69.- A prisión perpetua
Aún recuerdo cómo se sintió despertar, fue como un golpe seco, el dolor cayó de repente sobre mi y también de esa manera se fue, Victoria y Helena estaban conmigo en la habitación, las dos un poco lastimadas pero al fin y al cabo vivas y luego entro Isela, con una nueva luz que iluminó y espanto todas la pesadillas horribles que había tenido, ahí estaban las tres y solo por un momento fui feliz.
Claro que eso no podía durar, Victoria me contó todo lo que pasó, el accidente, su enfrentamiento con ese hombre, la detención y la muerte de Alazán; ella no le dirá a nadie cuánto es que le duele pero podemos verlo en sus ojos, en las lágrimas que se ha negado a derramar, intenta ser fuerte por nosotros, por mi, ya que una vez que se aseguraron que iba a mantenerme despierto y con vida empezaron los interrogatorios, las detenciones.
Mauricio en contra de la voluntad de todos nosotros insistió en declarar la verdad, decidió quedarse a mi lado, por supuesto su padre nos consiguió un amparo, a mi para poder recuperarme por completo de las fracturas en mi brazo y a Mauricio para que pudiera seguir al lado de mi hermana y así llevamos varios meses, hoy es el juicio definitivo y sé bien lo que va pasar.
Hablé con los abogados anoche, me dijeron que Mauricio tiene todas las probabilidades de salir libre pero yo no, todas las pruebas están en mi contra, no me darán mucho tiempo pero aún así perderé los años más valiosos de mi vida.
—No hagas eso —me suplica Mauricio cuando ve que estoy levantando la venda de mi brazo.
Apenas lo puedo mover, no sé si algún día voy a recuperar la movilidad por completo pero por lo menos no lo perdí.
—Es que me pica —me bajo la manga del traje e intento pasar por alto el malestar.
—Si pero no lo hagas, si entras sangrando ahí ellos pueden posponer el juicio.
Esa es su mayor preocupación pero los abogados no se van a dejar, no después de todo el trabajo que se ha hecho, Victoria está detrás de ellos todo el día buscando soluciones, no las hay para todo pero por lo menos, esta vez estamos seguros de que se haga justicia de la buena.
—No lo van a hacer —aseguro—. Mauricio, sé qué vas a salir libre y por eso tengo que… —me interrumpe.
—Saldremos los dos —su optimismo está fuera de lugar pero no quiero quitárselo.
Siento que quitarle la esperanza a Mauricio es como quitársela a mis hermanas y yo jamás les haría daño de esa manera, si quieren creer que lo hagan, pero por lo menos a Mauricio tengo que intentar convencerlo de que estoy bien con esto, que sé a lo que me atengo y que no tengo miedo. Después de todo solo estoy pagando una deuda.
—En tal caso que no sea así, quiero que cuides de mi familia… de mi hijo.
Es por ese niño o niña que aún no nace que quiero con más ganas ser un mejor hombre, mi hijo merece tener un padre bueno, uno que no le deba nada a nadie.
—Hablas como si te fuéramos a dejar aquí toda la vida.
—No sé cuánto tiempo será, pero me perderé mucho, Mauricio por favor ve por mi hijo, por favor.
Isela no estará sola pero el niño necesita alguien a quien ver y a quien querer en mi lugar y no hay mejor persona que él para sustituirme en ese aspecto.
—Lo cuidaremos como si fuera nuestro pero sabrá de ti, te amara Rogelio, y si tenemos suerte saldrás antes de que sea demasiado tarde.
Yo sé que no, que hay más tiempo que vida pero la verdad es que voy a un lugar peligroso, en dónde por todo lo que ha pasado seguramente tengo muchos enemigos. Sin saberlo nos metimos con gente realmente peligrosa, muchos de ellos quizá algún día terminen en el mismo hoyo que yo y no puedo estar seguro de que sobreviviré a las represalias.
—Mauricio… —la puerta de la celda se abre e inmediatamente entra un policía con el semblante serio.
—Señor Valencia, venga conmigo por favor.
—¿Para que? —pregunta Mauricio a la defensiva.
—El juez quiere hablar con usted.
—Bien, vuelvo en un momento —lo dice como si fuera muy agradable estar conmigo en esta asquerosa celda.
Sale y a los pocos minutos llegan por mi para llevarme a la sala adjunta a dónde se llevará a cabo el juicio, al entrar veo a un hombre en una silla de ruedas, al principio no lo reconozco, por supuesto la última vez que le vi parecía un hombre en la plenitud de su vida, ahora parece que en unos meses envejeció veinte años, está demacrado y parece estar sufriendo, levanta el rostro hacia mi y aunque ya no es el mismo hombre poderoso aún me sonríe con despotismo y altanería.
Me adelantó unos pasos pero el guardia que me acompaña me agarra por mi brazo sano, me impide cometer otro asesinato.
—No se acerque, su situación ya es muy delicada como para que sume más cargos.
—Está bien —sin creerme mucho me suelta y se va a vigilar la puerta, camino unos pasos hasta estar delante de él, sigue burlándose pero el quien reirá al último seré yo—. Al fin te ves como la basura que eres, vas a pagar lo que le hiciste a mi hermana y a Nadia.
Yo jamás voy a olvidar a esa pobre muchacha, de haber sabido hubiera matado a Luciano en lugar de Rosendo, nos habría evitado muchísimas lágrimas.
—¿Y tú? Eres un inútil Rogelio, siempre esperando a que Victoria te salve, siempre fuiste débil, por eso tú padre despojo de todo —lo dice con tanta rabia que hasta parece que le duele—. Nunca tuviste los pantalones para…
—¿Crees que me harás daño con ese discurso? Usar a mi padre en nuestra contra no funciona, él no tiene la culpa de las decisiones que tómanos —nos puso en este camino pero nosotros decidimos rodar por el—. Sé en dónde falle, sé perfectamente las cosas que hice mal y las voy a pagar, no tengo miedo de eso.
—Cuando nos pongan en el mismo hoyo asqueroso ya veremos.
Parece que él aún no asume lo que pasó, los dos hemos perdido todo, a dónde voy no tengo nada.
—No, Luciano, en ningún lugar vas a poder doblegarme, ya no —y está vez no habla el niño asustado que enfrentó a su hermano, está vez habla el hombre en el que me convirtieron—. Antes te tenía miedo por mis hermanas, pero ahora ellas están a salvó y solo quedamos tú y yo, si te acercas a mi no me va a temblar la mano para acabar con el trabajo que empezó Victoria.
—El cachorrito al fin aprendió a defenderse.
—El cachorrito murió, lo que ves aquí es solo una bestia sin rienda, no me provoques —lo digo lo suficientemente alto para que el guardia escuché—. Aunque no mereces la pena, al igual que no la merecía tu hermano, par de asquerosas ratas.
—Todavía no sabes con quién te estás metiendo.
Creo que quién no sabe con quién se está metiendo es él y si lo quiere averiguar pues que así sea, pero no ahora, hay una manera de hacerle daño sin tocarle.
—Si lo sé, con un hombre que ha perdido todo y lo perdiste contra la mujer que creíste podrías destruir y manejar a tu antojo —pero sus planes jamás habrían funcionado, ella es demasiado fuerte, buena e inteligente para hacerla pedazos—. Le quedaste chico a Victoria, ¿sabes? Mi hermana siempre fue grande, incluso antes de esto, la gente siempre la adoro y la envidio, nunca les ha importado en realidad si es buena o mala, ella es, así de simple, y ni tu ni nadie, podrá cambiar eso y fuiste un idiota al creer que podría amarte. Eres un asco Luciano, la gente como tú vive en una prisión perpetua de soledad, y no es por nacimiento es por elección, tú elegiste esto y ya no siento odio por ti Luciano, ya solo me das mucha pena, mucha lastima —por un momento parece que va a llorar pero no lo hace, solo se queda muy quieto y me permito sonreír—, ¿ahora quien está de rodillas?
No me responde, quizá no tuvo oportunidad porque llegan por nosotros y nos llevan directamente a dónde el juez ya nos está esperando para condenarnos.
Había mucha gente y entro mucha más, Luciano era una persona muy peligrosa, mantenía una red de distribución grande, al parecer mucha gente lo buscaba para usar los túneles, muchos de los grandes y es por eso que su juicio tardo mucho y fue doloroso también.
Hay algo que habíamos esperado mucho tiempo, Victoria, Mauricio y yo nos vemos los unos a otros mientras nos hacen declarar lo que pasó la noche que él abuso de mi hermana, fue una tortura peor de la que pude imaginar para ella, se encogía al escuchar los detalles en boca de otras personas, sus testigos, con los que estuvo trabajando en la hacienda Altamira al parecer vieron más de lo que sabíamos, ellos relatan la historia aún a más grandes rasgos, saben que están perdidos, saben que si hablan todo ahora Victoria podría tener compasión de ellos y ayudarlos, y lo hará, estoy seguro de que aunque no se lo merezcan lo hará.
Y luego llega la parte en dónde tengo que hablar acerca de la muerte de Rosendo, me declaro culpable, Mauricio también, pero hace justo lo que le pedí y dice la verdad, cuenta como nos atacaron, como le disparó y como yo lo mate después, presentan el arma que había escondido y que Helena fue a buscar, las cosas se dan de una mejor manera ya que el arma esta registrada a nombre de Rosendo pero aún así no es suficiente.
Cuando las sentencias llegan Luciano recibe muchos más años de los que vivirá, veo a Victoria tranquila porque al fin le han hecho justicia a ella, a mi padre y a Nadia, a toda la gente a la cual estafo y envenenó. Lamentablemente esto no acaba, luego nos llaman a Mauricio y a mi, a él le dan una condena que es posible pagar en libertad condicional, pero conmigo es un caso distinto, yo hice algo que ante la ley no cuenta exactamente como defensa propia, mate a un hombre, lo acepto y lo asumo.
Me dan pocos años, los mismos que pueden reducirse si me portó bien pero aún así estaré un tiempo encerrado y casi no podría importarme, después de todo ya le han hecho justicia a mi hermana, pero esta mi hijo, está mi Isela, están mis hermanas y solo es por ellas que aún siento tristeza.
No sé cómo pero la gente que amo consigue unos minutos antes de que me lleven lejos de ellas, la primera en entrar es Isela, rota de dolor, nunca he querido verla así, nunca fue mi intención dañarla, nunca habría querido esto para ella.
—No tienes que esperarme —le digo antes de que se nos acabe el tiempo.
Ella aún es joven y hermosa, ambos sabemos que cualquier hombre estaría dispuesto a amarla sin condiciones y sin medidas.
—Ya basta de eso, claro que tengo que esperarte, te amo Rogelio y me has demostrado muchas veces que eres capaz de salir adelante, venciste tu adicción, vencerás esto —toma mi cara entre sus manos y me obliga a mirarla a los ojos—. Cometiste un error que vas a pagar y al salir estaré ahí, nos tomarás de la mano e iremos a casa.
Me suelta la cara y después mi mano, la lleva a su vientre apenas abultado, me hubiera gustado sentirlo pero parece que aún es muy pequeño.
—No quiero que vengas a verme.
—Lo haré Rogelio y tendrás que salir a verme o si no te perderás de ver como tu hijo crece.
Es que esa nunca fue la manera en la que yo habría querido traer a nuestros hijos al mundo, no puedo imaginar el dolor y la vergüenza que pasará cada que vaya a visitarme, no puedo empezar a imaginar la tortura que será el no poder ni siquiera abrazarla o besarla, no poder sostener su mano cuando de a luz, hay mucho que no podré tener, que ambos perderemos.
—Está bien, Isela —porque aunque sean pequeños momentos robados serán lo que me dé fuerzas para aguantar—. Te prometo que el tiempo que este aquí lo voy a aprovechar, al salir yo… seré todo lo que necesitas, estarás orgullosa de mi y no dejaré que esto le afecte a mi hijo. Te juro que haré cosas tan grandes que nadie recordara esto nunca.
—No hace falta, la gente que te ama lo olvidará y te ha perdonado —eso lo sé—. Me tengo que ir, les prometí a tus hermanas que…
—Lo sé, lo sé —me acerco a darle un beso, que apenas dura unos segundos pero me da fuerzas para aguantar hasta la próxima vez que la vea—. Te amo, Isela, y siempre te amare.
Cuando sale siento que me desgarran por dentro, es apenas un segundo, solo me permito un segundo de dolor porque inmediatamente entran mis hermanas, Helena olvida sus propias heridas y viene a abrazarme lo más fuerte que puede, por lo menos hasta que la presión en su propia herida la hace retroceder solo un poco.
—Rogelio, vas a estar bien —murmura en oído—, ya hablamos con gente que dice que te puedo proteger, estarás bien y nosotras vamos a hacer lo posible para sacarte lo más rápido de aquí.
—Ya lo sé Helena, pero por favor no gastes todo tu tiempo en eso, vive, trabaja, si te queda tiempo dedícaselo a Isela y a mi hijo —en este momento sabe que ellos son más importantes, mi hermana mayor también, por eso extiendo la mano para tocarla, para suplicar—. Victoria por favor, no los desampares.
—Por supuesto que no, Rogelio tu hijo va a tener todo lo que necesite y más, yo voy a cuidar de ellos, pase lo que pase.
Eso lo sé pero por alguna razón necesitaba escucharlo, tener la certeza de que en mi ausencia ambos estarán bien.
—También quiero que veas por ti, vive Victoria —me separó de Helena para abrazarla—. Vuelve a tu pasión, tus caballos te esperan, quiero que te quedes con Lucero.
Mi pobre yegua estará muy sola de ahora en adelante, en el mundo, y al igual que con Alazán, solo hay dos personas que pueden montarla, Victoria merece tenerla, la ha cuidado toda su vida y ahora Lucero hará el trabajo que yo no puedo.
—Lucero es tuya, la voy a cuidar pero sabe que tú eres su dueño y te estará esperando, así como Alazán me espera a mi —me conto su sueño, sé que lo espera, sé que algún día estarán juntos de nuevo—. Nunca olvides Rogelio que somos uno solo, nada va a cambiar eso, estamos los tres juntos en la vida y siempre lo estaremos.
Eso sí puedo creérselo, ya que nada nos puede separar, ni siquiera los años o esta prisión de la que no voy a poder salir.
Semanas después…
Veo por los ventanales de mi casa la caída del sol, hace mucho tiempo que no me detenía para eso, la verdad es que no había querido detenerme, aunque está vez me obligaron, aún no puedo montar y por lo tanto no puedo trabajar, no en el campo pero por lo menos voy avanzando en mis diseños, hace mucho que no los volteaba a ver.
Cuando menos lo espero alguien toca la puerta, lo dejo pasar y al darme la vuelta veo que es Juan José, hace mucho que no estabas a solas, también lo estaba evitando.
—Helena, ¿podemos hablar un momento?
—¿Podemos? —porque yo no soy la única que ha evitado un momento a solas. Él asiente y entra, mira a todos lados— ¿Te gusta mi casa?
—Es diferente, ¿así es como vivías en la capital?
—Si, con menos espacio pero sí —la caja de cerillos que es mi departamento ahora solo lo uso como bodega—. Juan José tengo que pedirte perdón a nombre de mi padre, lo que te hizo no fue justo.
—No te culpo por ello, Helena —se escucha sincero—. Pero tú eres como mi hermana, nada más, no quiero lastimarte.
—Juan José, sabes que a diferencia de mis hermanos yo nunca tuve una vida planeada, era libre, pensé que era libre que podría volar lejos de aquí, deseaba mucho salir de aquí, yo no quería vivir a la sombra de Victoria —nada más hay que verla para saber que es lo difícil que alguien más brille a su lado—. Y luego paso lo que pasó… no supe cuán enraizada estaba a esta tierra hasta que Victoria trato de arrancarme de aquí, me llevo a un lugar en dónde me sentía muy sola, a pesar de estar en dónde quería haciendo lo que me gustaba apenas ponía atención a lo que hacía, iba muy mal y a casi nadie le importaba, Victoria estaba embarazada así que nadie me ponía atención y luego nació Vicente, pensé que todo iba a terminar, casi podía sentirlo pero no lo hizo —la vida dio el giro que nos puso a todos de vuelta en el camino correcto—. Victoria acepto a su hijo, eso fue mi faro de esperanza, decidí que no podía permitir que mi hermana, que apenas se recuperaba, tuviera una decepción más y me puse a trabajar; me iba muy bien, eso logró que Alina me pusiera aún más atención y empezó a darme trabajos pequeños, poco a poco me construí un nombre y un día me di cuenta de que en el mundo, hay espacio para que las dos podamos brillar, ella no lo puede hacer sin mi y yo no lo puedo hacer sin ella —eso Victoria lo aprendió el día que le demostré que no importa el trabajo que me ponga a hacer, lo haré y lo haré bien, pero solo hay una manera de que Juan José lo vea de mi parte, le pasó la libreta de dibujo que tengo en las manos, la hojea y sonríe, ya sabe de lo que estoy hablando—. Victoria está en todos mis diseños, es parte de mí, nunca fue mi enemiga, ni yo la suya, ella es una gran señora, la mujer mas fuerte y capaz que conozco pero yo soy lo que quiero ser, sin importar lo que pase, ya elegí mi vida, ya la acepte y me encanta Juan José, la amo y sí pudiera cambiar algo sería el no permitir que mi papá los dañara de esa manera —aunque sin esa ruptura mi hermana jamás habría conocido el amor de Mauricio, sé que algunos no aprobarían mi manera de pensar—. Me siento culpable porque siempre he querido cosas que no puedo tener, que realmente no sé si quiero. Tú eras una de ellas porque yo no conocía el mundo más allá de estás tierras y al salir estaba tan sola que idealice aún más mis fantasías; me aferré a ti y a lo que creía que me haría feliz, y luego regresé aquí y conocí el amor. Valentín y Maximiliano me han enseñado el amor, lo duro que es, lo mucho que duele, pero también lo mucho que se goza, ahora puedo verlo con mayor claridad. Tú fuiste mi punto de luz pero ellos son mi sol y mi cielo entero.
Nos quedamos callados por algún tiempo, él tiene que procesar lo que le he dicho, tiene que entender mis razones y parece que lo hace porque se acerca unos pasos a mi e intenta bromear.
—Entonces, ¿ya no me quieres?
Y aunque esté jugando tengo que responder a eso, ahora lo haré con la verdad, quiero de una vez por todas deshacerme de todo los anhelos que arrastrado por años, ya necesito ser libre.
—Siempre te voy a querer pero como lo has dicho, somos hermanos, nada más —estiro mi mano para tomar la suya—. Ahora todos tenemos que reorganizar nuestras vidas, la mía sigue siendo muy complicada pero sé que los amo y haré todo lo posible porque se queden conmigo, aunque no pueda saber si va a funcionar.
—Si alguien pude lograrlo son ustedes, estarán juntos por mucho tiempo.
Es sincero, quiere lo mejor para nosotros tres, todos lo quieren pero el problema es que no siempre tenemos lo que queremos.
—¿Y tú? —porque no lo veo como capataz de mi hermana por más tiempo.
—Aún no lo sé.
Que suerte que yo si; ahora que las cosas están volviendo a la normalidad Victoria tuvo una idea que le ha dado un nuevo rumbo a su vida, que se la dará a Valentín, mientras que también tiene un proyecto para Maximiliano e Isela, nos quiere tener a todos contentos y vigilados, no se lo reprochó, sé que aún tiene miedo, lo que paso en los tribunales sonó en muchos lugares, hasta ahora no han intentado nada en nuestra contra pero nada garantiza que estemos a salvó.
—Entonces ve con Victoria, ella sabe que hacer —sonríe y me jala para abrazarme —. Te quiero mucho Juan José, te deseo la felicidad entera, y si es con Alina no dudo que la tendrás.
Porque note su sonrisa cuando la mencioné hace un rato, la quiere o la va a querer muchísimo y no hay nada que pueda o quiera hacer para separarlos, después de todo yo ya encontré mi felicidad.
Suspiro al escuchar a un caballo venir hacía mi, no me sorprendo, después de todo Helena me advirtió que venía para acá y es realmente un alivio que él venga, me dieron un mensaje para él y no he sabido cómo sacar el tema.
—¿Has decidido lo que vas a hacer con esta tierra? —pregunta Juan José colocándose al lado mío.
Lucero relincha cuando Colorada se queda al lado suyo, está muy nerviosa, Rogelio nunca había dejado pasar un día sin montar, ahora no lo ve y no se acostumbra del todo a mi.
—Si, al fin lo decidí —le respondo sin mirarlo—. Voy a tirar estás ruinas.
Quiero que los fantasmas del pasado queden bien enterrados, solo espero que él no me tomé a mal esto, este sitio nos dio mucho pero ahora está contaminado con el veneno de ese hombre y ya no podría entrar ahí, no sin verlo a él, no sintiendo su sangre y la Nadia en mis manos.
—¿Y que levantaras? —pregunta serenamente.
—Una escuela.
—Pero está muy lejos del pueblo —y lo que no quiere decir es que nadie vendría a una escuela que yo construya.
—No una escuela general, una escuela de charros
Mi papá nunca habló de esto, pero Álvaro si, mientras me enseñaba a hacer las suertes de las escaramuzas, sí él hubiera tenido los recursos y el espacio lo habría hecho y yo se lo debo, me enseñó todo acerca de mi profesión, nunca dudo de mi o de mis capacidades, además llevo mucho tiempo en esto, he ayudado a los mejores a ganar, funcionará.
—¿Necesitas un maestro?
—Si, el abuelo de Julián y varios más se han ofrecido, el proyecto les gustó mucho.
Ahora sí volteo a verlo y está herido, puede ser porque lo hablé primero con Julián, mejor dicho con su abuelo, él es un charro viejo, sabe perfectamente que es lo que necesito.
—Pero… Victoria, ¿no quieres mi ayuda?
—Claro que la quiero, siempre, es solo que esto te ataría aquí.
La escuela estará lista en algún tiempo, además él ya se quedó conmigo más tiempo del debido, hay más gente allá afuera que lo necesita, tanto es así que lo mandaron a llamar.
—Es mi casa, ¿a dónde más podría ir? —el dónde ir no es el verdadero problema y él lo sabe— Quería decirte que voy a firmar el contrato de las palomas, quiero empezar a tener un patrimonio sólido.
Eso sí me da gusto pero sigue sonando a excusa.
—No me digas que vas a esperar más tiempo para ir con Alina.
Inhala profundamente al escuchar su nombre, sus suspiros lo delatan, cada día hace lo mismo, la vida se le va a ir suspirando.
—¿Qué clase de hombre seré si voy con los bolsillos vacíos?
—Serás el hombre del cuál se enamoro —no me mira a los ojos, no lo hace cuándo siente que me está fallando pero a mí no me hace nada más feliz que saber que estará con alguien que si lo quiere—. Llamo ayer para saber cómo estábamos, para saber de ti, quiere verte —se lleva una mano al pecho como si le doliera—. Juan José no esperes más, firma el contrato, ve con ella, dense el tiempo de conocerse y después empieza a planificar tu futuro.
—Me necesitas aquí Victoria, sin Rogelio… —levanto una mano para que se detenga.
La falta de Rogelio me cala en el alma, su simple mención me causa dolor pero si me tiró a morir en este momento nada habrá valido la pena y mi vida será un desperdicio; mi hermano no está por el momento conmigo pero Isela si, su hijo, Helena, mi Vicente, Mauricio y estoy yo. Aún me debo algo.
—Tengo a mucha gente que me ayuda, el mismo Epitacio acepto ser mi capataz, junto con Sergio y Joaquín mantendrán está hacienda a flote —por lo menos hasta que mi hermana este completamente recuperada de su accidente—. Valentín puede hacerse cargo de las palomas en tu ausencia, estaremos bien.
De una u otra manera tenemos que acomodarnos, hay mucho que hacer y está vez las personas más cercanas a mi no me ocultan secretos o me tiene resentimientos, somos libres.
—Quiero ir con Alina pero… yo quiero… siento algo tan fuerte por ella que tengo miedo, ¿y si sale mal?
Entiendo su preocupación, su miedo, yo me pregunte hace mucho tiempo lo mismo, hasta que supe que no había nada que hacer al respecto, las cosas pasan, uno no puede evitar sufrir, pero por lo menos en el amor, escogemos quién no hace daño.
—¿Y qué si lo hace? Es mejor vivirlo, ¿o te arrepientes de lo que viviste conmigo? —niega rápidamente—. Ahí está, ya has renunciado a mucho, no le hagas eso a Alina y no te lo hagas a ti.
—Voy a regresar, tengo mucho aquí —promete.
La que nos une siempre será fuerte, es como lo que tengo con Rogelio, nos obliga a primer siempre regresar pero habrá alguna vez que no se pueda y me temo que en este caso es así, yo lo quiero cerca de mi pero lo correcto es que lo suelte y que lo deje volar solo.
—Haz lo que creas mejor para ti, de cualquier manera si no puedes volver entonces habrá un trabajo para ti en la cuidad de México, tienes muchas opciones.
Digamos que tengo muchos planes en muchos lugares, construyó oportunidades para mí y para los míos, esa siempre ha sido mi prioridad.
—Tú me las has dado todas.
Vuelve a suspirar y está vez no es por Alina si no por mi, al igual que yo observa a su alrededor y encuentra los pedazos de dos jóvenes que se amaron profundamente, de los niños que aprendieron juntos la mayoría de las cosas en la vida y de los adultos que siempre buscan darse consuelo el uno al otro.
—No, yo te las hago ver, pero tú te las has ganado —lo suyo es solo modestia—. Ve a tu casa, ahí encontrarás el contrato de la finca y las direcciones de Alina.
—¿Cómo podré pagar o merecer todo lo que has hecho por mi?
—Me lo pagaste hace mucho tiempo —con amor, con paciencia y al salvar mi vida, sin él quizá no habrían llegado a tiempo para salvarme del peor error que podía cometer—. Entre nosotros ya no hay deudas, estamos libres y estamos en paz. Se feliz Juan José.
No hay necesidad de más palabras, él se va y yo me quedo, me llevo una mano al corazón cuando siento las lágrimas ardientes en mis ojos, lloro de nostalgia, lloro de alegría, lloro por el amor que nace y por el amor que muy pronto quedará reducido a escombros, así como lo propiedad delante de mi.
Está hacienda fue el recordatorio de los amores perdidos, de las lágrimas y el sufrimiento y muy pronto será un lugar de aprendizaje, de risas y de vida. Porque para mí eso es el amor, vida.
Gracias por seguir leyendo.
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