63.- El adiós del soldado
Pensé que el día que Alazán me dejara yo prepararía algo acordé a toda la felicidad que me dio, pero hasta eso perdí. Mauricio dio la orden de cremarlo, dijo que era lo mejor para mí y en cierta parte lo es, yo nunca he hecho el proceso de defunción de mis caballos, por lo general los compran y no los vuelvo a ver, no sé si sería capaz de soportarlo, me hubiera abrazado a él, nadie podría convencerme de dejarlo.
Inhaló profundamente al entrar a las caballerizas, Joaquín y Juan José están platicando, apenas me ven algo en su expresión cambia, también sienten una profunda pena, mi capataz viene hacia mi y al moverse veo la pequeña caja color cereza sobre la mesa, reprimo un sollozo lo mejor que puedo y tragando duro me acerco a ella.
—Déjenme a solas.
—Victoria no… —empieza a protestar Juan José.
—Que me dejes a solas, prepara a Lucero y también a Colorada, vendrás conmigo a dejar las cenizas —nunca fui de la idea de conservar a nadie de esa manera, además quiero decirle la verdad, de otra manera no me hará el favor que necesito de él. Ambos asienten y se van. Está vez ya puedo llorar sin ningún tapujo o represión. Levanto la pequeña caja con las cenizas y la abrazo a mi pecho—. Perdóname, por favor perdóname —le suplico a alguien que lo me puede escuchar—. Fuiste mi mejor amigo, me salvaste el día que más te necesite, eras todo lo que necesitaba para olvidarme del mundo un ratito y ahora ya no te tengo, no te tengo y eso está matándome, quizá muera y eso podría no ser malo porque entonces estaré contigo para toda la eternidad, pero si no es así mi amigo espérame, por favor hazlo porque no quiero ir a ningún lado sin ti.
Me dejó caer de rodillas en el suelo, golpeo un puño contra el suelo, una y otra vez esperando que el dolor llegué a mi pero no lo hace, llevo tanto tiempo reprimiendo las lágrimas y mi coraje que ya no soy capaz de externarlo, ya no soy capaz de nada.
No se cuánto tiempo estuve tirada pero al final me levantan, Juan José me abraza, ni siquiera parece molestarle la caja. Me lleva de la mano hasta donde Lucero nos está esperando. Está triste también, ella sabe que ha perdido una parte de su alma, su mellizo está muerto y su dueño está el hospital, antes de montar la abrazo y por fin las lágrimas aparecen, puedo sentir su consuelo, quiero quedarme con ella pero no me lo permiten, ni siquiera soy capaz de subirme al caballo sola, Juan José me impulsa y sube detrás de mi, volteo a mi espalda y veo a tres personas más, han decidido ignorar mis órdenes y me acompañaran, nunca me dejarán sola.
—¿A dónde vamos? —me pregunta con la voz cortada por las lágrimas.
—A las ruinas.
El lugar en dónde descansan muchísimos de mis sueños.
El camino hasta las ruinas fue un tormento, sentí todo el dolor de Victoria, ella lloro hasta quedarse seca, ni siquiera le importo que los demás escucharan.
Me siento muy culpable, yo sé que perfectamente que no podía hacer nada para salvar a Alazán, si yo no le disparaba entonces habría sufrido mucho más pero aún así yo le di el tiro de gracia, fue mi mano la que acabo con su vida.
—Señores, les pido un poco de privacidad —murmura Victoria cuando llegamos a nuestro destino.
—Mi niña no es seguro para ti —le advierte Sergio.
Todo estamos muy nerviosos, no tenemos idea de lo que pasó pero no podemos arriesgarnos a qué algo le pase a ella, no tenemos a nadie más, Mauricio seguramente se volvería loco de dolor y yo también, no puedo perderlos a todos en un mismo día, además Valentín también está destrozado, primero tenía el corazón roto por lo que escuchó y después fue todavía peor cuando supo que Helena podía morir. Todo se está derrumbando poco a poco.
—Lo sé, solo serán unos minutos, por favor —les suplica Victoria.
Ellos asienten y se alejan unos pasos, nosotros entramos a las ruinas, ella sigue aferrándose con fuerza a las cenizas de Alazán, mira al cielo y susurra algo que no alcanzo a escuchar, creo que le está cantando, me acerco despacio y la tomo por los hombros, ella se aleja bruscamente de mi, como si toque le ardiera en la piel.
—Lo siento Victoria, sabes que no lo hice con mala intención.
Yo no quería matarlo, ni siquiera tengo el corazón para dormir a otros animales, siempre dejamos eso en manos de otras personas pero está vez vi la agonía en el rostro de Alazán, lo que hice fue un acto de piedad.
—No tenías elección hiciste lo que mi egoísmo no me permitía pero no es para eso que hemos venido aquí —se da la vuelta para verme a la cara, me tranquiliza solo un poco saber que no me culpa—. A este punto deberías estar preguntando una y otra vez que pasó, así que anda, hazlo, pregúntame —no lo he hecho porque me aterra conocer la respuesta.
—¿Si te pregunto dirás la verdad? —se encoge de hombros, no está segura— Victoria sabes que puedes confiarme cualquier cosa, no puedes seguir manteniendo secretos ponen en peligro —que casi cobran la vida de sus hermanos—, dime ¿la familia de Alina tuvo algo que ver en esto?
Yo no quiero creer eso, realmente espero todo lo mejor de ella y no sólo por la noche que me regaló si no porque… creo que realmente puedo estar sintiendo algo por ella pero la manera en que se fue, lo que pasó después me está llenando de dudas, hace cuestionar mi lealtad y todo lo que soy, no podría escoger y si me obligarán la respuesta es la familia Caballero, a ellos les debo todo.
—No, claro que no, Alina no tiene nada que ver con ello —suspiro aliviado, me quito un gran peso de encima—. Por cierto, ella llego bien a la capital, puedo comunicarte con ella al regresar a casa.
—No, primero quiero que me digas que pasó —antes de ir con ella o decidir cualquier cosa debo asegurarme de que mis amigos, mis hermanos del alma estén seguros, no puedo ir a buscar mi felicidad sabiéndolos en peligro y miserables. Está vez ya me siento con la capacidad de hacer las preguntas que me han atormentado por mucho tiempo— ¿Quién intento matarlos? Dime por favor, quiero ayudarte, necesito hacerlo para poder sentirme libre, para dejarte a salvó y poder ir a buscar mi vida.
Esa es la única manera en la que ambos podemos cerrar este ciclo, ella sabe que me tiene que dejar ayudarla.
—Y es por eso que no te lo decía, quería que pudieras tener la vida que te mereces, nunca fue mi intención arrastrarte a mi venganza —la voz se le corta por el nudo en la garganta, no ha parado de llorar en casi una hora—. Quería que siguieras limpio, quería que algo en mi vida me recordara mi inocencia… y no sirve de nada, porque ahora estás aquí y me dices que quieres entrar en esto, que estás dispuesto a consumirte en mi infierno… y si yo te amara la mitad de lo que tú me amas jamás te lo permitiría pero ahora…
Rogelio no está, él es la fuerza de Victoria, es su pilar y ahora que no lo tiene va dando tumbos por la vida, está perdida, tiene miedo y no dejará que Mauricio se meta por ese mismo terror, si lo pierde entonces no habrá nada que podamos hacer para salvar su alma.
—Estas sola, todos los que amabas están muriendo y ya no tienes a quien recurrir.
Asiente. La mayoría de la gente creería que está siendo egoísta conmigo pero nunca lo sentiría así, yo la ame muchísimo, la sigo queriendo y sigo pidiéndole al cielo una oportunidad para ayudarla, porque siento de todo corazón que no se merece el mal que le ha tocado.
—Si, ya solo te tengo a ti y el día de mañana todo el mundo sabrá lo que pasó, si te enteras por ellos harás una tontería.
Si sigue así entonces si lo haré porque está vez no pienso quedarme sentado esperando a que las respuestas me caigan del cielo.
—Deja de darle vueltas —digo lo más firme que puedo— ¿Qué paso hoy? ¿Qué ha pasado los últimos seis años? ¿Qué pasó la noche de tu boda?
Porque siempre supe que el problema estaba ahí, y quizá no sea Mauricio el culpable pero necesito saber quién lo es. Victoria carraspea para poder hablar, no quiere hacerlo, niega varías veces, es un debate interno el que tiene, y al final se cansa de luchar contra ella misma y lo dice todo.
—No nos asaltaron, fue Luciano, él nos detuvo porque Rogelio y Mauricio asesinaron a Rosendo… —siento como el suelo se me mueve, pero ni siquiera es lo peor— Los iba a matar Juan José, yo no podía permitirlo así que le ofrecí un trato, le iba a dar la hacienda pero él no quiso así que tomo algo más.
—¿Qué fue?
—Lo tomo a la fuerza, Luciano abuso de mi, en la cara de mi hermano y de mi marido, fue él quien planeo todo para destruirme.
Reprimo un grito y me acerco a ella pero al final no puedo tocarla, no entiendo cómo es que ha sobrevivido hasta el día de hoy callando eso, nunca debió guardarme ese secreto, no a mi. Ahora por lo menos entiendo su comportamiento, el porque algunas veces evitaba mirarnos o quedarse a solas con nosotros, porque siempre la estaban rodeando, porque huía de nuestros abrazos y gestos de cariño.
—¿Cómo le permite seguir viviendo Mauricio? ¿Cómo es posible que Rogelio ande tan tranquilo por la vida después de que te hicieran eso? —era su obligación defender a su hermana, morir antes de que le pusiera una mano encima, ambos la fallaron— Yo lo voy a matar en este mismo instante, ese hijo de puta se va a tragar sus propios huevos por lo que te hizo.
Me doy la vuelta para salir pero es más rápida que yo y se pone en la entrada, me empuja adentro, antes de que los demás lo noten, pero no debería, todos nosotros iremos con gusto a terminar con él porque Victoria no es solo nuestra patrona, algunos la ven como su hija, como su hermana, como una amiga y Dios sabe que nunca hubiéramos permitido nada de esto.
—Cálmate, cálmate por favor, por mi Juan José, por Alina… —no debe usarla a ella para frenarme, estoy seguro de que estaría de acuerdo conmigo en esto, no podría ser de otra manera— ¿Ahora entiendes por qué no te lo dije? No quiero que nadie más se manche las manos de sangre por mi, la semana pasada creí que había acabado con él, sabía que no le quedaba más opción que negociar conmigo, pensé que después de todo podría vencerlo pero me equivoqué, Luciano anda por aquí, me quiere y quiere a mi hijo.
—¿Por qué querría a Vicente? —no me ve a los ojos pero el temblor por todo su cuerpo me da la respuesta— Es su hijo.
Eso lo hace aún peor, es un niño y está en medio de toda esta porquería, no merece el padre que le tocó y sé que le haríamos un bien al borrarlo de la tierra.
—Si, por eso era mi actitud fría hacia mi bebé pero ya no me importa, yo lo amo, y es por él que esto debe terminar —por fin comprendo su actitud pero tiene que entender que las cosas no se pueden quedar así. Luciano tiene que pagar por la sangre de Rogelio y Helena, por las lágrimas de toda nuestra familia, por los años de miedo—. Y la única manera de acercarme lo suficiente a él para matarlo es dejando que me lleve.
—Te va a matar o te hará algo peor.
Ese hombre está enfermo, porque solo una persona loca, desquiciada y cruel cometería un acto tan vil como el de profanar el cuerpo de una persona inocente.
—Si, lo sé, pero eso es lo que quiere, nunca entendido porque pero me quiere a su lado, en su casa, en su cama, como su mujer y no voy a permitir que me vuelva a tocar y te necesito para eso —y dudo mucho que Luciano nos lleve a los dos, seguramente sabe lo que hubo entré nosotros, sabe que lo primero que haré al verlo es partirle la cara. Victoria se lleva una mano al bolsillo de su pantalón y después me extiende un papel con un número telefónico—. Marca a este número inmediatamente Mauricio se vaya mañana, dile a quien te responda lo que está pasando, él entenderá y te ayudará a llegar a mi, por favor.
Es que una llamada no es suficiente para detener a ese loco y tampoco evitará que le haga daño, lo mejor es esperar a que se cansé, a qué saque la cabeza del asqueroso hoyo en el que se metió.
—Esto es muy arriesgado, Victoria.
—Y es la única opción que me queda, tengo un plan Juan José, está vez pretendo que funcione —lo cuál significa que el anterior fallo, de lo único que va a convencerme es de amarrarla a una silla para que se quede quieta y segura—. En este momento todos los que amo y yo somos blancos vivientes, no sabemos si él está afuera en este momento, quizá me está apuntando o a ti… no puedo seguir arriesgando a nadie, tiene que terminar entré él y yo, nada más.
—Si algo te pasa jamás podría perdonármelo.
No habría manera de explicarle a sus hermanos, a su marido y a su madre lo que pasó, todos me odiarían por no detenerla.
—No pasará, no si me ayudas, por favor —me asegura y me hace una seña para que la siga al piso de arriba, las escaleras son viejas así que vamos a paso lento y una vez en el segundo piso la sigo hasta el borde de la que debió ser la habitación principal, ahora hay un gran agüero. Aquí veníamos a ver las estrellas cuando éramos novios—. Mauricio va a cuidar a mi hijo, Valentín, Maximiliano e Isela a mis hermanos y tú me cuidarás a mi y solo puedes hacerlo de esta manera.
Miro al frente porque ya no soy capaz de soportar el dolor de su rostro, es demasiado para mí.
—¿Y si me niego? —no pretendo hacerlo, solo quiero saber si hay una posibilidad de que se quede quieta.
—Juan José, si tengo que ir sola lo haré —y está vez levanta su mano para obligarme a verla a la cara— ¿Cuánto más crees que puedo escapar? Mira nada más como vivo ahora, si es que a esto se le puede llamar vida, no creas que tomo una decisión precipitada por los nervios, esto iba a pasar de cualquier manera, lo decidí desde esa noche.
—Lo haré, solo promete que saldrás con vida.
—Ya no puedo prometer eso —vuelve a mirar al frente y abre la caja de las cenizas, suelta un sollozo y toma un puño en su mano para después dejarlo ir al aire y empezar a cantar—. Adiós, adiós, lucero de mis noches, dijo un soldado, al pie de una ventana; me voy, me voy, pero no llores ángel mío, que volveré mañana…
La voz se le corta por el dolor y aquí a su lado debería estar cantando Rogelio, Helena o Mauricio, pero me tocó a mí, nos trajo a este lugar porque es nuestro, porque sabe que aquí no le puedo negar nada.
—Ya se asoma, la estrella de la Aurora; ya se divisa, en el Oriente el alba; y en el cuartel, tambores y cornetas, están tocando Diana…
Esa canción fue la primera que me canto, fue en una noche muy parecida a esta, aquí estamos los dos, aquí nos sentimos seguros en los brazos del otro.
Apenas tuve fuerzas para regresar a casa y al hacerlo todas las luces ya estaban apagadas, es muy tarde. Entro dispuesta a ir directamente a mi habitación pero un destello de luz me hace caminar hasta la sala con mi arma en mano, pero no es Luciano, todavía no encuentra la manera de entrar a esta casa. Guardo mi arma y voy a sentarme junto a ella, le muevo levemente el brazo para que despierte.
—Nana, ¿qué haces aquí? —pregunto cuando abre los ojos.
—Esperándote mi niña —se sienta recta y me toma la mano.
Aún me sorprende que este aquí conmigo y que no insistiera en ir con mis hermanos, ellos seguramente la necesitan más, mamá también y no es justo que la tenga encerrada cuidando de todos los niños.
—Siempre me has esperado, siempre me has cuidado y amado más que mi… —me pone una mano en la boca antes de que pueda terminar.
Ya sé que le molesta mucho que hable así de mi madre, pero lo cierto es que casi nunca he podido entenderla.
—No Victoria, tu madre te ama pero ahora te rechaza porque piensa que así le dolerá menos lo que pase —asiento fingiendo que lo estoy pensando—. No la juzgues, recuerda cuando intentaste hacer lo mismo y así como tú aprendiste ella lo hará, solo dale tiempo, permite que las aguas se calmen.
Y es por esta razón que quiero que me sobreviva a mi y todos los míos, es la única que me hace ver las cosas como realmente son y como a mi me gustaría que fueran; si soy completamente sincera yo lo sé, mamá actúa como lo hace porque somos iguales, creemos en las mismas cosas aunque las dos tenemos diferentes maneras de encontrar soluciones.
—No sé si lo harán, nana —respondo finalmente— ¿vas a cuidar a mi hijo mientras esté contigo?
Tampoco tengo que preguntarlo pero quiero estar segura de que estará bien, sin ese peso de encima me sentiré capaz de hacer cualquier cosa.
—Claro que sí mi niña, eso no me lo tienes que pedir pero si te quiero pedir una cosa —esta vez me toma las dos manos—. Regresa por él.
Es lo más quiero, volver y que todos estén aquí conmigo, que seamos la familia bonita que he soñado toda la vida.
—Lo haré, lo haré —me acerco para abrazarla y después darle un eso en las manos, esas que me han criado, que me han enseñado, que me han protegido de mi misma—. Ve a descansar que mañana será un día muy pesado.
La ayudó a levantarse y la encamino hasta su cuarto y antes de cerrarme la puerta me indica a dónde tengo que ir.
—Están en tu cuarto.
Asiento y subo las escaleras, primero verifico que las niñas y Marisela están es sus habitaciones y cuando veo que todos están privados de sueño voy al cuarto de Helena, no puedo ir a mi cama con Mauricio llena de sangre.
Me baño lo más rápido que puedo y me pongo una de las pijamas de mi hermana, por un momento me quedo mirando el dije que me dio Isela, intento encontrar una razón para que le entregará esto a mi hijo pero por más que me quemo las neuronas no lo entiendo, yo no tengo nada que ver con Dalia y mi hijo tampoco. Al final vuelvo a ponérmelo, lo llevaré hasta que pueda aventárselo a la cara. Cuando me visto voy silenciosamente hasta mi habitación.
Al entrar de nuevo lucho por reprimir las lágrimas, la imagen de mi hijo abrazando a Mauricio es demasiado para mí, ambos escuchan mi chillido y abren ligeramente los ojos.
—Mami —susurra mi hijo acercándose más a Mauricio, está haciéndome espacio en la cama.
Voy a recostarme junto a él, viene a abrazarme y hago lo posible para dejar de llorar, me aferró a su cuerpecito, le doy un beso en la frente y solo susurro cuando él vuelve a dormirse.
—Mi Vicente, mi ángel, alma de mi alma, vidita mía, ¿qué voy a hacer sin ti?
—Victoria no hagas eso, por favor —me suplica Mauricio— ¿Acaso no estás cansada?
Aprovecha para acercarse a nosotros, cuando Vicente era un bebé solía sacarlo de su cuna y ponerlo entre los dos y siempre tenía miedo de aplastarlo, pero ahora no, mi hijo creció, sano, fuerte y hermoso.
—Si, pero ni siquiera creo que pueda dormir.
Tengo mucho que pensar y una gran aprehensión en el pecho, además tengo miedo de soñar, después de todo lo que pasó no puedo esperar sueños lindos.
—¿Te cuento un cuento? —bromea pero en realidad si hay algo que quiero que me diga, no quisiera morir con la duda.
—¿A dónde me ibas a llevar de luna de miel?
Eso lo espabila y se levanta un poco para verme a la cara; está sorprendido pero es una duda que ya estoy lista para resolver, al principio no lo hice porque no quería llenarme de dolor por aquello que no llegue a tener. Mauricio me alcanza la mano y la pone sobre su mejilla.
—Esa era una gran sorpresa, quería que fuera un viaje mágico —con su buen ojo para los detalles no lo dudo—. Primero iba a llevarte a Turkmenistán para que vieras los caballos akhal teke —sonrió porque eso sí me habría hecho muy feliz, le conté una vez que cuando era niña mi papá me llevo a la capital a ver una exhibición y ahí estaba el caballo más bonito que existe, relucía con su pelaje color perla—. Después íbamos a ir a Turquía, quería pasear contigo por el Bósforo y quería enseñarte las playas de Izmir, de ahí volaríamos a Londres, quería mostrarte la abadía de Westminster, llevarte al palacio de Buckingham, más tarde pasear contigo por Venecia, ir a París para subir a la torre Eiffel, ir a España, a la Puerta del Sol en Madrid, ir a la ciudad del Vaticano, enseñarte la capilla Sixtina y también la Piazza del popolo, Castel Sant’angelo, todos los lugares que vimos en esa película —fue la primera vez que fuimos al cine juntos, vimos ángeles y demonios—. Te hubiera sugerido ir a la muralla China o quizá a Australia, una parada obligada en Hawái y después a Washington, Nueva York, Boston, los Cabos, la Paz, Michoacán, Mazatlán, la ruta del tequila en Jalisco, el triángulo de sol en Guerrero, le iba a pedir a Alberto que nos abriera la colección privada de su padre en Taxco, en su primera joyería, seguir de lugar en lugar, toda Riviera Maya, Cancún, Veracruz, Chiapas, Yucatán y así seguir bajando, quería llevarte a Colombia, Perú, Argentina y terminar en Brasil, primero Río de Janeiro, después Tocantins, Jalapao… —se detiene, quizá intentando recordar que más quería hacer pero ya he tenido suficiente, siempre ha tratado de darme más de lo que esperaba— Ya he visitado la mayoría de esos lugares pero quería redescubrirlos a tu lado, vivirlos de tu mano. Quería entregarte el mundo Victoria, es como mínimo, lo que mereces.
No sé si eso sea cierto pero lo que si sé es que yo estaría feliz de ir solo a la esquina con él, porque Mauricio, mi hijo y mi familia son mi mundo, en ellos encuentro todas maravillas mundiales.
—Si algún día salimos de esto, si sobrevivo lo suficiente, ¿crees que podamos hacerlo? —aunque sea solo a Turkmenistán— Mauricio quiero que me des todo él que me arrebato, te quiero… te amo muchísimo y yo no puedo dejar de hacerlo y lo quise tanto, quería dejar de amarte pero no pude y no puedo, no lo soportaría.
He dado tantas vueltas, he llorado y he reído, he hecho y deshecho a mi antojo sólo para llegar a esa simple conclusión, a la verdad de mi vida.
—Siempre me tendrás ángel mío, mi divina garza, mi reina Victoria, mi María bonita, amor de mis amores.
Y con eso abrazo a mi hijo, ambos nos acercamos lo más que podemos a él, si así termina mi vida entonces valió la pena porque dormí una última vez entre sus brazos.
Gracias por seguir leyendo.
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