24.- Lo pasado, pasado
El viaje a casa fue más rápido de lo que llegue a imaginar pero eso no es lo que me tiene inquieto. Ahora que estoy a unos cuantos minutos de regresar a casa me siento abrumado, yo no vine a festejar con mi madre su cumpleaños y su aniversario, yo vine para asegurarme de que mi padre no es un criminal.
Han venido advirtiéndome desde hace meses, me dijeron que era necesario que estuviera aquí para los resultados de la investigación, tengo que ser un escudo entre mi padre y las personas que quieren refundirlo en la cárcel además no es lo único que me ata a esto.
Hice un compromiso, ellos han cumplido, las palomas es casi nuestra, sola hace falta la aprobación de Victoria para el plan de mis amigos, solo eso y nosotros conseguiremos nuestra propia venganza.
—Mauricio —me llama Victoria—. Hemos llegado, mira.
Señala al frente y veo mi casa, la gran mansión que mi padre edifico hace ya mucho tiempo atrás, desde la verja de la entrada se pueden ver los magníficos jardines llenos de rosas que son el orgullo de mi madre, también alcanzó a ver la pequeña fuente central.
Aquí nada cambio y parece que nada lo hará.
—Victoria Caballero y Mauricio Valencia —dice nuestro chófer improvisado, tuvimos que pedirle a uno de los peones que nos trajera, solo nos deja y se regresa a la hacienda—. Señor quieren hablar con usted.
Suspiró y me bajó de la camioneta para ir a contestar el interfón, no sé porque mamá hace estás cosas, debería dejarnos entrar y ya.
—Mamá, ¿qué pasó? ¿por qué simplemente no abres la puerta?
Siempre fue así, da demasiadas vueltas para resolver un problema simple.
—Porque ya hay algunos invitados dentro y no quiero que te vean vestido de ranchero.
No podía esperar más de ella, con razón quería que llegáramos ayer en la noche pero con el trabajo que hay no pudimos desocuparnos y además a mí esposa le aterra viajar de noche.
—Mira mamá, no me avergüenzo de nada, mucho menos de mi manera de vestir o en su defecto de la de mi esposa y mi hijo —ya que ella es su verdadera inquietud—. Si no abres esa puerta en los próximos treinta segundos será mejor que les digas a tus invitados que nos verán en tus bodas de oro.
Nos tenemos que quedar en la cuidad pero ella no nos verá ni el polvo, tenemos el departamento de Helena para estar cómodos el tiempo que sea necesario.
—Está bien —se le escucha resignada.
—Una cosa más, quiero que salgan todos los que estén dentro de esa casa a recibir a mi esposa.
Victoria está muy nerviosa y tiene miedo de que la miren con malos ojos, lo menos que espero de mis padres y sus invitados es que al llegar la reciban con una sonrisa y por supuesto también la van a ver con admiración, se quedarán con la boca abierta al ver lo hermosa que está el día de hoy.
—Tu ganas.
Cuelga y las luces empiezan a parpadear la verja se abre y subo de nuevo a la camioneta, veo a Victoria suspirar y cuando me siento a su lado ella toma mi mano, se la sostengo todavía más fuerte, estamos juntos en esto, además las personas que estén por verla no tienen nada que juzgar, absolutamente nada.
—¿Lista, mi amor? —le pregunto cuando la camioneta se detiene nuevamente.
—Si, lista —bajo yo primero, no volteo a ver a nadie solo me interesa mi esposa.
La ayudó a bajar y a su vez ella baja al niño que está inquieto, apenas pone un pie en suelo corre hacia mi madre y por supuesto ella lo recibe con los brazos abiertos.
—Mamá Beatriz, te extrañe —le dice a mi madre.
Victoria siempre ha procurado que el niño mantenga vivo en su corazón el recuerdo de mis padres, eso es algo ambos deberían valorar, nunca ha dejado que los problemas entre ellos lleguen a oídos del niño.
—Mi amor, mira que grande estás —mamá lo llena de besos por todo el rostro y el niño parece feliz—. Te quiero mucho, mucho —en lo que ella está distraída yo tomo la mano de mi esposa y nos acercamos hasta ella—. Victoria, gracias por aceptar venir.
Mamá empezó bien, mi padre se acerca a nosotros y estrecha la mano de mi esposa, ella le devuelve el gesto sin atisbo de rencor o algo parecido.
—Bienvenida a tu casa —dice mi padre— y nuevamente gracias por aceptar la invitación.
—Ustedes también son mi familia, no hay nada que agradecer.
Victoria le suelta la mano y va hasta donde mi madre sigue apretando al niño, parece que le gustan los mimos, en eso se parece a mí.
—Vamos adentro querida, tengo que presentarte a muchas personas.
Mamá jala por la mano a Victoria y van escaleras arriba en dónde los invitados de mi madre ya las están esperando, yo me quedo en dónde estoy observando, a ella y a mi padre, él está esperándome a mi.
—Mauricio, mañana hablaremos de la hipoteca, hoy solo vamos a celebrar.
Dice cuando el silencio entre los dos es insoportable.
—Pues encárgate de hacer sentir a mi esposa en casa, solo así celebraré contigo.
Mi tono es demasiado brusco, si bien tenemos nuestros desacuerdos jamás le había hablado de esta manera pero ahora que estoy aquí, que lo veo, todo lo que me han dicho de me abruma.
—¿Te pasa algo, Mauricio?
—Eso lo sabré pronto papá, hay cosas que me angustian desde hace mucho tiempo, cosas que no he querido creer, que no voy a creer sin pruebas y más vale, si quieres que te siga llamando padre que sean mentira.
Su mirada se ensombrece un poco yo sé que no debí ponerlo sobre aviso, fue una completa estupidez pero tenía que decirle, no quiero que empiece a dar las cosas por hecho.
—No sé de qué me hablas, hijo.
—Eso espero —lo dejo y me apresuro a subir las escaleras para alcanzar a mi esposa antes de que entre a la casa, está de espaldas así que cuando llegó solo le tomo el brazo—. No he olvidado mi galantería y además quiero entrar a esta casa con la mujer más bella de la fiesta.
Me sonríe, como olvidando que hay muchas personas alrededor mirándonos fijamente.
—Eres afortunado —murmura.
Pasamos y ahí empieza el verdadero suplicio. La gente llega de a poco, todos ellos se maravillan al verme, comentan que me veo distinto, que el amor me sento muy bien, algunos también se disculpan por no poder asistir a mi boda pero los disculpo inmediatamente, no necesito su falsa modestia y tampoco que le recuerden ese día a Victoria.
En cuanto a ella lo está tomando mejor de lo que esperaba, tiene sonrisas para todo el mundo y también intenta hacerles plática, se muestra amable pero no tan humilde como seguramente la creían, eso está bien, ella no sólo es mi esposa si no una mujer fuerte, trabajadora, todo lo que tiene y lo que ha logrado es solo por su esfuerzo, yo no tuve nada que ver.
Cuando la mayoría de los invitados han llegado pasamos al comedor para el banquete, mis padres no han soltado al niño y por lo veo no lo harán pronto.
Entré una y otra cosa me llaman para decirme que el magnífico regalo de mis padres ha llegado. Bajo por el y al verlo me explican de que va porque yo solo lo pedí. Resulta que no son sus bodas de plata sino de rubí, así que he estado confundido y también confundí a Victoria, cuando le muestro el regalo solo se burla de mi y juntos vamos a entregarlo.
—Es un vino magnífico Mauricio, ideal para el brindis —me dice papá cuando le entrego la caja especial en la que el vino venía.
—Y los anillos también son hermosos, sigues teniendo un buen gusto —ese comentario de mi madre esta fuera de lugar.
En realidad todo esto no fue idea mía, solo llame a la persona que estaba organizando el evento y ella me dijo que comprar y dónde.
—Lo único que me queda desearles es mucha felicidad —ambos se levantan para darme un abrazo y también a Victoria—, ¿a qué hora brindamos?
Les pregunto porque ya me urge alcoholizarme o no aguantaré la noche.
—Bueno, se espera que nos dediques unas palabras —me anuncia mi madre.
—¿Por qué?
—Eres nuestro hijo, nuestro único hijo y es tu deber —me responde papá.
Volteo a ver a Victoria que se muere por reír pero no lo hace, solo me sonríe e intenta darme más motivos para hablar en público.
—Vicente no puede darlo y nadie conoce mejor a tus padres —asegura mi esposa.
Al final y en contra de mi voluntad me coloco al frente de todos y llamo su atención, mis padres saben que no soy un buen orador así que no pueden esperar demasiado.
—Buenas noches a todos, primero quiero darles las gracias por acompañarnos el día de hoy, en esta noche tan especial para mis padres y para mí —volteo a verlos como si estuviera muy feliz—. Es la primera vez en mi vida que asisto a unas bodas de rubí, realmente deben ser muy escasas porque las confundí con las bodas de plata pero yo creo que es lo indicado, esto es raro como mis padres, son personas especiales, son el uno para el otro, son la única pareja que conozco que siempre está de acuerdo con todo, que no se esconden nada y me preguntó, ¿ese el secreto para un buen matrimonio? ¿No se aburrirán? —todos se ríen tal y como lo tenía planeado— Y la respuesta es no, no se aburren y sí, parece que es el secreto, o por menos el suyo, cada matrimonio es un mundo diferente, cada uno tiene sus complejos, sus fortalezas y debilidades, lo único que nos hace iguales es el amor —tomo mi copa de vino y la levanto hacia mis padres—. Yo, hoy deseo para mis padres cuarenta años más de felicidad y por supuesto de amor, a nombre de mi familia, de mi esposa, Victoria, de mi hijo, Vicente, les doy las gracias, por tanto y tanto amor.
Mis padres niegan con una sonrisa en los labios, entienden la referencia a la canción. En estos días la he escuchado y he pensado en ello, en dejar lo pasado, pasado y ver solamente para adelante, quiero que Victoria lo haga y que siga viendo solo su futuro, que es brillante y que está al lado de sus hermanos.
Cuando los aplausos y las sonrisas menguan la cena empieza y también un pequeño baile, como siempre, no quiero hacerlo pero es mi obligación, saco a mi esposa a bailar y ahí ella sigue burlándose de mí.
—Deberías dedicarte a hacer discursos —me alegra verla sonreír tanto.
—¿A quien se los daré en casa?
Ahí no tengo a quien motivar, la belleza de mi esposa hace todo el trabajo.
—A mí, siempre necesito algo que me haga sonreír.
—¿Y no te gustaría hacer reír a mi madre? —esta muy tranquila— ¿podemos bailar el Sinaloense?
Hace mucho que no salimos a ningún lado a bailar y este simple vals no es lo nuestro, alguna vez fuimos a un palenque, fue espectacular y creo que a esta casa y a esta fiesta le hace falta un poco de alegría.
—No la hagas enojar y no uses mis tradiciones y mis gustos para eso —me regaña.
Es que mi madre no es una persona auténtica, invierte todo su tiempo y sus energías en ser como las demás y las demás siguen otros estereotipos que solo denigran sus raíces y eso no me gusta porque es demasiado superficial.
—Mi madre debe entender que es mexicana no inglesa —todos aquí deberían recordar eso, estar orgullosos de lo que son y no imitar a los demás—. La única reina Victoria aquí eres tú, todos te aman.
—Han sido buenos conmigo, lo imaginé más abrumador y con gente tratando de sabotearme.
El primero que lo intente se las va a ver conmigo, después con mis padres y no dudo que al final con ella.
—Si seguimos así intentaran convencernos de vivir aquí —mi padre no tardará mucho en querer retirarse y seguramente querrá que me quedé al frente de todo.
Todo debería ser así, todo lo que tenía que vivir estaba planeado hasta que la conocí y mi visión de la vida cambio, con ellos mis prioridades y mi futuro, algunos probablemente dirán que me estoy equivocado pero no es así. Victoria con una sonrisa vuelve mi mundo más bello y llena mi vida de una felicidad indescriptible. Eso ni los miles de pesos que van a poner a mi disposición si acepto tomar el lugar de mi padre me lo da, y gracias al cielo lo entendí a tiempo, la encontré a tiempo.
—Eso no sucederá, por lo menos no por mi parte.
No tiene caso ni tocar el tema, si hacienda es próspera y fuera del tema de Luciano las cosas siempre marchan bien, no va a cambiar su vida por algo que ni siquiera a mí me hace feliz.
—Ni por la mía, estamos juntos para toda la vida, quiero celebrar nuestras bodas de rubí.
Parece un concepto interesante, la persona que se puso a inventar esto debió tener mucho tiempo libre.
—Solo que no creo que Vicente nos regale un Oporto rubí —lastima porque es un vino exquisito.
—Él solo me tiene que regalar su presencia, alguno de nuestros otros hijos nos darán algo.
—¿Quieres tener más hijos? —pregunta incrédula.
—Me parece que ya debimos de haber tenido uno más.
Es cierto que no tenemos la misma intimidad que cuando nos conocimos pero no nos cuidamos y eso empieza a preocuparme, no por ella si no por mi y ahora que estoy aquí creo que es momento de investigar si hay algo malo conmigo.
—No hables aquí de eso por favor —me corta rápidamente.
Unos días antes de la boda lo platicamos y quedamos que lo intentaríamos unos años después y hasta ahora no hemos vuelto a tocar el tema desde que Vicente nació, en primera porque es incómodo para Victoria, en segunda porque creemos que si las cosas salen mal no podemos dejar a más personas desamparadas pero aquí, lejos de todo eso creo que es necesario tener una plática respecto a eso.
Yo siempre soñé con una familia grande, principalmente porque yo crecí algo solo, no tenía hermanos y era poco frecuente que mis amigos me visitaran, nuestras madres estaban juntas mucho tiempo pero no nos llevaban con ellas.
—Algún día tendremos que hacerlo —aunque no lo parezca tenemos un futuro, mi esposa niega, la música se detiene y veo a mi madre haciéndonos señas para que la alcancemos—. Mamá los llama, vamos.
A paso lento vamos hasta donde se encuentra con un hombre que no recuerdo, de hecho aquí hay más personas que no conozco, mis amigos no han venido, creen que mantener su distancia en este momento es lo mejor, no desean llamar la atención de mi padre.
—Victoria, Mauricio, quiero presentarles a Agustín Rangel, uno de los directivos del club campestre.
Con razón no lo conozco, odio ir a ese lugar, curioso porque ahora vivo rodeado de campo.
—Un gusto —le digo y estrecho su mano, lo mismo hace mi esposa.
—La señora Beatriz me dijo que usted criaba caballos para la práctica de la charrería —mamá seguramente no sabía lo que hacía cuando hablo de ello—, si no es molestia quiero hacerle algunas preguntas.
—Por supuesto que no, y es cierto me dedico a ello —entre muchas otras cosas—. Es una tradición familiar, mi abuelo lo inicio pero se consolidó con mi padre y yo hago lo que puedo.
—No seas modesta —intervengo—. La federación mexicana de charrería siempre ha estado orgullosa de colaborar con la hacienda Caballero, sus ejemplares son los mejores.
Ellos lo dijeron, siempre que van a la hacienda quedan maravillados por la buena mano de mi esposa.
—¿Son todos cuarto de milla? —me hago a un lado para que Victoria pueda responder, ella es la mejor sabe de esto.
—No, soy muy cuidadosa con la cría de los caballos y aunque la cuarto de milla es ideal para la charrería yo tengo, al igual que mi padre, predilección por la raza azteca.
La raza azteca es una cruza caballos andaluces, con yeguas cuarto de milla y criollas, es una raza cien porciento mexicana que tiene lo mejor de las dos razas y Victoria es fanática de ellos porque Alazán es un caballo azteca.
Siempre he creído que Alazán es la clave de todo, su amor por su trabajo, sus ganas de mantener la hacienda, todo eso viene del amor que le tiene a ese caballo, cuando lo pierda no sé que será de ella.
—Eso suena excelente, señora me encantaría que nos visitarán, ¿y quién sabe? Hasta podemos hablar con la federación para implementar un lienzo charro.
Eso sí suena muy bien.
—Bueno, eso le compete exclusivamente a la federación —contesta Victoria sin ánimos de cortarle las alas— pero cuente con mi ayuda, yo siempre apoyo a las personas que quieren mantener viva está tradición.
—Entonces le dejo mi tarjeta, llame cuando quiera que esto es algo que me interesa mucho.
Le ofrece la tarjeta pero quién la recibe soy yo, no me gustan sus sonrisitas.
—Por supuesto que lo llamaremos, ahora sí nos disculpa tenemos que ver a nuestro hijo —tomo la mano de mi esposa y le hago seguirme.
—Esos celos Mauricio, esos celos —por lo menos no está molesta—, en fin, ¿te parece una buena idea?
—Si, tener un contrato para presentaciones permanentes es algo que nos vendría bien.
Puede que él no me agrade pero su propuesta es buena, es demasiado buena, hasta ahora siempre hemos dependido de que nos llamen pero si podemos tener un contrato que asegure las presentaciones nos convendría todavía más.
—Solo que alguien tendría que quedarse al frente de ellos permanente también… no lo sé, Juan José podría… —lastima que este tan peleado con su pasado— primero salir de todos los compromisos que tenemos actualmente —nuestra vida solo gira en torno a eso— y hablando de eso, ¿qué pasó con las palomas?
Ya se había tardado en preguntar por eso, de hecho me sorprende que lo dejara pasar por tanto tiempo.
—Mañana, será tuya mañana.
—Esa es una excelente noticia —hasta ahora—. Lo único que me pone algo triste es que no veré la cara de Epitacio cuando entren a preparar todo.
—Bueno no puedes tener todo en la vida —aunque me gustaría poder dárselo.
—Pero si me daré un gustito, después de todo va a tener que trabajar para mí —no le va a quedar de otra—. Mientras tanto creo que Rogelio es quien va a ir por el.
Se lo merece, es la mejor manera de demostrarle a ese hombre que somos más que los perros guardianes de Victoria.
—¿Crees que Helena quiera grabarlo? —quiero tenerlo para siempre en mi mente.
—No lo dudes.
Gracias por seguir leyendo.
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