25.- Albur de amor

Al abrir los ojos en la mañana me sentí tranquila, más ligera. 

Si lo de ayer fue una prueba entonces la pasé, yo me sentí bien rodeada de esas personas, no sé cómo pero así fue, nadie me intimido, nadie intento hacerme sentir mal, por el contrario todos fueron amables, no pararon de decir que era hermosa y cumplidos de esa índole, mientras que Mauricio estaba algo tenso y está mañana antes de irse me dejó inquieta. 

Dijo que está tarde, en cuanto terminara de hacer las llamadas correspondientes para confirmar las citas que tengo me quería ver en un restaurante en el centro de la ciudad y aquí estoy llegando.

Yo tenía pensado algo diferente, tengo ganas de salir a conocer la ciudad, he estado aquí muchísimas veces pero nunca me atreví a dar una vuelta, no sé porque si aquí nadie me persigue pero ahora que me había decidido Mauricio me manda a llamar y además no me dejaron venir sola.

Sus padres me han puesto un chófer, uno que no es simpático pero si amable, me abre la puerta del auto y me dice que estará en el estacionamiento para cuando lo necesite y con eso se da la vuelta para irse.

Un camarero me recibe en la entrada, me dice que mi esposo ya me está esperando en uno de los salones privados en el segundo piso, subimos juntos y vamos hasta el fondo del restaurante en dónde Mauricio se levanta al verme.

—¿Cómo te fue en la mañana? —me pregunta secamente.

—Bien, ya confirme las citas —le contesto igual de cortante—. Tenemos la agenda prácticamente llena, solo falta que tú papá me diga cuando veremos lo de la hipoteca. 

A eso vine principalmente, ya le di espectáculo, ya le sonreí a sus invitados ahora quiero que me de mi recompensa por ello. 

—No te preocupes, yo me encargo de eso —toma un trago del vaso de agua que tiene delante de él—, ¿el niño?

Bueno como era de esperarse no lo podía traer aquí, así que tuve que pedirle a mi suegra que lo cuidará pero ella aprovecho eso y mucho tiempo libre que tiene para llevárselo de paseo.

—Tu mamá insistió en llevarlo a Chapultepec —-asiente sin decir más—. Oye Mauricio esto ya no me está gustando, estás muy raro desde ayer y ahora me traes aquí, a un salón privado, me siento nerviosa.

—Tengo que decirte algo, solo promete que no te vas a enojar —asiento aunque ya estoy enojada—. No venimos aquí para la fiesta, eso fue un pretexto mío, yo tenía que ver a algunas personas, a unos amigos que están detrás de algo y solo yo puedo dárselos… —titubea— a lo que me refiero es que… todo esto tiene que ver con las palomas, ya la han comprado. 

Inhaló profundamente para no perder la paciencia y clavarle uno de los cubiertos de plata que tengo delante de mi, lo que acaba de decir es algo que no puede pasar, bajo ningún concepto puedo perder esa propiedad. 

—¿Cómo que quien la compró? —baja la mirada y vuelve a tomar del vaso— Contéstame. Mauricio me pediste que lo dejara en tus manos y eso hice, no puede ser que perdieras esa propiedad, más cuando sabes lo que significa. 

Me llevo meses calibrar cada paso de ese plan, aún cuando Epitacio ni siquiera había considerado vender sabía que de una o de otra manera yo necesitaba obtener esa propiedad, perderla no es una opción, si lo hago y tengo que modificar todo, me llevará otros cinco años deshacerme de Luciano Altamira y ya no lo soporto, quiero que desaparezca lo más rápido posible. 

Quiero despertar todos los días como hoy, sin miedo, sin sentir que me lo encontraré a penas doble la esquina, quiero estar en paz mi propia casa, quiero poder enseñarle a mi hijo a montar, llevarlo de paseo junto con Mauricio, quiero poder escaparme un fin de semana con mis hermanos al arroyo y recordar cuando éramos niños, quiero muchas cosas y fuera de lo quiero está lo que es urgente, en un año Vicente tendrá que ir a la escuela, Helena necesitará ir y venir para cumplir con su trabajo, Rogelio necesita retomar su vida o perderá a la mujer que ama.

Con esto me cerro las puertas de la esperanza en la cara, ya no tengo tiempo para encontrar otra salida, ya no.

—No la perdí, te dije que podríamos ocuparla no que sería nuestra —sus trucos de lenguaje no me van a tranquilizar. 

Yo no le saco ningún beneficio a esas tierras rentándolas, un contrato me establece límites y eso es precisamente lo que no quiero, necesito total autoridad y control sobre da propiedad, de otra manera no me sentiré bien.

—No me colmes la paciencia Mauricio, ¿qué está pasando? —suspira y está vez si me mira a la cara.

En sus ojos puedo ver lo angustiado que está pero sé que no es por mi reacción a todo esto. Algo dentro mi siempre me dijo que había algo malo con este viaje, sabía que esa insistencia por venir aquí, por quedarnos tanto tiempo no era de a gratis, lo sabía y aún así me deje arrastrar como una tonta, pero su tonta se le acaba aquí. 

—Mi papá está siendo investigado por lavado de dinero —suelta de repente.

—¿Qué? Dejamos a mi hijo con tus padres, ¿qué demonios pasa por tu cabeza?

Esto cada vez se está poniendo peor para todos. El lavado de dinero es un delito muy grave, por lo general está ligado también al narcotráfico y el contrabando, estafas y demás actividades ilícitas, por el bien de mi familia es urgente que esto se resuelva cuánto antes, yo no puedo verme, ni ver a los que quiero metidos en semejante problema. 

Me levanto dispuesta irme a buscar al niño, creí que por lo menos aquí no tendría que estarlo vigilando constantemente pero me equivoqué, eso seguramente es una lección que tengo que aprender, mi madre lo dijo siempre, nunca podemos perder de vista a nuestros hijos. 

—Deja que te explique —me detiene Mauricio poniéndose en pie—. No estoy seguro, quién me lo dijo tampoco pero si es así, entonces mi papá tiene una oportunidad de reivindicarse, de confesar. 

En tal caso, si es que Lorenzo llega a hacerlo a mi no me importa, yo no puedo echarme en estos momentos su problemas encima y aún así no debo olvidar que también es mi familia y no puedo hacerme de oídos sordos cuando Mauricio siempre ha estado conmigo, en las buenas y sobre todo el las malas.

—Dime Mauricio, ¿qué tiene que ver todo esto conmigo y con las palomas?

Es como si me estuviera emboscando, me trajo aquí con mentiras y a cumplir un compromiso que bien pude evitar, si ha hecho eso es por algo, quiero una buena razón para no irme de regreso a casa.

—¿Recuerdas a Fernando Escalante? —asiento. A ese hombre no puedo olvidarlo fácilmente, se la paso coqueteando con medio mundo en mi boda—. Él es quien lleva está investigación, es quien tiene las pruebas y testigos, me pidió de favor que interviniera por el con mi padre y tengo que hacerlo, es mi obligación moral y además… sé como una certeza absoluta que no nos hará daño, lo único que quiere es llegar al fondo de esto, solo desea la verdad.

—¿La verdad de que?

Mi esposo me mira asustado, nunca lo había visto tan inquieto como en este momento. Tengo la sensación de que esto es algo mucho más grande que nosotros, que es incluso mucho más peligroso de lo que puedo imaginar.

—Esto es más complicado de contar de lo que creí —murmura para sí—. Mi papá no es el fin Victoria, es uno de los muchos medios para poder llegar a Octavio Escalante y también a Heriberto Félix.

El primer hombre me suena de algo, en algún lado alguien lo menciono pero el segundo, ese hombre me atrevería a decir que es incluso peor que Luciano.

—¡Estamos hablando de un narcotraficante, Mauricio! —le gritó. 

Ese hombre es el traficante de droga más grande del país, lo han buscado por muchos años y cuando yo escuchaba de él en las noticias o los periódicos no podía imaginar que nuestros destinos están aparentemente ligados por un fino hilo; es por eso que de ahora en adelante no voy a aceptar nada que venga del padre de Mauricio, prefiero mil veces arriesgarme con otro banco que ir con él y que al final me involucren. 

—Si, lo sé. Ese hombre es el aparente autor intelectual de todo —pero ni eso puede ocultar lo que ha hecho su padre—. Aquí Victoria hay muchos crímenes, mucha muerte, más dolor del que puedas llegar a imaginar y yo no sé si mi padre es el causante de ese dolor pero simplemente no puedo darme la vuelta y fingir que no soy parte de esto.

—¿Por qué? Si tú padre no llegará a ser culpable, entonces, ¿por qué eres parte de ello?

—Porque no solo es Fernando quien necesita mi ayuda, si no también Alberto y Alina Quintana —los jefes de Helena, solo espero que ella no sepa nada de esto—. Yo crecí con ellos, algunos de los mejores momentos de mi infancia y adolescencia fueron a su lado y cuando la oscuridad de sus vidas los alcanzo también estuve ahí, los ví llorar, casi morir por amor, ahora tienen una sola oportunidad de salir y yo deseo ayudarlos pero no puedo hacerlo, no sin tu ayuda.

Yo entiendo completamente a Mauricio, lo hago porque sé que si Juan José o Rosa Isela me lo pudieran yo también saldría en su defensa pero es que hay mucho en riesgo, esto no es algo a lo que este acostumbrada, las intrigas y la avaricia no son cosas que yo viva cotidianamente, que no deseo vivir. 

Además sigo intranquila por la manera en la que esto se está dando, Mauricio insiste mucho en que yo soy quien debe ayudarlos y realmente no sé con qué. No tengo amistades en las altas esferas de la policía o del gobierno, yo no sé de leyes o cosas así, ni siquiera fui capaz de encerrar a los hombres que mataron a mi padre. 

—¿Qué es lo que desean de mi? —pregunto con la boca seca. 

—Fernando y Alberto son quiénes llevan el peso entero de las investigaciones, en eso nosotros no tenemos nada que ver pero ellos, ¿sabes que tienen familia? —asiento intentado recordar— Cada uno tiene una hija, Alberto y su esposa esperan otro bebé, lo que quieren de ti es que protejas a esos niños. 

Imposible, no puedo echarme dos vidas más al cuello, menos con Luciano siguiéndome los pasos. 

—Yo no me voy a prestar para eso —me vuelvo a poner en pie pero Mauricio tiene más motivos para hacer que me quede. 

—Saben de la muerte de Rosendo y la de tu padre, saben que desde entonces tú tienes un contingente de seguridad —hijos de perra—. Si nos negamos van a notar que hay cosas raras, probablemente nos investiguen y den con la verdad.

La persona que planeo esto me tiene atada de manos, primero me quito las palomas, después acorraló a Mauricio y por último a mi. Es una persona inteligente pero no me voy a dejar.

«—Victoria no podemos hacer nada en contra de ellos —continua Mauricio—, son muy poderosos y no buscan hacernos daño, solo quieren ayuda. 

Mejor dicho nos están obligando a prestarles esa ayuda. Antes de poder contestar el mismo mesero que me trajo aquí vuelve y está vez ya con las cartas para poder ordenar y con eso también nos anuncia que nuestro anfitrión ha llegado. 

Mientras nos ponemos de pie para recibirlo lo veo subir las escaleras a paso desenfado, ahora que lo tengo delante de mi lo recuerdo muy bien. Para ser un hombre bastante bien parecido tiene una expresión un tanto rara en el rostro, es una melancolía constante, ya que aunque nos sonríe al saludarnos no se ve del todo sincero. 

—Señora Valencia, Mauricio —estrecho su mano y me guardo las ganas de corregirle, ahora menos que nunca llevaré ese apellido.

—Solo Victoria —le respondo intentando no sonar tan dura, tomamos asiento y cuando veo que Fernando desea iniciar la conversación me le adelanto, está vez el tema lo llevo yo—. Fernando, venimos aquí porque usted quería verme, se aseguro de muchas cosas para tenerme aquí pero antes de que empiece quiero dejarle bien clara una cosa, a mi no me gusta que me manipulen, si continúa por ese camino me temo que me convertiré en un problema para usted.

Yo sé que no tengo el poder suficiente para ello, aquí no soy más que una simple hacendada que viene por crédito pero de cualquier manera no le dejaré a manipularme a su antojo.  

—Veo entonces que Mauricio ya te puso al tanto de nuestra situación, ya me habían advertido que tú reacción no sería la mejor y me disculpo por las incomodidades que le he causado —mejor dicho el terror que me genera estar aquí sentada con él—. Ahora bien, como veo que eres una mujer directa iré completamente al grano —de su portafolio saca una carpeta y la pone sobre la mesa—. Aquí está el registro de propiedad de la finca las palomas, ya es mía.

—Lo sé, ahora la pregunta es: ¿qué quiere a cambio de ella? 

Somos personas de negocios, está vez si quiero esa finca voy a tener que intentar ceder y es que lo evidente es que a él no le interesa el lugar, no creo que sepa trabajarlo ni tampoco sabrá buscar a las personas que puedan hacerlo, mi deber es obtenerla pero ya no estoy segura del precio que estoy dispuesta a pagar. 

—Usted cuenta con una seguridad impresionante, todos o la gran mayoría de sus trabajadores tienen permisos para portar armas, quiero eso para mi hija y mis sobrinos, llegado el momento ellas se instalaran en esa finca y quiero que usted las proteja —sus investigadores deben ser muy malos porque se ve que no le dijeron que quién más tiene miedo por ahí soy yo, a pesar de las armas y de los hombres que rodean mi casa no me siento segura—. La finca por ahora está a nombre mío pero eso pienso cambiarlo, usted podrá ser la propietaria de ella en enero si accede a comprometerse a salvaguardar la integridad de las personas que ponga a su cargo. 

—¿Cuándo y cuanto tiempo? —porque no pueden estar ahí cuando empiece a trabajar en mis problemas con Luciano. 

—Eso es imposible saberlo, puede ser mañana mismo o dentro de seis meses, de igual manera se pueden quedar dos semanas o posiblemente un año —eso no me agrada en lo más mínimo—. Pero usted no tiene de que preocuparse, no tiene que hacer nada más que llamarme cada mañana para decirme como se encuentran, la finca será suya a cambio de unas cuantas llamadas telefónicas. 

Lo dudo mucho, situaciones como está no son fáciles nunca, que se presenten así es muy diferente, casi siempre traen trampas por detrás.

—Fernando creo que te dejaste llevar por las habladurías —le aclaro de una vez—. Mi gente no es experta en seguridad, mis trabajadores portan armas, saben usarlas pero lo único que defienden son campos de cebada, no puedo poner en sus manos la vida de sus hijas, es una responsabilidad muy grande, que vale mas que todas nuestras propiedades juntas y no solo eso, tengo familia, mis trabajadores tienen a sus propias familias —a las que ellos van a poner por encima de desconocidos—. Soy responsable de mucha gente y mi deber para con ellos es primordial, no voy a ponerlos en la mira del comando.  

Ese es el apodo del hombre con el que están lidiando, de mi boca no va a salir su nombre.

—Escúchame por favor, yo sé que no va a arriesgar a su familia pero si hacemos las cosas bien nada pasara —me asegura acercando más el registro de propiedad a mis manos, él sabe cómo tentarme—. Solo las quiero lejos y ya tengo seguridad profesional, lo que me falta es un lugar en donde no las encuentren. Créame que cuando hice la primera oferta por la finca no fue con mala intención, si me llamo la atención es porque ese lugar tiene salida a todas las autopistas del país. 

—Victoria por favor, son solo unas niñas, nada nos cuesta —me súplica Mauricio. 

Si lo hago eso quedará completamente en sus manos, él es quien conoce a esta gente y quién tomara la responsabilidad. 

—Una pregunta más, ¿por qué yo?

Fernando se ve un poco sorprendido por la pregunta pero las cosas se harán así o no hay trato, yo necesito saber que es lo que hice para que de entre toda la gente que conoce me escogiera a mi.

—Fue al principio por Mauricio, por la ubicación de la finca y ahora es la pasión con la que la escucho hablar de su gente —uno habla así de las personas que ama—. Me dijeron que es implacable y lo he comprobado, además yo sé que es honesta, lo supe desde la primera vez que la vi, no es algo que se pueda esconder.  

—Fernando si acepto es con dos condiciones, la primera es, quiero un poder notarial para hacer uso inmediato y sin límites de la finca, si es posible tenerlo hoy o mañana listo mejor —de una u otra manera tengo que estar protegida—. Segundo, ponga un precio, yo no quiero nada gratis, lo que hago por usted es un favor no un negocio y tercero, prometa que los padres de Mauricio, nosotros y mi familia estaremos lejos de esos hombres. 

—Lo prometo, usaré todo mi poder para hacerlos invisibles, completamente invisibles y todo lo demás también es suyo, si quieren podemos comer y después vamos con el notario —parece que las condiciones para que entre al juego están mejorando para mí—. Antes de que se me olvide, en los próximos días les llegará la invitación a un evento de caridad organizado por mi prima, me gustaría verlos ahí.

—Por supuesto, no faltaremos.

Tengo que conocer a todas las personas involucradas, asegurarme de sus intenciones, yo no voy a jugarme albur de amor. 

Gracias por seguir leyendo. 

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