35.- Devuélveme el corazón

Me sorprende que a su regresó Victoria me mandará a llamar, entiendo que quiera saber que ha pasado en la hacienda pero debería estar descansando, ya mañana puede hacerse cargo de lo demás. 

Entró a la casa y nadie se me cruza en el camino, ojalá que no sea lo que me estoy imaginando, por lo que me dijo Milagros cuando me fue a llamar Helena y Rogelio salieron algo irritados después de hablar con ella y puesto que no hicieron nada malo con la hacienda, la única explicación para eso es que Victoria tampoco este de acuerdo con la relación de Helena, Valentín y Maximiliano.

La verdad es yo no sé cómo lidiar con eso, a mi no me queda más que desearles buena suerte, ya están lo suficientemente grandecitos como para que vengamos a prohibirles cosas.

Si Victoria está molesta con ello entonces será mejor que ni le hable de Valentín, no sé cómo voy a hacerle pero voy a cumplir la promesa que le hice, Victoria no es la única opción que tiene.

Voy directamente al despacho y al tocar la puerta me responde serena que puedo pasar, al hacerlo la veo sentada en su escritorio muy concentrada en un libro, lo cual me sorprende un poco, las únicas veces que la vi abrir un libro era cuando estaba estudiando, y hacia que Rogelio se los leyera mientras ella hacia sus anotaciones. 

—¿Qué haces? —le pregunto sin pensarlo mucho. 

—Hojeando este libro —lo levanta para que pueda ver el título, el conde de Montecristo, ni de idea de que se trate—. Fue un regalo de una amiga, parece interesante, si quieres te lo puedo prestar.

Bueno a mí no me llaman mucho la atención, al igual que ella los únicos libros que abría eran los de las escuela y no les guardo mucho cariño pero espero que sea entretenido para ella, se ve entusiasmada con ello, con sus nuevas amigas. 

—A mí solo me gusta el libro vaquero —mi papá solía coleccionar esas historietas, todas las que compro las conservo con mucho cariño— pero supongo que no me mandaste llamar para hablar de libros.

El tema se nos agotaría muy rápido. 

—Por supuesto que no —deja a un lado su libro para mirarme—. Siéntate y dime, ¿Cómo les fue?

Tomo asiento porque quizá está sea una plática larga, hasta ahora no se ve ni molesta, tampoco irritada, se ve hasta feliz me atrevería a decir y es que seguramente tiene todos los motivos para que sea así. Todos sabíamos que este viaje sería como una luna de miel para ella, estaba consiente de que iba a regresar más unida que nunca a Mauricio y aunque a él no lo ha visto ya tengo suficiente con ella. En realidad me siento feliz por Victoria, si le va a bien a los demás también. 

—Rogelio y Helena hicieron muy bien su trabajo —mejor de lo que podíamos esperar—. La hacienda trabajo como relojito en tu ausencia.

Asiente satisfecha.

—¿Qué pasó con la federación?

Si yo fuera Valentín me preocuparía al saber que Julián, el charro que está representando a Victoria ganó el último torneo en el que participó y era de esperarse, yo mismo lo vi mientras Victoria lo calaba, y por si fuera poco al igual que nosotros viene de familia, ha estado toda su vida en los lienzos, Valentín va a necesitar más que nuestro nombre para poder ganarle.

Ya que si Victoria quiere solo apoyar a uno los pondrá a prueba para que sea justo, Valentín con el poco entrenamiento que tiene jamás lo lograría, pero voy a dejar de adelantarme a los hechos, tengo que preguntarle primero si me dejara usar sus instalaciones y sus caballos para entrenarlo. 

—Julián ganó, seguramente cuando sepa que estás en casa vendrá a verte —a él le encanta venir a recrearse con la vista—. La gente de la federación está muy contenta con los caballos y dicen que están listos para la feria del pueblo, apenas les hables ellos organizan el evento.

—Primero tengo que ver si este año los organizadores de la fiesta van a querer que participe —después del incidente con Luciano es claro que no van a recibirla de buena gana, aunque ellos se lo perderían el espectáculo de lujo que Victoria les ofrece—. De cualquier forma falta mucho para ello, por ahora creo que podemos concentrarnos en la cosecha, y en los potrillos que van a nacer, son de Alazán así que tengo mucha fe en ellos.

Rogelio me dijo que uno de ellos piensa regalárselo a su hijo, es por eso que los espera con tantas ansías. 

—Victoria ya que estamos hablando de esto quiero pedirte un favor —hasta se acomoda mejor en su asiento—. Valentín, como sabes no está conforme con ser solo un peón, quiere regresar a la charrería, si tú pudieras apoyarnos con eso te lo agradecería mucho, pero si no quieres por el tema de Helena lo respeto y nos iremos de inmediato.

Entrenar a Valentín será un trabajo titánico, requerirá esfuerzo, paciencia, dinero y mucho tiempo, no voy a rendir en mi trabajo y por eso lo mejor es que me vaya. Lo único que me quedaría es buscar una persona lo suficientemente preparada para que siga ayudándola, ella puede arreglárselas sin mi pero Valentín no, tengo que evitar que su sueño lo lastimé o lo mate.

—Ustedes no van a ningún lado —me dice con una gran sonrisa—. Mira Juan José, fuera del tema de la relación de Valentín con mi hermana y Maximiliano, yo siempre he querido ayudarlo, a los dos —que bueno que no me equivoqué con ella—. Me han estado dando muy buenas noticias el día de hoy, solo falta que me digas que también retomaras tu carrera. 

Yo llegué a la categoría de charro completo, fue el mismo día que lo dejé y sin duda puedo regresar, conozco mis capacidades, conozco hasta dónde puedo llegar pero no lo haré, si ahora acepte ayudar a Valentín fue porque me sentía en deuda, realmente fuimos muy injustos con él al cortar las alas cuando era un niño. Yo me he resignado a una vida lejos de eso, no voy a cambiar ahora. 

—Eso no pasará, no gastes esfuerzos en convencerme de lo contrario.

Así como ella me pide que respete sus decisiones, tiene que hacer lo mismo con las mías.

—Por supuesto —tocan la puerta sacándonos un susto a los dos—. Adelante.

—Disculpe, acaba de llegar el señor Sandoval —nos dice Milagros desde la puerta.

—Hazlo pasar —suspira y se pone de pie para recibirlo—. Lo llame para resolver el asunto de las palomas, unas personas se van alojar ahí un tiempo y para mí desgracia lo necesito y a ti también, Mauricio y yo solo podemos confiar en ti para esto.

Según sé la adquisición de las palomas solo se pudo concretar a través de un contrato de arrendamiento, eso no me gusto, ahora viene y me dice esto, hay algo muy raro aquí. 

—Está bien Victoria, pero me tienes que decir de que se trata exactamente —de tonto nada más tengo la cara, a mi no me va a meter en cosas turbias. 

La puerta se abre y Epitacio entra con su mal humor, creo que iba a gritarle a Victoria pero cuando la ve se queda mudo, siempre es así, hoy luce especialmente bella.

—Buenas tardes, ¿cómo le va? —pregunta educadamente Victoria.

—Bien pero parece que a usted le va mucho mejor, le sienta la capital.

Muchos apostaron a qué Victoria no regresaría, más cuando vieron las fotos en las revistas, todos juraron que al fin le había ganado la ambición por la fortuna de la familia de Mauricio. 

—No tanto, siéntense por favor —le señala el lugar a mi lado—, por supuesto conoce a Juan José.

Me pongo de pie para darle la mano, a mi me deja saludarlo porque no me tiene miedo.  

—No lo conozco mejor que usted.

Ese comentario, en el tono que uso está de lugar y es una falta de respeto para los dos, para esta casa y para Mauricio. Sé que el señor sabe de nuestra relación porque el mismo Vicente Caballero se lo contó, sin embargo eso no le da derecho a estarlo ventilando, ni le da derecho a desconfiar de nosotros porque nunca le hemos dado pie a nadie para insinuaciones. Yo respeto a Victoria como mujer y como mi patrona.

—Le pido, con el respeto que me merece y a la señora, que deje de insinuar cosas que no son.

—Entonces dejen de hacer cosas que… —Victoria le interrumpe oportunamente.

—No hacemos nada, Juan José solo trabaja conmigo y somos amigos, no se atreva a contaminar eso con sus sucias palabras —Epitacio ya despertó a la fiera— ¿Por qué tanto odió? ¿Qué le hice? ¿Es porque soy mujer? ¿O por qué he demostrado con creces que tengo mucho más valor y carácter que todos los hombres que me juzgan?

Todos sabemos que es así, le tienen resentimiento a Victoria porque ella logró en pocos años lo que ellos no han hecho en una vida. Controlo la hacienda de manera magistral, se tituló como veterinaria, tiene fama como criadora de caballos y lo que les cala es que nunca le pidió nada a nadie. 

—Es por esa soberbia muchacha —le responde Epitacio apretando los puños—. Solías ser una niña gentil, respetuosa pero te has convertido en una… no hay palabras para describir lo que haces, cuando le clavas los dientes a algo no lo sueltas hasta que lo destrozas.

Esto nunca pasó, Victoria solo se dedica a esperar el mejor momento para actuar, ella no fue la responsable de que esté hombre se fuera a la ruina, ella no le hizo ningún mal, no manipuló a nadie para que lo perdiera todo.

—Eso es seguramente lo que está buscando, que lo destroce —replica Victoria sin pisca de debilidad—. Por hombres como usted, que se atrevieron a menospreciarme es que tuve que dejar la gentileza y optar por el despotismo, si ustedes me hubieran mostrado un poco de piedad no me habría convertido en esto, y para juzgarme lo primero que debe hacer es ponerse en mi lugar, mirarse en un espejo y para acabar lavarse la boca antes de volver a hablarme como lo hizo, recuerde que está en mi casa, que aquí no es más de lo que yo permito que sea.

Su madre, Tomasa y su padre que está en el cielo, no tomarían a bien la manera en la que está hablando, pero yo sí, la entiendo perfectamente porque yo vi como cada que pasaba por la calle se burlaban, como la vez que se atrevió a ir a la junta de ganaderos no le dieron ni la palabra, a pesar de que solo quería ayudarlos a mejorar, no se cansaron de repetirle que era una niña, que aunque tenía estudios no era capaz de nada y ese fue el peor error de sus vidas y quizá también lo mejor que pudieron hacer, porque escuchar eso la convirtió en la mujer fuerte y segura que es el día de hoy.

—Los demás tendrán que aguantarte tus groserías pero yo no —se dirige a la puerta, tonto de mi creí que lo dejaría ir pero no es tan simple, las cosas con ella parecen no serlo nunca.

—Si sale por esa puerta se acabó, el licenciado Escalante decidió de prescindir de sus servicios —le dice y Epitacio se detiene abruptamente—. Lo llame porque quiero que trabaje para mí, porque aunque no me agrade le voy a conceder que es un hombre trabajador. 

Contrario a lo que las personas puedan pensar eso no le cuesta ningún trabajo a Victoria y siendo así yo tengo que ayudarla, para eso vivo. 

—Epitacio, ahora le voy a hablar como amigo —voy hasta donde se quedó paralizado—. Está mujer tiene en sus manos su última oportunidad de trabajo y su único patrimonio, si la obliga buscará por todos los medios quedarse con su casita, ¿la va a dejar?

Victoria ya le lanzó un reto, o acepta trabajar con ella o lo pierde todo y quizá crea que por dignidad debe negarse pero ya no tiene con que jugar, agotó sus recursos, lo mejor es que se aseguré un futuro para los años que le quedan, si  acepta Victoria va a cuidar de él, se asegurará de que sus últimos días lo pase lo mejor posible, eso es algo que debe considerar ya que sus hijos dejaron de venir a verlo, casi puedo asegurar que ni siquiera lo llaman y eso es muy triste, aquí puede tener todo si tan solo cede un poco. 

—Me va a tener que matar si quiere lo que tengo. 

—Pero porque llegar a esos extremos si podemos llegar a un acuerdo —le suplico porque Victoria no lo va hacer—. Usted y don Vicente, que en paz descanse, siempre trabajaron juntos, dese la oportunidad de seguir con eso, Victoria es la aliada más grande que pueda tener. 

—Mira muchacho es que tú está idiotizado por ella, tu amor nunca te ha dejado ver que solo pisotea a las personas.

Es precisamente mi amor por ella el que me permite ver cuáles son sus intenciones, aunque mal ejercitadas, ella solo quiere ofrecerle un empleo, lo único que desea es tenerlo de su lado pero no puede expresarlo si Epitacio se pone a ofenderla, si él hubiera llegado en una mejor actitud y sin hacer sus comentarios maliciosos nada de esto hubiera pasado.

Este me parece el mejor momento para aclararle una cosa que creo que nunca le ha quedado clara, yo estoy aquí para nada más que trabajar, al igual que Rogelio y los demás.

—¿Cree que nos pisotea por qué nos da órdenes? Perdón pero eso es lógico, trabajamos para ella y usted sabe que nos paga muy bien, que apoya a nuestras familias, nunca nos niega nada —a mí me ha hecho una cantidad de favores que no tengo como pagarle—. Si eso es lo que le molesta es mejor que lo supere porque ella siempre será nuestra patrona, no hay pa’ más, ¿y sabe que? Tampoco pedimos más, pregúntele a quien quiera.

A diferencia de otras haciendas aquí nunca nos han explotado, siempre nos paga puntual, si llegamos a enfermar ella misma nos trae al médico o nos lleva a Pachuca, siempre le está regalando cosas a los niños, cuida que sus padres no los pongan a trabajar, si él pudiera ver que la niña que conoció aún existe dentro de ella se pondría de rodillas para pedirle perdón.

—Yo sé don Epitacio que nunca aceptará mi posición pero está bien, no hace ninguna diferencia —realmente no hay poder humano que la destrone—. Para mi esto es solo una cuestión de obligación, usted conoce la propiedad como nadie y eso me es útil para poner mi propia seguridad y porque en unos meses algunas personas van a ocupar la finca.

—¿A qué le tienes tanto miedo, muchacha?

Victoria sonríe de medio lado, si le tiene miedo a algo no se lo va a demostrar. 

—A nada, es solo que tengo que mantener segura ni cosecha y como ya le dije, unas personas van a pasar una temporada en la finca, ellos traen a sus propios escoltas de seguridad, son gente de dinero —eso no puede explicarlo todo—. Voy a pagarle la cantidad que me pida para que supervise la remodelación de la finca y para ayudar a mi gente en lo que se les ofrezca. 

Veo a Epitacio y asiento en su dirección, no le queda más que aceptar, ella ya no puede hacerle una oferta mejor.

—Está bien, está bien —murmura sin ganas—. Usted me avisa cuando llegue la gente para abrirles la casa.

—El trato lo tendrá con Juan José, no conmigo para su comodidad —o si no la próxima vez alguien va a terminar con la cara arañada—. Eso es todo don Epitacio, le mandaré un contrato para poder incluirlo en la nómina y para que tenga derecho al seguro médico y demás cosas.

Abre los ojos como no entendiendo a que se refiere, casi nadie por aquí le ofrece eso a sus empleados, mucho menos a una persona que no soporta y parece que esa es la mejor manera de desarmarlo, con la bondad de su corazón.

—Con su permiso, señora. 

Epitacio sale e inmediatamente Victoria se deja caer en su silla, es claro que ya le arruinó el buen humor que tenía pero esto es así, la felicidad es efímera. 

—Pudo salir peor —digo, para recordarle que estoy aquí—. Ahora dime, ¿quién va a venir de vacaciones?

Eso sí me parece raro, estamos cerca de varias zonas turísticas pero no tanto, además la finca está rodeada de campo, no hay mucho que hacer en ese lugar. 

—Van a mandar aquí a las hijas de unos amigos de Mauricio —bueno si vinieran los amigos lo entendería, pero, ¿sus hijas?—. Parece que tienen muchos problemas en casa, no quieren que sigan presenciando eso.

—No te vas meter en ningún problema, ¿verdad?

La ropa sucia se lava en casa, los problemas íntimos de esas personas no son algo con lo que deba inmiscuirse.  .

—No, solo que Mauricio me lo pidió y es una de las condiciones para que me traspasen la finca —que manera tan rara de comprar algo—. Son business. 

No sé inglés pero si sé que eso significa, afortunadamente no soy tan bruto. 

—Espero que tus business salgan bien, ¿en qué te puedo ayudar?

—Maneja las cosas con Epitacio, de vez en cuando date una vuelta para ver cómo va la remodelación y cuando yo te lo diga mandas a abastecer la finca —espero que se refiera a los alimentos y no a municiones para armas—. Y por ningún motivo la llegada de esas niñas debe saberse, inventa cualquier cosa para llamar desviar la atención, confío en ti.

—No gusta mentir.

Y aunque no me guste tengo que hacerlo, ahora mismo no le puedo negar nada. 

—Tendrás que hacerlo, pídele lo mismo a Epitacio por favor —suspira con pesar—. Todo esto te lo compensare con creces.

Regresamos a lo mismo, siempre dice que me recompensará, lo hace dándome más dinero del que debería ganar, como si eso fuera importante para mí.

—Ya te lo he dicho en muchas ocasiones, Victoria —me dirijo a la puerta—. Lo único que quiero no puedes dármelo. Con tu permiso —salgo dejándonos a ambos con nuestros pensamientos tormentosos.

Epitacio quizá tuvo un poco de razón al decir que una vez que le clava los dientes a algo no lo suelta hasta que lo destruye, así paso con mi corazón, ya no puede devolverlo porque está hecho pedazos.


Gracias por seguir leyendo.

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