4.- Vámonos

La recepción de la boda va realmente bien, creo que todos están disfrutando a su manera de esta boda, no es típica ya que mi mamá desde la ciudad de México mando a traer un servicio de banquetes muy elegante —aunque doña Elisa no se quedó con las ganas de preparar comida para ya más entrada la noche—, lo que si me está molestando un poco  es la música, no dudo que la gente de aquí sepa apreciar la música clásica pero no va con ellos, están acostumbrados a fiestas grandes, llenas de color, de alegría y me voy a encargar de que así sea.

Para eso, anoche, antes de hacer nuestras tonterías, contraté al mejor mariachi que hay por aquí, han llegado y en diez minutos exactos van a entrar, aunque a mi mamá se le caiga la cara de coraje.

Entro a la carpa y veo a mi esposa platicando con unos amigos de mi padre, no se como le hace para sonreírles si ni a mí que llevo toda la vida conviviendo con ellos me caen bien.

Ahora que la veo me doy cuenta de lo mucho que está tratando de esforzarse para encajar con estas personas pero no tiene que hacerlo, no voy a obligarla a invertir seis meses de su vida con estás personas que no se la merecen, que ni siquiera van a llegar a apreciarla nunca; además por seguridad es mejor que nos quedemos aquí, si ese hombre, Luciano, averigua algo con respecto a la muerte de su hermano vendrá inmediatamente por Rogelio, no voy a dejarlo solo. 

—Deja algo para la luna de miel —me dice una voz conocida a mi espalda—. Te la vas a acabar con la mirada.

Sonrió porque lo que más quiero es verla toda la vida, ese es mi único deseo. 

—Alberto, me da gusto que si vinieras —me doy vuelta para darle un abrazo que recibe con gusto y ahí también puedo ver a su esposa—. Marisela, cada día te pareces más a mi madre.

Es demasiado joven para vestirse como una señora, no se le ve mal pero debería sacarle más provecho a su juventud y belleza. 

—Eso no es ninguna ofensa —me responde acercándose para también darme un abrazo y un beso en la mejilla—, espero que tu mujer con el tiempo también aprenda. 

Definitivamente no, me enamore de Victoria siendo una persona, no voy a dejar que nadie cambié quien es, porque así tal cual la ven es perfecta, totalmente perfecta.

—Victoria no tiene que aprender nada, mírala —y para mí sorpresa lo hace—. Es bella, fuerte, inteligente, trabaja más que muchos hombres que he conocido en mi vida y me ama —que sería suficiente para mí—. No puedo pedir más, así como Alberto tampoco. 

Con eso pongo en serios problemas a mi amigo pero Marisela no se va a ir tan fresca después de ver a Victoria como lo está haciendo, aquí nadie le va a poner mala cara e irse sin que yo de alguna manera le haga pagar por eso y no hay nada que le haga molestar más que le recuerden que ella no es la mujer que tiene el corazón de su marido, yo lamentablemente no pude hacer nada por ella, ni por Alberto pero lo haré por mi esposa. 

Toda esa gente la va a respetar y la van a ver por encima de mi, porque así es, yo soy un idiota que no se la merece pero me hizo el gran favor de aceptarme. 

—Todos tenemos lo que nos merecemos —me contesta Alberto intentado sonreírle a su esposa. 

—Tienes razón, aunque algunos la felicidad no les dura mucho —a lo lejos veo al primo de Marisela, Fernando a quien la felicidad le duró muy poco—, ¿en dónde está Alina?

Sin duda con ella y Fernando aquí está fiesta sería monumental, pero no la vi en la ceremonia y tampoco por aquí, dudo mucho que se entretuviera viendo el paisaje, no la culparía de ser así pero ambos sabemos que no es la suyo. 

—Sabes que mi papá no se ha sentido muy bien —lleva diez años enfermo, yo también lo estaría de saber que condene a mi hijo a un futuro totalmente infeliz—, además tiene mucho trabajo, te manda un abrazo y dice que le hables, ya está listo tu asunto.

—¿Qué asunto? —me pregunta Marisela con curiosidad. 

—La hermana de Victoria quiere estudiar diseño de modas, hablé con Alina para ver si podría ayudarnos —yo sé que cuando se conozcan van a ser grandes amigas—. Es una lastima que no esté aquí, quería presentarla.  

Se la presentaría a Alberto, a Helena le conviene conocer a quien podría ser un jefe potencial pero al buscarla me doy cuenta de que está bastante entretenida con Rogelio y con Maximiliano, el chico con quién sale regularmente, por ahora no le quitaré esos momentos a Rogelio, los necesita para estar tranquilo y recordar porque hicimos lo que hicimos.  

—Buenas tardes —esa voz dulce siempre me salva de mis más oscuros pensamientos. 

Me doy la vuelta para tomar la mano de mi esposa, que bueno que mi madre ya la soltó porque es hora del espectáculo principal. 

—Corazón, te presento a dos amigos de la infancia —siendo niños no veníamos los defectos del otro—, Alberto Quintana y su esposa Marisela Escalante, justamente estábamos hablando del tema de Helena, Alberto es hermano de la persona que te mencioné.

—Mi hermana, como le decía a Mauricio lamentablemente no pudo asistir pero espera muy pronto conocerte —eso si creo que sea cierto, Alina es muy diferente a todos los demás, solo por eso querrá muchísimo a mi Victoria—. Nuestra casa siempre estará abierta para ustedes, ¿verdad, Marisela?

Vuelve la atención a nosotros después de unos segundos, volteo a dónde ella estaba mirando y veo a Fernando muy entretenido mirando a nuestra vecina pero por su bien es mejor que le quite la mirada de encima, esa mujer ya tiene un compromiso.

—Claro, cuando quieran pueden visitarnos —nos reitera Marisela impaciente por terminar esta conversación—. Ahora sí nos disculpan, dejamos a nuestras hijas en la ciudad de México pero nos trajimos al niño mayor que nos da más batalla.

Muchas veces me preguntó cómo es que llegó al punto de que lo tengan que tener vigilado para que no haga una estupidez y no es que sea un tonto pero desde que perdió a su esposa da la impresión de que quiere autodestruirse, si no fuera por su hija, Fernando habría muerto el mismo día que Luisana Montoya. Yo no lo juzgo porque si perdiera a Victoria haría lo mismo, aceleraría lo más rápido mi muerte, la sola idea de un mundo sin ella me causa un gran dolor en el alma.

—Adelante, ya más tarde seguimos hablando —asienten en nuestra dirección y a paso relajado van por Fernando—, ¿Qué te parecen?

La opinión que tenga de ellos es más importante que otra, ya que serán quienes estén más cerca de Helena, yo confío totalmente en Alina y Alberto, incluso en Marisela pero nunca está demás saber lo que piensa Victoria, después de todo es de la seguridad de su hermana de lo que estamos hablando.

—Ya conocí a Fernando, se ve que es más serio en otras situaciones —solo cuando realmente debe serlo, su trabajo se lo exige muy a menudo—. Alberto se ve agradable pero su esposa, me temo que a ella no le caí bien.

Eso no debería preocuparle, la amistad de Marisela no es algo por lo que deba perder el sueño, así como viene puede ir, si la conociera bien de ninguna manera se lamentaría por eso y no es que sea mala, cometió muchísimos errores, lastimo a una persona inocente y lo peor es que ni siquiera se arrepiente de ello, al contrario está orgullosa de todo lo que llegó a ella a raíz de todo ese dolor y Victoria sabrá algún día lo que ella hizo, todo lo que sepa es como un arma en sus manos, le daré la confianza de decirle, ya que sé que la información que tenga solo la usará en defensa propia. 

—Ella siempre tiene esa cara en las bodas de las personas que si se aman —sonríe algo confundida, que bonita sonrisa tiene—. Algún día te contaré el porque. 

—Está bien, ¿ahora que? —pasa sus brazos por encima de mi cuello acercándose a mi, me fascina que sea tan cariñosa conmigo— ¿Pido que sirvan el banquete?

Eso es algo muy banal para el momento tan romántico que estamos viviendo, es nuestra boda, que más da si los demás tienen hambre, además mi madre se puede encargar perfectamente de eso y mi sorpresa acaba de entrar.

Victoria los ve con los ojos abiertos, anonadada porque creyó que en su boda no disfrutaría de su mariachi pero aquí estoy yo, mientras tenga vida mi esposa tendrá todo y cuánto más quiera.

—¿Quién los trajo? —me pregunta nerviosa— Mauricio, te juro que no sabía nada. 

Por mi no debe preocuparse, yo amo el mariachi, la alegría que trae la música es lo siempre me atrajo a las cantinas y bares en dónde se presentaban.

—Yo fui quien los trajo —le dijo pero no sé queda tranquila—. Algo para ponerle sabor nuestra fiesta, mi madre no puede someter a nuestros invitados a Chopin, Schubert y Debussy. 

La música clásica es bellísima eso no se lo puedo negar a mi madre pero estamos en una boda, en donde la mayoría de los invitados tiene menos de cuarenta años, la gente quiere bailar, cantar y celebrar nuestro amor así que les daré alegría y si a mí madre no le gusta se puede meter a la casa con sus invitados, ahí nadie le va a prohibir nada.   

—Pero quería darle gusto, me conviene llevarme con ella —algún día, espero no muy lejano, mi madre se dará cuenta del gran error que está cometiendo con mi esposa—. Nos vamos a quedar seis meses en su casa. 

Ese era el plan, ir y venir hasta que Victoria aceptará quedarse para siempre en la ciudad de México pero eso no va a pasar y ahora más que nunca debemos estar aquí, solo así tendremos controlada la situación de Rogelio.

—En realidad no quiero volver a la ciudad de México —y lo mejor es que no me duele admitirlo—, podemos ir en navidad pero por ahora no quiero pasar mucho tiempo fuera de la hacienda. 

Vuelve a sonreírme y está vez con más ganas, esa no era la sorpresa pero parece que le gustó mucho más. Ahora que lo pienso no sé ni siquiera como llegué a dejarme meter esa idea en la cabeza, quizá fue un momento de nostalgia por la vida que dejaba atrás pero ahora ya estoy bien, soy feliz y todo eso aquí, en esta tierra y aquí me quedo, para siempre. 

—No tienes idea de lo feliz que me hace oírte decir eso, siempre creí que de alguna manera terminaría viviendo en la capital. 

Yo creo que antes de dejarse arrastrar a la ciudad de México primero me pide el divorcio, ya que ella siempre me advirtió que lo primero para ella era su familia y su hacienda, yo lo acepte, yo accedí y no pienso echarme para atrás, no ahora que empiezo a sentir este lugar como mi hogar. 

—Nunca harás nada que no quieras, mucho menos algo que yo te mandé —me tomo la libertad de tomar su cara entre mis manos—. Se siempre está mujer que amo, por favor.

Estuve en todo el mundo, conocí a muchas personas, de todo tipo pero nunca nadie como ella y ahora que está aquí conmigo, que es mía no voy a permitir que se escape, ni su cuerpo, ni su espíritu, sin su alma entonces no tengo nada y tengo mucho miedo, cometí un crimen, lo hice y no la merezco, esta mujer tan buena no debió casarse conmigo. 

—Mauricio, ¿todo bien? —me pregunta cuando me quedo callado por demasiado tiempo.

Tengo que decírselo, apenas regresemos lo haré, no puedo permitirme arruinarle el día más feliz de su vida, no cuando ambos hemos soñado y esperado esto por mucho tiempo. 

—Si, mi corazón —le contesto en un susurro—. Vamos. 

La encamino hasta nuestra mesa, ahí mis padres y su familia nos están esperando, mamá es quien se levanta para darme el micrófono, ella esperaba ser quien le diera la bienvenida a los invitados que no hubiera saludado ya pero no aquí, ya no va a seguir a cargo de esta celebración. 

—Me imagino que eres el responsable —me conoce más de lo que me gustaría admitir.

—Exactamente, mejor toma asiento —eso no le hace feliz pero de igual manera toma asiento al lado de mi padre, quizá no aprueba esto pero se le ve muy feliz, al final dejo de verlos para concentrarme únicamente en mis invitados y tomado de la mano de mi esposa todos me prestan atención—. Buenas tardes, para empezar mi esposa y yo queremos darles las gracias a todos por estar con nosotros este día, créanme cuando les digo que de alguna manera cada uno contribuyó con algo a esta relación —primero volteo a ver a mis invitados, a mis amigos de toda la vida—. Todos ustedes me animaron a trabajar con mi padre y siempre creí que eso no me haría feliz hasta el día que me envió aquí… —quizá es lo que más le voy a agradecer siempre— ¡Mi dios! Ese día vi y como dicen en los libros, a mi llegó una amazona montada en un pura sangre de color alazán tostado y juro que me enamore de ella en ese instante, la ame aún cuando ustedes —señalo a los invitados de Victoria, me centro principalmente en los que están junto a Rogelio quienes niegan haber tenido algo que ver con esto—, si ustedes, no se hagan los locos, me hicieron la vida imposible para sacarme de aquí y gracias a eso pude demostrar que era más que un simple banquero engreído —todos se ponen a reír, quizá por la ironía de sus planes—. Muchas gracias por eso y ahora aquí estamos, en la boda que muchos de ustedes dijeron que no se realizaría pero les di la sorpresa y espero seguir dándola siempre —ahora si volteo a ver solo a mi esposa—. Aquí delante de todos ellos te prometo que siempre te voy a sorprender y sobre todo, siempre te voy a amar. 

Se lanza a mis brazos a besarme y en este momento todo es felicidad, escuchó los aplausos, los gritos, a todos y está mal quizá decirlo pero la única persona que me importa en el mundo es la mujer que tengo entre mis brazos. 

—Yo también te amo —dice al separarse de mi. 

—Ahora solo tengo una petición más que hacerte, quiero que cantes conmigo. 

La primera vez que aceptó salir conmigo la lleve a Cuernavaca, ahí escuchamos una canción, Victoria se la sabía y la tarareó todo el camino de vuelta, después de eso la escuché por mi cuenta y descubrí que una o de otra manera define el como los demás ven nuestra relación y también describe perfectamente como nos sentimos nosotros.

—Mauricio nosotros no sabemos cantar —me dice por lo bajo. 

—Dice que si —niega sonriendo pero es demasiado tarde—. Maestro, por favor.

Los mariachis empiezan a tocar y también le pasan un micrófono a Victoria, aquí todos la quieren escuchar y aunque es cierto que no somos las mejores voces del país cantaremos con mucho amor.

—Que no somos iguales dice la gente, que tu vida y mi vida se van a perder —ella solo me observa, espero que también recuerde—, que yo soy un canalla y que tú eres decente, que dos seres distintos no se pueden querer…

Para mí sorpresa y la de los demás ella se lleva el micrófono a los labios y comienza a cantar. 

—Pero yo ya te quise y no te olvido, y morir en tus brazos es mi ilusión, yo no entiendo esas cosas de las clases sociales —mira de reojo a mi madre, esa es precisamente la indirecta que quería lanzarle—. Solo sé que me quieres y te quiero yo.

Aquí es en dónde no solo nuestras vives se unen si no también nuestros corazones.

—Vámonos, donde nadie nos juzgue, donde nadie nos diga que hacemos mal. Vámonos alejados del mundo, donde no haya justicia, ni leyes ni nada, nomás nuestro amor.

—Si no somos iguales que nos importa —me acercó para cantarle mirándola a los ojos—, nuestra historia de amores tendrá que seguir y como alguien me dijo que la vida es muy corta esta vez para siempre he venido por ti.

—Pero quiero que sepas, que no te obligo, que si vienes conmigo es por amor di con todas tus fuerzas lo que soy en tu vida —interpreta con tanto sentimiento que nadie nota que no cantamos ni un poquito bien—. Pa’que vean que me quieres como te quiero yo.

—Vámonos, donde nadie nos juzgue, donde nadie nos diga que hacemos mal —de nuevo la como entre mis brazos, aquí cerca de mi pecho es en dónde siempre debe estar—. Vámonos alejados del mundo donde no haya justicia, ni leyes ni nada, nomás nuestro amor

Al terminar la canción escucho a la gente reír, gritar de emoción y aquí está la alegría que quería darle a mi esposa, por fin y puedo olvidar lo que esta mal.

Gracias por seguir leyendo. 

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