55.- México en la piel
Cuando era niña yo no sabía nada acerca de la moda, por lo menos la de fuera, yo crecí viendo a doña María confeccionar sin ningún tipo de diseño en específico, nunca mencionó estudios, nunca dijo que esto era toda una industria, ella solo lo hacía, lo tenía en las venas, en su mente siempre estuvo el conocimiento de años y años de sus antepasados, no necesito ninguna clase, ni tampoco ningún papel que le dijera como hacerlo, no seguía una moda, no seguía estándares, seguía su tradición, llevaba a México en la piel. Fue la pasión de doña María por lo que hacía lo que me llevo a viajar por todo el país, mirando los sarapes de Saltillo, los deshilados de Aguascalientes, las Adelitas de Puebla, los charros de Jalisco, los purépechas de Michoacán, los jarochos de Veracruz y por supuesto la vestimenta de mi estado, los tepehuas de Acaxochitlàn.
Todos estos trajes quedaron grabados a fuego en mi memoria, en mi alma y desarrolle un amor por ellos, con eso también empecé a sentirme en la obligación de llevarlos más allá, de crear oportunidades para la gente que los crea, todo ese talento merece ser reconocido, no es justo que las modas pasajeras e incluso absurdas lo opaquen.
Y ha llegado el momento de que aproveche mi posición privilegiada en una marca para llevar a cabo el proyecto de mi vida. Alina es mi esperanza y a juzgar por su gesto puedo decir que está impresionada, que le gusta y eso me reconforta, me llena de emoción.
Ve detenidamente los diseños, los compara también con las fotografías de la gran investigación que he hecho. Nunca me había mostrado a nadie esas libretas de dibujo, principalmente por miedo al fracaso. Victoria y Rogelio no saben nada de mis viajes, de aquellos días y noches aprendiendo distintas maneras de diseñar, se sorprenderían al ver mi gran colección de trajes típicos. Todos los considero artesanías. Cada prenda es un tesoro y pretendo que la colección que diseñe en base a eso sea valiosa, está vez cada diseño será completamente exclusivo, ya que ningún patrón o tejido se repite y todo es hecho a mano.
Alina deja sobre una de las mesas de diseño mi libreta, suspira y cuando creo que me va a decir que es algo malo me sonríe, parece que lo va a aprobar.
—Me encanta, Helena, de verdad que esto es muy bueno, tengo unas cuantas ideas para los accesorios —como lo imaginaba—, por supuesto si me dejas ayudar.
Su padre antes de ser el gran joyero que hoy todos conocen, fue un artesano de la plata en Taxco, él me habría entendido, él me habría apoyado para hacerlo realidad, lamentablemente llegué tarde a su vida pero gracias al cielo le enseño a su hija el amor por esto, Alina sabe trabajar la plata mejor que nadie, tiene mucha visión y conoce también nuestras tradiciones, fue realmente una bendición conocerla.
—Claro, tu manejo de la joyería es mejor que el mío pero hay algo que debo decirte antes de podamos presentar la colección —lo más importante de esto—. Todos estos son diseños inspirados en tejidos de todo el país, aquí tengo algunos —hago que se levanté de la mesa para que me acompañe al armario en dónde hay prendas que hizo doña María para mis padres, para mis hermanos, para mi, ella es la artista más grande que conozco—. Estos son de la región, luego te presentaré a quien los hizo pero míralos, hecho a mano, todo tiene que ser así, sé que ustedes los pueden elaborar en mayor volumen en las maquilladoras pero si lo hacemos podrían demandarnos por apropiación cultural.
Ella toma un vestido mío, es tepehua, lo usé por mucho tiempo pero aún así se preserva intacto, quizá solo un poco amarillo por mis juegos en la tierra, ella mira detenidamente el tejido de la falda, prueba la calidad pero esa yo le garantizo, estos no son los diseños pret a porter —para llevar, moda desechable— como los que comúnmente diseñamos, estás son prendas que bien cuidadas durarán una vida.
Pero lo que más me interesa que entienda es lo de la apropiación cultural, uno no puede tomar el trabajo de la gente, ponerle una etiqueta, pagarles una miseria y venderlo después a precios exorbitantes alegando una marca, eso es lo más asqueroso que he visto, es denigrante, es explotación, y tal y como diseñe el proyecto ellos recibirán muy pocas ganancias, ni siquiera me atreví a contemplar un sueldo para mí porque lo que pretendo es que a los artesanos se les compense cómo es debido.
—Si lo hacemos tenemos que contratar a la gente que los hace, podríamos implementar un proyecto social —ese es mi principal propósito, quiero talleres como el que hoy tengo para mucha más gente—. Este proyecto es increíble, le encantará a Alberto, y es lo que necesitamos para reforzar nuestra marca en México, para que olviden los problemas en los que nos metieron —mi proyecto no es detergente para limpiar esas porquerías—. Con esto se le dará trabajo a mucha gente, en cuanto regresé a la cuidad de México voy a poner manos a la obra, esto se hará al costo que sea.
Eso es lo que quería escuchar pero tampoco quiero aprovecharme de ellos, menos en un punto de crisis como este, es para pensarse.
—Alina creo que deberías esperar a que Alberto lo analice, las condiciones que pongo para esto son bastante restrictivas para la marca —y eso que aún no le digo que pretendo contratar un abogado que supervise los contratos, no es que desconfíe de ellos pero no puedo permitir que exploten a mi gente—. Tienen que pensarlo muy bien.
—Se hará, contamos con un buen presupuesto, la fundación puede ayudar en este caso, si hacemos una buena difusión de medios entonces podemos conseguir ayuda gubernamental —todo eso serviría pero la ayuda gubernamental me temo no será grande y no me gustaría hacer un circo de esto—. Vamos a presionar todo lo posible para que se abran esos talleres. Nadie puede ponerle ni un pero a lo que yo diga.
—Pero si no funciona perderían la empresa —y no me echaré esa culpa a la espalda, prefiero ir pasó a pasito que adelantarme y que al final no se haga nada—. No es la primera vez que por un sueño todo se va a la basura.
—Gracias por recordármelo.
Es mi obligación, soy su amiga, es mi proyecto además, lo voy a cuidar con mi vida, nadie lo echará a perder.
Antes de poder decir más, alguien abre la puerta y por inercia saco el revólver que Victoria me dio, al principio se negó a darme un arma pero después de lo que pasó hace unos días se lo pensó mucho mejor. Alina se asusta un poco al verme con el arma en la mano, no está acostumbrada a esto.
—¿Quién está ahí? —pregunto con un ligero temblor en la voz.
Quien entra es Juan José, suspiro de alivió, solo estoy un poco paranoica, pero es que la burra no era arisca, la hicieron.
—Tranquila soy yo —levanta las manos y vuelvo a bajar el arma, más tarde seguramente me regañara por sacarla a la menor provocación—. Vine a ver si Valentín estaba aquí.
—Se fue hace rato —me dejó en las palomas y se fue a todo galope porque creyó que Juan José ya estaba esperándolo—. Esta en el ruedo y tú ya deberías estar ahí, estos últimos días son importantes.
En menos de una semana tendrá su primera charreada, ya no estamos para perder el tiempo.
—Entonces me voy, con permiso.
Se da la vuelta y sale como alma que lleva el diablo, no sé qué vino aquí pero esto me vibra raro.
—Un poco despistado —murmura Alina con una sonrisa cuando se cierra la puerta, pero se equivoca este comportamiento es nuevo—, ¿me llevas con tu hermana? Quiero saber si ya le llamo a Paola.
—¿La novia de Fernando?
—Si, ella —ya no se le ve tan animada, las cosas en la capital van terriblemente mal—. Ya te conté lo que paso con Alberto, Vanessa y todos los demás. No sé qué va a pasar con nosotros, a veces tengo la sensación de que moriremos mañana.
Yo también tengo esa sensación todo el maldito tiempo, más desde que ví el testamento de mi hermana.
—Y pueden, por eso Mariselita linda tuvo otro niño para no perder el legado de la familia —una broma que Alina se toma muy a pecho.
—Ella lo tuvo para amarrar a mi hermano otra vez.
—Marisela es muchas cosas pero jamás haría algo como eso —no tiene ninguna necesidad, Alberto está más unido a ella que las enredaderas que hay en las jardineras de la hacienda—. Además yo he visto a tu hermano con Marisela, ¿crees que solo se han acostado para tener a sus hijos? Claro que no —a todos les podrán decir que es un matrimonio arreglado pero uno no tiene dos hijos solo por compromiso—. Tu hermano podrá estar muy enamorado de la maestrita Vanessa pero nunca fue solo de ella —su expresión se ensombrece más de lo que me gustaría, parece que la ofendí pero no importa, yo siempre voy a decir lo que pienso, lo que a lo mejor los demás no se atreven a confrontar—. Ya sabes que yo lo quiero mucho pero no me parece justo lo que está haciendo y muy en el fondo tu sabes que es así, por eso le dejaste de hablar a Vanessa.
Porque conozco los detalles de la tormentosa relación entre Alberto Quintana y Vanessa Rocha, me los contaron Alina y mi hermana, además leí el libro que la misma Vanessa escribió, está más que claro lo que pasó, lo que significa y mi hermana también hablo acerca de la pelea que tuvieron Alina y Vanessa cuando se supo su embarazo, Alina está enojada por eso pero no tiene derecho, la señora Rocha puede hacer de su vida un papalote y después de lo que le hizo, Alberto, no tiene porque pedir explicaciones, alguien en algún momento tendrá que metérselo a Alina en la cabeza y pues creo que no seré yo porque está muy ofendida conmigo en este momento, si me despide ni protesta voy a poner.
—¿Sabes qué? Mejor me voy a la casa, luego hablo con tu hermana.
Sale furiosa de mi taller yo la sigo pero al llegar a la puerta ella ya se subió a la camioneta con sus escoltas y yo no la voy a detener, más tarde me disculpo. Suspiro y cierro el taller y voy a dónde Juan José está, no sé a qué se quedó aquí pero lo agradezco, tengo que hablar con él.
—¿Qué le hiciste a la güerita? —me pregunta muy serio.
—Le dije la verdad acerca de un tema muy sensible para ella.
—¿Vienes conmigo? —asiento y me da la mano para ayudarme a subir al caballo.
En silencio avanzamos unos cuantos metros, suspiro y dejo caer mi cabeza contra su espalda. Ahora que empiezo a pensarlo mejor nunca debí meterme en sus problemas personales, si llega a contarle a Alberto lo que dije no tendría ningún reparó en destruir mi carrera, nadie me daría trabajo y si inició una marca propia ellos la echarían abajo en un santiamén, fui una completa estúpida, me deje llevar por mis propios sentimientos y olvide completamente ser objetiva.
Chilló y abrazo a Juan José para calmar mi ansiedad, me quiero morir, regué el tepache completamente.
—Deja de apretar las piernas Helena, pones nervioso al caballo y a mi me dejaras sin aire —es que me agarró de lo que puedo para mí echarme a llorar pero si sigo así el caballo nos va a tirar y moriré, aunque eso no parece tan malo— ¿Tan mal te dejo tu plática con la señorita Alina? ¿no le gusto tu trabajo?
Si mi trabajo no le hubiera gustado no me pondría así, lo tomaría de una mejor manera, las críticas me ayudan a mejorar.
—No, es eso, yo abrí la boca de más pero… Juan José… —iba a preguntarle si era cierto que ya no amaba a Victoria pero ese sería una estupidez más grande, soy como un maldito calcetín, abro la boca para meter la pata— no quiero hablar de eso, mejor dime, ¿por qué no quieres aceptar ser el dueño de las palomas? —ese no es un tema mejor pero por lo menos cumpliré con el pedido de Victoria— Sé que no tienes el dinero necesario y que seguramente no te otorgarían un crédito, que tampoco estas dispuesto a aceptar el dinero de mi hermana pero quizá si haces un poquito de lado tu orgullo puedas aceptar el mío.
—Tampoco tienes dinero y no pienso permitir que te adeudes por mi.
Tiene razón, mi pobre capital va a la baja pero aún así creo que alcanza, no es necesario que Victoria intervenga está vez.
—Tengo dinero, me pagaron una cantidad indecente por la colección que presente —Alberto me dio un bono bastante generoso por las buenas ventas y me prometió uno más si se todo se agota, aunque después de abrir mi bocota no tengo muchas esperanzas de recibirlo—. Entiende que este no es un regalo, si no un préstamo.
Ya que de otra manera nunca lo aceptará, pero no ojala entienda que esto tampoco es una cadena, puede decidir, al final de cuentas si quiere separarse de nosotros lo hará y nadie podrá impedirlo, ya ni siquiera Victoria puede.
—Déjame pensarlo —esta vez se escucha abierto a considerarlo.
—Esta bien pero recuerda que no nos hacemos más jóvenes y ya es hora que pienses en el futuro, en una familia —no es de a fuerzas que la tenga pero el no está hecho para la soledad—. Al final de tus días no querrás encontrarte solo.
—Tienes mucha razón, no quiero.
Aunque yo nunca lo dejaré solo, no podría.
Mi vista nuevamente se dirige a ella, no puedo concentrarme si me está mirando, me vuelve loco, no sé ni cómo está pasando pero no puedo pensar en otra cosa que no sea Alina.
—Juan José —escucho la voz de Valentín pero no es hasta que truena sus dedos en mi cara que le hago caso.
—Si, dime.
Volteo discretamente de nuevo, ahí sigue, hablando con Victoria, quién sabe que le este diciendo pero la tiene bastante entretenida, por lo menos ya no parece tan enojada como cuando la ví salir hace rato del taller de Helena, no me quiso decir lo que pasó pero me imagino que algo tendrá que ver con el motivo por el cuál está aquí, en las últimas horas me he visto muy tentado a preguntarle a Victoria la razón por la cuál llegaron aquí pero eso significaría meterme en dónde me llaman, puedo tener problemas si no guardo mi distancia, y lo malo es ni siquiera me importa meterme en problemas.
—¿Qué te pasa? —me vuelve a tronar los dedos— Estás como ido, ¿Qué tienes? ¿por qué no me estás gritando?
—Porque lo estás haciendo bien —digo desviando la mirada de nuevo.
Después de meses y meses de entrenamiento duro por fin aprendió a escucharme y hacer solamente lo que le digo, ya no corre riesgos estúpidos e innecesarios. En estos días me he puesto a pensar en lo que va a pasar, casi puedo predecirlo pero no me gustan las apuestas y además aún me puede sorprender.
—Otras veces lo he hecho mejor y siempre pones un pero… ¡Ay, ya salió el peine! —ahora se pone en medio de la bonita vista que tenía enfrente— No se puede negar que tienes un gusto muy fino.
Parece que aún sigue sensible, desde que supo todo no ha parado de tirarme indirectas, es como si me estuviera reprochando algo y no toleró, él no tiene nada que reclamar, si le oculte el nombre de mi ex prometida fue para que trabajara más a gusto, si él lo hubiera sabido todo de entrada probablemente jamás se habría atrevido a pedirle ayuda.
—No sé de qué hablas —no le daré más leña para su fogata.
—Estás sonriendo como un idiota.
—Cuidadito como me hablas, sigo siendo tu mayor y me debes respeto.
Ya le pase muchas cosas, yo no meto en su vida privada, nunca le pregunto más de la cuenta, así que él tiene que hacer lo mismo y dejarme en paz.
—Juan José, ve con ella, habla con ella, por una vez en tu vida atrévete a hacer algo.
—Ve a ensillar los caballos de las niñas —no pretendo discutir por más tiempo con él, no me gusta hacerlo—. Ándale y deja de mirarme así.
—Si no vas a hacer nada mejor tu deja de mirarla así o todos se darán cuenta.
Me sonríe burlón y se aleja antes que pueda darle un zape, pero me deja pensando, ¿Qué es lo que verán los demás en mi mirada?
—¿De que se darán cuenta? —digo pero él ni siquiera voltea a verme— ¿De qué, Valentín? ¡Te estoy hablando!
—No lo regañe por ayudar a mis sobrinas, por favor —me sobresalto al escuchar la voz de Alina tan cerca de mi.
Ni siquiera me di cuenta de que se había alejado de Victoria para venir conmigo, volteo a todos lados para ver en dónde está mi patrona pero también desapareció, no puede ser que nos dejarán solos.
—No es por eso señorita, yo lo mandé precisamente a ayudarlas —así como estoy de nervioso puedo hacer algo mal—. Es solo que a veces… es muy rebelde.
—Pero muy virtuoso, nunca había visto a un charro entrenar pero es trabajo duro, ¿usted también lo hace?
Bajo la mirada para que no vea el dolor que me produce hablar de ello, no quiero que me vea melancólico.
—No, yo ya no lo hago, estoy fuera de forma.
—No me lo parece —y el como me mira hace que las piernas me tiemblen, si la conociera más ya estaría comiéndome su boca a besos—. Está… en excelente forma física, apuesto a que usted lo haría mejor.
—No me puedo juzgar a mi mismo —aunque me tengo en un muy alto concepto como charro—. Lo mejor será que usted asista a la fiesta del pueblo, que vea por usted misma lo que Valentín es capaz de hacer.
—Dudo mucho que me dejen salir de los límites de esta propiedad, soy una niña más a cargo de Victoria —de niña ya no tiene absolutamente nada.
—Estoy seguro de que la puede convencer, dígale que yo mismo la llevaré si es necesario.
—¿Cómo una cita? —pregunta con una sonrisa pícara.
Nunca una mujer me había puesto tan nervioso, tan desesperado por darle un beso, y yo sé que no debo meterme con ella, sé qué es mejor que me alejé antes de empezar algo que saldrá mal, de algo que puede ser un error pero aún así, si ella es un error entonces lo cometeré, y será el mejor error de mi vida.
Por una vez le haré caso a Valentín y me voy a arrojar de cabeza al vacío, si muero por lo menos lo haré feliz.
—Si, como una cita.
Gracias por seguir leyendo.
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