62.- Las rejas no matan

De alguna manera he logrado controlar mis emociones, me estoy obligando a no sentir absolutamente nada, porque si lo hago no voy a resistir y lo que tengo que hacer es de vital importancia para mis hermanos. Ellos no pueden acompañarme, ya solo quedo yo para terminar con lo que inicie.

En este preciso momento no sé en dónde está, ni siquiera estoy segura de que él haya estado cerca cuando mis hermanos se accidentaron y tampoco sé en dónde está Carlos o Joel, temo que ya les hayan hecho algo pero hasta que no vea a Luciano a la cara no lo sabré y sinceramente creo que no quiero averiguarlo. Ya tengo mucha culpa a mi espalda, si están muertos no estoy segura de poder soportarlo.

Inhaló profundamente cuando llegamos a la comisaría, bajo de la camioneta seguida por Mauricio y apenas pongo un pie dentro las miradas se vuelven hacía mi, ahora no es porque luzca extremadamente bella —como suele exagerar Mauricio— si no porque luzco exactamente como lo que me pasó hoy, mi caballo por primera vez —y última— me tiró, lo ví morir, tengo su sangre por toda la ropa, mi gesto seguramente es triste y ya no puedo poseer la seguridad que mis hermanos me daban. 

Camino hasta la recepción en dónde me indican que el comandante Mercado me está esperando, hablaré con el jefe en persona, se supone que él es la máxima autoridad, que se esté encargando de esto debería tranquilizarme pero lo conozco y sé de que pie cojea, sé que no me tiene en buena estima pero eso ya está de más, no vine a platicar, vine a hacerlo desquitar su sueldo.

Mauricio y yo subimos las escaleras y a medio camino suena mi teléfono, es una suerte que siga sirviendo, miró la pantalla y me pongo algo tensa, pensé que no hablaría con ella hasta mañana, esperaba para entonces tener todo resuelto. Suspiro y contesto.

—Hola, Paola, ¿cómo están por allá? ¿Qué pasó con Alberto y Fernando?

Espero ir directamente al grano, ni ella ni yo tenemos tiempo para tratar de ser amigables o cordiales, para fingir que tenemos tiempo para platicar de nosotras.

—Siguen igual, no quiero pensar en cosas malas, se van a recuperar —me dice Paola.

Se le escucha triste y decaída, hace unos meses vibraba de vida, de amor y ahora le cayó el peso de la realidad, ya ninguna de las dos podemos regresar a aquella tarde en dónde cantamos y bailamos solamente por la alegría de estar juntas, de ser amigas, de estar vivas.

—Así será, ¿Alina ya llegó?

—Si, hace rato, solo que no había tenido tiempo de comunicarme —eso es bueno porque no habría podido responderle—, llegó con bien y llegó centrada, no sé que le hicieron pero parece tranquila, gracias por eso.

—Eso solo es por ella, aquí solo tratamos de hacerla sentir lo mejor posible y también a las niñas, están en casa ahora, salí para que no me escucharán hablar.  

Mauricio niega, no le gusta que mienta de esa manera tan descarada pero no tengo opción, si le digo que estoy en la comisaría a punto de demandar al hombre que me ha hecho llorar lágrimas de sangre se preocuparía y me perdería la fe.

—Gracias, no pueden saber nada aún… —toma una pausa, nunca la había escuchado titubear— Victoria… tengo que mandar lejos a Marisela, ella no puede estar por más tiempo aquí, ¿crees que pueda quedarse en la finca?

Tapó el auricular del teléfono para que no me escuché quejarme, lo que menos quiero es tener a esa mujer aquí pero si me niego solo voy a levantar sospechas.

—Claro, aquí la mantendré vigilada —porque eso es lo único que ellos quieren, tenerla aislada y vigilada para que no haga una tontería.

—Gracias, subirá a un helicóptero ahora, quizá llegue en un par de horas más o menos.

Pues un par de horas me es más que suficiente para arreglar todo aquí, en vista de que mi madre no me quiere ver en el hospital, voy a ir a casa, allá tengo que ocuparme de mi Alazán.

—Bien, la espero, que la lleven a las palomas —por ahora es lugar más seguro para aterrizar—. Paola, todo estará bien, ¿de acuerdo?

—De acuerdo… —sus pausas no me gustan— y Victoria, mañana puedes comunicar a Camila, tiene una llamada importante.

—Está bien, llama a Mauricio, lo más seguro es que este con ella, yo tengo algunas cosas que hacer por la mañana.

—De acuerdo, nos estamos llamando, cuídate.

Me cuelga y solo puedo suspirar, más y más problemas vienen hacia mi.

—Marisela viene para acá, llegará en helicóptero, así que haré esto rápido —le anuncio a Mauricio.

Él niega y solo me toma de la mano, me dejó arrastrar hasta la puerta del comandante Mercado, pero cuando el levanta la mano para tocar lo detengo. 

—¿Quieres entrar sola?

—Tengo que, tú tienes que arreglar la llegada de Marisela, por favor, déjame hacer esto sola.

Lo cierto es que si Mauricio entra corro el riesgo de que también quiera entregarse, no voy a permitirlo, y yo sé que es injusto que mi hermano corra con toda la responsabilidad por la muerte de Rosendo pero así lo decidió y así es como debe ser, necesito a Mauricio libre, él tiene que hacerme un último favor. 

—Bien, estaré aquí afuera —no se le ve convencido pero fuera de lo que a mí me conviene él tiene una responsabilidad con sus amigos. 

Al final solo me da un beso en la frente y camina hasta el final del pasillo para empezar a hacer sus llamadas, y yo sin tocar entro a la oficina, no hay más que tres personas, por supuesto el comandante Mercado, la persona que va a anotar mi declaración y un oficial más, ciertamente esperaba más gente, aunque no me molesta la discreción, así sea solo por un día. 

—Señora Caballero, ¿cómo se encuentra? —Mercado se levanta y viene a estrechar mi mano, yo solo asiento en dirección de las otras personas no tengo ganas de ser amable y no me va tampoco.

—Viva que es ganancia, de pie a pesar del delicado estado de salud de mis hermanos —de nuevo he decidido ponerme el traje de víctima.

Una vez jure que no me permitiría hacerlo pero las circunstancias nunca son las que esperó, me resulta más fácil conseguir la ayuda de la gente por medio de la lastima que de la fuerza.

—Entiendo señora y sepa que lamento mucho lo que está pasando, pero su presencia aquí es necesaria —ambos tomamos asiento, la secretaria se prepara para empezar a escribir, pretenden que esto sea rápido—. Así que vamos a empezar de una vez, ¿tiene alguna idea de quién pudo ser la persona que atento contra su vida y la de sus familiares?

—Luciano Altamira.

Mercado se ve ligeramente sorprendido, pero no debería, él sabe perfectamente porque lo digo. 

—¿En qué se basa para afirmar eso?

—El me odia, incluso antes de los incidentes de la semana pasada…

Me interrumpe, resulta un poco raro ya que se supone debería escucharme.

—En realidad hay dos antecedentes públicos entre ustedes, el primero fue hace unos meses en la plaza del pueblo y el de la semana pasada —si quiere sacar todos los trapitos sucios al sol entonces que así sea, para mí mejor—. En el primero el señor Altamira ni siquiera se presentó aquí, se dejó pasar porque no hubo nada más allá que amenazas pero la semana pasada… bueno según los testigos, él le apuntó con un arma, y usted se negó a denunciar, ¿por qué?

Cierro los ojos y trago duro, está vez me siento repentinamente pesada, es hora de hablar de todo lo que me ha hecho, de todo lo que yo he hecho y me da miedo, y aunque no debería también siento una profunda vergüenza.

—Hay muchas rencillas familiares entre los Caballero y los Altamira… ustedes nunca pudieron comprobar la muerte de mi padre a mano de ellos pero yo sé que es así… —de nuevo abre la boca pero si lo dejo interrumpirme me voy a arrepentir y no diré nada— déjeme terminar. Sé que no hay pruebas y sé que mis acusaciones son graves pero le diré que hay otros antecedentes que usted no conoce… El detonante de todo esto ocurrió hace seis años, Rogelio… mi hermano… él fue el responsable de la muerte de Rosendo Altamira, a consecuencia de ello, al día siguiente Luciano nos atrapó en la carretera… nos hizo bajar y entonces él… quería vengarse. Lo hizo, él abuso sexualmente de mi —al decir eso toda la habitación se sume en un pesado silencio, parece como si todos hubiésemos dejado de respirar, volteo a ver a la secretaria, baja la mirada. Siempre supe que cuando lo contará a alguien que no me conociera pasaría esto, se quedarían callados, me juzgarían o me tendrían lastima, hasta Mercado parece sumamente afectado y no debería ser así, es un policía con muchísimos años de carrera, seguramente ha escuchado cosas peores—. Es por eso que todos hemos guardado silencio, es por eso que no me atreví a levantar la denuncia la semana pasada, he vivido aterrada por los últimos seis años de mi vida, soy una prisionera en mi propia casa… pero después de lo que pasó hace unos días ya no podíamos soportarlo, Rogelio decidió que iba a entregarse el día de hoy pero no pudo… Y hay una cosa más, yo pretendía comprar la hacienda Altamira… Entre lo que pasó en la asociación, su detención y que yo iba a hacerme de su casa, Luciano debió de estar furioso y por eso nos atacó de esta manera, su intención era evitar que comprará la propiedad.

Eso no es exactamente cierto pero confío en que esto siente un precedente, quiero que Mercado tenga motivos para abrir una investigación, y debería, se supone que al momento de venir a declarar que él me violo se abriría una investigación, tendría que creerme pero a veces la palabra de una no es suficiente.

—¿Está totalmente segura de lo que está diciendo? Señora Victoria… esto es… —Mercado evita verme a los ojos, incluso con un gesto le indica a la secretaria que se detenga, no me gusta nada de lo que hace— Dígame, no será que usted tenía intención de estar con él y en el último momento…

La sangre se me congela en las venas, siento un terrible mareo y unas ganas inmensas de vomitar. Ya esperaba esto pero vivirlo es aún peor, que no me crea es una cosa pero que insinue que por propia voluntad estuve con Luciano es algo que no voy a permitir, así desbarate todo lo demás.

—Si termina de decir eso le juro que se va a arrepentir —mi voz suena fría, por el temblor de sus manos apostaría a que lo he asustado—. Mire esto ya es muy difícil para mí, yo jamás podría estar con Luciano por voluntad, me da asco pero si no quiere creerme, si mi palabra como mujer no vale para usted entonces valdrá la de mi hermano Rogelio, la de mi marido… él los obligó a ver y también estuvieron ahí las personas que trabajaban para él… además mi madre y mi nana guardaron la ropa que use ese día, está llena de… de fluidos corporales suyos —mi mamá estaría feliz de saber que su idea por fin me va a servir, o eso espero. Le pido al cielo que si esto avanza las pruebas me sirvan—. Quiero terminar con este círculo interminable de venganzas… voy a denunciarlo por lo que me hizo y si usted no quiere levantar esa acta entonces… ¿Qué más me queda? ¿A dónde tengo que ir para que me escuchen?

Es su obligación pero si no puede entonces lo menos que puede hacer por mí es indicarme un camino, y no porque ya no sienta ganas de matar a Luciano, si no porque al final quiero vivir en paz y libre.

—Señora, ¿entiende lo que significa que lo denuncie por abuso sexual? —solo puedo imaginarlo, nunca espere venir aquí cuándo Luciano aún respirará— Va a tener que declarar frente a un juez momento a momento del hecho… revivir eso será difícil y por el tiempo que ha pasado, aunque tenga testigos y pruebas…

Eso ya me lo había dicho Kate, ella es una abogada muy buena, no esperaba algo diferente o que la tuviera más fácil. Va a doler, me veré enfrentada a todo el escrutinio y los juicios pero estoy dispuesta, y puede que valga la pena si al final logro quitármelo de encima.

—Sé que es difícil… pero quiero confiar en ustedes —y eso no es simple actuación—. En realidad esto ya está más allá de mi o de lo quiera, hay personas en el hospital, no sólo mis hermanos, ese hombre ya ha hecho mucho daño, usted tiene que ir a detenerlo, por lo menos hacer que se presente aquí —si lo logran entonces yo ya no podré hacerle daño pero me resignare, estoy dispuesta a renunciar a mi venganza con tal de que la gente que amo este a salvó—. Haga que declare por el atentado en la hacienda malagueña contra Rosa Isela Camargo, por las personas que resultaron heridas, por el intento de asesinato de mis hermanos Rogelio y Helena Caballero, por la muerte de mi caballo y por abusar de mi —por alguna de esas razones debe haber algo lo suficientemente contundente como para abrir la investigación— Usted sabe que no hay más sospechosos, esto es demasiado personal, iba por la prometida de mi hermano… no son coincidencias, por favor, por una vez créame. 

—Haré lo posible… —lo interrumpo porque con eso lo posible y las buenas intenciones no basta. 

—No, haga lo imposible o como le dije, buscaré a quien me escuché, le aseguro que si no obtengo la justicia de usted la buscaré en dónde sea, si me lo propongo tendría al gobernador del estado taladrándole los oídos —mi suegro es quien conseguirá eso, ahora ya estoy lo suficientemente desesperada como para correr en busca de su ayuda—. No es mi intención amedrentarlo, no vine a esto, pero después de casi morir y aún peor, después de casi perder a mis hermanos ya no me importa, estoy dispuesta a cualquier cosa, y anótele bien —le indico a la secretaria—. Si no levanta esas actas lo responsabilizare a usted por cualquier cosa que le pase a mi familia, a mis trabajadores o a mi… ¡Ah! Y por supuesto también tiene que investigar la muerte de Rosendo Altamira. La justicia no está por encima de mi hermano. 

Aunque me gustaría mucho que se hicieran de oídos sordos, en alguna parte de mí busco un consuelo, me digo que Rogelio tenía que pasar por esto pero aún así siento que le he clavado un cuchillo en la espalda que le he condenado a un infierno en vida. Odio ser la persona que le cause este dolor.

Levanto la mirada a Mercado, él suspira y piensa por un momento, seguramente no le gusto mucho que lo amenace pero también debe entender que ya estoy harta y desesperada, estar aquí siempre fue mi último recurso. 

—Está bien señora, se hará todo lo usted diga —vuelve a ver a su secretaria y le indica que puede empezar—. Vamos a levantar las actas y podemos empezar por lo que pasó esa noche con Luciano.

—¿Cómo te fue?

Le pregunto a mi esposa cuando por fin sale de la oficina del comandante, hace todo por mantener la espada recta y el porte altivo pero en su cara se nota lo mucho que está sufriendo y además es evidente que ha estado llorando, lo cual solo puede confirmarme que ha dicho todo.

—Mercado no se ve muy seguro… no me cree pero eso ya no importa —pues a mi me parece que si le importa— las actas ya están puestas, van a buscarlo al rato.

—No creo que lo encuentren.

No es mi intención desanimarla o subestimar a las autoridades de este pueblo pero Luciano no es idiota y va a estar esperando esto. 

—No, pero por lo menos lo intente —suspira y toma mi mano para llevarme afuera—. Vamos a las palomas.

Al subir a la camioneta nos informan que ya está todo listo para cuando llegue Marisela, llegará casi al mismo tiempo que nosotros a la finca. En el camino Victoria me hace un resumen de todo lo que le  a Mercado, es una historia que conozco a la perfección pero aún así es muy difícil escucharla, es muy difícil ver en su rostro todo el dolor que lleva, sabe que las rejas no matarán a Rogelio pero si a ella, no se perdonará nunca el haber entregado a su hermano y yo tampoco lo haré. 

—Victoria, yo también debería estar… —me interrumpe, ya sabía lo que iba a decir.

—No, Mauricio tú debes estar a mi lado, Rogelio y Helena serán custodiados por la policía pero no mi hijo no —por lo menos no sin orden judicial y no tenemos tiempo para conseguir una—. Vicente tiene que irse a Apán, junto con los demás niños, allá nadie los amenaza porque nadie sabe que el rancho es mío. Por favor, solo en ti confío para llevar sano y salvo a mi hijo y solo en ti confiara Marisela para quedarse quieta, no puedo lidiar con ella aquí, no puedo esconderle lo que pasa y no quiero que se enteren en la capital, no puedo perder su confianza ahora.

Entiendo lo de Marisela, ella no es como Alina, jamás nos dará nuestro espacio y se pondrá a preguntar por ahí, lo que escuche seguramente no será bueno, solo conseguirá ponerse nerviosa, querrá llevarse a sus hijos y eso no puede ser, todos tenemos órdenes de protegerlos, incluso de su propia madre, pero sin duda lo que más me llama la atención es la desesperación en su voz al mencionar la confianza. 

—¿Por qué te interesa su confianza?

—Porque temo que el día de mañana seamos nosotros quienes los necesiten.

Así como van las cosas no podrán hacer mucho, unos están inconscientes en el hospital y otros están luchando cada minuto para preservar sus vidas. Esta es una guerra mucho más agotadora y cruel de lo que imaginamos. Alguna vez llegue a creer que la libraríamos solo en los juzgados, pero no es así, se ha derramado mucha sangre, ahora que casi nos han dejado a todos en el suelo vendrán por nuestros niños.

—Está bien, pero solo los llevaré y vuelvo aquí para ayudarte, no te voy a dejar a merced de ese hombre.

Los niños no están solos, no como ella y yo no podría cuidarlos de la debida manera si la dejo aquí sola, no es una opción. Victoria voltea por un segundo a verme a los ojos, después se inclina hasta apoyar su cabeza sobre mi pecho.

—No podría pedirte que renuncies a mi, porque yo no podría hacerlo —murmura y se queda en silencio hasta que llegamos a las palomas.

Aquí ya están algunos escoltas esperando con nosotros, Victoria se queda en la camioneta mientras el helicóptero aterriza, Marisela baja de ahí y por un momento casi no la reconozco, la última vez que coincidimos estaba en la última etapa de su embarazo y ahora no ha vuelto a ser la misma de antes, está mucho más delgada de lo habitual y también ha perdido su porte, ya no es la orgullosa Marisela Escalante, ahora solo es una persona a la que han arrebatado todo, su familia, sus hijos, su apellido, nunca creí que podría verla así de mal, es un duro golpe.

La ayudo a bajar del helicóptero, no me dice nada mientras la llevo a la camioneta, entiendo que este enojada conmigo pero ya habrá tiempo para explicarle porque lo hice, yo no soy su enemigo, eso debe saberlo perfectamente porque hace unos días se enfrentó a él y casi sale perdiendo.

Abro la puerta de la camioneta para que suba pero en vez de eso se queda parada en su lugar, parece aterrorizada.

—¿Victoria pero que te paso? —pregunta con un hilito de voz.

Mi esposa solo se retrae más e intenta inútilmente cubrir su ropa manchada de sangre y nada puede hacer con los arañazos y moretones que tiene en la mejilla izquierda, todo eso fue por la caída que sufrió pero ahora que las veo a las dos juntas me doy cuenta de comparten una cosa, ya ninguna tiene aquel brillo que las hace lucir poderosas y peligrosas, ahora están vulnerables. Sus pérdidas las hecho perder la confianza que tenían, de alguna manera las han dejado vacías.

—La vida me está cobrando todas las que he hecho —responde Victoria en tono algo grosero.

Empujó ligeramente a Marisela para que suba a la camioneta, aquí estamos en peligro. Cuando ambos estamos arriba Marisela se decide responder.

—Me imagino que una de ellas es por secuestrar a mis hijos.

Victoria se tensa un poco y se incorpora para ver a Marisela a la cara, le sonríe maliciosamente. 

—Tus hijos estaban eran blancos de un maníaco que se valió de todo lo que estuvo a su alcancé para quedar libre, tu marido y tu primo están en el hospital por su culpa, una niña casi muere —acerca su mano a la manga de su suéter, que tiene solo un punto rojo. Sabemos que resultó herida en los operativos, la bala vino del lugar que menos esperaba y Victoria no va a perder oportunidad de recordárselo—. Esto también es culpa suya, ¿o no?

Marisela aún es inteligente y decide no responder, en silencio vamos los tres hasta llegar a la casa que está totalmente rodeada, hay hombres en todos lados, creo que han optado solo por defender la casa. Ayudó a mis dos acompañantes a bajar y Milagros nos recibe en la puerta con uno de los gabanes de Victoria, debió llamarla y pedírselo mientras estaba esperando a Marisela. Victoria se lo agradece y se lo pone, la prenda le cubre por completo el cuerpo, lo pidió justo porque al dar un paso a la casa Vicente viene corriendo hacía nosotros.

—¡Mamá! —le grita de alegría, Victoria se agacha para poder abrazarlo, suspira de alivió. 

Pero no es la única madre que se reencuentra con sus hijos, Marisela ve a Alexandra y Camila bajar por las escaleras, corre hacia ellas y haciendo a un lado su dolor y va abrazarlas y besarlas, pero no puedo disfrutar de este momento.

—¿En dónde están mis tíos? —pregunta Vicente.

Me acerco hasta donde están para que el niño no pueda ver la cara de Victoria, ella se levanta del suelo y hace lo posible por sonreírle a su hijo.

—Tuvieron que ir a trabajar lejos… mi amor… ellos volverán pero… ¿te acuerdas que te dije que había unos ponis que quería que vieras? —nuestro hijo asiente con una gran sonrisa, le habíamos prometido uno para su cumpleaños— Mañana irás allá para verlos, tu papá te llevará mientras yo acabo de trabajar con tus tíos, los demás te van a acompañar allá, Alexandra, Camila y Pancho irán contigo mi amor.

—¿Y por qué? —nos interrumpe Camila apartándose un poco de Marisela— Aquí la estamos pasando muy bien.

Es igual de curiosa que su madre e igual de terca que su padre y es inquieta como ella sola, debimos esperar que protestará pero al igual que cuando vino aquí no tiene elección.

—Alexandra, Camila, suban a ver a Jerónimo por favor, ya las alcanzó —les ordena Marisela encaminándolas a la escalera. Las dos asienten y suben rápidamente, mientras Tomasa viene bajando, ignora a Marisela y se acerca a nosotros— ¿Qué está pasando?

—Al rato subo para acostarte vidita mía, ándale —le dice Victoria a nuestro hijo, le da un beso en la coronilla y después se lo entrega a Tomasa, Victoria espera hasta que el niño está lejos para responderle a Marisela—. Se van porque sabes perfectamente en dónde estamos, no confío en ti.

—No te creo.

—No me importa —responde Victoria harta—. Ahora, te quedas en tu casa, mi nana te dará una habitación y te pondrá algo para esa herida.

Marisela se mira el brazo y asiente, aunque no va a dejar de contestar, su naturaleza no se lo permite.

—Nadie puede negar tu hospitalidad pero sin duda podrías ser menos hosca.

—Perdóname por no quedarme a platicar contigo las últimas noticias pero tengo que ir a un funeral —eso le cierra completamente la boca a Marisela y aunque tuviera algo más que decir mi esposa me voltea a ver—. Vuelvo en una hora, prepara las cosas de Vicente por favor.

—¿No quieres que te acompañe?

—No, esto lo tengo que hacer sola.

No me hace falta preguntar de quién es el funeral, va con su Alazán, ella no lo dejaría sin despedirse. La veo irse y me parte el corazón, me hubiera gustado mucho evitarle eso.

—¿Quién murió? —pregunta Marisela cuando la puerta se cierra tras de Victoria.

—Su caballo, lo tenía desde que era una niña y te pido que seas amable, sus hermanos están en el hospital muy graves, no te voy a decir más —a pesar de lo que pasó sigo sin estar seguro de su lealtad—. Sube con tus hijos, te han extrañado mucho.

Niega y está vez tiembla un poco nerviosa, nunca la había visto dudar de sus pasos.

—¿Saben lo que pasó?

—No, Paola ordenó que se les mantuviera lejos de esos problemas —sonríe agria y sarcásticamente.

—¿Y quién es ella para eso?

Si Victoria estuviera aquí defendería a cal y canto la posición de Paola, pero me tocó a mí y aunque me veo tentado no haré ningún comentario ingenioso y cruel para ella, solo hablaré con la verdad.

—La mujer que ama a Fernando, así como tú aún eres la mujer que ama a Alberto, la madre de sus hijos —a pesar de que están en proceso de separarse—. Marisela, dale un poco de crédito por favor, Paola está muy pendiente de ellos, incluso de ti, por favor ya deja de luchar en nuestra contra.

Las cosas serían más fáciles si empezara a aceptar los cambios que tendrá en su vida, Paola no se irá jamás, eso ya debe entenderlo y además no debe olvidar que le dio una oportunidad, está aquí porque Paola lo ordeno, de otra manera jamás la hubiera dejado poner un pie en esta casa y no es por rencor u odio, es solo porque mientras ella le sea leal a su padre la vida de sus hijos peligra.

—Después de ayer ya no me quedan muchas opciones. 

Y al igual que Victoria aún intenta levantar la cabeza, con dignidad sube las escaleras y yo la sigo porque hay un viaje que planear.


Gracias por seguir leyendo.

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