52.- Me cansé de rogarle

Rogelio hizo muy bien al enviarme a casa pero muy mal al ponerme en medio de Juan José y Helena, el camino transcurrió en un silencio incómodo, pero fue lo mejor quedarme callada ya que cada que abro la boca es solo para hacer las cosas más difíciles y ya no estoy para eso. Me siento terriblemente mal, me duele la cabeza, me duele el cuerpo y me duele el corazón, así que una vez que llegamos subo rápidamente a mi habitación a encerrarme para vomitar.

Quería sacar de dentro de mi el asco que me producen sus manos, sus palabras, su forma asquerosa de mirarme, pero también quería olvidar a Mauricio, su mirada llena de desilusión, de traiciona, su desconfianza, quería arrancarme de las entrañas el dolor de Juan José, la culpa y sus buenas intenciones, quería olvidarlos a todos y no lo logré.

Los tres están clavados en mi memoria, corazón, piel y alma, no importa cuánto vomité, o cuánto jabón use para bañarme nunca se irán, nunca podré lavarlos.

Al salir del baño me siento en mi cama, me abrazo a mis piernas esperando, llorando como si fuera una niña pequeña, pero si fuera una niña no estaría así, porque sería una ignorante, sería alguien que no conoce este tipo de dolor y vacío en el alma. Cuándo estoy por rendirme ante el cansancio alguien toca la puerta, todos saben que estoy aquí así que no me queda otra más que responder cuando me llaman.

—Victoria, soy Isela, ¿puedo pasar?

—Adelante —y no está sola. Helena viene detrás de ella.

Las dos deben estar ansiosas por saber lo que paso, Isela escucho un poco durante junta, esa maldita junta en dónde todo ese quejaban como bebés, pero como eso era lo que quería no me puedo quejar. 

—¿Qué fue lo que pasó? —me pregunta Isela sentándose junto a mi, Helena también lo hace.

De niñas nunca tuvimos una pijamada, no era mi estiló, ahora me arrepiento, quizá así no me sentiría tan incómoda con su presencia aquí, sé qué intentarán consolarme, decirme algo para que no me duela pero eso no va a funcionar, nunca hubo palabras suficientes para frenar lo que siento.

—¿Con Luciano, con Mauricio o con Juan José? —hoy los tres me dejaron en el suelo.

—Con Mauricio y con Juan José —buena elección la de Helena. 

—Cuando estábamos en la capital se me ocurrió contarle a Mauricio que una vez me enamore de alguien a quien llamaban el hijo del pueblo —la peor idea del maldito mundo— entonces hace rato Juan José y yo estábamos discutiendo y le dije que no me hablara de superar la muerte de mi padre si el mismo no lo había hecho, le señale las pancartas de Valentín y Mauricio solo sumo uno más uno.

—Me extraña que siendo araña te caigas de la pared —ahora no estoy para los dichos de Isela.

La verdad es que se me debería reconocer que lo oculte magistralmente durante todo este tiempo, siempre hubo señales, la manera en la que me miraba Juan José, su forma de tratarme e incluso algunas habladurías, esto era algo que tenía que pasar pero yo quería ser quien se lo dijera, tenía todo el derecho a explicarle a mi marido cómo estuvieron las cosas y yo tenía la firme intención de hacerlo pero cuando intento usar nuestro matrimonio para deshacerse de Juan José no lo soporte.

Mauricio, como se lo dije es muchas cosas pero no tiene derecho a despedir de esa manera tan inhumana a alguien que dio su vida por mi, por mis hermanos, por esta casa. No puede deshacerse de alguien a quien los demás respetan, a quien me salvó de que todo el mundo me mandará a la fregada en mi peor momento.

—¿Qué le dijo Juan José? —pregunta Helena.

—Que ya no me amaba, que nunca le faltamos al respeto, que se iba a ir de aquí.

—¿Te dolió saber que ya no te amaba? —como le gusta el chisme a Helena.  

—Por supuesto que no, que Juan José ya no me ame es lo mejor nos puede pasar pero no puede irse así —como si fuera un criminal—. Nunca he estado en posición de dejarlo ir así nada más, le debo mucho pero si no se va quizá pierda a Mauricio y eso me va a matar, por eso lo oculte al principio, Mauricio no lo hubiera soportado, me habría presionado hasta ceder y para que está casa funcione los necesito a los dos.

Yo puedo ser la cabeza de esta hacienda, puedo saber todo acerca de todos mis negocios pero eso no significa que pueda hacerlo sola, no puedo estar con los caballos, en los campos de cebada, con el ganado, con las finanzas, con la asociación, cuidando de mi hijo, vigilando a Helena, carreteando a Rogelio para que vaya a su terapia, al mismo tiempo. Sé que Rogelio y Helena podrían ayudarme, que de una o de otra manera podríamos adaptarnos pero llevaría tiempo, mismo que no tenemos, eso se lo haré ver a Mauricio, como sea tendrá que aceptarlo. 

«—Además, todos saben que desde el día que conocí a Mauricio jamás he puesto mis ojos en otro hombre, yo sé que pueden pensar mal pero no justifica que no ayude a Juan José —se lo prometí a él y a mi misma—. Cómo si yo soportará que alguien me toque, el día de hoy casi me baño con ácido para sacarme la sensación de las manos de Luciano sobre mi cuello.

—¿De que hablas? —Helena se acerca a mi y empieza a revisarme el cuello, la alejo rápidamente, no quiero que nadie me toque n.

—No tengo nada, es solo que me encerré con el en su despacho, nos amenazamos, dijo que ya tenía la certeza de que Vicente es su hijo, deje que se acercará para que cuándo gritara todos creyeran que estaba atacándome —mi hermana e Isela niegan, también están en desacuerdo con lo que hice—. Era necesario. 

—¿Para que? —me riñe Helena. 

—Siembro mi propia defensa.

No sé cómo pasaran las cosas pero de lo que si estoy segura es de que no quiero pasar media vida en la cárcel por su culpa, solo dejo elementos para que la policía no pueda condenarme tan duramente.

—Estás loca, no puedes… —Helena se queda callada al escuchar un grito afuera.

Ese no fue un grito de pánico, es el grito de un mariachi antes de empezar a cantar, lo sé porque lo he escuchado incontables ocasiones, también ya puedo escuchar los demás instrumentos, los violines, las guitarras, las trompetas, están aquí, pero ¿por qué? Mi hermana se levanta de la cama para ir a la ventana y ver qué se trata y por la sonrisita en el rostro asumo lo peor.

—Por favor dime qué no es lo que estoy imaginando —le suplico acurrucándome más en mi cama.

Isela también se pone de pie para ir a la ventana, sonríe mucho, si es Mauricio solo está haciendo el ridículo. 

—Por supuesto que lo es, pero apenas puede sostenerse en pie —me dice Isela.

Para acabarla de amolar se puso borracho, como si las cosas estuvieran para eso.

—Puta madre, Rogelio se quedó con él —esta vez si me levantó para ir asomarme pero cuando lo hago me sorprendo al ver a mi hermano completamente bien. 

Debí confiar más en él, está comprometido con su tratamiento y además el día de hoy hay algo más importante por lo cual mantenerse sobrio. Mi intención al dejarlo con Isela en la notaría era que hablarán pero resulta que ni tiempo tuvieron, aún se deben una plática. 

—Rogelio está bien —murmura Helena igual de maravillada que yo—. Él si quiere cambiar, por…

—Ustedes —interrumpe Isela—, Helena no intentes metérmelo por los ojos.

Bueno él ya está en sus ojos, en su alma, ella lo sabe y es solo su elección ir a hablar con él o no, a nosotras solo nos queda apoyar cualquier decisión que tome.

—¿Creen que la manguera del agua llegué hasta aquí? —les pregunto pero se me acaba de ocurrir algo mejor— No, mejor yo voy a salir.  

Bajamos las escaleras, Milagros y mi nana ya también están pegadas a las ventanas, todo el mundo está muy entretenido presenciando el terrible espectáculo de mi marido y si eso quería dar Mauricio yo le voy a colaborar, con mucho gusto.

Me detengo delante de una de las licoreras que no me permitieron destruir y me sirvo un trago de whisky, necesito valor para enfrentar a Mauricio, ya escuché la canción que me está dedicando y no me parece justo. 

—Por ellos, aunque mal paguen —le digo a Isela que es la única que me está mirando.

Salgo y jalo la manguera del agua para tenerla cerca cuando termine de cantar, Mauricio ya me vio, no creo que sepa lo que pretendo pero poco importa, los que si ya se están preparando son Valentín y Maximiliano, no entiendo porque si me conocen no lo detuvieron.

—Me cansé de rogarle… con el llanto en los ojos alcé mi copa y brindé por ella, no podía despreciarme, era el último brindis
De un bohemio… por una reina… —canta Mauricio con una terrible afinación.

Cuando Ismael ve que ya no puede me hace la segunda voz, él también debió intentar detenerlo pero está bien, entiendo que su trabajo es dar serenatas, no lo voy recriminar por el despecho de mi esposo. 

—Los mariachis callaron… de mi mano, sin fuerza, cayó mi copa sin darme cuenta…
Ella quiso quedarse cuando vio mi tristeza. Pero ya estaba escrito que aquella noche perdiera su amor.

Terminan de cantar y mi marido solo se queda esperando, si lo que pretende es que baje y lo llene de besos está muy equivocado, esa canción me está haciendo sentir muy mal. Quizá lo que diga la letra sea cierto, yo soy inflexible, he cometido muchos errores pero la ropa sucio se lava en casa y si requería explicaciones solo tenía que hablar.

—Ya termino, ¿te abro la llave del agua? —me pregunta Helena muy dispuesta a ayudar.

Cuando éramos niñas siempre quisimos que nos trajeran serenata para poder aventarles agua, la primera vez que Mauricio me trajo serenata no hubo necesidad de nada de esto, pero ahora sí, se lo ganó a pulso. 

—Déjalos, por favor —nos dice Isela cuando Rogelio se acerca a Ismael y le pide otra canción. Quiere escucharlo.

Helena deja la llave del agua quieta y yo también bajo la manguera, vamos a seguir presenciando el espectáculo. 


«Vuelve otra vez. Vuelve otra vez. Que se nota en tu voz, que le pides a Dios que él también te perdone. Pero yo que conozco tu amor y que se lo que tú puedes darme en la vida. Como te voy a querer si a través de tu amor conocí la mentira.»

Él sabe que cometió sus errores, realmente nunca los ha negado, Isela lo sabe, creo que lo entiende pero eso no significa que tenga porque regresar, más cuando el día mañana Rogelio puede entregarse, porque quiere hacerlo, necesita expiar sus culpas para ser un hombre completamente integro, para sentir que merece vivir con tranquilidad. Si ahora está cantándole es solo para que escuché, Rogelio necesita pedirle perdón y que ella le crea, solo eso quiere.

«Pobre de ti, pobre de ti, cuantas veces oí, sin piedad repetir: tú naciste sin suerte. Y hoy ya lo ves vienes a mí a ofrecerme ese amor que le dio a un corazón tres heridas de muerte. Como te voy a querer si a través de tu amor conocí la mentira.»

La canción acaba y como nadie más quiere seguir cantando, tomo la manguera y bajo las escaleras, Helena con mucho gusto abre la llave y al único que le doy un baño es a Mauricio, esto es para que no se le olvide que en esta casa no voy a tolerar sus juegos.

—Se acabó el espectáculo señores —les anunció dejando caer la manguera y acercándome a mi marido para sostenerlo, me va a tocar llevarlo de la manita a darse un baño—, ¿te deben algo Ismael?

—Por supuesto que no mi señora, nosotros nos retiramos —esta divirtiéndose con todo esto—. Buenas noches y que este bien.

—Igualmente —asiento en su dirección para luego susurrarle a mi marido—. Tú vienes conmigo. 

Rogelio se acerca para ayudarme a subir con Mauricio las escaleras pero se le olvida cuando nos encontramos delante de Rosa Isela, la ve con mucho dolor, a pesar de la terapia, del tiempo que ha pasado le sigue doliendo, creo que le dolerá toda la vida.

—¿Podemos hablar? Por favor —le suplica. 

—Vamos.

Juntos se van y me dejan a mi sola, está bien, no van a querer escuchar lo que tengo que decirle a Mauricio. Cuando paso por la puerta de la casa veo que Helena ya se ha puesto su chamarra, no entiendo porque ni una noche se puede quedar quieta.

—¿Tú a dónde vas?

—Si ustedes no van a aprovechar el mariachi yo sí —con razón Valentín y Maximiliano se quedaron afuera muy a gusto platicando con Ismael.

—¿Sabes lo que hice hoy? —me aseguraron que Luciano se iba quedar custodiado pero no confío en ellos.

—Si, pero no vamos a salir de aquí, te lo juro vamos a estar en casa de Juan José, hay que tenerlo vigilado para que no escape.

Eso suena como una buena excusa, necesito mantenerlo aquí hasta mañana, por lo menos hasta que Mauricio entienda que las cosas no se hacen tal y como él las quiere. 

Yo sabía que Mauricio casi no razonaba cuándo se ponía borracho pero creo que el día de hoy si se excedió, después de ahogar sus penas en una botella de tequila, fue y le exigió a Ismael que lo acompañará a la hacienda para cantarle a Victoria, yo pensé que sería una buena manera de reconciliarse pero cuando escuché la canción solo supe que las cosas se pondrían peor, aún así nunca creí que Victoria le diera un baño, aunque por lo menos a mí me dejó cantar mi canción, me dio la oportunidad de hablar con Isela.

Ambos caminamos en silencio a mi casa, nos quedamos en la puerta, no sé qué esperamos pero ella no quiere entrar.

—Dime.

—Perdóname —suplico de entrada, solo necesito eso.

—¿Por qué? ¿Por mentirme? ¿Por un importarte una mierda lo que sienta? ¿Por tratarme como una estúpida, como una inútil?

Por unas si y por otras no, yo sé que no soy perfecto pero nunca la hice menos, ella preguntaba para aprender y yo le respondía, la llevaba al campo para que viera el trabajo, nunca cuestione ninguna decisión con respecto a sus negocios con mi hermana y no la considero falta de ninguna capacidad. Creo que al igual que mis hermanas logro sobresalir por encima de su nombre, por encima de los que nunca creyeron en ella, por eso y por muchas cosas más la admiro.

—Perdóname por no ser lo suficientemente valiente para afrontar las consecuencias de mis actos, por callarme y no confiar en ti —eso fue lo que nos trajo hasta aquí—. Por no dejarte elegir, por creer que eras frágil y por no darte el lugar que siempre te has merecido, por permitir que te movieran en este juego tan sucio, porque eso es, un juego sucio, perdón por involucrarte en esto, por ponerte deliberadamente en peligro.

Porque no puedo sacarme de la cabeza que durante todo este tiempo la hemos arrastrado con nosotros a toda esta porquería, hoy se dejó ver cómo nuestra socia, como nuestra amiga, como nuestra aliada, todos saben que, a pesar de que no estar conmigo, ella le sigue siendo leal a nuestra familia.

—A mí no me importa el peligro, nunca ha interesado y en este juego sucio yo habría entrado por propia voluntad —eso es lo que más me preocupa, ¿hasta donde tiene que llegar para entender que nosotros la podemos destruir?—. No sabes la rabia que sentí cuando me dijiste lo que le hicieron a Victoria, ella no se merecía esto y después de hoy entiendo porque lo hace, me quedan muy claros sus planes y por eso sé que no va a funcionar, no es capaz de matar a nadie y tú no lo hubieras hecho si Rosendo no hubiera orillado.

Quizá si lo hubiera hecho, siempre estuve lleno de rabia, odió y desesperación, esa noche me cargue a la razón y el miedo actuó por mi, pero si tuviera una nueva oportunidad no lo haría, Rosendo no merecía mi vida y no merece de la de Isela. De cualquier manera arrepentirme en este momento está de más.

—Isela gracias por ayudarnos el día de hoy, hiciste más de lo que era necesario —si hubiera ido Helena en su lugar los socios hubieran llegado a la conclusión de que esto si era una trampa—. Sin ti ellos nos la hubieran puesto más difícil… vamos, te llevo a casa. 

—¿Y eso todo? —me pregunta enojada— ¿Qué te crees? ¿Quieres ser un héroe? Me dejas por mi bien, porque eres malo, porque no me mereces, ¿qué te pasa, Rogelio? ¿es que no lo puedes entender? Yo no quiero que me cuides, quiero que me ames y me dejes pelear a tu lado, dices que te arrepientes de no dejarme tomar mi elección y es lo mismo que haces ahora, sigues decidiendo por mi e intentado decidir por Victoria.

—Victoria no puede matarlo, ¿Qué le dirá a su hijo? ¿Qué le diré yo a él si ella muere? —en mi situación no puedo cuidar de Vicente y además, algún día sabrá la verdad, eso lo va a destruir, por muchas razones Victoria no se puede manchar las manos con la sangre de Luciano— Isela, ¿de estar en mi lugar que es lo que harías? 

—¡No lo sé! ¡No tengo idea! —me grita— Durante meses he estado pensando una y otra vez en esto, en lo que hubiera hecho y dicho y no se me ocurre nada.

—Pues a mí sí, la única manera de terminar bien esto es que me entregué —ya me tarde para hacerlo—. Vete Rosa Isela, vive, sigue creciendo y olvídame, olvídame o estar ahí encerrado será más difícil.

—Rogelio, quédate conmigo —ojala todo se pudiera solucionar así.

Quiero quedarme, es lo que más deseo en el mundo pero voy a destruir nuestro amor por mis culpas, lo sé. Soy un desastre que no se arreglará pronto. 

—No puedo.

—Si puedes, mírame —se acerca a mi, toma mi cara entre sus manos, hace mucho tiempo que no me tocaba y este simple roce hace que todo mi cuerpo se llene de vida—. Si puedes, no importa si mañana te llevan, no me importa, ya te elegí, lo hice cuando te conocí, te elegí cuando te di mi primer beso, te elegí cuando estuvimos juntos por primera vez, te elegí el día que pediste matrimonio y te elijo hoy.

—No, no… —de alguna manera tiene que entender que esto no es lo que necesita—. Está vida no es para ti, yo te amo y por eso no puedo dejarte.

—Pero lo haré, me quedaré y… si tú me dices absolutamente todo te ayudaré —ya lo han intentado, hemos hablado, discutido, examinado cada posibilidad y nunca llegamos a una salida distinta—. Si tienes que pagar entonces lo harás pero al final estaré yo.

—No tienes porque esperar —ya perdió años valiosos, la pena que me den solo será una tortura para ella.

—No tengo, pero quiero hacerlo, porque para mí no hay nadie más que tú y la vida maravillosa que crees que tengo en Monterrey no sabe a nada si tú no estás conmigo —una lágrima corre por su mejilla y las mías también, no quería llorar delante de ella—. Rogelio, yo te quiero así, porque ahora sé que estás arrepentido y que quieres ser bueno, que te esfuerzas por ello y es todo lo que quiero, y si la felicidad se nos niega entonces… a la mala la haré nuestra.

Y es por esa fuerza, por esa fiereza que me dejó llevar, que la tomo en mis brazos, que la hago mía, no debí hacerlo, darle esperanzas es un acto despreciable pero este amor es más fuerte que nosotros, más que el odio que llegado a sentir y solo espero que resista a los duros golpes que la vida aún está por darme. 

Gracias por seguir leyendo.

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