cautela.
—¡¿Qué?! ¡No! ¡necesito tomarme la pastilla de la presión! —gime, adolorida. Alejandro se desespera y no sabe que hacer. Ante él, Adamaris se lleva la mano a la cabeza y tira con fuerza de su cabello.—¡dios, me va a estallar la cabeza!.
—Esta bien, calma, calma amor. Dime que pastilla tomar y te la compro. ¡Me pareció ver una farmacia al cruzar la esquina! —acorda al ver la forma en que se altera.
—Losartán. Así se llama la pastilla —responde rápidamente y gime. Intenta respirar porque empezaba a sentir que Alejandro se estaba desesperando.
Pero estaba muy lejos de acercarse puesto que éste estaba volviéndose loco.
—Muy bien ya regresó. Tú no te muevas, cierra todo y-y no le abras a nadie —pide mientras se baja del coche, sus manos estaban temblando. Era la primera vez que experimentaba ese tipo de quebrantos en una persona y su corazón estaba revoltoso. —pon seguro y cuenta hasta diez. Ya veras que cuando te des cuenta ya estoy a tu lado —Alejandro duda si dejarla sola pero no lo piensa dos veces al volver a oírla gemir de dolor.
Asiente y empieza a contar cuando éste cierra la puerta.
—Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis...
Mientras Adamaris contaba en el coche, Alejandro cruzó la calle y llegó a la farmacia. Pero justo su empleada acababa de colocar el aviso de cerrado.
—¡No, no por favor! Tengo a una persona adolorida en mi coche, por favor atiendame —le implora, desesperado por ser atendido.
Pero la mujer niega con la cabeza.
—Lo siento joven, venga más tarde es que ya cerré y tengo que salir a almorzar —le explica apenada.
Alejandro truena sus dedos, impaciente.
—¿Cuánto quiere? ¡Dígame! Tengo mucho dinero en la billetera usted no más deme una cifra... pero por favor atiendame —exije y al ver la duda plasmada en el rostro de la mujer, lanza un bufido y se apresura a sacar su billetera, agarra todo el efectivo que tiene y lo lanza en la meza.
La mujer abre mucho los ojos y se empieza asustar.
—No, no joven. Mire, yo lo voy atender pero guarde todo ese dinero —le dice con voz temblorosa.
—Deme el cartucho completo de Losartán y dos botellas de agua —pide guardando el dinero. Alejandro daba palamadas a la mesa mientras era atendido, razón por la que la mujer temblaba cada vez más. Cuando ya obtuvo todo, dejó un billete en la mesa. —quédese con el cambio —añade y se marcha bajo la aturdida mirada de la empleada.
Cuando Alejandro regresó al coche lo encontró en silencio y a la castaña totalmente quieta. Sintió verdadero terror, pero ésta al sentirlo abrio los ojos y volteo a donde se encontraba para alivio del empresario.
—¿Si trajiste las pastillas? —le preguntó con voz ronca.
—¿Cuántas tomas? —le preguntó de vuelta.
—Una.
Alejandro se apresura a sacar la pastilla del envoltoreo y entragarsela, después le dio de beber. Adamaris bebio como si su vida dependiera de aquel presiado líquido. La botella casi se vació y al acabar, ésta suspira como si de su cuerpo volviera su alma.
Se recostó en la silla y cerró sus ojos, no mejoraba pero tampoco se sentía peor. Alejandro la observó espectante, su pecho aún dolía y la desesperación por saber si estaba bien empezó a incrementar. Pero ciertamente no sabia que más hacer, tampoco queria ir contra los deseos de Adamaris, ésta no quería que la llevaran a la clínica y él debia respetarlo aunque no estauviera de acuerdo.
Se sentía tan abatido por no poder ayudarla, por no saber qué más hacer para aliviar su dolor.
En todo el rato que estuvieron en silencio el empresario no dejó de observarla, ni siquiera pestañaba por temor a que volviera a empeorar.
—Gracias... —le dice Adamaris, rompiendo el silencio. —y lo siento... por todos los inconvenientes causados —añade esforzando la voz. Ésta abre los ojos y lo mira. Parpadeo y le sonríe.
Alejandro niega muy lentamente, suelta su mano y acuna su rostro. Adamaris cierra los ojos disfrutando del tacto, entonces Alejandro se inclina y une sus frentes.
—Entre nosotros no hay necesidad de decir "gracias" y "lo siento" —responde Alejandro. —nunca más vuelvas a decirlo, ¿estamos claros? —pregunta, pese que no queria que su voz sonará exigente, lo hizo. Adamaris parpadea a su dirección y sintiendose regañada, asiente. Alejandro le sonríe alejándose solo un poco.—bien, ya estamos listo. ¿segura que te sientes bien?.
—Si ya mejor —Alejandro sonríe y deja un casto beso sobre sus labios, alejandose. La castaña parpadea varias veces y rápido, sorprendida por el fugaz beso, se muerde el labio y vuelve a beber de la botella, esta vez nerviosa.
Alejandro arracó, aún sin apartar las manos. La castaña suspiró y mantuvo la mirada al frente, pensando.
¿Cómo una persona como Alejandro va a querer andar con una mujer gorda y enferma como lo es ella?.
En el trancurso del camino Adamaris estuvo muy quieta y con los ojos cerrados. No estaba dormida pero desde esa posición relajada se iba sintiendo mejor.
Al llegar Alejandro se encargó de despertarla. Ambos esperaron a que la ambulacia donde transladaban a Joel llegara. Lo esperaron pero cuando a éste estaba entrando abrio sus ojos y la miró, agarrando su mano haciendo detener el andar.
Adamaris se sorprende y lo mira nerviosa. Joel intentó hablarle pero el tubo en su boca se lo impide. Con un poco más de insistencia los paramédicos logran seguir su camino.
Adamaris los mira alejarse con sus ojos llorosos. Mientras a uno cuantos pasos, Alejandro y el padre de Joel hablan.
—¿Cómo esta él? —le pregunta Alejandro.
—Tranquilo. Ya le hicieron un lavado estomacal, pero lo trajimos aquí para otros estudios —comenta y se lleva la mano a la cara, suspira y lo mira, viendose cansado.
—¿Y podemos verlo?.
—No sé... yo creo que por el momento no sería bueno que la chica lo vea —responde Agustín refiriendose a Adamaris. —ahora tengo que ir tras mi hijo.
Agustín le dio una última mirada indecifrable a la castaña antes de girarse dandole la espalda y seguir el misno recorrido por donde habia ingresado. Adamaris suspira viendolo partir, pensó que iba hacer mucho más difícil enfrentar al padre de Joel pero se había equivocado, en la mirada de éste no habia rastros de acusación pero aún así el peso de su consciencia no le permitía relajarse.
—¿Sigues acalorada? —le pregunta Alejandro, susurrandole al oído. Adamaris lo mira y niega en respuesta, pero era una mentira, incluso esta empezando a sentirse mareada.—ven, vamos a que revise un médico.
—Ya hablamos sobre eso y bien claro te dije que no quiero que nadie me revive —quería vomitar, pero tampoco queria hacerlo. Suspira.—¿qué te dijo el padre de Joel? ¿no quiere que lo vea, cierto?.
Alejandro hace una mueca en respuesta.
—Vamos a almorzar —propone tratatando de esquivar la pregunta.—si sucede algo malo con Joel nos enteraremos, pero tu necesitas reponer fuerza.
Ya en el restaurante ambos pidieron sus respectivos almuerzos. Ninguno de los dos tenia ganas de comer, pero Alejandro trataba de brindarle animos.
—Anda, comete todo. No queremos que te enfermes —Adamaris lo mira de sosleyo y se lleva el tenedor a la boca, mastica y traga. El empresario tuerce una sonrisa viendola comer y se apresura hacer lo mismo con su plato.
El tiempo pasó lento y comieron en silencio, sin embargo, Alejandro no aparta la mirada de la castaña, aunque ya la miraba mejor. Tenia más color y sus labios ya no estan tan pálidos. Mientras la observaba sonrío llamando la atención de ésta.
Adamaris lo mira, parpadea y se muerde el labio.
—¿Alejandro? —pregunta dudosa llamamdo su atención. Éste la mira y sus cejas se fruncen. La castaña suspira profundo.—¿qué somos? —cuestiona. Un nudo empieza aparecer en su garganta y aprieta el tenedor.
Alejandro no se apresura a contestar. Traga y se limpia la boca.
—No somos nada —responde serio. Aquella respuesta arrugó el corazón de su empleada. Ríe cuando Adamaris hace una mueca.— Pero no es porque yo no quiera —se apresura aclarar.— Comprendo que en estos momentos lo nuestro sería un poco complicado; acabas de terminar una relación y me imagino que estas un poco confundida. Entonces yo debería esperar, aunque no me gusté, pero esperaré y lo haré solo por tí. Porque te quiero y deseo que estes a mi lado.
El corazón de ésta dio un vuelco, su pulso se disparó y el nudo de su garganta se esfumó casi por completo al mismo tiempo que el agarre del tenedor. Reprimió la sonrisa que amenazaba con asomarse de su rostro llevandose el tenedor a la boca. Ya no fue capaz de hablar y Alejandro tampoco dijo nada. Y sus miradas no dejaron de encontrarse en todo el tiempo que estuvieron juntos.
Después del almuerzo volvieron al trabajo. Pese a que Alejandro le insistió en que no habia necesidad de que volviera puesto que debia descansar la castaña fue obstinada al negarse Alejandro no le quedó de otra que aceptar y regresar al trabajo. Sin emabrgo, estuvo pensando en ella todo el día, ni siquiera prestó atención a la entrevista de trabajo que estaba realizando para tener una nueva secretaria.
Al finalizar la tarde Julio entró a la oficina de Alejandro sin tocar a la puerta y alzando la voz.
—Esto es inaudito Alejandro. Yo no contraté a una auxiliar para que estuviera todo el tiempo fuera de su puesto de trabajo.
—¿De qué estás hablando? —le pregunta apartando la mirada de los documentos que estaba mirando justo cuando Miranda también entraba a la oficina. Suspira.
—¿Cómo que de qué estoy hablando? De la muchachista está a la que contrataste. La tal Adamaris —enfatiza con fastidio.—Dejáme decirte que es una incompetente e irrespondable y no la quiero cerca mío.
—Te repito, estás tomando una decisión apresurado y basandote en tus prejuicios —habla Miranda.
Julio le lanza una mirada asesina. Cuando se trataba de hacer valer su decisión Julio podía ser el hombre más terco y berrinchudo del planeta. Él definitivamente no estaba muy contento con que la castaña este trabajando con ellos, sobretodo por que ya Milena se había reincorporado a su trabajo. Para él era importante tener accesibilidad y disposición de sus trabajadoras y el escapé de Adamaris habia sido la copa que rebasó el vaso.
—¿Mis prejuicios? ¡por dios! Pero, ¿qué favor le debes a esa muchachita para que seas tan condecendiente con ella? —cuestiona dramático.
—Ninguna favor Julio. Adamaris es muy buena en todo lo que hace. El otro día la llevé a corté y ¿sabes lo que pasó? —cuestiona sin exaltarse.
—No lo sé y tampoco me importa —la interrumpe.—ya no la necesitamos. Yo no la necesito.
—Pues no estoy de acuerdo contigo. ¿Siquiera te has tomado el tiempo de observar sus cualidades? Ya chica esta muy bien preparada. Tiene excelentes recomendaciones, experiencia, elegancia —Julio chistó los dientes ante la última frase. Mirada continuo.— yo creo que es perfectamente capaz de estar en cualquier área de esta empresa pero estar con nosotros definitivamente es lo mejor.
—¿Y dónde me dejas sus ausencias? De pronto esta y luego desaparece, justo cuando más la necesitamos —contraataca.
—Solo lleva con nosotros tres días.
—¡Y a sido suficiente para desaparecer cuatro veces! —exclama, exasperado.—No le estamos pagando un sueldo para que la señoria haga lo que se le de la gana. No en mi área, no conmigo.
Ambos diseñadores se estaban asesinando con la mirada, ninguno con la intensión de ceder. Alejandro, que trataba de no intervenir pero que con gusto hubiera hablado para defender a la castaña caraspeo.
—Bien, como no se pueden poner de acuerdo entonces voten —interviene Alejandro. —Que todo se haga democráticamente. Quien este a favor de que Adamaris se quede que alce la mano —dice y alza la mano. Miranda se le suma y Julio pone los ojos en blanco.
El diseñador los mira sorprendidos. Le hervia la sangre cuando no conseguia lo que queria, y dandole la espalda sale de la oficina. Miranda suspira, se disculpa sin jesticular palabra y sale de la oficina cerrando la puerta en el proceso. Alejandro suspira, niega con la cabeza y vuelve a prestar atención a sus documentos. Sin embargo, estaba preocupado por el descontento del diseñador, no sabia de donde provenia aquel desagrado. Se habia equivocado al pensar que a éste le agradaria estar al lado de la casta, pero también lo entendía, últimamente los problemas para Adamaris parecian aglomerarse y aún no podía dejar de pensar en su estado de salud.
Los hermanos atravezaron las puertas del taller de Julio, encontrándose a Milena observando con devoción un gran ramo de rosas rojas.
El arreglo contaba con un total de treinta y cuatro rosas rojas recien cortadas, muy limpias y lindas, su base era cuadra de madre de medidas quince por quince; en medio de las flores, reposaba armoniosamente un oso de peluche blanco con traje negro y corbata corbata de raya azul cielo.
—Oh, ¡que flores más bellas! ¿son tuyas? —le pregunta Adamaris a Milena, viendo el precioso y grande ramo de rosas.
Ésta hace una puchero y niega en respuesta.
—¡Ya quisiera yo que alguien me diera esto! Pero no, son tuyas y tiene una carta. ¡Abrela!.
Adamaris la mira sorpeendida, sin entender sus paoabras. Su cerebro no puede procesar sus palabras. Sonriente Milena le entrega el ramo, la ex castaña ni siquiera sabe como agarrar
—¿Eh escuchado bien? ¿Quién osa a mandarle rosas a mi hermanita? —pregunta Alan con voz profunda, frunciendo el ceño. Milena se queda impresionada puesto que no estaba enterada que estos fueran hermanos.
En los pocos días de conocer a su compañera de desgracia no habian compartido tanto la una de la otra.
—¿U-ustedes son hermanos? —les pregunta, pero es ignorada.
Con prisa Alan le arrebata la pequeña carta a su hermana y la lee. Adamaris se quejó muy nerviosa pero no fue capaz de arrebatarsela.
<<Espero que con este pequeño detalle pueda demostarte el profundo afecto que tengo hacia ti.
Atta: A.Á>>
—¿Quién te envió esto? ¿Quién es A.A? ¡Responde! —le pregunta al terminar de leer.
Adamaris se encoge de hombros, pero no queria contestar. No queria que nadie le preguntara nada porque tampoco podía responder correctamente.
La mañana pasó lenta. Ninguna otra persona le preguntó sobre el espectacular regalo. Pero Milena se habia encargado de esparcir la noticia por toda la empresa hasta que estas llegaron a oidos del empresario.
Había escuchado los murmullos de las personas a sus espaldas y soportado ser el centro de atención de estas a su paso por muchos años pero ese día sintió que los motivos por la que la miraban eran otros. Se sintió tan relajada y orgullosa.
El ramo deslumbraba por donde pasara y al llegar a su hogar sucedio lo mismo. Todos querian saber quién se lo habia enviado pero se mantuvo firme y a nadie le contó, ni siquiera a Maria.
Y no era porque sentia miedo. Lo sentia pero no tanto. Sino que queria guardar en su corazón ese secreto para ella.
Adamaris se encontraba en su habitación observando las flores que reposan en su mesa de noche. Su corazón aún palpitaba fuerte, queriendo salirse del pecho. Estaba tan emocionada que sentía que la dicha que siente no puede compararse con la de cualquier otro momento pasado. El gesto que Alejandro tuvo para con ella le conmueve profundamente en el corazón y la aclara sus verdaderas intensiones para con ella.
—¿Alejandro? —le contesta emocionada. Hace una mueca al caer en cuenta de lo que acaba de hacer y se reprende mentalmente.
Alejandro ríe.
—¿Si preciosa? ¿te gustó las flores que te mandé? —la voz gruesa y profunda de la otra le puso la piel de gallina.
Adamaris se mordio el labio reprimiendo un suspiro.
—Me encantaron. Muchas gracias, pero no tenías por qué hacerlo... todos empezaron atacarme en pregunta, ¡que vergüenza!.
—Ay una razón por la que te mande todas esas rosas —comenta.— y eso es porque pienso cortejarte.
Adamaria sonrío mostrando sus dientes y su rostro se acaloró. Una corriente electrica atravezó su cuerpo cuando comprendió el significado de dicha palabra.
—¿Qué? ¿cortejarme?.
—Si. Voy a cortejarte de la misma forma que mi padre lo hizo con mamá. A lo tradicional —menciona.— de donde proviene mi familia se aconstumbra a dar una rosa por día y el número va en aumento a medida que los días pasan... claro está si la cortejada no pisa las rosas —explica, pero su voz se puso serio al decir lo último.—¡pero eso no pasará! Yo no permitiré que tu pisas la rosas.
Adamaris quiso reír.
—¿Y qué harás si yo pisara por accidente la rosa? —bromea.
Alejandro no contesta. La linea se quedó en silencio por un buen rato, pero Adamaris siguio esperando sin perder la sonrísa.
Alejandro se desajustó la corbata y reincorporó en su asiento.
—No querrás saber lo que haré —comenta sínico. —pero no pienso soltarte. No deseo hacerlo.
Adamaris ríe bajo y niega. Se tira en la cama y gira, apollando sus codos sobre el colchon. Su corazón sigue palpitando fuerte y parece que le va a empezar a sufrir del estómago.
—¿Aún estas en el trabajo? —le pregunta.
—Me quedé revisando unas hojas de vida pero ya voy a salir. ¿Tú? ¿cómo sigues? ¿no te has vuelto a sentir mal?.
—No. Ya me siento mejor. ¿No has sabido nada de Joel?.
—No e tenido tiempo de preguntar. Pero las noticias malas son las primeras en saberse —concluye. —¿qué haces?.
Adamaris rodó hasta recostar la cabeza en su almohada.
—Estoy en mi habitación —responde.—ya me voy acostar.
—¿Entonces llamé en un mal momento? —pregunta juguetón.
Toma aire.
—Evidentemente si —contesta de la misma forma.
Se mantuvieron en silencio. Disfrutando de la compañia del otro. Podian escuchar sus prespiraciones y la sensación revoltosa en su estómago. No dejaron en ningun momento de sonreír pero tampoco podían despedirse.
Alejandro apartó la carpeta y se giró.
—¿Aún no duermes? —pregunta en un susurro como si estuviera rodeado de personas.
—Ujum —responde esta parpadeando rápidamente para no dormirse. Alejandro ríe, enternecido.
—Voy a cantarte. Yo soy muy bueno cantando —le dice. Adamaris alza un poco las cejas, se acomoda y cierra los ojos.—esta canción la cantaba mamá... y bueno, yo me la sé de memoria ¡ya sabes! —ríe nervioso. Era la primera vez en años que iba a cantar aquella canción y solo esperaba recordar toda la letra. Se aclara la garganta y empieza a cantar. —Los cochinitos ya están en la cama
Muchos besitos les dió su mamá
Y calientitos todos con pijama
Dentro de un rato los tres roncarán
Uno soñaba que era rey
Y de momento quiso un pastel
Su gran ministro hizo traer
500 Pasteles nomás para él
Otro soñaba que en el mar
En una lancha iba a remar
Mas de repente al embarcar
Se cayó de la cama y se puso a llorar
Los cochinitos ya están en la cama
Muchos besitos les dió su mamá
Y calientitos los tres en pijama
Dentro de un rato los tres roncarán
El más pequeño de los tres
Un cochinito lindo y cortés
Ése soñaba con trabajar
Para ayudar a su pobre mamá
Y así soñando sin despertar
Los cochinitos pueden jugar
Ronca que ronca y vuelta a roncar
Al país de los sueños se van a pasear>>
Su voz fue adquiriendo mayor lucidez al ir recordando cada palabra recordando así las noches al lado de su madre, su propia voz al cantarla y recordandole también a Adamaris cuando su padre cantaba esa misma canción. La castaña estaba sorprendida por la coincidencia pero no se permitio abrir los ojos, disfrutando de los recuerdos. Una lágrima salió de esto mientras avivaba ciertos recuerdos y se quedó profundamente dormida, sintiendo la voz de su padre cantandole al oído. Ambos aquella noche durmieron sumergidos en un profundo y feliz sueño.
Había amanecido muy contenta. Habia tenido un sueño en donde ella y su padre eran losprotagonistas. Éste le cantaba la misma canción que Alejandro ld contó la noche anterior. Despertó extrañandolo pero en paz. El mensaje de buenos días de Alejandro la sumergió en una nuve. Ambos se habian encontrado esa mañana en la entrada de la empresa y solo se habian mirado un par de veces. En realidad ninguno de los dos pudo apartar la mirada del otro, pero intentaban disimularlo.
Adamaris entra al taller de Julio con una sonrisa plasmada en su rostro.
Milena chilla llendo a su encuentro.
—Ututui, ¿quién pidio pollo? ¿por qué está tan hermosa hoy? —le pregunta mirandola.
Aquellas palabras apenaron a la recien llegada, y su rostro ardió. Era la segunda persona que notaba algo diferente en ella. La primera fue Alejandro quién se lo hizo saber por un mensaje de texto. Milena corrio hacia donde se encontraba y se colgó en su brazo.
—Digame señorita Gutierrez, ¿por qué usted esta tan hermosa? ¿no me diga que a alguién quiere conquistar? —indaga la asistente. Su voz todavia conservaba su tono picaro.
Adamsris intentó safarse de su agarre, sin mucho éxito.
—¿Qué? ¡no! ¡¿cómo se te ocurre pensar eso?! —le dice riendo por el puchero que ésta le hacia.
Julio salio de su oficina con tela en mano. Habia estado trabajando desde bien temprano en unos diseños pero el ruido de sus empleados lo hicieron desconcentrar.
—¡¿Quién es la chillona que no deja concentrarme?! —grita, llegando hacia ella.
Tanto Adamaris como Milena se quedaron en silencio
—¡¿Fuiste tu verdad?! ¡¿cuántas veces tengo que repetirte que yo necesito concentración?! —apunta a Milena.—por fin un poco de paz —dice al verla quieta y mirandolo con los ojos abiertos. Julio suspira y sonríe volteando a mirar a la castaña, y su sonrisa desaparece. —por cierto, encontré una cosilla en una de las mesas. Creo que es una rosa roja, ¿es tuya? La tarjeta dice tu nombre.
—¿Una rosa para mí? —le pregunta. Julio se encoje de hombros.
—Esta en mi oficina.
La castaña parpadea y se muerde el labio para no sonreír. Su corazón empieza a latir con rápidez, mira al diseñador con nerviosismo y espera a que éste le seda el espacio para pudiera pasar. Julio se hecha aún lado y la sigue, Milena también los sigue de cerca. Tal como Alejandro le habia dicho la noche anterior, una rosa roja descansaba sobre una jarra llena de agua, a su lado, un pequeño sobre de color lila.
Adamaris agarra con delicadeza la flor y la huele. Es recien cortada, su aroma le recuerda al campo y al olor del pasto recien mojado. Sonrío y agarra el sobre. La decoración de este es bastante sensilla, solo tiene un sello que mantiene la carta cerrada. Lo rompe y saca el papel, es pequeño y sencillo su aroma es parecido al olor de la colonea que usa Alejandro, pero solo lo puedes percibir al acercartelo a la nariz. Adamaris cerró sus ojos oliendolo.
Tanto Milena como Julio se inclinaron hacia ella, pero al notar sus propias acciones smretrocedieron y apenaron, ambos por distintas ideas.
Sobre la hoja una letra pulcra, y fina letra es pintada con minusiosidad. La leyó.
<<Una bella rosa para otra igual de hermosa.
Atte: A.Á>>
Se mordió el labio y sonrío.
—Wow, que bella flor. ¿Entonces si te estan cortejando? —le pregunta la asistente, emocionada.
Adamaris asiente mecanicamente. Milena salta y chilla por la noticia. Julio se quedó sorprendido.
—¡Que bonito! —chilló en un grito.
En ese mismo instante el teléfono de la castaña sonó. Esta se sobresalta y lo saca del bolsillo de su pantalon. Al mirarla la pantalla se trataba de un mensaje de Alejandro.
<<Espero que te haya gustado ❤ Una flor por cada día. ¿Cenamos? 🙏Conozco un lugar que te va a encantar 😏. Por favor dí que si 😍.
Adamaris hizo un puchero inconscientemente y se mordió el labio.
—¿Y? ¿qué dice el mensaje? —le pregunta.
Adamaris parpadea. Julio le da un codazo.
—¡Niña deja de ser chismosa! ¡¿a nosotros qué nos interesa lo que dice el mensaje?! —cuestiona Julio, dudoso. Pero en su interior moria por saber lo que le habian mandado. Entonces, mira a su asistente.—¿qué te mandaron querida? —le pregunta, viendola inocente.
Milena ríe a carcajada y lo señala.
—¡Y luego anda diciendo que la chismosa es uno! —exclama alzando la voz.
—¡Más respeto que estas hablando con tu jefe! —menciona a la defensiva.
—Me a invitado a salir! —murmura Adamaris sin poder creer que Alejandro quisiera ir enserio con ella.
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