9.- Siempre hace frío
Alguna vez un amigo me habló del nacimiento de su primer hijo, solía bromear diciendo que su esposa nunca antes había gritado tanto, dijo que en ese momento la había amado más que a nada en el mundo pero fue solo un instante, uno pequeño porque después descubrió lo que era el amor verdadero.
Y yo quería eso, sostener la mano de mi esposa mientras daba a luz a nuestro hijo pero hubo problemas, tuvieron que practicarle una cesárea de emergencia y aunque el niño nació perfecto no siento la alegría que me habían dicho, veo a mi hijo y si lo quiero mucho pero no estoy tan entusiasmado como debería, el único que parece saltar de emoción es Rogelio.
Estamos en los cuneros, viendo a mi hijo y su tío no se despega ni un instante del cristal, al principio cuando le dimos la noticia creo que él, al igual que Victoria lo despreciaría pero no, arreglo una habitación para él, compró todo sin que nadie se lo pidiera, ropa, juguetes, una cuna preciosa y aunque a Victoria no le gusto pude ver que le conmovió y esperó que cuando vea al niño también lo ame.
—¿A quién crees que se parece? —Rogelio solo necesita una confirmación.
Yo nunca fui bueno para encontrarle a las personas parecidos con nadie pero esta vez, mi hijo tiene todos los rasgos de la familia Caballero, el mismo cabello negro, el tono de piel claro y aún no le veo los ojos pero no me sorprendería saber que son iguales a los de su madre, será un niño muy guapo como Rogelio.
—Se parece a ti, Rogelio —le contesta doña Elisa llegando a dónde estamos.
Victoria debió haber despertado, no se quería mover de su lado hasta que lo hiciera.
—Pero eso no le va a bastar a ella —le respondo para que no empiecen a hacerse ilusiones—. Victoria no va a cambiar de actitud hasta que las pruebas de paternidad estén listas, tenemos que aguantar unos días más.
Está situación ya me está matando, casi día es una nueva pelea y siempre por las mismas cosas y yo sé que soy culpable de lo que le pasó, no voy a omitir de ninguna manera mi culpa respecto a eso, pero si tan solo me dejará ayudarla las cosas serían diferentes. Hace meses contacté al profesional que según la doctora Vargas es muy capaz, que seguramente la ayudará, hablé con él y estaba dispuesto a ir a la hacienda si era necesario pero Victoria dijo que no, que no deseaba nada que viniera de mi.
En todo este tiempo he creído que es por el embarazo, por la sensibilidad que eso conlleva en una mujer pero ahora ya se acabó, ya tenemos al niño y es hora de que salga adelante. Su familia la necesita, yo la necesito.
—No te angusties hijo, cuando sepa que es tuyo va a cambiar —me dice doña Elisa poniendo una mano en mi hombro.
Es bueno que este aquí con su hija, que a pesar de lo que pasó con Helena hace unos meses se diera el tiempo de venir y apoyarme.
Lo que espero de ella es que me ayude a convencer a Victoria con lo de las pruebas de paternidad, porque yo lo quiero, ese bebé es mío, apenas lo vi sentí unas ganas enormes de protegerlo, de amarlo y así será siempre, yo lo amo por ser hijo de Victoria, ella es mi esposa y por lo tanto él es mi hijo, yo estaré ahí cada que tenga un mal sueño, o cada que tenga un buen día. Eso no me lo van a arrebatar, si ese hombre se atreve a venir por él entonces va a tener que matarme para llevárselo.
Suspiró y veo a una enfermera tomar en brazos a mi bebé, seguramente es hora de llevárselo a su mamá, el médico me dijo que debido a la anestesia Victoria no estaba consiente cuando nació pero ahora que ambos están bien ella necesita verlo y yo tengo que estar ahí.
—¿Van a llevárselo a mi esposa? —le pregunto a la enfermera.
—Si, tiene que darle el primer alimento —que valiente enfermera.
—Mejor voy con usted —asiente sonriente y vamos hasta la habitación de mi esposa, al entrar y vernos no se ve entusiasmada y aunque sé que es su trabajo mejor despacho a la enfermera, aquí puede salir lastimada, tomo al bebé en brazos y lo acerco a su madre, no lo ve, no le importa—. Míralo Victoria, es tu hijo.
Niega, está decidida a no ver a su hijo hasta que sepa que es mío.
—Tráelo con las pruebas de paternidad y ya veremos —eso tampoco es tan fácil, en máximo diez días me las dan— pero si es hijo de ese hombre… no sé, yo no lo voy a ver.
Nadie sabe lo que va a pasar mañana, pasado, o dentro de diez días cuando me entreguen las pruebas pero sí sé que este niño necesita su mamá, necesita que lo alimente, que lo cuide, que lo amé.
—Mi amor —me ve muy molesta, las pruebas de afecto de mi parte ya no le agradan— no lo has visto, necesitas hacerlo y él necesita que lo alimentes.
Es importante para ambos este momento, es una conexión, o por lo menos eso balbuceo la enfermera de aquí.
No sé porque insisto tanto, era el derecho de Victoria tenerlo o no pero prácticamente la obligué, todos estos meses la he obligado a hacer cosas que no quiere y ya no voy a seguir haciéndolo. Si empiezo a hablarle como Helena lo hizo me va a sacar de su vida. Aún me sorprendo al recordar todo lo que le dijo a su hermana, la manera tan cruel en que la miró nos sorprendió a todos, cuando la golpeó vi como el corazón de Rogelio se le salió por los ojos, nadie creyó que llegaría tan lejos, por lo mismo estamos en Pachuca y no en la cuidad de México, lo cual me temo es más conveniente.
Veo al niño que está en mis brazos tan quieto que la mayoría pensaría que estoy cargando un muñeco, pero ningún muñeco es tan perfecto como este niño, me lo voy a llevar y le pediré a la enfermera que prepare una fórmula, o algo y yo mismo lo voy a alimentar. Me dirijo a la puerta dispuesto a irme cuando la voz de mi esposa me llama.
—Mauricio, tráelo —por lo menos va a darle una oportunidad. Me acerco a ella y se lo dejo en los brazos, lo observa con algo de curiosidad pero no con amor— ¿Cómo podría amarlo?
Me mira con los ojos llenos de lágrimas, espera respuestas pero no necesariamente a su pregunta, quiere saber porque le pasó a ella, porque ese hombre no nos mató, porque solo se cobró con ella y la respuesta es fácil. Él no quería una muerte lenta para ninguno de nosotros, él quería destruirnos poco a poco y casi lo está logrando, casi nos destruye pero confío en mi amor, en el de ella, en su fuerza y quiero decirle todo eso pero no, no ahora, en este momento es para nosotros y para nuestro hijo, no lo voy arruinar mencionándolo.
—Porque es inocente —esa es la única gran verdad aquí—. Es inocente.
—¿Tú lo amas por eso? —desvía su vista del niño para verme a los ojos.
Hace tanto tiempo que no me daba la oportunidad de verla tan de cerca, sigue siendo tan hermosa, tan inalcanzable.
—Lo amo porque es tuyo.
Ahora no puedo acercarme y besarla, se asustaría, me apartaría y eso no podría soportarlo, por eso voy a esperar a que ella sola vuelva a mi, la voy a ayudar pero ella tiene que tener la iniciativa, lo sabe por eso me quita la vista de encima y vuelve a mirar al bebé y hasta parece que está a punto de sonreírle.
Suspiró y la observó detenidamente, su cercanía sigue siendo algo que me deja fuera de juego, completamente desarmado, tan indefenso como el bebé que está en sus brazos. Quisiera besarla o solo abrazarla, dormir aunque sea una vez más a su lado, porque en las noches es cuándo más me hace falta, sin ella a mi lado siempre hace frío.
—Se parece a Rogelio, a mi papá —será como ellos, un digno representante de su apellido—. Si llegara a ser hijo de Luciano mi papá no lo aceptaría.
—¿Cómo lo sabes? —no lo conocí pero nunca podría imaginarlo tan cruel.
—Porque él era así —no la entiendo—. No aceptaba nada que viniera de una persona como Luciano.
Las opiniones acerca del padre de Victoria, por lo general, son buenas, he escuchado hablar a los trabajadores y ellos dicen que siempre los procuró, que los ayudo en todo lo que pudo, les construyó casas, ayudó con una escuela para sus hijos, algunos de esos niños pasaron de ser campesinos a ser personas con estudios, con los suficientes recursos para poder tener una vida mejor y en la casa, Rogelio y Victoria siempre hablan de él como una figura de poder, si con amor, pero siempre con más respeto y admiración, todo eso al contrario de Helena quien amaba a Vicente Caballero como un padre, amoroso, uno que adoraba a su pequeña hija… debe ser por eso, a Helena la amo como a una niña pequeña, una que necesitaba mimos y a Victoria la volvió fuerte para proteger a los demás.
Ahora veo que existen aún más problemas de los que imaginé, hay mucho más detrás de todos los miedos que tiene.
—Pero él no está —le digo como un consuelo, su padre nunca sabrá cómo la dañaron— y yo si, estamos aquí, juntos con nuestro hijo, porque lo es y no necesito una prueba de paternidad para…
El bebé empieza a llorar y Victoria se asusta, es tan raro verla con miedo en el rostro.
—¡Ay! ¡Tómalo, agárralo! —me exige pero esta vez no le haré caso— Mauricio toma al bebé y haz que se calle.
—Solo hay una manera de eso y es que le des de comer —me mira aún más aterrada.
Me imagino que si las circunstancias fueran diferentes pasaría lo mismo, Victoria no esperaba ser una madre pronto, ni siquiera habíamos hablado de ello porque somos jóvenes, primero teníamos muchos planes, viajar, levantar la hacienda, vivir nuestro matrimonio plenamente y todo cambió, todo cambió muy de repente.
La vida es así, no te acostumbras a algo cuando ya estás cambiando de nuevo.
—No sé cómo —susurra meciendo a su bebé.
Ya me lo imaginaba y aquí hay alguien que puede ayudarla con ello.
Salgo un segundo de la habitación y en pasillo se encuentra la madre de Victoria, solo ella puede ayudarla.
—Doña Elisa, pase por favor —le pido y sonriente me acompaña.
Espera que sea yo quien la convenza pero ese trabajo será duro y será en equipo, por ahora su hija necesita que la enseñe a ser madre.
—Mamá, ayúdame por favor —suplica mi esposa cuando nos ve entrar. Le ofrece al niño pero no lo va a tocar.
—No —le tomo por los brazos para que no se acerque más—, solo dígale como amamantarlo.
Mi suegra asiente y se acerca a Victoria, le susurra algo al oído y luego me ve, algo enojada pero creo que más que nada está apenada.
—Mauricio si quieres que lo alimente tienes que salir de aquí.
No es que no confíe en ella pero quiero estar presente, el bebé necesita quien lo cuide y quién evite que Victoria se ponga a pelear con la enfermera cuando venga por el niño.
—Si me voy no lo harás —ella se encoge un poco mirando a su madre, está muy incómoda.
—Es que no quiero que me veas —así que eso es.
Ahora quien siente vergüenza soy yo, si no soporta que la toque mucho menos que la vea expuesta y me preguntó si será así siempre. Ahora que dio a luz creo que puedo hablar del acompañamiento psicológico para que recupere su confianza en el mundo, en ella misma, en las personas que la rodean. Trabaja todo el día con hombres, muchos de ellos los conoce de toda la vida, el mismo Juan José es su amigo y lo ha tratado muy mal, no puede continuar así, su gente no va a soportar una actitud tan altanera. En este tiempo han dejado pasar las cosas sin más por la cantidad de trabajo que hay actualmente pero si esto continúa no sé que nuevo cuento inventar, porque los necesitamos, ya que yo puedo tener las propuestas, los presupuestos, la nómina pero ellos son quiénes llevan a cabo el milagro, son los que trabajan para darnos riqueza e inclusive fama.
—Me daré la vuelta, ¿está bien? —ella asiente con algo de duda.
Me doy la vuelta para no hacerla esperar más, escuchó al bebé llorar, es un llanto suave, muy delicado y de pronto solo escucho un suspiro, es como si Victoria hubiera estado conteniendo el aliento, como si respirara por primera vez después de mucho tiempo.
—Así Victoria, agárrale la cabeza —dice doña Elisa, esperó su dulzura afecté un poco a Victoria—. Eso así, muy bien.
—Se siente raro —no la veo pero estoy segura de que sonríe— ¡Ay! ¡Quítamelo, quítamelo!
Vuelve a gritar a su madre, pero dudo que lo haga, en otras circunstancias le preguntaría qué es lo que siente, como es alimentar a alguien con tu propio cuerpo pero ahora no me lo va a tomar a bien.
—No te hará daño —le dice mi suegra intentando tranquilizarla—, al contrario si no lo haces puedes enfermar y él también, ¿has pensado en un nombre? Pensé que como es tu primer hijo y es varón podrías ponerle como tú padre. Vicente.
Eso no lo había considerado, un nombre es importante, nos acompaña toda la vida y es algo que debe pensarse a consciencia. A mí me encantaría que llevara ese nombre, es fuerte y con un legado envidiable, aunque él de mi padre también, solo que actualmente Lorenzo no es un nombre muy común y también los niños de ahora suelen hacer burla de todo y no quiero eso.
—No, no quiero ponerle un nombre hasta que… —interrumpo a Victoria porque el registro se tiene que hacer lo antes posible.
La vida de ese niño me importa más de lo que Victoria pueda llegar a creer, así que aunque no sea mi hijo de sangre, si lo será ante la ley, esa es la mejor manera que tengo para protegerlo y lograr que se quedé en su familia, con nosotros; porque yo dudo mucho que mi esposa se lo quiera ir a entregar a Luciano, muy en el fondo sabe que el bebé estará muchísimo mejor con nosotros que con él.
—Se va a llamar Vicente, como tú padre —iba a darme la vuelta pero si lo hago es capaz de aventar al niño.
—No, si es… —de nuevo me obliga a ser duro con ella.
—Basta con eso —lo digo sin gritar pero en un tono lo suficientemente conciso para no dejar lugar a protesta—. Vicente Valencia Caballero es su nombre, pase lo que pase, llevará mi apellido y el tuyo como manda la ley.
Más allá de lo que piense o sienta respecto a su hijo, es un derecho que el bebé tiene, un nombre, un hogar, es lo que necesita, lo que debe tener y está bien, si ella no quiere hacerlo yo lo haré, será mío solamente en caso de desastre, solo lo tendré a él para recordarla, a través de él siempre la amaré.
—¿Por qué me lo quieres imponer? —pregunta con algo de tristeza.
—Es tuyo, nació de ti, se alimenta de ti, se parece a ti —y por si eso no fuera suficiente también la necesita—. No es nada impuesto.
La escucho gruñir, lo que me está haciendo ahora es un berrinche, se está comportando como una niña inmadura y las cosas no son así, debe empezar a entender que no puede sola, que necesita ayuda.
—¿Cuándo me lo vas a quitar de aquí? —pregunta a su madre.
—Cuando él lo decida —o cuando la enfermera aparezca—. Este niño es mi nieto, lo quiero aunque sea de ese hombre y tú también debes quererlo. Piénsalo hija, no es justo que por lo que te hicieron no lo ames —lo que más deseo es que le haga caso a su madre—. A este niño no lo puedes proteger de la misma manera que a tus hermanos, a él no lo puedes alejar, Tomasa ya me dijo que la quieres mandar a Apán con el niño.
Eso yo no lo sabía pero no se lo voy a permitir. Está bien si no nos quiere en su casa, sin embargo, Tomasa ya es una mujer mayor, que con mucho trabajo cuida al niño que recogió hace años, ni de chiste va a poder con un bebé recién nacido y menos sola, mandarla a mitad de la nada con el niño no va mejorar las cosas.
—Yo no puedo cuidarlo —replica Victoria—. No lo toleró.
—¿Qué pasará si las pruebas dicen que es mío?
Porque habla todo el tiempo de un resultado negativo, nunca se ha puesto a considerar esa otra posibilidad.
—Entonces quizá lo intente, pero solo si es tuyo, si no, también se irá lejos —intentar no es la respuesta que esperaba—. Tan lejos como me sea posible.
Eso significa que nos iremos juntos, el bebé y yo, siempre vamos a estar juntos.
Gracias por seguir leyendo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top