68.- Mi despedida
Estaba en un espacio abierto, había gente a mi alrededor, ellos no podían verme, ella no podía verme.
Papá le entregaba a dos niños sus caballos, les decía que no se ilusionaran porque quizá no sobrevivirían la noche. La niña y el niño negaron, ellos no se irían, no los dejarían, nunca lo harían, los niños se tomaron de la mano y se quedaron juntos toda la noche y ahí aconteció un milagro, el milagro de la vida que los bendijo, que los unió, que fundió sus almas como una sola.
Hay un nuevo resplandor de luz y cuando mis ojos se adaptan, la escena ha cambiado.
Es de noche y puedo ver a la niña, ahora es adulta y llora sobre la tierra, sus gritos y gemidos de dolor le robarían el aliento a cualquiera, intento despertar pero no puedo, no puedo.
Cuando voy a darme por vencida la mujer delante de mi desaparece el amanecer la ahuyenta, el sonido de los cascos de un caballo se hacen más fuertes y al ver a mi espalda encuentro al niño, a la mitad de mi alma. También es casi un hombre, me mira, sonríe, está vivo y es feliz, monta un caballo majestuoso, Alazán relincha cuando me acerco, me reconoce, me deja acariciarlo y lloro, lloro porque ya no lo tengo, porque aunque jure jamás dejarlo la muerte nos ha separado.
Su jinete baja y me abraza, me da el consuelo que había necesitado hace mucho tiempo, me lo da todo.
—Esta es tu despedida —susurra en mi oído—. Ve con él por última vez y luego despierta, todos te necesitamos.
—¿Estarás ahí?
—Siempre estaré contigo.
Me sonríe y me ayuda a subir, me siento tan nerviosa como la primera vez, temo hacerle daño pero Alazán es fuerte, yo también lo soy.
Rogelio le da una palmada a Alazán y él empieza a correr, vamos a conquistar el mundo juntos, si estoy muerta está es mi mejor despedida.
Al abrir los ojos siento que una parte de mí falta, aún estoy tranquila pero no estoy completa, sigue y seguirá habiendo un vacío en mi interior.
Alguien toma mi mano y la llena de besos, es Mauricio, llora de alivio y felicidad, yo intento sonreírle de vuelta pero eso implica fuerzas que no tengo.
—Dale su espacio —le dice alguien, enfoco mejor la vista y veo a Kate de pie delante de mi, se ve algo cansada—. Yo creí que había conocido gente loca hasta que me tope contigo.
Está vez las comisuras de mi boca se levantan involuntariamente en una pequeña sonrisa, no puedo darle más, pero busco su mano.
—Odio los hospitales —murmuro.
—Si, por suerte lo dejaras pronto, ese hombre no sabe en dónde clavar un cuchillo, tu sin embargo… le destrozaste la rodilla.
Cierro los ojos y recuerdo todo, sus ojos, sus palabras, sus golpes, la puñalada en el cuello. Me llevo una mano a dónde están las vendas, es un milagro que no me alcanzará la yugular, pude morir, él me habría matado y yo no pude, lo quería tanto, deseaba su sangre en mis manos y al mismo tiempo odiaba la idea de que me compararán con él, que me condenarán por su culpa.
No soy como Luciano pero a veces me gustaría no tener miedo a las consecuencias, me gustaría poder hacer mi voluntad, me gustaría mucho que la venganza no fuera tan complicada, tan tediosa y tan vacía de satisfacciones.
—Esa era la idea —aunque a mi no me basta con eso.
—Mejor no repitas eso, nos están vigilando —señala con la barbilla a la puerta.
Seguramente me tienen custodiada, no sé que va a pasar pero voy a salir de esto, tengo que hacerlo o de otra manera Luciano puede hacer alguna de sus jugarretas y escapar.
—Ya no me importa, realmente dejo de importarme hace mucho tiempo.
—Pues tendrá que importarte de nuevo, necesito que vivas —me insiste Kate apretando mi mano—, por lo menos hasta que estemos a salvó.
—Hablando de estar a salvo, ¿cómo llegaste aquí?
Yo esperaba a mi suegro, aunque que ella apareciera fue mucho mejor, eso sí lo agradezco.
—Vine como parte del operativo de detención de Luciano Altamira y al llegar me encontré con qué tú ya estabas ahí, apenas evite que tu suegro hiciera una tontería —ya habrá tiempo entonces de agradecerle también—. Aunque yo bien la podría haber hecho, esa gente… sin la orden de aprehensión quizá no hubieran movido un dedo.
Ya me lo imaginaba y creo que tampoco habría sido muy necesario, yo estaba bien, siempre supe que lo estaría, confiaba en mí, en mi odio.
—Bueno, no soy su persona favorita pero eso ya no importa —de ellos ya estoy por obtener lo que quiero— ¿Luciano está aquí?
—No, lo mandé a la prisión estatal, lejos de ti, Carlos Benavides también está ahí con algunos testigos importantes para el caso. No tienes idea del gran favor que le hiciste a la policía, toda una red de distribución cayó gracias a ti —bueno, eso jamás fue parte del plan pero igual me viene bien—. Estás a salvó, Victoria.
Solo que no es mi seguridad exactamente lo que me preocupa pero aún no es momento de hablar de ello.
—Gracias Kate, me has salvado la vida más veces de las que imaginas —nunca voy a olvidar la fuerza que me recorrió aquella vez que deje de temerle a la noche—. No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo…
—Solo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amiga mía, para saber cuán buena y hermosa es la vida —suspira y sonríe, espero que esto también le traiga un buen recuerdo—. Sabía que debías tenerlo, ya estás libre, trata de mantenerte así, por lo menos hasta que solucione esto.
—Tú tienes tanto trabajo… no quiero cargarte con esto también —además hay gente que la necesita mucho más.
—Ella no se refiere a nosotros, mi vida —me dice Mauricio, casi olvidó que está aquí—. Hay sospechas de que Heriberto Félix también es parte de esto.
—Puede ser, Luciano no me lo dijo… pero, ¿han escuchado las grabaciones? —Kate asiente, se ve más sería ahora— Ten mucho cuidado Kate, esa gente no se anda con juegos.
No sé quién está detrás de esto, realmente tampoco quiero averiguarlo, la gente con la que trabajaba Luciano debe estar furiosa, harán cualquier cosa para desquitarse y no estoy segura de que me hagan daño a mi, lamentablemente en está historia hay mucha más gente.
Ahora por fin entiendo el ansia de Mauricio por ayudar a sus amigos, ya conozco bien el peligro que los acechaba; vuelvo a sorprenderme por lo curiosa que es la vida, el como nos arrastra y nos conecta. Hemos estado compartiendo esto incluso antes de conocernos.
—Lo sé, lamentablemente no puedo quedarme aquí por más tiempo, solo quería esperar a que despertarás —esta apenada, pero no esperaba tenerla aquí por mucho tiempo, ya habrá un día, una época mejor en la que podremos hablar tranquilas—. Me esperan en la cuidad de México, si no me reporto ahora Paola se va a poner de los nervios.
—¿Sabe lo que pasó aquí?
—No, le mentí, no soportaría saber lo que pasa aquí, no con Fernando inconsciente —me responde Mauricio, quiere ser parte de la conversación—. Ya casi vamos saliendo, en dos días confío en que todo mejorará.
—Eso espero —le sonrió y regreso mi vista a Kate— ¿Te puedo pedir un favor? —asiente— Mi hermano, tiene que estar seguro, no permitas que lo lleven al mismo lugar que Luciano por favor, lo matará.
Esa es mi mayor preocupación por ahora, Rogelio no estará bien en algún tiempo, quién sabe cómo salió de la operación de su brazo.
—Cuenta con eso —se acerca a mi para darme un beso en la mejilla, es muy tierna cuando quiere—. Descansa, por hoy no te preocupes más por ello.
—Está bien, mucha suerte.
Asiente y se despide de Mauricio, sale dejándome algo inquieta, temo por ella, hay algo que me dice que no está del todo bien, puedo sentir que finge para no angustiarnos pero algo algo va mal, muy mal.
—Alguna vez me dijeron que era como el demonio —murmura Mauricio acercándose a mi, hay suficiente espacio en la cama para que se recueste a mi lado.
—Lo mismo dicen de mi —aunque somos dos personas bien distintas, ambas cargamos con una especie de oscuridad, ella lo dijo, es la parte que nos defiende de los duros golpes que la vida nos ha dado y hablando de golpes, hay otra parte de mí que es mucho más importante que la oscuridad—. Mauricio, mis hermanos…. ¿están bien?
—Si, pero no han despertado.
Eso ya lo imaginaba, estarían aquí conmigo si pudieran, además Rogelio me visito en sueños.
—¿Van a morir?
—No por supuesto que no, ellos están bien, mejorarán pero tú… ¿te hizo algo?
Es normal que lo pregunté, teme por lo que pase por mi mente en este instante, quiere brindarme la ayuda que pueda necesitar, pero ahora solo lo quiero a él.
—No, no se lo permití —asiente. Me alegra que este aquí, y que escuchará las grabaciones, no necesitaré explicarle con tantos detalles lo que pasó en ese maldito túnel—. Quería que te dejará, que dejara a mis hermanos, que fuera su mujer, el loco ese quería una familia, es como si la ansiara.
—Quizá si lo haga, la soledad es algo terrible pero eso no le daba derecho a lastimarte.
—Se obsesiono conmigo, él dijo que mató a gente por mi, Nadia murió por mi culpa.
—No es tu culpa, Victoria.
Y quiero creerle pero la herida que llevo es muy grande, me la provoco aún sin tocarme. Tengo mucho remordimiento, jamás me voy a perdonar lo que pasó con Nadia, su muerte la voy a llevar a cuestas toda la vida, tampoco voy a olvidar a mi padre o al maldito Rosendo. Ellos también son parte de mí, parte de esta historia con los bordes manchados de sangre.
—Helena también estaba en peligro, Rosendo pudo… —la voz se me corta, ni siquiera quiero imaginar el daño que esa alimaña le pudo hacer— mi pobre Helena, Rogelio la salvó y tú también… y yo los condene por ello —un chillido sale de mi garganta, cada vez lloro con más sentimiento— lo siento Mauricio… Lo siento tanto.
Se acerca más a mi, me envuelve con mucho cuidado en sus brazos, me besa la frente y los ojos.
—Llora, amor, llora y sácalo todo —me suplica con la voz dulce—. Tú pesadilla ha terminado.
Hago lo que me pide, lloro y lloro, también grito de rabia, me deshago completamente en sus brazos, hasta que el cansancio y la oscuridad vuelven a mi, está vez ya no sueño, está vez parece que si puedo descansar.
Al abrir los ojos me invadió una especie de terror que no había sentido antes, recuerdo el accidente, los disparos, a Rogelio gritando mi nombre pero nada más.
Intento moverme pero me duele mucho el abdomen y respirar también, me llevo una mano a la nariz, intento quitarme la cánula nasal pero otra mano toca la mía y me lo impide, es mamá, se ve que no ha dormido, quién sabe cuánto tiempo llevo inconsciente.
—Mamá… ¿en dónde está…? Rogelio, mamá, mi hermano.
La voz me sale seca y débil, tengo que recuperarme, todos estábamos en peligro, no puedo dejar a Victoria sola.
—Calma mi vida, está bien —toma una de mis manos y la besa.
Hace mucho que no la veía mirarme con preocupación y con un su amor desbordándose por sus ojos, agradezco eso pero ahora no hay tiempo para reconciliaciones o pláticas, mis hermanos me necesitan.
—¿Victoria?
—Aquí estoy —mi hermana se acerca a mi, también tiene una bata de hospital y se ve terrible, jamás la había visto tan pálida y ojerosa, además esta golpeada, un moretón cubre su mejilla izquierda y al bajar la mirada veo las vendas rodeando su cuello, tienen un puntito rojo.
—¿Qué te paso?
—Lo que tenía que pasar palomita —lo dice con mucho dolor, algo pasó, quizá algo muy malo—. Mamá, ¿nos dejarías a solas un momento?
Mamá no la mira, sigue sin hacerlo, solo asiente, me da un beso en la frente y sale. No debería hacerle eso a Victoria, sé qué le duele ver cómo a mí me llenan de mimos todo el tiempo.
Al cerrarse la puerta Victoria viene a sentarse en dónde estaba mamá antes, también está cojea, tiene los ojos llenos de lágrimas, cualquier cosa que haya pasado la está matando.
—¿Lo mataste?
Victoria se sobresalta al escucharme, pero tengo que preguntar, solo una persona pudo lastimarla, después del accidente debió volverse loca de dolor, yo no la culparía porque de estar en su lugar lo habría buscado y habría terminado con ese infeliz.
—No, no pude hacerlo pero ya está lejos de nosotros, nadie te tocará mientras yo esté aquí para defenderte —entiendo que no pudiera hacerlo, no me alegra pero por lo menos se evito otra desgracia, no puedo juzgarla. Se acerca a mi y deja caer si cabeza contra mi regazo, intento acariciar su cabello con mis manos pero me aleja—. Perdóname Helena, te quite lo que amabas.
—¿De que hablas?
—De Juan José.
Sus palabras me traen un nuevo torrente de recuerdos, el último día que estuve consiente fue horrible, el peor de mi vida y este también, yo no quería causarle este dolor a mi hermana.
—No Victoria, por favor no.
—Pero…
—Era tuyo, te ganaste su amor, él te quería a ti, lo mío fue un estúpido capricho —ya no importa lo que en su día sentí, mi hermana es primero, siempre lo fue y un hombre, por muy bueno que sea no me va a separar de ella—. Te debo a ti, mi papá te… te golpeó por mi culpa, te apartó de una vida feliz por…
—No, no te hagas eso, por favor —suplica levantando la cara para verme a los ojos.
—Perdóname por favor, perdóname o si no yo no podré seguir mirándote a la cara.
—Te perdono, ¿tú me perdonas a mi?
En realidad ninguna de las dos tiene que perdonar pero es como una obligación decir esas palabras, es necesario si queremos poder vernos a los ojos y será difícil, de ahora en adelante las cosas no serán iguales pero podemos intentar olvidar y seguir adelante; además hay cosas mucho más importantes que discutir.
—Lo hago, pero por favor explícame lo que pasó, ¿cuántos días llevo inconsciente? ¿cómo está Rogelio? ¿qué te hizo ese desgraciado?
—Llevas cuatro días aquí, ambos estaban muy graves, Rogelio aún lo está pero sobrevivirá, y yo no podía quedarme aquí, no podía, tenía que enfrentarlo y después de mandar a Vicente lejos, fui a verlo sola pero la policía me encontró, quería que lo hicieran, pero llegaron antes de que me atreviera a matarlo —la voz le tiembla de rabia, se arrepiente de no ser capaz de matarlo, pero no debería, estaremos bien, él ya no nos puede hacer daño—. Él aprovecho mi distracción y me clavo una navaja, la misma que le retorcí en su rodilla, esa navaja debía estar en su cuello pero las manos me temblaban tanto…
—Las cosas pasan por algo, él tenía que pagar aquí, no en el infierno.
Aquí tengo la posibilidad de hacerle la vida completamente miserable, encontraré alguna manera de atormentarlo, no sólo recordara el nombre de mi hermana si no también el mío, se retorcerá de dolor por mi causa.
—Deberías estar descansando, no preocupándote por mi —murmura, ella está más cansada.
—Me he preocupado la mitad de mi vida por ti —por lo menos desde que tengo la habilidad para reconocer su dolor, ahora sufre mucho, todos lo hacemos y no podemos dejarnos morir, vamos a descansar para poder levantarnos de nuevo y está vez terminar con todo lo que nos lastima. Quiero dormir pero necesito estar un poco en paz para ello—. Victoria, quiero verlos, ¿están aquí?
Ella asiente, seguramente ya sabe todo, y no me lo reprocha.
—Por supuesto, no se han movido de esa puerta en días.
Eso casi me hace sonreír, no me dejaron aquí sola, nunca lo harán, ni aunque estén enojados conmigo.
—Llámalos, quiero verlos.
—¿Estás segura?
—Si, muy segura.
Se levanta de mi lado y abre la puerta, sale solo un segundo, deja la puerta abierta así que puedo escuchar cuando se despide, que bueno que me deje sola, tengo que enfrentarme a mis errores de esa manera. El primero en entrar es Maximiliano, está completamente bien, si algo cansado pero por lo menos no está como Victoria.
—Helena, mi vida —se acerca rápidamente a mi, iba a darme un abrazo pero se lo piensa mejor y solo se acerca a besarme la cara—. Creí que te perdía, casi muero contigo.
—Pa’ que me dejas sola si ya me conoces —murmuro, veo su rostro y limpio una lágrima, ya no quiero más de ellas sobre mi rostro o el de las personas que amo— Voy, tan grandote y tan llorón.
—No es momento, Helena —me reclama más serio.
Yo sé que no le gusta que me ponga a recitar esa parte, pero es mi película favorita, y es la manera más ingeniosa que encuentro para disculparme.
—Si es —volteo nuevamente a la puerta y ahí está mi otro amor muy quieto, ya no está molesto—. Valentín, ven por favor —se acerca lenta y tímidamente a mi—. Te enojas si te beso —ambos sonreímos y cuando él se acerca yo nuevo la cara—. No, los besos sin pa’ las viejas y yo soy muy macha.
—¿Llamamos al doctor? —pregunta Valentín preocupado por mi comportamiento, es fácil pensar que estoy delirando.
—No, está bien, solo está jugando —asegura Maximiliano, él conoce está rutina.
Es de las cosas que más guardo celosamente, mi papá y yo éramos muy unidos, me dio una infancia feliz, quería darme una vida feliz, se equivocó, nos hizo sufrir pero no fue con mala intención, por eso lo perdono y espero que Victoria y Juan José también lo hagan.
—Cuando era niña mi papá siempre veía los Tres huastecos conmigo, decía que yo era su Tucita, siempre que estaba con él le decía eso, y él siempre terminaba dándome un beso —le explico a Valentín, sonríe y se acerca de nuevo a mi rostro, pero aún no se atreve a besarme—. Quítamelo si eres muy macho —le reto y lo hace—, ¿me perdonas?
—Yo te lo puedo perdonar todo, siempre.
Aunque quizá no debería, sin embargo hoy agradezco eso, tomo su mano y también la de Maximiliano y trato de acomodarme, aún siento dolor, ni siquiera quiero ver qué me pasó, ya habrá tiempo para ello, ya mañana me enfrentaré a lo que sea que la vida me tenga preparado.
—Aún me siento muy cansada pero no quiero estar sola, ¿se quedarían conmigo? —ambos asienten y aprietan un poco mis manos— Papá, tengo comezón.
Los dos sonríen, Maximiliano no está muy feliz pero debería recordar cómo nos hacía reír esa escena, siempre nos gusto.
—Ya duérmete —me ordena Maximiliano.
Cierro los ojos y antes de que el cansancio me llame, Valentín me susurra al oído:
—Nunca más estarás sola, ninguno de nosotros.
Apenas Victoria se pudo poner en pie corrió a ver a Helena quien como de costumbre logro ponerla de mejor humor, aunque al llegar con Rogelio el dolor apareció en su mirada, siempre será así cuándo se trate de su hermano.
Toca el vidrio que los separa, lo ve con furia, si pudiera romperlo lo haría.
—Duerme muy tranquilo —murmura.
—Lo hace, sabe que estás aquí —ya está fuera de peligro, es cuestión de horas para que despierte—. Sabe que al fin termino.
—¿Y porque no despierta? —insiste.
En momentos como este me gustaría ser una persona más inteligente, saber todo acerca de todo para poder responder a cualquiera de sus dudas, pero no lo soy, solo me queda teorizar e intentar tranquilizarla.
—Lleva años luchando, intentando, está muy cansado. Necesitara fuerzas al despertar, será mejor que descanse.
—Si muere… —la voz se le corta, no le es posible imaginar eso.
—No lo hará —dice Isela saliendo de la habitación de Rogelio—, tiene que vivir por ti, por Helena, por su hijo.
—¿Qué? ¿Estás embarazada? —pregunto.
Isela solo asiente, Victoria se despeja del cristal para ir a abrazarla, por supuesto que va a estar feliz, un hijo de Rogelio es sagrado, es la alegría y la esperanza que necesita para esperar que su hermano despierte.
—¿Por qué no me lo habías dicho? —pregunta Victoria separándose de ella.
—Lo supe ayer, Rogelio tuvo una especie de paro, casi al mismo tiempo que llegaste desangrándote, tuve un dolor muy fuerte en el vientre… pude perderlo… —inhala para no llorar, ha tenido nos días muy difíciles, se vienen aún más, pero resistirá, los niños Caballero siempre se aferran a la vida— casi los pierdo a los tres.
—Isela, debes ir a casa, necesitas estar tranquila —le pido, es mejor no tentar a la suerte.
—Me da miedo estar en casa y quiero estar aquí cuando despierte —en eso tiene razón, no estamos seguros afuera—. Victoria, ¿cuánto tiempo le van a dar? ¿Serán muchos años?
Mi esposa se encoje y niega, no quiere pensar en eso y yo tampoco pero es mi obligación, además le prometí a Rogelio que cuidaría todo lo que él amaba.
—Fue en defensa propia, haré lo que sea para que vuelva a ti lo más pronto posible —le aseguró, ahora hay más gente con nosotros y si yo tengo que compartir la condena con Rogelio lo haré sin pensarlo dos veces—. Te juro Isela que él va a volver a ti; mientras tanto me haré cargo de ti, te cuidaré y a tu bebé, te daremos todo lo que necesites.
—Nunca dude eso, sé que tengo una familia aquí —su mirada se ensombrece un poco—. Solo espero que mis padres lo tomen a bien.
—Hablaremos con ellos, está vez ya puedo decirles la verdad.
Victoria encontrará una manera de hacerlos ver qué Rogelio es bueno, que solo cometió un error, que aunque esté algún tiempo en la cárcel podrá ser el hombre que Isela necesita a su lado.
—Gracias.
Isela vuelve a abrazar a Victoria, parece que se podrían quedar así un buen rato, pero alguien las interrumpe.
—Señora Victoria —la llama Epitacio.
—Los dejo a solas —murmura Isela y vuelve a la habitación de Rogelio.
—Me dijeron que quería hablar conmigo —insiste.
Victoria traga saliva y levanta la mirada de nuevo, vuelve a ser la mujer fuerte y digna, ya no tiene ninguna razón para bajar la mirada.
—Si, usted me trajo aquí y me defendió de mi madre, quería darle las gracias por ello, también por contarnos acerca de mi padre —Epitacio y yo nos sorprendemos, no esperábamos esto—. Si no lo hubiese sabido él bien pudo haberme manipulado.
Y lo intento, Luciano quería hacerla dudar de todo y todos en su vida, intento derribar el pilar que Vicente Caballero representa en la vida de Victoria, si ella hubiera ido completamente ciega quizá la historia que contaríamos sería diferente, quizá si hubiera logrado matarla.
—No Victoria, eres más fuerte que él —asegura Epitacio.
—En ese momento no me sentía así, pero no es de mi de quién quiero hablar… yo le prometí que encontraría a su nieta… pero… ella…
Victoria no tiene la fuerza suficiente para decírselo, además ningún bien podría hacerle el echarse la culpa de la muerte de Nadia.
—Su nieta era Nadia Álvarez, ella murió hace tiempo —le respondo.
Epitacio se lleva una mano al corazón, le duele pero reprime sus lágrimas, no llorara delante de nosotros. Victoria se saca del cuello el collar con la Dalia negra y se lo ofrece a Epitacio, lo toma sorprendido y lucha nuevamente para hacer retroceder a las lágrimas.
—Era de mi Dalia, yo se lo di al nacer —entonces fue el único regalo que ella le dio a su hija— ¿En dónde enterraste a mi nieta?
—Esta al lado de su madre, mi padrino arreglo eso —responde Victoria—. Epitacio usted no está solo, Nadia dejo a un niño, Pancho es su bisnieto, vendrá aquí muy pronto.
Vendrá con nuestro hijo en una semana, mamá y papá los están cuidando y no dejarán que nada les pase.
—Cuidaste a mi nieta y has cuidado a su hijo, te debo más de lo que puedo pagar, Victoria.
—No, era mi obligación, siempre la fue.
Proteger a las personas que ama la ha hecho como es, por eso lo dice, sabe que sería muy diferente si no tuviera esa obligación.
—No lo era, mi hija te hizo mucho daño aún antes de nacer, a mucha gente, la gente no te quiere porque creen que son iguales pero no es cierto —y ese es mejor regalo Epitacio le puede dar, confianza en su misma—. Tú eres mejor de lo que mi hija nunca pudo ser, algún día lo verán Victoria y se arrepentirán de darte la espalda.
—Eso ya no importa, lo único que quiero ahora es que podamos vivir en paz y para eso lo necesito —no le pesa decirlo—. Quiero pedirle un favor, pero si no quiere ayudarme lo entenderé.
—Pídeme lo que quieras.
—Debe denunciar a Luciano por la muerte de Nadia, mi padrino Gabino le explicará bien, él sabe todo —siempre lo supo, ojalá nos hubieran hablado antes, quizá nos hubiéramos evitado mucho dolor—. Le juro que esto es necesario, mientras más cosas tengamos en su contra más años estará encerrado y no nos hará daño, se lo pido por su nieto, si quiere que siga viviendo es necesario.
Victoria tiene algunos planes para Pancho, a algunas personas les parecerá malintencionada pero no es así, quiere que ese niño tenga todo lo que Luciano le arrebató a su madre, solo quiere que el niño tenga una mejor vida, nosotros lo protegeremos, haremos lo posible para convertirlo en un hombre de bien.
—Haré lo que sea necesario, por mi hija, por Vicente y por ti.
—Muchas gracias.
—Estamos a mano, señora —mi esposa le ofrece la mano y él se la da, sin miedo.
Victoria asiente y Epitacio se va, seguramente a buscar a nuestro padrino, ese hombre aún tiene muchas dudas y lamentablemente nosotros no podemos resolverlas.
—Ya empiezas a estar en paz con el mundo, todos te están devolviendo algo.
Vuelve la vista al cristal con melancolía.
—Lo único que quiero es a Rogelio —y eso no depende de nadie más que él—. Despierta Rogelio, tienes mucho porque vivir, me lo prometiste y nunca has faltado a tus promesas.
Gracias por seguir leyendo.
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