8.- Adiós
Si algo he tenido toda la vida es la esclava de oro qué mi padre me puso al nacer, cada año desde que tengo memoria le agregaban más aros para que siguiera quedándome pero cuando el murió deje de hacerlo, ya nada era lo mismo para mí; cuándo lo perdí creí que conocía el dolor, a mi corta edad creí saberlo todo acerca del odió y la venganza pero no, no sabía nada.
Y es que cuando vives rodeada de amor la crueldad del mundo está lejana, la plenitud de la vida la hace ver cómo algo que no pasa… hasta que lo hace, llega como un huracán, entra con toda la fuerza de uno y destruye todo lo que encuentra a su pasó pero también puede acabar con algo dándole en su punto central.
Luciano encontró ese punto, supo perfectamente en dónde darnos y ahora me saco a mi también de la jugada.
—Mamá por favor no quiero irme, es mi casa —esa súplica se la he hecho incontables veces desde que firmó los papeles en los que le cedió todo a Victoria.
—Volverás en vacaciones —me dice en un tono algo desenfado, como si fuera a creerle eso.
En este casa todo está mal, desde el día que Victoria supo que estaba embarazada tiene un carácter todavía más horrible y no va a durar mucho si sigue de esta manera.
—Sabes que por lo menos en un año no me permitirá volver —y si llego a venir me va a sacar de aquí.
Está manera de protegerme es absurda, no la entiendo, ¿qué es lo que gana siendo la única dueña de la hacienda? Es ilógico, no necesita una propiedad para imponer, para inspirar. Desde que tenía dieciocho años ya era una figura de autoridad, la gente ya le temía y respetaba, eso sin necesidad de apartarme de ella.
—Esto es lo mejor —me reitera mi madre tomando una fotografía de mi padre del buró—. Me iré contigo y ella nos alcanzará en unos meses.
Su plan es dar a luz en la ciudad de México para evitar que sepan el día exacto del nacimiento del niño, quiere confundir a Luciano pero él no es idiota, no lo es y dudo mucho que quiera a su hijo, ese canalla no quiere a nadie.
A veces siento unas ganas inmensas y profundas por salir corriendo a dónde él se encuentra, quiero ir ahí y matarlo, acabar con él por lo que le hizo a mis hermanos y a Mauricio, quiero matarlo y que sufra lo mismo, que sienta tanto dolor que me suplique morir.
—Yo no quiero que me alcance, quiero mi hogar de vuelta.
Con eso no me refiero a la propiedad, no importaría perderlo todo si con eso recupero a mis hermanos.
—Haces mucho drama —me dice una voz desde la puerta de mi habitación—. Solo te quite algo que no querías y te di lo que tanto ansiabas, te regale libertad, deberías estar agradecida.
La mujer déspota que me habla no es mi Victoria, no, esa está muy dentro, asustada y necesita ayuda pero no la acepta, no lo hará hasta que caiga por completo, hasta que se deje morir.
—Nunca, no sabiendo que eres miserable —voy a encararla, si ya me ha quitado todo no tengo nada que perder— y yo también lo soy ¿sabes? Preferiría mil veces saber que eres feliz con todo, que saber que el poder que estás acumulando te está volviendo un monstruo, ni siquiera quieres al niño que llevas en las entrañas.
Mauricio es quien se ocupa de meterle el alimento por la boca, también las medicinas, la persigue por todos lados para asegurarse que no vaya a montar o realizar un trabajo que implique esfuerzo, también le arrebató el arma que tenía, hace todo lo que puede para mantenerla a salvó y eso debería ser suficiente para que mi hermana empiece a volver, algún día tiene que abrir los ojos.
—Tú no sabes nada de mi… —no lo va a decir, no tiene la fuerza para ello— de este…
No voy fingir, no más, no voy a tenerle lastima, no, ella tiene que despertar, la vida sigue, la dañaron, mucho, ese hombre le hirió profundamente y no sé qué haría yo en su lugar pero si sé lo que ella me diría y es: levántate. Vendría y me obligaría a vivir, eso es lo que alguien tiene que hacer, despertarla de ese letargo, obligar a Victoria Caballero a volver, a levantar la cabeza y luchar, no por mi o Rogelio o mi madre o Mauricio, por ella. Lo que haga primero debe ser por ella.
—Ni quisiera puedes llamarlo hijo —eso parece dolerle un poco— ¿Quién eres? Dímelo… ¿a quien pusieron en lugar de mi hermana? ¡¿En dónde está mi hermana?! —le gritó y me acerco para tomarla por los brazos, la sacudo para que hable, para que me conteste y me diga quién es, solo eso tiene que recordar, quién es— ¡Contesta! ¡Dime quién eres!
No hay respuesta, no importa cuánto haga, no me va a contestar. Empiezo a llorar de rabia cuando Rogelio y Mauricio entran a la habitación y me ven con las manos en sus brazos, no le hago dañó, ni siquiera la estoy apretando pero quizá debería.
—Helena, hija por favor suéltala —es mi madre rompiendo el silencio.
Ella debió ayudarme y no firmar esos papeles, debió hablarle más, decirle cualquier cosa que le ayudará, cualquiera que fuera útil, no resignarse, los Caballero no se resignan, no aceptamos los golpes de la vida con indiferencia, los afrontamos y salimos victoriosos, por eso mi padre le puso así, Victoria, quería que la vida de mi hermana fuera una victoria eterna no esto.
Mamá intenta a alejarme, parece que no ve lo que quiero hacer, ¿por qué es tan difícil de comprender que la quiero de vuelta? Todos aquí la conocemos, yo crecí con ella, estuvo conmigo, era mi confidente, mi amiga, yo era su cápsula de escapé, la hacía olvidarse de los problemas allá afuera, necesito a esa persona, quiero poder verla cada fin de semana, quiero poder contarle por teléfono lo mucho que amo estudiar, lo grande que es la ciudad, lo mucho que he mejorado, la quiero a ella aunque después me quedé sin nada. Cambiaría mis sueños por ella, si me lo pide, si eso la va a ayudar yo me quedo aquí para siempre, me conformaré con diseñar solo para mí, esconderé mis pasiones y me entregaré por completo a la hacienda pero quiero que vuelva, la quiero de vuelta.
—Helena déjala —me susurra Rogelio tomándome por los brazos pero él no entiende, no porque tampoco lo tengo.
Hicieron de mi Rogelio un simple títere, ya no tiene voluntad, ni fuerzas para ayudarme, en su mente y corazón tiene tan arraigado el sentimiento de culpa que no ve el daño que nos está provocando.
—Suéltame que a ti tampoco te reconozco —me aparto de ambos y me quedo justo en el medio, me van a escuchar, ya me calle suficiente tiempo—. ¿Quiénes son? ¿Con qué clase de muñecos los han reemplazado? ¿Están muertos, murieron el mismo día que Rosendo? ¡Hablen! ¡Con una chingada, hablen!
—Mira niña, aquí ya no tienes un hogar ni una familia, se acabó Helena —me dice Victoria en un tono muy frío y sus palabras no son para convencerme a mí, si no a ella—. Lárgate de una vez.
—Victoria mejor cierra la boca antes de que te arrepientas —le pide Mauricio en un tono nada amable.
No creí que fuera capaz de hablarle así, no cuando la trata con guantes para evitar que su embarazo se complique.
—Eres un pendejo si crees que me vas a callar —Victoria réplica con mucha rabia—. Sobre mi no tienes ninguna autoridad.
—Soy tu marido, si quiero puedo callarte —Mauricio está cruzando una línea peligrosa, no puede darse el lujo de perder a mi hermana—. No voy a permitir que sigas tratando así a tus hermanos, menos delante de tu madre.
Mi madre prefiere no darse por enterada, la veo llorar pero no más, no me sirve de nada su llanto, quiero sus palabras y carácter, quiero que meta a su hija en cintura, que le haga recordar porque la escogió mi padre para cuidar de nosotros.
—Si no te gusta como soy vete, lárgate tu también —Mauricio solamente niega—. Ya me has demostrado que no sirves para nada.
Si Mauricio fuera un hombre como los que viven por aquí entonces ya hubiera explotado pero no, para nuestra fortuna es comprensivo, solidario, tanto que ayudó a mi hermano en su cruzada con Rosendo.
Quizá si es su culpa todo lo que nos está pasando, debería condenarlos a los dos por ello pero no puedo, no a mí hermano, que sé lo que ha sufrido por ver a mi padre morir, ahora sufre por Victoria y eso me lo va matar, lamentablemente no puedo obligar a me hermana a perdonarlos.
—No mientras mi hijo siga en tu vientre —ojala de verdad quiera al niño.
No espero que ese niño venga a mejorar nuestras vidas o que mágicamente haga desaparecer el dolor de Victoria pero es una esperanza, por lo menos así creo que lo ve Mauricio y también Rogelio, a escondidas de nuestra hermana ha estado preparando todo lo que el niño pueda llegar a necesitar y lo hace con mucho amor.
—¡No es tuyo, métete en la cabeza que no es tu hijo! —le contesta Victoria aún fuera de sus casillas.
—He dicho que lo es —Mauricio de verdad quiere a ese bebé—. Pase lo que pase, lo es y aunque me trates peor que aún animal no me voy a ir, me voy a quedar para siempre contigo, esa fue la promesa que te hice.
Ahora mismo no creo que este en condiciones de recordar esa promesa, la hicieron juntos y los dos estaban muy enamorados en ese momento y yo no dudo que Mauricio aún ame a Victoria, es evidente que lo hace porque sigue aquí y sigue intentando y no se rinde, pero mi hermana tiene un veneno en el alma que está acabando con ese amor.
No entiendo como es que de la noche a la mañana las cosas pueden cambiar de una manera tan drástica, como es que una persona que era dulce, buena, amable se convierte en una persona déspota, soberbia, a la que le importa muy poco lo que le pasa a los demás y todo por culpa de un hombre. Ese maldito hombre que ya nos destruyo la vida en muchas ocasiones, espero que allá en el cielo lo vean y lo hagan pagar y que cuando llegue el momento yo esté presente, que pueda verlo y reírme en su cara, humillarlo de la misma manera en la que ha humillado mis hermanos y de la misma manera en la que me está humillando a mí en este momento.
—Valiente promesa, valiente hombre el que tengo a mi lado.
La cara de Mauricio se desfigura al escuchar eso, sabe que le está recriminando por lo que le hicieron y eso no solo le duele a él, Rogelio está muriendo con ello, tengo que detenerla.
—Victoria, ¿Qué no ves lo que estás haciendo? —ni siquiera voltea verme— Él no te va a aguantar esto por mucho tiempo, solo Rogelio lo hará y no por amor si no por culpa —eso si no se autodestruye primero—. Tú eras mi ejemplo porque esa noche, la noche que mi padre te golpeó me sorprendí por tu fuerza, estabas en suelo, de rodillas, con la cara manchada de sangre y aunque rogaste ni una vez agachaste la cabeza —se mantuvo completamente fuerte ante mi padre que era el único que la hacía temblar de miedo— y ahora Luciano te arrebato esa fuerza y logro lo que quería, termino con la leyenda de Victoria Caballero —me acerco a ella para que me vea, para miré en mis ojos lo que estoy sufriendo—. Puedes ser dueña de todo esto, puedes triplicar la producción de esta hacienda, puedes llenarla de hombres armados hasta los dientes, puedes ser la mujer más rica de Hidalgo, de México, del mundo pero él seguirá aquí —le señaló la frente—, aquí —el corazón— e inclusive aquí —y por último vientre—. Seguirá en la mente de Mauricio y Rogelio, si se lo sigues permitiendo nos va a destruir a todos —tiembla pero no precisamente por miedo, es por coraje el mismo que guía si mano y la obliga a darme dos bofetadas que no me duelen más que el alma—. Pégame otra vez, muéleme a golpes, hazme sangrar pero de ti aprendí a no bajar la cabeza.
Rogelio se acerca a mi, me abraza, me sostiene para que no me vaya contra ella, no tiene que hacerlo, no soy su enemiga.
—Está es la última vez que me hablas de esa manera —su tono es firme, tanto que me veo tentada a creerle—. Vete de mi casa.
Me suelto de mi hermano y me trago el nudo que tengo en la garganta, si es la última vez que la veo en mucho tiempo quiero que recuerde siempre lo que estoy apunto de decirle.
—Ríndete, Victoria —ese es el primer paso—. Solo así te harás más fuerte, cuándo te lo saques del alma vas a vencerlo, en ese momento serás imparable, no antes.
—Helena ya déjala —me súplica Rogelio.
Pensé que él me iba a defender, que él si abriría los ojos y me ayudaría pero no, solo espero que con el tiempo recapacité.
—Adiós, cuídate mucho —le doy un abrazo y un beso en la mejilla, ni siquiera me acerco a Victoria porque sé que me va a rechazar y no lo voy a soportar—. Si algo significo para ti, no eches en saco roto todo lo que te he dicho y no te equivoques, está hacienda no será tuya para siempre, voy a volver y ese día no me vas a poder sacar de aquí.
Para eso voy a necesitar aún más dinero del que depositó en mi cuenta, según he visto es una cantidad bastante cuantiosa pero eso no va a ser suficiente, Mauricio y ella van a hacer crecer esta hacienda a niveles nunca antes vistos, Victoria será una potentada y cuando regresé voy a necesitar ser igual de fuerte. Me voy a ir a la ciudad de México voy a estudiar todo lo que pueda, voy a aprender, voy a ser una gran diseñadora y el día que menos lo espere me va a tener de regreso, voy a recuperar esta hacienda por mí por mi padre, porque sé que él no está de acuerdo con esto, porque yo necesito mi casa y mis raíces.
—¿Es una amenaza? —nunca me atrevería ni siquiera a levantar un dedo en su contra.
—Es una promesa.
Salgo de la habitación porque aún tengo que despedirme de alguien más, mamá y Rogelio se encargarán de mis maletas.
Voy directamente a las caballerizas, los trabajadores me ven con cierta tristeza, algunos de ellos se despiden y continúan adelante con sus labores, al igual que mi hermana creen que yo no valoro está tierra pero se equivocan.
Llegó ahí y veo a Alazán, a Lucero y más al fondo a mi pequeña Manzana, está yegua ha sido mía desde que tengo memoria, mi papá me enseñó a montar con ella, espero a que pudiera pensar por mi y le diera un nombre y le puse así porque siempre que iba le daba una manzana verde, yo sé que no la puedo llevar conmigo y me duele mucho tener que dejarla aquí, la van a cuidar pero no es lo mismo.
Acaricio su cuello y lloro sobre el, mi yegua me entiende, es la única que sabe cuánto amo esta vida.
—Helena —es la voz de Juan José, volteo a verlo y mi expresión debe conmoverlo porque abre sus brazos para mi—. Ven aquí.
Voy y dejo que me sostenga, siempre ha estado aquí pero hasta este momento no había entendido cuánto es que lo quiero, estoy segura de que también me quiere, como a su hermana menor por supuesto, no puede ser de otra manera si me llevo en brazos cuando apenas era un bebé.
—Cuídalos a todos por favor —le suplico sin separarme de él—. No dejes que trate mal a nadie, menos a ti y espérame que voy a volver, no sé cuánto tiempo tarde pero lo haré.
—Yo siempre estaré aquí, con ella —ya lo sabía, siempre es ella—, con Rogelio, solo dime una cosa, ¿por qué está haciendo todo esto?
Quiero decirle pero si lo hago irá por Luciano, lo va a matar y después irá a la cárcel y no lo soportaría, no voy a dejar que haga eso por Victoria.
—No te lo puedo decir pero no es lo que crees —por más enojada que este en este momento con ella no voy dejar que los demás piensen mal, todo tiene una buena razón de ser—. En el fondo sigue siendo ella, solo que está herida, también Rogelio y algún día se darán cuenta pero hasta ese momento a ti y solo a ti te encargó mi casa.
Él suspira y me aleja un poco de él para darme un beso en la frente, no puedo verlo y saber que él no va pensar en mi como quisiera.
—No tardes, está casa siempre necesita tu alegría —ahora más que nunca pero estoy segura de que se las arreglarán sin mí.
—Te quiero y confío en ti —le doy un último abrazo y me voy sin mirarlo de nuevo.
Todos deben creer que no voy a volver, que soy lo suficientemente egoísta y superficial para quedarme para siempre en la capital pero se equivocan y ya me tocará a mi.
Victoria Caballero no es la única con la fuerza suficiente para llegar a ser una leyenda.
Gracias por seguir leyendo.
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