50.- Trono caído
Solo una vez me acerque a los límites de la hacienda Altamira, fue cuando tenía catorce años, acabamos de conocer a Isela, le enseñábamos los caminos más rápidos al pueblo desde la malagueña pero ella quería ver la casa vecina, Rogelio acepto porque no quería hacerle un desaire, fuimos, con mucho cuidado y solo vimos la fachada de la casa, nos asustamos al ver salir a Rosendo, salimos corriendo y nunca volví y creí que nunca regresaría pero tenía que hacerlo aunque este matándome.
Estar en esta casa me produce un frío terriblemente conocido, un frío que me recuerda a la noche, que reproduce en mi mente el llanto de Rogelio y Mauricio, mis propios sollozos y mi lucha inútil para quitármelo de encima.
Cierro los ojos para evitar llorar, no puedo llorar delante de nadie y mucho menos aquí.
Joel ha llevado mi mensaje y Carlos abrió las rejas de la hacienda para hacernos pasar a todos, en la entrada principal hay varias camionetas de los organismos gubernamentales que están llevando sus debidas averiguaciones, sin embargo lo que llama mi atención son las flores, camino hacia ellas, nunca imaginé ver tantas flores aquí, dalias blancas, crecen por todas partes.
Volteo a ver a Mauricio para expresarle mi desconcierto pero él está más entretenido mirando a su alrededor, como queriendo asegurarse de que nadie esté apuntándome en la distancia.
Sin hacer ruido me alejo de él y camino hasta la persona que parece estar a cargo, no lo conozco pero si sé lo que está haciendo.
—Buenas tardes —le saludo—. Soy Victoria Caballero presidenta de la asociación ganadera HCE, ¿ustedes vienen de la SAGARPA?
La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación es una dependencia del poder ejecutivo federal, que promueve el desarrollo del campo y de los mares del país, se encarga de propiciar el los trabajos en el campo y en las costas, supervisa nuestro trabajo como ganaderos, verifica que nuestros productos sean de calidad, en estos rumbos hace tiempo que no aparecían, esto causará un gran revuelo, es una completa vergüenza.
—Agente Saúl Morales, como ya se le había informado estamos llevando a cabo las investigaciones por la demanda que interpusieron en su contra —detalles de más, detalles de menos—. Estamos tomando las muestras para llevarlas al laboratorio.
—Lo entiendo, yo soy veterinaria —de mi ridícula cartera de lentejuelas negras saco mis identificaciones—. Mi cédula profesional y mi identificación, cualquier cosa que se necesite puedo ser de ayuda.
Aunque siendo sincera lo mejor es que ni siquiera meta las manos, debo ser muy cuidadosa con cada paso que de, ya que lo que pretendo es fingir ignorancia respecto a esto.
—Lo tomaremos en cuenta —me devuelve mis credenciales y voltea todos lados para asegurarse de que nadie nos oye—. Señora, ya he visto la carne, no quiero adelantarme a las pruebas pero es evidente lo que pasa, como quién dice, solo falta encontrar una prueba material del clembuterol.
Lo sé, porque si llegarán solo a encontrarlo en los animales se puede alegar que quizá fue algo en el alimento, sin un recipiente que indique que él lo está administrando no tengo nada, pero ya no me preocupo por eso, Joel se vendió completamente, me dijo a dónde había que buscar y yo solo me encargue de llevar esa información a alguien que está aquí, que discretamente dará con la puerta en dónde está todo, ya no tiene salida, menos ahora que sospecho que está distribuyéndolo, es por eso que le pedí a Mauricio que hablara con la gente que se ocupa de la frenar la distribución de estás sustancias, aunque pretendo, no puedo sola con esto, va mucho más allá de mis capacidades como presidenta de una asociación.
—Entiendo perfectamente lo que me dice y por nosotros no se preocupen, no venimos a entorpecer la investigación —lo digo porque los demás socios ya están merodeando por ahí, me acechan como buitres—. Se decidió llegar hasta las últimas consecuencias, sean cuáles sean.
La verdad creí que me pondrían muchísima más resistencia, esperaba que lo defendieran con uñas y dientes, estaba incluso preparada para la posibilidad de tener que fingir que lo apoyaba, afortunadamente no paso, y yo sé que no están felices conmigo pero no me importa, en unos meses si quieren pueden deshacerse de mi, le pondré un precio muy alto a mis acciones, lo justo por estos años de trabajo de incesante.
—Muy bien señora, ahora tengo que regresar con los peritos.
Asiento y se da la vuelta, tiene mucho trabajo y además quizá también tiene que comunicar que estamos aquí, seguramente van a querer que nos presentemos a declarar y yo me encargare de que de uno a uno los socios expresen su desconcierto, su tristeza por esta traición y posiblemente también su enojo.
Camino de regreso a la entrada, los demás se preparan para pasar a la casa y Mauricio está mirándome enojado.
—No te vayas lejos de mi lado —me riñe.
Los demás se nos quedan mirando por un instante, me parece que incluso sonríen, quizá estén felices por la posibilidad de que haya un hombre en la tierra capaz de regañarme, pero ese hombre murió hace mucho tiempo.
—No me hables así delante de todos, por favor —le pido amablemente, tampoco voy a hacerlo quedar como un tonto.
Él niega, sé que está asustado, que no acaba de asimilar que estemos aquí, que todo esté casi a punto de terminar pero esto tiene que pasar, lamentablemente no hay otra manera para que yo salga limpia de todo esto.
Todos entramos a la casa de Luciano, el interior me recuerda mucho a como eran las palomas antes de que lo remodelarán, las paredes están pintadas de color arena y los muebles son algo anticuados, se mantienen bien porque supongo que aquí no hay nadie que los maltrate. Mi padrino es quien nos hace pasar a la sala y me indica que me siente, los demás por supuesto se quedan de pie a mi alrededor, esperando, aunque no por mucho, oímos los pasos rápidos de Luciano venir a nosotros, todos se tensan pero yo me mantengo lo más serena posible, sigo sentada cuando el aparece.
—Luciano… —murmura Danilo, la piedrita en mis zapatos.
Al verlo siento un escalofrío por toda la espalda, las manos me empiezan a hormiguear y el peso del revólver en mi cadera de hace más tangible, y aún así, con las piernas temblándome y con el corazón a mil por hora levanto la cabeza y volteo a verlo, totalmente recta, erguida, sin titubeos, le sonrió.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta directamente, da un paso hacia mi y Mauricio se pone en medio.
—Doña Victoria es la accionista mayoritaria y presidenta de la asociación —le contesta mi padrino acercándose también a mi.
Él siempre ha pensado que hago todo esto por papá, acepto ayudarme por esa razón pero no es cierto, esto es por mi, por Rogelio, después será por papá, por todos a los que les hizo daño.
—¿Está niña? —ahora si voltea a ver a los demás, se acerca más para intentar encararlos pero no.
Me levanto y quitando a Mauricio de en medio quedó cara a cara con el, los demás poco tienen que decir, además si lo hacen solo corren el riesgo de convertirse en daños colaterales de mi venganza.
—Señora, aunque le cueste más trabajo —le aclaro—. No vine aquí por gusto si es lo que imagina, estoy aquí para comunicarle la decisión de la junta, está fuera de mi asociación.
—Ustedes no tienen derecho… —les empieza a decir a los demás, pero levanto la mano para callarlo, a mi no me ignora.
—Tengo todo el derecho, yo hablo por esta junta.
Escucho algunos suspiros, más bien quejidos, es claro que no están muy a gusto con una mujer muchísimo menor que ellos los defienda pero no les queda de otra, firmaron de conformidad, ninguno puso resistencia a que me autonombrara presidente de la asociación, ahora tendrán que asumir eso y tragarse su orgullo.
—Entonces, señora —ahora si me ve a los ojos, siento de nuevo un frio atroz—, venga para que hablemos a solas, ¿o le tiene miedo a algo?
Mi mano involuntariamente se mueve hasta mi cadera pero me obligo a seguir firme, si yo saco esa arma daré el mensaje equivocado.
—¿Por qué tendría miedo? —no puede retarme sin quedar en evidencia.
Me indica con la mano que lo acompañe a otra habitación, asiento y doy el primer paso pero Mauricio me toma por el brazo, era obvio que no me dejaría ir.
—Victoria, no —me suplica.
—Mauricio por favor, guarda la calma —me suelto con delicadeza y retomo el camino.
Caminamos un par de metros, abre una puerta y entro, observó el despacho, aquí todo está revuelto, da muy mal aspecto su trono caído. Sigo observando, memorizo, e incluso me preguntó si las armas en las paredes son de exhibición, suspiro cuando oigo la puerta cerrarse pero me mantengo firme, ningún titubeó vendrá de mi.
—Siéntate, Victoria —me ordena en un tono que causa aún más escalofríos.
Quiero temblar y esconderme, ir a casa, encerrarme, bañarme y quitarme la sensación de sus manos por mi cuerpo, quiero olvidar su mirada y todo lo que me dijo. Quiero, quiero, quiero, demasiado y no puedo tenerlo, si no me quedo aquí el tiempo suficiente no tendré ninguna oportunidad de defensa.
—No, solo voy a recalcar que estás fuera de mi asociación, sea cuál sea el resultado de la investigación no volverás.
—Eso no va a pasar mi florecita, no tienes tanta influencia —cada que me dice así siento de nuevo sus manos sobre mi piel, su tono siempre es demasiado íntimo.
—La tengo, ya todos lo aceptaron, ¿por qué estaría aquí si no? ¿por qué ellos no dijeron una palabra? ¿por qué te han abandonado a tu suerte? —me lo pusieron en una bandeja de plata— Nadie quiso ayudarte, se dio la opción, pero no les importo, a ellos solo les interesa la indemnización que tienes que pagar, y déjame decirte que si no lo haces enfrentaras otra demanda por daños y perjuicios.
Las cosas caen por su propio peso, llegará el momento en que los socios reclamen esas acciones, así como el dueño de los restaurantes lo hará, ahí es cuando yo voy a entrar y voy a comprarlo todo, de una manera u otra lo que tiene será mío y si no llega a serlo me conformaré con saber que está en la calle y que no le queda otra opción más que largarse o morir, cualquiera de las dos me viene bien.
—No lo haré.
—No tienes opción, con permiso —me doy la vuelta para regresar a la puerta pero el se pone en medio.
Intenta tocarme pero doy unos pasos atrás, casi me sale un grito, pero aún no es tiempo, todavía no.
—Ya sé que pretendes, Victoria —me dice con una sonrisa que me hace querer vomitar—. Todo esto lo hiciste tú, nadie va a creer que es una simple casualidad.
Eso es lo que menos le importara a las autoridades después de todas las pruebas y testigos, ya no tendrá credibilidad, en cambio yo si, porque soy una víctima de él, de sus juegos sucios y sus trampas.
—¿Acaso yo te obligué a drogar a tus animales? —da un pasó más hacia mi, como ratón va hacia el queso envenenado— No seas ridículo, esto fue tu culpa y fue la de tus amigos, yo no te invite a comprar acciones, tampoco te obligué a firmar un contrato, lo que si hice fue ir a Pachuca cuando entregaste por primera vez, nada más de ver la carne lo supe, hice unas pruebas de laboratorio, lo confirme, y sí, pretendía entregarte a los socios pero la otra persona a la que estafaste se me adelantó.
Otro paso y yo retrocedo asustada hasta que chocó con el escritorio, ya no tengo a dónde más ir, él lo sabe, mi pulso se acelera, una parte de mí grita que use el arma, que lo mate ahora que está desprevenido.
—Sabes que cuándo mientes tu respiración se acelera —tiemblo cuando nuestros cuerpos se tocan en algunos puntos, el sube su mano a mi cuello busca acercarme a rostro, reprimo con todas mis fuerzas las ganas de vomitar, tengo que aguantar un poco más—. Te conozco, sé cómo trabaja tu mente pero te equivocaste porque si hoy salgo a la cárcel, tu hermano y el pobre idiota de tu marido vienen conmigo.
—Si hablas de esto solo te aseguraras de no salir nunca más —mis dientes castañean, no puedo más con el frío—. Eres un maldito violador, hay pruebas de eso, testigos, si hablas te voy a hundir aún más, te haré tan miserable que terminarás de rodillas en el suelo suplicando piedad.
—La única que suplicara piedad serás tú cuando te tenga en mi cama, cuando seas mi mujer nuevamente —me llevo una mano a la boca para no vomitar, esto no está bien, tengo que gritar—. Algún día vendrás aquí y quedarás con nuestro hijo.
Antes me quito la vida y desaparezco al niño, él no nos tendrá nunca, a mi podrá doblegarme, quizá hasta ponerme de rodillas nuevamente pero nunca verá de nuevo a mi hijo, al traerme aquí solo me mataría, está casa sería mi tumba, no sobreviviré un día.
—Jamás, ¿aún no te das cuenta? Vine a destruirte, en un día doblegue a los que fueron tus amigos de toda la vida, los utilice en tu contra —pero yo quiero arrebatarle todo, el honor, el valor, el orgullo—. En una semana tu hacienda será mía, en un mes te estarás pudriendo, en un año no quedará quien te recuerde, no eres nada Luciano.
—Soy el padre de tu hijo, es mío y te juro que lo tendré al igual que a ti —su seguridad me cala en los huesos.
No tiene dudas, quizá siempre lo supo o quizá solo prueba suerte pero no importa, ya dejó claras sus intenciones.
—Tu ni en mil años sabrías lo que es ser padre, porque si de verdad lo sintieras ni siquiera cruzaría por tu mente utilizarlo en contra mía —mi hijo no es una moneda con la cual puedan comprarme— ¿Sabes? Te tiene miedo, es un niño pero escucha y entiende que eres una persona mala, me lo dijo, lo vio, descubrió en esta mirada el infierno que creaste, el infierno en el que te consumirás.
En el que ambos nos consumiremos, porque ese es al único lugar a dónde dos mounstros como nosotros podemos ir ahora que firmamos nuestra sentencia de muerte.
Me acerca con más fuerza a él, su mano libre ya está en mi cadera me aprieta por un momento pensé que iba a besarme pero solo se acerca a mi oreja.
—Eso va a cambiar, Victoria, muy pronto me verás con otros ojos —murmura en un tono lascivo— y si no lo haces, entonces solo disfrutaré de verte así, frágil y llena de miedo, siempre temblando ante mi.
Yo no soy frágil, parezco, así luzco porque así lo quise, este traje, los zapatos, la ridícula cartera a la que me aferró con las uñas, el maquillaje, todo es un truco. Si entre a este despacho fue porque lo decidí, porque sabía que detrás de la puerta hay muchos hombres que me defenderán, Juan José incluso me vio entrar aquí por la ventana. Todos allá afuera verán algo distinto, unos verán a la niña que Vicente Caballero llevaba a las juntas, otros verán a la pobre joven que intenta dar la cara por ellos, algunos a la mujer que vino a intentar solucionar de una manera amable un problema con su socio, Juan José vera a la mujer que amo en manos del asesino de su padre y Mauricio verá a la mujer que ama en manos del hombre que ya le destruyó la vida.
Con todas las fuerzas que me quedan me obligó a dejar de temblar, muevo la cara para verlo a los ojos, para que sepa que cayó en mi trampa.
—No te tengo miedo pero ahora todos creerán que si —frunce el ceño pero no es tan rápido como para evitar que empiece a gritar— ¡Mauricio, ayúdame! ¡Suéltame por favor! ¡Suéltame!
Está vez mi voz si será escuchada, es el grito de la mujer que no pudo hacer nada para que no abusaran de ella, es el grito de la mujer que lloro durante cientos noches, es el grito de la mujer a la que casi mata de dolor.
Luciano no retrocede al escuchar los golpes en la puerta, por el contrario, baja su mano de mi cuello y me toma por el brazo y con la otra mano saca su arma para apuntarme directo al pecho pero si pretende matarme ya es demasiado tarde, a patadas tiran la puerta y los primeros entrar son Mauricio y Juan José, también con las armas en la mano, siguiendo su ejemplo también se asoman más de mis trabajadores, están asustados pero la mirada que definitivamente me parte el corazón es la de mi padrino, él me quiere como a una hija, si algo me pasa no se lo perdonará y yo no me perdonaré causarle este trauma.
—Luciano baja el arma y deja ir a Victoria, por favor —le suplica mi padrino.
Luciano mira a todos lados contrariado, no sabe en qué momento se metió tanta gente mía a su casa, escucho que alguien corta cartucho y me doy cuenta de que es momento de terminar con esto.
—Bajen las armas —les ordenó a todos, Juan José niega, todos lo hacen y no me queda más que hablar de nuevo con firmeza, no pueden hacerme esto— ¡Que las bajen he dicho!
Lo hacen pero no tanto por mi, si no porque agente Morales entra con más elementos de seguridad, al verlo Luciano me suelta, vocifera un insulto que no alcanzo a escuchar del todo y quién corre para agarrarme es Mauricio, me revisa la cara y las manos, no me hizo nada para mí buena o mala suerte.
—¿Qué está pasando aquí? —le pregunta el agente Morales a Luciano que solo bufa de coraje.
—Como ya le había dicho tenía que informarle al señor Altamira la decisión de la junta, pero se exaltó y por consiguiente mi gente también —los volteo a ver pero ellos no se ven arrepentidos, lo habrían matado con gusto—. No lo culpo por su reacción pero para nosotros tampoco es fácil.
—¡Mentirosa! ¡Eres una hija de…! —da unos pasos para intentar acercarse de nueva cuenta a mi pero el agente Morales se interpone.
Por lo menos alguien con autoridad lo va a parar por una vez.
—Cálmese, deje de insultar a la señora y mejor venga con nosotros tiene mucho que explicar.
Miro el reloj en mi muñeca, justo a tiempo, todo estaba cronometrado, Carlos sabía que esto iba a pasar, él siempre fue mi red de seguridad, yo sabía que existía la posibilidad de no poder gritar o moverme.
El agente Morales obliga a Luciano a seguirlo hasta la capilla de la hacienda, contra la voluntad de Mauricio hago que todos los sigan, deben ver por sus propios ojos lo que está pasando, no debe quedarles ninguna duda.
Una capilla es un lugar raro para tener un túnel pero también es bueno para ocultarlo, nadie sospecharía de un lugar sagrado pero Luciano no tiene respeto por nada, nunca lo tuvo al parecer.
El túnel ya está abierto, de él sacan cajas y cajas repletas de frascos con clembuterol, yo sigo actuando y me llevo una mano a la boca, fingiendo sorpresa y decepción, incluso me considero llorar pero eso nadie lo creerá y además ya no soy el centro de atención.
Héctor Domínguez, Humberto Castrejón, Luis Valente y Danilo López empiezan a discutir con Luciano, todos están lanzando maldiciones sin el menor decoro, sin reservas.
—¡Acaso son estúpidos! —les grita Luciano a los socios cuándo comienzan a reclamarle— ¡Todo es una trampa de esa mujer!
—¡¿Y por qué insistes en culparme a mi?! Cómo ya te dije en el despacho, yo solo vine a comunicarte la decisión de la junta, esto no es personal —esta enfurecido, ve la manera de acercarse nuevamente a mi pero ya no puede, ya no se lo permitirán— y todos están de testigos, la decisión no fue mía pero aún así estoy aquí y doy la cara, es hora de que tú la des por todo lo que han encontrado aquí, si eres inocente entonces demuéstralo.
Pero como no puede solo le queda irse de su casa sale con la cabeza gacha y con la moral destruida, con la incertidumbre de lo que pasará en los próximos días, él ya sabe que está hacienda será mía, ya sabe que voy a matarlo, revele todos mis movimientos, me expuse y le toca a él darme un golpe.
Gracias por seguir leyendo.
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