61.- Acabe por llorar
En este tiempo había intentado llenar mis vacíos con lo que tenía a la mano, mi primera opción siempre fue recurrir a una botella de alcohol, siempre iba para allá, siempre me refugiaba en eso para olvidar tanto mi dolor como el de los demás.
En los últimos meses el vacío había disminuido, el hablar con mi terapeuta había ayudado, empezaba a salir adelante, quería salir adelante y redirigir mi vida, quería pagar mis culpas y quería ser un buen hombre para la mujer que amo, pero las cosas siempre toman un rumbo distinto a lo que uno imagina, siempre.
Está mañana al fin supimos cuál era el secreto que mi padre se llevó a la tumba, como es nuestra costumbre no acertamos en nada pero ahora por lo menos sabemos el detonante de esta temporada de odio, ahora sabemos cuál es el resentimiento entre nuestras familias y como un día le dije a Helena, no nos sirve de nada, porque era Rosendo con quién debíamos arreglarnos, con él quizá hubiéramos terminado con todo, pero no se puede, porque ya está muerto, porque yo lo mate y porque nuestro enemigo es Luciano.
No es nada nuevo el saber que él tiene una especie de fijación con Victoria, que todo lo que ha hecho es por ella, que lo que haga es para conseguirla.
Hace unas horas me despedí de mis hermanas pensando que vendría directamente a nosotros pero me equivoqué, él debió observarnos y atacó a la única persona que se salió de esta casa, Isela.
—Rogelio… Rogelio por favor necesito que vengas… Están disparando afuera, no sé lo que esta pasando… —grita, los sonidos de los disparos llegan claramente desde el teléfono, mi pulso se acelera y me cuesta mucho trabajo encontrar mi voz.
—Isela, cuando cuelgues corre directamente al sótano y no salgas de ahí —la voz me tiembla, apenas puedo sostener el teléfono, esto es una maldita pesadilla—. No importa lo que escuches o lo que te digan, no salgas ya voy por ti… —la llamada se corta de repente.
Aviento el teléfono y salgo corriendo del despacho de Victoria, tengo que llegar a la malagueña lo más rápido posible y para eso necesito un arma. Dejé ir a Isela con más personas pero no sé a cuánta gente llevo Luciano, espero tener una oportunidad.
Llegó casi sin aliento a las caballerizas, ahí es en dónde tenemos la mayoría de las armas, están lejos de casa por los niños, entro a la bodega y solo tomo dos revolver, no puedo llevar más, alguien se acerca por detrás de mi, no son mis hermanas a ellas las dejé muy atrás.
—Joaquín, ¿cuánta gente había en la malagueña?
Él niega y retrocede un paso cuando me ve cortar cartucho, de mi no es quien debe temer, solo estoy tratando de asegurarme de que todo esté en orden, Joaquín se lo piensa unos segundos y me responde cuándo voy un paso hacia el.
—Solo cuatro personas, los demás están aquí, los mandaron llamar.
Victoria estaba cerrando la casa, y se suponía que Isela solo iba a entrar y salir rápido de la malagueña, dijo que estaría bien y yo confíe en eso, debí acompañarla, olvidar los problemas de los demás y quedarme con ella.
—¡Maldita sea! —grito— Dame las llaves de la camioneta ¡Ahora!
Se busca por todas las bolsas la benditas llaves, ahora mismo no creo que haya más vehículos en la hacienda, todos están ocupados. Joaquín me pasa las llaves y salgo rápidamente solo para encontrar a mis hermanas ya esperando junto con Epitacio, decido ignorarlos pero el señor viene a plantarse delante de mi, impidiendo que suba a la camioneta.
—Rogelio espérate, ninguno de ustedes puede salir de esta casa.
—Usted no me va a decir que hacer, ¿creé que porque ya vino a decirnos la verdad vamos a escucharlo? Se tardó… —me detengo porque el nudo en mi garganta crece cada segundo que estoy aquí sin hacer nada— la mujer que amo puede morir y no lo voy a permitir, jamás lo voy a permitir.
Lo empujó con más fuerza de la que esperaba, lamentablemente Victoria lo nota y toma su lugar, no quiere dejarme ir.
—Rogelio… por favor, quédate —me suplica.
—No, lo siento, pero me tengo que ir y tú tienes que quedarte con los niños.
Ahora mismo todos tenemos prioridades, la de ella son esos niños, la mía está con Isela, yo la metí en este problema, yo la dejé ir sola.
Victoria se queda quieta, pensando, no tiene alguna solución, me subo a la camioneta y seguida de mi, Helena inmediatamente pone los seguros, no se va a bajar.
—Yo voy contigo, me necesitas —y la verdad es que es así, allá no se con cuánta gente me voy a encontrar y un arma más nos puede salvar o por lo menos a Isela.
Asiento esperando no arrepentirme pero Victoria me lo pone muy difícil, está delante de la camioneta, ya sabe cuáles son los planes de nuestra hermana y no está de acuerdo.
—No Helena, tienes que quedarte, es peligroso —golpea el capo de la camioneta y yo la pongo en marcha como advertencia, ella no quiere apartarse y al final es Epitacio quien la hace a un lado— ¡Con una chingada escúchenme!
Arranco la camioneta y el camino para mí buena y poca suerte está libre, suspiró, estoy muy nervioso, las manos no paran de temblarme.
Voy lo más rápido que el vehículo me permite, si sigo así quizá llegue en quince minutos, quizá tenga una oportunidad si Isela hace lo que le pedí, a diferencia de algunas haciendas por aquí, la malagueña no tiene los túneles y tampoco ningún cuarto oculto y aunque los tuviera no dudo que Luciano sepa en dónde están, después de todo su hermano era quien se metía ahí para visitar a una mujer casada.
Inhaló y exhaló, los nervios me están matando, la desesperación me come el alma, y que mi hermana menor este a mi lado no lo mejora, sabía que intentar bajarla solo me retrasaría por eso le permití venir.
—Te quedarás detrás de mi todo el tiempo, no importa lo que pase no te pongas en medio, Helena —Le advierto.
Ella suspira y prepara su arma, checa cuántas balas tiene, está muy triste, ni siquiera hemos tenido tiempo de hablar de lo que paso en la mañana, dudo que quiera hacerlo pero tarde o temprano tendrá que decírselo a Victoria, ya es hora de revelar ese secreto.
—Cómo digas —me contesta con un hilo de voz.
—¿Qué es eso? —al frente hay alguien en suelo, bajo la velocidad pero ese es mi peor error porque más hombres salen por el camino y apuntan directamente a la camioneta— ¡Agáchate Helena!
Le ordenó, empiezan a tirar, las balas impactan por todas partes, no hay para donde ir y entonces una bala cruza el parabrisas dándome en el brazo, pierdo el control de la camioneta.
—¡Rogelio!
Es el grito de mi hermana lo último que escucho antes de perder la conciencia, nos salimos del caminó y la camioneta da vueltas hasta que nos traga la oscuridad.
Mis hermanos se fueron sin que pudiera evitarlo, Rogelio estaba dispuesto a atropellarme con tal de no dejarme ir, Epitacio cooperó con él y lo sigue haciendo al no dejarme ir de buena gana, no sé en dónde están todas las camionetas o la gente pero yo no puedo perder tiempo.
—Pero… Victoria no… —Epitacio vuelve a Intentar agarrarme pero le doy un manotazo.
—No voy a quedarme aquí mientras ellos… —ni siquiera me atrevo a decirlo, me aterra, no tengo tiempo por eso monto a Alazán a pelo, ya voy armada y lista para matar si es necesario pero antes solo me queda una pequeña advertencia, volteo a ver a Joaquín que poco entiende de lo que está pasando— Mi hijo y mis sobrinas estan a tu cargo, si algo les pasa no respondo.
Y lamentablemente es una amenaza, ya se la hice a mucha gente el día de hoy, salgo a todo galope, pero insisten en detenerme, Juan José se pone en medio del camino antes de que pueda cruzar la verja.
—¡Victoria! ¡¿qué esta pasando?! —esta agitado, seguramente vino corriendo desde el ruedo.
—Toma las armas que puedas y alcancenme en la malagueña, llévate a quien no sea indispensable aquí —porque está vez no vamos a poder solos.
No doy tiempo a que me responda o proteste, clavo los talones en el costado de Alazán y vuelve a salir disparado, intento no pensar mientras voy de camino, me aferró al cuello de Alazán para que no me tire y entonces a lo lejos columna de humo llama mi atención, hago que Alazán acelere el paso, apenas doy vuelta por el camino y veo lo que pasó, la camioneta está con las llantas arriba, tuvieron un accidente.
—¡Rogelio! —grito y entonces escucho el sonido de los disparos, uno tras otro, Alazán se levanta sobre los cuartos traseros, asustado, herido— ¡Alazán! ¡Ya basta! ¡Ya basta, por favor!
Las súplicas no sirven, las balas no se detienen, no hasta que Alazán cae y yo con él, me doy un golpe en la cabeza y todo se vuelve negro, no abro los ojos, tengo miedo, pero escucho voces, son risas, se están burlando, derramó una lágrima por los recuerdos.
Por momentos pierdo la consciencia, vuelvo en el momento que escucho el sonido de varios cascos de caballos, se detienen junto a mi, unas manos me toman y me obligó a abrir los ojos, pero no es la persona que estaba esperando. Unos dulces ojos cafés me miran llenos de preocupación y de miedo.
—Victoria, ¿estas herida? —pregunta Juan José.
—No, Rogelio, Helena, Alazán —murmuro y con las pocas fuerzas que me quedan Intento zafarme y entonces me veo las manos, están llenas de sangre.
Desvío la mirada, y veo a Alazán en suelo, respira irregularmente, tiene el hocico abierto y su pelaje está lleno de sangre, cómo puedo me suelto de Juan José para revisar las heridas de mi caballo, son muchos disparos, mis manos no son suficientes para detener la hemorragia.
—Victoria déjalo, no puedes hacer nada por él, tus hermanos si tienen una oportunidad.
Busco con la mirada la camioneta, ya hay algunas personas están sacándolos de la camioneta, gritan cosas que no comprendo, están lejos. Empiezo a hiperventilar, esto es una pesadilla, debo estar soñando, esto no puede estar pasando, es demasiado, no puedo con ello, no puedo escoger y mi ingenio solo puede salvar a uno.
—No puedo dejarlo aquí, esta mirandome —le chilló a a Juan José, quién de nuevo intenta levantarme del suelo—. Alazán esta vivo, si lo llevas a la hacienda, quizá yo…
—Hija, solo hay una cosa que podemos hacer por el —es Epitacio, le señala a Juan José el arma, me ve y después solo la saca y le quita el seguro.
Reaccionó a eso sacando también mi revolver, nunca creí que le iba a apuntar a él pero está amenazado con matar algo que amo, que es parte fundamental de mi, no puedo permitirlo, no lo va a hacer.
—No te atrevas, suelta el arma o te juro que te mato —ve mi dedo en el gatillo, sabe que lo haré si no me deja más opción.
—No podemos alargar su agonia, date la vuelta Victoria —me ordena con firmeza, me habla como si fuera una niña.
Algunos de mis trabajadores se debaten entre ayudarlo o ayudarme a mi, al final quién toma la decisión es Epitacio, se mueve rápidamente y me obliga a soltar el arma y junto con otra persona me pone de pie, me resisto lo más que puedo, le grito, araño sus manos pero no me suelta, me llevan en dirección a mis hermanos y entonces escucho el disparo.
Es como si él mundo se hubiera quedado en silencio, solo escucho mi respiración, me privo por un momento, Epitacio me suelta para poder verme a la cara, balbucea algo que no entiendo, caigo al suelo y vuelvo mi mirada a dónde Juan José está de pie, completamente quieto y horrorizado. El aire vuelve a mis pulmones, mi voz también, pierdo por completo las fuerzas y acabo por llorar, una vez más me arrastro por el suelo suplicando piedad.
La llamada de Carlos no fue suficiente para salvar a mi esposa y a sus hermanos, apenas llegué a la hacienda me dijeron acerca del accidente y del tiroteo en la malagueña, Rogelio nunca llego a casa de Isela, y aunque mi prioridad era otra tuve que ir por ella.
Cuando llegué había tres hombres heridos, vivos de milagro, uno de ellos antes de perder la consciencia por completo me alcanzó a decir en dónde estaba. Fui hasta el sótano gritando su nombre, y ella salió, asustada, llena de sangre del hombre que impidió que la matarán pero las cosas por supuesto no podían acabar ahí, tuve que decirle lo que pasó en la casa y a diferencia de lo que creí lo tomo con bastante calma, tanto así que me permitió adelantarme para verlos.
Y aquí estoy, en el hospital regional, a unos cuantos minutos del pueblo, al primero que veo es a Juan José una vez que subo al piso que me indicaron en recepción.
—¿En donde están? —le pregunto cuándo llegó con él pero no me ve a la cara— ¡Contesta Juan José, ¿Qué paso?!
—Es que no sé lo que paso, de repente todos empezaron a gritar, había gente disparando en la malagueña, Rogelio y Helena salieron para allá… Victoria fue tras ellos en Alazán, para cuando llegue ella ya estaba en el suelo, cubierta de sangre y adelante estaban Rogelio y Helena en el auto, tuve que sacrificar a Alazán. Victoria se privó de dolor y luego se desmayo, la ambulancia llegó rápido pero… —se detiene para tragarse el nudo en su garganta, esto lo está lastimando mucho, lo que hizo puede que Victoria no lo comprenda y no se lo perdone— Están operando a Rogelio, no lo ví pero parece que su brazo quedo destrozado en la camioneta y Helena perdió mucha sangre… Fue espantoso.
—¿Van a sobrevivir?
—No lo sé… no me han dicho nada y tampoco han salido de la cirugía y yo… no me puedo mover de aquí pero… —baja la mirada avergonzado— ¿sabe en dónde está Alina? No me he podido comunicar a las palomas.
Ahora entiendo la vergüenza pero no debería sentirla, su preocupación es parte de lo que esperaba de él, aunque lamento ser yo quien tenga que darle malas noticias acerca de ella.
—Tuvo que irse, su hermano tuvo también un accidente pero no te preocupes que ella, se comunicara apenas llegué a la capital —asiente, su mirada se entristece aún más pero ya habrá tiempo para ocuparnos de eso—. Juan José, ocúpate de Alazán, Victoria no lo puede ver más.
Claro que va a preguntar y querrá hacer el proceso por si misma pero no lo puedo permitir, eso sería una tortura a la que no pienso someterla.
—Ya se están encargando y mandé a llamar a mi tía Constanza para que le dijera a doña Elisa.
No debe tardar en llegar entonces, sus hijos y yo la necesitamos bastante, ella tiene que ser la fuerza de Victoria ahora que sus hermanos no podrán acompañarla en lo que reste del camino, aunque también habrá más personas, siempre las hay.
—Gracias por traerlos hasta aquí con vida y por no dejarlos solos —pongo una mano sobre su hombro, no hay tanta confianza para un abrazo.
—Usted sabe lo que significan para mí, son los únicos que no me han dado la espalda y ahora no se las daré —y se lo agradezco, se lo voy a compensar cuando llegue el momento, cuando Alina este lista ellos tendrán mi total apoyo.
Nos quedamos un momento más esperando noticias que no llegan, al parecer las cirugías son bastante complicadas, es una suerte que no los tengamos que trasladar a otro hospital, mientras que Victoria no tiene nada, ni siquiera una contusión, perdió la consciencia por los nervios, por el dolor y el terror de ver casi muerto todo lo que amaba.
Me permiten entrar a la habitación de mi esposa, dijeron que no iba a tardar en despertar y que cuando lo hiciera era mejor que estuviera acompañada, así que aquí estoy, mirándola dormir, pero no así se ve tranquila, murmura los nombres de sus hermanos y también el de su amigo, porque eso fue Alazán para ella, ahora que no está no puedo ni siquiera imaginarla montando de nuevo.
De un momento a otro ella abre los ojos, es como verla despertar de una pesadilla, intenta sentarse sobre la cama pero no la dejó, hago que siga acostada.
—¿En dónde estamos? —pregunta con la voz seca.
—En el hospital.
—¿Mis hermanos? ¿Mi hijo?
—Están bien, Vicente esta en casa bien cuidado —la seguridad de la hacienda sigue siendo impenetrable, nadie se puede meter ahí sin acabar como coladera— y tus hermanos están…
—Si están muertos dímelo ahora —lo dice con una rabia que me asusta un poco.
—Viven pero están en cirugía, ambos están graves.
No tiene ningún caso mentirle cuando ella va a salir en cinco minutos y va a descubrirlo todo.
—¿Alazán? —niego sin verla a los ojos, simplemente soy incapaz de confirmarle una noticia como esa. Victoria aprieta los puños a su costado, derrama unas lágrimas que deben estar quemando su piel y está vez si logra sentarse recta— Lo voy a matar, te juro que lo voy a matar.
Eso ya lo sabía, está vez no hay manera de enviarlo, Luciano se ha ganado a pulso todo lo que Victoria pretenda hacerle.
Por algunos minutos insisto en que ella se quede quieta pero no lo logro, está decidida a salir de aquí, necesita con urgencia arreglar todos los problemas que tenemos. Al salir de la habitación nos topamos de frente con un policía, era obvio que está vez las autoridades no se podrían hacer de la vista gorda, no después de los múltiples tiroteos y los heridos que hay, espero que no nos echen la culpa de lo que pasó.
—Señora Caballero, si ya está mejor tiene que acompañarnos a la comisaría.
—Mi esposa está recuperándose de un atentado, no va a salir de aquí —le sentenció—. Dígale a su comandante que haga el favor completo y venga a tomar la declaración aquí.
Victoria me toma la mano y niega, es terca como una mula, no va a entender de razones, ni siquiera ahora que está toda adolorida y medio desorientada por el golpe en la cabeza.
—Díganle al comandante Mercado que estaré ahí en menos de una hora, solo voy a preguntar por el estado de mis hermanos.
El policía asiente no tan convencido, estoy seguro de que ya están esperando afuera, pero no es necesario que nos vigilen, nosotros no tenemos porque escapar, sin embargo eso deberíamos hacer.
—Si pones un pie afuera de este hospital te va a matar —le susurro. Luciano ya demostró que no se anda con juegos.
—No me dispararon a mi, le dispararon a Alazán, no me quiere ver muerta aún y yo tengo una carta que jugar, la única que me queda —suspiro con hastío, no entiendo porque insiste en creerse invencible—, ¿en dónde está Isela? Por favor, Mauricio, llévame con ella.
—Esta bien.
Negarme solo hará que ella recorra todo el hospital buscándola y no es necesario porque ella está justo en el piso de abajo esperando. Bajamos con cuidado, ella se apoya en mi, ahora no tiene muchas opciones, bueno si las tiene porque una vez que llegamos ahí están Isela, Juan José, Valentín e incluso Epitacio, no estamos solos.
—¿Cómo están mis hermanos? —le pregunta a Isela cuando ella se acerca a nosotros.
—Los están operando, tú deberías estar en cama.
—Me llamaron de la comisaría, tengo que levantar una denuncia por lo que pasó… Pero antes tengo que… —Victoria se detiene por el nudo en su garganta, es de puro coraje e impotencia— No puedo protegerlos a todos, no tengo tanta gente y después de lo que pasó ya nadie va a querer trabajar para mí, no tengo muchas opciones… la única manera de preservar la vida de mis hermanos es asegurándome de que la policía los vigilé…
—Entregando a Rogelio —termina Isela por Victoria.
Esto es algo que no esperaba, que sinceramente nunca pensé que iba a considerar, hace unos meses cuando Rogelio se decidió a entregarse yo también estaba dispuesto a hacerlo, ambos cometimos el delito, ambos tenemos culpa pero él no quiso, insistió mucho en echarse la culpa y lo hizo solo para que proteja a sus hermanas, el confía en que podré defenderlas y serles más útil pero me siento muy mal, sobre todo después de leer la carta de culpabilidad que dejó en caso de un desastre, es como si él hubiera intuido que todo esto iba a pasar.
—No quiero hacer nada sin tu permiso, yo no quiero decir lo que pasó pero… —Victoria se detiene nuevamente, si sigue así no podrá hacer mucho en la comisaría.
—Hazlo, Rogelio habría estado de acuerdo, la policía ya está involucrada, ve y yo haré lo posible desde aquí, contactaré a los abogados, traeré gente, todo lo haré yo —asegura Isela con fiereza, está enojada, quiere desquitarse pero sabe que ese derecho solo le pertenece a una persona—. Tú ocúpate de matarlo, retuércele un cuchillo en cuello o llénale el cerebro de pólvora, haz lo que tengas que hacer para terminar con él, ya después, no importa, lo que cueste, o que medio utilicemos pero saldremos indemnes.
—Gracias Isela, volveré pronto.
Intenta de buena gana sonreírle pero no puede, el día de hoy, aunque no lo diga ha sufrido una perdida terrible, otra persona en su lugar probablemente estaría rota por completo pero ella no, aún no lo hace.
—Lo sé y Victoria, esto… —Isela vacila un momento, me mira a los ojos a mi, hay algo más que no nos ha dicho, del bolsillo de su chaqueta saca una cadena de oro y se la entrega a Victoria que tiembla una vez que observa con atención el dije— Rogelio no quería decírtelo pero tu hijo lo encontró ayer, lo más seguro es que todo sea parte de la misma trampa, te lo digo porque es momento de pienses en lo que harás con él.
Vicente y los niños sin duda sabrán que algo anda mal y es cierto que debemos pensar en ellos, si hay un tiroteo en la hacienda nada va a garantizar que salgan ilesos, además del daño psicológico que implicaría; no es justo, no deben de pagar por nuestras equivocaciones.
—Ya sé lo que tengo que hacer, regreso pronto —murmura Victoria colgándose al cuello el collar, le da un breve abrazo a Isela y un saludo con la mano a los demás y vos damos la vuelta para irnos pero se nos atraviesan en el camino—. Mamá.
Al verla casi sonríe, se aleja de mi para caminar hasta ella pero por alguna razón su madre no se ve aliviada al verla, cuando la tiene lo suficientemente cerca le suelta una bofetada que no la tira al suelo pero la deja congelada en dónde está, se lleva una mano a la mejilla y da un paso atrás, yo me acerco nuevamente para sostenerla.
El silencio de repente se hace insoportable, nadie se atreve a decir palabra, por lo menos no nosotros que la vemos como una madre, como una figura de autoridad en el caso de Juan José y Valentín, por suerte hay alguien que le puede hablar de igual a igual, alguien quien no esperaba que se pusiera al lado de mi esposa.
—Elisa, estamos en un hospital y Victoria es tu hija, no es posible que le hagas esto, que la trates así cuando sabes perfectamente que tus hijos y sobre todo Rogelio, nunca atienden a la razón.
Es un buen intento de Epitacio pero él no sabe lo que hay detrás, toda nuestra historia y las advertencias que se nos habían hecho, la madre de Victoria no se canso de decirnos que las cosas saldrían mal y que esto iba a pasar, nosotros siempre creímos que teníamos una oportunidad, jamás esperamos que nos atacará por la espalda.
—Usted no me venga con eso, ¿de que se trata? ¿en qué momento te convertiste en su protector? —por el tonito y la mirada que le dirige parece que hay algo ahí, algo malo— ¿Es que acaso ya encontraste a Dalia en mi hija?
—No soy como ella y tampoco necesito ningún protector —replica Victoria—. Tienes razón mamá, todo lo que pasó aquí es por mi culpa, no voy a negarlo pero lo voy a arreglar.
—¡Ya no más, quédate tranquila! —grita la señora Elisa.
—No puedo y de estar en mi lugar…
—No haría lo mismo que tú —le asegura, pero esta no es su cruz, no sabe con lo que está cargando Victoria—. Si piensas continuar así entonces no te atrevas a poner un pie aquí de nuevo.
Victoria se queda un momento en blanco, nunca espero que su madre la sacará de aquí, hasta cierto punto es comprensible, para doña Elisa, Victoria es el imán de problemas, pero son sus hermanos y nos justo que la arranquen de su lado, más cuándo ellos seguramente la van a necesitar.
—Me iré porque respeto tu dolor pero voy a volver porque aquí está la mitad de mi vida, no puedes separarme de ellos —inhala y toma mi mano para llevarme con ella afuera, solo da unos cuantos pasos y se da la vuelta de nuevo—. Nadie puede.
Gracias por seguir leyendo.
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