32.- La enorme distancia
Con los años había logrado olvidar lo cansados que son los funerales, lo que conllevan y la soledad que uno llega a sentir cuando se terminan. En esta ocasión no murió nadie de mi familia, ni siquiera era un conocido mío pero si de Mauricio, era el padre de Alina y Alberto Quintana, esa noche ni siquiera llegamos a casa, en cuanto nos dieron la noticia fuimos hasta la casa de los Quintana en dónde solo encontramos caos y muchas lágrimas, me costó mucho trabajo intentar tranquilizar a Alina sin echarme a llorar con ella, Helena era la indicada pero no tuvo las fuerzas suficientes para algo así y siendo sincera no sé cómo las tuve.
Mi viaje duro una semana más de lo que estaba planeado y aunque me gustaría quedarme un poco más no puedo, tengo mucho trabajo en la hacienda, ya no puedo detenerme pero no puedo negar que está semana extra me sirvió para conocer mejor a las personas con las que estoy negociando, Fernando ya me dejó bien clara su postura y como quiere que lo ayude, me ha dado todas las facilidades con la finca y se lo voy a corresponder cuando llegue el momento y además le agradezco mucho que me presentará a Kate, de alguna manera he llegado a confiar en ella, me parece que es una excelente profesional, es por eso que ya la elegí para ser la persona que ayude a Rogelio en mi ausencia.
Llegó a su oficina y antes de preguntar por ella la veo venir hacía mi con algunos libros, se sorprende un poco al verme, hoy teníamos una cita para comer con Alina, Paola y Vanessa pero yo decidí adelantarme.
—Victoria, no es que no me de gusto verte pero aún es muy temprano —una hora y media para ser exacta—, ¿hay algún problema?
—No, pero si necesito que me asesores en un asunto, independiente de los negocios que tenemos con Fernando.
Ella asiente muy seria, se pondrá todavía más sombría cuando le diga a qué he venido. La decisión que tome no fue fácil pero estoy mirando directamente a los ojos de la muerte, si me voy no quiero que mis seres queridos tengan que pensar en cosas sin importancia, lo único que deseo es que al igual que yo estén en paz.
—En ese caso pasa —abre la puerta de su oficina y se hace a un lado para dejarme pasar—. Cristina si la licenciada Rocha sale me avisas, por favor.
Su secretaría asiente y juntas entramos a la oficina, a diferencia de la de Fernando está es más pequeña pero está mucho mejor organizada, solo tiene unos cuantos papeles en el escritorio y lo demás está perfectamente organizado en sus carpetas, deja en el estante sus libros y luego se sienta y me indica que haga lo mismo.
—Estoy aquí porque quiero que me ayudes a preparar mi testamento.
Ahora la sorpresa desaparece de su rostro y se vuelve toda preocupación, yo siento que no debería ser así, sabe perfectamente lo que todos nos estamos jugando al entrar en la guerra en contra de Octavio Escalante y Heriberto Félix, esa es la excusa que doy, pero en realidad yo tengo mis propias batallas, que me angustian más y me producen más terror que las otras.
—Bien, no lo esperaba… ¿estás enferma o tienes algún problema? —es la primera vez en la vida que la oigo titubear.
—No, por supuesto que no —es hora de dar mis excusas—. Es solo que quiero estar preparada, las cosas ahora son peligrosas y si algo me pasa yo necesito dejar todo bien claro —esto es por Vicente, depende enteramente de mi—. No sé si lo sepas pero a mí padre lo asesinaron a sangre fría, eso nunca lo he podido olvidar, si algo así llegará a pasarme no quiero irme sin dejar a mi hijo desamparado.
Después de la muerte de Álvaro Camarena mi papá aprendió que no tenemos la vida comprada, él hizo su testamento para que no quedáramos a la deriva como Juan José, quién para evitar peleas dejo todo lo que su papá construyó en manos de su tía Constanza, lo que tiene ahora es gracias a su trabajo.
—Entiendo, pero estos trámites son mejores con un notario, podemos redactarlo juntas y cuándo llegues a tu casa vas a la notaría más cercana solo a certificarlo.
—Quiero que sea en una notaría de aquí —le dejo en claro—. Si alguien se entera en casa pensaran que no estoy en uso de mis facultades mentales.
—Está bien, podemos redactar un borrador ahora con la relación de tus bienes, me dirás tus condiciones, si las tienes, y en estos días te mando un borrador mejor hecho, si lo apruebas entonces me lo mandas en un sobre completamente sellado y yo me encargo de lo demás.
No creo que le sea difícil, yo haré exactamente lo que me pida, sé que puede ser muy tonto de mi parte pero confío en ella, no me queda más y seguramente ya tendré oportunidad de verificar que todo esté en orden.
Se levanta para ir con su secretaria y pedirle los documentos necesarios, cuando vuelve a sentarse delante de mi saca unas hojas en blanco para empezar a redactar a mano el documento, suspira y me indica que puedo empezar.
—Antes de empezar a repartir mis bienes quiero que la custodia de mi hijo sea para mi hermano Rogelio.
Se queda pensando un momento, es una petición rara, ni siquiera la debería hacer porque Vicente tiene a su padre pero si muero no pienso atar a Mauricio a mi recuerdo, además es un incentivo para que Rogelio siga viviendo, mi hijo es la parte de mí que lo mantendrá cuerdo.
—Aquí habrá un problema, Mauricio es quien, si llegarás a fallecer obtendría la custodia, es su padre —eso ya lo sabía—. A menos por supuesto que tú hermano demuestre que él no es capaz de cuidarlo.
Parece que no me quedara más que decirle la verdad, se supone que la relación abogado-cliente es confidencial, lo que le diga por ningún motivo debería salir de aquí.
—Vicente no es hijo biológico de Mauricio.
Suspira y anota algo en el margen de la hoja, mi confesión parece no tener mucho efecto en ella, sigue preocupada pero no escandalizada como lo imagine.
—Pero si es el padre legal, eso es lo que cuenta pero en este caso, aunque si dejas eso como tú voluntad, se iniciará un juicio de patria potestad —ojala eso no sea necesario, Rogelio y Mauricio se destruirían en un tribunal—. Tu hermano no la tendría fácil pero es posible que gane o en su defecto, quién más probabilidades tiene de ganar es tu madre.
También lo sé pero mamá le cedería la custodia a Mauricio, los conozco lo suficiente para saber que así, Rogelio en cambio lucharía con todas sus fuerzas por mi hijo.
—No, solo Rogelio —no confío en nadie más—. Será su albacea hasta que esté listo para manejar sus bienes.
Asiente y después hacemos una rápida lista de mis propiedades y cuentas en el banco, ella las nombrará y yo le iré diciendo a quien se las dejaré.
—Hacienda Caballero, ubicada en Hidalgo —empieza por lo mejor.
—Será dividida nuevamente en tres partes, un tercio para mí hijo Vicente Valencia Caballero y los dos restantes para mis hermanos, Helena Caballero Estrada y Rogelio Caballero Estrada —y esto si tiene condiciones—. Esa hacienda debe permanecer en la familia Caballero, si alguno de los tres quiere vender tendrá que ser solo a una de las otras dos partes.
Mi hijo es aún muy pequeño para decidir pero si en un futuro quiere irse entonces no voy a permitir que todo mi esfuerzo y el de mis antepasados se desbarate.
—Bien, hacienda las peñas, ubicada en Pachuca Hidalgo.
De ella si pueden disponer como mejor les parezca, ahora vale por las cabezas de ganado pero para mí no tiene ningún valor más allá del monetario.
—Esa propiedad es cincuenta por ciento para mí hijo Vicente Valencia Caballero y el cincuenta por ciento restante para mi esposo Mauricio Valencia Arizmendi.
Mis hermanos en este caso no invirtieron nada en ella, no saben que existe así que no creo que les importe lo que pase con ese lugar, Mauricio tiene la libertad de hacer lo que quiera.
—Acciones en la asociación ganadera HCE.
Eso es aún más fácil, mis hermanos tienen sus propias acciones, solo deberán manejarlas con cuidado, también podrían venderlas e invertirlas en algo mucho más interesante para ellos.
—Serán también para mi hijo Vicente Valencia Caballero.
—Rancho Vargas en Apán, Hidalgo.
Esa propiedad está prácticamente abandonada, era de la familia de Tomasa y cuando ella empezó a trabajar con mi papá él la compró, es ahí en dónde la iba a mandar a vivir con mi hijo.
—Es para mí madre, Elisa Estrada Meléndez —pienso adecuarla a su gusto, tendrá un lugar tranquilo en dónde descansar y olvidarse de mi, por supuesto mi nana irá con ella—. Quiero también que una parte de las ganancias de la hacienda Caballero sea destinada a una pensión para ella y para mí nana, Tomasa Vargas Juárez.
Yo sé que se negaran en un principio pero lo necesitaran, merecen descansar con todas las comodidades.
—Ahora tus cuentas bancarias —aquí me hubiera gustado tener a Mauricio para asesorarme—. Una personal y la otra es para administrar las ganancias de tus haciendas y de la asociación.
Las dos están a mi nombre pero solo puedo disponer de la personal y en eso tampoco hay mucho que pensar.
—Mi cuenta personal para mí hijo y la otra debe quedar a nombre de Rogelio Caballero Estrada —espero que haga buen uso de todo—. Y una cosa más respecto a la hacienda Caballero, dentro de la propiedad se encuentran ubicadas las ruinas de una vieja hacienda, quiero que se mida un terreno de unos quince kilómetros a la redonda, ese predio le pertenecerá a Juan José Camarena Bernal.
Quiero que tenga siempre un lugar para él, se lo merece después de soportarme todos estos años y estoy consiente de quizá ese lugar puede causarle dolor pero quiero creer que son más las cosas buenas que vivimos ahí, hubo mucho amor, mucha ilusión y quiero que derrumbe todo y sobre eso levanté algo nuevo, suyo, quiero que pueda recordarme no como la mujer que lo destruyó si no como la mujer que siempre quiso amarlo, que hubiera dado todo por ello.
—Él no es familiar tuyo, puede haber problemas.
Quizá no llevemos la misma sangre o el mismo apellido pero nos unen lazos igual de fuertes, Helena y Rogelio protegerán sus intereses, sabrán que es lo correcto y no van a pelear.
—Van a respetar mi decisión —le digo para que no se preocupe.
—Es todo, ¿cierto? —asiento.
Faltaría las palomas pero tengo un planes diferentes para ella, los mismos que intentaré llevar a cabo antes del traspaso de propiedad.
—Yo sé que estás muy ocupada pero si puede estar listo para la semana que viene te lo agradecería mucho —no es que piense morir pronto pero no quiero dejar esto a la suerte—. Y dime, ¿cuál es el costo del trámite y tus honorarios?
Septiembre es el mes del testamento pero ya se me pasó, aunque no creo que haga mucha diferencia. Yo siempre tuve la intención de repartir mis bienes en vida, devolverle a Rogelio y Helena lo que les pertenece y quería ver a mi hijo trabajar y ganarse la vida, pero las cosas no son como me gustaría, los sueños no se cumplen con la frecuencia que a uno le gustaría.
—Tú solo cubre el costo del testamento, Fernando me puso a tu disposición para cualquier cosa, él paga pero si insistes podemos ir a cenar algún día de estos.
—No sé cuándo regrese pero a ti será a la primera que llame —y lo haré con muchísimo gusto—. Hay una cosa más, creo que puedo confiar en ti.
—Si es respecto a que Mauricio no es padre de tu hijo no es necesario que me lo expliques.
Por supuesto que no es necesario, eso entra en mi intimidad pero no quiero que por ningún motivo Mauricio quedé como un cornudo ante nadie y además Rogelio va a necesitar ayuda para quedarse con la custodia de Vicente, ella según me han dicho es un abogada muy hábil, encontrará la manera de ganar.
—Pero quiero decírtelo —de repente siento un nudo en la garganta, contar lo que me hizo Luciano no es algo sencillo—. La noche de mi boda sufrimos un asalto en la carretera, eran varios hombres, dejaron mal heridos a mi esposo y a mi hermano… uno de ellos… él… abuso de mi, pasado el tiempo supe que estaba embarazada y cuando mi niño nació le hice una prueba de paternidad… y él… no era hijo Mauricio.
Me detengo porque no puedo continuar, aunque no sea la verdad exacta no puedo con ello, es como volver a vivirlo, por eso es que deje la terapia, había ocasiones en las que no podía ni respirar y me ahora me afecta todavía más al saber que Vicente no es hijo de Mauricio, saber eso está acabando con la poca paciencia que me quedaba.
Estira su mano para tomar la mía, solo mamá y Tomasa habían intentado consolarme, se siente bien tener este tipo de apoyo.
—Tranquila, Victoria —murmura cálidamente—. Realmente yo no puedo llegar a entender tu dolor pero haré lo posible para ayudar.
Solo hay una pregunta que quiero hacerle, es la pregunta que puede cambiarlo todo.
—Si yo llegará a interponer una denuncia, ¿procedería?
—Han pasado muchos años pero hay testigos, tu hijo mismo es producto de ello —yo no quisiera usarlo como una prueba, a mi me pueden señalar pero no a él, no voy a someterlo a ello— podría ser posible, llevaría mucho tiempo, sería un proceso complicado… no puedo darte una respuesta concisa sin estudiar el caso.
Entonces para mí es un no y estoy casi segura que de venir antes me hubiera dicho lo mismo.
—De cualquier manera no sé quién fue —digo intentando sonar más tranquila.
—Igualmente puedo ayudarte, puedo ponerte en contacto con organizaciones que pueden ayudarte a superarlo —algún día le tomaré la palabra—. Mi esposo como ya sabes es psicólogo, conoce gente especializada en estos temas, es importante que estés bien.
Yo entiendo todo lo que me dice pero no estoy acostumbrada a esto, hablar con personas desconocidas no es lo mío, la terapia no me hacía sentir del todo bien, me daba incomodidad y por eso lo he ido aplazando, hasta que no me sienta cien porciento segura iré de nuevo.
—Eres muy amable, Kate, pero yo he recibido todo el apoyo del mundo —afortunadamente tenía a las personas correctas a mi lado—. Mauricio y mi familia me protegen incluso de mi misma.
—Entiendo y si no es indiscreción, ¿puedo hacerte una pregunta? —asiento— ¿Es por lo que te paso que tienes tanta seguridad en la hacienda?
Se ve que le pone atención a los detalles, eso o es muy obvio lo que hago.
—En parte, cuando conocí a Mauricio tenía serios problemas financieros a causa de la perdida de toda la producción de cebada —fue una maldición que me trajo la bendición más grande de mi vida—. Tenía que tomar acciones y tener seguridad las veinticuatro horas me pareció lo mejor, nos ayuda a todos a dormir por las noches.
Creo que es por esa gente que he sobrevivido hasta el día de hoy, Luciano sabe que no me puede tocar mientras esté en mi fortaleza, sé que ha intentado colarse y no ha podido, no le daré oportunidad de ello, ya los dos tenemos el tiempo contado. La enorme distancia entré el día que por fin nos veamos la cara cada día es más corta.
—Sea como sea, decidas lo que decidas, yo estaré aquí y también sé que no nos conocemos desde hace mucho pero eso parece no importar —ciertamente, es la primera persona ajena a mis familiares que conoce lo que paso—. Reconozco a una persona buena cuando la veo y también soy capaz de ver el lado oscuro de las personas, yo veo en ti mucho de eso pero no es malo, a veces creo que es la parte más importante de una persona, esa parte es la que nos defiende de los golpes que nos da la vida.
La bondad siempre será mejor que otra cosa pero a veces no es suficiente para mantenernos a salvó, no es suficiente para estar tranquilos, yo lo sé muy bien, lo he padecido casi toda la vida y parece que ella también, ya que la primera vez que la vi no parecía ser está mujer dulce que me sostiene la mano, la veía como a una estatua de hielo, fría y muy distante, pero ahora siento que podría preguntarle cualquier cosa y antes de pensarlo demasiado lo hago.
—Sí mi lado oscuro buscará una venganza, ¿me juzgarías?
Me mira detenidamente al mismo tiempo que piensa cual es la mejor respuesta pero yo no quiero perfección o algo que me consuele, quiero solo la verdad, quiero saber cómo ve una persona como ella lo que haré.
—Yo soy abogada, mi trabajo es hacer valer las leyes, mi responsabilidad moral consiste en decirte que la venganza no lleva a nada… y como ser humano te puedo decir que las cosas no son blancas o negras —el espacio gris es lo que me hace dudar todo el tiempo—. Al final se trata de una elección, de tomar un camino, y si, hay veces que una venganza se transforma en justicia, siempre y cuando no cometas el mismo crimen que te llevo a elegir ese camino. Ese sería el peor error de tu vida.
Suelta mi mano para ponerse nuevamente de pie e ir a su estantería, busca entre todos sus libros uno en específico, sonríe al encontrarlo y luego viene a sentarse delante de mi para dármelo. El conde de Montecristo.
«—Este libro me lo regaló mi esposo hace mucho tiempo y ahora quiero que tú lo tengas, no sé… cuando me contrataron y me dieron la oficina estaba vacía, yo me ocupé de traer mis libros de derecho y el destino movió mi mano para este también lo trajera, y ahora escuchándote hablar me parece correcto dártelo.
Yo nunca fui aficionada a la lectura, no soporto estar quieta tanto tiempo, tampoco tengo la suficiente concentración, pero no voy a rechazar su regalo, me lo da de corazón y así mismo lo leeré.
—El destino nos encuentra, nos encontró a todos.
Gracias por seguir leyendo.
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